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miércoles, 6 de mayo de 2015

La caza de las brujas






Imágenes:


©


Iván Benítez

Un siglo de
investigación
Todos coinciden:
inexplicable
3
<  La
Sábana recibió polen de Jerusalén hace dos mil años.

Repasemos algunas de esas


investigaciones científicas. La contundencia de las mismas no precisa
de mayores comentarios.


El primer «encuentro» de la ciencia con la Sábana Santa -al
menos, el primero conocido- tuvo lugar en la primavera de 1898.
Todo sucedió por aparente casualidad, como siempre...


Con motivo de la boda de Víctor Manuel III, futuro rey de Italia,
se organizan varios actos oficiales. Uno reúne piezas de extraordinario
valor en una exposición de arte sacro. Dicha magna exposición está
a cargo de Secondo Pía, un abogado turinés de cuarenta y tres
años, pintor y aficionado a un arte que acaba de empezar:


la
fotografía. Otro de los acontecimient
os consiste en una ostensión
de la Síndone. La apertura se registra el 25 de mayo del


referido 1898. Tendrá una duración de ocho días. Sec
ondo
Pía comprende que se trata de una ocasión única y solicita fotografiar
la imagen del Hombre muerto. Se produce una inicial oposición al
proyecto de Pía. ¿Comerciar con la imagen de Dios?





Secondo Pía,
primer fotógrafo de la Sábana Santa.


El
futuro rey, finalmente, acepta. Pero el

fotógrafo
fracasa en un primer intento, por problemas de iluminación y
ubicación de la Síndone, colgada en el oscuro altar mayor de la
catedral. El 28 de mayo, tras veinte minutos de exposición, Sec
ondo
Pía consigue su objetivo. Ya medianoche, al revelar los enormes
negativos, el fotógrafo se queda perplejo. Dichos negativos, en
realidad
,
son el positivo de la imagen. Al descubrir la increíble figura,
la placa de oxalato de plata casi resbala entre los dedos de Pía.
Son las primeras fotos de la Sindone
.
Pía comunica el «hallazgo» y la ciencia se moviliza. Y


el
mundo contempla, por primera vez, el verdadero rostro del Hombre
muerto.
Cámara utilizada
por Secondo Pía en mayo de 1898.

En el negativo de
Secondo Pía apareció el verdadero rostro del Hombre muerto.
Y
uno se pregunta: ¿había fotógrafos en la Edad Media? Por supuesto
que no. La fotografía fue inventada en el siglo XIX. Estas fotografías,
como digo, inquietan a los científicos. Y dos de ellos inician
una serie de experimentos. Son Yves Delage, profesor de anatomía
comparada en la Universidad de la Sorbona, y Paul


J
oseph
Vignon, biólogo y ayudante de Delage. Estudian las fotos de Sec
ondo
Pía e intentan reproducir la imagen del Hombre muerto. Lo hacen
con pintura de aceite y acuarela. Es inútil; las copias son un
desastre.
  
Las copias
obtenidas por los científicos son un desastre. No guardan
relación con la belleza y serenidad del rostro de la Síndone.

El

21
de abril de 1902, Delage se presenta ante la Academia de Ciencias
de Francia y expone sus experimentos. A pesar de su agnosticismo,
afirma que el «hombre del Sudario es Cristo». La Academia se niega
a publicar sus declaraciones y experiencias.

Vignon
toma el relevo y prosigue las investigaciones. Nace así la teoría
de la «vaporigrafía»: la imagen se habría formado por la reacción
química producida por la sangre, el sudor


y
las especias aromáticas utilizadas en el sepulcro. La urea provocó
un vapor de amoníaco y éste, a su vez, ocasionó las manchas que
forman la imagen.
Copia de la
estatua de Mattei, actualmente en el Museo de la Sábana Santa,
en Turín.

La
teoría ha sido rechazada por la comunidad científica.


Algodón entre las fibras

El

2
de mayo de 1931, y durante veinte días, se celebra una nueva
exposición (ostensión) de la Sindone
.
Es la boda del príncipe Humberto de Piedmont. Giuseppe Enrie,
fotógrafo profesional, repite la aventura de Secondo Pía. Las
fotos de Enrie darían la vuelta al mundo por su gran calidad. La
negatividad de la imagen del Hombre muerto queda ratificada.

Treinta
y ocho años más tarde (1969), la ciencia interviene de nuevo.
Los días 16 y 17 de junio, una comisión formada por diez hombres
y una mujer se acerca al lienzo y lo examina con tanta timidez
como prudencia. Las órdenes del cardenal Pellegrino son
tajantes: prohibido tocar la Sindone.

Judica-Cordiglia
hace fotos en color. Todos coinciden: la conservación del lino
es inexplicable...


En
1973, finalmente, la ciencia puede tocar la Sábana Santa. Se
extraen algunos hilillos y Max Frei, director del laboratorio
científico de la policía suiza de

Neuchatel,
coloca cintas adhesivas sobre la or
la
del tejido.


Es
la primera vez que los científicos ratifican las sospechas de
Vignon
:
la imagen no es pintura. Allí no hay tintes ni pigmentación.
Tampoco observan direccionalidad. De ser una pintura habría
quedado la inevitable dirección del trazo de la mano del
artista.


¿Qué es entonces?
  
En 1973, los
científicos confirman las sospechas de Vignon: en la Síndone no
hay pintura. Ray Rogers (izquierda) y Max Frei tomaron muestras
de la tela.

El tejido al
microscopio. Entre los hilos aparecen fibras de algodón.

Los
microscopios ofrecen una respuesta: la imagen del Hombre muerto
sólo afecta a las fibras más superficiales del lino. El
descubrimiento deja nuevamente perple
jos
a los científicos. Y


la
teoría de la «vaporigraña» se derrumba. Los vapores amoniacales
que partieron del cadáver



-según Vignon- tendrían que haber entrado por la totalidad de la
urdimbre. La realidad no dice eso...



Pero hay más. Una de las fibras extraída de la Sábana Santa en
aquel histórico noviembre de 1973 fue confiada al profesor Raes,
director del laboratorio de Tecnología Textil de Meulemeester,
de la Universidad de Gante (Bélgica). El microscopio, una vez
más, reveló algo sorprendente: entre el lino hay fibras de
algodón. Concretamente, del tipo


Herbaceum,

una
planta conocida y cultivada en Oriente Medio en el siglo I. Y se
desata otra polémica: ¿
cómo
es posible? El algodón no fue introducido en Europa hasta bien
entrado el siglo


xv.

