Secondo Pía, 
    primer fotógrafo de la Sábana Santa.
    
    El 
    futuro rey, finalmente, acepta. Pero el 
    fotógrafo 
    fracasa en un primer intento, por problemas de iluminación y 
    ubicación de la Síndone, colgada en el oscuro altar mayor de la 
    catedral. El 28 de mayo, tras veinte minutos de exposición, Secondo 
    Pía consigue su objetivo. Ya medianoche, al revelar los enormes 
    negativos, el fotógrafo se queda perplejo. Dichos negativos, en 
    realidad, 
    son el positivo de la imagen. Al descubrir la increíble figura, 
    la placa de oxalato de plata casi resbala entre los dedos de Pía. 
    Son las primeras fotos de la Sindone. 
    Pía comunica el «hallazgo» y la ciencia se moviliza. Y
    
    el 
    mundo contempla, por primera vez, el verdadero rostro del Hombre 
    muerto. 
    Cámara utilizada 
    por Secondo Pía en mayo de 1898.
    En el negativo de 
    Secondo Pía apareció el verdadero rostro del Hombre muerto.
    Y 
    uno se pregunta: ¿había fotógrafos en la Edad Media? Por supuesto 
    que no. La fotografía fue inventada en el siglo XIX. Estas fotografías, 
    como digo, inquietan a los científicos. Y dos de ellos inician 
    una serie de experimentos. Son Yves Delage, profesor de anatomía 
    comparada en la Universidad de la Sorbona, y Paul 
    
    Joseph 
    Vignon, biólogo y ayudante de Delage. Estudian las fotos de Secondo 
    Pía e intentan reproducir la imagen del Hombre muerto. Lo hacen 
    con pintura de aceite y acuarela. Es inútil; las copias son un 
    desastre. 
    Las copias 
    obtenidas por los científicos son un desastre. No guardan 
    relación con la belleza y serenidad del rostro de la Síndone.
    
    El
    
    21 
    de abril de 1902, Delage se presenta ante la Academia de Ciencias 
    de Francia y expone sus experimentos. A pesar de su agnosticismo, 
    afirma que el «hombre del Sudario es Cristo». La Academia se niega 
    a publicar sus declaraciones y experiencias. 
    
    Vignon 
    toma el relevo y prosigue las investigaciones. Nace así la teoría 
    de la «vaporigrafía»: la imagen se habría formado por la reacción 
    química producida por la sangre, el sudor
    
    y 
    las especias aromáticas utilizadas en el sepulcro. La urea provocó 
    un vapor de amoníaco y éste, a su vez, ocasionó las manchas que 
    forman la imagen. 
    Copia de la 
    estatua de Mattei, actualmente en el Museo de la Sábana Santa, 
    en Turín.
    
    La 
    teoría ha sido rechazada por la comunidad científica.
    
    
    Algodón entre las fibras 
    El
    
    2 
    de mayo de 1931, y durante veinte días, se celebra una nueva 
    exposición (ostensión) de la Sindone. 
    Es la boda del príncipe Humberto de Piedmont. Giuseppe Enrie, 
    fotógrafo profesional, repite la aventura de Secondo Pía. Las 
    fotos de Enrie darían la vuelta al mundo por su gran calidad. La 
    negatividad de la imagen del Hombre muerto queda ratificada.
    
    
    Treinta 
    y ocho años más tarde (1969), la ciencia interviene de nuevo. 
    Los días 16 y 17 de junio, una comisión formada por diez hombres 
    y una mujer se acerca al lienzo y lo examina con tanta timidez 
    como prudencia. Las órdenes del cardenal Pellegrino son 
    tajantes: prohibido tocar la Sindone. 
    Judica-Cordiglia 
    hace fotos en color. Todos coinciden: la conservación del lino 
    es inexplicable... 
    
    En 
    1973, finalmente, la ciencia puede tocar la Sábana Santa. Se 
    extraen algunos hilillos y Max Frei, director del laboratorio 
    científico de la policía suiza de 
    Neuchatel, 
    coloca cintas adhesivas sobre la orla 
    del tejido. 
    
    Es 
    la primera vez que los científicos ratifican las sospechas de 
    Vignon: 
    la imagen no es pintura. Allí no hay tintes ni pigmentación. 
    Tampoco observan direccionalidad. De ser una pintura habría 
    quedado la inevitable dirección del trazo de la mano del 
    artista. 
    
    
    ¿Qué es entonces?
    En 1973, los 
    científicos confirman las sospechas de Vignon: en la Síndone no 
    hay pintura. Ray Rogers (izquierda) y Max Frei tomaron muestras 
    de la tela.
    El tejido al 
    microscopio. Entre los hilos aparecen fibras de algodón.
    
    Los 
    microscopios ofrecen una respuesta: la imagen del Hombre muerto 
    sólo afecta a las fibras más superficiales del lino. El 
    descubrimiento deja nuevamente perplejos 
    a los científicos. Y
    
    la 
    teoría de la «vaporigraña» se derrumba. Los vapores amoniacales 
    que partieron del cadáver
    
    
    -según Vignon- tendrían que haber entrado por la totalidad de la 
    urdimbre. La realidad no dice eso... 
    
    
    Pero hay más. Una de las fibras extraída de la Sábana Santa en 
    aquel histórico noviembre de 1973 fue confiada al profesor Raes, 
    director del laboratorio de Tecnología Textil de Meulemeester, 
    de la Universidad de Gante (Bélgica). El microscopio, una vez 
    más, reveló algo sorprendente: entre el lino hay fibras de 
    algodón. Concretamente, del tipo 
    
    Herbaceum, 
    una 
    planta conocida y cultivada en Oriente Medio en el siglo I. Y se 
    desata otra polémica: ¿cómo 
    es posible? El algodón no fue introducido en Europa hasta bien 
    entrado el siglo 
    
    xv. 
    Como 
    se recordará, Colón y Hernán Cortés quedaron sorprendidos al ver 
    comerciar a los indios americanos con ovillas de algodón. 
    
    
    Y
    
    
    surge una inevitable cuestión: ¿cómo se las ingenió el falsificador 
    de los siglos XIII o XIV para introducir algodón entre las 
    fibras de lino cuando aquella planta no existía aún en el Viejo 
    Continente? 
    Los 
    conquistadores españoles vieron comerciar a los indios con 
    ovillos de algodón. ¿Cómo se las ingenió el supuesto fasificador 
    de los siglos XIII o XIV para introducir algodón en la Síndone?
    
    
    Max Frei 
    El 
    23 de noviembre de 1973 entra en acción un hombre que, en mi opinión, 
    fue vital: Max Frei, experto en Criminalística y profesor de la 
    Universidad de Zurich. Como ya he dicho, Max tiene acceso a la 
    Síndone. Coloca papel adhesivo sobre la tela y se lleva al laboratorio 
    parte del polvo existente sobre una de las orlas. Examina dicho 
    polvillo a través del microscopio electrónico y descubre toda 
    suerte de hongos, esporas y
    
    
    polen. La idea de Frei era clara: tratar de reconstruir el itinerario 
    seguido por la Síndone a lo largo de su historia y, justamente, 
    con la ayuda del polen de las plantas. ¿Había estado en Israel? 
    El polen era un elemento esencial para averiguarlo... 
    
