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santidad_franciscana_secular.pdf
pedro antonio moscatel rodriguez (pedroantoniomoscatelrodriguez@gmail.com)
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Queridos amigos,
Estos modestos perfiles biográficos y espirituales de hermanos y
hermanas franciscanos seglares ya beatificados o en reputación de
santidad, están como páginas de evangelio cantadas con notas
franciscanas.
"¡No tengas miedo de ser santos" lanzó el beato Juan Pablo II a los
jóvenes del mundo durante el JMJ en Santiago de Compostela!
"jDuc in altum! Adelanto en agua profunda" añade en el año 2002 en
eco a la voz de Jesús, a todos los franciscanos seglares:
¡Es la hora para la Nueva Evangelización!
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Sumario
1. ZILDA ARNS.................................................................................7
2. SATOKO KITAHARA ...................................................................10
3. PABLIO PIO PERAZZO ...... . ......................... .... ....................... 14
4. GIORGIO LA PIRA ......................................................................17
5.NICOLAS WOLF.. ........ . ................................ . ....................... ..21
6. FRANZ JÄGERSTÄTTER .................................................. .......... 25
7. GIANNA BERETTA MOLLA ........................................................30
8. GABRIEL GARCÍA MORENO.......................................................35
9. LUCIEN BOTOVASOA.................................................................42
10. MAT TALBOT..........................................................-...............48
11. LEÓN HARMEL .......................................................................53
12. ANGELA SALAWA ...................................................................57
13. MAXIMILIEN WESTERMAIER ................................................. 62
14. JOHN BRADBURNE ................................................................ 65
15-16. LUIGI Y MARIA BELTRAME QUATTROCCHI ......................71
17. PABLO TAKASHI NAGAY.........................................................77
18. PUTHENPARAMPIL THOMMACHAN ..................................... 84
19. EUROSIA FABRIS ....................................................................87
20. EUGENIO ZOLLI.......................................................................90
21. FEDERICO OZANAM .............................................................. 96
22. MARCEL ESCARTEFIGUE ...................................................... 101
23. EMILE ROMANET .................................................................107
24. PAULENE JARJCOT ...............................................................111
25-26. LOUIS E ZÉLIE MARTIN....................................................117
27-28. MAMA MARGARITA Y DON BOSCO ...............................123
29. JUAN MARÍA VIANNEY ........................................................ 126
30. ALOJZIJE STEPINAC .............................................................133
31. JOSE BENEDICTO COTTOLENGO ........................................ 141
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1. ZILDA ARNS
MÉDICA PEDIATRA BRASILEÑA
Zilda Arns Neumann, muerta el 12 de enero del 2010, bajo los escombros
ocasionados por el terremoto de Haití, era una franciscana seglar de la
Fraternidad del Niño Jesús de Curitiba. Médica pediatra, fundadora y directora,
durante un cuarto de siglo, de la ONG "Pastoral de la infancia", fue una de las
personalidades más populares de su país, amada y admirada. Como "una mujer
ejemplar" la había definido el Presidente de Brasil, Luiz Ignacio da Silva, antes de
inclinarse ante su féretro.
Zilda Arns había nacido en 1934, en una pequeña población del Estado de Santa
Catarina, en el sur de Brasil. Sus padres, emigrantes alemanes, eran un
matrimonio profundamente católico, que tuvo trece hijos, cinco de los cuales se
consagraron a Dios. Todos los domingos la niña se levanta antes del amanecer,
trenza sus rubios cabellos y va a la iglesia para la misa de las seis. La nobleza de
alma de sus padres le marca profundamente: su padre, comerciante, sale a
caballo para ir a combatir una epidemia de viruela; su madre coge el carro para
llevar al hospital a un vecino enfermo. Estas imágenes le quedaron impresas y
están al origen de su vocación de médico.
Zilda se establece en Curitiba, capital del Estado de Paraná, y comienza a ejercer
su profesión en 1959. Después de hacerse pediatra lleva a cabo algunas
iniciativas en la sanidad pública, mientras se ve envuelta en una serie de dramas
familiares: pierde un hijo de a penas tres días; su marido muere ahogado en el
intento de salvar a un adolescente que el matrimonio había tomado bajo su tutela;
y una de sus hijas morirá en un accidente de tráfico.
En 1982 el destino da un giro a la vida de Zuda: su hermano, Paolo Evaristo,
Arzobispo de Sao Paolo, firme opositor a la dictadura militar de su país y futuro
cardenal, acepta - a petición de James Grant, director de UNICEF- que la Iglesia
ponga en marcha una campaña contra la malnutrición: quiere que Brasil adopte la
terapia de la rehidratación oral para combatir las diarreas que diezman la
población infantil. Busca un médico para llevar adelante este programa: Zuda tiene
el perfil ideal, y cansada de su trabajo, demasiado administrativo, tiene ganas de
actuar. La tarde que la llama su hermano para proponerle este desafío se siente
plenamente feliz: "Es lo que yo más deseaba: enseñar a las madres a tener un
mayor cuidado de su niños".
