MacabeosMercaba, diócesis de Cartagena-Murcia
Macabeos.
LIBRO 1
LIBRO II
Introducción.
En las épocas asmonea y herodiana vieron la luz pública cuatro libros que llevan el título que encabeza estas líneas. El primero y segundo forman parte integrante del canon cristiano, mientras que el tercero y el cuarto, que ya en tiempos de Eusebio y Orígenes llevaban el mismo título que ostentan hoy, han sido relegados entre los apócrifos. En el tercero se narran los designios de Tolomeo IV Filopator contra los judíos de Egipto. Libro escrito probablemente en Alejandría antes del año 70 antes de Jesucristo, se distingue por la pureza de su lengua y estilo y por un vocabulario rico y esmaltado de palabras raras 1. El IV libro de los Macabeos está escrito en forma de discurso, en el que se comenta ampliamente el martirio de Eleazar y de los siete hermanos Macabeos. En un tiempo formó parte de la Biblia cristiana 2.
Macabeos.
La palabra se encuentra en los manuscritos más antiguos. El título Makkabaion se lee en los códices Sinaítico y Alejandrino. En el primero aparece la forma antigua de Makkabaikón. Desde fines del siglo II y en el ni, los autores eclesiásticos griegos designaban los dos primeros libros con el título de t a makkabaika. Entre los escritores latinos suelen citarse: Líber primus, o líber secundus Maćeha-baeorum. Por vez primera este nombre se da a Judas (1 Mac 2:4-16; 2 Mac 8:5-16; 10:1-16), pasando luego, por extensión, a sus hermanos y sucesores.
No es fácil determinar qué significa este término. Descartada la interpretación cabalística y la que propuso S. I. Curtiss 3, recogemos las dos que hoy están más en boga. Unos (Perles, Grand-Claudon, etc.) derivan el vocablo del hebreo maqqebeth Que 4:21; Jer 10:4) o de la palabra aramaica maqqaba, con el significado de martillo, por haber machacado ellos duramente a los enemigos o por tener Judas la cabeza en forma de martillo. Zeitlin, Bevan, Abel y Penna creen que macabeo viene de la raíz naqab, que significa nombrar (Is 62:2) 4. Originariamente el libro I de los Macabeos llevaba el título hebraico Sarbeth-Sarbanaíel, cuya significación todavía no ha sido explicada satisfactoriamente 5. Recientemente A. Yadrijevic 6 cree que el título del libro I es Angustíae filiorum Dei; el del segundo, Angustiae templi.
I Macabeos.
Autor.
Se ignora su nombre. Por el libro puede colegirse que fue un judío de Palestina conocedor de la topografía del país, versadísimo en la lengua bíblica, admirador ferviente de la familia asmonea, desde el padre hasta el último miembro de la familia que el autor conoció. Por razón de la minuciosidad histórica de que hace gala, se cree que fue testigo ocular de la mayoría de los hechos que refiere y que siguió de cerca y con entusiasmo todos los esfuerzos de los Macabeos para el triunfo de la causa del judaismo ortodoxo. Nada se sabe de su condición; unos suponen que pertenecía a la casta sacerdotal, otros lo niegan. También los críticos andan divididos al querer adivinar su ideología. Para unos fue de ideas y tendencias saduceas (Üesterley, Geiger, Abel); para otros, un filofariseo. Lo cierto es que no oculta sus simpatías por la dinastía asmonea. Según él, nadie puede suplantarles en la dirección de la guerra.
Fecha de composición.
En esta cuestión procedemos también por conjeturas. Del autor hemos dicho que fue un ferviente admirador de la familia de los asmoneos; la meticulosidad de los hechos que narra revela que fue testigo ocular de los mismos. Ahora bien, pudo él recordar perfectamente los hechos que se desarrollaron en Palestina desde la muerte de Antíoco IV Epifanes (año 175 a.C.) hasta el reinado de Juan Hircano (135-104 a.C.). No es posible señalar el término a quo de la composición. Pudo empezarlo en tiempos de Simón, o también antes, y terminarlo en los días del reinado de Juan Hircano (16:23), cuyo texto se aduce para probar que la obra fue acabada después de la muerte de Juan Hircano (año 104 a.C.). A este texto se acogen muchos exegetas y críticos para señalar la fecha de la composición del libro: Oesterley la fija entre el 90-70; Abel Bentzen, Schürer, Kautzch, 100-90; Lods, 100-60; Grimm, 105-64. Pero se puede dudar de la autenticidad literaria de los dos últimos versículos del libro, que pueden ser una adición post scriptum del editor, del traductor o de cualquier otro. Más posibilidades caben para señalar el término ad quera. Los sucesores de Aristóbulo y Alejandro empañaron la gloria de sus antepasados. Si el autor hubiera sido testigo de su conducta, hubiera frenado sus entusiasmos por la dinastía asmonea. Una fecha tope es el año 63 a.C., en que Pompeyo el Grande profanó brutalmente el templo de Jerusalén, granjeándose con ello el odio de los judíos. Este hecho es incompatible con la simpatía que el autor siente por los romanos (8:1-32; 12:1; 14:40). En definitiva, la fecha de la composición del libro va desde el año 140 (Torrey, Oesterley) hasta el 63 antes de Cristo (Loos).
Fuentes.
En contra de las tentativas de J. von Destinon 7 y Lods 8, no puede ponerse en duda la homogeneidad del libro I de los Macabeos 9. A lo más, podríamos considerar como adición posterior los v.23-24 del c.16. En todas las páginas anteriores existe trabazón perfecta y una idea rectora, que procede de un mismo autor. Hasta qué punto cada uno de los hechos que se narran proceden de la información ocular o de un testimonio oral o escrito, es imposible determinarlo. Acaso haya en 9:22 una alusión a un texto que refería la historia de Judas Macabeo, que el autor tuvo entre manos.
A la información personal, oral o escrita, se añade la consulta de los archivos oficiales, de los cuales transcribió el autor algunos documentos que se insertan. Pudo copiarlos textualmente, traducirlos a veces del texto original (hebraico o latino), abreviarlos, simplificarlos, amplificarlos, con el empleo masivo de la retórica, resumirlos libremente o limitarse a extractar uno u otro punto para colocarlo en un contexto no del todo homogéneo. Del hecho de transcribir un documento no se infiere que el autor apruebe su contenido en todos sus pormenores. Los documentos que se intercalan en el texto son: 1) carta de los israelitas de Galaad (5:10-13); 2) carta de los romanos a Judas (8:1-32); 3) carta de Alejandro Balas a Jonatán (10:18-20); 4) carta de Demetrio I a Jonatán (10:25-45); 5) carta de Demetrio II a Jonatán (11:30-37); 6) carta de Antíoco VI a Jonatán (11:57); ?) carta de Jonatán a los de Esparta (12:6-18); 8) carta de Ario a Onías (12:20-23); 9) carta de Demetrio II a Simón (13:36-40); 10) carta de los espartanos a Simón (14:20-23); n) carta de Antíoco VI a Simón (15:2-9); 12) carta del cónsul Lucio a Tolomeo (15:16-21); 13) inscripción en honor de Simón (14:27-45).
Algunos críticos han impugnado su autenticidad, siendo Willrich 10 el que lleva en esto la voz cantante, coreado débilmente por algunos otros 11. Actualmente convienen todos en admitir la autenticidad de conjunto. No existe fundamento alguno para afirmar que el autor ha inventado los documentos o de que los haya falsificado intencionadamente. Ni de la misma carta de Ario a Onías (12:20-23) existen razones contra su autenticidad.
En el libro se encuentran algunas secciones poéticas que sugieren la idea de una colección de cantos populares compuestos con ocasión de la guerra santa (1:25-28; 1:37-40; 2:8-12; 3:3-9; 14:14-15). Otros autores atribuyen estas secciones al autor mismo, que las compuso con el intento de imitar los cánticos del Salterio y de las Lamentaciones.
Carácter histórico.
No se han puesto objeciones graves contra el valor histórico del libro considerado en su conjunto. Puede discutirse este o aquel detalle (1:6; 8:1-32); poner en tela de juicio la autenticidad plena de este o aquel documento (12:5-23), pero todos están acordes en admitir un fondo histórico firme y real. Aún más, por ser el autor contemporáneo de los sucesos que narra, se concede mucha importancia a algunos detalles históricos, a las noticias interesantes y concretas sobre topografía macabaica, al enfoque general de su historia y a las noticias sobre el carácter y temperamento de sus héroes. A ello, como hemos dicho, se añade el uso de documentos de primera mano.
Género literario.
No se puede juzgar la historia antigua según los cánones de la crítica histórica moderna. Nuestro autor es hijo de su tiempo, y de conformidad a los gustos de sus lectores escogió los modos de decir y narrar que emplea. Para él Israel es el centro hacia donde convergen todas las miradas del universo. Dos mundos se enfrentan en su libro: el paganismo y el judaismo. Aquél contaba con fuerzas militares formidables (3:38; 4:28; 15:13, etc.), en contraste con el diminuto ejército israelita. Sin embargo, a veces el número de soldados judíos se exagera notoriamente (4:34; 12:41) 12. El fenómeno es propio de la literatura patética, y, en general, de toda la historiografía antigua (Heródoto). Las cifras que llaman nuestra atención no creaban ninguna dificultad a los lectores inmediatos del libro. A menudo el autor no da a una determinada cifra un valor absoluto. En hebreo se emplea la palabra rebaba, muchedumbre, para expresar el número diez mil, que en plural o dual puede significar el doble.
Otra característica de la historiografía antigua son los discursos que se ponen en boca de los héroes y personajes que entran en escena. Es propio de la historia semítica antigua atribuir a los personajes aquellas ideas o reacciones de ánimo que brotan o se experimentan en determinadas circunstancias bajo los efectos de una impresión especial. Sistemáticamente se muestra parcial al ocultar los reveses de los judíos y poner de relieve las derrotas, defectos y designios malos de los enemigos de Israel. Pero, como señala certeramente Abel, su parcialidad no llega al extremo de convertir en victoria lo que fue humillante derrota (2 Mac 13:9-24, que parece contradecir a 1 Mac 6:28-63). En sus páginas hallan eco palabras y frases de la antigua literatura hebraica, que el autor conocía perfectamente y que asimiló. En fin, si los métodos históricos usados no se ajustan a los que utiliza la historiografía moderna, cabe, sin embargo, decir que no por ello desmerece el fondo histórico del libro.
Cronología.
La cronología y geografía, llamadas los ojos de la historia, ocupan un lugar de honor en nuestro libro. Multitud de fechas y datos concretos se encuentran en él. El autor utiliza el calendario seléucida y enumera los meses según la costumbre judía. Sabido es que la era seléucida empieza el año 312 con la conquista de Babilonia por Seleuco. Pero el cómputo difiere según que el año empiece en primavera o en otoño. En Siria y Occidente empezaba el año con el mes de Tishri (septiembre-octubre), es decir, el año 312. En Babilonia comenzaba el mes de Nisán (marzo-abril) del año 311. De ahí que, según los lugares, haya en el cómputo una diferencia de un año.
¿Qué cómputo siguen los libros de los Macabeos? Unos admiten el mismo cómputo en ambos libros (Kugler, Meyer, Lagrange, Grandclaudon) a partir del año 312; otros distinguen un cómputo a partir del año 312 para los asuntos profanos y del 311 para noticias de carácter religioso (Vaggar1). Gibert, Kolbe, Unger, Bickermann y Abel sostienen que, para el autor del libro I de los Macabeos, el primer año de los seléucidas empieza el 311; para el del segundo, el año 312. Ninguno de los dos cómputos puede resolver todas las dificultades cronológicas que surgen de la confrontación de las fechas de nuestros libros con otros documentos paganos. Nos atenemos al cómputo de Abel.
Doctrina religiosa.
En ninguna parte del libro se menciona de manera explícita el santo nombre de Dios, que es sistemáticamente sustituido por otras expresiones, tales como cielo (3:50-60; 4:10-40; 9:46; 12:15; 16:2). Esta ausencia de los nombres que se emplean en la literatura bíblica para designar a Dios se suple en las versiones. Este mismo fenómeno hemos encontrado en el libro de Ester. Pero tanto en éste como en el i de los Macabeos, aunque se excluya el nombre de Dios en sus páginas, su presencia se adivina en cada una de ellas. Era tal el respeto que se tenía por estos nombres venerables, que nadie se atrevía a pronunciarlos, reservándose su uso exclusivamente a los sacerdotes durante el ejercicio del culto. Toda la historia de los Macabeos es eminentemente religiosa, y la idea de Dios domina en todos los renglones del libro. Siente el autor gran simpatía y celo por la Ley y las antiguas instituciones (1:15; 3:21; 14:14), por el templo y la Ciudad Santa (1:21; 2:7; 4:38.59; 7:37.42; 9:54·)·Conoce maravillosamente los libros sagrados, a los cuales tiene gran devoción (3:48; 12:9) y cita diversas veces (2:52-60; 7:17). Las cosas indecisas y difíciles de resolver se reservan al juicio del profeta que ha de venir (4:46; 9:27; 14:41).
Canonicidad.
No sabemos si en algún tiempo formó parte del canon judío palestinense. Se encuentra en la versión de los LXX, que refleja el canon judío alejandrino. En la tradición cristiana influyó el recelo y la animosidad de los judíos contra él. Lo encontramos en los antiguos catálogos mommseniano y claramontano (s.III). El concilio Florentino (1442) lo incluyó en el canon de los libros sagrados. El concilio Tridentino confirmó la doctrina del Florentino y quitó toda distinción entre libros proto y deuterocanónicos.
Texto.
El texto original hebraico se ha perdido. La versión griega se ha conservado en los códices unciales: Sinaítico, Alejandrino y Véneto, y en muchos minúsculos. El texto más antiguo parece ser el de los códices Sinaítico y Véneto. De esta versión existe la edición crítica preparada por A. Rahlfs 13, que se basa en el Sin. y tiene en cuenta las antiguas traducciones latinas (De Bruyne). Otra versión crítica del texto griego se debe a Werner Kappler 14. La versión latina fue publicada por D. de Bruyne y Sodar 15. Según De Bruyne, la antigua traducción latina reproduce un texto anterior y mejor que el retransmitido por los antiguos unciales griegos.
1 Véase H. Willrich, Der historische Kern des III Makkabaerbuches: "Hermes," 39 (1904) 244-258.
2 Véase A. Dupont-Sommer, Le quatriéme Uvre des Machabées (París 1939).
3 The Ñame Maccabee historically and philologically examined (Londres 1876).
4 A. A. Bevan, The Ongin of the Ñame Maccabee: "The Journal of Theological Studies," 30 (1929) 190-193-
5 A. Schulte, Der hebraiche Titel des ersten Makkabaerbuches: "Biblische Zeitschrift," 7 (1909) 254ss; J. Boehmer, Sarbeth Sarbanaiel: "Theologische Studien und Kritiken," 73 (1903) 332-338.
6 Tria Aenigmata hebraica librorum Machabaeorum: "Antonianum," 33 (1958) 267.
7 Die Quellen des Fl Josephus (Kiel 1882).
8 Histoire de la littérature hebraique et juive (París 1950). 780
9 E. W. Ettelson, The Integrity of I Maccabeos (New Haven 1925).
10 Urkundenfalschungen in der hellenistisch-jüdischen Literatur (Gottingen 1924).
11 Oesterley, Apocrypha (Oxford 1913); Introduction ία the Qooks of the Apocrypna (Londres 1935); lods, l.c., etc.
12 Otros ejemplos en Knabenbauer, 17; Bévenot, 34-35.
13 Septuaginta (Stutgart 1935).
14 Septuaginta. Vetus Testamentum graecum auctoritate societatis litterarum Gottingensis editum vol.9 fasc.1: Maccabaeorum líber primus (Góttingen 1936).
15 Les anciennes traductions latines des Macchabées (Maredsous 1932).
Introducción (1:1-66).
Alejandro Magno (1:1-10).
1 Sucedió que Alejandro el Macedonio, hijo de Filipo, una vez hubo salido del país de los Kittin y derrotado a Darío, rey de los persas y de los rnedos, reinó en su lugar, primeramente en Grecia. 2 Combatió muchas batallas, expugnó muchas fortalezas y dio muerte a reyes de la tierra. 3 Atravesándola hasta sus fronteras, se apoderó de los despojos de la muchedumbre de pueblos, y la tierra enmudeció a su presencia. 4 Juntó poderosos ejércitos, 5 sometió provincias nacionales y reyes, que le pagaron tributo. 6 Después de todo esto guardo cama y tuvo el presentimiento de que se moría. 7 Llamando a sus oficiales, los nobles que con él se habían criado desde su juventud, dividió aún en vida su reino entre ellos. 8 Había reinado Alejandro doce años cuando le arrebató la muerte. 9 Sus generales hiciéronse cargo del poder, cada uno en el lugar que le toco en suerte. 10 Todos ciñeron la corona después de su muerte, y sus hijos después de ellos durante muchos años, llenando la tierra de males.
Con un rápido bosquejo histórico señala el autor las raíces de la situación política y religiosa de Palestina, contra la cual se levantó la dinastía asmonea. Este resumen histórico ocupa todo el capítulo primero. En el verano del año 336 fue asesinado Filipos, sucediéndole en el trono su hijo Alejandro, a la sazón de veinte años de edad. El año anterior (335) subió al trono su futuro rival, Darío III Codomano, por gracia del eunuco Bagoas. En el pecho del joven macedonio hervía el deseo de vengar las ofensas que había infligido a Grecia el imperio persiano. Una vez afianzado en el trono y reforzadas las fronteras de Macedonia, cruzó los Dardanelos en la primavera del año 334, al frente de treinta mil soldados de infantería y cinco mil de caballería. Le seguía un reducido número de letrados, entre los cuales descuella Tolomeo, que recibió el encargo de tener al día la Crónica de los acontecimientos. Apenas desembarcó en Abidos, consiguió la gran victoria de Granico (mayo-junio del año 334), que le abrió las puertas de Asia. A medida que se internaba iban cayendo en su poder las ciudades costeras. En octubre del año 333, la victoria sobre Darío Codomano abre al helenismo las puertas de Oriente. Las bases de Adrados, Biblos y Sidón se le rinden; Tiro cerróle sus puertas. Después de seis meses de sitio cayó la ciudad en su poder (julio del año 332). En su marcha hacia el sur sitió a Gaza, que se le rindió a los dos meses. En noviembre del año 332 llega victorioso al valle del Nilo. En la primavera del 331 se encuentra nuevamente en Tiro, en donde organizó la provincia siro-palestinense.
Cuenta Flavio Josefo que, después de la conquista de Gaza, Alejandro visitó Jerusalén, en donde fue acogido con grandes honores por parte del pueblo y del sumo sacerdote Yaddúa, ofreciendo sacrificios en el templo y concediendo grandes favores al pueblo judío. Se cree que esta noticia es una pura leyenda.
Ante los grandes triunfos de Alejandro enmudeció la tierra (Jue 3:11-30; 2 Crón 13:23; Is 14:7), por lo que su corazón se engrió y llenó de orgullo, hasta el límite de reclamar para sí honores divinos. En el oasis de Siwa, los sacerdotes legitimaron su advenimiento al trono de los faraones, declarándolo hijo de Dios. A estas locas pretensiones alude el autor del libro, ya que "nacimiento divino y dominación universal son dos pretensiones inseparables" 2. El autor del libro juzga a Alejandro por la fama que de él se ha conservado entre el pueblo, sin pretender estudiar a fondo el alma y las gestas del famoso general macedonio.
La muerte le sorprendió antes de nombrar sucesores. Al preguntársele en vida cuál sería su sucesor, respondió: "El mejor" 3. Es posible que en vida manifestara vagamente su pensamiento sobre quiénes debían sucederle a su muerte. El autor sagrado no quiere entrar en detalles. Cualquiera que fuese la última voluntad del conquistador, el texto sagrado tiene en cuenta preferentemente el hecho histórico de la división de mando entre los más conspicuos generales, faltando una sucesión dinástica directa (Dan 11:4). Rábano Mauro explicaba el texto bíblico de la siguiente manera: "Dividió, a saber: dejó que su reino se dividiera." En el consejo de oficiales se sistematizó la sucesión de Alejandro. Por unos veinte años, el imperio único sobrevivió a los conatos de las fuerzas disolventes. Las intrigas empezaron entre los Diádocos, o sea, los sucesores, eliminándose uno a otro. Después de la victoria naval contra Tolomeo en Salamina de Chipre, año 306, Antígono se arrogó el título de rey, ejemplo que imitaron Tolomeo en Egipto, Lisímaco en Tracia, Seleuco en Babilonia, Gasandro en Macedonia. Prácticamente, Palestina sólo tuvo roces con los lágidas y los seléucidas, especialmente en el período comprendido entre el año 280 al 219 antes de Cristo. Durante todo este espacio de tiempo "se multiplicaron los males sobre la tierra." El peor de ellos para el autor sagrado fue la penetración en tromba de la cultura griega, en el amplio sentido de la palabra, en Palestina, con graves amenazas para el judaísmo tradicional.
El retoño de iniquidad (1:11).
11 De ellos salió un retoño de pecado, Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco, que estuvo en Roma como rehén y se apoderó del reino el año 130 de la era de los griegos.
Antíoco III el Grande (223-187 a.C.) fue derrotado en Magnesia el año 190. Entre las cláusulas del armisticio firmado en Apamea figuraba la de entregar veinte rehenes, a elección de los romanos, entre los que estaba su hijo menor, Antíoco. Los impuestos de guerra que P. Escipión el Africano impuso a Antíoco vaciaron las arcas reales de Siria. Para llenarlas, el rey asaltó de noche el templo de Bel, en Elimaida, pereciendo en manos de los defensores del santuario. La misma necesidad de dinero retuvo en todo tiempo la atención de su hijo Seleuco IV Filopator (187-175), reducido a la condición de agente de tasas. Enterado por Apolonio de Tarso de las riquezas existentes en el templo de Jerusalén, mandó a su ministro Heliodoro con la misión de que se apoderara de ellas (2 Mac 3:1-34). Poco después el rey murió en manos de Heliodoro. Un año antes (175 a.C.), su hijo Demetrio fue enviado a Roma en calidad de rehén, en lugar de Antíoco IV Epifanes. "Este retoño de iniquidad," como le llama nuestro autor, tuvo noticia en Atenas de la muerte de su hermano Seleuco. Con la ayuda de Eumenio II de Pérgamo apoderóse del trono que dejó vacante su hermano. Para los judíos fue Antíoco un usurpador; "un hombre despreciable ocupará su puesto, sin estar revestido de la dignidad real. Pero sobrevendrá de improviso y se apoderará del reino por la intriga" (Dan 11:21). El advenimiento de Antíoco al trono tuvo lugar el año 137 de la era de los griegos, que corresponde al año 175 antes de Cristo.
Los heraldos del helenismo (1:12-16).
12 Salieron de Israel por aquellos días hijos inicuos, que sedujeron a muchos, diciendo: "Ea, hagamos alianza con las naciones vecinas, pues desde que nos separamos de ellas nos han sobrevenido tantos males." 13 Estas palabras aparecieron bien a sus ojos. 14 Algunos del pueblo apresuráronse a ir al rey, el cual les dio facultad para seguir las costumbres de los gentiles. 15 En virtud de estos, levantaron en Jerusalén un gimnasio, conforme a los usos paganos; 16 se restituyeron los prepucios, abandonaron la alianza santa para asociarse con los gentiles, y se vendieron para obrar el mal.
Ya en tiempos de Antíoco III existía en Jerusalén un grupo partidario del helenismo (2 Mac c.3). Muchos judíos sentían la necesidad de abandonar moldes antiguos para colocarse en el nivel cultural de los pueblos de la gentilidad. El aislamiento judío era considerado por los griegos como signo de barbarie. La libertad de costumbres, de expresión y organización encandilaban a la juventud judía. El ideal griego era tentador; desde el punto de vista humano era una locura renunciar a él. Para los helenizantes, el aislamiento impuesto por la Ley (Ex 34:11-16; Deut 7:1-11; 12:29-31) había acarreado infinitos males a la nación judaica (Jer 44:16-19). Los más exaltados pedían la abrogación de la Ley mosaica, la destrucción total de los rollos de la Tora y la facultad de poder comer las carnes que el judaísmo consideraba impuras. El hecho de que algunos acudan al rey de Siria para conseguir de él la autorización de seguir las costumbres paganas, se explica, o bien para escapar a las penas que la Ley dictaba contra los apóstatas (Lev 24:14), o para pedir al rey abrogara el decreto de Antíoco III por el que se concedía a cada pueblo el derecho de seguir sus leyes y costumbres propias 4. El jefe de esta expedición fue Jasón, al que concedió el rey la autorización para instalar un gimnasio y una mancebía en Jerusalén. Una vez en el poder, "se dio a introducir las costumbres griegas entre sus conciudadanos" (2 Mac 4:9-10). Los jóvenes judíos actuaban desnudos en el gimnasio griego, lo que dio pie a que se introdujera la costumbre de practicar una operación dolorosa, conocida por el nombre de epispasmós (1 Cor 7:18)5, con el fin de borrar las señales de la circuncisión, considerada por los griegos como un atentado contra la dignidad personal e integridad corporal.
Antíoco contra Tolomeo (1:17-20).
17 Una vez que Antíoco se consolidó en el trono, concibió el propósito de ser rey de la tierra de Egipto, a fin de reinar sobre las dos naciones. 18 Entró en ella con un poderoso ejército, con carros, elefantes y jinetes y con una gran flota, 19 e hizo la guerra a Tolomeo, rey de Egipto. Atemorizado éste, huyó ante él, y fueron muchos los que cayeron heridos. 20 Antíoco se apoderó de las ciudades fuertes de Egipto y volvió cargado de despojos.