    
    Max 
    consigue identificar doce especies, todas europeas. Y
    
    al 
    poco surge la sorpresa: allí está 
    el
    
    
    linum mucronatum, 
    el 
    polen de una planta exclusiva de Turquía. Después llegaron otras 
    nueve especies, también de Anatolia. Max Frei se traslada a Israel 
    y verifica que uno de los pólenes existente en la Síndone -no 
    registrado en los textos académicos- corresponde a una planta 
    que sólo crece en Palestina: la «assueda». Ya no hay duda. La Sábana 
    Santa estuvo en Israel. Le siguen otras especies, todas ellas propias 
    de Tierra Santa. Max comprueba que son plantas que desaparecieron 
    hace dos mil años 
    y 
    cuyos pólenes han quedado sepultados en el fango del mar Muerto 
    y en los estratos sedimentarios del lago Tiberíades. Son ejemplares 
    halófitos, hoy extinguidos, cuyos pólenes fueron arrastrados por 
    los vientos y quedaron anclados en la urdimbre de la tela. Es la 
    única explicación. 
    El polen 
    descubierto por Max Frei demuestra que la Sábana Santa estuvo en 
    Israel en el siglo I.
    
    En 
    total, Max Frei encuentra en la Sábana Santa más de medio 
    centenar de tipos de polen de una flora que existió, y que 
    existe, en Israel, Edesa, Constantinopla, Francia e Italia, 
    entre otros lugares. Es decir, los parajes por los que peregrinó 
    el lienzo. Algo que ya sabíamos por la historia... 
    
    
    Y 
    vuelvo a preguntarme: 
    si 
    la Sábana Santa recibió el polen de plantas de Israel hace dos 
    mil años, ¿cómo se las arregló el falsificador medieval para obtener 
    un polen ya extinguido? Es más: ¿cómo se las ingenió para seleccionarlos 
    si el microscopio no estaba inventado? 
    Lago Tiberíades.
    
    Los 
    hallazgos de Max Frei fueron determinantes. La presencia del 
    polen en la Sindone debería haber sido más que suficiente para 
    silenciar a cuantos niegan la autenticidad del
    
    
    lienzo. Pero el C14 siguió eclipsando estos decisivos descubrimientos 
    científicos. Tampoco era de extrañar, al tratarse de la supuesta 
    imagen de Jesús de Nazaret. Si la Síndone hubiera contenido la 
    figura de Napoleón 
    o Ramsés Il, el enigma se habría zanjado rápidamente... 
    
    
    
    Pero las sorpresas continuaron...
    
    
    ¡Y
    
    de 
    qué forma! 
    Mar Muerto.
    El polen 
    encontrado por Frei en el mar Muerto ratifica la presencia de la 
    Síndone en Jerusalén hace dos mil años.
    
    Las 
    copias: un desastre 
    La 
    ciencia, naturalmente, lo intentó. Era fácil, -dijeron-. 
    Era muy simple la reproducción de una imagen como la que aparece 
    en la Sábana Santa. Y emplearon toda clase de procedimientos: 
    pinturas, soluciones acuosas, calcos sobre cadáveres e 
    impresiones al fuego. Los resultados, como es fácil apreciar en 
    la imagen, son decepcionantes. Ninguna de las copias presenta la 
    belleza, la serenidad y la perfección del Hombre muerto. 
    
    
    Y
    
    
    vuelvo a preguntarme y a preguntar a los escépticos: ¿cómo se 
    las ingenió el supuesto falsificador de los siglos XIII o XIV 
    para obtener una figura tan precisa y delicada? ¿Disponía quizá 
    de una tecnología más avanzada que la del siglo XX? La razón 
    dice que no. En consecuencia, algo falla en el carbono 14...
    
    Los científicos 
    fracasaron al copiar la imagen de la Sábana Santa.
    A la izquierda, 
    imagen original, tal y como aparece en el Lino. A la derecha, el 
    positivo de dicha imagen.
    
    
    También en 1973 se llegó a otras no menos interesantes 
    conclusiones. En la Síndone, por ejemplo, no hay un solo indicio 
    de putrefacción. ¿Cómo era posible? 
    
    Ray 
    Rogers, del laboratorio nacional de Los Álamos, en Estados 
    Unidos, fue más allá: si la imagen era el resultado de la 
    aplicación a la tela de moléculas orgánicas -bien de origen natural 
    o artíficial-, ¿cómo explicar que el intenso calor generado por 
    el incendio de Chambéry no hubiera modificado su color? Incluso 
    las zonas que estuvieron en contacto con las gotas de plata fundida 
    conservan la misma tonalidad y densidad que el resto... 
    
    
    De 
    haber sido una falsificación, esas regiones aparecerían 
    claramente alteradas 
    
    o
    
    descoloridas.
    
    
    Y
    
    llegó 
    otro gran momento... 
    
    El
    
    
    proyecto «STURP»
    
    La 
    ciencia, tenaz, dio un paso más: el llamado proyecto STURP (Investigación 
    de la Sábana Santa de Turín). Octubre de 1978. Un nutrido grupo 
    de científicos consigue aproximarse al lienzo. Muchos pertenecen 
    a la NASA. Previamente habían estudiado la imagen, merced a las 
    fotografías de Enrie. Pero era preciso tocar el lino. Era vital 
    que la tecnología más depurada consiguiera bucear en la urdimbre 
    de la Síndone. 
    
    Y
    
    así 
    fue. Y, una vez más, los resultados impresionaron a los 
    expertos. 
    Científicos del 
    proyecto STURP analizando la cara posterior de la tela. De 
    izquierda a derecha: Riggi, Jackson, Jumper y Miller.
    
    
    Entre 1978 y 1982, el equipo del STURP llevó a cabo veintisiete 
    publicaciones en revistas científicas tan prestigiosas como
    
    X-Ray 
    Spectrometry, Applied Optics 
    
    y 
    
    Analytica Chimica
    
    
    Acta. 
    
    Veamos, muy por encima, 
    algunos de estos asombrosos hallazgos: 
    
    En 
    la imagen del Hombre muerto se observan numerosos coágulos, 
    manchas y reguerillos de sangre. Pues bien, nadie ha logrado 
    explicar por qué esos coágulos aparecen intactos y con los 
    bordes perfectamente definidos. Si aceptan la hipótesis del robo 
    del cadáver, dichas manchas tendrían que haber sufrido las 
    lógicas roturas y desflecados. 
    