Por entonces, la Iglesia brasileña, bajo el influjo de la teología de la liberación,
patrocinaba comisiones pastorales que ayudasen a los más desfavorecidos:
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campesinos sin tierras, trabajadores, emigrantes, presos,... En 1983 la
Conferencia Episcopal del país crea la ONG "Pastoral de la Infancia", y Zilda
asume su dirección. Pone en marcha su programa en una parroquia pobre y
perdida de Paraná, donde los trabajadores del campo son explotados por los
grandes productores de azúcar, y sus familias viven sanitariamente en condiciones
infrahumanas: la mortandad infantil causa tales estragos que el mayor número de
tumbas del cementerio de la localidad es el de los niños. Organizadora sin igual,
Zilda pone en práctica métodos sencillos y económicos, que se extenderán
enseguida por todo Brasil, y después por una veintena de países más.
Todas las comunidades se encargan de hacer el censo de las mujeres encintas y
de los niños, según su edad. Cada una de las voluntarias —los voluntarios son
casi siempre mujeres—, formadas en cinco sesiones vespertinas, vigila a 10/15
niños del vecindario, visitan a las madres al menos una vez al mes, para pesar a
los niños, tomar nota de sus necesidades, aconsejar, combatir prejuicios y
supersticiones: trasmiten su saber y se convierten, según una expresión de
inspiración bíblica muy querida por Zilda, en las "multiplicadoras" de
conocimientos.
En 2001 Zilda Aros fue candidata al Premio Nóbel de la Paz. En una entrevista
concedida ese año a ZENIT, habló de su actividad en Brasil, diciendo que sus
mayores logros habían sido "la reducción del 60% de la mortalidad infantil y el
50% de la desnutrición, así como la disminución de la violencia en el seno de las
familias". Para obtener estos buenos resultados - decía— "es necesaria una gran
atención al tejido social. El objetivo es lograr que los pobres recuperen la
confianza en sí mismos y en su potencial humano: a veces encontramos mujeres
analfabetas, madres de 4 ó 5 hijos, que se sienten frustradas y sin valor alguno.
Cuando la Pastoral les saca de sus privaciones, les alfabetiza, y les da una
esperanza, logran comenzar una nueva vida para sí y para sus hijos".
Paradójicamente, Zilda, ferviente cristiana, más bien conservadora, contraria al
aborto como la mayor parte de los brasileños, y nada feminista, sino todo lo
contrario, puso en marcha la asociación femenina más grande del país, en la que
no se rechaza a nadie, ni siquiera a las prostitutas. La Pastoral está formada hoy
por 260.000 voluntarios, de los cuales el 92% son mujeres. En 25 años ha seguido
a 1,8 millones de niños. Su rápido y espectacular éxito ha revolucionado la
sanidad de Brasil. Las cifras hablan por si solas: allí donde llega la Pastoral, el
índice de mortalidad infantil es la mitad que en el resto de los lugares y, gracias a
ella, cientos de miles de niños pobres que estaban avocados a la muerte, hoy
están vivos.
Una hora antes de morir en Haití, Zilda Arns participaba en un encuentro con las
Conferencias de religiosos del Caribe, y recordaba al auditorio su profesión de fe,
de entonces y de siempre: "Nuestro objetivo es reducir la mortalidad infantil y
promover el desarrollo de los niños hasta los 6 años de edad: la primera infancia
es una etapa decisiva para la salud, la educación y la consolidación de los valores
culturales".
Esta franciscana seglar - sonriente y fuerte, dulce y combativa, tolerante y tenaz,
idealista y pragmática- ofrece un vivísimo testimonio a todos los franciscanos
seglares, y a los cristianos y no cristianos de Brasil, de América Latina y del
mundo entero.
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2. SATOKO KITAHARA
UNA ARISTOCRÁTICA ENTRE LOS TRAPEROS
Esta noche ha caído la primera nieve en la cima del monte Fuji. Desde su
hamaca, Satoko no se cansa de contemplar el cono perfecto del monte, que se
proyecta sobre el azul del cielo, resplandeciente a la luz suave del otoño. No le
quita ni un momento la vista, sino es para posarla en los arces flameantes del
parque en el que se encuentra, que con sus hojas escarlatas hacen que parezca
aún más blanca la nieve que cubre el tranquilo volcán.
