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domingo, 5 de octubre de 2014

CATOLyBLOGS: ¡BIENVENIDO!

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Equipo Nacional de Servicio

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08 Noviembre 2013
El nuevo Equipo Nacional de Servidores

En el artículo 15 de los estatutos de la Renovación Carismática Católica se menciona la composición del Equipo Nacional de Servidores (otrora llamada Coordinadora Nacional); este EN está compuesto por los coordinadores de la provincia eclesiástica o región y los miembros de la Comisión Permanente, y entre sus funciones se encuentra la de discernir y determinar las directrices generales, las iniciativas y los programas nacionales, que han de ser ejecutados por los órganos competentes en los diversos niveles.

Durante el año 2013 se han elegido a los nuevos responsables de las provincias eclesiásticas. En este artículo, extraído del número 149 de la revista Nuevo Pentecostés, os los presentamos.

EN13



RODRIGO BELLO (Coordinador Nacional)

¿Cómo afrontas este nuevo periodo de servicio?
Con la misma ilusión que los anteriores y con la fe puesta en Dios, porque suya es la obra. Con la certeza de que Él, que está haciendo maravillas, las seguirá haciendo si nosotros confiamos en Él tal y como nos los pidió en una de las profecías proclamadas en la última Asamblea Nacional.

¿Cómo ha avanzado la RCCE en estos últimos tres años?
Seguimos caminando para reafirmar nuestra identidad carismática, ofreciendo a la Iglesia lo que el Espíritu Santo nos ha dado. En estos últimos años se vive con intensidad la alabanza y la adoración como llamada especial, que se pone de manifiesto en todos los encuentros que se vienen realizando.

¿Qué crees que necesita la RCCE en este momento?
Para mí es necesario intensificar la formación, especialmente de los miembros de los órganos de servicio en todos los niveles. A los hermanos con ganas de servir tenemos que ayudarlos, dándoles los instrumentos necesarios para que puedan realizar bien ese servicio, sin olvidarnos de que la llamada fundamental, para cada uno de nosotros, es a la santidad.

¿Qué necesita el coordinador nacional?
Mantenerse firmemente unido al Señor por medio de la oración personal y la eucaristía de cada día y, en comunión con el equipo de servidores nacional, acompañar al pueblo de la RCCE para que “proclame la grandeza y el amor del Señor” en medio de un mundo que camina de espaldas a Dios.

¿Qué podemos aportar a la nueva evangelización?
Fundamentalmente la experiencia del encuentro con un Dios vivo que transforma los corazones por medio del Seminario de Iniciación a la Vida en el Espíritu.

Un santo
Santa Teresa de Jesús.

Una cita bíblica
“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rm 10, 9).

Un momento espiritual fuerte
El que viví el último día de la Asamblea pasada al acoger y presentar al nuevo equipo de servidores nacional, porque lo considero un regalo del Señor que se convirtió en un gesto profético.



EN2013-1



A continuación, estas son las respuestas de los miembros del equipo, a los que les hicimos las siguientes preguntas:

1. ¿Desde cuándo y cómo entraste en la RCCE? ¿Cuál es tu grupo?
2. ¿Cómo ves la RCCE en este momento? ¿Qué crees que necesita?
3. ¿Cómo puede ayudar la RCCE a la nueva evangelización?
4. Un santo.
5. Una cita bíblica.
6. Un momento espiritual fuerte.



PEPI RUIZ (Provincia Eclesiástica de Sevilla)

1. Creo que, más bien, fue la Renovación la que entró en mí. Uff, parece que llevo toda la vida. O puede que mi visión de la vida haya cambiado desde que estoy en la RCCE. He estado en dos grupos pequeños, ahora mi grupo está en Palma del Río (Córdoba). El Señor tiene sus caminos y me puso a servir pronto. Le doy gracias porque ha paliado mis faltas con preciosos hermanos en los que apoyarme.

2. La veo caminando hacia lo que el Señor quiere de ella, un pueblo pobre y humilde en el que Él reine. Veo que crece en fidelidad a los caminos que el Señor le propone. Necesita no dejar de mirar al Señor, confiar en Él, caminando según lo su voluntad y guiados por el Espíritu Santo.

3. ¡Cómo está ayudando ya! Siendo como somos, con nuestra identidad. Sintiéndonos orgullosos de haber sido creados para su Gloria. Grupos de oración, Seminarios de Vida, asambleas, etc. Todo para convertir a personas más o menos creyentes en testigos del Amor de Dios.

4. Siempre San José. Últimamente Santa Catalina de Siena y Santa Rita de Casia.

5. Salmo 15.

6. No sabría decir, no recuerdo ningún momento espiritual al que pueda calificar especialmente de fuerte o incluso de muy significativo. De los débiles tengo un montón, gracias a Dios, su Misericordia es infinita.



BERNARDO JIMÉNEZ (Provincia Eclesiástica de Granada)

1. Fue sobre el año 2000. Un buen día iba yo pasando por delante de mi parroquia y unos cantes me hicieron acercarme a la puerta a curiosear qué pasaba allí y vi una imagen que me gustó. Estaban cantando agarrados de las manos y se sentía mucha alegría. Pregunté quiénes eran aquellos y me dijeron que eran los carismáticos. En aquel mismo momento le dije a Dios que quería estar ahí y no mucho más tarde me incorporé al grupo.
Mi grupo se llama Agua Viva, es de Fuengirola, Malaga. En los principios y ahora, he ido creciendo en todos los sentidos, incluso a la hora de cantar y de tener oído pues, hasta en eso, Dios me ha ido mejorando con la ayuda de mis hermanos.
Por circunstancias entré ya en el equipo nacional sustituyendo y ahora he sido reelegido para hacer lo que Dios me pide: amar en el servicio.

2. La visión que tengo en la Renovación es de un nuevo despertar, de un nuevo vino para odres nuevos. Veo un horizonte que se nos abre para servir a la Iglesia y al mundo y, sobre todo, poner nuestros carismas a disposición de los hermanos más pobres y enfermos, tanto físicos como espirituales.
Hay hermanos que todavía están por madurar su vida espiritual, a los que les falta concretar realmente dónde deben estar para dar frutos para Dios. Por tanto, se necesita claridad de vida y a eso solo podremos llegar, como nos ha dicho nuestro papa Francisco, siendo una Iglesia accidentada y no una Iglesia muerta por el miedo o por la comodidad.

3. Gracias a Dios, la RCCE puede ayudar a la nueva evangelización con el mismo don que posee, que no es otro que el del Espíritu Santo, transmitiendo lo que experimentamos cada día que nos reunimos a orar y que nos lleva al encuentro con un Dios vivo y real. El que lo vive nunca vuelve a ser el mismo.

4. Santa Teresa de Jesús.

5. Jn 14, 6: "Yo soy el camino, la verdad y la vida", que para mí, es la verdad misma: Jesucristo.

6. El día de san Pablo en enero de 2003: recibía la Efusión del Espíritu Santo.



ELENA N. GÓMEZ (Provincia Eclesiástica de Santiago de Compostela)

1. Asistí por primera vez a un grupo de Renovación cuando tenía 11 años, acompañando a mi madre. Años más tarde, en julio de 1983, volví de nuevo al grupo. Tuve un encuentro personal con Cristo, vivo y resucitado. Descubrí tres cosas principales, que han sido el motor de mi vida desde entonces: –Que Jesús está vivo, existe, y actúa. –Que Dios me ha creado por amor, me ama, me conoce en lo más profundo y que nada que haga hará que Dios me ame más, ni me ame menos. –Que puedo colaborar en la renovación de la Iglesia, a través de los dones y carismas del Espíritu, desde dentro.
Soy miembro del grupo Shalom (A Coruña), desde julio de 1983. Menos de un mes después, entraba en el grupo mi novio (Fernando). Desde entonces, nuestra vida, a nivel personal, matrimonial y familiar ha estado vinculada a la Renovación. Hemos intentado vivir nuestro noviazgo, nuestro matrimonio y nuestra familia (tenemos cinco hijos) siendo cristianos carismáticos.

2. Pienso que estamos a mitad de camino: –Recordamos la partida con gran alegría y gozo (la liberación), pero ya no la vemos. –Tampoco vemos el final: ¿a dónde nos quiere llevar el Señor? –Estamos en medio: las dudas, opiniones diversas, divisiones, errores, etc. nos rodean y no nos dejan avanzar como antes.
Necesitamos seguir caminando en fe (nunca mejor que en este año), sin ver y confiando en el Señor: “aquel que la buena obra empezó será fiel en completarla".

3. Siendo fieles al carisma recibido. Los instrumentos variados, que hemos ido descubriendo en la RCCE, son evangelizadores: Cada semana, cuando un grupo se reúne, propicia un momento de encuentro con el Señor y la posibilidad de que aquellos que acudan puedan experimentarlo. Cada vez que se realiza una Asamblea propiciamos también esos momentos de encuentro evangelizadores. Cada vez que hay oración de intercesión. Cada vez que el ministerio de enfermos acude a orar con un hermano que no puede ir al grupo y toda su familia lo ve. Cada vez que se organiza un Seminario de Vida en el Espíritu...
Hemos de continuar sirviendo a estos instrumentos para que sean lugares cada vez más auténticos. Donde se palpe esa presencia viva del Señor y que nosotros desaparezcamos.

4. San Pablo de Tarso y Juan Pablo II (beato, en el momento que escribo estas líneas, pero probablemente santo cuando se publiquen).

5. “El Espíritu de Dios está sobre mí, Él me ha ungido. Me ha enviado a llevar Buenas Noticias a los pobres. Libertad a los cautivos y vista a los ciegos. Hacer libre al oprimido, y proclamar el año del Señor” (Lc 4, 18-19).

6. He tenido muchos. Pero si tengo que escoger uno: mi matrimonio, el 29/09/1990. Tuvimos la suerte de que oficiara la ceremonia el P. Manuel Casanova, sj. La oración en lenguas del momento del enlace fue de lo más impresionante que hemos vivido. El P. Casanova nos impuso las manos y todos los hermanos comenzaron a orar en lenguas con él. Nos confirmó que nuestro matrimonio iba a ser cosa de tres: Fernando, Elena y Dios.



M.ª CARMEN ZOPPETTI (Provincia Eclesiástica de Zaragoza)

1. Conocí la Renovación a través de una amiga que me invitó a hacer el Seminario de Vida en el Espíritu, allí recibí la Efusión del Espíritu, el día 26 de abril de 1996. El seminario en el que yo descubrí la Renovación, fue organizado por dos grupos de Zaragoza: San Francisco y Caná, así que durante muchos años asistí a los dos grupos.
En la actualidad, pertenezco a San Francisco y participo, en la medida que puedo, en el grupo Emaús. Todo mi cariño y una mención especial para los hermanos de estos tres grupos, donde nací y en donde, gracias a ellos, he ido creciendo.

