El nacimiento de los Evangelios sinópticos (Jean Carmignac)
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9.09.13
El nacimiento de los Evangelios sinópticos (Jean Carmignac)
A las 9:24 AM, por Blogger
Categorías : Daniel Iglesias Grèzes
El nacimiento de los Evangelios sinópticos
Título: El nacimiento de los Evangelios sinópticos
Autores: Jean Carmignac
Editorial: François-Xavier de Guibert
1. Introducción
Jean Carmignac (1914-1986), sacerdote católico francés y gran exegeta, fue fundador de la Revue de Qumran y especialista indiscutido (uno de los principales del mundo) en los manuscritos del Mar Muerto. En 1961-1963, en colaboración con otros tres expertos, publicó en dos tomos los textos de Qumran, traducidos del hebreo al francés y comentados. Cuenta Carmignac que, al traducir esos textos, constató muchas relaciones con el Nuevo Testamento, por lo que se propuso escribir un comentario del Nuevo Testamento a la luz de los documentos del Mar Muerto. En 1963, habiendo comenzado con el Evangelio de Marcos, ensayó traducirlo del supuesto original griego al hebreo de Qumran (el hebreo del tiempo de Jesús, un poco distinto del hebreo bíblico y bastante diferente del hebreo de la Mishnah) para su simple uso personal, a fin de facilitar la comparación con los citados documentos. Había imaginado que esa traducción sería muy difícil; quedó muy asombrado al descubrir que, por el contrario, la traducción era muy fácil. Después de sólo un día de trabajo, quedó convencido de que el texto griego de Marcos era una traducción de un original hebreo. El traductor realizó su trabajo con extrema fidelidad, traduciendo del hebreo al griego palabra por palabra, e incluso conservando en griego el orden de las palabras exigido por la gramática hebrea. Ni siquiera un semita que hubiese aprendido muy tarde el griego habría sufrido un apego tan grande a su lengua materna. Al menos de vez en cuando se habría tomado alguna libertad, recurriendo a una fórmula corriente en griego. Pero no. Nuestro Evangelio de Marcos es la obra de un traductor que respetó al máximo (calcándolo) un texto hebreo (o tal vez arameo, otra lengua semítica, similar al hebreo) que tenía ante sí.
El autor sostiene que: “El griego de los Evangelios no es un mal griego: no contiene errores de concordancia, ni errores de conjugación, ni errores patentes contra la sintaxis… Tampoco es un griego torpe. No es como “mi” inglés, que es una mezcla de francés y de inglés, donde las influencias de las dos lenguas se armonizan mal, donde los giros son incómodos y torpes. En los Evangelios, ni incomodidad ni torpeza; muy por el contrario, una belleza simple y espontánea, que es la belleza habitual de la prosa semítica. Los Evangelios no fueron compuestos por semitas que conocían mal el griego y hablaban o escribían una jerga anfibia, intermedia entre las dos lenguas. Fueron redactados por personas que escribían bien, pero según los procedimientos semíticos, y fueron traducidos en un griego muy correcto por otras personas que querían calcar los términos de las primeras… El griego de los Evangelios… es el buen griego de un traductor respetuoso de un original semítico, del que conserva el sabor y el perfume.” (pp. 11-12).
¿Los Evangelios podrían ser la obra de griegos que imitaran el estilo semítico (concretamente, el de la Biblia de los Setenta, la primera traducción griega de la Biblia hebrea)? No se conoce ni una sola obra que reproduzca un estilo tan particular. “Que aquí o allá los autores de los Evangelios hayan retomado tal fórmula o tal expresión de los Setenta es del todo natural. Pero entre esos préstamos ocasionales y una mezcla continua, ¡qué diferencia! Incluso nuestros predicadores más enamorados del “estilo bíblico” están muy lejos de expresarse de continuo como Isaías, como los Salmos, como Marcos, Juan o Pablo. Y hacer de la lengua tan límpida de los Evangelios un ejercicio artificial “a la manera de…” es desfigurarla totalmente.” (p. 12).
Por otra parte, la comparación con los Setenta es pertinente en cuanto que también ésta es una traducción literal del hebreo (o, en algunos casos, arameo) al griego.
Carmignac afirma que Mateo es tan semítico como Marcos. Y acerca de Mateo poseemos el testimonio de Papías (hacia el año 130) y de varios Padres de la Iglesia posteriores que afirman conocer un Mateo hebreo. La gran mayoría de los exegetas sostiene la tesis de la prioridad de Marcos. Por lo tanto, en lugar de decir: “puesto que Mateo es posterior a Marcos, debe estar como él en griego”; ¿por qué no decir: “puesto que Marcos es anterior a Mateo, debe estar como él en hebreo”? (cf. p. 13).
“El caso de Lucas es diferente. Él ha compuesto manifiestamente su Evangelio en griego, como lo prueba el bello período griego que constituye su prólogo (1,1-4). Y sin embargo se observan en él los semitismos más inesperados, diseminados en medio de expresiones de un griego más elegante. Para explicar todo esto, la hipótesis más normal es suponer que él trabajó sobre documentos semíticos, traducidos muy literalmente, que insertó en su propia redacción, a veces retocándolos y a veces conservando su rugosidad.” (p. 14).
Dice Carmignac que, sin haber buscado resolver el famoso “problema sinóptico”, a medida que prosiguió su estudio se le impuso una hipótesis de conjunto al respecto. Él reconoce de buen grado que su hipótesis no tiene nada muy personal, porque todos sus detalles han sido ya propuestos por diversos sabios anteriores. “Yo no la considero como definitiva, porque todavía no he retraducido en hebreo la totalidad de Mateo y de Lucas. Pero… pienso que puedo considerar esta visión de conjunto como una hipótesis de trabajo, provisoriamente válida.” (p. 14).
Carmignac se propuso exponer los resultados de sus veinte años de estudio de los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) en gruesos volúmenes técnicos y después presentarlos al gran público en un pequeño volumen. “Pero varios amigos se coaligaron para persuadirme de comenzar por este pequeño volumen: ellos han hecho valer que yo me arriesgaba fuertemente a estar en el cementerio antes de haber terminado las grandes obras; y que después de ya varios años mis investigaciones no modificaron más mis conclusiones, por lo que yo podía honestamente comenzar a divulgarlas.” (pp. 7-8).