No obstante este esplendor, la joven tiene prisa por que concluya el período de
reposo al que se ha visto forzada por la tuberculosis. Quisiera regresar a Tokio,
entre los traperos de la Ciudad de las hormigas... Si la enfermera que la cuida
sospechara que esta hija de grandes burgueses, venida a curarse junto al monte
Fuji, tiene su corazón puesto en los habitantes de un barrio de chavolas de la
capital, tendría motivos para sorprenderse. La misma Satoko se sorprende cuando
piensa en el camino que la ha llevado desde su lujosa morada a las barracas de
los traperos.
Todo comenzó el día en que la joven se cruzó por la calle con Fray Zenón, un
franciscano conventual polaco enviado en su día a Japón como compañero del
Padre Maximiliano Kolbe. No podía pasar inadvertido con su vestimenta, su
rosario, sus ojos color pervinca y su larga barba blanca. Satoko había visto su
fotografía en los periódicos. ¿Qué otra cosa sabía de él, sino que le llamaban "el
apóstol de las chavolas"?
"Buenos días, Padre". La joven se inclina profundamente. El franciscano la mira
sonriente: está claro que esta joven refinada no sale de las numerosas
barracópolis de las que él se cuida en estos, duros años de la posguerra. Satoko
pregunta a Fray Zenón por su trabajo. El le habla de la Ciudad de las hormigas a
la que se dirige. Es una barriada de chavolas instalada sobre unos terrenos
municipales, y creada por un empresario arruinado, llamado Ozawa, que compra,
al peso, a los traperos, los trapos, el papel y los trozos de hierro que recogen. A
Ozawa le ayuda un consejero legal, avezado en los negocios, de nombre Matsui.
- "¿Son cristianos?", pregunta Ja joven.
- "No - responde el franciscano—: Matsui creo que es un resentido intelectual, que
ha curioseado en el budismo y el cristianismo, sin encontrar respuesta a su
desazón interior."
Algunos días más tarde, el franciscano consigue que Satoko haga el recorrido de
la miseria que se baña en el lodo del río Sumida.
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A petición de Matsui y de Ozawa, Satoko comienza a preparar la Navidad con los
niños abandonados, que inmediatamente la adoptan y la llaman "Maestra". Una
comunidad de religiosas acepta ayudarla, hasta el día en que, fiándose de un
embustero articulo de la prensa, el capellán español de las religiosas desacredita
la Ciudad de las hormigas, afirmando que se trata de un refugio de ladrones.
Matsui se enciende y descarga toda su cólera sobre Satoko y sus amigos:
- "Si vosotros fuerais verdaderos amigos de Cristo seríais pobres y compartiríais la
vida llena de sufrimientos, de los pobres...! En vuestras refinadas casas de dos
plantas no entendéis nada de la miseria de la gente que vive en la indigencia 365
días al año!"
Ante tal reproche, Satoko se queda sin palabras. Matsui concluye:
- "Se habla de hacer una iglesia en la Ciudad de las hormigas. Si vosotros y los
vuestros queréis que este proyecto se lleve a cabo, tenéis que cumplir una
condición: la encontraréis en la segunda Carta a los Corintios."
Después de unos cuantos días, Satoko vuelve a casa cansada, trastornada y
ardiendo por la fiebre. Su médico le diagnostica el inicio de una tuberculosis y le
obliga a descansar, ocasión que ella aprovecha para meditar largamente sobre la
famosa Carta a los Corintios: "El Señor Jesús, siendo rico se hizo pobre para
enriquecernos con su pobreza".
Al final de su convalecencia, uno de los jóvenes de la barriada de las chavolas,
deseando tener noticias suyas, se acerca a verla, tirando de una carreta llena de
desperdicios. "Déjame probar también a mí", —le dice ella—; pero está muy débil
y enseguida sus manos no logran sostener las varas del carro. No puede! La joven
se contenta con ayudar, y, riendo, empuja por detrás la carreta. Y con este noble
equipamiento hace su entrada en la Ciudad de las hormigas, después de una
larga ausencia.
Algunos días más tarde, acompañada por un grupo de niños, hace el recorrido de
los basureros. Sus dos primeras salidas son motivo de escándalo:
la hija del profesor Kitahara asiste a los traperos. Matsui se queda - boquiabierto y
Ozawa ve cómo le corren las lágrimas por los ojos.
El día de Pentecostés, a mitad de la comida, dos niños vienen a buscarla:
"Maestra, el señor Matsui quiere que veas una cosa. ¡Ven enseguida!" Y sin
esperar a que se lo digan dos veces, Satoko deja el arroz y el pescado, y sale
corriendo detrás de los chiquillos. A la entrada de la Ciudad de las hormigas hay
una iglesia: la han construido en secreto los traperos, en dos días, con materiales
traídos por fray Zenón. Matsui ha mantenido, pues, su palabra; para él, es verdad,
se trata de un gesto calculado: sobre la barriada de las chavolas pende la
amenaza de demolición por parte de las autoridades municipales, que no se
atreverían a destruir un edificio religioso, y, en consecuencia, tampoco la Ciudad
de las hormigas. Ozawa, en cambio, piensa en los niños de los traperos: quisiera
que el prefabricado se convirtiera en un hogar para los niños abandonados a su
suerte: la planta baja será un comedor, - en el que podrán reunirse todos los
traperos, y la planta alta servirá para salón de estudio y capilla.