2. Yo la veo bien, me alegra comprobar que, después de muchos años, seguimos invocando al Espíritu Santo, para que nos unja, nos capacite y poder proclamar la Grandeza del Señor. Y siempre acompañados de nuestra Madre María. Creo que necesita, que los hermanos que dirigen los grupos, los equipos y los ministerios, estén bien formados, para no perder la identidad carismática y seguir ejerciendo los dones y carismas que el Señor nos ha regalado.

3. Fundamentalmente con el Seminario de Vida en el Espíritu, de manera que la gente pueda tener la experiencia de sentir a un Dios vivo y lleno de amor.

4. Santa Rosa de Lima.

5. Corintios 13.

6. El día que recibí la Efusión del Espíritu.


Mª JOSÉ CARRASCOSA (Provincia Eclesiástica de Valencia)

1. Llevo en la Renovación desde el año 2000. Mi grupo se llama Nueva Jerusalén, está en Valencia. Empezamos con nueve personas y hemos ido creciendo sin parar hasta llegar a un grupo de más de 100 personas con ministerio de jóvenes y niños

2. La RCCE está ahora en una etapa de apertura y renovación y necesita estar muy atenta al soplo del Espíritu que siempre nos lleva a cosas nuevas.

3. Hay que abrirse más para ayudar a la Nueva evangelización. El papa Francisco nos está mostrando el camino. Si le escuchamos y actuamos en consonancia, estaremos en el buen camino.

4. Padre Pío.

5. Jeremías 29,11-14: “Pues yo conozco mis designios para con vosotros, oráculo de Yavéh, designios de paz y no de desventura, de daros un porvenir y una esperanza…”

6. El bautismo en el Espíritu que recibí a través del móvil en una oración con un sacerdote.


ANTONIA M. RIVAS (Provincia Eclesiástica de Valladolid)

1. Conocí la Renovación en julio del año 1996, en la Asamblea Nacional que dirigió el Padre Emiliano Tardiff. Fui invitada por unas amigas de Salamanca.
Pertenezco al grupo Abba de Salamanca. Para mí es muy importante el compartir y orar cada semana con mis hermanos en el grupo. Doy gracias Dios por el don que son cada uno de mis hermanos. El Señor se ha valido de ellos estos años para: enseñarme, guiarme, corregirme... "las aristas". El grupo me ha hecho y me hace crecer. Creo que la Renovación es una vocación al servicio y en estos años, siempre he estado sirviendo donde Él ha querido y los hermanos han discernido.

2. El Señor, en nuestra Castilla, lleva un tiempo dándonos "signos" maravillosos de su presencia viva, poderosa y actual entre nosotros. Pero aún falta en muchos hermanos llegar a "ese enamoramiento" y compromiso más fuerte con Él. Se necesita motivar mucho el SENTIDO DE PERTENENCIA y de afianzar nuestra IDENTIDAD CARISMÁTICA.

3. La Renovación ha sido suscitada para que seamos hombres que amemos a la Iglesia, es lo que el Espíritu Santo nos pide. La RCC nació en la Iglesia y para la Iglesia, para que llevemos la fuerza y la gracia renovadora de un Pentecostés permanente. Somos una esperanza para el mundo que no conoce quién es su Salvador y Señor. El problema no es que los dones sean reconocidos; el problema es cómo hacerlos fructificar, cómo hacer ver que Pentecostés es "Misión" y no solo contemplación.

4. Santa Teresa de Jesús: Mujer "carismática", maestra de oración y ejemplo para los hombres de hoy, pues toda "su misión", la realizó en un tiempo difícil y "recio".

5. Marcos 4, 21-23: "¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho?¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír ,que oiga".

6. Fue en noviembre del año 2011, durante un retiro de Adviento que tuvimos en el grupo. En la eucaristía del domingo, en el momento de la comunión, se me acercó la madre de una niña del grupo que padece síndrome de Down y es intolerante al gluten, por lo que no puede comulgar nada más que bebiendo del cáliz, la Sangre de Jesús (normalmente siempre lo avisa antes, pero ese día no lo hizo). Pero ya el celebrante y el diácono habían consumido el cáliz. El diácono estaba distribuyendo la comunión a los hermanos del grupo y el padre estaba sentado en el altar. Me acerqué al sacerdote y le comuniqué el deseo de la niña de comulgar. Él se levantó y fue hacia el altar, cogió el cáliz, ¡pero vaya decepción!, la copa estaba totalmente vacía y no quedaba ni la más mínima gota de la sangre del Señor... Al instante, el sacerdote me dijo: ¡Vamos a orar para que El Señor haga lo que quiera! Cogió mis manos, las puso en el cáliz y colocó también las suyas y cerrando los ojos, nos pusimos a orar. Yo oraba en lenguas... pasó, yo creo que como un minuto (no puedo precisar), abrí los ojos, y... en el cáliz había el contenido equivalente a una cuchara sopera de la Sangre de Cristo. ¡Cómo me quede! El sacerdote al ver mi cara, me dijo: ¡Esto lo ha hecho el Señor, porque la quiere mucho y quiere que comulgue!


M.ª SOCORRO DELGADO (Islas Canarias)

1. Empecé en la Renovación hace unos dieciocho años, gracias al testimonio de mi madre después de asistir a la Asamblea Regional en Tenerife, impartida por el padre Emiliano Tardif. Acepté la invitación de ir a una eucaristía y allí encontré a un pueblo con fe viva y enamorado de su Señor. Dios me sedujo y me dejé seducir. Sigo en el mismo grupo en el que comencé, Maná, donde he servido en música y allí donde ha sido necesario. En este año he finalizado mi periodo de seis años como coordinadora diocesana de Tenerife y actualmente estoy en mi segundo periodo como coordinadora regional de Canarias.

2. Veo un tiempo de gracia para la Renovación. Necesitamos acoger fuertemente la presencia de María para un profundo avivamiento de nuestra fe carismática.

3. Creo que el Señor nos ha dado una herramienta valiosa como es el Seminario de Vida en el Espíritu para tocar los corazones, tanto de los alejados como de aquellos que necesitan un avivamiento en su fe.

4. María, nuestra Madre del cielo: maestra, intercesora y consuelo en mi caminar.

5. “La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido.”

6. Una noche estaba pasando un fuerte combate espiritual, clamé al Señor y la intercesión de nuestra Madre y experimenté la presencia poderosa de un Dios cercano que venía en mi auxilio y en medio de oleadas de amor, me hizo experimentar una paz inmensa. Cuando conocí la Renovación más tarde, me di cuenta que había sido mi primer Bautismo en el Espíritu Santo.


M.ª CARMEN QUINTERO (Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz)

1. Hace veintiún años, desde el verano de 1992, sentí un gran deseo de vivir unos ejercicios espirituales, aun no sabiendo en qué consistían, solo encontré ejercicios espirituales en Villagonzalo (Badajoz), en la fecha que podía. Me dijeron que eran para un grupo de consagradas, Hijas de la Virgen para la formación Cristiana, y acepté, sin más. Estaban guiados por un padre perteneciente a la RCCE. Decir que antes de ir a estos ejercicios, ya había tenido un encuentro personal con el Señor. Un sacerdote me ayudó a conocer a Jesús; él me había invitado a que asistiera al grupo de la RCCE en Don Benito (Badajoz), mi ciudad; me dio incluso unas casettes con cantos carismáticos y yo lo rechacé porque estaba triste y le dije: “estos cantos son muy alegres, no es la RCCE para mí”. Vivía en aquel entonces momentos difíciles de situación familiar. Hacía poco más de tres años de mi separación matrimonial, con tres hijos pequeños de 14, 8 y 2 años y medio y mi oración era de permanente petición. El sacerdote de los ejercicios espirituales, en sus oraciones constantemente alababa a Dios. Ese tipo de oración no lo había escuchado nunca, pero mi alma en la alabanza encontró el consuelo, la paz y La luz. Dios lo hace todo bien. Yo no sabía ver por qué, a través de esa situación me abrí al Amor de Dios, pues Él continuamente nos está amando, estemos en la situación que estemos. Cuando volví de los ejercicios, busqué al grupo de oración de la RCCE.
Mi grupo actual se llama Agua Viva, en Don Benito.

2. Veo a la Renovación en un momento de madurez, de tener conciencia de la llamada que nuestro Señor hace a toda la Iglesia, a ser testigo de la experiencia que, como miembros de un movimiento eclesial, tenemos de Jesucristo. Manifestar a Jesucristo, la fe que otros nos han transmitido, ahora lo vivimos, lo celebramos, es el Espíritu Santo quien nos da esa experiencia. Creo que la Renovación, como toda la Iglesia, necesita ser renovada como movimiento porque sus miembros personalmente se van renovando. Que siga dándose el cambio de mentalidad en cada uno de nosotros, que somos cristianos que, como tales, tenemos el Espíritu de Jesucristo, una nueva forma de pensar, de orar personal y comunitariamente; que el Espíritu nos desvele quién es Jesucristo en nuestras vidas hoy, que es el mismo de ayer y de siempre, que viene a traernos la Buena Noticia del Amor de Dios. Por eso nos capacita, nos da sus carismas para curar, para sanar, para liberar, para manifestar que somos hijos de Dios, hermanos todos de un mismo Padre.

3. Haciendo de camilleros, siendo personas de fe, que no tengamos miedo a equivocarnos, al que dirán, a la enfermedad... y aceptar a las personas como son. Ahora vemos que hay mucho miedo, inseguridad en el trabajo. La RCCE si ve a gente que tiene miedo tiene que llevarla a Jesús; si hay tantos que no entran donde está Jesús e impiden a otros entrar, si la puerta está taponada, la RCCE tendrá que abrir un boquete en el techo. Es por la fe que nos ponemos y ponemos a los demás delante de Jesús, porque para Dios nada hay imposible. Los miedos, los impedimentos los ponemos nosotros; el que tiene fe no tiene impedimentos, que escuchemos de Jesús: “tus pecados están perdonados, no estás fuera del Amor de Dios, eres hijo de Dios”.

4. Santa Teresa de Jesús. Con ella me inicié en la oración.

5. Mc 8, 27-29, es la cita por la que tuve mi primer encuentro personal con Jesús, que me preguntaba directamente: “¿M.ª Carmen, quién soy yo para ti?” Tenía que orar la cita y contestar posteriormente en grupo. Yo podía responder con frases preciosas pero no era esa mi experiencia, mi respuesta desde la sinceridad profunda del corazón: “No te conozco, Señor”. Desde entonces nació en mí un gran deseo de conocerle. Cada vez que escucho: “¿M.ª Carmen, quién soy yo para ti?”, me hace estar agradecida por haberle conocido y me impulsa a querer saber más y más de él.

