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    Está seguro de que eres hombre de Dios si llevas con alegría y silencio la injusticia.
    (Camino, 672)
    Está seguro de que eres hombre de Dios si llevas con alegría y silencio la injusticia.

(Camino, 672)
    ROSARIO DE LAS SAGRADAS LLAGAS

    Se usa el rosario ordinario, acompañando la oración vocal con la meditación. Lo ideal es rezarlo ante algún crucifijo que inspire más devoción para que lo contemples y beses la llaga correspondiente. Además de las peticiones que aquí se proponen, puedes hacer otras que te inspire el Señor y que correspondan mejor a vuestra espiritualidad y circunstancia. Este rosario fue tomado de Marie-Marthe Chambon, Die Wunden unseres Herrn, Herausgaben v...
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    — con Fray Antonio Aviles y 45 personas más.
    ROSARIO DE LAS SAGRADAS LLAGAS

 

 Se usa el rosario ordinario, acompañando la oración vocal con la meditación. Lo ideal es rezarlo ante algún crucifijo que inspire más devoción para que lo contemples y beses la llaga correspondiente. Además de las peticiones que aquí se proponen, puedes hacer otras que te inspire el Señor y que correspondan mejor a vuestra espiritualidad y circunstancia.  Este rosario fue tomado de Marie-Marthe Chambon, Die Wunden unseres Herrn, Herausgaben von P. bonaventura Pihan, Passionist

Comienzo:
La Señal de la Cruz
Con verdadero arrepentimiento, pedimos perdón por nuestros pecados y los del mundo entero.
V. Oh Jesús, Salvador divino, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
R. Amen.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
V. Gracia y misericordia, Jesús mío, en los peligros presentes. Cúbrenos con tu preciosísima sangre.
R. Amen.
V. Eterno Padre, muéstranos tu misericordia por la sangre de tu querido Hijo. Te lo suplicamos, muéstranos tu misericordia.
R. Amen.
 

En lugar de los misterios del rosario, se rezan los siguientes:

1 -Llagas de los pies
Señor mío crucificado, adoro las Sagradas Llagas de tus pies. Por el dolor que en ellas sufriste y por la sangre que derramaste, concédeme la gracia de evitar el pecado y de seguir constantemente, hasta el fin de mi vida, el camino de las virtudes cristianas.

2 -Llaga del sagrado costado
Señor mío crucificado, adoro la llaga de tu sagrado costado. Por la sangre, que en ella derramaste, te ruego enciendas en mi corazón el fuego de tu divino amor y me concedas la gracia de amarte por toda la eternidad.

3 -Llaga de la mano izquierda
Señor mío crucificado, adoro la llaga sagrada de tu mano izquierda. Por el dolor que sufriste y la sangre que derramaste, te ruego que no me encuentre a tu izquierda con los condenados en el día del juicio final.

4 -Llaga de la mano derecha
Señor mío crucificado, adoro la llaga sagrada, de tu mano derecha. Por el dolor que en ella sufriste y la sangre que derramaste, te ruego que bendigas y me conduzcas a la vida eterna.

5 -Llagas de la cabeza
Señor mío crucificado, adoro las llagas de tu santa cabeza. Por el dolor que en ellas sufriste y la sangre que derramaste, te ruego me concedas constancia en servirte a ti y a los demás.

En las cuentas del Padre Nuestro:
Después de la meditación de cada llaga se dice:
V. Eterno Padre, yo te ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo.
R. Para que cures las llagas de nuestras, almas.
En cada cuenta del Ave Maria: 
V. Jesús mío, piedad y misericordia.
R. Por los meritos de tus santas llagas.

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    SALUTACIÓN A LA LLAGA
    DEL HOMBRO DE JESUCRISTO.
    [Jesús cargando la cruz]Oh amantísimo Jesús, Cordero mansísimo de Dios, yo, miserable pecador, saludo y venero la llaga sacratísima del hombro en que llevaste tu pesada cruz, que desgarró tu carne y descubrió tus huesos causándote un dolor mayor que el de cualquiera otra llaga de tu sacratísimo cuerpo. Yo te adoro, oh afligidísimo Jesús: te alabo, bendigo y glorifico, y te doy gracias por esta sacratísima y dolorosísima llaga, r...
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    — con Eunice Guzman y 47 personas más.
    SALUTACIÓN A LA LLAGA
DEL HOMBRO DE JESUCRISTO.