Como
se recordará, Colón y Hernán Cortés quedaron sorprendidos al ver
comerciar a los indios americanos con ovillas de algodón.


Y



surge una inevitable cuestión: ¿cómo se las ingenió el falsificador
de los siglos XIII o XIV para introducir algodón entre las
fibras de lino cuando aquella planta no existía aún en el Viejo
Continente?
Los
conquistadores españoles vieron comerciar a los indios con
ovillos de algodón. ¿Cómo se las ingenió el supuesto fasificador
de los siglos XIII o XIV para introducir algodón en la Síndone?


Max Frei

El
23 de noviembre de 1973 entra en acción un hombre que, en mi opinión,
fue vital: Max Frei, experto en Criminalística y profesor de la
Universidad de Zurich. Como ya he dicho, Max tiene acceso a la
Síndone. Coloca papel adhesivo sobre la tela y se lleva al laboratorio
parte del polvo existente sobre una de las orlas. Examina dicho
polvillo a través del microscopio electrónico y descubre toda
suerte de hongos, esporas y



polen. La idea de Frei era clara: tratar de reconstruir el itinerario
seguido por la Síndone a lo largo de su historia y, justamente,
con la ayuda del polen de las plantas. ¿Había estado en Israel?
El polen era un elemento esencial para averiguarlo...


Max
consigue identificar doce especies, todas europeas. Y


al
poco surge la sorpresa: allí está

el



linum mucronatum,

el
polen de una planta exclusiva de Turquía. Después llegaron otras
nueve especies, también de Anatolia. Max Frei se traslada a Israel
y verifica que uno de los pólenes existente en la Síndone -no
registrado en los textos académicos- corresponde a una planta
que sólo crece en Palestina: la «assueda». Ya no hay duda. La Sábana
Santa estuvo en Israel. Le siguen otras especies, todas ellas propias
de Tierra Santa. Max comprueba que son plantas que desaparecieron
hace dos mil años

y
cuyos pólenes han quedado sepultados en el fango del mar Muerto
y en los estratos sedimentarios del lago Tiberíades. Son ejemplares
halófitos, hoy extinguidos, cuyos pólenes fueron arrastrados por
los vientos y quedaron anclados en la urdimbre de la tela. Es la
única explicación.


El polen
descubierto por Max Frei demuestra que la Sábana Santa estuvo en
Israel en el siglo I.


En
total, Max Frei encuentra en la Sábana Santa más de medio
centenar de tipos de polen de una flora que existió, y que
existe, en Israel, Edesa, Constantinopla, Francia e Italia,
entre otros lugares. Es decir, los parajes por los que peregrinó
el lienzo. Algo que ya sabíamos por la historia...



Y
vuelvo a preguntarme
:
s
i
la Sábana Santa recibió el polen de plantas de Israel hace dos
mil años, ¿cómo se las arregló el falsificador medieval para obtener
un polen ya extinguido? Es más: ¿cómo se las ingenió para seleccionarlos
si el microscopio no estaba inventado?



Lago Tiberíades.


Los
hallazgos de Max Frei fueron determinantes. La presencia del
polen en la Sindone debería haber sido más que suficiente para
silenciar a cuantos niegan la autenticidad del



lienzo. Pero el C14 siguió eclipsando estos decisivos descubrimientos
científicos. Tampoco era de extrañar, al tratarse de la supuesta
imagen de Jesús de Nazaret. Si la Síndone hubiera contenido la
figura de
Napoleón
o Ramsés Il, el enigma se habría zanjado rápidamente...




Pero las sorpresas continuaron
...


¡Y


de
qué forma!


Mar Muerto.


El polen
encontrado por Frei en el mar Muerto ratifica la presencia de la
Síndone en Jerusalén hace dos mil años.

Las
copias: un desastre

La
ciencia, naturalmente, lo intentó. Era fácil, -dijeron-
.
Era muy simple la reproducción de una imagen como la que aparece
en la Sábana Santa. Y emplearon toda clase de procedimientos:
pinturas, soluciones acuosas, calcos sobre cadáveres e
impresiones al fuego. Los resultados, como es fácil apreciar en
la imagen, son decepcionantes. Ninguna de las copias presenta la
belleza, la serenidad y la perfección del Hombre muerto.


Y



vuelvo a preguntarme y a preguntar a los escépticos: ¿cómo se
las ingenió el supuesto falsificador de los siglos XIII o XIV
para obtener una figura tan precisa y delicada? ¿Disponía quizá
de una tecnología más avanzada que la del siglo XX? La razón
dice que no. En consecuencia, algo falla en el carbono 14...
Los científicos
fracasaron al copiar la imagen de la Sábana Santa.

   
A la izquierda,
imagen original, tal y como aparece en el Lino. A la derecha, el
positivo de dicha imagen.


También en 1973 se llegó a otras no menos interesantes
conclusiones. En la Síndone, por ejemplo, no hay un solo indicio
de putrefacción. ¿Cómo era posible?

Ray
Rogers, del laboratorio nacional de Los Álamos, en Estados
Unidos, fue más allá: si la imagen era el resultado de la
aplicación a la tela de moléculas orgánicas -bien de origen natural
o artíficial-, ¿cómo explicar que el intenso calor generado por
el incendio de Chambéry no hubiera modificado su color? Incluso
las zonas que estuvieron en contacto con las gotas de plata fundida
conservan la misma tonalidad y densidad que el resto...


De
haber sido una falsificación, esas regiones aparecerían
claramente alteradas


o


descoloridas.

Y


llegó
otro gran momento...

El


proyecto
«STURP»

La
ciencia, tenaz, dio un paso más: el llamado proyecto STURP (Investigación
de la Sábana Santa de Turín). Octubre de 1978. Un nutrido grupo
de científicos consigue aproximarse al lienzo. Muchos pertenecen
a la NASA. Previamente habían estudiado la imagen, merced a las
fotografías de Enrie. Pero era preciso tocar el lino. Era vital
que la tecnología más depurada consiguiera bucear en la urdimbre
de la Síndone.


Y


así
fue. Y, una vez más, los resultados impresionaron a los
expertos.

Científicos del
proyecto STURP analizando la cara posterior de la tela. De
izquierda a derecha: Riggi, Jackson, Jumper y Miller.


Entre 1978 y 1982, el equipo del STURP llevó a cabo veintisiete
publicaciones en revistas científicas tan prestigiosas como

X
-Ray
Spectrometry, Applied Optics


y


Analytica Chimica



Acta.