El año 172, el rey Tolomeo VI Fitometor cumplía catorce años de edad. Al morir su madre, Cleopatra, hermana de Seleuco IV y de Antíoco Epifanes, pasó el joven monarca a depender de dos tutores, que planearon la conquista de la Gelesiria, a saber, de los territorios de Fenicia y Palestina, que constituían el dote que Cleopatra debía aportar al casarse con Tolomeo V. Enterado Antíoco de los planes de los tutores del rey por confidencias del embajador enviado a las fiestas de la entronización, hizo un despliegue de fuerzas en Palestina con el fin de impresionarles. Más tarde, aprovechando la coyuntura de que los romanos estaban empeñados en la guerra contra Perseo, rey de Macedonia, repelió la agresión de Egipto contra Palestina, penetrando con un numeroso ejército en las riberas del Nilo. En esta campaña empleó Antíoco carros armados con hoces (2 Mac 13:2), que habían usado profusamente los aquemé-nides, por razón de su gran movilidad en las pistas de la costa mediterránea. El elefante era el animal preferido por los seléucidas, recibiendo Seleuco I el título de elefantarco. Puesto en fuga el ejército egipcio, Antíoco ocupó Pelusio, penetró hasta Menfis, hizo prisionero al joven monarca y se dirigió a Alejandría, cuyo sitio tuvo que abandonar. Con un inmenso botín regresó a Palestina (Dan 11:25-28), donde llegó el año 169, 143 de la era de los seléucidas.
Saqueo del templo (1:21-24).
21 El año 143, después de haber vencido a Egipto, Antíoco vino contra Israel, 22 y subió a Jerusalén con un poderoso ejército. 23 Entró altivo en el santuario, arrebató el altar de oro, el candelabro de las luces con todos sus utensilios, la mesa de la proposición, las tazas de las libaciones, las copas, los incensarios, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que cubría el templo. 24 Se apoderó asimismo de la plata, del oro y de los vasos preciosos, y se llevó los tesoros ocultos que pudo hallar, y con todo se volvió a su tierra.
Sus motivos tenía Antíoco para dirigirse a Jerusalén antes de entrar en Siria. En efecto, durante su permanencia en Egipto circuló el rumor de que había muerto, lo que aprovechó Jasón, animador del partido filoegipcio y ex sumo sacerdote depuesto por el rey, para adueñarse de Jerusalén. Menelao entregó a Antíoco una importante cantidad con el fin de que le nombrara sumo sacerdote. El rey, avaro y necesitado de dinero, satisfizo sus anhelos, lo que obligó a Jasón a huir de Jerusalén y refugiarse en la región de Ammán (2 Mac 4:23-26), en TransJordania. Dispuesto a quitar de en medio a todos sus rivales, aprovechó Menelao los servicios del regente Andrónico para asesinar a Onías III, el sumo sacerdote legítimo, hermano de Jasón. En el golpe de mano que dio este último contra Jerusalén logró apoderarse de la ciudad, pero no pudo expugnar la ciudadela, al norte del templo, en donde se refugió Menelao. Al enterarse Jasón de que Antíoco se acercaba a la ciudad con s α poderoso ejército, huyó de nuevo hacia su refugio de TransJordania, buscando asilo entre los nabateos, cuyo rey, Areta I, lo encarceló.
Antíoco entró triunfante en Jerusalén. Acompañado por Menelao, sumo sacerdote, penetró en el templo, señalando a su paso por el lugar sagrado los objetos preciosos que debían entrar en el bagaje real (2 Mac 5:11-18).
La idea de los derechos de la monarquía divina era tan arraigada, que el dios Epifanes se creía con el derecho de disponer de la riqueza de los templos de su imperio sin cometer un pecado de sacrilegio6. Antíoco proclamóse dios después de la victoria sobre Tolomeo VI, añadiendo al nombre el título de Theós Epiphanés, dios manifiesto, es decir, el dios solar Hor, título que lleva Tolomeo V en el decreto de Roseta. Con el tiempo, el simple apelativo de Epiphanés pudo designar más bien un título honorífico, correspondiente a ilustre. También se le conoció por el sobrenombre de epímane, maniático7.
Luto en Israel (1:25-29).
25 Hicieron gran matanza y profirieron palabras insolentes. 26 Un gran duelo se levantó en Israel y en todos sus lugares; 27 jefes y ancianos gimieron; las doncellas y los jóvenes languidecieron, la belleza de las jóvenes palideció. 28 El recién casado entonó una lamentación, y la que estaba sentada en la cama hizo duelo; 29 tembló la tierra a causa de los que la habitaban, y toda la casa de Jacob se cubrió de confusión.
El saqueo del templo exacerbó el ánimo de los fieles, que demostraron públicamente su disconformidad con el proceder de Antíoco y del sumo sacerdote Menelao. La guardia real debió castigar su valentía con la muerte de los manifestantes, derramando su sangre sobre el pavimento sagrado, ya contaminado por las plantas de un rey gentil (2 Mac 5:12-13). Tal parece ser el sentido de la frase epóiesen fonoktonían (Núm 35:33; Sal 106:38). Es una fantasía de Posidonio de Apamea la noticia de que Antíoco en su visita al templo vio a un hombre barbudo montado sobre un asno y con un libro en las manos. Este relato grotesco dio pie a que se propalara la fábula de que los judíos rendían culto a una cabeza de asno.
El pillaje del templo desencadenó un duelo general, que el autor describe empleando el estilo de la quinah, o lamentación.
Apolonio en Jerusalén (1:30-34).
30 Pasados dos años, envió el rey al jefe de los tributos a las ciudades de Judea y presentóse en Jerusalén con un ejército poderoso. 31 Hablóles con falsía palabras de paz, en las que ellos creyeron. 32Pero de repente se arrojó sobre la ciudad, causando en ella gran estrago y haciendo perecer a muchos del pueblo de Israel. 33Saqueó la ciudad y la incendió, y destruyó sus casas y los muros que la cercaban. 34Llevaron cautivas a las mujeres y a los niños y se apoderaron de los ganados.
A los dos años del saqueo del templo, a saber, en el año 145 de la era seléucida y 167 antes de Cristo, otro infortunio debía probar al sufrido pueblo judío. Soñaba Antíoco con anexionar Egipto a su imperio. Pero "esta última vez no sucederán las cosas como en la primera" (Dan 11:29), porque una embajada capitaneada por Popilio Laenas entregó a Antíoco el ultimátum del senado romano por el que se le intimaba a que abandonara Egipto si no quería perder la amistad de Roma. Viendo la inutilidad de sus esfuerzos, respondió: "Haré lo que el senado disponga." La noticia de la humillación real llegó a Palestina, llenando de gozo al partido pro-egipcio, que se forjaba la ilusión de pasar pronto a depender de Tolomeo. Pero fue Jerusalén el blanco de las iras del rey (Dan 11:30). Un emisario real, llamado Apolonio (2 Mac 5:24), penetró en Judea el año 167 antes de Cristo al frente de veintidós mil soldados. D ícese que era el cobrador de tributos, o, según la interpretación de Abel, el misarca, por ser comandante de los misios. Fingió Apolonio que venía en calidad de amigo, sin abrigar aviesas intenciones contra el pueblo judío. Un sábado reunió sus tropas en los alrededores de la ciudad bajo la mirada curiosa de un público ocioso por la ley del descanso sabático, fiado en las palabras de paz del misarca. Cuando el público era más numeroso y ante el desconcierto general, se lanzaron los soldados contra la muchedumbre, que, presa de pánico, se atropellaba desordenadamente, buscando la manera de huir de la soldadesca, que blandía sus espadas desenvainadas contra los despavoridos judíos. Día de gran duelo para la ciudad mártir.
La fundación del Acra (1:35-37).
35 Edificaron la ciudad de David con un muro alto y fuerte, torres también fuertes, convirtiéndola en ciudadela. 36 Instalaron allí gente impía, hombres malvados, que en ella se hicieron fuertes. 37 La aprovisionaron de armas y vituallas, y, juntando los despojos de Jerusalén, los depositaron en ella, viniendo a ser para la ciudad un gran lazo.
Se cree que, en tiempos de los Macabeos, la expresión ciudad de David se empleaba para designar la población que se levantaba al este del templo (2:31; 7:32; 14:36; Ant. lud. 12:5:4)· Entre el Acra y el templo mediaba el valle de Tiropeón. Desde el lugar alto del Acra dominábase perfectamente la explanada del templo, de manera que los sirios podían hacer abortar o aplastar los intentos de rebelión de parte de los judíos. En esta fortaleza, rodeada de potentes muros, vivía una guarnición militar siria, sus familias y las de algunos judíos apóstatas. Para casos de emergencia, contenía depósitos de armas, víveres y objetos requisados a los particulares.
El santuario desolado (1:38-42).
38 Fue una asechanza para el santuario, una grave y continua amenaza para Israel. 39 Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron. 40 A causa de ello huían los moradores de Jerusalén, que vino a ser habitación de extraños. Se hizo extraña a su propia prole, y sus hijos la abandonaron. 41 Su santuario quedó desolado como el desierto; sus fiestas se convirtieron en duelo; sus sábados en oprobio, y en desprecio su honor. 42 A la medida de su gloria creció su deshonra, y su magnificencia se volvió en duelo.
Los ciudadanos del Acra eran dueños de vidas y haciendas. Desde su posición elevada dominaban el templo, ridiculizaban las ceremonias religiosas y hacían extorsión a los peregrinos que acudían al lugar sagrado. Los mismos habitantes de la ciudad, fieles a las tradiciones patrias, huyeron de la misma para no ser el escarnio de sus con-nacionales apóstatas. El lugar que dejaban era ocupado inmediatamente por algún advenedizo de la gentilidad, de tal manera que, poco a poco, la Ciudad Santa convirtióse en morada de extraños. La vida religiosa se extinguió.
Edicto de Antíoco (1:43-45).
43 El rey Antíoco publicó un decreto en todo su reino de que todos formaran un solo pueblo, dejando cada uno sus peculiares leyes. 44 Todas las naciones se avinieron a la disposición del rey. 45 Muchos de Israel se acomodaron a este culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado.
Dos tesis se debatían entre los judíos: la de los conservadores, que trataban de aislar a Israel del mundo que los rodeaba con el fin de impedir que elementos paganos entraran en el judaísmo tradicional; la de los helenizantes, que achacaban al aislamiento el germen de los males que aquejaban a Israel. Abrir las fronteras y permitir que nuevos aires rejuvenecieran una religión y una cultura exótica y retrógrada era la máxima aspiración de los sincretistas judíos. Antíoco, según nuestro texto, quiso terminar con los particularismos dentro de su reino; de ahí el decreto de unificación nacional. Los pueblos paganos no opusieron a ello dificultad alguna; pero Israel sí. Los apóstatas aceptaron satisfechos la imposición real, sacrificando a los ídolos.
El edicto obliga a los judíos (1:46-52).
46 Por medio de mensajeros, el rey envió a Jerusalén y a las ciudades de Judá órdenes escritas de que siguieran todos aquellas leyes, aunque extrañas al país; 47que se suprimiesen en el santuario los holocaustos, el sacrificio y la libación; 48que se profanasen los sábados y las solemnidades; 49que se contaminase El santuario y el pueblo santo; 50 que se edificasen altares y santuarios y templos idolátricos y se sacrificasen puercos y animales impuros; 51 que dejasen a los hijos incircuncisos; que manchasen sus almas con todo género de impureza y de abominación, de suerte que diesen al olvido la Ley y mudasen todas sus instituciones, 52 y que quien se negase a obrar conforme a este decreto del rey fuera condenado a muerte.
La ley general se aplicó inexorablemente a los judíos. Un enviado especial de Antíoco llegó a Jerusalén y a todas las ciudades de Judea para notificar a todos el contenido de la orden real. Más que por iniciativa propia, Antíoco decidióse a dar este paso instigado por los judíos apóstatas (Dan 11:30). Empezó Antíoco por abolir el decreto de su padre Antíoco III en favor de los judíos, por el cual, entre otros privilegios, se les concedía que "todos los que forman parte del pueblo tienen obligación de vivir conforme a las leyes de sus antepasados."8 El pretexto invocado por Epifanes era la reunificación del imperio, resquebrajado por gran variedad de costumbres y religiones. En vez del altar legítimo, mandó el rey que se levantaran altares a los falsos dioses (Os 10:8; Núm 23:1; Jer 7:31), templos (teméne), con terrenos propios alrededor, y que se multiplicaran por los pueblos, campos y montañas las hornacinas con el correspondiente icono del dios en cuyo honor se erigían. Era Antíoco ferviente devoto de Júpiter Olímpico. Pero acaso pretendió que debía ser él el dios que sustituyera a Yahvé. El año 166 acogía con satisfacción el grito enfervorizado de la muchedumbre que en Dafne le aclamaba como Theós Epiphánes Nikéforos. Es de suponer que el culto oficial del rey divinizado establecido por Antíoco III en cada satrapía fue reforzado por Epifanes. A los judíos estaba terminantemente prohibido comer y sacrificar animales impuros (Lev 11:7; Deut 14:8). Antíoco mandó que se sacrificaran cerdos y otros animales impuros, tales como perros, camellos, liebres, etc. Con su decreto había herido de muerte al judaísmo ortodoxo. No había lugar ni persona que gozara de pureza legal.
Medidas diabólicas (l:53-56).
53Tal fue el decreto publicado en todo el reino. En todo Israel instituyó inspectores, 54 y a las ciudades de Judá les dio la orden de que sacrificasen cada una por sí, ciudad por ciudad. 55 Se les unieron muchos del pueblo, todos los que abandonaron la Ley. Fueron grandes los males que cometieron en la tierra, 56obligando a los verdaderos israelitas a ocultarse en todo género de escondrijos.
Los inspectores (episkopoi) cuidaron del cumplimiento del decreto en Jerusalén y ciudades de Palestina. La Ley mosaica no autorizaba la celebración de sacrificios fuera de Jerusalén. Las medidas tomadas por Antíoco lograron la adhesión de muchos vacilantes en la fe. Su ejemplo fue causa de grandes males. Los verdaderos israelitas veíanse obligados a renunciar a la vida de sociedad y a esconderse en parajes solitarios y desérticos, esperando tiempos mejores.
Actos sacrilegos (1:57-60).
57El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco edificaron sobre el altar la abominación de la desolación, y en las ciudades de Judá de todo alrededor edificaron altares; 58 ofrecieron incienso en las puertas de las casas y en las calles, 59y los libros de la Ley que hallaban los rasgaban y echaban al fuego. 60A quien se le hallaba con un libro de la alianza en su poder y observaba la Ley, en virtud del decreto real se le condenaba a muerte.
Convertida Jerusalén en ciudad griega, su templo tenía que correr la misma suerte. Por su condición de Polis, el Acra debía incorporarse al santuario local, por ser el templo, a los ojos de los griegos, uno de los elementos principales de la nueva ciudad. De ahí que a principios de diciembre del año 167 empezó la transformación del templo, perdiendo su condición de santuario de Yahvé y convirtiéndose en templo idolátrico. Sobre el altar de los holocaustos fue levantada "la abominación de la desolación." Esta peregrina expresión procede de Daniel (9:27; 11:31; 12:11), discutiéndose sobre el significado que le quiso dar el profeta. Para Flavio Josefo 9, confirmado por el v.62 de nuestro texto y 4:43, la frase designa un altar profano de pequeñas dimensiones que se levantó sobre el grandioso altar judío. En 2 Mac 6:2 se alude acaso a una estatua en honor de Júpiter Olímpico. Sea cual fuese su naturaleza específica, se trata evidentemente de algo que desconcertaba a los judíos ortodoxos al ver convertido el templo de Yahvé en guarida de ídolos. Esto era una abominación horrible, idea que expresa el texto original con las palabras hebraicas siqqus mesommem. Dioses paganos habían arrebatado a Yahvé la propiedad del altar donde antes se le ofrecían sacrificios. Era la primera vez que se cometía tan horrendo crimen. Antes, durante los reinados de Ajab y Manases (2 Re 16, i o; 21:1; 23:11-12), Yahvé quedaba en su casa, dueño de la misma, lo que no sucedía ahora. El altar idolátrico empezó a construirse el 15 de Casleu, inaugurándose solemnemente el 25 del mismo mes, por coincidir con el natalicio del rey y las fiestas de Dionisios (2 Mac 6.7).
Toda Palestina se paganizó. Exponentes del nuevo cambio eran los altares que se levantaron en todas, las ciudades, las hornacinas en honor de Apolo, Mercurio, Diana, que en cantidad respetable invadieron los caminos, los campos, los manantiales, los bosques y montes. A las divinidades colocadas en los pórticos de las casas se les ofrecía incienso o se les demostraba devoción con otras manifestaciones externas. Con saña especial, los esbirros del rey Quemarón los ejemplares de la Torah que pudieron atrapar, por contenerse allí la regla de fe y costumbres por la que se regía el pueblo judío.
Firmes en la fe (1:61-66).
61 Por estar ellos en el poder, procedían de esta manera en las ciudades, un mes y otro mes, contra los israelitas que eran descubiertos. 62 El veinticinco del mes ofrecían sacrificios sobre el altar construido sobre el antiguo de los holocaustos. 63 Las mujeres que circuncidaban a sus hijos eran muertas, según el decreto, 64 con los hijos colgados a su cuello, ejecutándose al mismo tiempo a sus familiares y a los que habían practicado la circuncisión. 65 Muchos en Israel se mantuvieron fuertes en su resolución de no comer cosa impura, prefiriendo morir a contaminarse con los alimentos y profanar la santa alianza, y por ello murieron. 66 Muy grande fue la cólera que descargó sobre Israel.
Cada año, en el natalicio de Antíoco, se tenían grandes banquetes, en los que se servía la carne sacrificada a los ídolos. Los inspectores reales tenían la misión de recorrer las ciudades con el fin de arrestar a los que no asistían a los actos oficiales en honor del rey (2 Mac 6:7). Se perseguía la práctica de la circuncisión, matando a la madre que la autorizaba, a los familiares de la misma y al encargado de ejecutarla. Para que la muerte de las madres fuera más cruel, se les entregaban sus propios hijos, que morían conjuntamente, suspendidos del cuello de la que les había dado la vida 10.
El autor sagrado ha puesto de relieve la conducta de muchos judíos que se doblegaron a las órdenes del rey. Muchos otros huyeron al desierto para no contaminarse y poder observar la Ley, o lucharon valientemente con las armas al lado de los jefes asmoneos, y muchos prefirieron morir a quebrantar los preceptos graves que les imponía la ley mosaica. El autor sagrado reconoce que los males que afligieron a Israel fueron efecto de un castigo que infirió Dios a su pueblo por sus muchos pecados (2 Mac 6:17; 6:12; 7:8-33; 8:5).
1 Ant. lud. 11,8,4.
2 Radet, Alexandre le Grana 128; I. P. V. D. Balsdon, The "Divinity" of Alexander; "Historia," 1 (1950) 363-388.
3 arriano, Απα?'. 7123,3,
4 Flavio Josefo, Ant. Jud. 12,3,3.
5 Celso, De Medicina 7.25,1; S. epifanio, De Mensuris 16: PG 43,264.
6 Abel, Histoire I 120.
7 Polibio, 26,10.
8 E. Bickermann, Une proclamation seléucide reldtive au temple de Jeruzalem: "Syria," 25 (1946) 67-85; Abel, Histoire I 89-90,
9 Ant. lud. 12:5:4. La Biblia comentada 2
10 Flavio Josefo, Ant. lud. 12:5:4; 2 Mac 6:10.
1. Un Héroe Nacional: Matatías (2:1-69).
Familia de Matatías (2:1-5).
1 Se levantó por entonces Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote, de los hijos de Joarib, que abandonó Jeru-salén y se estableció en Modín. 2 Tenía cinco hijos: Juan, apellidado Caddis; 3 Simón, llamado Tasi; 4 Judas, apellidado Macabeo; 5 Eleazar, apellidado Abarán, y Jonatán, llamado Apfos.
La figura de Matatías entra en la historia en los días en que arreciaba la persecución de Antíoco, que llegó a su grado máximo al "edificar sobre el altar la abominación de la desolación" (1:57). Muchos oponían una resistencia pasiva (1:56), pero faltaba un jefe que aunara a los descontentos y formara una fuerza capaz de neutralizar las órdenes reales.
En la genealogía de Matatías se mencionan tres personajes: Juan, Simeón y Joarib. No se dice que Matatías fuera sacerdote. Al mencionar Flavio Josefo a Simeón i le da el apelativo de asmoneo. En otro lugar 2 afirma que el padre de Matatías se llamaba Asmoneo. ¿Trátase de un nombre propio o de un sobrenombre de Simeón? La segunda hipótesis es la más probable. Se ignora cuál sea la significación del término asmoneo. Acaso procede de hasmannim (Sal 68:32), o puede ser un apelativo geográfico de Hesmon, localidad de la tribu de Judá (Jos 15:27). La frase griega del texto apó Jerusalem, ¿indica lugar de origen de la familia o es un complemento de movimiento? En este segundo supuesto (Abel, Grand-Claudon, Penna) indicaría el texto que Matatías siguió el ejemplo de muchos israelitas, que, indignados por la situación religiosa de Jerusalén, huyeron a las ciudades de provincia menos influenciadas por el helenismo (1:40). Matatías se retiró a Modín, lugar que ocupa el pueblo actual de Medieh, o el Midya, a 12 kilómetros al este de Lidda y a 30 al noroeste de Jerusalén.
Lamentaciones de Matatías (2:6-14).
6 Viendo las abominaciones cometidas en Judá y en Jerusalén, dijo: 7 "¡Ay de mí! ¿Por qué nací yo, para ver la ruina de mi pueblo y la ruina de la Ciudad Santa, obligado a habitar aquí mientras es entregada a los enemigos la Ciudad Santa 8, y el santuario en manos de los extranjeros? Su templo ha llegado a ser como un hombre deshonrado; 9 los instrumentos de su gloria han sido llevados cautivos; sus niños, muertos en las plazas, y sus jóvenes, caídos bajo la espada del enemigo. 10 ¿Qué nación no la ha desheredado de sus derechos reales y no se ha apoderado de sus despojos? n Todo su ornato le fue arrebatado, y la que era libre fue hecha esclava. 12 He aquí que nuestro santuario, que era nuestro honor y nuestra gloria, está desolado, profanado por las gentes. 13 ¿Para qué vivir?" 14Rasgaron Matatías y sus hijos sus vestiduras y se vistieron de saco e hicieron gran duelo.
A Matatías se le partía el corazón al contemplar el avance de la impiedad y la inacción de los que podían y debían atajarlo. La lamentación contenida en los v.8-13 está en forma rimada, imitando las lamentaciones de Jeremías y repitiendo frases y conceptos que suponen un conocimiento perfecto del texto bíblico. El autor pone la lamentación en boca de Matatías, tratando de interpretar los sentimientos que le embargaban ante el panorama religioso y político de la nación. Jerusalén ha perdido su encanto (Larn 2:1), como una flor ajada o una mujer libre que degenera en esclava. El templo ha sido vaciado, quedando los gentiles dueños del mismo. Si tal es la triste realidad, ¿vale la pena vivir? A estas palabras de dolor acompañó la acción de rasgar las vestiduras y vestirse de saco (Gen 37:34; Núm 14:6; Jos 7:6; Jer 6:26, etc.).
Invitación al sacrilegio (2:15-18).
15 En tanto, llegaron a la ciudad de Modín los delegados del rey, encargados de forzar a la apoetasía y organizar los sacrificios. 16 Muchos israelitas se unieron a ellos, mientras Matatías y sus hijos se mantenían apartados.17 Los enviados del rey dirigiéronse a Matatías y le dijeron: "Tú eres un jefe, un hombre ilustre y un magnate en esta ciudad, apoyado por hijos y hermanos; 18 acércate, pues, el primero, y haz conforme al decreto del rey, como hacen todas las naciones, los hombres de Judá y los que quedaron en Jerusalén. Y seréis tú y tus hijos los amigos del rey, y seréis enriquecidos, tú y tus hijos, de plata, oro y muchas mercedes."
El plan de Antíoco tendía a la helenización de todos los rincones de Palestina. En su jira a través de las ciudades y pueblos, los emisarios del rey llegaron a Modín, con el fin de cumplir con la misión que se les había confiado. Comprobaron que el pueblo se retraía. Con lenguaje adulador invitaron a Matatías a dar ejemplo de lealtad al monarca sirio, prometiéndole su amistad y mucho dinero. No le amenazan con la muerte en caso de negarse a sacrificar.
Negativa de Matatías (2:19-22).
19 A lo que contestó Matatías en alta voz: "Aunque todas las naciones que forman el imperio abandonen el culto de sus padres y se sometan a vuestros mandatos, 20yo y mis hijos y mis hermanos viviremos en la alianza de nuestros padres. 21Líbrenos Dios de abandonar la Ley y sus preceptos. 22 No escucharemos las órdenes del rey para salimos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda."
Cualquier vacilación por parte de Matatías podía arrastrar a todo un pueblo a la idolatría. Por lo mismo, con voz potente rechazó las lisonjeras palabras de los enviados reales.
Degüello de un judío (2:23-26).
23 Apenas había terminado de hablar, cuando en presencia de todos se acercó un judío para quemar incienso en el altar que había en Modín, según el decreto del rey. 24 Al verlo Matatías, se indignó hasta estremecerse, y, llevado de justa ira, fue corriendo y le degolló sobre el altar. 25 Al mismo tiempo mató al enviado del rey, que obligaba a sacrificar, y destruyó el altar. 26 Así mostró su celo por la Ley, como había hecho Finés con Zambri, hijo de Salom.