El tiempo demostró que el Padre Carmignac hizo muy bien en escuchar a sus amigos. Habiendo publicado El nacimiento de los Evangelios sinópticos en 1984 para divulgar de forma accesible y sintética los principales resultados de sus veinte años de estudio sobre la formación de los Evangelios sinópticos, Carmignac falleció sólo dos años después. Más allá de esta brillante obrita, la mayor parte de sus investigaciones sobre este tema permanece inédita.
2. Traducciones anteriores
Para evitar errores en su traducción de los Evangelios al hebreo, Carmignac decidió comparar su propia traducción con traducciones anteriores. Su búsqueda de antecedentes arrojó grandes resultados. El autor afirma: “Actualmente conozco alrededor de noventa traducciones hebreas del Nuevo Testamento. Una treintena no conciernen más que a los Hechos, las Epístolas o el Apocalipsis. Pero unas sesenta conciernen a los Evangelios, en todo o en parte. Sin hablar de las múltiples citas de los Evangelios en los tratados medievales de controversia entre judíos y cristianos, de los que bastantes están redactados en hebreo” (p. 16).
Carmignac presenta una larga lista de esas traducciones anteriores. La gran mayoría son obras conservadas de traductores conocidos, aunque no siempre por su nombre. Estas obras cubren un período de 600 años, del siglo XIV al siglo XX. Muchas fueron compuestas por judíos y muchas otras por cristianos. Carmignac también enumera seis traducciones conservadas de origen desconocido y doce traducciones desaparecidas de origen conocido.
“Estas listas ciertamente no son completas. Pero el estado presente de esta documentación ya permite emprender un trabajo serio. Tantas traducciones, hechas por tantos autores diferentes, que a menudo no se conocían los unos a los otros, constituyen un tesoro inapreciable, en particular las de Delitzch, que son el fruto de 52 años de trabajo, con la colaboración de los mejores sabios de la época.
Toda esta ciencia, todos estos trabajos están a nuestra disposición. Cuando los traductores, en su gran mayoría, concuerdan sobre un punto, se lo puede considerar como sólidamente establecido. Cuando ellos divergen, como ocurre muy frecuentemente, se puede esperar que uno al menos ha acertado y un examen atento permite apreciar el valor de cada sugerencia.” (pp. 21-22). Así, según Carmignac, podremos aproximarnos gradualmente a los textos originales de los Evangelios.
Lamentablemente esas traducciones, salvo unas pocas, son muy difíciles de encontrar. Por eso Carmignac consagró sus recursos a editar una colección de traducciones hebreas de los Evangelios. Llegó a publicar los cuatro primeros volúmenes y tenía otros en preparación. El Capítulo 2 concluye con estas palabras programáticas: “El ideal sería incluir en esta colección todas las traducciones existentes. Después de mí, quizás otro lo hará.” (p. 23).
3. El argumento de los semitismos
Para demostrar que los Evangelios sinópticos fueron redactados originalmente en hebreo, Carmignac emprende el estudio de los “semitismos”, es decir de las influencias semíticas que a veces afectan y deforman el griego del Nuevo Testamento.
Ya Orígenes y San Jerónimo explicaron muchas veces el griego del Nuevo Testamento mediante el hebreo. El estudio de los semitismos del Nuevo Testamento recibió un fuerte impulso en 1518, gracias a una obra de Erasmo. Su trabajo fue continuado por excelentes filólogos de las principales universidades de Alemania y Holanda. Los tratados y las tesis consagrados a este problema entre 1550 y 1750 superan la centena. Muchos de estos humanistas tenían una cultura prodigiosa: no sólo conocían el griego, sino también el hebreo, el siríaco e incluso el árabe. En cambio hoy muchos expertos en el Nuevo Testamento están tan especializados en griego que han descuidado un poco el hebreo.
Carmignac menciona especialmente a 16 autores del período histórico referido que contribuyeron a elaborar una teoría de los semitismos cada vez más completa. Sin embargo, hoy todo eso ha sido olvidado. A pesar de su valor científico, sus obras son hoy muy difíciles de encontrar.
El estudio de los semitismos recibió tres fuertes ataques sucesivos que lo debilitaron mucho. El primer ataque fue lanzado en 1556 por el protestante Teodoro de Beza, sucesor de Calvino en Ginebra. Según Teodoro de Beza y sus discípulos, Dios dictó a los escritores inspirados las palabras que debían usar; por lo tanto, admitir los semitismos del Nuevo Testamento equivale a acusar al Espíritu Santo de utilizar barbarismos o solecismos en la lengua griega. Hoy esta objeción nos resulta ridícula, porque sabemos bien que la inspiración divina de la Sagrada Escritura no es un dictado palabra por palabra, sino una acción de Dios en la inteligencia y la voluntad del hagiógrafo que respeta su personalidad. Pero en los siglos XVI y XVII esta objeción pareció irrefutable a muchos, que en consecuencia negaron los semitismos o los explicaron inventando una lengua especial del Espíritu Santo, la “lengua helenística”. Así podían afirmar que en el Nuevo Testamento el Espíritu Santo empleó a la perfección esta lengua forjada por Él mismo.
Hacia fines del siglo XVIII los semitismos sufrieron un segundo ataque, esta vez de parte del naciente racionalismo bíblico. Para explicar “racionalmente” el origen del cristianismo, los racionalistas debían suponer un cierto tiempo de fermentación entre la vida de Jesús y los relatos evangélicos. Así, Baur y la escuela de Tubinga retardaron la composición de los Evangelios al siglo II (años 130-170); pero cuanto mayor era ese retardo, más molestaba la presencia de los semitismos. “Entonces se estableció la moda, sea de descuidar este problema, sea de descartarlo por un vago recurso a la lengua materna de los evangelistas o a su deseo de imitar a los Setenta.” (p. 28).