Veamos, muy por encima
,
algunos de estos asombrosos hallazgos:

En
la imagen del Hombre muerto se observan numerosos coágulos,
manchas y reguerillos de sangre. Pues bien, nadie ha logrado
explicar por qué esos coágulos aparecen intactos y con los
bordes perfectamente definidos. Si aceptan la hipótesis del robo
del cadáver, dichas manchas tendrían que haber sufrido las
lógicas roturas y desflecados.


Científicos como Heller, Adler y Baima Bollone llegan a una
conclusión: la sangre es humana. Las pruebas de «microespectrometría»
revelan que allí hubo hemoglobina. Y he dicho bien: la «hubo».
Alguna causa desconocida anuló o desnaturalizó los elementos que
caracterizan la sangre, pero dejó las manchas. Al introducir un
escáner entre el lienzo y el forro cosido por las monjas
clarisas de Cham
béry,
se observa que la sangre había penetrado también en el reverso
del lienzo, algo ignorado hasta esos momentos. Y en las
fotografías tomadas por Pellicori y Miller (fluorescencia
ultravioleta) surge otro desconcertante hallazgo: unos perfiles
fluorescentes que ponen de manifiesto la presencia de la
albúmina del suero sanguíneo. Y las ana
líticas
y pruebas hematoscópicas demuestran, además, que la sangre es
del grupo AB, muy común entre los judíos. Hay sangre venosa y
arterial, perfectamente diferenciadas.


Y

el
veredicto del carbono


14

queda
de nuevo en ridículo.
La sangre de la
Síndone es humana.

Octubre de 1978.
Un camión con instrumental científico llega al Palacio del
Renacimiento, en Turín.

¿Qué
falsificador de los siglos XIII o XIV tenía la capacidad para
aislar y distinguir el grupo AB? En esa época, nada se sabía de
la albúmina del suero sanguíneo o de la sangre venosa y arterial.
Como se recordará, fue mucho después -en el siglo XVI­



cuando el español Miguel Servet descubrió la circulación pulmonar
de la sangre.


Se
sabía que la imagen del Hombre muerto no contenía rastro alguno
de pintura. Aun así, los expertos del proyecto STURP quisieron
cerciorarse.


Y


buscaron posibles pigmentos o restos orgánicos. Negativo. El
aparato de rayos


X

que
investigó sobre la Síndone no halló manchas o restos de origen
orgánico o inorgánico.


Y

la
Síndone fue sometida al ataque de los más variados y potentes
reactivos químicos. Las muestras no sufrieron alteración.
Aquello era asombroso...


Sangre venosa y
arterial. ¿Cómo lo sabía el falsificador medieval?


La sangre de la
Síndone es AB, un grupo muy común entre los judíos.



Tampoco el agua la desestabilizó, tal y como había ocurrido a
raíz del incendio de Cham
béry,
en 1532.


El
falsificador medieval, efectivamente, fue un «genio»...



De sorpresa en sorpresa


Fueron los entonces capitanes Jackson y

Jumper
(pertenecientes al STURP) quienes descubrieron otra increíble
singularidad de la Sábana Santa. Al detectar dicha anomalía
-según sus propias palabras -
,
sus esquemas mentales


y


religiosos (no eran católicos) se vinieron definitivamente
abajo. Al examinar la figura con el VP-8, una compleja computadora
utilizada por la

NASA
para el análisis de las fotografías recibidas del planeta Marte,
los científicos comprobaron que la imagen del Hombre muerto era
tridimensional.



¿Una imagen tridimensional en una supuesta falsificación medieval?


Enésima sorpresa:
la imagen es tridimensional.


Al
contrario de lo que ocurre con una fotografía normal y corriente,
la imagen del Hombre muerto conserva una información «subterránea»,
sólo detectable con los ordenadores. La imagen del Hombre muerto
no es plana, como sucede con las fotos habituales. En aquel
caso, la intensidad luminosa de cada punto es diferente,
dependiendo de la distancia del cuerpo al lienzo.

 

El
descubrimiento fue tan asombroso que los capitanes de la USAF
repitieron el experimento una


y


otra vez, utilizando, incluso, voluntarios envueltos en sábanas.
Y

el
microdensímetro escandidor


y

el
VP-8, la computadora utilizada para la recepción


y


recomposición de los millones de dígitos, arrojaron siempre el
mismo resultado: las zonas del lienzo que tocaban el cadáver -la
nariz, por ejemplo- disfrutaban de una luminosidad superior a
las que se hallaban más alejadas del cuerpo.



¿Qué falsificador de la Edad Media estaba capacitado para crear
una imagen que escondiera el fenómeno de la tridimensionalidad?
Nadie, en su sano juicio, puede admitir algo semejante.




En el aire

Y
Jackson y
Jumper
fueron a descubrir algo más; otro singular «detalle» en esta
desconcertante caja de sorpresas. Al examinar las espaldas del
Hombre muerto comprobaron que los músculos dorsales



y


deltoides aparecían extrañamente abombados. Lo lógico es que se
hubieran presentado totalmente aplastados, como consecuencia de
la presión del cuerpo sobre la losa del sepulcro.



Esto llevó a los científicos a la siguiente deducción: durante
el proceso de formación de la imagen, el cadáver tuvo que
permanecer inmóvil e ingrávido. Es decir,


i
en
el aire!


Todo un «detalle»
que no fue contemplado

por
el más que supuesto falsificador de los siglos XIII o XIV.


Al principio, los
científicos pensaron en una radiación que partió del cadáver...



La formación de la imagen

Y


llegam
os
a uno de los puntos clave: ¿cómo pudo formarse la imagen del Hombre
muerto?


Al
explorar los hilos de la Síndone, los expertos quedaron desconcertados
por enésima vez. ¿Cómo era posible que sólo dos o tres, de las doscientas
fibras que integran cada hilo, estuvieran chamuscadas?


i
Dos
o tres y las más superficiales! ¡Sólo dos o tres fibras eran las
responsables de la formación de la imagen!