6. Cuando tomo conciencia de estar envuelta en el Amor de Dios: cada día en la oración personal, eucaristía, oración comunitaria RCCE, en la Parroquia, en mi familia, en el trabajo... Si tuviera que destacar uno, un momento, que ha marcado mi vida os contaría que yo decía al Señor: “Ya estoy en un grupo de oración, celebro la eucaristía… Ahora tú concédeme lo que te pido, tú eres, Señor, mi Gran Solucionador de Problemas, que se haga como yo te pido”. Yo oraba pero no se hacía lo que yo pedía. Entonces, una noche me propuse en oración: “Señor, contéstame, háblame, por qué no se me soluciona… por qué, por qué...” Leí la Palabra de Dios, pero no parecía que Él me respondiera. Me acosté y le dije al Señor: “si no me quieres hablar hoy, contéstame cuando quieras”. Al cabo de un rato me levanté a toda prisa, para darle gracias. Había comprendido que el Señor sí me había contestado en la Palabra de Jn 15, 1-17. Me entraban ganas de salir a la calle a decir a todo el mundo: “¡El Señor me ha contestado, todo tiene sentido!” Lo importante es que esté unida a Él, no que Él cumpla todo lo que le pido, que será siempre mucho menos de lo que Él quiere darme. Ahora puedo decir que, en medio de las dificultades –que las tengo– soy feliz, si no me separo de Él. En esto recibe gloria el Padre, en que demos fruto, unidos a ti, porque sin ti, Señor, no podemos hacer nada.


M.ª ASUNCIÓN PRIETO (Provincia Eclesiástica de Oviedo)

1. Hace veintisiete años me invitaron a un retiro. La acogida y el amor de los hermanos que no había encontrado nunca en la Iglesia me enganchó. Por motivos familiares y laborales estuve diecisiete años un poco apartada, pero gracias a Dios, hace unos años he podido incorporarme de nuevo.
Mi grupo se llama Magnificat. Como dije antes, estuve un largo tiempo apartada del grupo hasta que las circunstancias me permitieron estar más activa. He sido un miembro más de mi grupo hasta hace seis años que me eligieron servidora y este año me han elegido coordinadora de la nueva Provincia Eclesiástica de Oviedo.

2. Mucha gente en las Asambleas y poca gente en los grupos. Para mí, sería necesario volver a nuestros orígenes y no perder nuestra identidad.

3. Hay varios medios, pero uno en particular es la revista, que se puede hacer llegar a muchos hogares, a las comunidades religiosas, a los hospitales, etc. Nuestra página web también es buen instrumento.

4. San Pablo, por su testimonio de conversión.

5. Jeremías 31, 3.

6. Para mí cada adoración eucarística carismática.


SONIA DE LA PORTILLA (Cataluña)

1. Conocí a la Renovación Carismática cuando era adolescente. Vivía en Colombia y fui invitada por una compañera. Tuve ese “encuentro personal con Jesús”, por obra del Espíritu Santo. Años mas tarde, en la Universidad, me alejé. Podría decir que mi regreso a casa, ocurrió hace casi seis años, cuando vine a vivir a España. Uno de mis objetivos era darle a Dios, el lugar que le correspondía en mi vida, y fue Él quien salió a mi encuentro. Aun sin conocer a nadie, Él dispuso los medios para encontrar a un hermano de Renovación
Carismática que estaba en el equipo nacional. Viajé a verle a Asturias y allí recibí la Efusión del Espíritu. Este hermano me orientó para encontrar grupos en Cataluña, donde vivía, y así lo hice. Desde entonces, me he entregado de lleno a la Renovación, junto con mi familia.
Mi grupo se llama Sagrado Corazón de Jesús, de Reus.

2. Creo que la Renovación necesita adaptarse a las nuevas necesidades, salir al encuentro de los alejados, aquellos que siendo bautizados, se han perdido en el camino. Ir por los que no conocen el amor de Dios, los no bautizados, proclamarles la buena nueva, evangelizar con nuestro testimonio de vida y con la valentía de ser católico en estos momentos de aridez. Necesitamos ofrecer formación. Equilibrar carismas y doctrina de la Iglesia, formación bíblica, conocimiento profundo de la Palabra de Dios.

3. Potenciar y dar la importancia que merece el Seminario de Vida en el Espíritu y, si procede, ofrecerlo o presentarlo en las demás comunidades cristianas. Demostrar al mundo que al sentirnos cautivados con el gozo de llenarnos por el Espíritu Santo, Él suscita en nosotros el deseo y la decisión de vivir en santidad. Convencernos y convencer de que la vocación humana es la santidad y postrarnos en actitud de conversión permanente. Dar a conocer la importancia de la adoración y las gracias que se reciben de ella.

4. Madre Teresa de Calcuta, por su espíritu de caridad, misericordia y servicio.

5. Salmo 23, “El Señor es mi pastor, nada me falta…”

6. Está relacionado con mi servicio en el ministerio nacional de acompañamiento. Preparaba hace dos años una enseñanza para un encuentro y tuve complicaciones de salud, contrariedades, problemas, en fin... No avanzaba. Entré en combate. No me quedó más remedio que rendirme en oración, mostrando mi pobreza, y ponerme a los pies del Señor. Fue entonces cuando Él me hizo ver que el enemigo me estaba distrayendo, valiéndose de mis miserias, mis heridas no resueltas, mi fragilidad. El miedo a no responder a las exigencias que me imponía yo misma, el temor a no dar la talla, el hecho de no permitirme la debilidad y una voz interior que replicaba: “sé fuerte, no te derrumbes, no puedes fallar, la debilidad no está entre tus posibilidades”. Fui descubriendo, poco a poco, que desde niña me habían formado con estos estándares, con la mejor intención, claro está, pero esto me había hecho daño. Estas exigencias, habían logrado en mi inconciente, el efecto contrario. Tejieron un velo de miedo al fracaso y me defendía con una severa autoexigencia.
Descubrirlo fue doloroso. Me sorprendí vulnerable. Esto me paralizó hasta el momento en que decidí permitirme esa debilidad, no defenderme más, invitando a Dios a habitar en ella. Al rendirme, descubrí que Dios me quería tal cual era. Él solo esperaba que que fuese yo misma y le dejase a Él ser Dios Todopoderoso. Sentí fuertemente la presencia del Espíritu Santo, colocándome donde debía estar en ese momento: con los brazos extendidos para que yo recibiera, para ser saciada por su Misericordia y, solo así, pudiera ser mensajera de ella ante mis hermanos. Dios, en su inmensa sabiduría, me escogió por mi pobreza. Él deseaba que en el proceso fuese sanada. Las palabras del evangelio de Mateo cobraron vida: “venid a mí, los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”. Me di cuenta de que estaba pasando por momentos de sufrimiento en mi vida y a la vez libraba un combate. Mis heridas me hacían ver no solo la imagen distorsionada de Dios, sino de los acontecimientos de mi vida. La enfermedad la estaba viviendo como un “fracaso”. De todo esto me quería sanar el Señor y lo consiguió. ¡GLORIA A DIOS! A través de la humildad, y el dolor, me encontré con su Misericordia.
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La Nueva Jerusalem: Retiro para la elección de servidores (19-1-2013)

La Nueva Jerusalem: Retiro para la elección de servidores (19-1-2013)
La Nueva Jerusalem

RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA EN ESPAÑA

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miércoles, 30 de enero de 2013
Retiro para la elección de servidores (19-1-2013)

RENOVACIÓN CARISMÁTICA
Retiro para la elección de servidores (19-1-2013)

INTRODUCCIÓN

Podemos considerar que comenzamos una nueva etapa por la importancia que tiene el cambio en los equipos de servicio, aunque eso no es lo fundamental en nuestro camino de fe, ni siquiera en la vida de la Renovación Carismática, porque lo importante es que seamos capaces de seguir alabando a Dios en todo momento y circunstancia, escuchándole y que su Espíritu Santo nos siga guiando y nos haga cada día más dóciles a su voz y más humildes y sencillos.
La obra siempre es de Dios, pero él nos utiliza a nosotros como instrumentos. Muchos de nosotros le pedimos en nuestra oración, con nuestros cantos, que nos moldee, que nos haga nuevos cada día, y no cabe duda que lo va haciendo. Cuando soy capaz de pararme y de reconocer la obra que el Espíritu Santo ha hecho en mí, no tengo más remedio que postrarme y reconocer su infinita misericordia, su sabiduría, su amor. Pero aun viendo eso, también estoy convencido de que Dios necesita a personas concretas para hacer lo que se necesita en cada momento.
El apóstol San Pablo en su carta a los Efesios 4,11 dice: “Y Él ha constituido a unos, apóstoles, a otros profetas, a otros evangelizadores, a otros pastores y maestros”. Habitualmente nuestro interés se queda ahí y ponemos el acento en que hay diversidad de carismas, que cada uno está llamado a una “tarea” según Dios quiere, pero el texto continúa: “Para el perfeccionamiento de los santos…y para la edificación del Cuerpo de Cristo”.
Esto último da sentido a todo lo anterior, porque si el Señor “constituye”, si regala carismas es para algo y llama más la atención la denominación que el apóstol da a los miembros de aquella primera iglesia, a los miembros del Cuerpo de Cristo que somos todos nosotros, les llama santos. ¿Lo eran o es que estaban llamados a serlo? Y ahí estamos nosotros. “Llamados a ser santos”.
Esa santidad, todos sabemos que no podemos conseguirla por nuestros medios y es la acción santificadora del Espíritu Santo la que nos tiene que capacitar.
Lo que da sentido a nuestra vida es la búsqueda de la santidad, pero no en abstracto, como si fuese algo ajeno, que sólo afectase a los otros, se trata de “mi santidad”, porque nosotros estamos hechos para la santidad, es nuestra vocación; hemos sido creados a imagen de Dios y destinados a ser semejanza de Dios. Y no ser santos significa fracasar. En cambio mis carismas, aún siendo útiles para que otros caminen buscando esa santidad, a mí pueden llevarme a la perdición.
A la santidad y a los carismas les sucede como al evangelio y la vida, no son dos caminos distintos, sólo hay un camino y es unir los dos.
Los místicos lo entendieron y lo entienden perfectamente: los carismas, como todo lo demás que tenemos, son un regalo de Dios y es necesario vivir la gratuidad en todos los sentidos, reconociendo que por ser regalo de Dios debemos darle gracias cuando lo recibimos y debemos darlo gratis a los demás.
Muchas de las reacciones equivocadas que vemos en los demás y que nosotros mismos tenemos, se deben a que no se entiende esto y si se entiende no se acepta fácilmente. Ejercer un carisma no es un derecho que podemos exigir, es una obligación, un servicio a los demás. Y ese servicio tiene que pasar por una renuncia a nosotros mismos y una entrega desinteresada.
Caminar en santidad implica un desasimiento, una renuncia constante. Nada de lo que tenemos es nuestro, ni siquiera los bienes espirituales, pero los que tenemos son para ponerlos en ejercicio, en caso contrario no recibiremos el ciento por uno y se nos pedirán cuentas por no hacer fructificar el don recibido.
¿Y cómo podemos conseguir este equilibrio? La fórmula es siempre la misma; pidámosle al Señor la docilidad y la humildad necesarias para que nuestro corazón esté siempre abierto a la acción de su Espíritu Santo y Él que sabe lo que necesitamos nos lo dará.
Por eso le tenemos que decir: “Tú, Señor, que conoces nuestros corazones, ven en ayuda de nuestra debilidad para que seamos santos e irreprochables ante Ti”.
El servicio, cuando es de verdad, es una gran bendición porque el Señor da siempre el ciento por uno, pero también es un desgaste. El que no siente que se está dejando la piel, la vida, por servir a los demás no está sirviendo, “se está sirviendo”.
Por eso la elección para el servicio debe ser adoptada desde la oración, la escucha y el discernimiento. Dios siempre bendecirá nuestra elección si está hecha con pureza de intención.
Una cosa importante y que muchas veces olvidamos: el Señor no necesita nuestra capacidad porque Él capacita al que llama, no necesita nuestros carismas porque Él es el dueño de los carismas, sólo necesita que doblemos nuestras rodillas ante Él y le digamos: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”.