“Hacia el fin del siglo XIX, quizás bajo la influencia de Franz Delitzch, el viento cambia y se vuelve a estudiar seriamente los semitismos” (Ídem). Pero entonces sobrevino el tercer ataque, esta vez de parte de la filología. El descubrimiento en Egipto de una gran cantidad de papiros contemporáneos de los comienzos de la era cristiana permitió a los filólogos estudiar más a fondo el griego bíblico y explicar algunos de los supuestos semitismos sin recurrir a las lenguas semíticas. Aunque este estudio tenía sólidas bases científicas, muchos filólogos hicieron una generalización indebida y así concluyeron que los semitismos no existían, o eran demasiado pocos y sin mucha importancia.
“Para salir finalmente de este diálogo de sordos (entre los adversarios y los partidarios de los semitismos) se debería retomar el problema desde la base y permanecer sobre el plano estrictamente científico.” (p. 29). Es lo que Carmignac intenta hacer en el resto del Capítulo 3.
4. Nueve clases de semitismos
Para demostrar que Mateo, Marcos y las fuentes de Lucas fueron redactados originalmente en una lengua semítica (hebreo o, con menor probabilidad, arameo), el autor estudia los “semitismos”, es decir las influencias semíticas que a veces afectan y deforman el griego del Nuevo Testamento.
Carmignac clasifica a los semitismos en nueve categorías:
• Semitismos de préstamo: consisten en el uso de términos prestados de lenguas semíticas (como “alleluia”) o de transcripciones de vocablos semíticos (como “Mesías”).
• Semitismos de imitación: consisten en la reproducción de una expresión de los Setenta (una traducción del Antiguo Testamento al griego utilizada por los judíos helenizados y por los primeros cristianos).
• Semitismos de pensamiento: consisten en la ausencia de asociación y de subordinación y en la amplitud de las exposiciones propias de las lenguas semíticas. Por ejemplo, en lugar de escribir simplemente “él vino”, los semitas preferían escribir “él se levantó y vino”.
• Semitismos de vocabulario: consisten en usar una palabra en alguno de los sentidos que esa palabra tiene en una lengua semítica. Por ejemplo, entre los semitas la palabra “hijos”, además de indicar una estricta relación de parentesco, puede indicar una relación bastante más extendida. Así, en lugar de decir “ciudadanos del reino”, en los Evangelios se dice a veces “hijos del reino”.
En principio estas primeras cuatro clases de semitismos (de préstamo, de imitación, de pensamiento y de vocabulario) no sirven como pruebas de que la lengua original de los Evangelios Sinópticos fue el hebreo o el arameo, porque siempre se puede suponer que esos semitismos provienen de la influencia de la lengua materna de los redactores semíticos de los Evangelios en lengua griega.
• Semitismos de sintaxis: consisten en el uso de expresiones griegas con particularidades sintácticas propias de una lengua semítica. Por ejemplo, para decir “en la casa del rey”, el hebreo (y a veces el arameo) suprime el primer artículo y dice “en casa del rey”. Un semita greco-parlante tenderá a omitir el artículo en ese caso, como se constata varias veces en el Nuevo Testamento.
En principio, también los semitismos de sintaxis pueden proceder de la influencia de la lengua materna de los evangelistas; pero si estos errores de sintaxis son demasiado frecuentes, esta explicación se vuelve inverosímil y es preciso admitir que provienen de un traductor demasiado servil, que desea calcar hasta en los menores detalles un texto considerado como sagrado.
• Semitismos de estilo: la poesía griega tiene leyes muy precisas, que requieren un orden estricto de las sílabas largas o breves que forman un verso. En cambio en la poesía hebrea hay libertad sobre el número y el tipo de las sílabas y la unidad poética no es el verso sino la estrofa. La poesía hebrea hace rimar el pensamiento (paralelismo), no la sonoridad de la última sílaba del verso (como en español). Los poemas de los Evangelios (el Benedictus, el Magnificat, el Padrenuestro, el Prólogo de Juan, la Oración Sacerdotal de Juan 17) no respetan las reglas de la poesía griega, sino las reglas de la poesía hebrea.
• Semitismos de composición: consisten en procedimientos de composición de un texto que sólo pueden ser explicados por medio de un texto original semítico. Por ejemplo, ése es el caso del Benedictus (Lucas 1,68-79), poesía compuesta de tres estrofas, cada una de las cuales tiene siete versos. En hebreo, los tres primeros versos de la segunda estrofa comienzan con verbos cuyas raíces aluden a los nombres de los tres protagonistas: Juan, Zacarías e Isabel. Esta triple evocación sólo existe en hebreo. Las traducciones al griego o a otras lenguas no la conservan. Carmignac indica unos treinta ejemplos de semitismos de composición en los Evangelios sinópticos (cf. pp. 36-40).
• Semitismos de transmisión: consisten en errores de los copistas del texto original semítico. En los textos hebreos las vocales no se escribían y debían ser adivinadas por el lector, lo cual fácilmente podía provocar confusiones, como saben bien los descifradores de los manuscritos de Qumran. Por ejemplo, en Marcos 1,7 y Lucas 3,16 Juan Bautista dice: “Yo no soy digno de desatar (lashelet) la correa de sus sandalias”; pero según Mateo 3,11 él dice: “Yo no soy digno de llevar (las’et) sus sandalias”, lo cual es bastante menos natural. Carmignac indica unos quince ejemplos de semitismos de transmisión en los Evangelios sinópticos (cf. 40-43).
• Semitismos de traducción: consisten en traducir un término semítico que tiene más de una acepción por un término griego que corresponde a una acepción del término semítico que no es la que corresponde en ese contexto. Esto se da a veces bajo la forma de traducciones discordantes del mismo término semítico en textos paralelos. Por ejemplo, en Marcos 9,49 leemos con asombro: “Porque todo será salado con fuego”. Esto se explica considerando que el verbo hebreo “malah” tiene dos raíces que significan respectivamente salar y volatilizar. La traducción correcta sería: “Porque todo será volatilizado por el fuego”. El error del traductor se puede explicar porque en el contexto inmediato de este versículo se habla de la sal. Carmignac indica más de una docena de ejemplos de semitismos de traducción en los Evangelios sinópticos (pp. 44-48).