    
    Científicos como Heller, Adler y Baima Bollone llegan a una 
    conclusión: la sangre es humana. Las pruebas de «microespectrometría» 
    revelan que allí hubo hemoglobina. Y he dicho bien: la «hubo». 
    Alguna causa desconocida anuló o desnaturalizó los elementos que 
    caracterizan la sangre, pero dejó las manchas. Al introducir un 
    escáner entre el lienzo y el forro cosido por las monjas 
    clarisas de Chambéry, 
    se observa que la sangre había penetrado también en el reverso 
    del lienzo, algo ignorado hasta esos momentos. Y en las 
    fotografías tomadas por Pellicori y Miller (fluorescencia 
    ultravioleta) surge otro desconcertante hallazgo: unos perfiles 
    fluorescentes que ponen de manifiesto la presencia de la 
    albúmina del suero sanguíneo. Y las analíticas 
    y pruebas hematoscópicas demuestran, además, que la sangre es 
    del grupo AB, muy común entre los judíos. Hay sangre venosa y 
    arterial, perfectamente diferenciadas. 
    
    Y 
    el 
    veredicto del carbono 
    
    14 
    queda 
    de nuevo en ridículo. 
    La sangre de la 
    Síndone es humana.
    Octubre de 1978. 
    Un camión con instrumental científico llega al Palacio del 
    Renacimiento, en Turín.
    
    ¿Qué 
    falsificador de los siglos XIII o XIV tenía la capacidad para 
    aislar y distinguir el grupo AB? En esa época, nada se sabía de 
    la albúmina del suero sanguíneo o de la sangre venosa y arterial. 
    Como se recordará, fue mucho después -en el siglo XVI
    
    
    cuando el español Miguel Servet descubrió la circulación pulmonar 
    de la sangre. 
    
    Se 
    sabía que la imagen del Hombre muerto no contenía rastro alguno 
    de pintura. Aun así, los expertos del proyecto STURP quisieron 
    cerciorarse. 
    
    Y 
    
    buscaron posibles pigmentos o restos orgánicos. Negativo. El 
    aparato de rayos 
    
    X 
    que 
    investigó sobre la Síndone no halló manchas o restos de origen 
    orgánico o inorgánico. 
    
    Y 
    la 
    Síndone fue sometida al ataque de los más variados y potentes 
    reactivos químicos. Las muestras no sufrieron alteración. 
    Aquello era asombroso... 
    Sangre venosa y 
    arterial. ¿Cómo lo sabía el falsificador medieval?
    La sangre de la 
    Síndone es AB, un grupo muy común entre los judíos.
    
    
    Tampoco el agua la desestabilizó, tal y como había ocurrido a 
    raíz del incendio de Chambéry, 
    en 1532. 
    
    El 
    falsificador medieval, efectivamente, fue un «genio»...
    
    
    De sorpresa en sorpresa 
    
    Fueron los entonces capitanes Jackson y 
    Jumper 
    (pertenecientes al STURP) quienes descubrieron otra increíble 
    singularidad de la Sábana Santa. Al detectar dicha anomalía 
    -según sus propias palabras -, 
    sus esquemas mentales 
    
    y 
    
    religiosos (no eran católicos) se vinieron definitivamente 
    abajo. Al examinar la figura con el VP-8, una compleja computadora 
    utilizada por la 
    NASA 
    para el análisis de las fotografías recibidas del planeta Marte, 
    los científicos comprobaron que la imagen del Hombre muerto era 
    tridimensional.
    
    
    ¿Una imagen tridimensional en una supuesta falsificación medieval?
    Enésima sorpresa: 
    la imagen es tridimensional.
    
    Al 
    contrario de lo que ocurre con una fotografía normal y corriente, 
    la imagen del Hombre muerto conserva una información «subterránea», 
    sólo detectable con los ordenadores. La imagen del Hombre muerto 
    no es plana, como sucede con las fotos habituales. En aquel 
    caso, la intensidad luminosa de cada punto es diferente, 
    dependiendo de la distancia del cuerpo al lienzo.
    
     
    
    El 
    descubrimiento fue tan asombroso que los capitanes de la USAF 
    repitieron el experimento una 
    
    y 
    
    otra vez, utilizando, incluso, voluntarios envueltos en sábanas. 
    Y 
    el 
    microdensímetro escandidor 
    
    y 
    el 
    VP-8, la computadora utilizada para la recepción 
    
    y 
    
    recomposición de los millones de dígitos, arrojaron siempre el 
    mismo resultado: las zonas del lienzo que tocaban el cadáver -la 
    nariz, por ejemplo- disfrutaban de una luminosidad superior a 
    las que se hallaban más alejadas del cuerpo. 
    
    
    ¿Qué falsificador de la Edad Media estaba capacitado para crear 
    una imagen que escondiera el fenómeno de la tridimensionalidad? 
    Nadie, en su sano juicio, puede admitir algo semejante. 
    
    
    
    En el aire 
    Y 
    Jackson y Jumper 
    fueron a descubrir algo más; otro singular «detalle» en esta 
    desconcertante caja de sorpresas. Al examinar las espaldas del 
    Hombre muerto comprobaron que los músculos dorsales 
    
    
    y 
    
    deltoides aparecían extrañamente abombados. Lo lógico es que se 
    hubieran presentado totalmente aplastados, como consecuencia de 
    la presión del cuerpo sobre la losa del sepulcro.
    
    
    Esto llevó a los científicos a la siguiente deducción: durante 
    el proceso de formación de la imagen, el cadáver tuvo que 
    permanecer inmóvil e ingrávido. Es decir, 
    
    ien 
    el aire! 
    
    Todo un «detalle» 
    que no fue contemplado 
    por 
    el más que supuesto falsificador de los siglos XIII o XIV.
    
    Al principio, los 
    científicos pensaron en una radiación que partió del cadáver...
    
    
    La formación de la imagen 
    Y
    
    
    llegamos 
    a uno de los puntos clave: ¿cómo pudo formarse la imagen del Hombre 
    muerto? 
    
    Al 
    explorar los hilos de la Síndone, los expertos quedaron desconcertados 
    por enésima vez. ¿Cómo era posible que sólo dos o tres, de las doscientas 
    fibras que integran cada hilo, estuvieran chamuscadas?
    
    iDos 
    o tres y las más superficiales! ¡Sólo dos o tres fibras eran las 
    responsables de la formación de la imagen!
    
    El 
    hallazgo, como digo, dejó perplejos a los científicos. Esto sólo 
    podía significar una cosa: la imagen del Hombre muerto se había 
    formado por una radiación que partió del interior del cuerpo. 
    Una radiación desconocida, intensa y brevísima que, según todos 
    los indicios, chamuscó superficialmente el lino. Una radiación 
    que se propagó verticalmente (sólo la proyección vertical 
    provoca una imagen de esta naturaleza). Una radiación -según
    
    
    Jackson
    
    
    ultracorta (quizá rayos UV o X): la única explicación para la alta 
    definición de la imagen. Una radiación cuyos fotones podrían 
    haber degradado la celulosa y amarilleado esa parte del lino. Al 
    examinar las fibras con el microscopio de contraste de fases, 
    los científicos, efectivamente, se percataron de algo muy sutil: 
    las hebras, en realidad, no estaban quemadas, sino 
    deshidratadas. Envejecidas y oxidadas en centésimas de segundo. 
    En suma: se habían vuelto amarillas, exactamente igual que 
    amarillea el lino con el paso del tiempo. El resto de las 
    fibras, sin embargo, conservaba la frescura y el color más 
    claro, propios de un lino no envejecido artificialmente. Lo que 
    los ojos aprecian en la Síndone, por tanto, no es otra cosa que 
    un cambio de tonalidad en las referidas fibras superficiales.
    