I.- EL SERVIDOR IDENTIFICADO CON SU MISIÓN


“Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién serviréis… Yo y mi familia serviremos al Señor” (Jos 24, 15).
El pueblo de Israel decide servir al Señor. Vosotros habéis tomado la libre decisión de seguir al Señor y este seguimiento exige adhesión y fidelidad, buscándole en todo momento. Es lo que nos dice el Dt. 4, 29: “Buscarás al Señor, tu Dios, y lo encontrarás si lo buscas de todo corazón”.

1.- Jesús elige a sus discípulos
Marcos 3, 13-15: “Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él. Así instituyó a los doce, que los llamó también apóstoles, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y a expulsar demonios”.
Jesús subió al monte, lugar de amplia visión, de toma de decisiones y de grandes acontecimientos. Lugar de oración y encuentro con el Padre y llamó y eligió a los que él quiso, de entre un número amplio de seguidores y se reunieron con él. Es Jesús quien llama, quien toma la iniciativa; sin embargo, la respuesta de adhesión al Señor es libre en cada uno de los discípulos, sienten la vocación de seguirle y se congregan con él.
El discípulo es llamado por Jesús para vivir junto a él en la intimidad, aprender de él y formar parte de su grupo, que requiere una fidelidad y relación de amistad, que dan lugar a compartir dudas y experiencias; todo un aprendizaje durante tres años en el conocimiento y doctrina del Maestro. Este encuentro personal con el Señor les transmite una forma de vivir, pensar y actuar como él.
El servidor, en la Renovación, seguirá los mismos pasos y el orden en que lo hicieron los primeros discípulos en el seguimiento a Jesús. El Evangelio es el mismo y el proceso de ser discípulo antes que apóstol es imprescindible en la proclamación del Reino.
El servidor no se postula a sí mismo, sino que a través de los hermanos ha sido llamado por el Señor para confiarle una misión; por tanto, el Señor elige, pone su confianza en él, quiere su amistad, es su acompañante en el camino de la conversión y crecimiento personal junto al grupo de hermanos.
Igual que los apóstoles cuando volvían de predicar, se reunían con Jesús para contarle cómo les había ido la jornada, qué había sucedido, qué dificultades habían tenido, etc, y lo hacían a solas con el Señor, del mismo modo, el servidor, ha de volver junto al Maestro, al final de cada jornada de trabajo, para hablar con confianza y aprender de él. Es necesario constituir una relación de intimidad personal, que lo conduzca al conocimiento de la verdad, al amor que todo lo puede.

2.- Servir desde el amor
Así sucedió con Pedro. Jesús resucitado y vencida la muerte, se dirige a Pedro para preguntarle si lo amaba; hasta tres veces le pregunta, espera completar el número de confesiones de amor, para destruir la herida de sus tres negaciones.
“Pedro, ¿me amas más que éstos? Y Pedro responde: Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Y el Señor confía en Pedro, que le declara su amor, y le da el encargo de construir y dirigir su Iglesia, diciéndole: Apacienta mis ovejas.
Así también, el servicio ha de hacerse desde el amor, la humildad y la obediencia al Señor; querer hacer su voluntad, como Pedro y con toda sinceridad decirle: Tú lo sabes todo Señor, tú conoces mis capacidades y debilidades, mi vida está en tus manos.
En todo servicio hay un gran secreto: poner los ojos en el Señor, fiarse de él. Su Palabra nos dice: Sin mí no podéis hacer nada (Jn 15, 5). Con él podemos realizar el servicio confiado y dar fruto en abundancia y duradero.
El Papa Benedicto XVI en la carta apostólica “Porta Fidei” dice: “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin”.
El servidor tiene que ser una persona de fe, porque sólo el que tiene fe camina seguro y confiado, sin vacilar, y ello genera la confianza para que otros le sigan.
El servidor tiene que conocer el camino a recorrer, porque el que guía tiene que ir por delante, aunque recorra el mismo camino que los demás.
Y para ello es imprescindible la oración. Sin vida de oración personal no hay progreso espiritual, porque sólo la oración comunitaria no basta. Por eso, la oración diaria para el servidor, no es un lujo, es una necesidad y una obligación para poder cumplir con su servicio. Debe tener recogimiento interior y actuar siempre desde esa apertura a la presencia de Dios en su vida. Hay que disponerse interiormente para dejarse inspirar y guiar por el Espíritu Santo para poder guiar a otros, y así promover en los hermanos esa vida que Dios les ha concedido y puedan desarrollar todos los dones y capacidades que de él han recibido.
Cuando el servidor tiene esta disposición interior a la apertura al Espíritu Santo, va conociéndose a sí mismo, su propia realidad, sus pasiones, sus emociones, sus sentimientos, su pecado; en una palabra, su limitación y pobreza; y es bien importante esto porque, conociéndose a sí mismo, no se elevará por encima de nadie y no le costará ser el último.
El servidor lo es, no porque sea el mejor, el más fantástico, sino porque así le ha parecido bien al Señor. Por eso, no tiene que pensar que todo lo hace bien y que sin él nada marcha como debe, es decir, no sentirse imprescindible.
Otra cosa, que no se crea que sólo a él le habla Dios y que es infalible, pues entonces no sabrá escuchar a nadie que no sea él mismo.

II.- EL CARISMA DEL SERVICIO

Ser servidor es un carisma. Y el carisma supone una llamada del Señor, una gracia que él mismo confiere y un don que capacita para realizar la misión encomendada.
Como todo carisma, el servicio es una luz y una fuerza que da el Espíritu Santo, luz y fuerza que hacen ver la necesidad y el sufrimiento en el hermano, al mismo tiempo que se tiende a ayudarlo. Se trata, por consiguiente, de obedecer al Espíritu, a ese Espíritu que impulsa siempre a hacer lo que el Señor pide, como él lo pide y donde lo pide. Quien tiene el carisma del servicio está revestido de los mismos sentimientos de Cristo Jesús, que pasó haciendo el bien y supo acercarse a los pobres, a los marginados, a los enfermos, a los que nadie quería. Por eso es tan importante para vivir este carisma la humildad, la renuncia a los propios derechos, el saber perder, la muerte al egoísmo, al orgullo y al amor propio. Servir es amar. Si todos los carismas deben estar motivados por el amor, el servicio es lo que hace al amor transparente. Ya san Pablo lo decía cuando nos daba las características del amor. El amor es paciente, es servicial.. (1 Cor. 13, 4).
Como ejemplo de este carisma bien podríamos poner la parábola del buen samaritano. En ella se ve que el verdadero servidor, a veces, no es quien debiera ejercerlo por el ministerio encomendado, sino el que no cuenta demasiado pero que sin embargo está atento a las cosas que hacen falta y es misericordioso con todos. El sacerdote y el levita pasaron de largo, dieron un rodeo para no implicarse demasiado en el sufrimiento del hermano. El samaritano, sin embargo, es quien se compromete hasta el final, el que tiene el auténtico espíritu de servicio hacia los demás. Se trata del amor, una vez más. El verdadero prójimo es el que tiene compasión del otro (Lc 10, 25-37).
Jesús lo tenía muy claro: no se puede ser de Dios y estar a la defensiva, no se puede obedecer al Espíritu Santo y pensar antes en uno mismo que en los otros. Lo explica con una frase bien significativa: “Nadie puede servir a dos amos; porque odiará a uno y amará al otro; o será fiel a uno y al otro no le hará caso. No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24). Dinero que no sólo hay que entender en sentido literal sino que es también todo lo que significa posesión, dominio, acaparamiento. Y es que, donde está el tesoro está irremediablemente el corazón.
A veces, el estar en un grupo cristiano no nos libra del gusto al poder, al prestigio, al dejarnos llevar por el qué dirán. Somos humanos y nos gusta ser considerados y valorados y nos gusta también a aspirar a puestos importantes o a estar en los de arriba. Ni siquiera los apóstoles, estando al lado del Señor, se libraron de este pecado. Nos dice san Marcos: “Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: el que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 33-35).
El ejemplo a seguir lo tenemos en Jesús. Él, que está ungido por el Espíritu, es el que nos abre el camino de la voluntad de Dios. Hay que mirarlo a él para comprender cómo debemos vivir, cómo relacionarnos con los demás, cuál debe ser la escala de valores que nos mueva. Jesús no sólo habla, no sólo da discursos, sino que vive aquello que dice. Y si ha venido a comunicar la buena noticia del amor del Padre a la humanidad, toda su vida ha de estar impregnada de gestos y actitudes que manifiesten ese amor. Por eso su misión fue un servicio desinteresado al Padre y a todas las gentes. Por eso se rebajó hasta someterse a la muerte y una muerte de cruz.
Algunos textos evangélicos nos pueden ayudar a comprender esta realidad. El primero hace relación al deseo de puestos importantes que tenían los apóstoles. En este contexto, Jesús les habla a sus amigos: “Sabéis que los jefes de las naciones los gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos” (Mt 20, 25-28). Y por si quedara dudas, en el Evangelio de Lucas, Jesús vuelve a desarrollar este tema añadiendo un nuevo matiz: ¿Quién es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22, 27).
Y para muestra, un ejemplo. Todos lo conocemos. Estamos en la Última Cena de Jesús con sus discípulos. El evangelista comienza diciendo que habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo (Jn 13, 1). Después viene el relato del lavatorio de los pies. Para Jesús, amar es rebajarse, ponerse de rodillas delante del hermano, ayudar a limpiar desde la propia humillación su suciedad, quitarse el manto del poder para poder servir… Al final, la lección para nosotros: Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros. Yo os aseguro que un siervo no puede ser mayor que su señor, ni un enviado puede ser superior a quien lo envió. Sabiendo esto, seréis dichosos si lo ponéis en práctica (Jn 13, 15-17).
El servicio se hace carisma también cuando hay hermanos que son elegidos por el grupo para una tarea concreta: son los servidores. Todos conocemos su significado, porque en gran parte depende de ellos que los grupos vayan creciendo en la fidelidad al Espíritu Santo.
Un buen servidor es el que es consciente que este carisma, aunque haya sido recibido por la elección de los miembros del grupo, es un don que le viene de lo alto.