Además de estas nueve clases de semitismos, pueden darse “semitismos múltiples”, cuando el mismo pasaje contiene a la vez varios semitismos de distintas clases enredados. Carmignac indica un ejemplo de semitismo múltiple (cf. pp. 48-49).
Los semitismos de las tres últimas categorías (composición, transmisión, traducción) demuestran que la lengua original de Mateo, Marcos y los documentos utilizados por Lucas es una lengua semítica, probablemente el hebreo. Para contradecir esta conclusión, se debería explicar de forma satisfactoria todos esos semitismos por medio de explicaciones válidas en griego. Pero además la cantidad de semitismos de las primeras cinco categorías (préstamo, imitación, pensamiento, vocabulario, sintaxis) y sobre todo de la sexta (estilo) sobrepasa con mucho lo posible en un escritor influenciado por su lengua materna o por el prestigio de un texto venerable.
Carmignac concluye lo siguiente: “El griego de nuestros Evangelios testimonia un buen conocimiento de la lengua: los nombres están declinados correctamente, los verbos están conjugados correctamente, el vocabulario es relativamente bastante rico. Nuestros Evangelios griegos no fueron escritos por semi-iletrados; fueron escritos por personas que poseían una buena cultura griega, pero que no se expresaban con la independencia de un redactor, y se creían obligados a brindar lo más servilmente posible unos documentos preciosos. Nuestros Evangelios sinópticos no son composiciones realizadas en griego; son traducciones hechas sobre el hebreo (salvo el prólogo y las transiciones de Lucas). Y por lo tanto los verdaderos autores de Marcos y de Mateo son sus redactores hebreos. Para Lucas, la situación es menos clara, porque nosotros no sabemos si él mismo fue el traductor o si él recurrió a la competencia de algún colaborador bilingüe; entonces no podemos precisar a cuáles retoques él ha hecho someter a los documentos que se encontraban en sus manos; pero en general esos retoques han debido de ser superficiales, como lo atestiguan los numerosos semitismos que han subsistido.” (p. 50).
Al final del Capítulo 3, Carmignac anunció que, más allá de este breve resumen, él estaba preparando un estudio técnico mucho más profundo, con listas completas, referencias bibliográficas, etc. Él esperaba que ese estudio ofreciera pruebas irrefutables de su tesis. Lamentablemente, la muerte impidió al autor completar su obra y esos estudios suyos más profundos permanecen inéditos.
5. El problema sinóptico
En el Capítulo 4 del libro, Carmignac presenta su visión del famoso “problema sinóptico”. Los Evangelios de Mateo (Mt), Marcos (Mc) y Lucas (Lc) se denominan “sinópticos” porque son tan semejantes entre sí que sus textos se pueden colocar en tres columnas paralelas para obtener una visión de conjunto. Sin embargo, también existen muchas diferencias entre los tres Evangelios sinópticos. El “problema sinóptico” (o la “cuestión sinóptica”) consiste en cómo explicar a la vez esas semejanzas y esas diferencias. Cientos de sabios han estudiado el problema sinóptico, sin llegar a resolverlo totalmente.
Para aproximarnos al problema sinóptico, primeramente consideraremos que las distintas perícopas (narraciones o discursos) de los Evangelios sinópticos pueden clasificarse en tres grupos y siete subgrupos:
Perícopas de tradición simple: están presentes en un solo Evangelio sinóptico (Mt, Mc o Lc).
Perícopas de tradición doble: están presentes en dos Evangelios sinópticos (Mt-Mc, Mt-Lc o Mc-Lc).
Perícopas de tradición triple: están presentes en los tres Evangelios sinópticos (Mt-Mc-Lc).
La gran mayoría de los exégetas contemporáneos (incluyendo a Carmignac) se inclina por la “teoría de las dos fuentes”, que sostiene que las fuentes de Mateo y Lucas son Marcos y el hipotético documento Q (del alemán Quelle = “fuente”), documento que Carmignac llama “Colección de Discursos”, porque narraría sobre todo discursos de Jesús. Algunos estudiosos agregan dos fuentes propias de Mateo y Lucas (M y L) obteniendo así la “teoría de las cuatro fuentes” (Mc, Q, M y L).
Según estas teorías:
los textos de tradición triple y los de tradición doble Mt-Mc y Mc-Lc dependen de Marcos;
los textos de tradición doble Mt-Lc dependen de Q;
los textos de tradición simple “mateana” dependen de Q o M;
y los textos de tradición simple “lucana” dependen de Q o L.
El fuerte consenso actual acerca de la prioridad de Marcos se basa sobre todo en dos aspectos de este Evangelio:
Su gran brevedad. Mc narra menos hechos y muchos menos discursos que Mt o Lc, y esto sería poco verosímil si Mc fuera posterior a Mt o Lc.
Su carácter testimonial. En muchas perícopas de tradición triple y de tradición doble Mt-Mc o Mc-Lc, Mc proporciona detalles precisos y concretos (a veces pintorescos) que parecen provenir de un testigo directo. La desaparición de esos detalles en Mt y Lc puede ser el resultado de su mayor concentración en el contenido teológico.
La fuente Q, el otro gran pilar de la teoría de las dos fuentes (además de la prioridad de Marcos), me parece menos sólida, debido a un grave problema que soslayé al presentar las tradiciones simples, dobles y triple, pero que debemos abordar ahora. Se trata de que, en los textos de tradición triple, con frecuencia Mateo y Lucas “modifican de la misma manera el texto de Marcos: las mismas omisiones, las mismas adiciones, las mismas sustituciones (ya sea en griego o en el hebreo subyacente)” (p. 54). Existen cientos de estos “acuerdos menores de Mateo y Lucas contra Marcos”. Para resolver este problema se han propuesto dos soluciones principales. Algunos expertos suponen que Mateo y Lucas no dependen de nuestro Marcos actual, sino de una redacción más antigua de Marcos (llamada en alemán Ur-Markus). Carmignac se inclina por la otra solución, agregándole su teoría sobre la redacción de Marcos en hebreo: “Parecería sobre todo que un compilador habría querido combinar Marcos y la Colección de Discursos en una sola obra y que en esta ocasión habría retocado con frecuencia el texto hebreo de Marcos, omitiendo ciertos detalles, transformando ciertas frases, agregando algunas explicaciones. Es este Marcos Completado el que habrían utilizado Mateo y Lucas. Así se explicaría por qué muchas veces Mateo y Lucas encajan la misma cita de la Colección de Discursos en el mismo lugar del relato de Marcos.” (p. 55).
