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viernes, 21 de febrero de 2014

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Primera Lectura
Sant 2, 14-24.26

La fe sin obras está muerta

Lectura de la carta del apóstol Santiago

Hermanos míos:
¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras?
¿Es que esa fe lo podrá salvar?
Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa
y faltos del alimento diario,
y que uno de vosotros les dice:
«Dios os ampare:
abrigaos y llenaos el estómago»,
y no les dais lo necesario para el cuerpo;
¿de qué sirve?
Esto pasa con la fe:
si no tiene obras, está muerta por dentro.
Alguno dirá:
–Tú tienes fe y yo tengo obras.
Enséñame tu fe sin obras
y yo, por las obras, te probaré mi fe.
Tú crees que hay un solo Dios;
muy bien,
pero eso lo creen también los demonios
y los hace temblar.
¿Quieres enterarte, tonto,
de que la fe sin obras es inútil ?
¿No aceptó Dios a Abrahán nuestro padre por sus obras,
por ofrecer a su hijo Isaac en el altar?
Ya ves que la fe actuaba en sus obras,
y que por las obras la fe llegó a su madurez.
Así se cumplió lo que dice aquel pasaje de la Escritura:
«Abrahán creyó a Dios
y se le contó en su haber».
Y en otro pasaje se le llama «amigo de Dios».
Veis que Dios acepta al hombre cuando tiene obras,
no cuando tiene sólo fe.
Por lo tanto,
lo mismo que un cuerpo que no respira es un cadáver,
también la fe sin obras es un cadáver.

Palabra de Dios.

Salmo Responsorial
Sal 111, 1-2.3-4.5-6

R. :

Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor.



Dichoso el que respeta al Señor y se complace en sus mandamientos. Su descendencia será poderosa en la tierra, la raza de los hombres buenos será bendecida.

Abundarán las riquezas en su casa, su rectitud permanece para siempre. Como luz para los buenos brilla en la oscuridad el que es compasivo, misericordioso y recto.

Dichoso el hombre que se apiada y presta y administra con honradez sus asuntos. El hombre recto jamás sucumbirá y su recuerdo permanecerá por siempre.



Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

A vosotros os llamo amigos, dice el Señor, porque os he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

Aleluya.


Evangelio
Mc 8, 34-38; 9, 1

Croce Lectura del santo Evangelio según san Marcos

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo:
–El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta época descreída y malvada, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles.
Y añadió:
–Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia.

Palabra del Señor.

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