Estamos viviendo un momento importante, en el que vais a elegir, a la luz de Dios, aquellos hermanos que pastorearán nuestro grupo en el equipo de servicio. Por eso vamos a hablar de las cualidades humanas y espirituales que debe tener un buen servidor. Esto es bueno y nos ayudará a hacer un buen discernimiento, aunque muchos penséis que no estáis capacitados para llevar a cabo esta tarea.
El artículo 3.3.2 del Reglamento de la Renovación habla sobre las cualidades del servidor que yo voy a leeros literalmente. Dice así:
Los miembros que forman los diversos órganos de servicio, dada su importancia y su responsabilidad, deben ser personas de:
- Oración y frecuencia sacramental.
- Fieles a la Palabra y al Magisterio de la Iglesia.
- Con don de gobierno: pacientes, dialogantes, capaces de trabajar en equipo.
- Con sentido común, equilibrio mental y emocional y discernimiento.
- Que conocen y viven la espiritualidad propia de la RCC y velan por el uso correcto de los dones y carismas.

Se apuntan estas cualidades siendo conscientes de que el Señor hace maravillas con la pobreza de los hermanos/as y regala a los que escoge los dones necesarios para el servicio.
Seguro que después de escuchar esto, todos diréis que, desde un punto de vista humano, ninguno de nosotros tenemos las suficientes cualidades humanas y espirituales. ¿Significa esto que no tenemos que tener servidores? No. Significa que tenemos que confiar en la Sabiduría de Dios y en la fuerza de su Espíritu Santo, porque es Dios quien nos llama y es el Espíritu Santo quien nos capacita. No olvidemos nunca las palabras de Jesús: No me habéis elegido vosotros a mí sino que soy yo quien os ha elegido a vosotros. Los que salgáis no habéis elegido ser servidores. Es Dios, a través de los hermanos, quien os elige.
Por eso es importante que lo sienta como un regalo, que lo viva en la humildad y en la gratitud, y que esté personalmente abierto al Espíritu a través de una vida de oración. Después, es necesario que ame a los hermanos para los que ha sido elegido para servir. Sin amor, y sin amor concreto, no hay carisma, sólo el cumplimiento de unas funciones u obligaciones. El servidor no es el dueño del grupo, ni el que manda, ni el que tiene que dar los criterios de organización según su forma de ser o de pensar. El servidor, desde su apertura a Dios y desde el amor a los hermanos, desde las cualidades que el Señor le ha dado, debe trabajar, en unidad siempre con el resto de servidores y en comunión con toda la Renovación, para que las personas se abran a la acción del Espíritu y a sus carismas, para que sea el Señor y no otros intereses los que dinamicen tanto la oración como el desarrollo de las reuniones, para que, en definitiva, la comunidad se vaya construyendo.
Y para terminar este apartado lo hago con unas palabras del apóstol de los gentiles cuando da normas concretas de conducta para el servicio a los hermanos. Dice así: “Que vuestro amor no sea una farsa; detestad lo malo y abrazaos a lo bueno. Amaos de verdad unos a otros como hermanos y rivalizad en la mutua estima. No seáis perezosos para el esfuerzo; manteneos fervientes en el espíritu y prontos para el servicio del Señor. Vivid alegres por la esperanza, sed pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. Compartid las necesidades de los creyentes; practicad la hospitalidad… Vivid en armonía unos con otros y no seáis altivos, antes bien poneos al nivel de los sencillos. Y no seáis autosuficientes” (Rom 12, 9-13.16).


III.- EL SERVICIO Y EL SERVIDOR A EJEMPLO DE MARÍA


No ha habido en la historia de la humanidad servidora más eficaz para el Plan de Salvación de Dios que María. Ella es fiel espejo en el que mirarnos, cuando tratamos de comprender cómo debe ser un servidor y cuál es la actitud que debemos tener ante Dios.

1.- Ya desde la Anunciación del ángel Gabriel (Lc 1, 26-38) y su primer saludo (Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo), la reacción de María, muy humana por cierto, es de temor (Ella se asustó por estas palabras). No pareció alegrarse mucho aunque el ángel le invitara a ello. Más bien al contrario. El ángel le da una explicación: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios… Precioso, sin duda, pero María, desde un punto de vista muy humano y muy razonable, plantea alguna duda: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? Lo que el ángel expresa a continuación es el momento de GRACIA: el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. La sola mención al Espíritu Santo hace que éste penetre hasta lo más hondo del alma de María, proporcionándola la certeza profunda de Dios y la plena confianza en su poder. Entonces, ya no desde la mente sino desde la revelación, la respuesta de María es plena en sabiduría, humildad y disponibilidad: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

De esta Palabra y de la actitud de María extraemos las primeras conclusiones:
· Es Dios quien nos llama y nos elige para servirle.
· Es Él quien nos capacita, por la acción del Espíritu Santo, llenándonos de fe y confianza.
· Ser humildes no es sólo sentirnos pequeños y limitados, sino aceptar la llamada de Dios bajo estas premisas, confiando en su poder que multiplica y unge nuestras pobres habilidades.
· Estar disponibles. Probablemente, al igual que muchas veces nosotros, María también pensó “que no era aquél el momento más adecuado”. Imaginaos quedarse embarazada sin estar casada, en aquella cultura y en aquel tiempo… pero ella no cuestiona el momento de Dios sino que lo acoge.

2.- Pasado un tiempo desde la Anunciación, María prorrumpe en una aclamación a Dios (Lc 1, 46-56) que, en muchas ocasiones, se contrapone con nuestros sentimientos hacia el servicio. Así, mientras nosotros pensamos “vaya responsabilidad, vaya compromiso, no voy a estar a la altura de las circunstancias, no tengo tiempo, mis circunstancias personales son complicadas, etc.”, ella alaba a Dios y se alegra en Él (Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador…). Mientras a nosotros se nos cae el mundo encima, ella se siente privilegiada por ser elección de Dios (porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas…). Mientras nosotros sólo acertamos a intuir dificultades y tribulaciones, ella es consciente de ser un eslabón precioso en la cadena de la Salvación al ver realizarse la promesa que Dios había hecho desde antiguo (Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había anunciado a nuestros padres a favor de Abrahám y de su linaje por los siglos).

Seguimos extrayendo preciosas conclusiones:
· Estar alegres en la confianza de ser llamados por Dios, nuestro Salvador.
· Alabar a Dios y darle gracias por encima de toda circunstancia.
· Sentirnos privilegiados y honrados por su llamada.
· Aceptar dicha llamada con mucha humildad, pues no somos mejores que nadie y, por tanto, no nos debemos sentir superiores a nadie. Para que Dios nos colme de bienes debemos estar hambrientos para amarle a Él sobre todas las cosas y para ser los últimos y los servidores de todos.

3.- Otra magnífica faceta de María, de la que debemos aprender en el ejercicio de nuestro servicio, es la de interiorizar las situaciones, meditarlas y buscar luz sobre ellas en nuestra oración personal. Como se nos dice en Lc 2, 19, María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Ante la tentación de actuar con prisas, de agobiarnos ante los problemas, de querer solucionarlos de cualquier manera o de resolverlos de una manera racional, María nos da ejemplo de buen discernimiento: acogiendo, reflexionando y orando.

4.- Otro motivo de reflexión es la actuación de María en las bodas de Caná, antes del comienzo de la vida pública de Jesús. De ahí podemos extraer varias magníficas conclusiones:

- María está atenta para descubrir la necesidad del otro.
Cuántas veces, nuestras prisas y nuestros agobios hacen que no prestemos atención a la ayuda que nuestro hermano nos está pidiendo. Estamos tan ensimismados en nuestro pequeño mundo que, a menudo, caemos en la tristeza y la depresión. Bastaría con que miráramos con atención a nuestro alrededor, para que descubriéramos que, en la mayoría de las ocasiones, lo que nos preocupa es nada comparado con el dolor y el sufrimiento que, con mayores motivos, experimentan muchos de los que nos rodean. Además, mientras estamos exclusivamente pendientes de nuestros problemas, no sólo no los solucionamos, sino que los solemos hacer más grandes e importantes de lo que realmente son. La actitud de María nos habla de la atención del servidor a los pequeños detalles humanos, los que integran y ayudan a construir la comunidad. También nos habla de desprendimiento, de no encerrarnos en nosotros mismos, sino de estar atentos para captar las necesidades de los otros y actuar sobre ellas.

- María es consciente del poder de Jesús.
Aún no había comenzado la vida pública de Jesús. Aún no se habían contemplado la multitud de prodigios que acompañarían su predicación. Y, sin embargo, María ya es plenamente consciente de los dones sobrenaturales de su Hijo. A quien vive en la intimidad de Dios, el Padre le da la intuición espiritual de conocer certeramente sus caminos y de saber que nada hay imposible para Él.

- María intercede por las necesidades de otros.
La intercesión de María cambia los planes de Dios. A pesar de que aún “no es la hora”, María, con su insistencia, su confianza y su fe en el poder de Jesús, propicia su decisiva intervención en bien de los novios. Es una gran lección de fe y confianza. Nosotros, a menudo y por uno u otros motivos, no clamamos por la intervención de Dios. Sin duda, no creemos merecer su atención o no pensamos que nuestra súplica vaya a encontrar respuesta. Estamos profundamente equivocados pues no sólo nos escucha con atención, sino que se deleita cuando le pedimos por las necesidades de otros. Él, que es Amor, se goza especialmente cuando el amor brota de nuestro corazón. ¡Y su generosidad nos desborda y va siempre más allá de lo que nosotros podamos concebir!.