[Jesús cargando la cruz]Oh amantísimo Jesús, Cordero mansísimo de Dios, yo, miserable pecador, saludo y venero la llaga sacratísima del hombro en que llevaste tu pesada cruz, que desgarró tu carne y descubrió tus huesos causándote un dolor mayor que el de cualquiera otra llaga de tu sacratísimo cuerpo. Yo te adoro, oh afligidísimo Jesús: te alabo, bendigo y glorifico, y te doy gracias por esta sacratísima y dolorosísima llaga, rogándote por su excesivo dolor y por el enorme peso de tu cruz, tengas misericordia de mí pecador, me perdones todos los pecados mortales y veniales, y me conduzcas al cielo por el camino de tu cruz. Así sea.

Dios mío, mi único bien y mi todo. Vos sois todo para mi, sea yo todo para vos.
    Fue nuestro Señor mismo quien enseñó estas invocaciones a una humilde hermana del Monasterio...
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    San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia
    Memoria de san Juan de la Cruz, presbítero de la Orden de los Carmelitas y doctor de la Iglesia, el cual, por consejo de santa Teresa, fue el primero de los hermanos que emprendió la reforma de la Orden, empeño que sostuvo con muchos trabajos, obras y duras tribulaciones, y, como lo demuestra en sus escritos, «buscando una vida escondida en Cristo y quemado por la llama de su amor, subió al monte de Dios por la noche oscu...
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    San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia

Memoria de san Juan de la Cruz, presbítero de la Orden de los Carmelitas y doctor de la Iglesia, el cual, por consejo de santa Teresa, fue el primero de los hermanos que emprendió la reforma de la Orden, empeño que sostuvo con muchos trabajos, obras y duras tribulaciones, y, como lo demuestra en sus escritos, «buscando una vida escondida en Cristo y quemado por la llama de su amor, subió al monte de Dios por la noche oscura». Descansando finalmente en el Señor, en Úbeda, lugar de la provincia española de Jaén.

Gonzalo de Yepes pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como se casó con una joven de clase inferior, fue desheredado por sus padres y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo, su esposa, Catalina Álvarez, quedó en la miseria y con tres hijos. Juan, que era el menor, nació en Fontiveros, en Castilla la vieja, en 1542. Asistió a una escuela de niños pobres en Medina del Campo y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró más tarde a trabajar como criado del director del hospital de Medina del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus estudios en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas mortificaciones corporales. A los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los carmelitas de Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de las mitigaciones que varios Pontífices habían aprobado y eran entonces cosa común en todos los conventos. San Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el sacerdocio le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.

Santa Teresa fundaba por entonces los conventos de la rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó hablar del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se entrevistó con él, quedó admirada de su espíritu religioso y le dijo que Dios le llamaba a santificarse en la orden de Nuestra Señora del Carmen. También le refirió que el prior general le había dado permiso de fundar dos conventos reformados para hombres y que él debía ser su primer instrumento en esa gran empresa. Poco después, se llevó a cabo la fundación del primer convento de carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo. San Juan entró en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu de sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros dos frailes. Los tres renovaron la profesión el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo tomó el nombre de Juan de la Cruz. Fue una elección profética. Poco a poco se extendió la fama de ese oscuro convento, de suerte que Santa Teresa pudo fundar al poco tiempo otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que era a la vez colegio de la Universidad; san Juan fue nombrado rector. Con su ejemplo, supo inspirar a sus religiosos el espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores. Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, san Juan se vio privado de toda devoción sensible. A ese período de sequedad espiritual se añadieron la turbación, los escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales. En tanto que el demonio le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le perseguían con calumnias. La prueba más terrible fue sin duda la de los escrúpulos y desolación interior, que el santo describe en «La Noche Oscura del Alma». A esto siguió un período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones, de suerte que san Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación de luz y amor divinos que sucedió a esta prueba, fue el mejor premio de la paciencia con que la había soportado el siervo de Dios. En cierta ocasión, una mujer muy atractiva tentó descaradamente a san Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había hecho santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante, Juan se valió de palabras suaves para hacer comprender a la pecadora su triste estado. El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias diferentes, para hacer entrar en razón a una dama de temperamento tan violento, que el pueblo le había dado el apodo de «Roberto el diablo».