Uno de los presentes, halagado acaso por las promesas que los enviados del rey hacían a Matatías, se adelantó en presencia de todos y se disponía a quemar incienso en el altar. Una oleada de indignación se apoderó de la persona de Matatías. Dice el texto que se le estremecieron los ríñones (kai etrómesan oi nefro1). Según la mentalidad semítica antigua, eran los ríñones la sede de las pasiones (Sal 73:21; Nah 2:10; Ez 29:7). El texto original añade que "dejó subir una justa cólera" (Proν 15:1), expresión semítica que se basa en la experiencia de sentir subir como una ola hasta manifestarse por la nariz con el soplo o resoplido. La cólera de Matatías está conforme al derecho, por cuanto el Deuteronomio (13:7-12; 17:2-7) prescribía que se matara a los idólatras y a los que inducían a otros a cometer tan horrendo crimen. Junto con el judío cayó muerto el enviado del rey (ton andra tou basiléos). Según Flavio Josefo 3, este último se llamaba Apelles, nombre que algunos autores creen que ha entrado en el texto por una confusión con Apolonio (1:29; 3:10). El autor sagrado aprueba explícitamente el gesto de Matatías, comparándolo con el de Finés (Núm 25:7-8).
Sangre en el desierto (2:27-38).
27 Alzó luego Matatías el grito en la ciudad, y dijo: "¡Todo el que sienta celo por la Ley y sostenga la alianza, sígame!" 28 Y huyeron él y sus hijos a los montes, abandonando cuanto tenían en la ciudad. 29 Entonces muchos que suspiraban por la justicia y la equidad bajaron al desierto 30 para habitar allí, así ellos como sus hijos y sus mujeres y sus ganados, pues los males pesaban sobre ellos. 31 y así que llegó a noticia de los enviados del rey y de las fuerzas que había en Jerusalén, en la ciudad de David, que aquellos hombres, desobedeciendo el decreto del rey, habían bajado para esconderse en el desierto, y que muchos los habían seguido, 32 los sorprendieron; y acampando enfrente de ellos, se dispusieron a atacarles en día de sábado. 33 Y les decían: "Basta con lo hecho hasta aquí. Salid y cumplid el decreto del rey, y viviréis." 34 Ellos contestaron: "No saldremos ni haremos lo mandado por el rey, profanando el sábado." 35 En seguida los acometieron, 36 y ellos no les respondieron, ni les lanzaron una piedra, ni taparon sus escondrijos, 37 diciendo: "Muramos todos en nuestra inocencia, y el cielo y la tierra serán testigos de que injustamente nos hacéis morir." 38 Y, acometidos en día de sábado, murieron ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, hasta mil hombres.
La actitud del pueblo ante la invitación de los enviados reales confirmó a Matatías en la impresión de que el pueblo judío se mantenía fiel a la religión de sus padres. Los que obedecían al rey eran llevados por el interés o por el miedo. Calculó él que al enarbolar la bandera de la rebelión serían muchos los que se aprestarían a defenderla. De ahí su proclama y su llamamiento a los que se sentían todavía solidarios con la supervivencia de su pueblo. Anticipándose al maquis de hoy día, abandonaron Modín, situada al borde de la Sefela, y huyeron a las montañas centrales del país (hahar, Jos 10:40; 11:16; Lc 1:39), donde encontrarían grutas naturales para guarecerse, piedras para defenderse de sus perseguidores y acantilados para tener en jaque a las tropas enemigas en caso de que Antíoco mandara contra ellos su ejército.
Al lado de este puñado de valientes de Modín hubo otros que, animados por los mismos ideales, imitaron su ejemplo. Pero les faltó arranque para desprenderse "de cuanto tenían en la ciudad," huyendo al desierto para habitar allí con sus hijos, sus mujeres y sus ganados. Con el término genérico de midbar, eremos, se designaba el terreno comprendido entre el-Asm hasta el sur del mar Muerto, o, más concretamente, el llamado desierto de Tecua. La guarnición Siria de Jerusalén y provincias tuvo noticia del éxodo de judíos ortodoxos hacia el desierto, enviando contra ellos un destacamento de soldados. El encuentro con los fugitivos tuvo lugar en día de sábado. Las tropas de Antíoco escogieron adrede el sábado para presentar batalla, convencidos de que en dicho día no ofrecerían resistencia. El año 320 antes de Cristo, Tolomeo había conquistado la ciudad de Jerusalén sin lucha en día de sábado. Los hasidim, dada su mentalidad rigorista, comprenden que no les es posible salir de su escondite sin profanar el descanso sabático, conforme al texto de Ex 16:29. En el peser de Habacuc, hallado en Qumrán, se habla de que el sacerdote impío persiguió al maestro de justicia. "Durante la fiesta del descanso del día Hakkipurim se presentó a ellos para que tropezaran en el día del ayuno, que es para ellos un sábado de reposo." 4 Mueren ellos mártires de sus peculiares concepciones acerca del sábado. No especifica el texto qué género de muerte les alcanzó. Flavio Josefo 5 dice que perecieron asfixiados por el humo en el interior de sus antros, noticia esta respaldada por 2 Mac 6:11.
Duelo de Matatías (2:39-41).
39 Guando Matatías y sus amigos lo supieron, se dolieron grandemente, 40 pero dijeron: "Si todos hacemos como nuestros hermanos han hecho, no combatiendo contra los gentiles por nuestras vidas y nuestras leyes, pronto nos exterminarán de la tierra." 41 Y tomaron aquel día esta resolución: Todo hombre, quienquiera que sea, que en día de sábado viniese a pelear contra nosotros, será de nosotros combatido, y no nos dejaremos matar todos, como nuestros hermanos, en sus escondrijos."
Según Flavio Josefo 6, fueron algunos de los supervivientes los que contaron a Matatías lo sucedido. Acaso discrepaban ellos de la manera de pensar de sus compañeros, salvándose gracias a su interpretación recta de la ley del descanso sabático. Matatías, en vista de lo sucedido, decretó que en adelante no será lícito tomar la ofensiva en día de sábado o de fiesta, pero todos estarán obligados a defenderse en caso de ser atacados.
Los asideos (2:42-44).
42 Entonces se unió a ellos un grupo de asideos, israelitas, valientes, todos adictos a la Ley. 43 Cuantos buscaban escapar a la persecución se unían a ellos, acrecentándose así sus fuerzas. 44 Formaron un ejército, hirieron a los pecadores en su ira y a los impíos en su furor. Los restantes buscaban su salvación entre los gentiles.
La chispa revolucionaria había prendido en todo Israel. Al grupo insignificante de Matatías, de sus hijos y familiares, se unieron los que huyeron al desierto y, últimamente, los asideos. ¿Quiénes eran éstos? El texto revela dos de sus características peculiares: adictos a la Ley y valientes guerreros. Los asideos (griego asidaioi; hebreo hasidim), que existían antes de los Macabeos, aparecen en nuestro libro formando un grupo aparte, distinto del que inició la resistencia contra el helenismo, con Matatías por jefe, y más aún de aquellos que en un tiempo jugaron con los gentiles. No eran ni monjes ni guerreros en el sentido pleno de la palabra, pero tenían un poco de ambas cualidades. Los asideos, no obstante su adhesión a los Macabeos, formaron un grupo distinto, hasta el punto de llamarse fariseos o separados por haberse opuesto a los asmoneos. No siempre compartían ellos el pensamiento de éstos, y en algunas ocasiones manifestaron puntos de enfoque opuestos (7:13). Existe hoy día una tendencia a considerar a los asideos como el tronco de donde surgió la comunidad de los sectarios del mar Muerto. Tres veces aparece su nombre en el libro de los Macabeos (2:42; 7:13; 2 Mac 14:6). Sin embargo, se cree que en la lucha contra el helenismo tuvieron ellos gran influencia 7.
Campañas de Matatías (2:45-48).
45 Recorrieron Matatías y sus amigos las ciudades, destruyendo altares 46 y obligando a circuncidar a cuantos niños encontraban incircuncisos en los confines de Israel. 47 Dieron caza a los insolentes, y sus operaciones tuvieron pleno éxito. 48 Arrancaron la Ley de manos de los gentiles y de los reyes y no dejaron prosperar al pecador.
El temor a las represalias había inducido a muchas familias al abandono de la práctica de la circuncisión. Por haber huido los helenizantes, buscando refugio entre los gentiles, las gentes de los pueblos que se mantenían fieles a su fe ayudaron a Matatías en la labor del saneamiento religioso de Israel. Con particular ahinco perseguían a los hijos de la arrogancia, o sea, a los emisarios reales que se vanagloriaban de haber acabado con el judaismo. Matatías y los suyos arrancaron la Ley de manos de los' gentiles y de los reyes, quebrantando el cuerno del impío (Sal 75:5-6; 89:18-25; 92:11). Pero no pudo Matatías ver convertido en realidad el ideal de la independencia de Israel de la legislación que les imponían los pueblos paganos.
Testamento de Matatías (2:49-68).
49 Acercándose el fin de los días de Matatías, dijo éste a sus hijos: "Al presente triunfa la soberbia y el castigo, es tiempo de ruina y de furiosa cólera. 50 Hijos míos, mostraos celadores de la Ley y dad la vida por la alianza de nuestros mayores. 51 Acordaos de las hazañas de vuestros padres en sus días y alcanzaréis gran gloria y nombre eterno. 52 ¿No fue Abraham hallado fiel y le fue imputado a justicia? 53 En el tiempo de la tribulación, José guardó la Ley, y vino a ser señor de Egipto. 54 Finés, nuestro padre, por su gran celo recibió la promesa del sacerdocio eterno. 55 Josué, por la observancia de la Ley, llegó a ser juez de Israel. 56 Caleb, por su testimonio ante el pueblo, recibió la heredad de la tierra. 57 David, por su misericordia, heredó el trono real por los siglos de los siglos. 58Elías, por su gran celo de la Ley, fue arrebatado al cielo. 59 Ananías, Azarías y Misael, por su fe, fueron librados del fuego. 60 Daniel, por su inocencia, fue libertado de la boca de los leones. 61 Recorred de este modo todas las generaciones, y veréis cómo ninguno que confía en Dios es confundido. 62 No temáis las amenazas de este malvado, porque su gloria se volverá en estiércol y en gusanos. 63 Hoy se engríe, pero mañana no será hallado, porque se habrá vuelto al polvo y se habrán disipado sus planes. 64 Vosotros, hijos míos, cobrad ánimo, combatid varonilmente por la Ley, que con esto vendréis a ser gloriosos. 65 Yo sé que Simón, vuestro hermano, es hombre de consejo; oídle siempre, y sea él vuestro padre. 66 Judas el Macabeo es fuerte y vigoroso desde su mocedad; que sea el capitán del ejército y quien dirija la guerra contra las naciones. β7 Atraed a vosotros a todos los cumplidores de la Ley y tomad severa venganza de los ultrajes a vuestro pueblo. 68 Dad a los gentiles su merecido y atended a la observancia de los preceptos de la Ley."
Como otro Jacob, Matatías, ya viejo y agotado por sus campañas, reunió en torno a su lecho a sus hijos para dictarles su testamento. Empieza por recordarles la gravedad de los tiempos que corren. Estas circunstancias adversas no deben descorazonarles, antes bien deben servir de acicate para estimularles a la lucha hasta conseguir el triunfo definitivo, dando por ello la vida si fuere necesario. La historia demuestra que Dios no desampara nunca a los que le permanecen fieles. Ningún temor deben inspirarles las amenazas de Antíoco, que, al igual que los otros hombres, acabará por reducirse a polvo, estiércol y gusanos. Dios, en cambio, permanece eternamente y maneja en sus dedos los hilos de la historia. La lucha contra el hombre de pecado (andros amartolou, v.62) puede prolongarse más o menos, pero acabará con la victoria de los que combaten con fe las batallas del Señor. El testamento de Matatías aparece en algunos puntos en forma estandardizada. El texto supone un conocimiento, al menos vago, de sucesos que se narran en el curso del libro, posteriores a la muerte de Matatías. En el v.62 se halla una alusión bastante clara a la enfermedad que acabó con Antíoco. De los hijos de Matatías sólo se mencionan el primero y el último. Puede admitirse que el autor sagrado ha vaciado en su texto algunas de las ideas y conceptos que le embargaban en el momento de escribirlo.
Muerte de Matatías (2:69-70).
69 Y, bendiciéndoles, fue a reunirse con sus padres. 70 Murió el año 146, y los hijos le sepultaron en el sepulcro de sus padres, en Modín, y todo Israel hizo por él gran llanto.
La muerte significa reunirse con los padres (Gen 25:8; 35:29; 49:33)· El año seléucida 146 corresponde al 166 antes de Cristo. Fue sepultado en Modín (cf. 13:27-30). Todo el pueblo fiel lamentó su pérdida, acaecida en el preciso momento en que Israel despertaba de su sueño y necesitaba de hombres de fe como Matatías. Afirma Flayio Josefo que Matatías estuvo un año al frente de los insurrectos. El impulso estaba dado; faltaba continuar la tarea, que sus hijos llevarían a cabo brillantemente.
1 Ant. lúa. 12:6:1.
2 Bell. lud. 1:36.
3 Ant. lud. 12:6.2.
4 L. Arnaldich, El Cristo del Evangelio y el supuesto Cristo del mar Muerto: "Verdad y Vida," 11 (1953) 57-71.
5 Ant. lud. l.c.
6 Ant. lud. 12:6:2.
7 Véase Penna, Gli Asidei l.c., 61-63, con abundante bibliografía.
2. La Guerra de la Independencia Bajo Judas Macabeo (3:1-9:22).
Elogio del nuevo jefe (3:1-9).
1 Le sucedió Judas, apellidado Macabeo, 2 a quien apoyaron sus hermanos y cuantos habían seguido a su padre, y combatían alegremente los combates de Israel. 3 Y dilató la gloria de su pueblo y, como héroe, se vistió la coraza, y se ciñó sus armas para guerrear, y trabó batallas, protegiendo con su espada el campamento. 4 Por sus hazañas se pareció al león y al cachorro que ruge en busca de la presa. 5 Persiguió a los impíos, despintándoles, y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo. 6 Los impíos se sobrecogieron de miedo ante él; los obradores de la iniquidad se turbaron. En sus manos llegó a buen término la salvación. 7 Dio en qué entender a muchos reyes y fue el regocijo de Jacob con sus hazañas. Por los siglos perdurará su memoria en bendición. 8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminó a los impíos de ellas y alejó de Israel la ira. 9 Llegó su nombre hasta los confines de la tierra y reunió a los dispersos.
Judas Macabeo sucede a su padre. Los guerreros que antes se habían puesto incondicionalmente a las órdenes de Matatías (2:28-45) apoyaron con alegría las empresas del nuevo jefe. El chispazo producido en Modín llevaba trazas de convertirse en una hoguera de entusiasmo que debía tener en jaque a los jefes del helenismo.
El autor sagrado teje un elogio del nuevo héroe del yahvismo. Por él la fama de Israel traspasó las fronteras, que su hermano Simón ensanchará (14:6). Su figura es como la de un gigante. Marcha a la cabeza de sus tropas. Es intrépido y arrojado como un león (Gen 49:9; Núm 23:24; 24:9; 2 Mac 11:11), como un cachorro de león ruge por la presa, pidiendo así a Dios su alimento (Sal 104:21). Como el león (Gen 49:9), Judas y sus hombres habitan en las montañas, se guarecen en los antros de las peñas, acechan desde allí al enemigo y se lanzan de improviso sobre su víctima. Sus connacionales afiliados al helenismo eran la mira de sus pesquisas, entregando a la hoguera los culpables (5:5; 5:44; 2 Mac 8:33). Los enemigos asombrábanse de la valentía del nuevo jefe y temblaban en su presencia. Combatió victoriosamente contra Antíoco Epifanes, Antíoco Eupator y Demetrio I. Sus victorias elevaron la moral del pueblo y eran celebradas con cánticos y odas en toda la nación.
Derrota de Apolonio (3:10-12).
10 Apolonio movilizó a los gentiles y a un fuerte ejército de Samaría para hacer la guerra contra Israel. 11 Así que lo supo Judas, le salió al encuentro, derrotóle y le dio muerte. Muchos cayeron gravemente heridos y huyeron los demás. 12 Se apoderó de sus despojos y de la espada de Apolonio, de la cual se sirvió en la guerra todos los días de su vida.
Las gentes que se apiñaron en torno a Judas Macabeo crecían en número de día en día. Las autoridades de Jerusalén calcularon que para infligirles una derrota definitiva necesitaban refuerzos de fuera, buscándolos en Samaría. Apolonio (tes samar eías strategós) estaba al frente de las tropas apostadas en Samaría, distrito de la Celesiria. Apolonio vio en ello una ocasión propicia para descargar su saña contra los odiados judíos. Pero el Macabeo no estaba desprevenido; le atacó de improviso, dejando muchos muertos sobre el campo, entre los cuales figuraba el mismo Apolonio l. ¿Dónde se produjo este encuentro? No lo declara el texto. Cabe suponer que el teatro de la lucha fue en un lugar entre Jerusalén y Samaría, al descamoado.
Ilusiones de Serón (3:3-17).
13 Cuando llegó a oídos de Serón, jefe del ejército de Siria, que Judas había juntado gente y que una muchedumbre de fieles a la Ley combatía a su lado, 14se dijo: "Me haré famoso y ganaré gloria en el reino combatiendo a Judas y a los suyos, que desprecian los decretos del rey." 15Y, preparada la segunda expedición, salió y subió con poderoso ejército, al cual se unieron los impíos para apoyarle y tomar venganza de los hijos de Israel. 16 Cuando llegaban a la subida de Betorón, les salió al paso Judas con un puñado de hombres. 17 Estos, viendo el ejército que venía contra ellos, dijeron a Judas: "¿Cómo podremos nosotros, tan pocos, luchar contra tan poderosa muchedumbre, y menos estando, como estamos hoy, extenuados por el ayuno?"
La derrota de Apolonio tuvo repercusiones en el reino seléucida. Un general del cuerpo de ejército regular de Celesiria quiso borrar la ignominia del ejército sirio con una expedición de castigo y aprovechar la acción para cubrirse de gloria ante el soberano. A los soldados que reclutó en Siria se les juntaron algunos judíos apóstatas (2:44). Los impíos, como los llama el texto, más que en cubrirse de gloria, soñaban en la posibilidad de regresar a sus hogares, recobrar sus posesiones y vengarse de aquellos que les constreñían a expatriarse.
El camino que siguió el ejército de Serón fue probablemente el de la costa. Al llegar a la altura de Modín no vislumbró Serón trazas del enemigo. Con precaución internóse hasta Betorón Bajo, donde acampó con su ejército 2. Más tarde continuó su avance hacia la subida de Betorón, con ánimo de proseguir su camino hacia el este. Pero Judas, apostado en la cima de la subida empinada y rocosa, le cortó el paso. Según los cálculos humanos, era tanta la desproporción numérica, que la derrota se mascaba. A ello se agregaba la circunstancia de estar extenuados por el hambre, provocada, o bien por un ayuno legal, o por la misma condición de guerreros errantes Que 8:15; 2 Sam 16:2-14). La única ventaja del ejército de Judas, aparte de la invisible ayuda del cielo, era la situación estratégica.
Judas arenga a sus tropas (3:18-22).
18 Pero Judas les contestó: "Fácil cosa es entregar una muchedumbre en manos de pocos, que para el Dios del cielo no hay diferencia entre salvar con muchos o con pocos; 19 y no está en la muchedumbre la victoria en la guerra: del cielo viene la fuerza. 20 Estos llegan a nosotros llenos de orgullo e impiedad, para apoderarse de nosotros, de nuestras mujeres e hijos, y saquearnos, 21 mientras que nosotros luchamos por nuestras vidas y por nuestras leyes. 22 El los aplastará a nuestros ojos; no tengáis miedo de ellos."
La idea que desarrolló Jonatás para infundir ánimo a su escudero (1 Sam 14:6) sirve ahora a Judas para levantar la moral de los suyos. Dios luchará con Judas y su ejército. Tener miedo significa no tener fe.
Derrota de Serón (3:23-26).
23 Así que acabó de hablar, los acometió con decisión, derrotando a Serón y a su ejército. 24 Los persiguió Judas por la bajada de Betorón hasta el llano, quedando en el campo unos ochocientos hombres y huyendo los demás a tierra de los filisteos. 25 Con esto, el espanto y el miedo a Judas y a sus hermanos se apoderó de las naciones vecinas. 26 La fama de su nombre llegó hasta el rey, y en todas las naciones se contaban sus batallas.
Es célebre en la historia de Israel la subida de Betorón. Allí derrotó Josué a los amorreos (Jos 10:10); por la misma escaparon los filisteos expulsados de Micmas (1 Sam 14:39). Una vez enardecidos los ánimos con las palabras de Judas, el diminuto ejército se lanzó contra el enemigo, que, imposibilitado de maniobrar por la estrechez del terreno, se replegó hacia la llanura, perseguido por Judas. Después de esta batalla comenzó a tomarse en serio la existencia de Judas y de su ejército. No se trataba de vulgares bandas de rebeldes y de descontentos, sino de un ejército bien disciplinado. Sin embargo, es prematuro decir que la fama de Judas corría por las naciones. Estas escaramuzas y victorias sobre el ejército sirio levantaron la moral de los judíos ortodoxos; los débiles en la fe se reafirmaban en sus creencias; los apóstatas temían por su porvenir; las autoridades civiles y el ejército sirio perdían prestigio a los ojos de sus simpatizantes. El mismo rey se enteró de la hombrada de Serón, que terminó con un resonante descalabro militar.
Movilización general (3:27-31).
27 El rey Antíoeo, en teniendo noticia de estos sucesos, se encendió en ira, y dio orden de juntar todas las fuerzas del reino, un ejército poderosísimo. 28 Abrió sus tesoros y pagó la soldada a su ejército por un año, ordenando que estuviesen preparados para todo evento. 29 Viendo el rey que sus tesoros habían quedado exhaustos y que los tributos eran escasos por las disensiones y calamidades que él había traído sobre la tierra, en su empeño de suprimir las leyes que habían estado en uso desde los días antiguos, 30 temió no tener, como otras veces le había sucedido, para los gastos y los donativos, que solía repartir con más larga mano y mayor prodigalidad que sus antecesores. 31 En este grave aprieto, resolvió ir a Persia a cobrar los tributos de las provincias y reunir mucho dinero.
A un jefe de distrito, Apolonio, siguió un general de provincia, Serón, y, finalmente, el mismo rey. En los días en que el monarca se enteró de que las cosas de Palestina marchaban mal, estaba planeando una expedición a Oriente con el fin de castigar al rey de los partos. No le era posible de momento dirigir la campaña de Palestina. Pero pensaba que la victoria sobre el rey Arsaces VI aseguraría la paz en Oriente y llenaría las arcas reales para hacer frente a los gastos militares. De momento, y para asegurarse la fidelidad de las tropas, les pagó el sueldo de un año, prometiendo ser más generoso de regreso de Persia. Tácito afirma que el motivo que impidió a Antíoeo helenizar todo el imperio fue la guerra contra los partos 3. Nada Tácito dice sobre el proyecto del rey de ir en busca de dinero, pero no lo excluye. Sabido es que los seléucidas andaban siempre escasos de él después de la derrota sufrida en Magnesia (190 a.C.). No cabe duda que el autor sagrado contempla el curso de la historia desde el punto de vista judío y centra los acontecimientos en el diminuto territorio de Palestina, hacia donde, según él, convergen las miradas de todo el mundo.
Antíoeo delega a Lisias (3:32-37).
32 Dejó a Lisias, hombre ilustre y de linaje real, al frente de los negocios del reino desde el Eufrates hasta los confines de Egipto 33 y con el cargo de velar por su hijo Antíoeo hasta su vuelta. 34 Puso a su disposición la mitad de su ejército y los elefantes, encomendándole la ejecución de sus planes, y sobre todo lo de Judea y Jerusalén. 35 Debía enviar contra ellos el ejército, aplastar y destruir la fuerza de Israel y las reliquias de Jerusalén, hasta borrar de la tierra su memoria, 36 e instalar extranjeros en sus confines, distribuyéndoles la tierra por suerte. 37 La otra mitad del ejército la llevó consigo el rey, que partió de Antio-quía, la capital de su reino, el año 147, y, atravesando el Eufrates, se dirigió hacia las regiones altas.
Era Lisias hombre ilustre (éndoxos) y pariente del rey (2 Mac 11:1; Jer 41:1), sin que podamos precisar el grado de este parentesco. Acaso se trata más bien de un título honorífico que se concedía para premiar los méritos de algún personaje. A Lisias dejó Antíoeo el cuidado de la parte occidental del reino, a saber, todo el territorio comprendido entre el Eufrates y Egipto, excepto Chipre" Nombróle además tutor de su hijo Antíoco Eupator, que contaba entonces nueve años de edad. Una parte del ejército fue puesta a disposición de Lisias, así como los elefantes, que de nada servirían al rey en su campaña por regiones montañosas. Las órdenes reales eran severí simas: liquidación total del judaismo. Dadas las órdenes pertinentes al regente Lisias, el rey se marchó hacia las regiones altas, esto es, tomó la dirección nordeste. La fecha de partida fue el año 147 de la era seléucida, que corresponde al año 165 antes de Jesucristo. De esta expedición real se ocupará más tarde nuestro libro (6:1-16).
Soldados sirios en Emaús (3:38-41).
38 Escogió Lisias a Tolomeo, hijo de Dorimeno; a Nicanor y a Gorgias, varones valerosos de entre los amigos del rey; 39 y envió con ellos cuarenta mil hombres y siete mil caballos para invadir la Judea y arrasarla, según el mandato del rey. 40 Partieron con todo su ejército y vinieron a acampar cerca de Emaús, en la llanura. 41 Cuando los mercaderes de la región tuvieron noticia de su llegada, tomaron muchísima plata, oro y cadenas para comprar los hijos de Israel como esclavos. A ellos se agregaron fuerzas de Idumea y del país de los filisteos.