5.- Como colofón de este somero recorrido por la vida de María, nos encontramos en Juan 19, 25, Junto a la cruz de Jesús estaba su madre. La vida de María no es fácil… pero persevera hasta el final. El verdadero discípulo y servidor de Jesús permanece siempre a sus pies, en la alegría y en la tristeza, en la tribulación y en el regocijo, en la oscuridad y en la luz.
Vemos cómo a través de los pocos párrafos de los Evangelios que nos relatan hechos relacionados con María, podemos dibujar un precioso perfil de las cualidades del servidor y de su actitud ante el servicio. Las resumo a continuación:
· El buen servidor acoge el don de Dios en la certeza de que es Él quien le elige y capacita por la acción del Espíritu Santo.
· El buen servidor es humilde para aceptar la llamada de Dios porque confía en su Poder y no en sus propias fuerzas.
· El buen servidor es disponible y no cuestiona el momento de Dios sino que lo acoge.
· El buen servidor está siempre alegre porque vive en la esperanza que sólo Dios da.
· El buen servidor alaba a Dios por su grandeza y le da gracias por elegirle para su servicio.
· El buen servidor se siente privilegiado por la llamada de Dios.
· El buen servidor debe ser el último y el servidor de todos. No es mejor que nadie y, por tanto, no se debe sentir superior a nadie.
· El buen servidor ora permanentemente, guarda las cosas y las medita en su corazón.
· El buen servidor discierne acogiendo, reflexionando y orando al Espíritu Santo.
· El buen servidor está atento para descubrir la necesidad del otro y cuidar los pequeños detalles.
· El buen servidor confía ilimitadamente en el Poder de Jesús.
· El buen servidor intercede por las necesidades de los hermanos.
· El buen servidor persevera en toda circunstancia y permanece, en todo momento, a los pies de Jesús.




Publicado por LNJ en 20:29
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1 comentario:

Anónimo6 de febrero de 2013, 15:59

gloria a DIOS por esta enseñanza que uncion la de nuestro querido parroco Luis Mariano, que riqueza y verdad esperitual, que suerte tenemos con el, deseo y espero que muchos hermanos se nutran con esta enseñanza, debemos acudir a ella cuando se nos olvide que servir desde Dios, con El y para El, es lo mejor de lo mejor.GLORIA A DIOS
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INTENCIONES DEL SANTO PADRE PARA EL MES DE ENERO DEL 2014

La intención general del apostolado de la oración del Santo Padre para el mes de enero de 2014 es :”Para que se promueva un desarrollo económico auténtico, respetuoso de la dignidad de todas las personas y todos los pueblos”.

Su intención evangelizadora es: “Para que los cristianos de las distintas confesiones caminen hacia la unidad deseada por Cristo”.
Nos reunimos todos los sábados a las 17.30 en la parroquia San Juan de Ávila de Talavera de la Reina (Toledo); ¡Ven y verás!



















“La verdad se transmite no sólo por la enseñanza formal, por importante que ésta sea, sino también por el testimonio de una vida íntegra, fiel y santa”. Benedicto XVI















Cuando un hombre descubre sus faltas, Dios las cubre. Cuando un hombre las esconde, Dios las descubre... Cuando las reconoce, Dios las olvida. (San Agustín)















Saint-John Perse dijo: "alabar es respirar mejor". Y no se alaba para respirar mejor, sino que se respira mejor porque se alaba. Porque en la alabanza todo el ser se ensancha. Cuando me abro a Dios "por El mismo", por lo que El es, cuando me dejo llevar por la alabanza en lugar de por la desesperación que hay en mí, entonces me olvido en Dios y le entrego lo que está en el fondo de mí mismo, deseos y angustias. Lo que canto me penetra, me impregno de ello.



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La Nueva Jerusalem: Retiro para la elección de servidores (19-1-2013)

La Nueva Jerusalem: Retiro para la elección de servidores (19-1-2013)











































miércoles, 30 de enero de 2013






Retiro para la elección de servidores (19-1-2013)




RENOVACIÓN CARISMÁTICA
Retiro para la elección
de servidores
(19-1-2013)
INTRODUCCIÓN


         Podemos
considerar que comenzamos una nueva etapa por la importancia que tiene el
cambio en los equipos de servicio, aunque eso no es lo fundamental en nuestro
camino de fe, ni siquiera en la vida de la Renovación Carismática,
porque lo importante es que seamos capaces de seguir alabando a Dios en todo
momento y circunstancia, escuchándole y que su Espíritu Santo nos siga guiando
y nos haga cada día más dóciles a su voz y más humildes y sencillos.
         La obra
siempre es de Dios, pero él nos utiliza a nosotros como instrumentos. Muchos de
nosotros le pedimos en nuestra oración, con nuestros cantos, que nos moldee,
que nos haga nuevos cada día, y no cabe duda que lo va haciendo. Cuando soy
capaz de pararme y de reconocer la obra que el Espíritu Santo ha hecho en mí,
no tengo más remedio que postrarme y reconocer su infinita misericordia, su
sabiduría, su amor. Pero aun viendo eso, también estoy convencido de que Dios
necesita a personas concretas para hacer lo que se necesita en cada momento.
         El
apóstol San Pablo en su carta a los Efesios 4,11 dice: “Y Él ha constituido a
unos, apóstoles, a otros profetas, a otros evangelizadores, a otros pastores y
maestros”. Habitualmente nuestro interés se queda ahí y ponemos el acento en
que hay diversidad de carismas, que cada uno está llamado a una “tarea” según
Dios quiere, pero el texto continúa: “Para
el perfeccionamiento de los santos…y para la edificación del Cuerpo de Cristo”.
         Esto último
da sentido a todo lo anterior, porque si el Señor “constituye”, si regala
carismas es para algo y llama más la atención la denominación que el apóstol da
a los miembros de aquella primera iglesia, a los miembros del Cuerpo de Cristo
que somos todos nosotros, les llama santos. ¿Lo eran o es que estaban llamados
a serlo? Y ahí estamos nosotros. “Llamados a ser santos”.
         Esa
santidad, todos sabemos que no podemos conseguirla por nuestros medios y es la
acción santificadora del Espíritu Santo la que nos tiene que capacitar.
         Lo que
da sentido a nuestra vida es la búsqueda de la santidad, pero no en abstracto,
como si fuese algo ajeno, que sólo afectase a los otros, se trata de “mi
santidad”, porque nosotros estamos hechos para la santidad, es nuestra vocación;
hemos sido creados a imagen de Dios y destinados a ser semejanza de Dios. Y no
ser santos significa fracasar. En cambio mis carismas, aún siendo útiles para
que otros caminen buscando esa santidad, a mí pueden llevarme a la perdición.
         A la
santidad y a los carismas les sucede como al evangelio y la vida, no son dos
caminos distintos, sólo hay un camino y es unir los dos.
         Los
místicos lo entendieron y lo entienden perfectamente: los carismas, como todo
lo demás que tenemos, son un regalo de Dios y es necesario vivir la gratuidad
en todos los sentidos, reconociendo que por ser regalo de Dios debemos darle
gracias cuando lo recibimos y debemos darlo gratis a los demás.
         Muchas
de las reacciones equivocadas que vemos en los demás y que nosotros mismos tenemos,
se deben a que no se entiende esto y si se entiende no se acepta fácilmente.
Ejercer un carisma no es un derecho que podemos exigir, es una obligación, un
servicio a los demás. Y ese servicio tiene que pasar por una renuncia a
nosotros mismos y una entrega desinteresada.
         Caminar
en santidad implica un desasimiento, una renuncia constante. Nada de lo que
tenemos es nuestro, ni siquiera los bienes espirituales, pero los que tenemos
son para ponerlos en ejercicio, en caso contrario no recibiremos el ciento por
uno y se nos pedirán cuentas por no hacer fructificar el don recibido.
         ¿Y cómo
podemos conseguir este equilibrio? La fórmula es siempre la misma; pidámosle al
Señor la docilidad y la humildad necesarias para que nuestro corazón esté
siempre abierto a la acción de su Espíritu Santo y Él que sabe lo que
necesitamos nos lo dará.
         Por eso
le tenemos que decir: “Tú, Señor, que conoces nuestros corazones, ven en ayuda
de nuestra debilidad para que seamos santos e irreprochables ante Ti”.
         El
servicio, cuando es de verdad, es una gran bendición porque el Señor da siempre
el ciento por uno, pero también es un desgaste. El que no siente que se está
dejando la piel, la vida, por servir a los demás no está sirviendo, “se está
sirviendo”.
         Por eso
la elección para el servicio debe ser adoptada desde la oración, la escucha y
el discernimiento. Dios siempre bendecirá nuestra elección si está hecha con
pureza de intención.
         Una cosa
importante y que muchas veces olvidamos: el Señor no necesita nuestra capacidad
porque Él capacita al que llama, no necesita nuestros carismas porque Él es el
dueño de los carismas, sólo necesita que doblemos nuestras rodillas ante Él y
le digamos: “Aquí estoy Señor para hacer
tu voluntad”.
I.- EL SERVIDOR
IDENTIFICADO CON SU MISIÓN