En 1571, Santa Teresa asumió por obediencia el oficio de superiora en el convento no reformado de la Encarnación de Avila y llamó a su lado a san Juan de la Cruz para que fuese su director espiritual y su confesor. La santa escribió a su hermana: «Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre». Tanto Ios religiosos como los laicos buscaban a san Juan, y Dios confirmó su ministerio con milagros evidentes. Entre tanto, surgían graves dificultades entre los carmelitas descalzos y los mitigados. Aunque el superior general había autorizado a santa Teresa a emprender la reforma, los frailes antiguos la consideraban como una rebelión contra la orden; por otra parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos carecían de tacto y exageraban sus poderes y derechos. Como si eso fuera poco, el prior general, el capítulo general y los nuncios papales, daban órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla mandó a san Juan que retornase al convento de Medina del Campo. El santo se negó a ello, alegando que había sido destinado a Ávila por el nuncio del papa. Entonces el provincial envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de Ávila y se llevaron a san Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo de Ávila profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a Toledo. Como Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha y oscura celda y le maltrataron increíblemente. Ello demuestra cuán poco había penetrado el espíritu de Jesucristo en aquellos que profesaban seguirlo. La celda de san Juan tenía unos tres metros de largo por dos de ancho. La única ventana era tan pequeña y estaba tan alta, que el santo, para leer el oficio, tenía que ponerse de pie sobre un banquillo. Por orden de Jerónimo Tostado, vicario general de los carmelitas de España y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte. Lo que sufrió entonces san Juan coincide exactamente con las penas que describe santa Teresa en la «Sexta Morada»: insultos, calumnias, dolores físicos, angustia espiritual y tentaciones de ceder. Más tarde dijo: «No os extrañe que ame yo mucho el sufrimiento. Dios me dio una idea de su gran valor cuando estuve preso en Toledo». Los primeros poemas de san Juan que son como una voz que clama en el desierto, reflejan su estado de ánimo:

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

El prior Maldonado penetró la víspera de la Asunción en aquella celda que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del verano y dio un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para anunciarle su visita. San Juan le pidió perdón, pues la debilidad le había impedido levantarse en cuanto lo vio entrar.

-Parecíais absorto. ¿En qué pensábais? -le dijo Maldonado.
-Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran felicidad poder celebrar la misa -replicó Juan.
-No lo haréis mientras yo sea superior -repuso Maldonado.

En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció a su afligido siervo, y le dijo: «Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta prueba». Algunos días más tarde se le apareció de nuevo y le mostró, en visión, una ventana que daba sobre el Tajo: «Por allí saldrás y yo te ayudaré». En efecto, a los nueve meses de prisión, se concedió al santo la gracia de hacer unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio en busca de la ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar las bisagras de la puerta. Esa misma noche consiguió abrir la puerta y se descolgó por una cuerda que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes que dormían cerca de la ventana no le vieron. Como la cuerda era demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño. Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa forma consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue casi un milagro.

El santo se dirigió primero al convento reformado de Beas de Segura y después pasó a la ermita cercana de Monte Calvario. En 1579, fue nombrado superior del colegio de Baeza y, en 1581, fue elegido superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada. Aunque era el fundador y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa época participó poco en las negociaciones y sucesos que culminaron con el establecimiento de la provincia separada de Los Descalzos, en 1580. En cambio, se consagró a escribir las obras que han hecho de él un doctor de teología mística en la Iglesia. La doctrina de san Juan es plenamente fiel a la tradición antigua: el fin del hombre en la tierra es alcanzar la perfección de la caridad y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor; la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con Dios por el amor y, en último término, debe llevar a la experiencia de esa unión a la que todo está ordenado. «No hay trabajo mejor ni más necesario que el amor», dice el santo. «Hemos sido hechos para el amor», «el único instrumento del que Dios se sirve es el amor», «así como el Padre y el Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios». El amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como el amor es producto de la fe, que es el único puente que puede salvar el abismo que separa a nuestra inteligencia de la infinitud de Dios, la fe ardiente y vívida es el principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo maravilloso y sus ardientes palabras.