Carmignac subraya que Lucas no miente cuando habla de “muchos” relatos anteriores al suyo (Lc 1,1). Según Carmignac, se trataría de al menos estas cuatro obras: Marcos, Colección de Discursos, Marcos Completado y Mateo. El mayor aporte de Carmignac sobre el problema sinóptico consiste en afirmar que, debido a sus numerosos semitismos de composición, de transmisión y de traducción (distribuidos en todas sus partes principales), esas cuatro obras más antiguas que Lucas deben haber sido escritas en un idioma semítico, probablemente el hebreo. La intervención de diferentes traductores del hebreo al griego ayudaría a explicar muchas de las diferencias entre los Evangelios sinópticos. Carmignac pretendía probar ampliamente su tesis en una gran obra en varios volúmenes, pero la muerte le impidió completar su tarea.
En la nota 10 de la página 55 Carmignac dice que la solución propuesta por él no cambiaría sustancialmente si se supusiera que el redactor de Marcos Completado es la misma persona que el redactor de la Colección de Discursos. Más adelante menciona la posibilidad de que ese redactor de ambas “obras” fuera el mismo Mateo, pero no tiene en cuenta de que esto podría sustentar una teoría alternativa a la teoría de las dos fuentes: Mateo se habría servido de Marcos y Lucas se habría servido de Marcos y Mateo. Esta hipótesis, defendida en nuestra época por Farrer, parece mucho más simple que la teoría de las dos (o cuatro) fuentes. Esta última da la impresión de multiplicar las fuentes sin necesidad (contra el célebre principio de “la navaja de Ockham”); pero en verdad las grandes complicaciones de esa teoría no son gratuitas, sino que provienen de una hipótesis inicial que me parece bastante cuestionable: que Lucas no tuvo a su disposición el Evangelio de Mateo. Quizás Carmignac, habiendo arremetido contra uno de los grandes postulados de la exégesis moderna (la redacción original de los Evangelios en griego) no quiso abrir otro frente de lucha arremetiendo también contra la fuente Q, otro de esos postulados.
6. Tres indicios de la antigüedad del Nuevo Testamento en 2 Corintios
En el Capítulo 5 del libro, titulado “Informaciones antiguas”, Carmignac presenta varios testimonios de los primeros siglos de la era cristiana acerca del origen de los Evangelios sinópticos. En primer lugar, Carmignac analiza tres versículos de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios (2 Corintios 3,6; 3,14 y 8,18) que ofrecen indicios sugestivos de que la redacción del Nuevo Testamento fue muy anterior a lo que supone la mayoría de los exegetas actuales (cf. pp. 59-61).
Comencemos por 2 Corintios 3,14. Allí San Pablo habla de “la lectura de la antigua diathêkê”. La expresión “antigua diathêkê” corresponde tanto a la Antigua Alianza como al Antiguo Testamento. Sin embargo, la presencia de la palabra “lectura” invita claramente a comprender que se trata de una obra escrita, por lo tanto del Antiguo Testamento. Ahora bien, cuando sólo existía el Antiguo Testamento no se lo llamaba así. Sólo se comenzó a hablar de Antiguo Testamento cuando se lo tuvo que distinguir del Nuevo Testamento. Por lo tanto, cuando San Pablo escribió 2 Corintios (entre los años 54 y 57) ya existía un conjunto de obras escritas que eran llamadas colectivamente “Nuevo Testamento”.
¿Cuáles podían ser esas obras? Si nos atenemos al consenso mayoritario de los exegetas, en ese momento San Pablo ya había escrito sus dos epístolas a los Tesalonicenses, su epístola a los Romanos, sus dos epístolas a los Corintios y quizás su epístola a los Gálatas. Pero es muy inverosímil que San Pablo llamara “Nuevo Testamento” sólo a ese conjunto de obras. Para englobar un grupo de obras bajo el título de “Nuevo Testamento”, ese grupo debería ser ya más numeroso y más variado. Además, parece difícil que no incluyera al menos a un Evangelio.
Veamos cómo se traduce 2 Corintios 3,14 en algunas versiones actuales de la Biblia en español.
Biblia de Jerusalén: “Pero se embotaron sus inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se ha levantado, pues sólo en Cristo desaparece.”
Biblia de Navarra: “Pero sus inteligencias se embotaron. En efecto, hasta el día de hoy perdura en la lectura del Antiguo Testamento ese mismo velo, sin haberse descorrido, porque sólo en Cristo desaparece.”
El Libro del Pueblo de Dios: “Pero se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer.”
Biblia Latinoamericana: “Con todo, los israelitas se volvieron ciegos. El mismo velo les oculta el sentido de la antigua Alianza hasta el día de hoy, y nadie les hace ver que con Cristo ya no tiene valor.”
Aunque no seamos expertos en griego bíblico, la coincidencia sustancial de las tres primeras versiones citadas (entre sí y con la versión de Carmignac) y la sustitución de la palabra “lectura” por la palabra “sentido” en la cuarta versión nos impulsan claramente a concluir que el texto de la Biblia Latinoamericana es una mala traducción (o más bien una paráfrasis) del texto sagrado original.
Pasemos ahora a 2 Corintios 3,6. Según Carmignac, este versículo refuerza las conclusiones extraídas de 2 Corintios 3,14, porque habla explícitamente de “una nueva diathêkê, no según la letra, sino según el espíritu”. Carmignac sostiene que la expresión “según la letra” deja entender que también esta “nueva diathêkê” debe entenderse como una obra escrita, es decir como el Nuevo Testamento. Empero, como veremos, las versiones de la Biblia consultadas por mí no coinciden con la traducción de Carmignac de 2 Corintios 3,6.