El
hallazgo, como digo, dejó perplejos a los científicos. Esto sólo
podía significar una cosa: la imagen del Hombre muerto se había
formado por una radiación que partió del interior del cuerpo.
Una radiación desconocida, intensa y brevísima que, según todos
los indicios, chamuscó superficialmente el lino. Una radiación
que se propagó verticalmente (sólo la proyección vertical
provoca una imagen de esta naturaleza). Una radiación -según


J
ackson­


ultracorta (quizá rayos UV o X): la única explicación para la alta
definición de la imagen. Una radiación cuyos fotones podrían
haber degradado la celulosa y amarilleado esa parte del lino. Al
examinar las fibras con el microscopio de contraste de fases,
los científicos, efectivamente, se percataron de algo muy sutil:
las hebras, en realidad, no estaban quemadas, sino
deshidratadas. Envejecidas y oxidadas en centésimas de segundo.
En suma: se habían vuelto amarillas, exactamente igual que
amarillea el lino con el paso del tiempo. El resto de las
fibras, sin embargo, conservaba la frescura y el color más
claro, propios de un lino no envejecido artificialmente. Lo que
los ojos aprecian en la Síndone, por tanto, no es otra cosa que
un cambio de tonalidad en las referidas fibras superficiales.



Asombroso, sí...



«Algo» singular y
desconocido deshidrató superficialmente el lino, provocando la
formación de la imagen.


La
imagen del Hombre muerto tiene su origen en un singular mecanismo
de envejecimiento. Alguien o algo aceleró la descomposición del
lino. Y


lo
hizo de forma infinitesimal. En 1989, el referido doctor Jackson


lo
anunció en París:


«...
existe
una evidencia científica a favor de que el cuerpo desapareció
misteriosamente con una emisión ultravioleta de muy corta
duración».


Yo
voy más allá y sospecho que esa desaparición del cadáver fue una
manipulación del tiempo. «Alguien» abrevió el proceso de descomposición
de los restos mortales y lo redujo a centésimas de segundo. Y en
ese inexplicable proceso (inexplicable para la ciencia actual) surgió
la imagen del Hombre muerto. Ese inexplicable proceso, justamente,
fue el que alteró las fibras más superficiales del lino,
envejeciéndolas.


Ningún
falsificador medieval hubiera podido deshidratar el lino
superficialmente.

  

«Alguien», en mi
opinión, manipuló el tiempo, haciendo desaparecer el cadáver en
centésimas de segundo.



Quizá, algún día, esta hipótesis de trabajo pueda ser demostrada
en el laboratorio...


De
lo que no cabe la menor duda es de que un falsificador medieval
no habría tenido posibilidad de deshidratar dos o tres fibras
superficiales de la Sábana Santa, manteniendo el resto en su
estado natural. Para ello, como mínimo, habría necesitado de un
microscopio. ¿Un microscopio entre los años 1260 y 1390? Que yo
sepa, el invento del microscopio fue atribuido al holandés
Zacharias Jansen, óptico de Middelburg, en 1590. Para otros se
descubrió en 1610...



Monedas en los ojos

Y
fueron estos mismos capitanes de las Fuerzas Aéreas
norteamericanas,

Jumper
y


J
ackson,
quienes descubrieron la primera pista de un hallazgo que me
atrevo a calificar de definitivo y que fija la fecha de
aparición de la imagen del Hombre muerto. Sucedió mientras
trabajaban con la referida tridimensionalidad. De pronto
aparecieron dos círculos.

¿Se
trataba de monedas? Ésa, justamente, era la costumbre judía. Las
monedas o trozos de arcilla, colocados sobre los párpados, han
sido descubiertos en numerosos enterramientos.



Las
ampliaciones fotográficas no dejaron lugar a


la
duda: eran círculos (el del ojo derecho, mucho más nítido). Y en
1979, el padre Francis L. Filas (jesuita) aseguró que eran
monedas. El momento culminante se produce cuando un especialista
en numismática -Michael Marx, de Chicago- identifica cuatro
letras, «en corona», alrededor de la curva de un


lituus

o
bastón de astrólogo. Las letras -UCAI- eran idénticas a las que
presentan los leptones, unas pequeñas monedas de bronce de dos
gramos de peso y quince milímetros de diámetro. Unas monedas acuñadas
por Poncio en la provincia romana de la

Judea
entre los años 29 y 32.


Los expertos en
numimástica certificaron el hallazgo de Filas.



UCAI forma parte de la leyenda TIBERlOU CAISARIS, es decir, «DE
TIBERlO CÉSA

, el emperador que gobernaba en el año 30, fecha de la muerte de
Jesús de Nazaret.


Ahí
estaba el dato definitivo: la Sábana Santa fue utilizada en el
siglo


I

para
envolver el cadáver de un Hombre ajusticiado al que le cerraron
los párpados según el ritual judío.
Y


me pregunto nuevamente: ¿cómo sabía el falsificador medieval que
Jesús de Nazaret murió en el año 30 de nuestra era? La fecha de
la crucifixión



(el



7 de abril del citado año 30) fue establecida por exégetas e historiadores
en el siglo xx...
El leptón
colocado sobre uno de los ojos fue acuñado por Poncio.

¿Se equivocó el C14? Está claro que sí, aunque el error -quién
sabe- pudo ser involuntario. Y me explico. Los científicos de Oxford,
Zurich y Arizona dataron el lino entre los citados años 1260 y
1390 sin tener en cuenta lo que ya he mencionado: es más que probable
que el misterioso fenóm
eno
que provocó la imagen «rejuveneciera», al mismo tiempo, la
totalidad o buena parte de la tela. Esa energía -o lo que fuera-
multiplicó los índices de C14 y d
istorsionó
la datación. En este caso, el experimento por carbono 14 no
tendría ninguna validez.
Sobre los ojos
del Hombre de la Síndone fueron descubiertas sendas monedas.
 
Mucho más de lo
que imaginamos
La pasión, según la
ciencia
4
<  La agonía
se prolongó durante hora y media.

  
Resulta evidente. La ciencia ha dicho sí a


la autenticidad de la Sábana Santa antes de que se produjeran
los análisis por C14. Para el que lo quiera ver, el lienzo sí es
del siglo I. En cuanto a la formación de la imagen del Hombre muerto,
he aquí la clave del enigma. Algo que no ha sido despejado, por
el momento...

Pero hay más. Ese «algo» o «alguien» que modificó el tiempo,
envejeciendo el lino, nos regaló también una «fotografía» úni
ca.
Una «fotografía» que recuerda el horror padecido por aquel Hombre
y que desmonta, una vez más, el veredicto del C14.

Permítame que me asome a esa increíble «fotografía». Lo que vamos
a contern
plar
es mucho más de lo que asegura la tradición. Mucho más de lo que
imaginamos...