Sin embargo, el santo era hijo de su tiempo, como lo muestra un dibujo que hizo como proyecto para una «crucifixión», y que se conserva en el convento de Avila. En algunos casos las mortificaciones que practicaba rayaban en la exageración. Por ejemplo, sólo dormía unas dos o tres horas y pasaba el resto de la noche orando ante el Santísimo Sacramento. Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio. Con su confianza en Dios (llamaba a la divina Providencia el patrimonio de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos provisiones para sus monasterios. Con frecuencia estaba tan absorto en Dios, que debía hacerse violencia para atender los asuntos temporales. Su amor de Dios hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón era como una ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de él un consumado maestro en materia de discreción de espíritus, de modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo procedía de Dios.

Después de la muerte de santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más pronunciada una división entre los descalzos. San Juan apoyaba la política de moderación del provincial, Jerónimo de Castro, en tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremo, pretendía independizar absolutamente a los descalzos de la otra rama de la orden. El P. Nicolás fue elegido provincial, y el capítulo general nombró a san Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba que la vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello provocó la oposición contra él. San Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario, fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás había ganado mucho terreno y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve que autorizaba una separación aún más pronunciada entre los descalzos y los mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró vicario general al P. Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales nombró a un consultor para ayudar al P. Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno de los consultores. La innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las religiosas. La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede un breve de confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el vicario general. Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto. Sin embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, san Juan habló en defensa del P. Gracián y de las religiosas. El P. Doria, que siempre había creído que el santo estaba aliado con sus enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus cargos y le envió como simple fraile al remoto convento de La Peñuela. Allí pasó san Juan algunos meses, entregado a la meditación y la oración en las montañas, «porque tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas que cuando estoy entre los hombres».

Pero no todos estaban dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial, san Juan, durante la visita del convento de Sevilla, había llamado al orden a dos frailes y había restringido sus licencias de salir a predicar. Por entonces, los dos frailes se sometieron, pero su consultor de la congregación recorrió toda la provincia tomando informes sobre la vida y conducta de san Juan, lanzando acusaciones contra él y afirmando que tenía pruebas suficientes para hacerle expulsar de la Orden. Muchos de los frailes traicionaron la amistad del santo, temerosos de verse comprometidos, y quemaron sus cartas para no caer en desgracia. En medio de esa tempestad san Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda. El primero de esos conventos estaba mejor provisto y tenía por superior a un amigo del santo. En el otro era superior el P. Francisco, a quien san Juan había corregido junto con el P. Diego. Ese fue el convento que escogió. La fatiga del viaje empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia, se sometió a varias operaciones. El indigno superior le trató inhumanamente, prohibió a los frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con cariño, sólo le permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Úbeda y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por san Juan y reprendió tan severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos y se arrepintió. Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591. Para entonces, no se había disipado todavía la tempestad que la ambición del P. Nicolás y el espíritu de venganza del P. Diego habían provocado contra él en la congregación de la que había sido cofundador y cuya vida había sido el primero en llevar.

La muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida, y tanto el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez. Fue canonizado en 1726. San Juan de la Cruz no fue un sabio, si se le compara con otros doctores. Pero santa Teresa veía en él un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo justifican plenamente este juicio de santa Teresa, particularmente los poemas de la «Subida al Monte Carmelo», la «Noche Oscura del Alma», la «Llama Viva de Amor» y el «Cántico Espiritual», con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar a san Juan de la Cruz Doctor de la Iglesia por sus obras místicas. La doctrina de san Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: «Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor». San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero, a diferencia de otros menores que él, fue «libre, como libre es el espíritu de Dios». Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. «Reunió en sí mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado».

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    Evangelio según San Juan 1,6-8.19-28.
    Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
    Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
    El no era la luz, sino el testigo de la luz.
    Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?". ...
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    — con Eunice Guzman y 19 personas más.
    Evangelio según San Juan 1,6-8.19-28. 
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. 
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. 
El no era la luz, sino el testigo de la luz. 
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?". 
El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías". 
"¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió. 
Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?". 
Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". 
Algunos de los enviados eran fariseos, 
y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?". 
Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: 
él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia". 
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
    LAUDES
    (Oración de la mañana)
    INVOCACIÓN INICIAL
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    — con Mónica Silvina y 13 personas más.
    LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Ant. Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle. 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: UNA CLARA VOZ RESUENA.