         “Si no os parece bien servir al Señor,
escoged hoy a quién serviréis… Yo y mi familia serviremos al Señor”
(Jos
24, 15).
         El
pueblo de Israel decide servir al Señor. Vosotros habéis tomado la libre
decisión de seguir al Señor y este seguimiento exige adhesión y fidelidad,
buscándole en todo momento. Es lo que nos dice el Dt. 4, 29: “Buscarás al Señor, tu Dios, y lo
encontrarás si lo buscas de todo corazón”.
         1.-
Jesús elige a sus discípulos
         Marcos
3, 13-15: “Jesús subió al monte y llamó a
los que él quiso, y se reunieron con él. Así instituyó a los doce, que los
llamó también apóstoles, para que estuvieran con él y para enviarlos a
predicar, y a expulsar demonios”.
         Jesús
subió al monte, lugar de amplia visión, de toma de decisiones y de grandes
acontecimientos. Lugar de oración y encuentro con el Padre y llamó y eligió a
los que él quiso, de entre un número amplio de seguidores y se reunieron con
él. Es Jesús quien llama, quien toma la iniciativa; sin embargo, la respuesta
de adhesión al Señor es libre en cada uno de los discípulos, sienten la
vocación de seguirle y se congregan con él.
         El
discípulo es llamado por Jesús para vivir junto a él en la intimidad, aprender
de él y formar parte de su grupo, que requiere una fidelidad y relación de
amistad, que dan lugar a compartir dudas y experiencias; todo un aprendizaje
durante tres años en el conocimiento y doctrina del Maestro. Este encuentro
personal con el Señor les transmite una forma de vivir, pensar y actuar como
él.
         El
servidor, en la Renovación,
seguirá los mismos pasos y el orden en que lo hicieron los primeros discípulos
en el seguimiento a Jesús. El Evangelio es el mismo y el proceso de ser
discípulo antes que apóstol es imprescindible en la proclamación del Reino.
         El
servidor no se postula a sí mismo, sino que a través de los hermanos ha sido
llamado por el Señor para confiarle una misión; por tanto, el Señor elige, pone
su confianza en él, quiere su amistad, es su acompañante en el camino de la
conversión y crecimiento personal junto al grupo de hermanos.
         Igual
que los apóstoles cuando volvían de predicar, se reunían con Jesús para
contarle cómo les había ido la jornada, qué había sucedido, qué dificultades
habían tenido, etc, y lo hacían a solas con el Señor, del mismo modo, el
servidor, ha de volver junto al Maestro, al final de cada jornada de trabajo,
para hablar con confianza y aprender de él. Es necesario constituir una
relación de intimidad personal, que lo conduzca al conocimiento de la verdad,
al amor que todo lo puede.
         2.- Servir desde el amor
         Así
sucedió con Pedro. Jesús resucitado y vencida la muerte, se dirige a Pedro para
preguntarle si lo amaba; hasta tres veces le pregunta, espera completar el
número de confesiones de amor, para destruir la herida de sus tres negaciones.
         “Pedro, ¿me amas más que éstos? Y Pedro
responde: Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”
. Y el Señor
confía en Pedro, que le declara su amor, y le da el encargo de construir y
dirigir su Iglesia, diciéndole: Apacienta
mis ovejas.
         Así
también, el servicio ha de hacerse desde el amor, la humildad y la obediencia
al Señor; querer hacer su voluntad, como Pedro y con toda sinceridad decirle:
Tú lo sabes todo Señor, tú conoces mis capacidades y debilidades, mi vida está
en tus manos.
         En todo
servicio hay un gran secreto: poner los ojos en el Señor, fiarse de él. Su
Palabra nos dice: Sin mí no podéis hacer
nada
(Jn 15, 5). Con él podemos realizar el servicio confiado y dar fruto
en abundancia y duradero.
         El Papa
Benedicto XVI en la carta apostólica “Porta Fidei” dice: “Lo que el mundo
necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados
en la mente y el corazón por la
Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente
de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin”.
         El
servidor tiene que ser una persona de fe, porque sólo el que tiene fe camina
seguro y confiado, sin vacilar, y ello genera la confianza para que otros le
sigan.
         El
servidor tiene que conocer el camino a recorrer, porque el que guía tiene que
ir por delante, aunque recorra el mismo camino que los demás.
         Y para
ello es imprescindible la oración. Sin vida de oración personal no hay progreso
espiritual, porque sólo la oración comunitaria no basta. Por eso, la oración
diaria para el servidor, no es un lujo, es una necesidad y una obligación para
poder cumplir con su servicio. Debe tener recogimiento interior y actuar
siempre desde esa apertura a la presencia de Dios en su vida. Hay que
disponerse interiormente para dejarse inspirar y guiar por el Espíritu Santo
para poder guiar a otros, y así promover en los hermanos esa vida que Dios les
ha concedido y puedan desarrollar todos los dones y capacidades que de él han
recibido.
         Cuando
el servidor tiene esta disposición interior a la apertura al Espíritu Santo, va
conociéndose a sí mismo, su propia realidad, sus pasiones, sus emociones, sus
sentimientos, su pecado; en una palabra, su limitación y pobreza; y es bien
importante esto porque, conociéndose a sí mismo, no se elevará por encima de
nadie y no le costará ser el último.
         El
servidor lo es, no porque sea el mejor, el más fantástico, sino porque así le
ha parecido bien al Señor. Por eso, no tiene que pensar que todo lo hace bien y
que sin él nada marcha como debe, es decir, no sentirse imprescindible.
         Otra
cosa, que no se crea que sólo a él le habla Dios y que es infalible, pues
entonces no sabrá escuchar a nadie que no sea él mismo.
II.- EL CARISMA DEL
SERVICIO



         Ser
servidor es un carisma. Y el carisma supone una llamada del Señor, una gracia
que él mismo confiere y un don que capacita para realizar la misión
encomendada.
         Como
todo carisma, el servicio es una luz y una fuerza que da el Espíritu Santo, luz
y fuerza que hacen ver la necesidad y el sufrimiento en el hermano, al mismo
tiempo que se tiende a ayudarlo. Se trata, por consiguiente, de obedecer al
Espíritu, a ese Espíritu que impulsa siempre a hacer lo que el Señor pide, como
él lo pide y donde lo pide. Quien tiene el carisma del servicio está revestido
de los mismos sentimientos de Cristo Jesús, que pasó haciendo el bien y supo
acercarse a los pobres, a los marginados, a los enfermos, a los que nadie
quería. Por eso es tan importante para vivir este carisma la humildad, la
renuncia a los propios derechos, el saber perder, la muerte al egoísmo, al
orgullo y al amor propio. Servir es amar. Si todos los carismas deben estar
motivados por el amor, el servicio es lo que hace al amor transparente. Ya san
Pablo lo decía cuando nos daba las características del amor. El amor es
paciente, es servicial.. (1 Cor. 13, 4).
         Como
ejemplo de este carisma bien podríamos poner la parábola del buen samaritano.
En ella se ve que el verdadero servidor, a veces, no es quien debiera ejercerlo
por el ministerio encomendado, sino el que no cuenta demasiado pero que sin
embargo está atento a las cosas que hacen falta y es misericordioso con todos.
El sacerdote y el levita pasaron de largo, dieron un rodeo para no implicarse
demasiado en el sufrimiento del hermano. El samaritano, sin embargo, es quien
se compromete hasta el final, el que tiene el auténtico espíritu de servicio
hacia los demás. Se trata del amor, una vez más. El verdadero prójimo es el que
tiene compasión del otro (Lc 10, 25-37).
         Jesús lo
tenía muy claro: no se puede ser de Dios y estar a la defensiva, no se puede
obedecer al Espíritu Santo y pensar antes en uno mismo que en los otros. Lo
explica con una frase bien significativa: “Nadie
puede servir a dos amos; porque odiará a uno y amará al otro; o será fiel a uno
y al otro no le hará caso. No podéis servir a Dios y al dinero”
(Mt 6, 24).
Dinero que no sólo hay que entender en sentido literal sino que es también todo
lo que significa posesión, dominio, acaparamiento. Y es que, donde está el
tesoro está irremediablemente el corazón.
         A veces,
el estar en un grupo cristiano no nos libra del gusto al poder, al prestigio,
al dejarnos llevar por el qué dirán. Somos humanos y nos gusta ser considerados
y valorados y nos gusta también a aspirar a puestos importantes o a  estar en los de arriba. Ni siquiera los
apóstoles, estando al lado del Señor, se libraron de este pecado. Nos dice san
Marcos: “Llegaron a Cafarnaún y, una vez
en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos callaban, pues
por el camino habían discutido sobre quién era el más importante. Jesús se
sentó, llamó a los doce y les dijo: el que quiera ser el primero, que sea el
último de todos y el servidor de todos”
(Mc 9, 33-35).
         El
ejemplo a seguir lo tenemos en Jesús. Él, que está ungido por el Espíritu, es
el que nos abre el camino de la voluntad de Dios. Hay que mirarlo a él para
comprender cómo debemos vivir, cómo relacionarnos con los demás, cuál debe ser
la escala de valores que nos mueva. Jesús no sólo habla, no sólo da discursos,
sino que vive aquello que dice. Y si ha venido a comunicar la buena noticia del
amor del Padre a la humanidad, toda su vida ha de estar impregnada de gestos y
actitudes que manifiesten ese amor. Por eso su misión fue un servicio
desinteresado al Padre y a todas las gentes. Por eso se rebajó hasta someterse
a la muerte y una muerte de cruz.
         Algunos
textos evangélicos nos pueden ayudar a comprender esta realidad. El primero
hace relación al deseo de puestos importantes que tenían los apóstoles. En este
contexto, Jesús les habla a sus amigos: “Sabéis
que los jefes de las naciones los gobiernan tiránicamente y que los magnates
las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante
entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea
vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser
servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”
(Mt 20,
25-28). Y por si quedara dudas, en el Evangelio de Lucas, Jesús vuelve a
desarrollar este tema añadiendo un nuevo matiz: ¿Quién es más importante, el
que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues
bien, yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22, 27).
         Y para
muestra, un ejemplo. Todos lo conocemos. Estamos en la Última Cena de Jesús con
sus discípulos. El evangelista comienza diciendo que habiendo amado a los suyos
que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo (Jn 13, 1). Después viene el
relato del lavatorio de los pies. Para Jesús, amar es rebajarse, ponerse de
rodillas delante del hermano, ayudar a limpiar desde la propia humillación su
suciedad, quitarse el manto del poder para poder servir… Al final, la lección
para nosotros: Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he hecho con
vosotros. Yo os aseguro que un siervo no puede ser mayor que su señor, ni un
enviado puede ser superior a quien lo envió. Sabiendo esto, seréis dichosos si
lo ponéis en práctica (Jn 13, 15-17).
         El
servicio se hace carisma también cuando hay hermanos que son elegidos por el
grupo para una tarea concreta: son los servidores. Todos conocemos su
significado, porque en gran parte depende de ellos que los grupos vayan
creciendo en la fidelidad al Espíritu Santo.
         Un buen
servidor es el que es consciente que este carisma, aunque haya sido recibido
por la elección de los miembros del grupo, es un don que le viene de lo alto.
        