Getsemaní


Cercana la medianoche del jueves al viernes, aquel Hombre se retiró
a lo más profundo del olivar. Y una intensa angustia -quién sabe
si miedo
-

lo
clavó a tierra. El fortísimo estrés terminaría provocando un
fenómeno singular: la hematidrosis, un sudor sanguíneo que cubrió
parte de su piel y que empezó a debilitarlo. Los capilares se rompen
y la sangre empapa rostro, manos, pies, axilas, cuello, etc. La
deshidratación está en marcha...


Casa de Anás

Y

al
estudiar el rostro de la Síndone, los médicos descubren otro detalle
aterrador. Durante el interrogatorio en la casa de Anás, ex sumo
sacerdote, Jesús no recibió una bofetada, como reza la tradición,
sino un violento bastonazo, propinado por uno de los criados. El
esbirro, según las investigaciones, se hallaba a la derecha del
Maestro


y


utilizó
la mano izquierda. Los judíos, como es sabido, escribían de derecha
a izquierda, y ejercían, por tanto, un mayor control sobre la
referida mano izquierda. El palo, de unos cinco centímetros de
diámetro, hundió la nariz y provocó un gran hematoma en el pómulo
derecho. Así quedó reflejado en


la
«fotografía» de la Sábana Santa.
Jesús no recibió
una bofetada.
 
El esbirro de
Anás lo golpeó con un palo.


Pero lo peor estaba por llegar...


Fortaleza Antonia

Y
al examinar las imágenes frontal y dorsal, patólogos y forenses
palidecieron. Aquel Hombre había sido azotado brutalmente. Algunos
expertos han contado 120 golpes. Otros creen que recibió más de
doscientos. Golpes secos, potentísimos, que afectaron, incluso,
a los testículos y al coxis. Golpes lanzados por dos verdugos,
con látigos rematados en las puntas de las correas por bolas de
plomo y astrágalos de carnero. Golpes diabólicamente estudiados
que no afectaron la zona del corazón, evitando así la muerte prematura
del reo. Golpes salvajes que desgarraron piel y tejidos, que
provocaron una copiosa hemorragia y, con toda probabilidad, varios
desvanecimientos. La debilidad se intensifica. La infección se
generaliza. Aparece la fiebre. Escalofríos. Riesgo de ángor o
angina de pecho.
Réplica de uno de
los látigos utilizado en la flagelación del Hombre de la Síndone.
 
Bolas de plomo
remataban cada látigo. Al caer desgarraban el tejido.

El
«mapa» de la flagelación que podemos contemplar en la imagen de
la Síndone no precisa de mayores comentarios. El dolor tuvo que
ser paroxístico. Los médicos, sencillamente, no entienden cómo
sobrevivió.


En
el patio de esa misma fortaleza



Antonia, cuartel general romano en Jerusalén durante la Pascua
judía, tiene lugar otro suceso no menos doloroso y humillante:
la mal llamada coronación de espinas. Y digo bien: mal llamada
porque, a la vista de lo que aparece en la Sábana Santa, aquel
Hombre no recibió una corona, sino un casco de espinas,
fabricado con


Poterium spinosum,

una
zarza muy abundante en Palestina; un matorral armado con púas
rectas

y
en
forma de «pico de loro» de hasta seis centímetros de
longitud.
 
 
 

Y


el
«yelmo» fue encajado sin piedad en la cabeza del Hombre, afectando
así a nuca, cuero cabelludo y frente. La hemorragia es importante.
Nueva debilitación general. Las marcas en la Síndone son elocuentes.
El dolor, en una región tan vascularizada, fue intensísimo.


Y


no
tengo más remedio que regresar sobre el asunto del C14. ¿Cómo pudo
saber el falsificador medieval que aquel Hombre fue coronado con
un «casco»? La tradición pictórica no dice eso. Y hablando de
tradición pictórica, ¿desde cuándo en la Edad Media se pintaba a
los crucificados con una «cola de caballo»? Eso, en definitiva,
es lo que vemos en la imagen dorsal: el Hombre muerto presenta una
larga trenza, tal y como recoge la tradición judía sobre el
peinado. A un supuesto falsificador, naturalmente, no se le
habría ocurrido «crear» una imagen que fuera contra las
costumbres.


El Hombre de la
Sábana fue coronado con un «casco» de espinas. Algo mucho más
doloroso que una corona.


El «casco» de
espinas provocó una intensa hemorragia.


Algunas de las
púas del «casco» alcanzaban seis centímetros de longitud.


Región dorsal de
la imagen. En el círculo, las huellas de sangre en la nuca y
cuero cabelludo.



El hombre de la
Sábana cargó un solo madero. No se trataba de una cruz completa.



Camino del Calvario


Y el martirio prosigue...

Maltrecho, debilitado

y


febril, el reo se ve obligado a cargar sobre los hombros el madero
transversal de la cruz: el p
atibulum,


Un tronco áspero y agresivo de unos treinta


y


cinco o cuarenta kilos de peso. Un madero que presiona el casco
de espinas

y


provoca nuevas lesiones. La hemorragia continúa. También la deshidratación

y


la fiebre. El corazón avisa.

El Hombre es amarrado con una cuerda que, a su vez, tras rodear
el tobillo derecho, lo vincula a los dos terroristas (zelotas)
que lo acompañan hasta el



lugar de ejecución. Y en esos quinientos o seiscientos metros,
la tortura de las caídas, los violentos impactos del rostro contra
las piedras, las rodillas destrozadas, los dientes quebrados y
los mechones de la barba arrancados por los soldados, al intentar
levantarlo. La imagen de la Sábana Santa es fría y certera.
Hombros y omóplatos, a pesar de la túnica que los protegía,
resultaron excoriados. La «fotografía» es implacable.



Las manos sujetas
al patibulum hicieron más dolorosas las caídas.

En las rodillas, talón y nariz, la investigadora María Gracia
Siliato encontró muestras de aragonito, uno de los componentes
de la tierra de Jerusalén. Las caídas, en efecto, aparecen reflejadas
en



la Síndone.

Y


vuelvo a preguntarme
:
¿
se trasladó el falsificador de los siglos XIII o XIV a Jerusalén para tomar granos de aragonito y depositarlos
en las referidas zonas de la imagen? ¿Cómo sabía que aquel
Hombre cargó un


patibulum?


La tradición pictórica muestra a un


J
esús con


la cruz completa (una tradición errónea).