    
    
    Asombroso, sí... 
    «Algo» singular y 
    desconocido deshidrató superficialmente el lino, provocando la 
    formación de la imagen.
    
    La 
    imagen del Hombre muerto tiene su origen en un singular mecanismo 
    de envejecimiento. Alguien o algo aceleró la descomposición del 
    lino. Y
    
    lo 
    hizo de forma infinitesimal. En 1989, el referido doctor Jackson
    
    lo 
    anunció en París: 
    
    «...existe 
    una evidencia científica a favor de que el cuerpo desapareció 
    misteriosamente con una emisión ultravioleta de muy corta 
    duración».
    
    Yo 
    voy más allá y sospecho que esa desaparición del cadáver fue una 
    manipulación del tiempo. «Alguien» abrevió el proceso de descomposición 
    de los restos mortales y lo redujo a centésimas de segundo. Y en 
    ese inexplicable proceso (inexplicable para la ciencia actual) surgió 
    la imagen del Hombre muerto. Ese inexplicable proceso, justamente, 
    fue el que alteró las fibras más superficiales del lino, 
    envejeciéndolas. 
    Ningún 
    falsificador medieval hubiera podido deshidratar el lino 
    superficialmente.
    «Alguien», en mi 
    opinión, manipuló el tiempo, haciendo desaparecer el cadáver en 
    centésimas de segundo.
    
    
    Quizá, algún día, esta hipótesis de trabajo pueda ser demostrada 
    en el laboratorio...
    
    De 
    lo que no cabe la menor duda es de que un falsificador medieval 
    no habría tenido posibilidad de deshidratar dos o tres fibras 
    superficiales de la Sábana Santa, manteniendo el resto en su 
    estado natural. Para ello, como mínimo, habría necesitado de un 
    microscopio. ¿Un microscopio entre los años 1260 y 1390? Que yo 
    sepa, el invento del microscopio fue atribuido al holandés 
    Zacharias Jansen, óptico de Middelburg, en 1590. Para otros se 
    descubrió en 1610... 
    
    
    Monedas en los ojos 
    Y 
    fueron estos mismos capitanes de las Fuerzas Aéreas 
    norteamericanas, 
    Jumper 
    y 
    
    Jackson, 
    quienes descubrieron la primera pista de un hallazgo que me 
    atrevo a calificar de definitivo y que fija la fecha de 
    aparición de la imagen del Hombre muerto. Sucedió mientras 
    trabajaban con la referida tridimensionalidad. De pronto 
    aparecieron dos círculos. 
    
    ¿Se 
    trataba de monedas? Ésa, justamente, era la costumbre judía. Las 
    monedas o trozos de arcilla, colocados sobre los párpados, han 
    sido descubiertos en numerosos enterramientos. 
    
    
    Las 
    ampliaciones fotográficas no dejaron lugar a
    
    la 
    duda: eran círculos (el del ojo derecho, mucho más nítido). Y en 
    1979, el padre Francis L. Filas (jesuita) aseguró que eran 
    monedas. El momento culminante se produce cuando un especialista 
    en numismática -Michael Marx, de Chicago- identifica cuatro 
    letras, «en corona», alrededor de la curva de un 
    
    lituus 
    o 
    bastón de astrólogo. Las letras -UCAI- eran idénticas a las que 
    presentan los leptones, unas pequeñas monedas de bronce de dos 
    gramos de peso y quince milímetros de diámetro. Unas monedas acuñadas 
    por Poncio en la provincia romana de la 
    Judea 
    entre los años 29 y 32.
    Los expertos en 
    numimástica certificaron el hallazgo de Filas.
    
    
    UCAI forma parte de la leyenda TIBERlOU CAISARIS, es decir, «DE 
    TIBERlO CÉSAR» 
    , el emperador que gobernaba en el año 30, fecha de la muerte de 
    Jesús de Nazaret. 
    
    Ahí 
    estaba el dato definitivo: la Sábana Santa fue utilizada en el 
    siglo 
    
    I 
    para 
    envolver el cadáver de un Hombre ajusticiado al que le cerraron 
    los párpados según el ritual judío. 
    Y
    
    
    me pregunto nuevamente: ¿cómo sabía el falsificador medieval que 
    Jesús de Nazaret murió en el año 30 de nuestra era? La fecha de 
    la crucifixión
    
    
    (el
    
    
    7 de abril del citado año 30) fue establecida por exégetas e historiadores 
    en el siglo xx... 
    El leptón 
    colocado sobre uno de los ojos fue acuñado por Poncio.
    
    ¿Se equivocó el C14? Está claro que sí, aunque el error -quién 
    sabe- pudo ser involuntario. Y me explico. Los científicos de Oxford, 
    Zurich y Arizona dataron el lino entre los citados años 1260 y 
    1390 sin tener en cuenta lo que ya he mencionado: es más que probable 
    que el misterioso fenómeno 
    que provocó la imagen «rejuveneciera», al mismo tiempo, la 
    totalidad o buena parte de la tela. Esa energía -o lo que fuera- 
    multiplicó los índices de C14 y distorsionó 
    la datación. En este caso, el experimento por carbono 14 no 
    tendría ninguna validez. 
    Sobre los ojos 
    del Hombre de la Síndone fueron descubiertas sendas monedas.
     
    Mucho más de lo 
    que imaginamos
    La pasión, según la 
    ciencia
    4
    <  La agonía 
    se prolongó durante hora y media.
    
      
    Resulta evidente. La ciencia ha dicho sí a 
    
    la autenticidad de la Sábana Santa antes de que se produjeran 
    los análisis por C14. Para el que lo quiera ver, el lienzo sí es 
    del siglo I. En cuanto a la formación de la imagen del Hombre muerto, 
    he aquí la clave del enigma. Algo que no ha sido despejado, por 
    el momento... 
    
    Pero hay más. Ese «algo» o «alguien» que modificó el tiempo, 
    envejeciendo el lino, nos regaló también una «fotografía» única. 
    Una «fotografía» que recuerda el horror padecido por aquel Hombre 
    y que desmonta, una vez más, el veredicto del C14. 
    
    Permítame que me asome a esa increíble «fotografía». Lo que vamos 
    a conternplar 
    es mucho más de lo que asegura la tradición. Mucho más de lo que 
    imaginamos... 
    
    
    Getsemaní 
    
    Cercana la medianoche del jueves al viernes, aquel Hombre se retiró 
    a lo más profundo del olivar. Y una intensa angustia -quién sabe 
    si miedo-
    
    lo 
    clavó a tierra. El fortísimo estrés terminaría provocando un 
    fenómeno singular: la hematidrosis, un sudor sanguíneo que cubrió 
    parte de su piel y que empezó a debilitarlo. Los capilares se rompen 
    y la sangre empapa rostro, manos, pies, axilas, cuello, etc. La 
    deshidratación está en marcha... 
    