Biblia de Jerusalén: “el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida.”
Biblia de Navarra: “el cual también nos hizo idóneos para ser ministros de una nueva alianza, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.”
El Libro del Pueblo de Dios: “Él nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.”
Biblia Latinoamericana: “Incluso nos ha hecho encargados de una nueva alianza, que ya no es cosa de escritos, sino del Espíritu. Porque lo escrito da muerte, mientras que el Espíritu da vida.”
Por último consideremos 2 Corintios 8,18. Carmignac traduce las palabras clave del versículo así: “le frère dont la louange au sujet de l’Evangile à travers toutes les Eglises” = “el hermano cuya alabanza a causa del Evangelio abarca todas las iglesias”. Veamos de nuevo qué dicen aquí las otras cuatro versiones consideradas por mí.
Biblia de Jerusalén: “Con él enviamos al hermano cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias.”
Biblia de Navarra: “Y con él enviamos al hermano cuya alabanza por la predicación del Evangelio se extiende a todas las iglesias”.
El Libro del Pueblo de Dios: “Con él les enviamos al hermano que ha merecido el elogio de todas las Iglesias, por el servicio que ha prestado al Evangelio.”
Biblia Latinoamericana: “Con él enviamos a ese hermano que se ganó el aprecio de todas las Iglesias en la labor del Evangelio”.
En este caso sólo la Biblia de Navarra se aparta sustancialmente de la traducción de Carmignac. Éste subraya que el servicio prestado por “el hermano” a la causa del Evangelio y que le ha hecho famoso en todas las iglesias no puede ser la predicación oral del Evangelio, ya que en ese sentido todos los colaboradores de San Pablo estaban más o menos en el mismo nivel. La única interpretación verosímil de este renombre especial de un colaborador de San Pablo en todas las iglesias es la que atribuye el motivo de ese renombre a la redacción de un Evangelio. En este caso, “el hermano” en cuestión tiene que ser San Lucas.
Carmignac concluye su análisis así: “Estos tres textos de S. Pablo, lamentablemente, no son lo bastante explícitos para permitir una argumentación decisiva, pero constituyen por lo menos indicaciones que no debemos olvidar.” (p. 61).
7. Otras informaciones antiguas
Enseguida Carmignac presenta y analiza los testimonios de:
San Papías de Hierápolis (69-150);
San Ireneo de Lyon (130-202);
San Panteno de Alejandría (muerto hacia 216);
San Clemente de Alejandría (150-216);
Orígenes (185-254);
Eusebio de Cesarea, obispo (275-339).
A continuación reproduciré esos testimonios:
“Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que recordaba, pero no en orden, de lo que el Señor dijo e hizo. Porque él no oyó ni siguió personalmente al Señor, sino, como dije, después a Pedro. Éste llevaba a cabo sus enseñanzas de acuerdo con las necesidades, pero no como quien va ordenando las palabras del Señor, más de modo que Marcos no se equivocó en absoluto cuando escribía ciertas cosas como las tenía en su memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y en no escribir nada falso.” (Papías, Explicación de los Dichos del Señor, citado en: Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, III, 39, 15; véase: http://escrituras.tripod.com/Textos/HistEcl03.htm#XXXIX).
“Mateo compuso su discurso en hebreo y cada cual lo fue traduciendo como pudo.” (Papías, Explicación de los Dichos del Señor, citado en: Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, III, 39, 16; véase: http://escrituras.tripod.com/Textos/HistEcl03.htm#XXXIX).
Carmignac presenta otra versión de este segundo texto de Papías: “Mateo reunió pues en lengua hebrea los logia y cada uno los hêrmêneuse como fue capaz.” (p. 62). Luego Carmignac argumenta que la palabra logia significa no sólo “dichos del Señor”, sino más ampliamente “cosas dichas por el Señor y cosas dichas sobre el Señor”; es decir que se refiere a “lo que ha sido dicho o hecho por el Señor”. Además argumenta que en este texto el término hêrmêneuse significa “tradujo”, no “comentó” (cf. pp. 62-63).
“Mateo, (que predicó) a los Hebreos en su propia lengua, también puso por escrito el Evangelio, cuando Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la Iglesia. Una vez que éstos murieron, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, también nos transmitió por escrito la predicación de Pedro. Igualmente Lucas, seguidor de Pablo, consignó en un libro el Evangelio que éste predicaba.” (San Ireneo de Lyon, Contra los herejes, III, 1, 1; véase:
http://www.multimedios.org/docs/d001092/p000005.htm#4-p0.4.1.1).
Carmignac ofrece una traducción bastante diferente de la primera frase de este texto de Ireneo: “Mateo publicó entre los Hebreos en su propia lengua una escritura del Evangelio” (pp. 63-64).
“Se dice que él (Panteno) fue a la India; también se dice que él encontró que su venida fue anticipada por el Evangelio de Mateo, entre ciertos indígenas del país que conocían a Cristo. Bartolomé, uno de los apóstoles, había predicado a estas personas y les había dejado, en caracteres hebreos, la obra de Mateo, que ellos habían conservado hasta el momento del que estamos hablando” (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, V, 10, 3, según la versión de Carmignac, p. 65; véase una versión en inglés en: http://www.newadvent.org/fathers/250105.htm
Carmignac menciona una supuesta carta de Clemente de Alejandría “recientemente descubierta y que es probablemente auténtica” (p. 65) y que contiene dos breves textos de un supuesto Evangelio secreto de Marcos. Podemos desestimar ese testimonio porque la gran mayoría de los estudiosos piensa que esa carta es una falsificación o bien que el Evangelio secreto de Marcos fue una obra apócrifa compuesta por un grupo gnóstico o esotérico en el siglo II.