El C14, efectivamente, es una solemne tornadura de pelo...



Gólgota


Según los médicos, algo falló al ser crucificado. El hallazgo
resultó estremecedor. Al parecer, el largo clavo de hierro de
unos veinte o veinticinco centímetros de longitud, utilizado
para clavar la muñeca derecha, tropezó con un nudo. Y fue
retirado

y


martilleado de nuevo. Y



el Hombre de la Sábana fue atravesado -no por las palmas de las
manos, sino por las muñecas- bien por el llamado «espacio de
Destot» o por la articulación radio cubital inferior. El primer
médico que se percató de este importante «detalle» fue el
francés Pierre Barbet. Examinó las fotografías de Enrie (1931) y
probó con cadáveres. Al perforar las manos, el peso del cuerpo
las desgarraba.


N
o
ocurría lo mismo si los clavos penetraban por las muñecas. Y los
médicos quedaron desconcertados, una vez más...


Clavo similar al
utilizado en la crucifixión: sección cuadrada y entre 20 y 25 cm
de longitud.



Las crucifixiones
fueron prohibidas en el siglo IV. ¿Cómo pudo recordar los
detalles un falsificador del siglo XIII o XIV?


¿Por
qué la Síndone no se ajusta a lo descrito por la tradición? Jesús
de
Nazaret
siempre ha sido pintado o esculpido con los clavos en mitad de
las palmas de las manos. ¿Qué clase de falsario tenía estos
conocimientos anatómicos si las crucifixiones fueron prohibidas
por Constantino en el año 336 de nuestra era? ¿Cómo pudo recordarlo
mil años después?


¿Y
qué decir de las manos de «cuatro dedos» (sin pulgares) que presenta
la ima
gen
del Hombre muerto? Según la medicina, la ausencia de esos dedos
es lógica. Al herir el nervio mediano con los clavos de las muñecas,
se registra la inmediata y permanente flexión de los referidos
dedos pulgares. Por eso no aparecen en la Sábana Santa. El falsificador
medieval, obviamente, no podía



saberlo. En 1968, en


J
erusalén,
el profesor Haas, de la Universidad Hebrea, hacía un descubrimiento
que ratificaba lo indicado en la imagen sindónica.


En aquella oportunidad fue hallado el esqueleto de un tal
Jehohanan, crucificado por los romanos en la gran revuelta del
año 70 de nuestra era. Pues bien, ante la sorpresa general, se
demostró que el judío había sido crucificado con clavos y,
justamente, por donde señala la imagen de la Sábana: por las
muñecas, entre los huesos del radio y el cúbito (el primero de
estos huesos presentaba una importante rozadura o deformación,
provocada, sin duda, por la intensa fricción contra el clavo al
tratar de incorporarse una y otra vez para tomar aire). La
arqueología demostraba que la figura del Hombre muerto es
correcta, con detalles anatómicos imposibles de falsificar en la
Edad Media.


El Hombre de la
Síndone fue clavado por las muñecas.


La tradición
pictórica y escultórica está equivocada. Al clavar el cuerpo por
las palmas, éstas se hubieran desgarrado.


En las manos de
la Sábana Santa no se distinguen los pulgares. Otro signo de
autenticidad.
 
Con el tercer clavo -según los médicos- no hubo problemas. Entró
limpiamente y cosió ambos pies al madero vertical. Y la pierna
izquierda permaneció flexionada. Así aparece en la Sábana Santa,
como consecuencia del rigor mortis. Pero, en la
antigüedad, los que observaron la imagen de la Síndone, al
descubrir que una pierna parece más corta que la otra,
consideraron que Jesús de Nazaret era cojo. En la imagen del
Hombre muerto, el talón izquierdo se encuentra más alto que la
marca dejada por el derecho. Y durante



siglos -como consecuencia de este error al interpretar la figura-,
los pantocrátor medievales mostraron a Jesús con una pierna más
corta que la otra.

Basándose
en este supuesto defecto físico, el Talmud babilónico (siglo IV),
refi
riéndose a «Balaam» (Jesús de
Nazaret),
lo califica de «cojo». ¿De dónde pudo extraer este alias el texto
judío? Únicamente de la imagen de la Sábana Santa. Que yo sepa,
no existe ningún otro documento o testimonio que haga referencia
a dicha cojera.


También
las cruces del rito ortodoxo recuerdan este viejo y erróneo
concepto sobre un Jesús «cojo». Muchas de ellas, como las que
rematan los tronos de los zares o las cúpulas del Kremlin, han
sido dotadas de un tercer palo -en la parte inferior y sensiblemente
inclinado- como señal de respeto ante la referida y supuesta
cojera del Maestro.



Las diferentes
direcciones de los reguerillos de sangre indican las posiciones
del cuerpo en la cruz, obligado por la creciente asfixia.


El tercer clavo
entró limpiamente, cosiendo los pies a la madera.


En la imagen
superior, huella completa de la planta del pie, tal y como se
aprecia en la Síndone. Imagen inferior: zona de salida del
clavo.



Muerte por asfixia

Y

el
final se acerca...

El
suplicio alcanza entonces (15 horas) unos límites difíciles de
imaginar. El reo necesita respirar. Para ello sólo dispone de un
sistema: apoyarse en el clavo que taladra los pies y alzarse a
pulso -milímetro a milímetro- con la ayuda de los clavos que perforan
las muñecas.

Los
médicos enmudecen...

Los
dolores no pueden ser descritos con palabras.


El
Hombre consigue capturar una bocanada de aire y cae violentamente.
Al girar las muñecas, la sangre cambia de dirección y surge un
segundo reguerillo. La imagen de la Síndone es certera. En
cuanto al falsificador medieval, sencillamente, «genial»...


El
corazón bombea desesperadamente y alcanza las 180 pulsaciones
por minuto. Y a la vez, calambres en brazos, tórax, hombros y
piernas. La tetanización lo va consumiendo.


A
los diez o doce minutos de iniciada la crucifixión, pérdida de
conocimiento. Pero el Hombre se recupera.
 

Nueva
lucha por obtener un poco de oxígeno. La tetania, finalmente,
gana la batalla: las piernas quedan inutilizadas. Ahora sólo
puede alzarse con el auxilio de los clavos de las muñecas y los
músculos de los hombros.


Jadeos desesperados.

La
asfixia lo abraza. Piel y labios se tornan azules. El cataclismo
es generalizado.


Finalmente, el corazón se rompe.