    
    Casa de Anás 
    Y
    
    al 
    estudiar el rostro de la Síndone, los médicos descubren otro detalle 
    aterrador. Durante el interrogatorio en la casa de Anás, ex sumo 
    sacerdote, Jesús no recibió una bofetada, como reza la tradición, 
    sino un violento bastonazo, propinado por uno de los criados. El 
    esbirro, según las investigaciones, se hallaba a la derecha del 
    Maestro 
    
    y
    
    utilizó 
    la mano izquierda. Los judíos, como es sabido, escribían de derecha 
    a izquierda, y ejercían, por tanto, un mayor control sobre la 
    referida mano izquierda. El palo, de unos cinco centímetros de 
    diámetro, hundió la nariz y provocó un gran hematoma en el pómulo 
    derecho. Así quedó reflejado en
    
    la 
    «fotografía» de la Sábana Santa.
    Jesús no recibió 
    una bofetada.
     
    El esbirro de 
    Anás lo golpeó con un palo.
    
    
    Pero lo peor estaba por llegar... 
    
    
    Fortaleza Antonia 
    Y 
    al examinar las imágenes frontal y dorsal, patólogos y forenses 
    palidecieron. Aquel Hombre había sido azotado brutalmente. Algunos 
    expertos han contado 120 golpes. Otros creen que recibió más de 
    doscientos. Golpes secos, potentísimos, que afectaron, incluso, 
    a los testículos y al coxis. Golpes lanzados por dos verdugos, 
    con látigos rematados en las puntas de las correas por bolas de 
    plomo y astrágalos de carnero. Golpes diabólicamente estudiados 
    que no afectaron la zona del corazón, evitando así la muerte prematura 
    del reo. Golpes salvajes que desgarraron piel y tejidos, que 
    provocaron una copiosa hemorragia y, con toda probabilidad, varios 
    desvanecimientos. La debilidad se intensifica. La infección se 
    generaliza. Aparece la fiebre. Escalofríos. Riesgo de ángor o 
    angina de pecho. 
    Réplica de uno de 
    los látigos utilizado en la flagelación del Hombre de la Síndone.
     
    Bolas de plomo 
    remataban cada látigo. Al caer desgarraban el tejido.
    
    El 
    «mapa» de la flagelación que podemos contemplar en la imagen de 
    la Síndone no precisa de mayores comentarios. El dolor tuvo que 
    ser paroxístico. Los médicos, sencillamente, no entienden cómo 
    sobrevivió. 
    
    En 
    el patio de esa misma fortaleza
    
    
    Antonia, cuartel general romano en Jerusalén durante la Pascua 
    judía, tiene lugar otro suceso no menos doloroso y humillante:
    la mal llamada coronación de espinas. Y digo bien: mal llamada 
    porque, a la vista de lo que aparece en la Sábana Santa, aquel 
    Hombre no recibió una corona, sino un casco de espinas, 
    fabricado con
    
    
    Poterium spinosum, 
    una 
    zarza muy abundante en Palestina; un matorral armado con púas 
    rectas 
    y 
    en 
    forma de «pico de loro» de hasta seis centímetros de 
    longitud. 
     
     
     
    
    Y
    
    el 
    «yelmo» fue encajado sin piedad en la cabeza del Hombre, afectando 
    así a nuca, cuero cabelludo y frente. La hemorragia es importante. 
    Nueva debilitación general. Las marcas en la Síndone son elocuentes. 
    El dolor, en una región tan vascularizada, fue intensísimo.
    
    
    Y
    
    no 
    tengo más remedio que regresar sobre el asunto del C14. ¿Cómo pudo 
    saber el falsificador medieval que aquel Hombre fue coronado con 
    un «casco»? La tradición pictórica no dice eso. Y hablando de 
    tradición pictórica, ¿desde cuándo en la Edad Media se pintaba a 
    los crucificados con una «cola de caballo»? Eso, en definitiva, 
    es lo que vemos en la imagen dorsal: el Hombre muerto presenta una 
    larga trenza, tal y como recoge la tradición judía sobre el 
    peinado. A un supuesto falsificador, naturalmente, no se le 
    habría ocurrido «crear» una imagen que fuera contra las 
    costumbres.
    El Hombre de la 
    Sábana fue coronado con un «casco» de espinas. Algo mucho más 
    doloroso que una corona.
    El «casco» de 
    espinas provocó una intensa hemorragia.
    Algunas de las 
    púas del «casco» alcanzaban seis centímetros de longitud.
    Región dorsal de 
    la imagen. En el círculo, las huellas de sangre en la nuca y 
    cuero cabelludo.
    El hombre de la 
    Sábana cargó un solo madero. No se trataba de una cruz completa.
    
    
    Camino del Calvario 
    
    Y el martirio prosigue... 
    
    Maltrecho, debilitado 
    y
    
    
    febril, el reo se ve obligado a cargar sobre los hombros el madero 
    transversal de la cruz: el patibulum,
    
    
    Un tronco áspero y agresivo de unos treinta 
    
    y
    
    
    cinco o cuarenta kilos de peso. Un madero que presiona el casco 
    de espinas 
    y
    
    
    provoca nuevas lesiones. La hemorragia continúa. También la deshidratación
    
    y
    
    
    la fiebre. El corazón avisa. 
    
    El Hombre es amarrado con una cuerda que, a su vez, tras rodear 
    el tobillo derecho, lo vincula a los dos terroristas (zelotas) 
    que lo acompañan hasta el
    
    
    lugar de ejecución. Y en esos quinientos o seiscientos metros, 
    la tortura de las caídas, los violentos impactos del rostro contra 
    las piedras, las rodillas destrozadas, los dientes quebrados y 
    los mechones de la barba arrancados por los soldados, al intentar 
    levantarlo. La imagen de la Sábana Santa es fría y certera. 
    Hombros y omóplatos, a pesar de la túnica que los protegía, 
    resultaron excoriados. La «fotografía» es implacable. 
    
    Las manos sujetas 
    al patibulum hicieron más dolorosas las caídas.
    
    En las rodillas, talón y nariz, la investigadora María Gracia 
    Siliato encontró muestras de aragonito, uno de los componentes 
    de la tierra de Jerusalén. Las caídas, en efecto, aparecen reflejadas 
    en
    
    
    la Síndone. 
    Y
    
    
    vuelvo a preguntarme:
    ¿se trasladó el falsificador de los siglos XIII o XIV a Jerusalén para tomar granos de aragonito y depositarlos 
    en las referidas zonas de la imagen? ¿Cómo sabía que aquel 
    Hombre cargó un 
    
    patibulum? 
    
    La tradición pictórica muestra a un 
    
    Jesús con
    
    
    la cruz completa (una tradición errónea). 
    
    El C14, efectivamente, es una solemne tornadura de pelo...
    
    
    
    Gólgota 
    
    Según los médicos, algo falló al ser crucificado. El hallazgo 
    resultó estremecedor. Al parecer, el largo clavo de hierro de 
    unos veinte o veinticinco centímetros de longitud, utilizado 
    para clavar la muñeca derecha, tropezó con un nudo. Y fue 
    retirado 
    y
    
    
    martilleado de nuevo. Y
    
    
    el Hombre de la Sábana fue atravesado -no por las palmas de las 
    manos, sino por las muñecas- bien por el llamado «espacio de 
    Destot» o por la articulación radio cubital inferior. El primer 
    médico que se percató de este importante «detalle» fue el 
    francés Pierre Barbet. Examinó las fotografías de Enrie (1931) y 
    probó con cadáveres. Al perforar las manos, el peso del cuerpo 
    las desgarraba. 
    