No podía Lisias abandonar la capital del imperio, por lo que encargó a Tolomeo, hijo de Dorimeno, organizara y dirigiera la campaña contra Palestina. Tolomeo, que en otro tiempo favoreció la causa de Menelao (2 Mac 4:45), era gobernador de Celesiria y Fenicia. De momento envió un ejército de cuarenta mil hombres y siete mil caballos a las órdenes de Nicanor, hijo de Patroclo (2 Mac 8:9), y de Gorgias, todos ellos amigos del rey. Entre estos personajes existía una graduación. Unos eran simples amigos del rey; otros, amigos predilectos y primeros amigos (10:16-20-60-65;11:27)4.
Sólo Nicanor y Gorgias siguieron de cerca a las tropas. Los mercaderes acompañaron al ejército basados en las promesas hechas por Nicanor de cederles noventa esclavos judíos por un talento, es decir, a setenta francos oro cada uno. El tráfico de esclavos era corriente en el Próximo Oriente. En Am 1:6-9 se acusa a Gaza y a Tiro de haber entregado muchedumbres enteras de esclavos a Edom. El ejército expedicionario siguió en su avance la ruta de la costa mediterránea hasta llegar a la altura de Amuás (Emaús), a treinta kilómetros al este de Jerusalén, punto estratégico situado en la Sefela, desde donde podíanse dominar los accesos de Betorón y de Ayalón, el camino de Jerusalén y los territorios del sudeste.
Consejo de los Macabeos (3:42-45).
42 Viendo Judas y sus hermanos que las cosas iban de mal en peor y que los ejércitos acampaban en sus confines, y conocedores de las órdenes dadas por el rey de destruir y exterminar al pueblo, 43 se dijeron unos a otros: "Salvemos a nuestra nación de su ruina y combatamos por nuestro pueblo y por el santuario." 44 Y convocaron la asamblea para disponerse a la guerra, orando e implorando clemencia y misericordia. 45 Jerusalén estaba despoblada como un desierto; no había quien de sus hijos entrase o saliese. Su santuario estaba conculcado, y los hijos de los extranjeros moraban en la ciudadela. Era ésta albergue de los gentiles; el gozo de Jacob había desaparecido, y habían enmudecido la flauta y la cítara.
Los Macabeos se percataron de la gravedad de la situación. Pero la suerte estaba echada; volver atrás era tanto como cavar la propia sepultura. Donde no llegaban sus fuerzas supliría Dios, apiadándose de los que luchaban por su pueblo escogido y por su casa, el templo.
Reunión en Masía (3:46-54).
46 Se reunieron y vinieron a Masfa, frente a Jerusalén, pues en otro tiempo había sido Masfa un lugar de oración para Israel. 47 Ayunaron aquel día, se vistieron de saco, pusieron ceniza sobre sus cabezas, rasgaron sus vestiduras 48 y extendieron el libro de la Ley, buscando en él lo que los gentiles preguntan a las imágenes de sus ídolos. 49 Trajeron los vestidos sacerdotales, las primicias y los diezmos, e hicieron venir a nazarees que habían cumplido los días de su consagración; 50 y a voces clamaron al cielo, diciendo: "¿Qué vamos a hacer con éstos y adonde vamos a llevarlos? 51 Porque tu santuario está hollado y profanado; tus sacerdotes, en luto y humillación, 52 y ahora los gentiles se han reunido contra nosotros para destruirnos. Tú sabes las cuentas que echan sobre nosotros. 53 ¿Cómo podremos hacerles frente si tú no nos ayudas?" 54 Y tocaron las trompetas y clamaron a grandes voces.
No era posible acudir al templo, conculcado y desierto (v.45), por lo que se reunieron en Masfa, en el actual Tell en Nasbet, a trece kilómetros al norte de Jerusalén Que 20:1; 1 Sam 7:5; 10:17; Os 5:1). Durante un día entero se entregaron a la oración y a la penitencia. El v.48 es interpretado diversamente (Abel, Knabenbauer). Su sentido parece ser el siguiente: Tienen el libro abierto para leer en él. Dada la incertidumbre del momento, se necesitan las luces de lo alto para conocer lo que debe hacerse. A falta de profeta o de sacerdote que consulte al Señor por los urim y tummim, emplean el texto de la Escritura. Al abrir el libro les salió un pasaje en el que se hablaba de la ayuda divina. Por lo mismo, su contraseña será: "De Dios la ayuda" (2 Mac 8:23). Los campeones de la fe han buscado en el libro de la Ley lo que los gentiles interrogaban a sus dioses. San Agustín 5 conocía esta práctica de inquirir la voluntad de Dios mediante la apertura al azar de las Sagradas Escrituras. San Francisco buscó en el Evangelio el género de vida que tenían que seguir él y sus frailes.
Masfa era la prolongación del templo de Jerusalén. Allí se montó una exposición de vestidos sacerdotales (Ex 28:4-42) que sólo se llevaban en el templo; se trajeron primicias (Ex 23:19) y los diezmos con el fin de mover a Dios a velar por su honor. Los nazarenos, que se obligaban a no beber bebidas alcohólicas y a dejar su cabellera intacta hasta haber cumplido su voto, fueron llamados para someterse a los ritos y ceremonias que señalaban el fin del mismo (Núm 6:13-19). Todo ello era una muestra de la fidelidad a la Ley. Dios se apiadará de su pueblo y hará de manera que en un tiempo no lejano se realice en el templo de Jerusalén lo que ahora se hace en Masfa. Los que están presentes no dudan de que será así. Por lo mismo tocan las trompetas, conforme a Núm 10:9. Estos gritos y toques de trompeta eran a la vez grito de guerra e invocación a Yahvé antes del combate (Jos 6:33; 7:45; 9:12; 16:8).
Medidas militares (3:55-60).
55 Después de esto instituyó Judas jefes del pueblo, de millares, centenas, cincuentenas y decenas, 56 y dijeron a los que edificaban casas, a los que habían tomado mujer, a los que habían plantado una viña y a los tímidos, que se volvieran cada uno a su casa, conforme a la prescripción de la Ley, 57 y, levantando el campo, vinieron a ponerse al sur de Emaús. 58 Dijo Judas a los suyos: "Preparaos y portaos como valientes, prontos a luchar mañana temprano contra estas gentes que se han reunido contra nosotros para destruirnos y destruir nuestro santuario. 59 Mejor es morir combatiendo que contemplar las calamidades de nuestro pueblo y del santuario. 60 En todo caso, hágase la voluntad del cielo."
Judas se apresta a la lucha, imponiendo una sólida organización a sus tropas. Los hermanos de Judas estaban al frente de los principales destacamentos (2 Mac 8:22). Conforme a la Ley (Deut 20:5-8), mandó a sus casas a los que podían entorpecer el entusiasmo y arrojo de los combatientes. Seleccionados los combatientes, Judas les dirige las últimas recomendaciones: ceñirse bien la cintura para poder correr más y mejor (Ex 12:11); pensar que es mejor morir combatiendo que vivir como esclavos de un pueblo gentil. Mucha confianza en Dios, que es, en último término, el que decide el éxito o fracaso de la batalla.
En busca del enemigo (4:1-11).
1 Gorgias, tomando cinco mil infantes y mil jinetes escogidos, levantó el campo por la noche, 2 con el propósito de atacar al ejército judío y derrotarlo por sorpresa. Llevaban por guías hombres de la ciudadela. 3 Tuvo de ello noticias Judas, y con sus valientes movió también el campo para atacar a los del rey que estaban junto a Emaús, 4 en tanto que el grueso del ejército andaba aún disperso, lejos del campamento. 5 Llegó Gorgias al campo de Judas por la noche, y, no hallando a nadie, los buscaba por los montes, diciendo: "Estos han huido de nosotros." 6 En cuanto fue de día apareció Judas en el llano con tres mil hombres, que no tenían los escudos ni las espadas que deseaban. 7 Vieron el campamento de los gentiles, fuerte, atrincherado, rodeado de la caballería, formado por nombres diestros en la guerra. 8 Dijo Judas a los que le acompañaban: "No temáis a esa muchedumbre ni su ímpetu os acobarde. 9 Recordad cómo fueron salvados vuestros padres en el mar Rojo cuando el faraón los perseguía con su ejército. 10 Levantemos al cielo nuestra voz, en la esperanza de que se compadezca de nosotros y, acordándose de la alianza con nuestros padres, aplaste hoy ante nuestros ojos este campamento, y 11 conocerán todas las gentes que hay quien rescata y salva a Israel."
Los sirios tuvieron noticia de los desplazamientos del diminuto ejército judío. Gorgias marchó a su encuentro con la intención de sorprender a Judas en algún sitio y obligarle a presentar batalla. Hombres de la ciudadela (literalmente: "los hijos de la ciudadela"), entre los cuales había judíos apóstatas 6, guiaron a Gorgias por el quebrado terreno. Supo Judas el itinerario del ejército de Gorgias y se desplazó a su vez, presentándosele la magnífica ocasión de atacar a los dos cuerpos de ejército por separado. Burlando la búsqueda de Gorgias, dirigióse muy de mañana al campamento de Amuás (Emaús). Desde su escondite examinó Judas de cerca el campamento general de los sirios y estudió las posibilidades de asaltarlo. La ocasión era propicia, porque parte del ejército andaba errante por la montaña en su busca. Además, el campamento hallábase en período de consolidación, de manera que muchos soldados vivaqueaban fuera del mismo, en completo desorden y con una disciplina militar relajada.
Asalto al campamento (4:12-18).
12 Los extranjeros alzaron sus ojos, vieron que venían a atacarles 13 y salieron al campo para combatirlos. Los soldados de Judas tocaron las trompetas, 14 y se trabó la lucha, siendo derrotados los gentiles, que luego se dieron a huir por el llano. 15 Fueron perseguidos hasta Guezer, los llanos de Idumea, de Azoto y de Jamnia; los rezagados cayeron todos al filo de la espada, quedando en el campo hasta tres mil de ellos. 16 Volviendo Judas con su ejército de perseguirlos, dijo a los suyos: 17 "No codiciéis los despojos, que tenernos ante nosotros el peligro, 18 pues Gorgias está con su ejército en los montes próximos. Por el momento haced frente a los enemigos; después ya podréis tomar los despojos con seguridad."
Los soldados de Nicanor trataron de hacer frente a los asaltantes, pero en vano. Acaso sus generales descansaban, despreocupados, en sus tiendas. Los sirios diéronse a la fuga por la llanura, buscando asilo en Guezer; otros iban errantes por la llanura de Idumea (según una variante textual, "llanura de Judea"), entre Azoto y Jamnia, o se encerraron dentro de estas dos ciudades costeras. Las gentes de Idumea aprovecharon la deportación de los judíos a Babilonia para abandonar las áridas tierras de Idumea y establecerse en esta zona fértil de la costa. Hubiera sido contraproducente detenerse en desalojar a los fugitivos de las ciudades en que se habían refugiado, porque Gorgias merodeaba por los montes vecinos. Hubiera sido también fatal para los judíos dejarse llevar de la codicia ante los despojos del campamento asirio, olvidando que un cuerpo de ejército, todavía intacto, podía caer de un momento a otro sobre ellos. Contra estos peligros les previene Judas.
Huida de Gorgias (4:19-25).
19 Estaba aún Judas diciendo esto, cuando apareció, saliendo del monte, una división de Gorgias, 20 la cual, al ver cómo los suyos habían vuelto las espaldas y ardía en llamas el campamento, porque el humo que se veía daba bien a entender lo sucedido, 21 se llenó de miedo, y más viendo al ejército de Judas en el llano en orden de batalla. 22 Todos se dieron a huir hacia la tierra de los filisteos. 23 Judas entonces se volvió y recogió el botín del campamento, donde tomaron mucho oro y plata, y telas de jacinto y de púrpura marina, y grandes riquezas. 24 A su vuelta elevaban al cielo cánticos y bendiciones: "Porque es bueno, porque es eterna su misericordia." 25 En aquel día obtuvo Israel una gran victoria.
Judas no se equivocaba: Gorgias hacía en aquellos momentos su aparición en los montes. La imponente humareda que salía del antiguo campamento situado en las inmediaciones de Amuás le indicaba claramente que algo anormal sucedía allí. Sus presentimientos fueron confirmados por la visión del ejército de Judas en pie de guerra. Gorgias no intentó presentar batalla, sino retirarse hacia la tierra de los filisteos, en busca del deshecho cuerpo de ejército al mando de Nicanor.
Derrota de Lisias (4:26-35).
16 Cuantos extranjeros se salvaron llegaron a anunciar a Lisias lo sucedido, 27 y éste, al oír las noticias, se quedó consternado y abatido, porque las cosas no habían sucedido en Israel como el rey se lo había ordenado. 28 Al año siguiente organizó un ejército de sesenta mil hombres y cinco mil caballos para acabar totalmente con los judíos. 29 Vino por Idumea y acampó en Betsur. Para hacerles frente sólo disponía Judas de diez mil hombres. 30 A la vista de tan fuerte ejército, oró, diciendo: "¡Bendito seas, Salvador de Israel, que quebrantaste el ímpetu del gigante por mano de tu siervo David y entregaste el campamento de los filisteos en poder de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero! 31 Da este campo a manos de tu pueblo de Israel y queden avergonzados su ejército y su caballería. 32 Infúndeles miedo, abate la presuntuosa confianza en su fortaleza y avergüéncense de su derrota. 33 Derrótalos por la espada de los que te aman, y entonen cánticos de loor todos los que conocen tu nombre." 34 Vinieron a las manos, cayeron del ejército de Lisias cinco mil hombres. 35 Al ver Lisias la derrota de su ejército y la audacia del de Judas y cómo estaban dispuestos a vivir o morir gloriosamente, partió para Antioquía y reclutó mercenarios para acrecentar su ejército, con el propósito de volver contra Judas.
La derrota de Lisias tuvo lugar viviendo todavía Antíoco Epifanes (2 Mac 11:1-12). Tenía Lisias suficiente amor propio para organizar otra expedición de castigo contra Judas. El año de los seléucidas 148, el 164 antes de Jesucristo, reclutó un imponente ejército, capaz, según sus cálculos, de aplastar a los judíos. Judas Macabeo, una vez liquidado el ejército de Gorgias, quiso castigar la insolencia de los idumeos, que molestaban a los judíos ortodoxos y acogían a los que desertaban de su ejército (2 Mac 10:10ss). Por motivos de seguridad pensó en aprovechar el descanso para arrebatar algunas plazas fuertes a los idumeos. Lisias corrió en ayuda de sus fieles aliados, y fijó su tienda en Betsur, plaza fuerte que dominaba el camino de Hebrón a Jerusalén, distante veintiocho kilómetros de esta última. En su oración hace notar Judas que la actual desproporción de fuerzas existía también entre Jonatás y los filisteos (1 Sam 14:1-23), entre David y Goliat (ibid., 17:38-51); pero Dios entrego a los filisteos en poder de uno y otro. Dios y Judas derrotaron al regente Lisias, que, avergonzado, se retiró a Antioquía, queriendo zafar su derrota con el reclutamiento de nuevos mercenarios. Pero razones diplomáticas aconsejaban no azuzar al león de Judá, sino más bien amansarlo con medidas de libertad para el judaísmo.
Duelo por el templo (4:36-40).
36 Judas y sus hermanos se dijeron: "Nuestros enemigos están derrotados; subamos, pues, y purifiquemos el santuario y restablezcamos el culto." 37 Y, juntando el ejército, subieron al monte de Sión. 38 Al ver el santuario desolado, profanado el altar, quemadas las puertas, la hierba crecida en los atrios como en un bosque o en un monte y las habitaciones destruidas, 39 rasgaron sus vestiduras y alzaron gran llanto, se pusieron ceniza sobre su cabeza, 40 se postraron en tierra, tocaron las trompetas de señales y clamaron al cielo.
Las fuerzas del regente Lisias habían evacuado Palestina; los idumeos habían sido humillados; los sirios de Jerusalén, sitiados en el Acra. Había llegado la ocasión propicia para purificar el templo y restablecer el culto legítimo. Los hermanos Macabeos subieron con el ejército a fin de tener a raya la guarnición de la ciudadela (1:35-36). La vista del templo arrancó lágrimas a sus ojos.
Acción de los sacerdotes (4:41-50).
41 Luego ordenó Judas que algunos tuvieran en jaque a los de la ciudadela mientras purificaban el santuario. 42 Eligieron sacerdotes irreprochables, amantes de la Ley, 43 los cuales purificaron el templo y echaron las piedras del altar idolátrico en lugar inmundo. 44 Deliberaron qué harían del altar de los holocaustos, que había sido profanado, 45 y les pareció buen consejo destruirlo, por cuanto los gentiles lo habían profanado, 46 y depositar las piedras en el monte del templo, en lugar conveniente hasta que viniese un profeta que diese oráculo sobre ellas. 47 Tomaron luego piedras sin labrar, conforme prescribe la Ley; repararon el santuario y el interior del templo, purificaron los atrios, 48 hicieron nuevos vasos sagrados, e introdujeron el candelabro, el altar de los perfumes y la mesa del templo. 49 Quemaron incienso en el altar, encendieron las lámparas del candelabro que lucían en el templo, 50 colocaron los panes sobre la mesa y colgaron las cortinas. De esta manera dieron fin a la obra.
Con un piquete de soldados que vigilaban los movimientos de la guarnición del Acra, procedieron los sacerdotes a la purificación del templo. Se eligieron aquellos ministros sagrados que no tuvieran mancha alguna que les inhabilitara para ejercer su oficio pastoral (Lev 21:17-21; 22:3). Las piedras del altar de Júpiter Olímpico (1:54-59) se arrumbaron a un lugar impuro, que acaso fueran las pendientes del Cedrón en donde se encontraba el cementerio, el Tofet (Jer 19:13). ¿Qué destino debía darse a las piedras centenarias del altar de los holocaustos? (Ex 29:25; Lev 4:34). Por muchos años fueron inmoladas víctimas al Señor sobre las mismas; por su origen no cabe dudar de que eran santas. Pero las mismas fueron el soporte de un altar idolátrico; la sangre de los cerdos inmolados contaminó lo que era santo. Por el momento resolvieron demoler el altar, pero pusieron las piedras a buen recaudo hasta el advenimiento de un profeta que decidiera del destino de las mismas. Después de Zacarías y Malaquías no surgió ningún otro profeta (9:27; 14:41). La decisión fue sabia, por cuanto, no existiendo unanimidad de pareceres, convenía no exacerbar el espíritu de los que defendían una posición más rígida. El resultado de las deliberaciones se concretó en la construcción de un nuevo altar con piedras sin labrar, tal como prescribía la Ley (Ex 20:25; Deut 27:5-6). Puesto que en el recinto del templo tuvieron lugar orgías y bacanales, se procedió a purificar incluso el pavimento (2 Mac 6:4).
Fiesta de la dedicación (4:51-56).
51 En la mañana del día veinticinco del mes noveno, que es el de Casleu, del año 148, se levantaron de madrugada 52 y ofrecieron el sacrificio prescrito por la Ley en el nuevo altar de los holocaustos que habían construido. 52 Precisamente en la misma hora y día en que lo habían profanado los gentiles fue de nuevo renovado con cánticos, cítaras, arpas y címbalos. 54 Todo el pueblo se postró sobre su rostro, adorando y elevando sus bendiciones al cielo, que les había dado tan feliz suceso. 55 Durante ocho días celebraron la renovación del altar, y con alegría ofrecieron los holocaustos y sacrificios de acción de gracias y alabanza. 56 Adornaron la fachada del templo con coronas de oro y escudos y restauraron las portadas y las cámaras y les pusieron puertas.
El día 25 del mes de Casleu del año 167 antes de Jesucristo sacrificaron los gentiles la primera víctima, probablemente un cerdo, sobre el altar asentado sobre el antiguo de los holocaustos; el mismo día del año 164 se ofreció el sacrificio prescrito por la Ley en el nuevo altar. Al rayar el alba, los sacerdotes ofrecieron un cordero de un año, recogiendo su sangre y rociando con ella el altar (Núm 28:3). Por ser el primer sacrificio en el nuevo altar, la ceremonia revistió gran solemnidad, con acompañamiento de instrumentos músicos (1 Crón 7:4; 16:42). Las fiestas duraron ocho días (1 Re 8-66; 2 Crón 7:8), durante los cuales el público ofreció holocaustos y sacrificios pacíficos (Lev 7:11-12-16). En señal de fiesta se adornó la parte frontal del templo con guirnaldas y coronas.
Fiesta de las Encenias (4:57-60).
57 Fue muy grande la alegría del pueblo por haber borrado el oprobio de los gentiles. 58 Mandaron Judas y sus hermanos y toda la asamblea de Israel celebrar los días de la renovación del altar a su tiempo, de año en año, por ocho días, desde el veinticinco del mes de Casleu, con alegría y regocijo. 59 Por aquel mismo tiempo levantaron en torno del monte Sión muros altos y torres fuertes, para que no pudieran los gentiles hollarlo como habían hecho antes; 60 pusieron en él una guarnición que lo defendiera. Fortificaron asimismo a Betsur, para protegerla y para que el pueblo tuviera una defensa por el lado de Idumea.
Señala bien el texto el origen de la fiesta de la hanukkah, que en griego se llama enkaimá (Lc 10:22), dedicatio en latín. Los judíos modernos celebran la fiesta. Cada día, a partir del 25 de Casleu, se recita el Hallel (Sal 113-118) y se lee una parte del Pentateuco. El sábado se lee el capítulo del libro de los Números referente al candelabro de oro, y como haptarah el pasaje de Zach (2:14-4:8). La primera noche se enciende una luz, dos en la segunda, y así sucesivamente (Bévenqt, Abel)1.
Para impedir que la guarnición de la ciudadela o cualquiera otro pagano pisara el lugar santo, se construyeron muros y torres de protección alrededor del templo. La plaza fuerte de Betsur fue asimismo fortificada con el fin de prevenir cualquier sorpresa de parte de los idumeos.
Golpe de mano contra Idumea (5:1-3).
1 Cuando las naciones de alrededor oyeron que el altar había sido reedificado y restaurado como antes el santuario, se enfurecieron sobremanera, 2 y decidieron destruir a los de la raza de Jacob que vivían en medio de ellos, comenzando a ejecutar matanzas y destrucciones en el pueblo. 3 Comenzó Judas por hacer la guerra a los hijos de Esaú, y se apoderó de Acrabatana, en Idumea, desde donde hostigaban constantemente a Israel. Les infligió una gran derrota, humillándolos y llevándose sus despojos.
Los idumeos fueron aliados del imperio seléucida. Establecidos al sur de Palestina, trataron siempre de ensanchar sus fronteras hacia el norte y por la parte de la costa del Mediterráneo. La recuperación religiosa y militar de Israel amenazaba constantemente sus ambiciones territoriales, por lo cual se aliaron con los sirios y otros enemigos de los judíos con el fin de permanecer en el territorio. Enterados ahora de la derrota de Lisias y de la restauración del templo y de Jerusalén, temieron por su porvenir, descargando sus iras contra los indefensos judíos que habitaban en medio de ellos. Judas corrió en ayuda de sus connacionales y se apoderó de Acrabatana, al sudeste del mar Muerto. En la Vulgata este territorio es llamado ascensus scorpionis, o de Acrabim (Núm 34:4; Jos 15:3).
Acción contra Bayán (5:4-5).
4 Se acordó de la maldad de los hijos de Bayán, que tendían lazos y emboscadas en los caminos. 5 Les obligó a encerrarse en sus torres, los cercó y, dándolos al anatema, puso fuego a las torres, que ardieron con todos los que en ellas había.
No existen datos suficientes para identificar el emplazamiento de Bayán. En Núm 32:3, los LXX traducen Beón por Bayán, ciudad que corresponde al actual Jirbet es Sar, cabe al camino de Ammán a Araq el Emir, en TransJordania. Parece que se trata de un clan ru-benita que habitaba al sur de Jericó (Abel) o en el valle del Jordán (Bévenot). Judas los aniquiló aplicándoles la ley del herem (Deut 7:28; 20:14; 1 Sam 15:3). Según 2 Mac 10:155, murieron quemados en sus torres.
Encuentros con Aman (5:6-8).
6 Pasó a los hijos de Arnón, y se encontró con un ejército fuerte y un pueblo numeroso, y a Timoteo por jefe. 7 Tuvo con ellos muchos encuentros, hasta que los derrotó y deshizo totalmente. 8 Se apoderó de Jazer y sus aldeas y se volvió luego a Judea.
Atravesó Judas el río Jordán (diepérasen) para ir al encuentro de los amonitas, que tenían por capital a Rabbath-Amón, la actual Ammán. En este territorio se refugiaron judíos apóstatas (2 Mac 4:26), pero habitaban también allí otros que seguían fieles a la Ley. El jefe del territorio se llamaba Timoteo, príncipe indígena con nombre griego. Tomó Judas la ciudad de Jazer, "con sus hijas," es decir, sus dependencias (Núm 21:25; Jos 15:45) 2.
Noticias alarmantes llegan de Galaad (5:9-13).
9 Los gentiles de Galaad se conjuraron contra los israelitas que moraban en su territorio, con el propósito de aniquilarlos, pero ellos huyeron a la fortaleza de Diatema. 10 Escribieron a Judas y a sus hermanos, diciéndoles: "Se han juntado contra nosotros las naciones de nuestro contorno, que se proponen destruirnos; 11 están dispuestas a venir y apoderarse de la fortaleza en que nos hemos refugiado; tienen a Timoteo por jefe de su ejército. 12 Ven, pues, y líbranos de sus manos, porque muchos de los nuestros han caído ya, 13 y todos nuestros hermanos de la región de Tobi han sido muertos, y robadas sus mujeres, sus hijos y sus bienes, pereciendo allí unos seis mil hombres."