“Como yo aprendí en la tradición acerca de los cuatro Evangelios, que son también los únicos incontestados en la Iglesia de Dios que está bajo el cielo, primero fue escrito aquel que es según Mateo, primeramente publicano, luego apóstol de Jesucristo. Él lo editó para los creyentes venidos del judaísmo y lo compuso en lengua hebrea. El segundo (Evangelio) es aquel según Marcos, quien lo hizo como Pedro se lo había indicado… Y el tercero por Lucas, el Evangelio elogiado por Pablo y compuesto para gentiles conversos. El último de todos el de Juan.” (Orígenes, Comentario sobre el Evangelio de Mateo, citado en: Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, VI, 25, 4-6). Cito los numerales 4-5 según la versión de Carmignac, p. 65; agregué el numeral 6 tomándolo de esta versión en inglés: http://www.newadvent.org/fathers/250106.htm.
“Por su parte, Mateo, que en primer lugar predicó a los hebreos cuando ya estaba por dedicarse también a otros, expuso por escrito su Evangelio en su lengua materna, sustituyendo de este modo por escrito la falta de su presencia en medio de aquellos de los que se alejaba.” (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, III, 24, 6; véase:
http://escrituras.tripod.com/Textos/HistEcl03.htm#XXIV).
Carmignac concluye lo siguiente: “Una veintena de otros testimonios patrísticos más tardíos, incluyendo los de San Epifanio y San Jerónimo, quienes conocían el hebreo y el arameo, afirman asimismo que Mateo escribió su Evangelio en hebreo. No podemos en absoluto rechazar una tradición tan antigua (desde los oyentes de los Apóstoles), tan estable (ninguna voz discordante) y tan universal (desde la India hasta la Galia). Los exégetas, demasiado numerosos, lamentablemente, que rehúsan tenerla en cuenta no hacen una obra científica.” (pp. 67-68).
Carmignac añade en nota un dato decisivo: “San Jerónimo precisa incluso, en su De Viris Illustribus, cap. 3 (Migne, vol. XXIII, col. 613), que un ejemplar del Evangelio hebreo de Mateo se encontraba todavía en su tiempo (en 392) en la biblioteca de Cesarea” (p. 67, n. 22).
8. Una verificación
Al final del Capítulo 5, Carmignac prueba que las hipótesis sugeridas por su estudio de los Evangelios sinópticos (basado principalmente en sus semitismos) son compatibles con los datos suministrados por San Pablo y por los primeros Padres de la Iglesia y escritores eclesiásticos.
Carmignac subraya un dato fundamental: los Hechos de los Apóstoles, después de relatar con gran cantidad de detalles de menor importancia el viaje de Pablo entre Cesarea y Roma, terminan bruscamente, sin decir nada sobre el resultado final del proceso judicial por el cual Pablo había sido llevado a Roma (cf. Hechos 27-28). Hay una sola explicación convincente de este extraño final del libro: que Lucas haya compuesto los Hechos durante el cautiverio romano de Pablo, entre los años 61 y 63. Este fuerte argumento llevó al mismísimo Harnack, el principal exégeta del protestantismo liberal, a retractarse de su opinión sobre la fecha de redacción de Hechos, que él había supuesto no anterior al año 78. Además, de los prólogos de Lucas y Hechos se deduce que Lucas es anterior a Hechos, por lo que su composición debe situarse a más tardar en los años 58-60.
Carmignac agrega que la composición del Mateo hebreo no puede ser fijada ni mucho antes ni mucho después que la de Lucas, “porque sus Evangelios de la Infancia son tan diferentes que cada uno ignoraba manifiestamente la obra del otro” (pp. 69-70). Este argumento no me parece concluyente.
En resumen, según Carmignac las fechas más tardías que se pueden admitir son: hacia 50 para Marcos y la “Colección de Discursos”, hacia 55 para el “Marcos Completado” y hacia 55-60 para el Mateo hebreo; empero, en función de los tres textos de 2 Corintios antes comentados, unas fechas más antiguas son netamente más probables.
Dado que el Evangelio de Mateo no sería más que un desarrollo del “Marcos Completado”, es probable que el propio apóstol Mateo haya sido el redactor de la “Colección de Discursos” e incluso del “Marcos Completado”. Esta tesis es coherente con el testimonio de los Padres de la Iglesia sobre la autoría del primer Evangelio.
Carmignac piensa que es probable que Pedro sea el autor del Evangelio de Marcos en lengua semita (hebreo o arameo). Se basa principalmente en el siguiente argumento: Marcos 1,1-15 resume en forma muy breve y esquemática varios hechos importantes del comienzo de la vida pública de Jesús; pero el estilo de Marcos cambia súbitamente en 1,16, en el relato del primer encuentro de Jesús con Pedro. Desde ese punto en adelante se desarrollan los recuerdos de un testigo ocular. El “estilo visual” se conserva durante todo el resto del Evangelio.
9. Opiniones modernas
En el Capítulo 6 (“Opiniones modernas”) Carmignac presenta las obras de 49 autores modernos que estiman que uno o más de los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y las fuentes de Lucas) fueron compuestos originalmente en hebreo o arameo. Entre esos autores figuran algunos muy conocidos: Eberhard Nestle, Julius Wellhausen, Marie-Joseph Lagrange, René Laurentin, David Flusser, Pinchas Lapide, Claude Tresmontant, etc. Estos autores se reparten en dos corrientes numéricamente muy parejas entre sí: 24 de ellos estiman, con mayor o menor certeza, que la lengua original fue el arameo; mientras que el resto se inclina por la lengua hebrea.
Carmignac, partidario del origen hebreo de los Sinópticos, dice que el Mateo arameo fue “inventado” por Johann-Albrecht von Widmanstadt en 1555, quien “imaginó” que el hebreo ya no era utilizado en tiempos de Jesús. Por el contrario, los manuscritos de Qumrán, descubiertos en 1947, probaron de manera incontestable que en tiempos de Jesús el hebreo era todavía una lengua muy viva. De todos modos, en este tema lo realmente importante para la exégesis es saber si los Evangelios sinópticos fueron redactados en griego o en una lengua semita. Que esa lengua semita haya sido el hebreo o el arameo es bastante secundario.