    No 
    ocurría lo mismo si los clavos penetraban por las muñecas. Y los 
    médicos quedaron desconcertados, una vez más... 
    Clavo similar al 
    utilizado en la crucifixión: sección cuadrada y entre 20 y 25 cm 
    de longitud.
    Las crucifixiones 
    fueron prohibidas en el siglo IV. ¿Cómo pudo recordar los 
    detalles un falsificador del siglo XIII o XIV?
    
    ¿Por 
    qué la Síndone no se ajusta a lo descrito por la tradición? Jesús 
    de Nazaret 
    siempre ha sido pintado o esculpido con los clavos en mitad de 
    las palmas de las manos. ¿Qué clase de falsario tenía estos 
    conocimientos anatómicos si las crucifixiones fueron prohibidas 
    por Constantino en el año 336 de nuestra era? ¿Cómo pudo recordarlo 
    mil años después? 
    
    ¿Y 
    qué decir de las manos de «cuatro dedos» (sin pulgares) que presenta 
    la imagen 
    del Hombre muerto? Según la medicina, la ausencia de esos dedos 
    es lógica. Al herir el nervio mediano con los clavos de las muñecas, 
    se registra la inmediata y permanente flexión de los referidos 
    dedos pulgares. Por eso no aparecen en la Sábana Santa. El falsificador 
    medieval, obviamente, no podía
    
    
    saberlo. En 1968, en 
    
    Jerusalén, 
    el profesor Haas, de la Universidad Hebrea, hacía un descubrimiento 
    que ratificaba lo indicado en la imagen sindónica. 
    
    En aquella oportunidad fue hallado el esqueleto de un tal 
    Jehohanan, crucificado por los romanos en la gran revuelta del 
    año 70 de nuestra era. Pues bien, ante la sorpresa general, se 
    demostró que el judío había sido crucificado con clavos y, 
    justamente, por donde señala la imagen de la Sábana: por las 
    muñecas, entre los huesos del radio y el cúbito (el primero de 
    estos huesos presentaba una importante rozadura o deformación, 
    provocada, sin duda, por la intensa fricción contra el clavo al 
    tratar de incorporarse una y otra vez para tomar aire). La 
    arqueología demostraba que la figura del Hombre muerto es 
    correcta, con detalles anatómicos imposibles de falsificar en la 
    Edad Media.
    
 
    El Hombre de la 
    Síndone fue clavado por las muñecas.
    La tradición 
    pictórica y escultórica está equivocada. Al clavar el cuerpo por 
    las palmas, éstas se hubieran desgarrado.
    En las manos de 
    la Sábana Santa no se distinguen los pulgares. Otro signo de 
    autenticidad.
      
    Con el tercer clavo -según los médicos- no hubo problemas. Entró 
    limpiamente y cosió ambos pies al madero vertical. Y la pierna 
    izquierda permaneció flexionada. Así aparece en la Sábana Santa, 
    como consecuencia del rigor mortis. Pero, en la 
    antigüedad, los que observaron la imagen de la Síndone, al 
    descubrir que una pierna parece más corta que la otra, 
    consideraron que Jesús de Nazaret era cojo. En la imagen del 
    Hombre muerto, el talón izquierdo se encuentra más alto que la 
    marca dejada por el derecho. Y durante 
    
    
    siglos -como consecuencia de este error al interpretar la figura-, 
    los pantocrátor medievales mostraron a Jesús con una pierna más 
    corta que la otra. 
    
    Basándose 
    en este supuesto defecto físico, el Talmud babilónico (siglo IV), 
    refiriéndose a «Balaam» (Jesús de 
    Nazaret), 
    lo califica de «cojo». ¿De dónde pudo extraer este alias el texto 
    judío? Únicamente de la imagen de la Sábana Santa. Que yo sepa, 
    no existe ningún otro documento o testimonio que haga referencia 
    a dicha cojera. 
    
    También 
    las cruces del rito ortodoxo recuerdan este viejo y erróneo 
    concepto sobre un Jesús «cojo». Muchas de ellas, como las que 
    rematan los tronos de los zares o las cúpulas del Kremlin, han 
    sido dotadas de un tercer palo -en la parte inferior y sensiblemente 
    inclinado- como señal de respeto ante la referida y supuesta 
    cojera del Maestro.
    Las diferentes 
    direcciones de los reguerillos de sangre indican las posiciones 
    del cuerpo en la cruz, obligado por la creciente asfixia.
    El tercer clavo 
    entró limpiamente, cosiendo los pies a la madera.
    En la imagen 
    superior, huella completa de la planta del pie, tal y como se 
    aprecia en la Síndone. Imagen inferior: zona de salida del 
    clavo.
    
    
    Muerte por asfixia 
    Y
    
    el 
    final se acerca... 
    
    El 
    suplicio alcanza entonces (15 horas) unos límites difíciles de 
    imaginar. El reo necesita respirar. Para ello sólo dispone de un 
    sistema: apoyarse en el clavo que taladra los pies y alzarse a 
    pulso -milímetro a milímetro- con la ayuda de los clavos que perforan 
    las muñecas. 
    
    Los 
    médicos enmudecen... 
    
    Los 
    dolores no pueden ser descritos con palabras. 
    
    El 
    Hombre consigue capturar una bocanada de aire y cae violentamente. 
    Al girar las muñecas, la sangre cambia de dirección y surge un 
    segundo reguerillo. La imagen de la Síndone es certera. En 
    cuanto al falsificador medieval, sencillamente, «genial»...
    
    El 
    corazón bombea desesperadamente y alcanza las 180 pulsaciones 
    por minuto. Y a la vez, calambres en brazos, tórax, hombros y 
    piernas. La tetanización lo va consumiendo. 
    
    A 
    los diez o doce minutos de iniciada la crucifixión, pérdida de 
    conocimiento. Pero el Hombre se recupera.
     
    
    Nueva 
    lucha por obtener un poco de oxígeno. La tetania, finalmente, 
    gana la batalla: las piernas quedan inutilizadas. Ahora sólo 
    puede alzarse con el auxilio de los clavos de las muñecas y los 
    músculos de los hombros. 
    
    
    Jadeos desesperados. 
    
    La 
    asfixia lo abraza. Piel y labios se tornan azules. El cataclismo 
    es generalizado. 
    
    
    Finalmente, el corazón se rompe. 
    
    La 
    agonía se ha prolongado durante hora y media. Noventa minutos 
    eternos... 
    
    Los 
    médicos, perplejos, siguen mudos. 
    