         Estamos
viviendo un momento importante, en el que vais a elegir, a la luz de Dios,
aquellos hermanos que pastorearán nuestro grupo en el equipo de servicio. Por
eso vamos a hablar de las cualidades humanas y espirituales que debe tener un
buen servidor. Esto es bueno y nos ayudará a hacer un buen discernimiento,
aunque muchos penséis que no estáis capacitados para llevar a cabo esta tarea.
         El
artículo 3.3.2 del Reglamento de la Renovación habla sobre las cualidades del
servidor que yo voy a leeros literalmente. Dice así:
    Los
miembros que forman
los diversos órganos de servicio, dada su importancia y
su responsabilidad, deben ser personas de:
-        
Oración
y frecuencia sacramental.
-        
Fieles
a la Palabra
y al Magisterio de la
Iglesia.
-        
Con
don de gobierno: pacientes, dialogantes, capaces de trabajar en equipo.
-        
Con
sentido común, equilibrio mental y emocional y discernimiento.
-        
Que
conocen y viven la espiritualidad propia de la RCC  y velan por el uso correcto de los dones y
carismas.
    Se
apuntan estas cualidades siendo conscientes de que el Señor hace
maravillas  con la pobreza de los
hermanos/as y regala a los que escoge los dones necesarios para el servicio.
    Seguro
que después de escuchar esto, todos diréis que, desde un punto de vista humano,
ninguno de nosotros tenemos las suficientes cualidades humanas y espirituales.
¿Significa esto que no tenemos que tener servidores? No. Significa que tenemos
que confiar en la Sabiduría
de Dios y en la fuerza de su Espíritu Santo, porque es Dios quien nos llama y
es el Espíritu Santo quien nos capacita. No olvidemos nunca las palabras de
Jesús: No me habéis elegido vosotros a mí
sino que soy yo quien os ha elegido a vosotros
. Los que salgáis no habéis
elegido ser servidores. Es Dios, a través de los hermanos, quien os elige.
    Por
eso es importante que lo sienta como un regalo, que lo viva en la humildad y en
la gratitud, y que esté personalmente abierto al Espíritu a través de una vida
de oración. Después, es necesario que ame a los hermanos para los que ha sido
elegido para servir. Sin amor, y sin amor concreto, no hay carisma, sólo el
cumplimiento de unas funciones u obligaciones. El servidor no es el dueño del
grupo, ni el que manda, ni el que tiene que dar los criterios de organización
según su forma de ser o de pensar. El servidor, desde su apertura a Dios y
desde el amor a los hermanos, desde las cualidades que el Señor le ha dado,
debe trabajar, en unidad siempre con el resto de servidores y en comunión con toda
la Renovación,
para que las personas se abran a la acción del Espíritu y a sus carismas, para
que sea el Señor y no otros intereses los que dinamicen tanto la oración como
el desarrollo de las reuniones, para que, en definitiva, la comunidad se vaya
construyendo.
    Y
para terminar este apartado lo hago con unas palabras del apóstol de los
gentiles cuando da normas concretas de conducta para el servicio a los
hermanos. Dice así: “Que vuestro amor no
sea una farsa; detestad lo malo y abrazaos a lo bueno. Amaos de verdad unos a
otros como hermanos y rivalizad en la mutua estima. No seáis perezosos para el
esfuerzo; manteneos fervientes en el espíritu y prontos para el servicio del
Señor. Vivid alegres por la esperanza, sed pacientes en la tribulación y perseverantes
en la oración. Compartid las necesidades de los creyentes; practicad la
hospitalidad… Vivid en armonía unos con otros y no seáis altivos, antes bien
poneos al nivel de los sencillos. Y no seáis autosuficientes”
(Rom 12,
9-13.16).
III.- EL SERVICIO Y EL
SERVIDOR A EJEMPLO DE MARÍA




         No ha
habido en la historia de la humanidad servidora más eficaz para el Plan de
Salvación de Dios que María. Ella es fiel espejo en el que mirarnos, cuando
tratamos de comprender cómo debe ser un servidor y cuál es la actitud que
debemos tener ante Dios.
        
         1.- Ya desde la Anunciación del ángel
Gabriel (Lc 1, 26-38) y su primer saludo (Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo
), la reacción de María, muy humana
por cierto, es de temor (Ella se asustó
por estas palabras
). No pareció alegrarse mucho aunque el ángel le invitara
a ello. Más bien al contrario. El ángel le da una explicación: No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios
… Precioso, sin duda, pero María, desde un punto de vista
muy humano y muy razonable, plantea alguna duda: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? Lo que el ángel
expresa a continuación es el momento de GRACIA: el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra.
La sola mención al Espíritu Santo hace que éste penetre
hasta lo más hondo del alma de María, proporcionándola la certeza profunda de
Dios y la plena confianza en su poder. Entonces, ya no desde la mente sino
desde la revelación, la respuesta de María es plena en sabiduría, humildad y
disponibilidad: He aquí la esclava del
Señor; hágase en mí según tu palabra.
        
         De esta
Palabra y de la actitud de María extraemos las primeras conclusiones:
·       
Es
Dios quien nos llama y nos elige para servirle.
·       
Es
Él quien nos capacita, por la acción del Espíritu Santo, llenándonos de fe y
confianza.
·       
Ser
humildes no es sólo sentirnos pequeños y limitados, sino aceptar la llamada de
Dios bajo estas premisas, confiando en su poder que multiplica y unge nuestras
pobres habilidades.
·       
Estar
disponibles. Probablemente, al igual que muchas veces nosotros, María también
pensó “que no era aquél el momento más adecuado”. Imaginaos quedarse embarazada
sin estar casada, en aquella cultura y en aquel tiempo… pero ella no cuestiona
el momento de Dios sino que lo acoge.
2.-
Pasado un tiempo desde la Anunciación, María
prorrumpe en una aclamación a Dios (Lc 1, 46-56) que, en muchas ocasiones, se
contrapone con nuestros sentimientos hacia el servicio. Así, mientras nosotros
pensamos “vaya responsabilidad, vaya compromiso, no voy a estar a la altura de
las circunstancias, no tengo tiempo, mis circunstancias personales son
complicadas, etc.”, ella alaba a Dios y se alegra en Él (Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi
salvador…
). Mientras a nosotros se nos cae el mundo encima, ella se siente
privilegiada por ser elección de Dios (porque
ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor
maravillas…
). Mientras nosotros sólo acertamos a intuir dificultades y
tribulaciones, ella es consciente de ser un eslabón precioso en la cadena de la Salvación al ver
realizarse la promesa que Dios había hecho desde antiguo (Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había
anunciado a nuestros padres a favor de Abrahám y de su linaje por los siglos).
                  
         Seguimos
extrayendo preciosas conclusiones:
·       
Estar
alegres en la confianza de ser llamados por Dios, nuestro Salvador.
·       
Alabar
a Dios y darle gracias por encima de toda circunstancia.
·       
Sentirnos
privilegiados y honrados por su llamada.
·       
Aceptar
dicha llamada con mucha humildad, pues no somos mejores que nadie y, por tanto,
no nos debemos sentir superiores a nadie. Para que Dios nos colme de bienes
debemos estar hambrientos para amarle a Él sobre todas las cosas y para ser los
últimos y los servidores de todos.
         3.- Otra magnífica faceta de María, de la que debemos
aprender en el ejercicio de nuestro servicio, es la de interiorizar las
situaciones, meditarlas y buscar luz sobre ellas en nuestra oración personal.
Como se nos dice en Lc 2, 19, María
guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Ante la tentación
de actuar con prisas, de agobiarnos ante los problemas, de querer solucionarlos
de cualquier manera o de resolverlos de una manera racional, María nos da
ejemplo de buen discernimiento: acogiendo, reflexionando y orando.
4.- Otro motivo de reflexión es la actuación
de María en las bodas de Caná, antes del comienzo de la vida pública de Jesús.
De ahí podemos extraer varias magníficas conclusiones:
- María está atenta para descubrir la
necesidad del otro.
Cuántas veces, nuestras prisas y nuestros
agobios hacen que no prestemos atención a la ayuda que nuestro hermano nos está
pidiendo. Estamos tan ensimismados en nuestro pequeño mundo que, a menudo,
caemos en la tristeza y la depresión. Bastaría con que miráramos con atención a
nuestro alrededor, para que descubriéramos que, en la mayoría de las ocasiones,
lo que nos preocupa es nada comparado con el dolor y el sufrimiento que, con
mayores motivos, experimentan muchos de los que nos rodean. Además, mientras
estamos exclusivamente pendientes de nuestros problemas, no sólo no los
solucionamos, sino que los solemos hacer más grandes e importantes de lo que
realmente son. La actitud de María nos habla de la atención del servidor a los
pequeños detalles humanos, los que integran y ayudan a construir la comunidad.
También nos habla de desprendimiento, de no encerrarnos en nosotros mismos,
sino de estar atentos para captar las necesidades de los otros y actuar sobre
ellas.
        
         - María
es consciente del poder de Jesús.
         Aún no había comenzado la vida pública de
Jesús. Aún no se habían contemplado la multitud de prodigios que acompañarían
su predicación. Y, sin embargo, María ya es plenamente consciente de los dones
sobrenaturales de su Hijo. A quien vive en la intimidad de Dios, el Padre le da
la intuición espiritual de conocer certeramente sus caminos y de saber que nada
hay imposible para Él.
        
         - María
intercede por las necesidades de otros.
         La
intercesión de María cambia los planes de Dios. A pesar de que aún “no es la
hora”, María, con su insistencia, su confianza y su fe en el poder de Jesús,
propicia su decisiva intervención en bien de los novios. Es una gran lección de
fe y confianza. Nosotros, a menudo y por uno u otros motivos, no clamamos por
la intervención de Dios. Sin duda, no creemos merecer su atención o no pensamos
que nuestra súplica vaya a encontrar respuesta. Estamos profundamente equivocados
pues no sólo nos escucha con atención, sino que se deleita cuando le pedimos
por las necesidades de otros. Él, que es Amor, se goza especialmente cuando el
amor brota de nuestro corazón. ¡Y su generosidad nos desborda y va siempre más
allá de lo que nosotros podamos concebir!.
         5.- Como colofón de este somero
recorrido por la vida de María, nos encontramos en Juan 19, 25, Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
La vida de María no es fácil… pero persevera hasta el final. El verdadero
discípulo y servidor de Jesús permanece siempre a sus pies, en la alegría y en
la tristeza, en la tribulación y en el regocijo, en la oscuridad y en la luz.
         Vemos
cómo a través de los pocos párrafos de los Evangelios que nos relatan hechos
relacionados con María, podemos dibujar un precioso perfil de las cualidades
del servidor y de su actitud ante el servicio. Las resumo a continuación:
·       
El
buen servidor acoge el don de Dios en la certeza de que es Él quien le elige y
capacita por la acción del Espíritu Santo.
·       
El
buen servidor es humilde para aceptar la llamada de Dios porque confía en su
Poder y no en sus propias fuerzas.
·       
El
buen servidor es disponible y no cuestiona el momento de Dios sino que lo
acoge.
·       
El
buen servidor está siempre alegre porque vive en la esperanza que sólo Dios da.
·       
El
buen servidor alaba a Dios por su grandeza y le da gracias por elegirle para su
servicio.
·       
El
buen servidor se siente privilegiado por la llamada de Dios.
·       
El
buen servidor debe ser el último y el servidor de todos. No es mejor que nadie
y, por tanto, no se debe sentir superior a nadie.
·       
El
buen servidor ora permanentemente, guarda las cosas y las medita en su corazón.
·       
El
buen servidor discierne acogiendo, reflexionando y orando al Espíritu Santo.
·       
El
buen servidor está atento para descubrir la necesidad del otro y cuidar los
pequeños detalles.
·       
El
buen servidor confía ilimitadamente en el Poder de Jesús.
·       
El
buen servidor intercede por las necesidades de los hermanos.
·       
El
buen servidor persevera en toda circunstancia y permanece, en todo momento, a
los pies de Jesús.
            

1 comentario:




  1. gloria
    a DIOS por esta enseñanza que uncion la de nuestro querido parroco Luis
    Mariano, que riqueza y verdad esperitual, que suerte tenemos con el,
    deseo y espero que muchos hermanos se nutran con esta enseñanza, debemos
    acudir a ella cuando se nos olvide que servir desde Dios, con El y para
    El, es lo mejor de lo mejor.GLORIA A DIOS
    Responder