La
agonía se ha prolongado durante hora y media. Noventa minutos
eternos...

Los
médicos, perplejos, siguen mudos.


La lanzada


Pero el espanto y la humillación no han concluido. Uno de los
soldados alancea el costado derecho del crucificado.

No
responde. Los médicos exploran la imagen de la Sindone y se muestran
de acuerdo: al recibir la lanzada, el Hombre ya estaba muerto. Por
eso los márgenes de la herida (de 4,4 x 1,4 centímetros) no
aparecen hinchados. La forma elíptica se debe a los rebordes o
aletas del extremo del hierro (
«lancia»).
Lanzada. El
Hombre ya estaba muerto.

Los
expertos llegan a otra conclusión: la lanza resbaló por encima
de la sexta costilla, atravesó pulmón y corazón y abrió la aurícula
derecha. Era el «golpe de gracia». Una forma de asegurar que el
reo no fingiera la muerte.

« .
..Y
manó sangre


y

agua.»


Sangre de la vena cava superior y agua o líquido seroso del pulmón.

Y


pregunto de nuevo: ¿cómo sabía el falsificador medieval que en
una persona recién fallecida se acumulan entre doce y catorce centímetros
cúbicos de sangre en la aurícula derecha?


Después, en el descendimiento o en el traslado al sepulcro, por
efecto de la gravedad, la vena cava inferior se vació igualmente
.


Y


ese
reguero se observa también en la cintura (parte dorsal) del Hombre
muerto.


Imagen de la
lanzada. De haber estado vivo, los márgenes de la herida
aparecerían hinchados.


El hierro resbaló
por encima de la sexta costilla.


En el
descendimiento, o en el traslado al sepulcro, la sangre se vació
de la vena cava inferior. ¿Cómo pudo tenerlo en cuenta el
falsificador medieval?

Un
«genio» medieval

A la vista de lo expuesto podemos concluir: el referido
falsificador de los siglos XIII o XIV era un «genio». Veamos por
qué:


• «Fabricó» una imagen en negativo, adelantándose a su época.
Los ingleses Prince y Picknett afirman que fue Leonardo da Vinci
quien elaboró en realidad esta imagen, «autofotografiándose».
Estos «genios» británicos no saben que Leonardo nació en el año
1452. Es decir, un año antes de que la Sábana Santa fuera cedida
a la casa de Saboya (22 de marzo de 1453). Da Vinci era un
genio, es cierto, pero pretender que inventara la fotografía con
un solo año es demasiado...


• Sin microscopio alguno consiguió detectar y seleccionar varias
decenas de pólenes que, para colmo, se habían extinguido en el
siglo

1.


Viajó a Israel, Turquía, etcétera, y tras hallarlos, los
depositó en la urdimbre de la tela.


• En plena Edad Media elabora una imagen que encierra una
información tridimensional.


• En un alarde «tecnológico», el falsario deshidrata dos o tres
fibras superficiales, de las doscientas que integran cada hilo,
e introduce algodón entre el lino, adelantándose también al
cultivo de esta planta en Europa.


• De forma mágica para su época, obtiene una figura que sólo ha
podido formarse ortogonalmente, es decir, por proyección
vertical.


• Se adelanta a los descubrimientos de exégetas e historiadores
del siglo


xx:


y coloca sobre los ojos del Hombre muerto sendas monedas
acuñadas por Poncio. Ha sido ahora cuando se ha establecido la
fecha de la muerte de Jesús (año 30 de nuestra era
).


En contra de la tradición pictórica, el falsario perfora las muñecas
del Hombre muerto y le encaja un «casco» de espinas. Sabe, además,
que el crucificado padeció tetania y así lo refleja en los músculos
del tórax.


No
satisfecho con todo lo anterior, el «genio» medieval se preocupa
de dejar constancia en el lienzo de la presencia de sangre
venosa y arterial (descubrimiento registrado en 1593).


• Y

el
«genio», según los laboratorios de Zurich, Oxford y Arizona, va
mucho más allá, ya que deja restos de albúmina de suero (así
aparece en los perfiles de las marcas de flagelación). Lo malo
es que dicha albúmina sólo es visible con la ayuda de luz
ultravioleta. ¿Para qué seguir...?
 
 
Clonar a Dios
Algo más que
ficción...
5
<  ¿Qué
sucedería si alguien lograse clonar o duplicar el cuerpo de
Jesús de Nazaret?

  Y


llegamos a una de las preguntas clave: ¿quién es el Hombre muerto?
¿Se trata, como indican todos los indicios, de Jesús de

Nazaret?



En este sentido, los expertos en cálculo de probabilidad matemática
han sido rotundos.



Para José Luis Carreño, la probabilidad de que el Hombre de la
Sábana Santa no fuera el Maestro es de una contra cinco mil trillones.
Otros, como el profesor



Zeuli, lo «reducen» a doscientos veinticinco millones. En otras
palabras: la misma probabilidad que tiene una piedra de
convertirse en pájaro

y


salir volando.

  


Stevenson y Habernas -más prudentes-


calculan esa posibilidad
en una contra ochenta y tres millones. Exactamente: una contra
82944000, algo tan difícil como cubrir la distancia Nueva York-San
Francisco con tres líneas paralelas de billetes de un dólar y conseguir
que un ciego acierte -a la primera- con uno previamente marcado.

¿Difícil? Yo diría
que casi imposible... Para mí está claro desde hace tiempo: la
imagen de la Sábana Santa es la de Jesús de

Nazaret. Un
Jesús torturado y crucificado.
 

Para mí, un
Hombre-Dios...

La amenaza
Y ahí surge un
nuevo problema. Una amenaza que, de cumplirse, desataría los demonios
de esta atormentada raza humana. Si la sangre que presenta la
Sábana Santa de Turín es la del Maestro, ¿estaremos algún día en
condiciones de clonarlo? ¿Podríamos clonar a un Dios?


Para algunos científicos,
esa posibilidad es pura ficción. La sangre de la Síndone es humana
-eso está demostrado- pero, dicen, es una sangre sin células
vivas. Científicamente es inviable. Nunca se podrá

clonar al
Hombre de la Síndone. Al menos, partiendo de los restos
sanguinolentos que han quedado en el lino. Para otros no está
tan claro. Hoy, efectivamente, la ciencia no dispone de la tecnología
necesaria para llevar a cabo el proceso. Pero ¿lo conseguirá en
un futuro no demasiado lejano? Personalmente estoy convencido de
ello...