    
    La lanzada 
    
    Pero el espanto y la humillación no han concluido. Uno de los 
    soldados alancea el costado derecho del crucificado. 
    No 
    responde. Los médicos exploran la imagen de la Sindone y se muestran 
    de acuerdo: al recibir la lanzada, el Hombre ya estaba muerto. Por 
    eso los márgenes de la herida (de 4,4 x 1,4 centímetros) no 
    aparecen hinchados. La forma elíptica se debe a los rebordes o 
    aletas del extremo del hierro («lancia»).
    Lanzada. El 
    Hombre ya estaba muerto.
    
    Los 
    expertos llegan a otra conclusión: la lanza resbaló por encima 
    de la sexta costilla, atravesó pulmón y corazón y abrió la aurícula 
    derecha. Era el «golpe de gracia». Una forma de asegurar que el 
    reo no fingiera la muerte. 
    
    « ...Y 
    manó sangre 
    
    y 
    agua.»
    
    
    
    Sangre de la vena cava superior y agua o líquido seroso del pulmón.
    
    
    Y
    
    
    pregunto de nuevo: ¿cómo sabía el falsificador medieval que en 
    una persona recién fallecida se acumulan entre doce y catorce centímetros 
    cúbicos de sangre en la aurícula derecha? 
    
    
    Después, en el descendimiento o en el traslado al sepulcro, por 
    efecto de la gravedad, la vena cava inferior se vació igualmente. 
    
    
    Y
    
    ese 
    reguero se observa también en la cintura (parte dorsal) del Hombre 
    muerto.
    Imagen de la 
    lanzada. De haber estado vivo, los márgenes de la herida 
    aparecerían hinchados.
    El hierro resbaló 
    por encima de la sexta costilla.
    En el 
    descendimiento, o en el traslado al sepulcro, la sangre se vació 
    de la vena cava inferior. ¿Cómo pudo tenerlo en cuenta el 
    falsificador medieval?
    
    Un 
    «genio» medieval 
    
    A la vista de lo expuesto podemos concluir: el referido 
    falsificador de los siglos XIII o XIV era un «genio». Veamos por 
    qué: 
    
    • «Fabricó» una imagen en negativo, adelantándose a su época. 
    Los ingleses Prince y Picknett afirman que fue Leonardo da Vinci 
    quien elaboró en realidad esta imagen, «autofotografiándose». 
    Estos «genios» británicos no saben que Leonardo nació en el año 
    1452. Es decir, un año antes de que la Sábana Santa fuera cedida 
    a la casa de Saboya (22 de marzo de 1453). Da Vinci era un 
    genio, es cierto, pero pretender que inventara la fotografía con 
    un solo año es demasiado... 
    
    • Sin microscopio alguno consiguió detectar y seleccionar varias 
    decenas de pólenes que, para colmo, se habían extinguido en el 
    siglo 
    1.
    
    
    Viajó a Israel, Turquía, etcétera, y tras hallarlos, los 
    depositó en la urdimbre de la tela. 
    
    • En plena Edad Media elabora una imagen que encierra una 
    información tridimensional. 
    
    • En un alarde «tecnológico», el falsario deshidrata dos o tres 
    fibras superficiales, de las doscientas que integran cada hilo, 
    e introduce algodón entre el lino, adelantándose también al 
    cultivo de esta planta en Europa. 
    
    • De forma mágica para su época, obtiene una figura que sólo ha 
    podido formarse ortogonalmente, es decir, por proyección 
    vertical. 
    
    • Se adelanta a los descubrimientos de exégetas e historiadores 
    del siglo 
    
    xx: 
    
    y coloca sobre los ojos del Hombre muerto sendas monedas 
    acuñadas por Poncio. Ha sido ahora cuando se ha establecido la 
    fecha de la muerte de Jesús (año 30 de nuestra era).
    
    • 
    En contra de la tradición pictórica, el falsario perfora las muñecas 
    del Hombre muerto y le encaja un «casco» de espinas. Sabe, además, 
    que el crucificado padeció tetania y así lo refleja en los músculos 
    del tórax. 
    
    •
    No 
    satisfecho con todo lo anterior, el «genio» medieval se preocupa 
    de dejar constancia en el lienzo de la presencia de sangre 
    venosa y arterial (descubrimiento registrado en 1593). 
    
    
    • Y
    
    el 
    «genio», según los laboratorios de Zurich, Oxford y Arizona, va 
    mucho más allá, ya que deja restos de albúmina de suero (así 
    aparece en los perfiles de las marcas de flagelación). Lo malo 
    es que dicha albúmina sólo es visible con la ayuda de luz 
    ultravioleta. ¿Para qué seguir...? 
     
    Clonar a Dios
    Algo más que 
    ficción...
    5
    <  ¿Qué 
    sucedería si alguien lograse clonar o duplicar el cuerpo de 
    Jesús de Nazaret?
    
      Y
    
    
    llegamos a una de las preguntas clave: ¿quién es el Hombre muerto? 
    ¿Se trata, como indican todos los indicios, de Jesús de 
    Nazaret?
    
    
    
    En este sentido, los expertos en cálculo de probabilidad matemática 
    han sido rotundos. 
    
    
    Para José Luis Carreño, la probabilidad de que el Hombre de la 
    Sábana Santa no fuera el Maestro es de una contra cinco mil trillones. 
    Otros, como el profesor
    
    
    Zeuli, lo «reducen» a doscientos veinticinco millones. En otras 
    palabras: la misma probabilidad que tiene una piedra de 
    convertirse en pájaro 
    y 
    
    salir volando. 
    
      
    
    
    Stevenson y Habernas -más prudentes- 
    
    calculan esa posibilidad 
    en una contra ochenta y tres millones. Exactamente: una contra 
    82944000, algo tan difícil como cubrir la distancia Nueva York-San 
    Francisco con tres líneas paralelas de billetes de un dólar y conseguir 
    que un ciego acierte -a la primera- con uno previamente marcado.
    
    
    ¿Difícil? Yo diría 
    que casi imposible... Para mí está claro desde hace tiempo: la 
    imagen de la Sábana Santa es la de Jesús de
    Nazaret. Un 
    Jesús torturado y crucificado. 
     
    
    Para mí, un 
    Hombre-Dios... 
    
    La amenaza 
    Y ahí surge un 
    nuevo problema. Una amenaza que, de cumplirse, desataría los demonios 
    de esta atormentada raza humana. Si la sangre que presenta la 
    Sábana Santa de Turín es la del Maestro, ¿estaremos algún día en 
    condiciones de clonarlo? ¿Podríamos clonar a un Dios? 
    
    
    Para algunos científicos, 
    esa posibilidad es pura ficción. La sangre de la Síndone es humana 
    -eso está demostrado- pero, dicen, es una sangre sin células 
    vivas. Científicamente es inviable. Nunca se podrá 
    clonar al 
    Hombre de la Síndone. Al menos, partiendo de los restos 
    sanguinolentos que han quedado en el lino. Para otros no está 
    tan claro. Hoy, efectivamente, la ciencia no dispone de la tecnología 
    necesaria para llevar a cabo el proceso. Pero ¿lo conseguirá en 
    un futuro no demasiado lejano? Personalmente estoy convencido de 
    ello... 
    