Una clara voz resuena
que las tinieblas repudia,
el sueño pesado ahuyéntase,
Cristo en el cielo fulgura.

Despierte el alma adormida
y sus torpezas sacuda,
que para borrar los males
un astro nuevo relumbra.

De arriba llega el Cordero
que ha de lavar nuestras culpas;
con lágrimas imploremos
el perdón que nos depura,

porque en su nueva venida
que aterroriza y conturba,
no tenga que castigarnos,
más con piedad nos acuda.

Al Padre eterno la gloria,
loor al Hijo en la altura,
y al Espíritu Paráclito
por siempre alabanza suma. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Vendrá el Señor y no tardará: iluminará lo escondido en las tinieblas y se manifestará a todos los hombres. Aleluya.

Salmo 92 - GLORIA DEL DIOS CREADOR

El Señor reina vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.

Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.

Levantan los ríos, Señor, 
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;

pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vendrá el Señor y no tardará: iluminará lo escondido en las tinieblas y se manifestará a todos los hombres. Aleluya.

Ant 2. Los montes y las colinas se abajarán. Lo torcido se enderezará y lo escabroso se igualará. Ven, Señor, no tardes. Aleluya.

Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. Los montes y las colinas se abajarán. Lo torcido se enderezará y lo escabroso se igualará. Ven, Señor, no tardes. Aleluya.

Ant 3. Salvaré a Sión y mostraré mi gloria en Jerusalén. Aleluya.

Salmo 148 - ALABANZA DEL DIOS CREADOR

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.

Alabadlo todos sus ángeles,
alabadlo todos sus ejércitos.

Alabadlo, sol y luna; 
alabadlo, estrellas lucientes.

Alabadlo, espacios celestes, 
y aguas que cuelgan en el cielo.

Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.

Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.

Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar.

Rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes.

Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros.

Fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo.

Los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.

Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Salvaré a Sión y mostraré mi gloria en Jerusalén. Aleluya.

LECTURA BREVE   Rm 13, 11b-12

Ya es hora que despertéis del sueño, pues la salud está ahora más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche va pasando, el día está encima; desnudémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos de las armas de la luz.

RESPONSORIO BREVE

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

V. Tú que has de venir al mundo.
R. Ten piedad de nosotros.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Habiéndose enterado Juan en la cárcel de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a que le preguntasen: «¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?»

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Habiéndose enterado Juan en la cárcel de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a que le preguntasen: «¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?»

PRECES

Oremos a Dios Padre, que nos concede la gracia de esperar la revelación de nuestro Señor Jesucristo, y digámosle confiados:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Santifica, Señor, todo nuestro ser, alma y cuerpo,
y guárdanos libres de culpa hasta el día de la venida de tu Hijo.

Haz que durante este día caminemos en santidad
y llevemos una vida justa y religiosa.

Haz que nos revistamos de nuestro Señor Jesucristo
y que nos llenemos del Espíritu Santo.

Concédenos, Señor, que vivamos siempre preparados
para el día de la manifestación gloriosa de tu Hijo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Como nos enseñó el Salvador, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro...

ORACION

Señor, que ves a tu pueblo esperando con gran fe la solemnidad del nacimiento de tu Hijo, concédenos celebrar la obra tan grande de nuestra salvación con cánticos jubilosos de alabanza y con una inmensa alegría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
    Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y mis labios besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.
    Por sólo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi gloria y porvenir. Y ya que para el mundo soy una flor marchita, no tengo más anhelo que, amándote, morir.
    — con Diomede Calo Monica Evelia y 47 personas más.
    Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y mis labios besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.

Por sólo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi gloria y porvenir. Y ya que para el mundo soy una flor marchita, no tengo más anhelo que, amándote, morir.