También los judíos de Galaad sufrieron represalias por parte de los habitantes del país, viéndose obligados a concentrarse en Diatema, localidad que no aparece en otros textos bíblicos ni profanos. Algunos (Vagcari, Bévenot) se inclinan por identificarla con Jaraca (2 Mac 12:17); otros, con el Hosn 3 u otra localidad de Basan. Por Galaad debe entenderse propiamente el territorio de Transjordania, al norte del Yarmuc. Timoteo parece ser el jefe de los amonitas (2 Mac 12:2). Aunque vejados por los habitantes del país, pudieron los judíos comunicarse con el exterior y escribir a Judas Ma-cabeo exponiendo la situación apurada en que se hallaban. En peores condiciones vivían, al parecer, los judíos de Tobi. Se excluye que esta región deba identificarse con la de los Tobiadas en el Araq el Emir 4. Algunos creen que es la región contigua al lago de Ge-nesaret. Según Abel5, esta región se hallaba en Tob (Jue 11:3-5; 2 Mac 10:6-8), entre Bosra y Dera.
Noticias poco halagüeñas de Galilea (5:14-16).
14 Estaban leyendo estas cartas, cuando llegaron, rasgadas las vestiduras, otros mensajeros de Galilea, 15los cuales comunicaron que se habían juntado contra ellos gentes de Tolemaida, y de Tiro y de Sidón, y toda la Galilea de los gentiles, para aniquilarlos. 16Cuando Judas y el pueblo oyeron semejantes noticias, se reunió una gran asamblea, y deliberaron sobre lo que habían de hacer por sus hermanos, que se hallaban en grave aprieto, combatidos por los gentiles.
Las tres ciudades marítimas, Tolemaida, nombre que recibió Acco en el año 261 por Tolomeo II; Tiro y Sidón, hicieron causa común con los de Galilea para perder a los judíos. Tolemaida adquirió gran importancia después de la destrucción de Tiro. En 219 pasó bajo el poder de los seléucidas, acuñando moneda propia en tiempo de Antíoco Epifanes. Tiro perdió su independencia en tiempos de Alejandro Magno (332 a.C.), pasando a depender de los seléucidas y consiguiendo más tarde (año n1) la independencia (11:59; 2 Mac 4:18-20), que confirmaron los romanos6. La expresión "Galilea de los gentiles" es ya conocida por otros textos viejotestamentarios (Is 8:23) y del Nuevo (Mt 4:15). Por ser un territorio fronterizo con naciones paganas, muchos gentiles fijaron allí su residencia.
División de fuerzas (5:17-20).
17 Dijo Judas a Simón, su hermano: "Toma gente contigo y ve a librar a nuestros hermanos de Galilea; yo y mi hermano Jonatán iremos a Galaad." 18 A José, el de Zacarías, y a Azarías les dejó por jefes del pueblo con el resto del ejército para la defensa de Judea, 19 dándoles esta orden: "Quedaos al frente del pueblo, pero no trabéis lucha con los gentiles hasta nuestra vuelta." 20 Tomó Simón tres mil hombres para ir a Galilea, y Judas ocho mil para ir a Galaad.
Los Macabeos tienen que multiplicarse para acudir a las demandas de auxilio. Como representantes suyos en Jerusalén dejan a José, hijo de Zacarías, y a Azarías, con la prohibición de entablar combate con los gentiles hasta su regreso, lo que no cumplieron (v.55-64). Parece que Azarías ejercía la suprema autoridad civil, mientras que en el terreno militar compartía el mando con José.
Simón en Galilea (5:21-23).
21 Partió Simón para Galilea, y después de muchos encuentros con los gentiles, los derrotó y persiguió hasta las puertas de Tolemaida, 22 quedando en el campo unos tres mil de los gentiles y apoderándose Simón de sus despojos. 23 Tomó luego a los que moraban en Galilea y en Arbata, con sus mujeres, hijos y cuanto tenían, y los trajo con júbilo a Judea.
No conocemos el lugar donde se desarrollaron los combates, en terreno montañoso o en las llanuras de Esdrelón y de el-Battof. En la lucha cayeron tres mil gentiles, huyendo los restantes a Tolemaida, perseguidos de cerca por Simón. Es curioso observar que el número de caídos corresponde al contingente de tropas mandadas por Simón. Siendo muy numeroso el número de los gentiles con relación a los yahvistas fieles a sus leyes, Simón tomó la decisión de llevarse consigo a los judíos de Galilea y de Arbata, y "los trajo con gran júbilo a Judea." Durante la guerra judía en el año 70, Arbata servía de refugio a los judíos que eran molestados en Cesárea.
Judas se entrevista con los nabateos (5:24-37).
24 Judas el Macabeo y Jonatán, su hermano, atravesaron el Jordán y caminaron durante tres días por el desierto, 25 encontrándose con los nabateos, que los recibieron amigablemente y les contaron cuanto a sus hermanos había sucedido en la región de Galaad, 26 y cómo muchos de ellos se hallaban prisioneros en Bosora, en Bosor, en Alema, en Casfor, en Maqued y en Carnaím, ciudades todas fuertes y grandes; 27 que también en las demás ciudades de Galaad había prisioneros, y habían ordenado los enemigos para el día siguiente atacar las plazas fuertes, tomarlas y acabar con todos los judíos en un solo día.
Salió Judas al frente de sus tropas camino de Galaad. Al cabo de tres días de camino encontró a unos comerciantes nabateos procedentes de Siria y en viaje de regreso hacia su capital, Petra. El encuentro, según 2 Mac 12:10-12, caso de que se aluda al mismo hecho, no fue nada amistoso. Hechas las paces, Judas informóse de los lugares que habían recorrido. Cuentan que en las poblaciones de Bosora, Bosor, Alema, Casfor, Maqued y Carnaím había muchos prisioneros judíos, a los que tenían decidido matar en un mismo día. Todas estas "ciudades fuertes y grandes" se encuentran al pie y en las proximidades del macizo volcánico Gebel-ed-Druz. Nada le dicen acerca de la situación de los judíos en Diatema, que fueron los primeros y únicos en dar la voz de alarma. Es posible que los judíos huyeran de Galaad, atrincherándose en Diatema. Terminada la entrevista, Judas y los suyos se dirigieron a Bosora (actual Busra, a ι ίο kilómetros al sur de Damasco y a 40 al este de Dera).
Llegar y vencer (5:28-36).
28 Judas, con su ejército, atravesando el desierto, se encaminó a Bosora. Se apoderó de la ciudad, pasó a filo de espada a todos los varones, se adueñó de todos sus despojos y la puso fuego. 29 Levantando el campo por la noche, marchó hacia la fortaleza de Diatema. 30Al amanecer alzó los ojos y vio una muchedumbre innumerable con escalas y máquinas de guerra, dispuesta a atacar y tomar la fortaleza. Entendió Judas que el ataque comenzaba, y oyó que de la ciudad subía al cielo un gran griterío y sonido de trompetas. 32 Dijo entonces a los de su ejército: "Luchad hoy por vuestros hermanos." 33 Y en tres secciones se dirigieron por la espalda, tocando las trompetas y clamando al cielo en oración. 34 Cuando el ejército de Timoteo se dio cuenta de que era el Macabeo, emprendieron la fuga. Les infligió una gran derrota, quedando aquel día en el campo hasta ocho mil hombres. 35 Luego se volvió Judas contra Mas-fa, la atacó, adueñándose de ella, matando a todos sus hombres, tomando sus despojos y entregando la ciudad a las llamas. 36 Partiendo de allí, tomó a Casfor, Maqued, Bosor, con las demás ciudades de Galaad.
Llegó Judas de improviso a Bosora, que, conforme a las leyes del herem (Núm 31:7-12), destruyó totalmente. De noche marchó a la fortaleza de Diatema, al noroeste de Bosora, donde los judíos de la región se habían refugiado. La cuestión del emplazamiento de Bosora y Diatema es importante para poder conocer la distancia existente entre ambas localidades, que los soldados de Judas salvaron en una noche. Si Bosora estaba emplazada en el lugar conocido hoy por Bosra eski-Scham y Diatema en la localidad de Jaraca, existía entre las dos ciudades la distancia de unos veinte kilómetros, que Judas y su ejército pudieron salvar en una noche. Llegó Tudas a Diatema en un momento decisivo. Mientras los gentiles se preparaban para el asalto, del interior de la fortaleza subía al cielo un gran griterío de los judíos, que oraban en voz alta, y sonido de trompetas (Jer 4:5; 6:1). De los asaltantes cayeron ocho mil, tantos como el número de soldados de Judas.
Nueva victoria sobre Timoteo (5:37-44).
37 Después de esto juntó Timoteo otro ejército y vino a acampar enfrente de Rafón, del otro lado del torrente. 38 Envió Judas a explorar el campo, y le trajeron estas noticias: "Se han juntado con Timoteo todos los gentiles de alrededor, y forman un ejército muy grande. 39 Además, han tomado a sueldo a los árabes como auxiliares, y están acampados del otro lado del torrente, prontos a venir contra ti." Salió Judas al encuentro de ellos. 40 Timoteo había dado estas instrucciones a sus capitanes: "Si al llegar Judas al torrente le permitiéramos pasar hasta nosotros, no podríamos resistirle, porque tiene una fuerza incontrastable; 41 mas, si por temor acampara al otro lado del torrente, iremos contra él y le venceremos." 42 Cuando Judas se acercó al torrente, colocó a los escribas del pueblo a lo largo del mismo y les dio esta orden: "No permitáis que se quede nadie en el campo; que vayan todos a luchar." 43 Y atravesó el primero contra los enemigos, y todo el pueblo en pos de él. Fueron deshechos los gentiles, que tiraron las armas y huyeron al santuario de Carnaím. 44 Pero los de Judas se apoderaron de la ciudad y pusieron fuego al santuario, que ardió con todos los que en él había. Así fue abatida Carnaím, sin que los enemigos pudieran hacer frente a Judas.
Después de los combates mencionados, concedió Judas un relativo descanso a sus soldados, que se dedicaron a vivaquear por la región, ayudando quizá a los judíos de allí a reunirse en un lugar céntrico para emigrar a Jerusalén. Timoteo, entre tanto, aprovechó aquel descanso para reforzar su ejército con nuevos elementos. Acampó frente a Rafón, junto a Nahr el-Ehreir, afluente septentrional del Yarmuc. No pensaba Timoteo que los judíos se atrevieran a vadear el profundo lecho del torrente, calculando que aquel obstáculo natural frenaría el ímpetu que solía poner Judas en sus ataques bélicos. Quizá tuvo éste noticia de la concepción estratégica de su adversario, por lo que dio órdenes severas a los escribas (grammateis) de que nadie quedara en el campo. Entre los oficiales del ejército había escribas encargados de pasar revista a las tropas, cuidar de los registros, transmitir órdenes y amonestar a los soldados, a la manera de los capellanes militares de hoy día. Así lo ordenaban antiguas leyes (Deut 20:5-8; Jos 1:10; 3:2).
El ejército de Timoteo huyó a la desbandada, buscando asilo en el santuario de Garnaím, a unos quince kilómetros al sudeste de er-Rafeh. El santuario recibía este nombre del culto que se tributaba allí a la diosa Atergates, Astarté, que se representaba con cuernos (qarnaim) de vaca. Ningún respeto sentían los judíos por este lugar idolátrico, por lo cual lo condenaron a sufrir la suerte del herem. Sobre este episodio habla largamente el autor de 2 Mac 12:20-26.
De Galaad a Jerusalén (5:45-54).
45 Juntó Judas a todos los israelitas que moraban en Galaad, desde el pequeño hasta el grande, a sus mujeres e hijos y su hacienda, una muchedumbre muy grande, para traerlos a la tierra de Judá. 4Ó Al llegar a Efrón, ciudad grande y muy fuerte en la entrada de un desfiladero, no podían desviarse ni a la derecha ni a la izquierda, sino que habían de pasar por en medio de ella. 47 Los de la ciudad se encerraron, y muraron a cal y canto las puertas. Les envió Judas un mensaje de paz, 48 diciéndoles: "Permitidnos atravesar por vuestra tierra camino de la nuestra; nadie os molestará; sencillamente pasaremos a pie." Pero no quisieron abrirle. 49 Ordenó Judas entonces pregonar en todo el campo que hiciesen todos alto en el sitio en que estaban. 50 Los hombres de guerra tomaron posiciones y atacaron a la ciudad todo aquel día y la noche siguiente, hasta que se rindió. 51 Pasó al filo de la espada a todos los varones, arrasó la ciudad y se apoderó de sus despojos, atravesándola luego por encima de los cadáveres. 52 Pasado el Jordán, llegaron a la gran llanura de Betsán. 53 Judas, que mandaba la retaguardia, iba exhortando al pueblo todo el camino, hasta llegar a la tierra de Judá. 54 Con gran gozo y alegría subieron al monte de Sión y ofrecieron holocaustos por no haber caído ninguno de ellos y haber vuelto todos en paz.
Desde Galaad, la caravana de judíos se dirigió hacia el Jordán, con el intento de cruzarlo a las alturas de Betsán. Pero antes de vadear el río toparon con la resistencia de Efrón (et-Taibe), que se negó a autorizarles el paso. No pudiendo vencer por las buenas la resistencia de los efronitas, Judas recurrió a las armas. Según 2 Mac 12:28, en la lucha murieron veinticinco mil "de los que estaban dentro."
Atravesado el Jordán, llegaron a la ciudad de Betsán. Las sospechas que podía abrigar Judas sobre el comportamiento de los escitopolitanos para con los judíos fueron neutralizadas por la intervención de los judíos del país (2 Mac 12:30). De esta famosa ciudad hasta llegar a Jerusalén debían recorrer todavía unos cien kilómetros. No se dice que los galileos hostigaran a la numerosa caravana de repatriados, ni tenemos noticia de ningún incidente ocurrido a su paso a través de la Samaría. Judas protegía la retaguardia, mujeres, niños y ancianos, contra los posibles ataques de las tribus y clanes hostiles que bordeaban el camino. La llegada a Jerusalén, que coincidió con la fiesta de Pentecostés (2 Mac 12:31), fue apoteósica y emocionante.
Revés de José y de Azarías (5:55-64).
55 En los días en que Judas y Jonatán estaban en Galaad y Simón en Galilea, frente a Tolemaida, 56 llegaron a oídos de José, el de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, las hazañas y las batallas que llevaban a cabo, 57 y se dijeron: "Hagamos también nosotros célebre nuestro nombre peleando contra las naciones de alrededor." 58 Y dieron orden al ejército que con ellos tenían de emprender la marcha hacia Jamnia. 59 Pero les salió al paso Gorgias con su gente, 60 que derrotaron a José y Azarías, persiguiéndolos hasta los confines de Judea. Dos mil hombres cayeron aquel día del pueblo de Israel. Acaeció este gran descalabro 61 por no haber obedecido a Judas y a sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas. 62 Pero no eran ellos de la raza a que fue dado salvar a Israel. 63 Por el contrario, el heroico Judas y sus hermanos alcanzaron gran gloria ante Israel y ante todos los pueblos a cuyos oídos llegó su fama, 64 y en medio de aclamaciones todos los rodeaban.
Día tras día llegaban noticias a Jerusalén de las resonantes victorias de los tres hermanos en Galilea y Galaad. José y Azarías querían también hacerse célebres, y para ello decidieron mandar su tropa contra el general Gorgias, creyendo que les sería fácil vencerlo después del castigo que le infligió Judas (4:1). Pero era Gorgias un general muy experto en el arte de guerrear (2 Mac 8:9). Salió al encuentro de los soldados de José y de Azarías y los derroto con facilidad. Este revés aconteció no tanto por la calidad y número de los combatientes como por haberse arrogado ellos un privilegio que solamente estaba reservado a la familia de los Macabeos.
"Razzias" contra I d ume a y la Filistea (5:65-68).
65 Partieron luego Judas y sus hermanos en campaña contra los hijos de Esaú hacia el mediodía y se apoderaron de Hebrón y de sus aldeas, destruyeron su fortaleza y quemaron las torres de su recinto. 66 En seguida se dirigió contra la tierra de los filisteos, atravesando por Maresa. 67 Cayeron aquel día en la batalla algunos sacerdotes, que inconsideradamente salieron a luchar, queriendo dar pruebas de su valentía. 68 Se dirigió luego a Azoto, en tierra de filisteos, y destruyó sus altares, quemó las estatuas de sus dioses y se volvió a la tierra de Judá.
Los idumeos dominaban en Hebrón, desde donde hostigaban a la guarnición que Judas había establecido en Betsur con el fin de proteger la ciudad de Jerusalén. Ante las repetidas incursiones, marchó Judas contra Hebrón, que tomó, destruyendo sus fortificaciones.
De Hebrón marchó a Maresa (Jos 15:44); 1a ciudad pertenecía al territorio de los idumeos (2 Mac 12:32-36). Para Judas era Maresa lugar de paso para atacar a los filisteos de Azoto. Unos sacerdotes, imitando el ejemplo de José y Azarías, "quisieron dar pruebas de su valentía," atacando a los habitantes del lugar, que repelieron la agresión, dejando en el campo de batalla el cadáver de algunos de ellos. Este hecho prueba una vez más que cualquiera que se arrogara el privilegio de salvar a Israel por medio de las armas, no perteneciendo a la familia de los Macabeos, sería vencido fatalmente.
1 Ant. lud. 12:5-5-
2 Ant. lud, 12:7.1,
3 Hist, 5:8,
4 Véase Bíckermann, Instituthns des Sdéucidcs 40-42; G, Corradi, Studi hellenistici (Turín 1929) 318-343.
5 Confess. 8:29.
6 Flavio Josefo, Ant. /ud. 12:7:4.
1 Cf. Bévenot, 30-31.
2 Prevalece la opinión de emplazar dicha ciudad en el actual Jirbet Gazzir, a cuatro kilómetros al sur de es-Salt (Abel, Céographie II 356-357; R. De Vaux, Exploration de laregion de es-Salt: "Revue Biblique," 47 [1938] 405)·
3 Abel, Topographie des campagnes machabeénnes: RB, 32 (1923) 516.
4 Vincent, La Palestine dans les papyrus ptolémaiques de Gerza: RB 29 (1920) 188.
5 Géographie II 10.
6 E. N. Wright, Neus about Oíd Tyre: BA 2 (1929) 20-22.
Muerte de antíoco epifanes (6:1-17).
Antíoco en Elimaida (6:1-4).
1 Atravesaba el rey Antíoco las regiones altas de Persia cuando tuvo noticia de que en Elimaida, en Persia, había una ciudad célebre por su riqueza de plata y oro. 2 Había en ella un templo extraordinariamente rico, en el cual se guardaban armaduras de oro, corazas y armas que había dejado allí Alejandro el de Filipo, rey de Macedonia, el primero que reinó sobre los griegos. 3 Llegado a ella, intentó apoderarse de la ciudad, pero no pudo, porque, conocidos sus propósitos en la ciudad, 4 le resistieron con las armas, viéndose forzado a retirarse huyendo, para volverse con gran pena a Babilonia.
Dijo el autor sagrado que partió Antíoco de Antioquía el año seléucida 147 y que, atravesando el Eufrates, dirigióse hacia las regiones altas (3:37). Antíoco conoció en su campaña éxitos y de-r rotas. Pero las guerras habían agotado todavía más las cajas de caudales. Había ido a Oriente en busca de dinero (3:31), y regresaba más pobre. Pensó entonces solucionar su problema económico con el asalto de un templo extraordinariamente rico de la provincia de Elimaida. Calculaba él que tendría más suerte que su padre al intentar el saqueo del templo de Bel. Por el texto griego aparece que se considera a Elimaida como ciudad, cuando en realidad se daba este nombre a una región montañosa del Elam. Pudo ser que el traductor interpretara mal la palabra medinah, provincia, dándole el sentido de ciudad. A partir de Ciro se empleaba la palabra Persia para designar no solamente la región de Elam, sino también la totalidad del imperio de los aqueménides, particularmente la región adyacente del golfo Pérsico l.
Malas noticias de occidente (6:5-7).
5 En Persia le alcanzó un correo, que le dio a saber cómo los ejércitos enviados a tierra de Judea habían sido derrotados; que Lisias había ido contra ella 6 con un ejército fuerte si los hay y había huido ante los judíos, que se habían hecho muy fuertes en armas y soldados con el botín grande que habían cogido a los ejércitos por ellos vencidos; 7 que habían destruido la abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén y habían cercado de altos muros el santuario, como antes estaba, y la ciudad de Betsur.
Al revés sufrido en su intento de apoderarse de los tesoros de un templo de Elam se añade la noticia de una retahíla de fracasos de las tropas sirias en Palestina (4:21-61). Es probable que estas noticias las recibiera Antíoco a medida que se iban desarrollando los acontecimientos. Es significativo, para conocer el estilo narrativo del autor, escuchar de boca de un pagano la expresión de que Judas y los judíos habían destruido "la abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén."
Últimos momentos de Antíoco (6:8-13).
8 Cuando recibió estas noticias quedó aterrado e intensamente conmovido; tanto, que cayó en el lecho enfermo de tristeza al ver que los sucesos no habían correspondido a sus deseos. 9 Pasó allí muchos días, porque la tristeza se renovaba sin cesar, y hasta creyó morir. 10 Haciendo llamar a sus amigos, les dijo: "Huye de mis ojos el sueño y mi corazón desfallece por la preocupación, 11 pensando en qué tribulación y tempestad me hallo yo, tan bueno, tan amado por mi suave gobierno. 12 Pero ahora me acuerdo de los males que hice en Jerusalén, de los utensilios de oro y plata que de allí tomé, de los habitantes de Judea que sin causa exterminé. 13 Ahora reconozco que por esto me han sobrevenido tantas calamidades y que de mi gran tristeza moriré en tierra extraña.
¿Dónde alcanzó el correo a Antíoco Epifanes? Según 2 Mac 9:3, se hallaba el rey en Ecbatana. Es posible que un copista inadvertidamente escribiera este nombre en vez de Ispadana, en el territorio de Gabiene. Las noticias adversas que había recibido contribuyeron decididamente a quebrantar la salud y la moral del rey, tanto que, aterrado e intensamente conmovido, cayó en el lecho (2 Mac 1:5-6), para no levantarse más. De la extraña enfermedad que aquejó a Antíoco escribe Polibio que el rey "volvióse loco, según dicen algunos, a causa de ciertas manifestaciones de la cólera divina." En 2 Mac 9:1ss se describe su repugnante enfermedad. Es evidente que la descripción de la misma hecha por Jasón de Cirene no es más que una inocente venganza del escritor. Con expresiones de colorido bíblico dice Antíoco en nuestro texto que "huye el sueño" de él (Gen 31:40), que su corazón desfallece por la preocupación (1 Sam 17:32). Trata de paliar sus desventuras con el recuerdo de la popularidad de que gozaba entre los suyos a causa de la suavidad de sus métodos de gobierno. Pero encuentra una mancha en su pasado: los males que ha causado a Jerusalén y al templo. Según Flavio Josefo 2, la causa de su muerte debe buscarse en el saqueo sacrilego del templo de Jerusalén. Es el mismo rey el que achaca a estos hechos sacrilegos el origen de tantas calamidades que le aquejan (v.13). El Dios de los judíos le ha castigado. ¿Por qué no culpa, en parte, de estos males a los dioses y diosas del templo de Elimaida, que intentó desvalijar? Porque, a los ojos del autor sagrado, los dioses paganos no existen en realidad; como el Salmista podría decir que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen (Sal 115:5; 135:I6).
A la enfermedad se añade el castigo de tener que morir en "tierra extraña." Tabe, donde murió, según testimonio de Polibio, formaba parte del imperio seléucida, en el extremo oriental del mismo. El autor sagrado escribe, no sin una gran dosis de ironía, que en las puertas de la muerte tuvo que confesar Antíoco su derrota vencido por el Dios cuyo templo saqueó. Si fue bueno para sus subditos paganos, no pudo mostrarse más déspota para con los judíos, a quienes quiso arrebatar su fe.
Testamento y muerte del rey (6:14-17).
14 Y llamando a Filipo, uno de sus amigos, le instituyó por regente de todo el reino, 15 entregándole la diadema, el manto real y el anillo, y encargándole la tutela y educación de Antíoco, su hijo, hasta ponerlo en el trono. l6 Murió Antíoco allí el año 149. 17 Al saber Lisias la muerte del rey, entronizó en lugar del padre a Antíoco, su hijo, a quien de joven había educado, y le apellidó Eupator.
La muerte se adueñaba del enfermo. Antes de expirar llamó a Filipo, encomendándole la tutela y educación de su hijo. Es posible que el monarca moribundo desconfiara de Lisias, a quien había hecho antes idéntico encargo (3:33), por las graves derrotas que habían sufrido sus tropas en Judea. Pronto Filipo perderá los derechos de tutela sobre el joven monarca. La muerte sobrevino durante el verano del año 163 antes de Jesucristo, correspondiente al 149 de la era griega. La noticia de su muerte se esparció como reguero de pólvora, llegando a oídos de Lisias, quien, prescindiendo de la última voluntad del rey, y conforme a lo que le manifestó éste antes de emprender su campaña oriental (3:33), entronizó al hijo de Epifanes, Antíoco V Eupator (163-162). Afirma Appiano 3 que Antíoco Epifanes murió dejando un niño de nueve años, que los sirios llamaron Eupator a causa de la bondad y virtudes de su padre. Lisias, añade, fue el tutor del niño. Cree Bévenot que la noticia de Eusebio4, según la cual contaba Eupator catorce años de edad cuando sucedió a su padre, es más conforme a la realidad. El mencionado autor se basa en que el joven monarca intervino personalmente en el ataque de Betsur y de Jerusalén (v.31). Con el reino, dice Flavio Josefo 5, heredó de su padre el odio contra el pueblo judío.
Judas ataca la ciudadela (6:18-20).
18 Los de la ciudadela tenían a Israel asediado en el santuario, molestándoles de continuo y apoyando la causa de los gentiles, i9 Judas resolvió quitarlos de en medio, y para ello convocó a todo el pueblo para cercarlos en forma. 20 Concentradas las tropas, pusieron el cerco el año 150 y construyeron ballestas y máquinas.