Satoko acepta gozosa la tarea que se le encomienda: acoge a los niños a la salida
de la escuela, les ayuda a hacer los deberes, y luego va con ellos a rebuscar entre
las basuras, hasta la puesta del sol.
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Poco después los muchachos deciden unánimemente participar en una gran
campaña nacional de ayuda mutua. Van solemnemente a la Prefectura a llevar el
dinero que han ganado a lo largo de una semana de recogida de desperdicios: el
donativo de los niños de la Ciudad de las hormigas se eleva a 12.000 yenes.
Satoko se ha puesto nuevamente enferma, y tiene que contentarse con ver las
fotos en los periódicos.
Esta vez la alarma va en serio, y se le manda a cambiar de aires a los pies del
monte Fuji, donde permanece durante seis meses. Cuando, finalmente, se le
autoriza a volver a Tokio, pretende establecerse definitivamente en la Ciudad de la
hormigas. Pero su vuelta no tiene nada que ver con los bellos sueños que
acariciaba contemplando las nieves del Fuji: una joven, bien preparada, le ha
sustituido en el trabajo con los niños. Matsui sufre por ella, pero no quiere mostrar
sus sentimientos, y le habla duramente:
- "Hasta ahora tú has interpretado aquí el papel principal, que te has visto obligada
a dejar a otra: una joven lo ha cogido. Y como una actriz debe ajustarse siempre a
su texto, tu viejo texto ha cambiado y se ha vuelto a escribir para una nueva
actriz".
A las lágrimas de Satoko sigue la cólera:
- "Si piensas que esto no es más que teatro, no gastaré en ello mis lágrimas. Os
dejo, a vosotros y vuestra representación".
- "No es mía la representación: también yo sólo tengo un papel".
"Y entonces, ¿a quien corresponde el trabajo de organización de la puesta en
escena?"
Matsui trata de ocultar su emoción y responde:
- "Theshu-sama, el Señor de los cielos".
Satoko, vencida, le da las gracias humildemente por la lección, se inclina
respetuosamente y regresa a su casa.
Su estado de salud se agrava y ve cómo se empaña su certeza de que Dios la
destinaba para grandes cosas. Todo ha fracasado: no ha logrado ganar a nadie
para el evangelio. Entre tanto, las visitas que recibe son muy escasas, porque se
teme el contagio. Y Satoko, abandonada en su soledad, entra en la noche del
espíritu.
Con todo, su ejemplo va a convertir a Ozawa: turbado al ver cómo Satoko entrega
su vida hasta el final por sus hermanos, llama un día a Matsui para decirle que
piensa hacerse cristiano como ella. Y Matsui, removido ya interiormente, ve cómo
esta noticia termina por tirarle de lo alto del cinismo en el que se había refugiado, y
responde a su amo que también él desea el bautismo. Corren inmediatamente a la
cabecera de Satoko, donde encuentran a sus padres y su médico muy inquietos.
El médico sugiere un nuevo cambio de aires: ¿Porqué no establecerla en la
Ciudad de las hormigas que ella tanto ama? Los traperos le hacen una habitación
de tablas, en un ángulo de un almacén. Satoko puede levantarse, caminar un poco
y ayudar a Matsui en su trabajo administrativo. La última lucha de Satoko será
para conseguir del municipio otro terreno para la Ciudad de la hormigas: hay uno
en la parte de Tokio ganada al mar, pero son necesarios 25 millones de yenes.
Satoko pone un gran cartel en su habitación, en el que se lee: "25 millones", y reza
incansablemente.
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Cuando un empleado del municipio viene a darle la noticia de que el precio del
terreno se ha rebajado, Matsui no duda en atribuirle a Satoko el mérito: "Lo hemos
logrado; hemos logrado esto gracias a vuestras oraciones. Ahora lo que tienes que
hacer es pedir tu curación para poder ir con nosotros a organizar la nueva Ciudad
de las hormigas en nuestro nuevo terreno". La respuesta no se deja esperar: "No,
no es necesario. Dios nos ha concedido todo lo que le había pedido. basta con
esto."
Satoko muere pocos días más tarde, el 23 de enero de 1958, teniendo junto a sí a
su madre y a su hermana. Tenía 29 años. En 1973 el Arzobispo de Tokio ponía en
marcha el proceso para el reconocimiento de su santidad.
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