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    Ven, Jesús, mi Salvador
    Divino Cordero;
    Ven a mí, dulce Señor,
    Oh mi Dios, mi amor!
    Eres Padre tierno,...
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    — con Fray Antonio Aviles y 46 personas más.
    Ven, Jesús, mi Salvador
Divino Cordero;
Ven a mí, dulce Señor,
Oh mi Dios, mi amor!
Eres Padre tierno,
Eres buen Pastor;
Eres verbo eterno
Nuestro Redentor.
¡Oh de mi esperanza
Dulce galardón!
Te doy alabanza
Y mi corazón.
En Ti siempre espero,
Aumenta mi fe;
Con amor sincero
Te recibiré.
En esta apariencia, 
Divino manjar, 
Tu santa presencia 
Quieres ocultar.
Oh Sabiduría,
Eterno Señor;
Ven en este día
A darme tu amor!
Jesús de mi vida; 
Nunca más pecar; 
Sólo a Ti rendida, 
Mí alma quiere amar.

*****

Jesús, amor de las almas, 
compañero en las jornadas:
tan cercano y asequible 
que en mí tienes tu morada.
Encarnado como Hombre, 
tu divinidad ocultas, 
y al hacerte Eucaristía, 
por completo te despojas.
En tu presencia se rinden 
todos los celestes coros,
y en la tierra no se aprecia 
que te quedes con nosotros.
De tu costado nacida, 
en la Iglesia sigues vivo:
con tu gracia y sacramentos 
das la vida al redimido.
Jesucristo, León fuerte 
y Cordero obediente; 
en tu Corazón conforten 
su valor las almas débiles.
Por el Padre coronado, 
el Señor de tierra y cielo 
nos envíe su Paráclito
que nos guíe al Reino eterno. 
Amén.

*****

- Esta es mi Sangre, 
ofrenda de la tarde:
¡oh gran Misterio!
- Este es mi Cuerpo:
cual víctima me entrego:
¡oh gran Misterio!
Te adoro, Carne, 
Pan de hombres y de ángeles:
¡oh gran Misterio!
- Hacedlo en mi memoria
hasta el tiempo sin horas:
¡oh gran Misterio!
- Como víctima única, 
mi Carne, Alianza fúlgida:
¡oh gran Misterio!
¿No prolongas tu muerte 
por darnos vida siempre? 
¡Oh gran Misterio!
Si contigo en el Gólgota, 
contigo en la victoria:
¡oh gran Misterio! Amén.
    Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido...
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    Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vio Tomas pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti esperé y que te ame. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, bondadoso Pelícano, límpiame a mí,inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.
    MEDITACION PARA RECIBIR EL SANTISIMO SACRAMENTO. Primer punto: Considerar quién es el que he de recibir, y cómo en cuanto a la divinidad es igual al Eterno Padre, y cómo en cuanto hombre es el más ilustre de todos los hombres.
    Segundo punto: Considerar de dónde viene: del Cielo. Consideraré que me hace mayor don que a los Apóstoles el Jueves de la Cena. Y he de confundirme trayendo a la memoria lo que haría si esperase a un amigo o hermano que me vi...
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    — con Eunice Guzman y 45 personas más.
    MEDITACION PARA RECIBIR EL SANTISIMO SACRAMENTO.                            Primer punto: Considerar quién es el que he de recibir, y cómo en cuanto a la divinidad es igual al Eterno Padre, y cómo en cuanto hombre es el más ilustre de todos los hombres.

Segundo punto: Considerar de dónde viene: del Cielo. Consideraré que me hace mayor don que a los Apóstoles el Jueves de la Cena. Y he de confundirme trayendo a la memoria lo que haría si esperase a un amigo o hermano que me viniese a ver de tierras lejanas, o si el Papa o el Emperador hubiese de venir a verme, y lo poco que hago con la venida de Jesucristo, de los Cielos a mi ánima.

Tercer punto: Ver cómo viene. Consideraré cómo habiéndome dado todas las criaturas, Él mismo disfrazado se me da en una de ellas, haciéndose pequeñito, conforme a mi pequeñez.

Cuatro punto: Ver adónde viene. A este mundo donde tantas ofensas y pecados se cometen contra su divina Majestad.

Quinto punto: Considerar quién soy yo que le he de recibir, y mostrarle mis llagas, pidiéndole con el leproso del Evangelio que me sane. Así miraré de dónde viene, adónde viene y a qué viene.

Alabado sea Dios.

San Francisco de Borja