Carmignac dice que su libro “El nacimiento de los Evangelios sinópticos” forma una especie de trilogía con “Refechando el Nuevo Testamento” de John A. T. Robinson y “El Cristo hebreo” de Claude Tresmontant. Siguiendo métodos muy diferentes, los tres autores llegaron a conclusiones muy similares casi al mismo tiempo. Robinson siguió un método únicamente histórico, Tresmontant usó métodos históricos y filológicos y Carmignac trabajó con un método principalmente filológico, con algunos apoyos históricos.
10. Conclusiones
Carmignac resume sus principales conclusiones de la siguiente manera:
“1) Es seguro que Marcos, Mateo y los documentos utilizados por Lucas han sido redactados en una lengua semítica.
2) Es probable que esta lengua semítica sea el hebreo más que el arameo.
3) Es bastante probable que nuestro segundo Evangelio haya sido compuesto en lengua semítica por el apóstol S. Pedro.
4) Es posible que el apóstol S. Mateo haya redactado la Colección de Discursos o que haya redactado la Fuente Común utilizada por nuestro primer y nuestro tercer Evangelio.
5) Incluso si se objetan las indicaciones de la segunda epístola a los Corintios, no es verosímil situar la redacción de Lucas en griego más tarde que los años 58-60; no es verosímil situar la redacción definitiva en lengua semítica de nuestro primer Evangelio mucho más tarde que Lucas; no es verosímil situar la redacción en lengua semítica de nuestro segundo Evangelio mucho más tarde que los alrededores del año 50.
6) Si se tienen en cuenta las indicaciones de la segunda epístola a los Corintios, no es verosímil situar la redacción de Lucas en griego más tarde que los años 50-53; no es verosímil situar la redacción definitiva en lengua semítica de nuestro primer Evangelio mucho más tarde que Lucas; no es verosímil situar la redacción en lengua semítica de nuestro segundo Evangelio mucho más tarde que los alrededores de los años 42-45.
7) Es probable que el Evangelio semítico de Pedro haya sido traducido al griego, quizás con algunas adaptaciones, por Marcos, en Roma, a más tardar hacia el año 63; es nuestro segundo Evangelio, que ha conservado el nombre de su traductor, en lugar del de su autor.
8) Es verosímil que el traductor griego de Mateo haya utilizado el texto de Lucas.” (pp. 95-96).
11. Respuestas a objeciones
En un Anexo, Carmignac responde de un modo claro y convincente 22 críticas del P. Pierre Grelot (un destacado exégeta católico) y otras dos objeciones. Algunas de las críticas de Grelot llaman poderosamente la atención:
Las críticas 1ª, 3ª y 10ª demuestran que Grelot no leyó con un mínimo de atención la obra de Carmignac.
La 22ª crítica manifiesta una profunda agresividad: “Yo pienso… que ellas (las hipótesis de Carmignac) dormirán entonces (hacia el año 2000) en el cementerio de las hipótesis muertas. No se puede excluir que, de tiempo en tiempo, un erudito las desentierre e intente resucitarlas. ¡Pero en vano! Yo al menos he echado por adelantado, con cierta pena, algunas paladas de tierra sobre su tumba: ellas bien merecen este último homenaje.” (p. 111). No parece adecuado que un sacerdote católico se exprese así sobre la obra de un colega; máxime cuando ese colega era un prestigioso erudito y la obra compendiaba el resultado de 20 años de esmerado estudio.
La absoluta seguridad con que se expresa Grelot contrasta con el hecho de que él no refuta ninguno de los 56 ejemplos de semitismos de composición, transmisión o traducción aportados por Carmignac como pruebas del origen semítico de Mateo, Marcos y las fuentes de Lucas, sino que se limita a calificarlos globalmente como “simples asonancias” (7ª crítica).
La 9ª crítica parece revelar la razón profunda de tanta agresividad. Grelot acusa a Carmignac de estar movido por un fundamentalismo estrecho. Reproduzco la respuesta de Carmignac: “Los lectores de la gran obra (377 páginas) de James Barr sobre el Fundamentalismo… juzgarán si este término se puede aplicar a mí. Si es debido a un prejuicio y a falsos argumentos que se admite el origen muy antiguo de la redacción final de uno o varios Evangelios, es evidentemente un error. Pero si se conocen argumentos serios a favor de este origen muy antiguo, ¿por qué se debería ocultar estos argumentos? Y si ellos conducen a un no creyente a plantearse el problema histórico de Jesús, o si ellos reconfortan la fe vacilante de un cristiano en dificultades, ¿qué inconveniente hay?” (pp. 103-104).
En resumen, en mi opinión, la obra de Carmignac es sumamente valiosa y merece ser divulgada ampliamente, estudiada a fondo y continuada por otros expertos.
Daniel Iglesias Grèzes
Nota: Las traducciones de la obra de Carmignac y de algunos otros textos referidos son mías.
4 comentarios »
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4 comentarios
Comentario de Gris Funcionario
Gracias por la exposición, el tema es interesantísimo. Me pregunto cuál era la opinión de Carmignac ante el misterio del fragmento 7Q5.
12/09/13 9:10 PM
Comentario de Marcelo
La verdad me apasiona el tema. Disfruté mucho de su articulo, esperemos encontrar una version en español del libro de Carmignac y mas articulos como este. Es como viajar en el tiempo y reencontrarse como esos primeros bellos tiempos de la Iglesia. Felicitaciones.
27/09/13 2:29 PM
Comentario de c
Muchas gracias, desde Francia, por su artículo muy completo.
Hay que salir del ostracismo al P. jean Carmignac.
En Francia también es muy difícil hacer admitir su obra, en particula sobre las fechas de redacción de los Evangelios.
Cuando se leen los argumentos del P. Jean Carmignac, las cosas resultan luminosas.
17/10/13 2:37 PM
Comentario de Manuel
Existe una traducción al español, sólo que se llama "Las fuentes de Mateo, Marcos y Lucas: ¿hebreas, arameas o griegas?" Escrito por Jean Carmignac, Traducción Joanna Jakubowska Elías y Felipe Sen
10/11/13 6:53 PM
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