En 1998, el ya
citado profesor Garza Valdés, de la Universidad de Texas (EE
.UU.),
presentó en Roma los resultados de sus investigaciones sobre la
Síndone. Pues bien, entre otras novedades, Leoncio Garza anunció
la donación molecular de tres genes de

la sangre
contenida en la Síndone. Y

afirmó. «Fui
el primero que tuve el honor de donar genes de la sangre de
Cristo.»

En estos momentos,
según mis cálculos, hay una decena de científicos que tienen en
su poder muestras de la sangre de la Sábana Santa (sin contar la
existente en el lienzo) . En principio, todos son honrados,
pero...

Y usted se
preguntará: ¿qué sucedería si alguien lograse clonar o duplicar
el cuerpo de Jesús de Nazaret? ¿Estaríamos realmente ante el
Maestro? ¿Sería la Segunda Venida, como pretenden algunos locos
e insensatos?

Suponiendo, como
digo, que la ciencia disponga algún día de los medios para

clonar
el cuerpo del Hijo del Hombre, parece claro que el material
genético de ese «doble» no estaría completo. En consecuencia, el
«nuevo» Jesús sería defectuoso. Quizá, altamente defectuoso...
La Sábana Santa
ya ha sufrido tres incendios. ¿Casualidad? En mi opinión,
alguien trata de destruirla o cambiarla.


Y,
por supuesto, no tendría nada que ver con la inteligencia, la
personalidad


y

la
divinidad del Maestro.

En
suma, podríamos crear un monstruo de circo, susceptible -he ahí
el gran peligro- de convertirse en un negocio, en un reclamo o
en una herramienta «multiuso». Un simple ejemplo: ¿imagina usted
un doble del Galileo al servicio de una secta destructiva? ¿Qué
sucedería si alguien consigue clonar el cuerpo del Maestro


y


educarlo en la maldad químicamente pura?


Tres incendios sospechosos

Y
desde numerosos puntos del planeta se han alzado voces de alerta:
«¡Atención! ¡Alguien podría destruir la Sábana Santa!»


Yo
voy más allá y entiendo que ya lo han intentado. Primero en
1532, en el mencionado incendio de Cham
béry,
en Francia. Los calvinistas, al parecer, provocaron el pavoroso
fuego. Y la urna con la Síndone fue rescatada en el último
momento...
Marcas producidas
por el incendio de 1532 (en Chambéry).

En
octubre de 1972 se registró un suceso que casi ha sido olvidado:
unos desconocidos treparon por el techo del Palacio Real (anexo
a la catedral) e irrumpieron en la capilla de la Síndone.
Trataron de prender fuego a la Sábana. El lienzo se salvó
gracias al amianto que protegía el altar.


Veinticinco años después (en la madrugada del 11 al 12 de abril
de 1997), tuvo lugar otro incendio -¡qué casualidad! - que se
inició en la cúpula de la citada Capilla Real o de la Síndone.
Por fortuna, la Sábana había sido removida en febrero de 1993 y
trasladada a la parte trasera del coro, con el fin de evitar que
sufriera daños durante las obras de restauración de la referida
cúpula, obra maestra del barroco italiano. De haber permanecido
en el emplazamiento original, la urna con seguridad habría sido
calcinada. Y con ella, la imagen del Hombre muerto...



¿Cómo
reaccionaria el mundo cristiano ante la aparición de un «doble»
del Maestro?


Reconstrucción
del rostro del Hombre que aparece en la Sábana Santa de Turín.



Mario Trematore fue el bombero que consiguió extraer el relicario
de plata. Para ello tuvo que golpear los metacrilatos blindados
-de 39 milímetros cada uno- con la ayuda de una hacha. En total,
más de cien golpes. La urna fue sacada de la catedral de San Juan
Bautista a las 1.36 horas. Doscientos bomberos de Turín y otras
localidades próximas siguieron luchando con las llamas hasta las
4.30 de esa madrugada. La cúpula y la capilla resultaron gravemente
dañadas. Hasta el momento nadie ha aclarad
o
las causas del siniestro...


A
esto hay que sumar la formidable campaña de desprestigio sufrida
por la Síndone en 1988, con los resultados del C14. Parece como
si la imagen del Hombre muerto fuera una grave amenaza. La
cuestión es para quién...



Restauración


del lienzo

en


2002

En los meses de junio y julio de 2002 se procedió a la
«restauración» de la Sábana Santa de Turín. Un equipo especializado,
dirigido por la suiza Flury Lemberg, retiró la treintena de
parches triangulares que habían sido cosidos por las monjas clarisas
de Chambéry (Francia), a raíz del incendio de 1532. El trabajo
de las religiosas finalizó en 1534. También fue eliminada la no
menos célebre «tela de Holanda», cosida en la misma época, y que
servía como forro o protección posterior. Los expertos han efectuado
una minuciosa revisión del lienzo, en especial de los cosidos, y
han guardado e inventariado el polvo recogido en dichas piezas.
La intención de los especialistas es mantener la Sábana Santa
extendida, evitando los pliegues. Aprovechando la circunstancia,
se han fotografiado ambas caras de la tela, y se han sometido
las superficies a un proceso de digitalización de la imagen,
entre otros experimentos que se darán a conocer en su momento.
Punto final
«Un as en la manga
de Dios»

11 de se
ptiembre.
Museo de la Sábana Santa. Turín. Eran cerca de las tres de la
tarde. Habíamos terminado de rodar y nos disponíamos a almorzar.
Tommie Ferreras, operador de cámara de «Planeta encantado», recibe
una inesperada llamada de su mujer. Se encuentra muy nerviosa.
Anuncia que las torres gemelas de Nueva York han sufrido un atentado
suicida. Mal asunto. Las dificultades en los aeropuertos, los
traslados de los equipos, visados y permisos de rodaje..., se iban
a multiplicar. Temí lo peor. Fue el único momento. Lo reconozco.
Peligraba la continuidad de «Planeta encantado». Y me acerqué a
Él y le pedí una señal
...


Cuadernos de campo



Publicados por primera vez



A lo largo de treinta años de investigación por todo el mundo, J. J. Benítez
ha reunido un centenar de cuadernos de campo. Unos textos íntimos -él
prefiere llamados «cuadernos casi secretos», en los que refleja el día a día
de viajes, investigaciones, éxitos y fracasos.



Jamás se habían publicado. Con «Planeta encantado» salen al fin a la luz.
Una vez más, las imágenes hablan por sí solas...








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