También la noticia de la muerte de Antíoco llegó a Jerusalén, queriendo Judas aprovechar aquel interregno para eliminar el principal obstáculo para el culto en el templo de Jerusalén. Debió también Judas calcular que el nombramiento de dos regentes traería división en el ejército, ocasión que podría aprovechar él para resolver el problema de la ciudadela que el difunto rey había establecido en el corazón del judaismo (1:35-37). Empezó el cerco el año 150, o sea, el 162 antes de Jesucristo, utilizando Judas máquinas de guerra, al estilo de los grandes ejércitos.
Fugitivos de la ciudadela en Antioquía (6:21-27).
21 Pero algunos de los sitiados salieron, y, juntándose con ellos otros de los impíos de Israel, se dirigieron al rey en queja, diciendo: "¿Cuándo será que hagas justicia y defiendas a nuestros hermanos?" 22 Nosotros con gusto nos hemos sometido a tu padre y obedecimos sus decretos, viviendo según sus disposiciones. 23 Por este motivo nos hemos granjeado la enemistad de nuestros conciudadanos y, 24 lo que es más aún, han matado a todos los nuestros que han caído en sus manos y se han incautado de nuestros bienes.25 Y no sólo contra nosotros han alzado la mano, sino contra tus dominios. 26 Ahora mismo están acampados contra la ciudadela en Jerusalén, con el intento de apoderarse de ella, y han fortificado el templo y la ciudad de Betsur, 27 y si no les tomas la delantera, harán cosas mayores y no podrás dominarlos."
Flavio Josefo añade el detalle de que los fugitivos escaparon de noche de la ciudad, marchándose al campo, donde encontraron algunos judíos apóstatas, con los cuales siguieron camino de Antioquía para informar al rey6. Los encargados de informar al rey eran judíos apóstatas, que expusieron al rey que Judas y los suyos consolidaban sus posiciones de día en día. Si se les deja en paz, no habrá nadie, dentro de poco tiempo, que pueda dominarlos. En 2 Mac 13:3 se dice que entre los judíos que se entrevistaron con el rey estaba Menelao.
Antíoco Eupator en Idumea (6:28-31).
28 El rey se irritó al oír estas noticias, y convocó a todos sus amigos, a los capitanes de su ejército y de la caballería. 29 Hasta de los otros reinos y de las islas del mar le vinieron tropas mercenarias. 30 Alcanzó el número de sus fuerzas a cien mil hombres de a pie, veinte mil de a caballo y treinta y dos elefantes adiestrados para la guerra; 31 todos los cuales, llegando por la Idumea, acamparon enfrente de Betsur y la combatieron por largo tiempo con máquinas; pero los cercados hicieron una salida, y, luchando valientemente, les prendieron fuego.
Seguramente que en la audiencia estaba presente Lisias (2 Mac 13:2). En nombre del rey, convocó éste un gran consejo de amigos del monarca fallecido y de oficiales del ejército para reclutar soldados. Es muy probable que haya una hipérbole en el número de los soldados de Lisias. El elefante se usaba corrientemente en el ejército sirio, pero se tendía a prescindir de él. Aun en el supuesto de que el número ingente de soldados fuera una realidad, no es de suponer que todos fueran enviados a Palestina. El itinerario del ejército fue el de siempre: por la costa mediterránea hasta la altura de Azoto o de Gaza, torciendo luego a izquierda, en dirección a Hebrón. Por mucho tiempo Betsur resistió al cerco e infligió graves pérdidas al enemigo, pero comprendió Judas que tal resistencia no podía prolongarse.
Judas abre un nuevo frente de batalla (6:32-41).
32 Judas levantó el cerco que tenía puesto a la ciudadela y vino a acampar junto a Betzacaría, enfrente del campamento del rey. 33 Este se levantó de madrugada, y, moviendo el campo a toda prisa, se dirigió por el camino de Betzacaría. Dispuestas las fuerzas para la batalla, dio con las cornetas la señal de atacar. 34 Los elefantes, ante los cuales habían puesto zumo de uvas y de moras para excitarlos a la pelea, 35 fueron distribuidos por las falanges, colocando al lado de cada elefante mil hombres, protegidos con cotas de malla y con yelmos de bronce en la cabeza, y a más quinientos caballos escogidos 36 precedían a la bestia dondequiera que iba y la acompañaban, sin apartarse de ella. 37 Sobre éstas iban montadas fuertes torres de madera, bien protegidas y sujetas al elefante, y en cada una dos o tres nombres valerosos, que combatían desde las torres, y su indio conductor. 38 El resto de la caballería lo colocó a la derecha y a la izquierda, en las dos alas del ejército, para hostigar al enemigo y proteger las falanges. 39 En cuanto el sol comenzó a brillar sobre los escudos de oro y bronce, brillaron los montes con ellos y resplandecían como llamas de fuego. 40 Una gran parte del ejército del rey se desplegó en los montes altos, otra en el llano, y todos iban con paso seguro y buen orden. 41 Los judíos quedaron espantados al oír el estruendo de tal muchedumbre, el marchar de aquella masa y el chocar de sus armas. Era a la verdad un ejército extremadamente grande y poderoso.
Judas tenía cercada la ciudadela de Jerusalén mientras los sirios atacaban Betsur. Al recibir noticias de que la guarnición judía de esta fortaleza veíase desbordada por el enemigo, levantó el cerco de la ciudadela y pensó en abrir otro frente para distraer las fuerzas enemigas en el lugar conocido hoy día por Tell-Zacaría. Un judío llamado Rodoco (2 Mac 13:21) reveló al rey los planes militares de Judas. A este nuevo frente de batalla corrió el grueso de las fuerzas de Lisias, con innumerable infantería, caballería y algunos elefantes. Con estos animales pensaban los sirios imponerse a los judíos. Con el fin de enardecerlos para la lucha, poníanles delante jugo de uvas, literalmente "sangre de uvas" (Gen 49:11; Deut 32:14) y de moras; junto a los mismos había un piquete de infantería y algunos caballos acostumbrados a la lucha. Los testimonios antiguos que cita Bochart7 prueban que el color blanco excita al elefante (abel). La verdadera razón de colocar jugo de uvas ante los elefantes se nos escapa. Cada elefante llevaba una torre de madera, que ocupaban algunos guerreros especializados en el lanzamiento de flechas, además del cornac que conducía al animal.
Judas y sus soldados pudieron contemplar y admirar la disciplina militar y las armas con que estaba equipado el ejército que debía enfrentarse con ellos. No cabe duda que Lisias logró un éxito psicológico sobre la moral de las tropas de Judas Macabeo.
Heroísmo de Eleazar (6:42-46).
42 Se acercó Judas con el suyo, se trabó la lucha, y cayeron del ejército del rey seiscientos hombres. 43 Eleazar, hijo de Savarán, vio una de las bestias protegidas con coraza regia, que superaba a todas las otras, y, pareciéndole que debía ser la del rey, 44 se propuso salvar a su pueblo y hacerse un nombre eterno. 45 Lleno de valor, corrió por en medio de la falange hacia ella, matando a derecha y a izquierda y haciendo que todos se apartasen de él. 46 Llegado al elefante, se puso debajo de él y le hirió. Cayó el elefante encima de él, y allí mismo murió.
Judas no rehusó el combate. En el primer encuentro cayeron seiscientos soldados del ejército de Lisias; no dice el autor cuántos fueron los muertos de la parte de Judas. La presión del enemigo se hacía sentir cada vez más. Debía de ser crítica la situación al decidirse Eleazar a realizar una hazaña extraordinaria, que o bien podía desbaratar al ejército sirio o terminar con su vida. En contra de lo que él creía, el elefante en cuestión era el proigumeno, o sea el primer elefante, el que aventaja a los otros por su estampa y coraje. Muchos Santos Padres han examinado la moralidad del acto, preguntándose si su hazaña equivale a un suicidio indirecto. San Ambrosio exalta su valor, intrepidez y menosprecio de la muerte de este héroe, que quiso salvar a Israel dando muerte al opresor del mismo 8.
Huida y rendición (6:47-54).
47 Viendo los judíos la gran fuerza del rey y el empuje de su ejército, se retiraron. 48 El ejército real los persiguió de cerca en dirección a Jerusalén, y acampó contra la Judea y el monte Sión. 49 El rey negoció las paces con los de Betsur, que salieron de la ciudad por no tener ya vituallas para prolongar más la resistencia, pues aquel año era año de reposo para la tierra. 50 Ocupó el rey Betsur y puso guarnición en ella para defenderla. 51 Durante mucho tiempo estuvo acampado contra el santuario, y puso allí ballestas, máquinas y lanzafuegos, catapultas, escorpiones para lanzar dardos y honderos. 52 Los judíos, por su parte, construyeron máquinas contra las máquinas enemigas y lucharon durante muchos días, 53 pero escaseaban los víveres en sus almacenes, por ser el año séptimo, y los que se habían refugiado en Judea huyendo de los gentiles, habían consumido los restos de las reservas, 54 y como el hambre se había apoderado de ellos, dejaron en el santuario una poca gente, y los demás se dispersaron, yendo cada uno a su hogar.
El elefante con la coraza regia había caído muerto, y, sin embargo, la presión del enemigo no cedía, más bien aumentaba de manera amenazadora. El autor sagrado tiende el velo del silencio sobre la honda impresión que causó en la tropa la muerte de Eleazar; pero, al decirnos que los soldados judíos emprendieron la fuga hacia Jerusalén, confiesa veladamente que Judas fue derrotado por el enemigo. Un destacamento de valientes continuaba resistiendo en Betsur, pero pronto debían también entregarse, acuciados por el hambre. Habíase llegado a la carencia de víveres por razón del año sabático y porque los judíos traídos de otras regiones habían consumido las reservas. La tierra, según la Ley mosaica (Ex 23:10-11; Lev 25:2-7; Núm 10:32), debía descansar el año séptimo, durante el cual era permitido a los pobres apropiarse de cuanto producían espontáneamente los terrenos baldíos. El año 162 antes de Jesucristo, 150 de la era seléucida, era sabático. Desde septiembre-octubre del año anterior había cesado todo trabajo agrícola en los campos cultivados por judíos tradicionalistas. El rey perdonó la vida de los defensores de Betsur. Dejó allí un destacamento real, con gentes originarias de Siria, de Idumea y judíos apóstatas. Bá-quides la fortificó (9:52), cayendo más tarde en manos de Simón (11:65; 14:7-33) 9·
Una vez conquistada la fortaleza de Betsur, atacó Lisias el recinto del templo, empleando para ello gran cantidad de máquinas de asalto. Los defensores del templo fabricaron armas para contrarrestar las de los enemigos. Pero la superioridad de éstos era aplastante. Además, desde la ciudadela controlaban los sirios el área del templo. Ante este panorama, los soldados de Judas huyeron al campo en busca de alimentos y para salvar sus vidas en las dificultades del desierto.
Lisias pacta con Judas (6:55-63).
55 Supo en esto Lisias que Filipo, a quien el rey Antíoco antes de morir había encomendado la crianza de su hijo Antíoco hasta instalarle en el trono, 56 había vuelto de Persia y de Media, y con él las tropas del rey, y que pretendía apoderarse del gobierno del reino. 57 Dióse prisa entonces Lisias a volverse, diciendo al rey, a los generales del ejército y a la tropa: "De día en día perdemos fuerzas, escasean las provisiones, y la plaza que combatimos es muy fuerte, y debemos ocuparnos en las cosas del reino. 58 Tendamos, pues, la mano a estos hombres, hagamos las paces con ellos y con todo su pueblo, 59 y convengamos en que vivan según sus leyes, como antes. Precisamente a causa de estas leyes, que nosotros hemos pretendido abrogar, se han irritado y han hecho todo esto." 60 Fue bien acogida la propuesta por el rey y los generales, y enviaron mensajeros de paz a los judíos, que la aceptaron. 61 El rey y los generales les juraron, y en virtud de esto salieron de la fortaleza. 62 Entró el rey en el monte de Sión, y, viendo lo fuerte del sitio, quebrantó el juramento que había hecho y mandó destruir el muro que lo cercaba. 63 Luego se apresuró a partir, y, volviéndose a An-tioquía, halló a Filipo dueño de la ciudad y la atacó, logrando apoderarse de ella por la fuerza.
En un momento crítico intervino la Providencia en favor del pueblo judío. Filipo, que había sido nombrado regente del imperio y tutor de Antíoco V, reemplazando a Lisias, había llegado a Antioquía al frente de sus tropas. La noticia alarmó a Lisias, que temía por su posición dentro del imperio. Entendió Lisias que la política iniciada por Antíoco Epifanes contra Israel no conducía a nada positivo, por lo que juzgó que debía volverse a la situación existente en tiempos de Antíoco III. Propuso al rey, a los generales y a la tropa estos sus puntos de vista, que fueron aprobados unánimemente. Porque, además del peligro de Filipo y de las dificultades militares, existía en Palestina el problema de la manutención del ejército, agravado por el descanso de los campos durante el año sabático. Se hicieron proposiciones de paz con los judíos, que se aceptaron inmediatamente, por encontrarse también ellos en situación precaria. Los Macabeos reconocieron la soberanía seléucida sobre Palestina a cambio de autorizarles a regirse en conformidad a sus leyes religiosas, "como antes" (v.59). Judas conservará su condición de jefe, subordinado a la autoridad real de Antioquía (2 Mac 11:22-26). El rey marchó precipitadamente a la capital del reino, pero antes, como medida de prudencia, abatió el muro que cercaba el monte Sión para quitar a los judíos toda ocasión de atrincherarse de nuevo allí. Los judíos interpretaron aquel acto como violación de la libertad de culto y profanación de un lugar santo, mientras que el jefe sirio lo juzgó como simple medida de seguridad. Antíoco V y su tutor, Lisias, se enfrentaron con las tropas de Filipo en Antioquía, prevaleciendo sobre él. Filipo pudo escapar a Egipto y ponerse bajo el amparo de Tolomeo VI Filo-metor (2 Mac 9:29). Supone Flavio Josefo que Antíoco Eupator se apoderó de Filipo, a quien encarceló y mandó matar poco después 10.
Muerte de Antíoco V y de Lisias (7:1-4).
1 El año 151 salió de Roma Demetrio, hijo de Seleuco, con unos cuantos hombres, y desembarcó en una ciudad marítima, logrando ser en ella reconocido por rey. 2 Al entrar en el palacio real de sus padres, el ejército se apoderó de Antíoco y de Lisias para entregárselos. 3 Al saberlo, dijo: "No quiero ni ver su cara." 4 Las tropas los mataron, y así se sentó Demetrio en su trono real.
Seleuco IV Filopator (187-175) duró poco en el trono. En lugar de su hermano Antíoco IV Epifanes logró que quedara prisionero de los romanos su hijo Demetrio. Pasaron los años. Al enterarse en su cautiverio de la muerte de su tío Epifanes, Demetrio pidió al senado autorización para trasladarse a Siria y hacer valer sus derechos al trono de los seléucidas. El senado, sin rechazar la petición, daba largas al asunto por interesar más a Roma mantener en el trono de Siria al regente Lisias y a un monarca menor de edad que a un hombre en la plenitud de sus facultades. El enérgico Demetrio no cejó en sus pretensiones. Un día se presentó ante él su preceptor Diodoro con la noticia de que el pueblo de Siria odiaba a Lisias y a Antíoco Eupator. Viendo Demetrio la apatía del senado, cierto día, con el apoyo del historiador Polibio, escapó de Roma, embarcó en una nave cartaginesa y desembarcó en Trípolis, en Fenicia (2 Mac 14:1). Le acompañaban ocho amigos, cinco criados y tres jóvenes. El animoso Demetrio, que contaba a la sazón veintidós años de edad, puso el pie en tierras de Siria el año 151, muy probablemente durante el verano de 161 antes de Cristo, como se deduce del hecho de hacer parte de su viaje en una nave de Cartago que se dirigía a Tiro para entregar las primicias que debían ofrecerse a los dioses de esta ciudad 1. En el viaje de Trípolis a Antioquía (283 kilómetros) le comunicaron que la tropa, o más bien la oficialidad, se había apoderado de Eupator y de Lisias. Demetrio no quiso ni verlos, actitud ambigua con la que dejaba las manos libres a la oficialidad para que los ejecutaran, quedando de esta manera libre de la responsabilidad del asesinato de dos personalidades, oficialmente amigas de Roma. Esta muerte contribuyó sin duda a su reconocimiento como rey de Siria por los romanos.
Intrigas de Alcimo (7:5-7).
5 Luego se llegaron a él todos los malvados e impíos de Israel, con Alcimo a la cabeza, que pretendía el sumo sacerdocio; 6 y presentaron al rey muchas acusaciones contra el pueblo, diciendo: "Judas y sus hermanos han dado muerte a todos tus amigos, y a nosotros nos han expulsado de nuestra tierra. 7 Te rogamos envíes una persona de tu confianza que vaya y vea todos los estragos que nos han causado a nosotros y al territorio del rey, y que los castigue a ellos y a cuantos les prestan auxilio."
Tan pronto como Demetrio quedó dueño del país, una comisión de judíos helenizantes, capitaneados por Alcimo, se presentó en Antioquía, culpando a Judas y a sus hermanos de dar muerte a los amigos del rey. Como consecuencia del pacto firmado entre Lisias y Judas, tuvieron los Macabeos libertad para ajustar sus cuentas con los judíos apóstatas, que eran perseguidos, vejados y constreñidos a abandonar las tierras de Palestina. Alcimo, nombre helenizado, del hebraico laqim (1 Crón 8:19), pertenecía a la estirpe sacerdotal (v.14), pero no era de la familia del sumo sacerdote Onías 2.
Proposiciones engañosas de paz (7:8-18).
8 Eligió el rey a Báquides, uno de sus amigos, que gobernaba 1 a región del otro lado del río, hombre grande en el reino y fiel al soberano; 9 y le envió en compañía del impío Alcimo, a quien instituyó sumo sacerdote, mandándole que tomara venganza de los hijos de Israel. 10 Partieron con un gran ejército, y, llegados a la tierra de Judá, enviaron mensajeros a Judas y a sus amigos con palabras engañosas de paz, 11 a las que ellos no dieron crédito porque veían el gran ejército que traían. 12 Acudieron a Alcimo y a Báquides muchos escribas reclamando un pacto justo; 13 y los asideos fueron los primeros entre los hijos de Israel que pidieron la paz, 14 porque se decían: "Es un sacerdote del linaje de Aarón el que ha llegado con las tropas; no nos engañará." 15 En efecto, les habló palabras de paz y les juró, diciendo: "No os haremos mal ni a vosotros ni a vuestros amigos." 16 Con esto le creyeron; pero prendió a sesenta de ellos, y en un solo día les dio muerte, según lo que está escrito: 17 "Las carnes de tus santos y su sangre derramaron en torno de Jerusalén, y no había quien los enterrase." 18 El miedo y el espanto se apoderó de todo el pueblo, porque se decían: "No hay verdad ni justicia, pues han violado los compromisos y juramentos que habían hecho."
La acusación hizo mella, enviando Demetrio contra Judas al generalísimo de sus ejércitos, Báquides, sucesor del difunto Lisias, mientras él marchaba a Babilonia para atajar las pretensiones de Timarcos. Demetrio le derrotó, recibiendo, por lo mismo, de los babilonios el sobrenombre de Soter (salvador).
Alcimo acompañaba al generalísimo sirio Báquides en su viaje a Palestina. Propuesto acaso para el cargo de sumo sacerdote por Antíoco Eupator, busca ahora afanosamente la confirmación por parte del nuevo soberano, que le "instituyó sumo sacerdote" (v.5). Pero este nombramiento por real orden no tendría eficacia en la práctica mientras el templo y la ciudad de Jerusalén permanecieran en manos de los Macabeos y de sus amigos.
Báquides y Alcimo hacen proposiciones de paz a Judas, quien se percató de que el ofrecimiento no era sincero. Además, ¿por qué ofrecer proposiciones de paz al amparo de un ejército dispuesto a lanzarse sobre Jerusalén? No fue tan enérgica la actitud de los asideos. Los escribas cayeron en el lazo que Alcimo les tendía. Quizá estaban ellos dolidos por la conducta de Judas, que confiaba más en la eficacia de las armas que en las lucubraciones interminables de los soferim. Los asideos vieron en Alcimo a un personaje perteneciente al linaje sacerdotal. Como hemos dicho, Alcimo pertenecía a la estirpe sacerdotal, pero no a la familia del sumo sacerdote Onías. Alcimo engañó a los asideos. Parece que el v.16 debe entenderse en el sentido de que, una vez estipuladas las paces, Alcimo propuso a Báquides la idea de liquidar a aquellos asideos que se habían mostrado más reacios a sus ofrecimientos y que en tiempos pasados se distinguieron en la lucha contra los simpatizantes del helenismo. Se citan en el v.17 unas frases de Sal 79:2 según la versión de los LXX. Una opinión muy de moda entre los comentaristas (Calés, Castellino, Herkenne) data la composición del salmo de los años 587-586. Pudo el salmo recibir algunos retoques en tiempos de los Macabeos (Calés). El estilo empleado en los últimos versículos puede sugerir la idea de que son obra del traductor griego u otro autor distinto del que escribió el original hebraico.
Alcimo consolida su pontificado (7:19-25).
19 Báquides, saliendo de Jerusalén, vino a acampar en Bezeta y mandó prender a muchos de los que habían desertado de él y a algunos del pueblo, y los mató, arrojándolos a una gran cisterna. 20 Puso luego la provincia en manos de Alcimo, con tropas para auxiliarle, y se volvió al rey. 21 Alcimo luchaba por asegurarse en el pontificado, 22 juntándose a él todos los perturbadores de su pueblo, que se apoderaron de la tierra de Judea y causaron a Israel muchos daños. 23 Así que vio Judas los grandes males que Alcimo y los suyos traían sobre los hijos de Israel, mayores que los causados por los gentiles, 24 se puso en campaña, y, recorriendo toda la tierra de Judea, castigó a los apóstatas, que cesaron de andar por ella. 25 Alcimo, viendo que Judas y los suyos se hacían poderosos, y conociendo, por otra parte, que él no era capaz de hacerles frente, se volvió al rey, acusándoles de muchos crímenes.
En las cercanías de Bezeta (a seis kilómetros al norte de Betsur) había pozos y cisternas. Las represalias comenzaron tan pronto como la policía delató a los culpables. El texto puede interpretarse de dos maneras. Admitiendo la lección de Luciano (ap'autou, de él) se infiere que fueron arrojados a una cisterna algunos desertores de su ejército, probablemente judíos, que protestaron por el modo injusto de tratar Báquides a sus hermanos de raza. Otra interpretación, sostenida por Abel, se apoya en la lección met'autou (con él) y traducen: "que se habían pasado a él." Según lo dicho, algunos de los que se incorporaron al partido de Báquides habíanse ensañado antes contra los helenizantes, intentando ahora borrar su pasado dudoso con alistarse al ejército sirio.
Báquides había sembrado el pánico en su alrededor. Las gentes vivían aparentemente tranquilas, por lo que juzgó innecesaria su presencia en Palestina, dejando a Alcimo el encargo de ultimar su misión. Estaba éste obsesionado por la idea de asegurar su pontificado, empleando para ello más bien métodos de captación. Pero la avalancha y presión de los helenistas y judíos renegados, que reclamaban un trato de favor, le hicieron impopular. Judas quiso terminar con las bandas de tránsfugas rencorosos y aprovechados, impidiéndoles circular por el territorio. Por falta de ejército no pudo Alcimo someter al Macabeo.
Misión y derrota de Nicanor (7:26-32).
26 Envió el rey a Nicanor, uno de sus capitanes más ilustres y enemigo jurado de Israel, encargándole la destrucción del pueblo. 27 Llegó Nicanor a Jerusalén con un poderoso ejército, y envió a Judas y a sus hermanos engañosos mensajes de amistad, 28 diciéndoles: "No haya lucha entre nosotros; yo iré a ti con poca gente; nos veremos y hablaremos como amigos" "29Vino, en efecto, a Judas y se saludaron amistosamente; pero los enemigos estaban dispuestos a prenderle, 30 Mas, conociendo Judas que venían a él con engaño, temió y no quiso volver a verle más. 31 Nicanor, cuando vio descubiertos sus planes, salió a combatir contra Judas cerca de Cafarsalama. 32 El resultado de la lucha fue que cayesen de las tropas de Nicanor unos cinco mil hombres, huyendo los demás a la ciudad de David.
Demetrio dio crédito a las acusaciones de Alcimo y decidió acabar de una vez con los reaccionarios judíos. Confió esta tarea a Nicanor, general valiente e incondicional del monarca a toda prueba. Fue antes amigo de Antíoco Epifanes y general de su ejército (3:38-41). Al parecer tuvo Nicanor un altercado con Lisias, circunstancia que aprovechó para huir a Roma y ponerse a las órdenes de Demetrio, pretendiente al trono real de Siria. En Roma preparó la fuga de Demetrio 3. Antes del año 162 era elefantarco, (2 Mac 14:32), comandante de la sección de los elefantes. Nicanor llegó a Jerusalén con propósitos aparentemente pacíficos. En vez de apelar a las armas, sugirió la celebración de una entrevista entre él y Judas Macabeo. A consecuencia de los combates en Betzacaría y en Jerusalén (6:32-62), Judas se había retirado a tierras de Gofna (Gifne), a unos veintidós kilómetros al norte de Jerusalén 4. Nicanor envió a Judas tres diputados, llamados Posidonio, Teódotos y Matatías. Las conversaciones tuvieron en un principio buenos resultados, firmándose un tratado de paz. Nicanor licenció a muchos soldados que le habían acompañado hasta Jerusalén, trabando amistad con Judas, cuya personalidad encontraba simpática. Pero Alcimo protestó de esta camaradería entre Nicanor y su enemigo Judas, acusando al general de obrar en contra de los intereses de la nación. Dejóse el rey impresionar por Alcimo, enviando a Nicanor la orden de entregar a Judas encadenado en Antioquía. Las intrigas de Alcimo y la orden real cogieron de sorpresa a Nicanor, que tomó medidas encaminadas a apoderarse de Judas. En un choque en el término de Cafarsalama (Deir Salam, a diez kilómetros al norte de Jerusalén) cayeron cinco mil soldados del ejército de Nicanor (según Sinaítico, Vetus Lat. y Sir., los muertos fueron quinientos).