    En 1998, el ya 
    citado profesor Garza Valdés, de la Universidad de Texas (EE.UU.), 
    presentó en Roma los resultados de sus investigaciones sobre la 
    Síndone. Pues bien, entre otras novedades, Leoncio Garza anunció 
    la donación molecular de tres genes de
    la sangre 
    contenida en la Síndone. Y
    afirmó. «Fui 
    el primero que tuve el honor de donar genes de la sangre de 
    Cristo.» 
    
    En estos momentos, 
    según mis cálculos, hay una decena de científicos que tienen en 
    su poder muestras de la sangre de la Sábana Santa (sin contar la 
    existente en el lienzo) . En principio, todos son honrados, 
    pero... 
    
    Y usted se 
    preguntará: ¿qué sucedería si alguien lograse clonar o duplicar 
    el cuerpo de Jesús de Nazaret? ¿Estaríamos realmente ante el 
    Maestro? ¿Sería la Segunda Venida, como pretenden algunos locos 
    e insensatos? 
    
    Suponiendo, como 
    digo, que la ciencia disponga algún día de los medios para 
    
    clonar 
    el cuerpo del Hijo del Hombre, parece claro que el material 
    genético de ese «doble» no estaría completo. En consecuencia, el 
    «nuevo» Jesús sería defectuoso. Quizá, altamente defectuoso...
    
    La Sábana Santa 
    ya ha sufrido tres incendios. ¿Casualidad? En mi opinión, 
    alguien trata de destruirla o cambiarla.
    
    Y, 
    por supuesto, no tendría nada que ver con la inteligencia, la 
    personalidad 
    
    y 
    la 
    divinidad del Maestro. 
    
    En 
    suma, podríamos crear un monstruo de circo, susceptible -he ahí 
    el gran peligro- de convertirse en un negocio, en un reclamo o 
    en una herramienta «multiuso». Un simple ejemplo: ¿imagina usted 
    un doble del Galileo al servicio de una secta destructiva? ¿Qué 
    sucedería si alguien consigue clonar el cuerpo del Maestro
    
    
    y 
    
    educarlo en la maldad químicamente pura? 
    
    
    Tres incendios sospechosos 
    Y 
    desde numerosos puntos del planeta se han alzado voces de alerta: 
    «¡Atención! ¡Alguien podría destruir la Sábana Santa!» 
    
    
    Yo 
    voy más allá y entiendo que ya lo han intentado. Primero en 
    1532, en el mencionado incendio de Chambéry, 
    en Francia. Los calvinistas, al parecer, provocaron el pavoroso 
    fuego. Y la urna con la Síndone fue rescatada en el último 
    momento... 
    Marcas producidas 
    por el incendio de 1532 (en Chambéry).
    
    En 
    octubre de 1972 se registró un suceso que casi ha sido olvidado: 
    unos desconocidos treparon por el techo del Palacio Real (anexo 
    a la catedral) e irrumpieron en la capilla de la Síndone. 
    Trataron de prender fuego a la Sábana. El lienzo se salvó 
    gracias al amianto que protegía el altar. 
    
    
    Veinticinco años después (en la madrugada del 11 al 12 de abril 
    de 1997), tuvo lugar otro incendio -¡qué casualidad! - que se 
    inició en la cúpula de la citada Capilla Real o de la Síndone. 
    Por fortuna, la Sábana había sido removida en febrero de 1993 y 
    trasladada a la parte trasera del coro, con el fin de evitar que 
    sufriera daños durante las obras de restauración de la referida 
    cúpula, obra maestra del barroco italiano. De haber permanecido 
    en el emplazamiento original, la urna con seguridad habría sido 
    calcinada. Y con ella, la imagen del Hombre muerto... 
    
    ¿Cómo 
    reaccionaria el mundo cristiano ante la aparición de un «doble» 
    del Maestro?
    Reconstrucción 
    del rostro del Hombre que aparece en la Sábana Santa de Turín.
    
    
    Mario Trematore fue el bombero que consiguió extraer el relicario 
    de plata. Para ello tuvo que golpear los metacrilatos blindados 
    -de 39 milímetros cada uno- con la ayuda de una hacha. En total, 
    más de cien golpes. La urna fue sacada de la catedral de San Juan 
    Bautista a las 1.36 horas. Doscientos bomberos de Turín y otras 
    localidades próximas siguieron luchando con las llamas hasta las 
    4.30 de esa madrugada. La cúpula y la capilla resultaron gravemente 
    dañadas. Hasta el momento nadie ha aclarado 
    las causas del siniestro... 
    
    A 
    esto hay que sumar la formidable campaña de desprestigio sufrida 
    por la Síndone en 1988, con los resultados del C14. Parece como 
    si la imagen del Hombre muerto fuera una grave amenaza. La 
    cuestión es para quién...
    
    
    Restauración 
    
    del lienzo 
    en
    
    
    2002 
    
    En los meses de junio y julio de 2002 se procedió a la 
    «restauración» de la Sábana Santa de Turín. Un equipo especializado, 
    dirigido por la suiza Flury Lemberg, retiró la treintena de 
    parches triangulares que habían sido cosidos por las monjas clarisas 
    de Chambéry (Francia), a raíz del incendio de 1532. El trabajo 
    de las religiosas finalizó en 1534. También fue eliminada la no 
    menos célebre «tela de Holanda», cosida en la misma época, y que 
    servía como forro o protección posterior. Los expertos han efectuado 
    una minuciosa revisión del lienzo, en especial de los cosidos, y 
    han guardado e inventariado el polvo recogido en dichas piezas. 
    La intención de los especialistas es mantener la Sábana Santa 
    extendida, evitando los pliegues. Aprovechando la circunstancia, 
    se han fotografiado ambas caras de la tela, y se han sometido 
    las superficies a un proceso de digitalización de la imagen, 
    entre otros experimentos que se darán a conocer en su momento.
    Punto final
    «Un as en la manga 
    de Dios»
    
    11 de septiembre. 
    Museo de la Sábana Santa. Turín. Eran cerca de las tres de la 
    tarde. Habíamos terminado de rodar y nos disponíamos a almorzar. 
    Tommie Ferreras, operador de cámara de «Planeta encantado», recibe 
    una inesperada llamada de su mujer. Se encuentra muy nerviosa. 
    Anuncia que las torres gemelas de Nueva York han sufrido un atentado 
    suicida. Mal asunto. Las dificultades en los aeropuertos, los 
    traslados de los equipos, visados y permisos de rodaje..., se iban 
    a multiplicar. Temí lo peor. Fue el único momento. Lo reconozco. 
    Peligraba la continuidad de «Planeta encantado». Y me acerqué a 
    Él y le pedí una señal...
    
 
 Cuadernos de campo
 
 Publicados por primera vez
 
 
 A lo largo de treinta años de investigación por todo el mundo, J. J. Benítez 
 ha reunido un centenar de cuadernos de campo. Unos textos íntimos -él 
 prefiere llamados «cuadernos casi secretos», en los que refleja el día a día 
 de viajes, investigaciones, éxitos y fracasos.
 
 Jamás se habían publicado. Con «Planeta encantado» salen al fin a la luz. 
 Una vez más, las imágenes hablan por sí solas...
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