Nicanor en el templo (7:33-38).
33 Después de estos sucesos subió Nicanor al monte de Sión, y salieron del templo los sacerdotes y los ancianos del pueblo para saludarle amigablemente y mostrarle los holocaustos que se ofrecían por el rey. 34 Pero él, burlándose de ellos, los escarneció y profanó los holocaustos con altivez, 35 y, airado, juró, diciendo: "Si Judas no se me entrega y su ejército no se me rinde ahora, cuando vuelva victorioso daré al fuego este templo." Y partió lleno de cólera. 36 Salieron los sacerdotes, y de pie, frente al altar y al templo, clamaron, diciendo: 37 "Tú, Señor, que has elegido esta casa para que en ella fuese invocado tu nombre y fuese casa de oración y de plegaria para tu pueblo, 38 toma venganza de este hombre y de su ejército, y caiga al filo de la espada. Acuérdate de sus blasfemias y no permitas que salgan con sus intentos."
El amor propio de Nicanor sintió al vivo la derrota de sus tropas en Cafarsalama, descargando todo su furor sobre el templo y los sacerdotes que lo servían. Aunque el texto diga que Nicanor subió al templo, en realidad salió de la ciudadela en donde se hospedaba, y descendió hacia el monte Sión, situado en un nivel inferior, al otro lado del Tiropeón. El uso del verbo subir para expresar la idea de encaminarse al templo remontaba a los tiempos en que la ciudad estaba edificada sobre el Ofel. Los sacerdotes impidieron disimuladamente que Nicanor entrara en el recinto sagrado, cumplimentándole en la misma puerta, desde la cual pudo comprobar la verdad del sacrificio por el rey. Estos holocaustos por los soberanos reinantes estuvieron en uso durante el período persa, griego y romano. Los gastos que ocasionaban eran saldados por los mismos monarcas5 (Bar 1:10-12; Esdr 6:8-10). Burlóse Nicanor de los sacerdotes y se burlo despectivamente de los holocaustos. Desató su lengua en insultos contra los ministros del altar, atreviéndose, en el paroxismo de su furor, a escupirles en la cara, lo que, además de un ultraje, constituía una impureza legal. Una idea obsesionaba al general sirio: Judas. Si al regresar de su viaje no se lo entregan, arrasará el templo.
Batalla de Adasa y muerte de Nicanor (7:39-50).
39 Partió Nicanor de Jerusalén y asentó su campo en Betorón, donde se le agregó un cuerpo de sirios. 40 En tanto, estaba Judas en Adasa con tres mil hombres, y, orando, dijo: 41 "Señor, cuando los mensajeros del rey de Siria blasfemaron, un ángel tuyo vino e hirió a ciento ochenta y cinco mil de ellos. 42 Aplasta así hoy a este ejército ante nosotros, y que, al verle castigado por su maldad, reconozcan todos que fue por haber amenazado tu santuario." 43 Los ejércitos vinieron a las manos el día trece del mes de Adar, quedando derrotado el de Nicanor y cayendo él mismo el primero en la lucha. 44 Cuando el ejército se dio cuenta de que Nicanor había caído, arrojó las armas y huyó. 45 Los persiguieron una jornada de camino, desde Adasa hasta Gazer, tocando detrás de ellos las cornetas. 46 De todas las aldeas próximas de Judea salían para acosarlos, y, luchando contra ellos, los mataron al filo de la espada, sin que quedase ni uno solo. 47 Se apoderaron de sus despojos y de su botín y cortaron a Nicanor la cabeza y la mano derecha, que orgullosamente había alzado contra Jerusalén. 48 El pueblo se alegró extraordinariamente y celebraron aquel día con gran regocijo, 49 y acordaron celebrarlo cada año el mismo día trece de Adar. 50 Por algún tiempo gozó de paz la tierra de Judá.
Desde Siria llegaba un nuevo contingente de tropas para reforzar el ejército de Nicanor. Con esta ayuda creyó él acabar con los reaccionarios judíos, apoderarse de Judas y entregar el templo a las llamas. Judas siguió de lejos los pasos de Nicanor cuando éste, al frente del nuevo ejército, avanzaba en dirección a Jerusalén. Judas da por descontado que Yahvé castigará la insolencia de Nicanor, y, armado con esta confianza ciega, le presenta batalla. Colocó sus soldados en la colina de Adasa, para lanzarse sobre las tropas de Nicanor tan pronto penetraran por las pendientes que estrechan el camino en las cercanías de Jirbet Adasa. Nicanor cayó muerto en la refriega. Cortaron su cabeza y la mano derecha (1 Sam 17:54; Jdt 13:15; 14:1), conforme a las costumbres militares de aquel tiempo. Más información sobre el particular en 2 Mac 15:30-33. La batalla se dio el 13 del mes Adar, el último del calendario hebraico, correspondiente a febrero-marzo. Todos los años en aquel día se celebraba la fiesta de Nicanor (Megillat Taanit), que subsistía aún en el siglo VIII después de Cristo. Pero, al coincidir con la fiesta de Purim (2 Mac 15:36), cayó en desuso.
1 De la expoliación de un templo por parte de Antíoco IV hablan los historiadores paganos. Appiano (Syriaca 66) alude a un saqueo del templo de Afrodites en Elimaida; Poli-bio (31:9) y San Jerónimo (In Danielern 11:44: PL 25:573) mencionan el robo del templo Ar-temides-Diana. En 2 Mac 1:13 se dice que Antíoco asaltó el templo de Nanea, la misma diosa, al parecer, que Anaites de Eliano (De natura animalium 12:23).
2 Ant. lud 12:9:1.
3 Syriaca 46.
4 Chron. Armen,
5 Bell.Jud. 1:40.
6 Ant. lud. 12:9,3. La Biblia comentada 2
7 Hierozaicon I 2:27.
8 De officiis 1:40.
9 Véase O. Sellers, The Citadel ofBethzur (Filadelfia 1933).
10 Ant.Jud. 12:10.
1 Polibio, 31:12:12.
2 Flavio Josefo, Ant. lud. 20:10:3.
3 Polibio, 31:14.
4 Flavio Josefo, Bell, lud. 1:45.
5 Flavio Josefo, Contra Ap. 2:77.
Los Romanos entran en escena.
Fama y proezas de los romanos (8:1-8).
1 Llegó a oídos de Judas la fama de los romanos de que eran muy poderosos, que se mostraban benévolos con todos los que se adherían a ellos, y con quienes a ellos venían hacían alianza y amistad. 2 Le contaron de sus guerras y de las hazañas que habían realizado en la Gaíia, apoderándose de ella y sometiéndola a tributo; 3 cuanto habían hecho en España, apoderándose de las minas de oro y plata que allí hay y adueñándose de toda la tierra con su prudencia y paciencia, 4 no obstante estar este país muy distante de ellos; y cómo a los reyes que desde los confines de la tierra habían ido contra ellos los habían derrotado, infligiéndoles tan gran descalabro, que los restantes les pagaban tributo cada año. 5 Y que a Filipo y a Perseo, reyes de los Kittim, los habían derrotado en guerra y los habían subyugado, 6 y a Antíoco el Grande, rey de Asia, que estuvo en guerra con ellos y que tenía ciento veinte elefantes, y caballería, y carros, y ejército muy numeroso, le habían vencido 7 y tomado prisionero, imponiéndole un gran tributo a él y a los que en el reino le sucedieron, obligándole a dar rehenes 8 y a ceder las mejores provincias, tales como la Jonia, la Media y la Lidia, que aquéllos cedieron al rey Eumenes.
La mano de los seléucidas pesaba cada día más sobre Israel. La lucha del helenismo contra el yahvismo arreciaba, agravada por la apostasía de muchos judíos, que buscaban en aquél la libertad de conciencia y de costumbres que no encontraban en la rígida religión ancestral de Israel. El "resto de Israel" corría peligro de reducirse a su mínima expresión. Volviendo la vista a su alrededor, veíase el horizonte cerrado; en medio de tanta soledad vislumbraron una vaga esperanza en un imperio famoso, de las tierras de los Kittim, que tenía la fama de proteger a los pueblos pequeños oprimidos por las grandes potencias. En Palestina había llegado la noticia de que Roma había ayudado a Tolomeo Filometor, a Eumenes, rey de Pérgamo; a Timarco, gobernador de Babilonia. El senado reconoció a Demetrio como rey amigo, sólo en 160, mientras se "comportara como tal." 1 De ello concluyeron los Macabeos que Roma veía con malos ojos la política sectaria de los seléucidas. Los romanos eran poderosos, invencibles, metódicos, prudentes, tenaces, simples en el porte externo, fieles a sus palabras y con los pueblos amigos, aliados incondicionales de las naciones que se acogían a su protección. A ello se añade que ninguno entre ellos lleva diadema ni viste púrpura, no teniendo, por lo mismo, ocasión de engreírse. En vez de confiar el gobierno a un dictador despótico, disponen de un senado que mira por el bien del pueblo y por su buen gobierno. La fama fácilmente hermoseaba y alteraba cuanto concernía a un pueblo conocido desde Palestina únicamente por el eco de sus estrepitosas victorias. Todo el elogio ditirámbico a favor de los romanos puede interpretarse como una sátira velada contra los griegos, cuya dominación y cultura combatían los Macabeos (Penna, Vaccari).
La idea de recabar la ayuda de los romanos se venía incubando desde tiempo. Que Judas se dirigiera al senado poco antes del advenimiento de Demetrio, puede inferirse de la carta de recomendación de Cayo Fanio, cónsul en 161 antes de Cristo, cuya finalidad era facilitar el paso de embajadores judíos a través del territorio de Cos de vuelta de su misión en Roma 2.
La fama de que gozaban los romanos iba respaldada por hechos concretos. Los romanos se cubrieron de gloria combatiendo contra tois galatais 3. Cartagineses y romanos se disputaron el dominio de España para apoderarse de sus minas 4. Los reyes de los confines de la tierra son acaso Aníbal, Asdrúbal, que a través de las columnas de Hércules, situadas al fin del mundo, llegaron a España.
Los romanos fueron también poderosos en Oriente. Filipo V fue derrotado por los romanos en Cinocéfale (197 a.C.); la misma suerte corrió Perseo en Pidna, el año 168, por obra de Emilio Paulo. Antíoco III sucumbió ante el talento militar de Escipión el Africano en la batalla de Magnesia (190), perdiendo su hegemonía en Oriente y siendo constreñido a pagar un fuerte tributo. Los historiadores paganos (Appiano, Tito Livio) no dicen que Antíoco cayera prisionero. El autor sagrado refiere los rumores que circulaban en torno a la derrota de Antíoco, sin comprometer su propio juicio ni pretender examinar la verdad de los hechos a que se aludía. La India no perteneció nunca a los seléucidas, ni la Media fue cedida a los romanos. Para obviar esta dificultad, creen algunos que en el texto original se leían los nombres de Jonia y Nisia, en vez de los de India y Media, que por un error introdujo en el texto un copista. Es cierto que los romanos entregaron a Eumenes las regiones de esta parte del Taurus, o sea la Misia, Lidia, Frigia, Licaonia y parte de Cara y Licia.
Conducía con los aliados y los enemigos (8:9-13).
9 Los griegos quisieron ir contra ellos y aniquilarlos; pero, en cuanto les fue conocido el propósito, 10 enviaron contra ellos un general que los combatió, cayendo de los griegos muchos en el campo, siendo llevados cautivos las mujeres, y los hijos, saqueados los bienes, subyugada la tierra, destruidas las fortalezas y reducidos a servidumbre hasta hoy. 11 A los demás reinos e islas, cuantos se les opusieron, totalmente los subyugaron. 12 Pero a sus aliados y amigos que en ellos confían les guardan fidelidad, y así habían logrado dominar los reinos próximos y remotos. Cuantos saben de su fama los temen, 13 y cuantos son por ellos ayudados para reinar, reinan, y a los que no quieren los destituyen, y así han adquirido gran poder.
Quisieron los griegos medir sus fuerzas con Roma, como hicieron antes con Persia; pero fueron vencidos. En un principio, los romanos se comportaron suavemente en la guerra contra la Liga Etolia, que se había aliado con Antíoco (190 a.C.). Más tarde mostráronse duros con ellos en la guerra, que acabó con la destrucción de Corinto por el cónsul Lucio Mummio y la anexión de Grecia a Roma, formando la provincia romana "de Acaya. Como puede observarse, el autor sagrado incluye en el cuadro trazado acontecimientos posteriores a los rumores que llegaron a oídos de Judas. Lo mismo hace al aludir a las islas de Chipre y Creta (ν. 11). Con los aliados son los romanos buenos amigos. La situación apurada en que se encontraban los judíos ortodoxos les impedía ver el interés egoísta y el tacto diplomático que imperaba en las relaciones de Roma con los pueblos aliados.
Régimen democrático de los romanos (8:14-16).
14 Entre ellos nadie lleva diadema ni viste púrpura para engreírse con ella. 15 En vez de esto se ha creado un senado, y cada día deliberan trescientos veinte senadores, que de continuo miran por el bien del pueblo y por su buen gobierno. 16 Cada uno encomienda a uno solo el mando y el dominio de toda su tierra, y todos obedecen a este único, sin que haya entre ellos envidias ni celos.
En Palestina había llegado la noticia de que el senado se componía de trescientos veinte miembros, en vez de trescientos, como consta de los autores latinos. Tampoco el senado, en contra de lo que decía el vulgo y el autor sagrado recoge, se reunía todos los días, pues lo hacía en casos de necesidad y en las calendas e idus de cada mes. Asimismo era equivocada la noticia de que cada año se encomendara el mando a un individuo. Según Vaccari, se alude aquí a la institución del consulado anual. Se sabe que los cónsules romanos eran siempre dos; pero a las expediciones a tierras lejanas iba solamente uno. Es también posible que la idea de un cónsul naciera en Palestina por haberse entrevistado los embajadores judíos en Roma con uno solo de los cónsules.
Delegados judíos a Roma (8:17-21).
17 Eligió Judas a Eupolemo, hijo de Juan, hijo de Acco, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma para hacer con ellos amistad y alianza,18 librándose así del yugo del reino griego, pues veían que el designio de éste era someter a Israel a servidumbre. 19 Llegaron a Roma después de un largo viaje, entraron en el senado, y, tomando la palabra, dijeron: 20 "Judas Macabeo, sus hermanos y el pueblo de los judíos nos envían para hacer con vosotros alianza de paz y pedir que nos inscribáis en la lista de vuestros aliados y amigos." 21 Estas palabras fueron bien recibidas.
El primer mensajero fue Eupolemo (2 Mac 4:11), con nombre helenizado, pero fiel a los principios del yahvismo. Se cree que es el autor de una historia de los reyes de Judá, de que hablan Eusebio 5, Clemente de Alejandría y San Jerónimo 6. En ella, aunque respetuoso con el texto sagrado, tiene una concepción helenista de la historia. La familia de Acco vióse obligada, después del exilio, a probar sus títulos genealógicos para poder ejercer el sacerdocio (Esdr 2:61; Neh 7:63). El otro enviado se llamaba Jasón, forma helenizada de la palabra hebraica Josué, o Jesús. Era hijo de Eleazar, que murió mártir a los noventa años en defensa de la Ley (2 Mac 6:18ss). El viaje fue largo y, muy probablemente, por mar. Dos cosas pedía Judas a los romanos: trabar amistad con ellos y obtener ayuda contra el enemigo seléucida.
Documento oficial (8:22-32).
22 He aquí la copia de la carta que escribieron en tablas de bronce, y que enviaron a Jerusalén para que les fuese memorial de paz y de alianza: 23 "Salud a los romanos y al pueblo judío por mar y por tierra para siempre, y que la espada y el enemigo estén siempre lejos de ellos. 24 Si el pueblo de los romanos fuera el primero atacado o lo fuese alguno de sus aliados en todo su imperio, 25 el pueblo de los judíos les prestará auxilio, según las circunstancias lo dicten, con plena lealtad. 26 Al enemigo no le dará ni suministrará trigo, armas, plata ni naves. Esta es la voluntad de los romanos, y guardarán este convenio sin compensación ninguna. 27 Asimismo, si primero el pueblo judío es atacado, los romanos le ayudarán lealmente, según las circunstancias lo dicten, 28 y al enemigo no le darán ni trigo, ni armas, ni plata, ni naves. Tal es la voluntad de los romanos. 29 Conforme a estas condiciones se conciertan los romanos con el pueblo judío. 30 Si después de este acuerdo unos y otros quisieren añadir o quitar alguna cosa, podrán hacerlo a voluntad, y lo añadido o quitado será o dejará de ser valedero. 31 Cuanto a los daños que les ha causado el rey Demetrio, ya hemos escrito a éste diciendo: ¿Por qué impones tan pesado yugo sobre nuestros amigos y socios los judíos? 32 Si vuelven a quejársenos de ti, les haremos justicia, haciéndote la guerra por mar y por tierra."
Era costumbre que tales tratados internacionales se grabaran en bronce; una copia se depositaba en el Capitolio y la otra se mandaba al Estado con el cual se hacía alianza. Falta en el texto recogido en el libro sagrado el preámbulo de este documento, que se omitió adrede para evitar la transcripción de nombres paganos, tales como Capitolio, Júpiter, etc. El documento fue redactado en latín, con traducción griega, traducido al hebreo por el autor del libro y vertido más tarde al griego, tal como se ha conservado hoy. En confirmación de la autenticidad del documento se aduce el hecho de que está redactado en el mismo estilo que los otros contratos firmados entre los romanos y los griegos, señalándose, en concreto, el aequum foedus encontrado en la isla de Stampolia (antigua Astupalea), del año 105 antes de Cristo. La analogía entre este contrato y el que figura en nuestro texto es palpable 7. El documento impone a las dos partes firmantes obligaciones iguales (aequum foedus).
Los V.3I-32 no forman parte del documento. Más bien contienen la narración hecha por los embajadores sobre las consecuencias inmediatas del tratado firmado. Un toque de alarma a Demetrio por parte de los romanos equivalía a un aviso serio.
Báquides en Judea (9:1-6).
1 Cuando Demetrio supo que Nicanor y su ejército habían caído en la batalla, volvió a enviar por segunda vez a Báquides con Alcimo a tierra de Judá, a la cabeza del ala derecha de su ejército. 2 Tomaron el camino de la oamea y acamparon en Masalot, cerca de Arbela, apoderándose de ella y matando a muchos. 3 En el mes primero del año 152 asentaron su campo enfrente de Jerusalén; 4 pero veinte mil hombres de infantería y dos mil caballos se dirigieron a Berea. 5 Entre tanto, Judas había acampado en Laisa con tres mil hombres escogidos, 6 los cuales, viendo la muchedumbre del ejército, temieron sobremanera, huyendo muchos del campo y no quedando de todos más que ochocientos.
Este capítulo enlaza con lo dicho en 7:50. El tratado entre los romanos y Judas no impide que Demetrio mande de nuevo un poderoso ejército contra Judea. Báquides y Alcimo vuelven a Palestina con el ala derecha del ejército, esto es, con las tropas más aguerridas, que solían estar a las órdenes inmediatas del rey. Desde el norte de Siria tomó la dirección de Galilea, acampando cerca de Arbela, el actual Jirbet Irbit, a la altura de Magdala y no lejos del lago de Genesaret. Masalot, del hebreo mesilloth, escaleras, no es nombre de lugar. Por el texto se deduce que Báquides marchó a Jerusalén, o porque creía encontrar allí a Judas o para entronizar a Alcimo en sus funciones sacerdotales en el templo. Al enterarse de que Judas acampaba a unos kilómetros al norte, fue en busca suya. Las tropas cansadas de Judas temblaron a la vista del numeroso ejército enemigo.
Cunde el desaliento (9:7-10).
7 Viendo Judas que su ejército se disgregaba y que, sin embargo, la batalla era inminente, se sintió aplanado, porque no le quedaba tiempo para volverlos a juntar, 8 y, sintiendo que se le rompía el corazón, dijo a los que le quedaban: "Ea, vayamos al enemigo, a luchar contra él." 9 Querían ellos disuadirlo, diciendo: "No podremos; mejor nos sería conservar ahora nuestra vida y volver luego con nuestros hermanos; entonces podremos combatirlos; por ahora somos muy pocos." 10 Pero Judas contestó: "Lejos de mí hacer tal cosa, de huir ante ellos. Si nuestra hora ha llegado, muramos valerosamente por nuestros hermanos y no empañemos nuestro honor."
No sabemos las causas que concurrieron al relajamiento total de la moral combativa de las tropas de Judas. La superioridad numérica del enemigo fue más bien un pretexto para rehuir el combate. Unos se marcharon, otros quedaron al lado de Judas, pero con una moral muy resquebrajada. Judas midió justamente lo trágico de la situación, temiendo que su fin se acercaba. Sólo Dios, con un milagro, podía salvarle. Del pesimismo que invadía a los combatientes, y que influía extraordinariamente en sus ánimos, se hace eco el mismo autor sagrado.
Encarnizados combates (9:11-16).
11 En esto el campo enemigo se movió y ellos le hicieron frente. La caballería se dividió en dos partes: los honderos y arqueros del ejército, todos hombres valientes, se adelantaron, ocupando la primera fila. 12 Estaba Báquides en el ala derecha, e hizo al sonido de las cornetas avanzar la falange dividida en dos cuerpos. 13 Los de Judas dieron también la señal, y la tierra tembló al estruendo de los ejércitos. La batalla fue encarnizada, y duró desde la mañana hasta la tarde. 14 Vio Judas que Báquides, con el núcleo más fuerte de su ejército, estaba en el ala derecha, y, juntando a los más animosos, 15 se echó con ellos sobre el enemigo, derrotándolo y persiguiéndolos hasta el pie de la montaña. 16 Los del ala izquierda, viendo derrotada y en huida la derecha, pudieron perseguir a Judas y a los suyos por la espalda.
Fue el ejército sirio quien tomó la iniciativa. No se dice que Judas invocara a Dios al principio de la batalla; apela él al honor para no rehuir el combate, pero parece no acordarse de Dios. Acaso no quiso el autor sagrado comprometer la causa divina en una lucha que más parecía un suicidio voluntario que un combate entre dos ejércitos.
Muerte de Judas (9:17-22).
17 La lucha se agravó, cayendo muchos de una y otra parte. 18 Cayó también Judas, y los restantes huyeron. 19Jonatán y Simón tomaron a Judas, su hermano, y le dieron sepultura en el sepulcro de sus padres en Modín. 20 Le lloraron, y todo Israel hizo por él gran duelo y por muchos días hicieron luto, diciendo: 21"Cómo ha caído el valiente, el salvador de Israel!" 22 Por lo demás, la historia de las guerras de Judas, sus hazañas, su magnanimidad, son demasiado grandes para ser escritas.
La lucha se agravó, y de una y otra parte cayeron muchos. Entre ellos cayó también Judas. Los supervivientes de su ejército huyeron a la desbandada. Las gentes de Judas mutilaron el cadáver de Nicanor (7:47). Era de temer que la misma suerte corriera el de Judas; pero sus hermanos lograron de Báquides, no sabemos a precio de qué, la autorización de llevarse el cadáver de su hermano y sepultarlo en Modín.
1 Polibio, 32:7:13.
2 Flavio Josefo, Ant. lud. 14:10:15; niese, Festschrift für Noídefee II 81733.
3 Hállase muy difundida la opinión de los que relacionan la mencionada palabra griega con los habitantes.de la Galia y no de Galacia. Después de los estudios de Mommsen, escribe Bévenot, está fuera de duda que el término griego tois galatais no se refiere a los gálatas, que se establecieron en Asia Menor el año 240 antes de Cristo, sometidos por Manlio Vulso el 189 (Τίτο livio, 38:17:37), sino a los galos del norte de Italia, que apoyaron a Aníbal en la segunda guerra púnica (218-201), siendo vencidos definitivamente en el año 190 antes de Cristo.
4 Plinio, Nat. Hist. 33:4:6; Estrabón, 3:3.
5 Praep. Evang. 30:34·
6 Schürer, III 474-477; Bellet, l.c., 309-
7 Véase su texto en Bévenot y en CIG, n.248s.
3. Jonatan, Sucesor de Judas (c.9:23-12:54).
Israel a la deriva (9:23-27).
23 Muerto Judas, cobraron ánimo los apóstatas en todo el territorio de Israel y levantaron cabeza los obradores de la iniquidad. 24 Hubo por aquellos días un hambre grandísima, y el pueblo se pasó a ellos. 25 Escogió entonces Báquides hombres impíos y los estableció por señores de la tierra. 26 Buscaban éstos insistentemente el paradero de los amigos de Judas y los llevaban a Báquides, que los castigaba y escarnecía. 27 Fue ésta una gran tribulación en Israel, cual no se vio desde el tiempo en que no había entre ellos profetas.
La muerte de Judas sumió a Israel en una situación muy precaria. Los que le habían seguido encerráronse en sus casas o buscaron asilo en tierras inhospitalarias para no sufrir el oprobio de su derrota ni escuchar los improperios que les echaban en cara los helenizantes. Los judíos apóstatas arreciaron en su persecución, aprovechando la coyuntura para vengarse y tomar represalias. El hambre agravó la situación de los fieles escondidos en sus casas o en los desiertos. El excesivo rigor por parte de Báquides y los excesos de los apóstatas despertaron a los judíos del sopor en que yacían y les confirmaron en la necesidad de agruparse bajo un mando y luchar por las reivindicaciones nacionales.
Elección de Jonatán y su huida al desierto (9:28-34).
28 Reuniéronse entonces todos los amigos de Judas y dijeron a Jonatán: 29 "Desde que murió tu hermano Judas no apareció ninguno semejante a él, capaz de hacer frente a los enemigos, a Báquides y a los perseguidores de nuestro pueblo. 30 Pero hoy te elegimos en su lugar para que seas nuestro jefe y capitán, para que nos lleves a nuestras batallas." 31 Aceptó Jonatán el mandato y ocupó desde entonces el puesto de Judas, su hermano. 32 Cuando Báquides tuvo noticia de ello, le buscó para darle muerte. 33 Mas, sabiéndolo Jonatán, su hermano Simón y sus parciales, huyeron al desierto de Tecoa y acamparon junto a las aguas de la cisterna de Asfar. 34 Súpolo Báquides en un día de sábado, y vino con todo su ejército al otro lado del Jordán.
Jonatán era conocido por su valor y su fidelidad a la memoria de su padre. Al comunicarle los conjurados que habían pensado en elegirle por jefe (arjon) y caudillo (egoúmenos), no rehusó la oferta. Con ello se oponía al acuerdo concluido con el general sirio, por lo que tuvo que huir a uña de caballo al desierto de Tecoa. Era el desierto el único lugar no controlado por las tropas de Báquides y en donde podían fácilmente ocultarse los que vivían al margen de la ley. Ocias había hecho una gran obra en el desierto de Tecoa al construir torres y excavar muchas cisternas (2 Crón 26:10) para los pastores y sus rebaños. La de Asfar se hallaba en el lugar que ocupan las ruinas de Bir-ez-Zaferán, a cinco kilómetros al sur de Tecoa. No nos explicamos el porqué Báquides, al oír que Jonatán se retiró al desierto de Tecoa, se marchase a Transjordania. Acaso nos hallamos frente a una glosa muy antigua, ya existente en el texto hebraico, y que pasó a la versión griega 1.
Traición y castigo de los nabateos (9:35-42).
35 Envió Jonatán a su hermano por jefe de una tropa, y rogó a los nabateos, sus amigos, les permitieran dejar a su custodia el bagaje, que era mucho. 36 Pero salieron de Madaba los hijos de Jambri, y se apoderaron de Juan y de cuanto llevaba, y se partieron con ello. 37 Llegó a Jonatán y a Simón, su hermano, la nueva de que los hijos de Jambri celebraban una solemne boda con gran pompa y conducían desde Nadabat la novia, hija de uno de los magnates de Canaán. 38 Y, acordándose de su hermano Juan, salieron, se ocultaron al abrigo de un monte, 39 alzaron los ojos y vieron una caravana regocijada y numerosa. Era el novio, que con sus amigos y hermanos salían al encuentro de la novia con panderos, instrumentos músicos y muchas armas. 40 Lanzándose fuera de su escondite, los de Jonatán los atacaron, quedando heridos muchos y huyendo los restantes al monte, apoderándose los vencedores de todos los despojos. 41 Las bodas se convirtieron en llanto; el sonido de la música, en lamentaciones; 42 y, tomada venganza de la sangre de su hermano, se volvieron a la ribera pantanosa del Jordán.
Cada uno que se juntaba a Jonatán y acudía a su escondite del desierto ponía a buen recaudo todo cuanto poseía. Pensó Jonatán confiar la custodia de estos bienes a los nabateos (5:25), de vida semi-nómada, que habitaban al sudeste del mar Muerto. Juan, hermano suyo, fue el designado para llevar el bagaje a la tierra de los nabateos y de asegurar a las mujeres e hijos de los combatientes una morada segura. Juan y su comitiva atravesaron el Jordán, llegando al país de los moabitas. En el camino les salieron al encuentro los hijos de Jambri, instalados en Madaba (Núm 21:30; 1 Crón 19:7), a treinta y cinco kilómetros al sur de Ammán, asaltando la caravana y matando al jefe que la conducía. Jonatán quiso vengar la afrenta, y aprovechó la ocasión de celebrarse una suntuosa boda.
Escaramuza junto al Jordán (9:43-49).
43 Supo el suceso Báquides, y en día de sábado vino con mucha fuerza hasta las márgenes del Jordán. 44 Dijo entonces Jonatán a los suyos: "Ea, luchemos por nuestra vida. No es hoy como ayer y anteayer. 45 El peligro nos acosa por delante y por detrás; ahí y allí, las aguas del Jordán, las márgenes pantanosas y el bosque; no hay escape. 46 Clamad, pues, al cíelo para que os salve de vuestros enemigos." Trabóse la batalla. 47 Alzó Jonatán para herir a Báquides; pero éste retrocedió, esquivando el golpe. 48 Salvaron Jonatán y los suyos el Jordán, pasando a nado a la ribera opuesta; pero los enemigos no atravesaron el Jordán para perseguirlos. 49 Aquel día cayeron como unos mil hombres de los de Báquides.
Llegó a Báquides la noticia del desplazamiento de Jonatán al otro lado del río Jordán y quiso cortarle la retirada. Aprovechó un sábado, por conocer la costumbre judía de no pasar a la ofensiva en día de fiesta (2:41). Báquides vadeó el río y se camufló en los matorrales que crecen junto al mismo, en la ribera izquierda, esperando el regreso de Jonatán. Vióse Jonatán aprisionado entre el ejército sirio y el Jordán, siendo la situación desesperada. "No es como ayer y anteayer" (Gen 31:2; Jos 4:18; 1 Sam 5:2; 2 Re 13:5), queriendo decir: Jamás nos hemos encontrado en situación tan comprometida; no hay escape. Jonatán recomienda la oración, pero atacó al mismo tiempo a Báquides, haciéndole retroceder. Del ejército de Báquides cayeron unos mil hombres, cifra que Flavio Josefo hace remontar a dos mil. Duro debió de ser el golpe recibido por Báquides, el cual no se atrevió a vadear el Jordán y perseguir a Jonatán y a su ejército.
Fortificaciones de Báquides (9:50-53).
50 Vuelto éste a Jerusalén, edificó ciudades fuertes en Judea, la fortaleza de Jericó, la de Emaús, la de Betorón, la de Betel, la de Tamnata, la de Faratón y la de Tefón, con muros altos y puertas y cerrojos, 51 y poniendo en ellas guarnición para hacer la guerra a Israel. 52 Fortificó asimismo las ciudades de Betsur y Gazer y la ciudadela, y puso guarniciones y las abasteció de víveres. 53 Tomó luego a los hijos de los principales del país como rehenes y los recluyó en la ciudadela de Jerusalén.
Se alargaba desmesuradamente la estancia de Báquides fuera de Antioquía. No valía la pena seguir la vida nómada de unos pocos guerrilleros descontentos con el gobierno de la nación. Bastaba levantar sólidas fortalezas en los puntos neurálgicos del país. Jericó ocupaba un lugar clave que controlaba las rutas de Jerusalén a la TransJordania; Amuás o Emaús era como un centinela al pie de la Sefela, que guardaba los accesos a Judea y a Jerusalén. Betorón dominaba la región de Modín y los accesos a las montañas de Efraím. Betel (Beitin) defendía la capital por el septentrión. A dieciséis kilómetros al norte de Betel se encuentra Tamnata (Jirbet Tibna), en el camino que une Gofna y Birzeit con la región de Modín. Faratón y Tefón no han sido plenamente identificadas.
Muerte de Alcimo (9:54-57).
54 El año ciento cincuenta y tres, el mes segundo, ordenó Alcimo derribar el muro del atrio interior del santuario, destruyendo la obra de los profetas. Comenzó a ejecutarlo, 55 pero le sobrevino un ataque apoplético y quedaron suspendidas las obras. Se le cerró y paralizó la boca, de modo que no pudo ya hablar palabra ni disponer de su casa. Murió Alcimo en medio de grandes tormentos. 56 Luego que Báquides vio muerto a Alcimo, se volvió al rey, 57 y la tierra de Judea gozó de paz por dos años.
Había en el templo un muro de separación entre el atrio de los judíos y el de los gentiles (1 Re 7:12), obra de los profetas, particularmente de Ageo y Zacarías. Que Alcimo pretendiera reemplazarlo por otro de estilo helenístico o que maquinara quitar toda la barrera entre judíos y paganos, no es fácil determinarlo. En tiempo de Herodes, la división entre un atrio y otro era señalada por el soreg, o balaustrada, cuya altura llegaba hasta el pecho.
Segunda expedición de Báquides (9:58-66).
58 Todos los apóstatas tomaron de común acuerdo esta resolución: "Jonatán y los suyos viven muy tranquilos y confiados; pues bien, hagamos venir a Báquides, y en una noche los prenderemos a todos." 59 Fuéronse a Báquides y se aconsejaron con él. 60 En efecto, se dispuso a venir con mucha fuerza. En secreto envió cartas a todos sus parciales de Judea para que prendieran a Jonatán y a los suyos; lo que no pudieron hacer, por haber llegado tal designio a conocimiento de ellos. 61 Lejos de eso, tomaron ellos presos a unos cincuenta hombres de la tierra, cabecillas de aquella conjura, y les dieron muerte. 62 Luego, Jonatán y Simón, con los suyos, se retiraron a Betbasí, en el desierto; levantaron lo que estaba arruinado y la fortificaron. 63 Informado Báquides de esto, reunió toda su gente y avisó a los de Judea. 64 Vino a acampar enfrente de Betbasí, la atacó durante muchos días empleando máquinas, que construyó exprofeso. 65 Jonatán dejó en la ciudad a su hermano Simón, y él salió al campo con un puñado de hombres. 66 Derrotó a Odoaren, a sus hermanos y a los hijos de Fasirón en sus tiendas, iniciando así sus sucesos y aumentando sus fuerzas.
Los apóstatas judíos diéronse cuenta de que los años de paz eran aprovechados por Jonatán y los suyos para emprender una nueva ofensiva. La oficialidad siria que custodiaba las fortalezas levantadas por Báquides no veía mayor peligro en las actividades de los hermanos Macabeos, acantonados en Modín y pueblos de los alrededores. Los intrigantes judíos acudieron entonces al crédulo Báquides, quien, creyendo que su campaña sería un paseo triunfal, dirigióse personalmente a Judea. Sus esperanzas de apoderarse por sorpresa de los Macabeos fracasaron.
Derrota de Báquides y proposiciones de paz (9:67-73).
67 Simón y los suyos salieron de la ciudad, pusieron fuego a las máquinas 68 y atacaron a Báquides, a quien causaron una gran derrota; le pusieron en grave aprieto, haciendo fracasar con sus planes su expedición. 69 El se enfureció contra los impíos que le habían aconsejado ir a Judea, hizo dar muerte a muchos de ellos y resolvió volverse a su tierra. 70 Así que Jonatán tuvo noticia de ello, le envió embajadores para concertar la paz y hacerle entrega de los prisioneros. 71 Asintió a ello Báquides y aceptó las proposiciones, jurando no causarle mal alguno en todos los días de su vida. 72 Hízole entrega de los prisioneros que antes había tomado de la tierra de Judá y partió para su tierra, no volviendo más a los confines de Judea. 73 Cesó la guerra en Israel, y Jonatán estableció su residencia en Majmas, donde comenzó a gobernar al pueblo y exterminar a los impíos de Israel.
El sistema de los dos frentes desconcertó a Báquides. Mientras Jonatán hostigaba las tropas en torno a Betbasí, Simón aprovechó la coyuntura para hacer una salida e irrumpir sobre los asaltantes. Según Flavio Josefo 2, el ataque de Jonatán fue de noche. Al verse Báquides cercado por sus adversarios y atacado de frente y por la espalda, cayó víctima del desánimo, no acertando a idear una maniobra que le pusiera al abrigo del enemigo. A falta de otras víctimas más codiciadas, culpó a los impíos judíos de su fracaso, descargando contra ellos el peso de su ira. Humillado, resolvió regresar a su tierra, pensando que, si los judíos helenizantes tenían cuentas pendientes con Jonatán, las resolvieran ellos mismos. En este estado de ánimo aceptó sin dificultad la firma de un armisticio que le sugirió Jonatán. Este retiróse a Majmas, a unos quince kilómetros al norte de Jerusalén, alejado de las guarniciones griegas de la capital y con libertad de movimientos. El autor del libro atribuye a Jonatán las prerrogativas que tenían los antiguos jueces de Israel Que 3:10; 4:4; 1 Re 3:9; 2 Re 15:15). El autor sagrado no manifiesta acaso toda la verdad sobre los motivos que indujeron a los judíos de Palestina a acusar a Jonatán. Lo más probable es que éste aprovechara todas las circunstancias para humillar a estos apóstatas y dar muerte a los que se enorgullecían de sus ideales helenistas, apoderándose de sus bienes.
Jonatán halagado por Demetrio (10:1-6).
1 El año 160, Alejandro, hijo de Antíoco Epifanes, se alzó en armas y se apoderó de Tolemaida, siendo bien acogido y reconocido como rey. 2Informado de ello el rey Demetrio, juntó muchas tropas y salió a campaña contra él. 3 Al mismo tiempo envió Demetrio a Jonatán cartas amistosas con promesas de engrandecimiento, 4 porque se decía: "Apresurémonos a hacer las paces con él antes de que las haga con Alejandro contra nosotros, 5 acordándose de todos los males que le hemos hecho a él, a sus hermanos y a su pueblo." 6 Le dio autoridad para juntar ejército, fabricar armas; le prometió que le contaría entre sus aliados y le devolvería los rehenes que tenía en la ciudadela"
La política interna de los seléucidas contribuiría en adelante a afianzar en el poder a Jonatán. No estaba el pueblo contento con el carácter misántropo y despótico del rey; tampoco los romanos veían con agrado los éxitos militares de Demetrio. En su victorioso trono debía experimentar la sacudida de la rebelión desencadenada por Alejandro Bala.
Este, que por su parecido físico hacíase pasar por hijo de Antíoco — el autor sagrado no quiere dirimir la cuestión de su origen —, fue el instrumento de que se sirvieron los romanos y los soberanos enemigos Tolomeo VI, Attalo II de Pérgamo y Mitrídates V de Capadocia, para derrocar a Demetrio. Alejandro era natural de Esmirna, "desconocido y de estirpe incierta" !; "hombre de ascendencia humilde" 2. Por su temperamento aventurero, el rey Attalo II le revistió de las insignias reales y lo envió a Cilicia, para que fuera allí una amenaza constante para Demetrio. En este tiempo, Heráclides, antiguo ministro de Hacienda de Epifanes, queriendo vengar la muerte de su hermano Timarco por parte de Demetrio, logró, durante el invierno del 153-152 antes de Cristo, que el senado romano reconociera las pretensiones de Alejandro Bala sobre el trono de Siria. El aventurero Bala llegó a las costas de Siria protegido por la flota egipcia, desembarcando en Tolemaida y adueñándose de ella por sorpresa. Corría el año 160 de la era seléucida, 152 antes de Cristo.
Tolemaida era una plaza importante que dominaba toda Palestina, y era la base principal del sistema defensivo de la Fenicia. Podía, además, recibir la ciudad ayuda militar de Egipto, cuyo rey, Tolomeo VI, veía con buenos ojos el amotinamiento de Alejandro. Demetrio reaccionó como guerrero y como diplomático. En una carta a Jonatán trata de atraérselo a su causa con promesas zalameras, convencido de la necesidad que tenía ahora de un aliado al sur del imperio.
Jonatán en Jerusalén (10:7-14).
7 Vino Jonatán y leyó las cartas en presencia del pueblo y de los que se hallaban en la ciudadela. 8 Un gran temor se apoderó de todos cuantos oyeron que el rey le daba autoridad para juntar el ejército. 9 Los de la ciudadela le devolvieron los rehenes, que él entregó luego a los padres de éstos; 10 y estableciendo su residencia en Jerusalén, comenzó luego a restaurarla y renovarla. 11 Mandó a los obreros construir los muros y rodear el monte de Sión de un muro de sillares, para mayor fortaleza, como se hizo. 12 Huyeron todos los extranjeros que había en la fortaleza edificada por Báquides, 13 y abandonó cada uno el lugar en que vivía para irse a su tierra. 14 Sólo en Betsur quedaron algunos de los que habían abandonado la Ley y los preceptos, porque les servía de refugio.
Jonatán sacó provecho de las cartas reales, que leyó en Jerusalén en presencia de amigos y de enemigos. Tan pronto como recibió las epístolas de Demetrio, abandonó Maj mas y se apoderó de Jerusalén, que convirtió en baluarte de la resistencia judía. Los sirios de la ciudadela escucharon aterrados el contenido del mensaje real. A los enemigos de Jonatán sólo les quedaba una salida: huir. Y así lo hicieron. Quedaron en Betsur algunos de ellos, confiados en los recios muros de la fortaleza y en un cambio de rumbo de la situación política. Las obras de fortificación se emprendieron rápidamente en Jerusalén. Convenía trabajar a destajo, por cuanto Jonatán había ido más allá de las atribuciones que le concedía Demetrio.
Proposiciones de Alejandro (10:15-21).
15 Pero al saber el rey Alejandro las promesas que Demetrio había hecho a Jonatán, y asimismo las guerras, las hazañas que éste y sus hermanos habían realizado y los trabajos que habían pasado, 16 se dijo: "¿Podremos encontrar otro hombre como éste? Hagámosle nuestro amigo y aliado." 17 Y le escribió una carta, cuyo tenor era el siguiente: 18 "El rey Alejandro, a nuestro hermano Jonatán, salud. 19 Hemos oído de ti que eres hombre de valor y muy digno de ser amigo nuestro. 20 Hoy te constituímos, pues, sumo sacerdote de tu nación y te concedemos el título de amigo del rey — y le envió un vestido de púrpura y una corona de oro — para que mires por nuestros negocios y guardes nuestra amistad." 21 Vistióse Jonatán la túnica santa en el mes séptimo del año ciento sesenta, en la fiesta de los Tabernáculos; alistó tropas y fabricó armas en gran cantidad.
Alejandro no quiso quedarse corto; a las promesas acompañó las obras. En una carta le hace saber que le concede la dignidad de sumo sacerdote, reconociéndolo con ello jefe supremo religioso del judaísmo. Desde la muerte de Alcimo, este cargo estaba vacante. ¿Podía un monarca sirio conceder tal dignidad? Algunos sumos sacerdotes lo fueron por nombramiento de los seléucidas (Jasón, Menelao, Alcimo), precedente que Alejandro quiso ahora explotar.
Además, Alejandro le nombró rey aliado suyo. Quizá la mención de las insignias reales (v.20) sea una glosa. El 15 del mes séptimo se celebraba la fiesta de los Tabernáculos (Lev 23:33-43) Deut 16:13), en la cual inauguró Jonatán su dignidad de sumo sacerdote. De esta manera llegó un miembro de la familia macabea a la más alta dignidad de la nación. Faltábale que la misma fuera hereditaria en la familia y que los sirios reconocieran al sumo sacerdote como jefe, lo que se consiguió bajo Simón (14:41).
Contraofertas de Demetrio (10:22-45).
22 Oído esto por Demetrio, se entristeció mucho y dijo: 23 "¿Qué es lo que hemos hecho, que Alejandro se nos ha anticipado en hacer amistad con los judíos para ganarse su apoyo? 24Les escribiré yo con palabras persuasivas, ofreciéndoles ventajas y mercedes para que se hagan auxiliares míos." 25 Efectivamente, les envió una carta del tenor siguiente: "El rey Demetrio, al pueblo de los judíos, salud. 26 Con gran alegría hemos sabido que os habéis mantenido fieles a nuestra alianza y habéis perseverado en nuestra amistad y no os habéis unido a nuestros enemigos. 27 Perseverad, pues, en vuestra fidelidad a nosotros, y os recompensaremos con grandes mercedes por lo que hiciereis en favor nuestro. 28 Os condonaremos las deudas y os haremos muchas mercedes. 29 Desde luego, declaro a todos los judíos exentos de tributos y del impuesto de la sal y del tributo de las coronas. 30 El tercio de la cosecha y la mitad de la de los árboles frutales, que a mí me toca percibir, renuncio de hoy en adelante a percibirlo en la tierra de Judá y en los tres distritos a ella anejos, tomados de Samaría y de Galilea, desde hoy para siempre. 31 Jerusalén será ciudad santa y exenta, igual que su territorio, de diezmos y tributos. 32 Renuncio también a la autoridad sobre la ciudadela de Jerusalén y hago de ella entrega al sumo sacerdote, que pondrá allí los hombres que él escogiere para su guarnición. 33 Todos los judíos que hayan sido llevados cautivos de tierra de Judá a cualquier parte de mi reino, los doy por libres gratuitamente, y todos quedarán exentos de tributos, aun de los de ganados. 34 Todas las fiestas, los sábados, las neomenias, los días señalados y los tres días que preceden y siguen a las fiestas, serán días de exención y de franquicia para todos los judíos de mi reino. 35 Nadie tendrá autoridad para intentar contra ellos acción judicial ni molestarlos en cualquier negocio. 36 De los judíos serán incorporados al ejército del rey hasta treinta mil hombres, dándoseles el sueldo como a todas las demás tropas del rey, 37 y de ellos serán puestos en las grandes fortalezas del rey, y asimismo nombrados para los negocios del reino que exigen confianza. De ellos serán sus jefes y vivirán según sus leyes, como lo ha dispuesto el rey en la tierra de Judá. 38 y los tres distritos tomados a las regiones de Samaría e incorporados a Judea lo serán de modo que formen una sola circunscripción y no obedezcan a otra autoridad que a la del sumo sacerdote. 39 De Tolemaida y su distrito hago obsequio al santuario de Jerusalén para sufragar los gastos del mismo. 40 Doy cada año veinte mil siclos de plata, pagaderos de los derechos del rey en los lugares que nos pertenecen. 41 Todo el sobrante que los empleados del fisco no hayan entregado, como en los años anteriores, desde ahora lo destino a las obras del templo. 42 Y los cinco mil siclos de plata que cada año percibíamos de los tributos del templo, también los condonamos, y se los damos a los sacerdotes que ejercen las funciones sagradas. 43 Cuantos se acojan al templo de Jerusalén y a todo su recinto, deudores de los impuestos reales o de cualquier otra deuda, quedarán libres, y también cuanto tenga en mi reino. 44 Los gastos para edificar y restaurar el templo serán pagados de la hacienda real. 45Los gastos para la edificación de los muros de Jerusalén y las fortificaciones de su recinto correrán también por cuenta del rey, y asimismo la edificación de las murallas en Judea."
A oídos de Demetrio llegaron las propuestas que Alejandro Bala hizo a Jonatán, y, en un alarde de generosidad, quiso superarlas. Por aquello de que "nunca segundas partes fueron buenas," comprendió Jonatán que no eran sinceros los sentimientos de Demetrio, sino dictados por las necesidades del momento.
La sal que se sacaba del mar Muerto era propiedad del Estado sirio. El tributo de las coronas de oro tiene su origen en la costumbre entre los griegos y romanos de enviar cada provincia una corona de oro al general que ganara una batalla. Más tarde, cada año se enviaba lo equivalente en dinero (aurum coronarium) 3. Debían los judíos pagar al rey el tercio de las cosechas y la mitad de la de los árboles frutales. A todo ello renuncia ahora Demetrio con tal de que los judíos pacten con él. La exención se extiende a Judea, Samaría. Los tres distritos de que habla el v.30 eran Aferema, Lida y Ramata (11:34).
Demetrio promete la inmunidad de franquicia en las fiestas judías, tales como Pascua, Pentecostés, fiesta de los Tabernáculos, días en que cada israelita adulto tenía la obligación de ir al templo (Ex 23:14-17). Serán también conceptuados como festivos los tres días que se calculaban como necesarios para el viaje de ida y vuelta.
Para subvencionar los gastos del templo les entregará Demetrio la ciudad de Tolemaida y distrito, con sus derechos aduaneros, además de una suma de quince mil siclos de plata, o sea unas trescientas mil pesetas. Reconoce el rey el derecho de asilo en el templo, en sentido más amplio del que entendía la Ley (Ex 21:13-14; Núm 35:9-28). En un exceso de liberalidad sospechosa, llega incluso a conceder al pueblo judío el derecho de reedificar los muros de Jerusalén, las fortificaciones de su recinto y las murallas deterioradas de las ciudades fuertes de Judea con el dinero del rey.
Suspicacia de Jonatán (10:46-47).
46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron estas palabras, no las creyeron ni las aceptaron, acordándose de los grandes males que había causado en Israel y cuánto los había atribulado, 47 y se decidieron en favor de Alejandro, que les había hecho proposiciones de paz, y así le prestaron auxilio todo el tiempo.
Se había excedido Demetrio en su liberalidad para que los judíos le prestaran fe. Jonatán no cayó en la trampa, adhiriéndose por el momento a la causa de Alejandro, a quien nada tenían que objetar los judíos. Además, la estrella de Demetrio empezaba a palidecer al perder la amistad de los romanos y la estima del pueblo.
Derrota de Demetrio (10:48-50).
48 Reunió el rey Alejandro grandes fuerzas y asentó su campo enfrente del de Demetrio. 49 Trabaron la batalla los dos reyes, y huyó el ejército de Demetrio perseguido por Alejandro, que quedó vencedor. 50 La batalla fue encarnizada y duró hasta la puesta del sol, cayendo en aquel día el rey Demetrio.
Lacónico es el relato del encuentro de los dos ejércitos. Parece que el de Alejandro contaba con el apoyo de Jonatán. No se especifica el lugar del encuentro. En el primer encuentro tuvo que huir el ejército de Alejandro perseguido de cerca por Demetrio. En un segundo combate, que duró un día entero, Alejandro prevaleció sobre su enemigo, que quedó en el campo de batalla. ¿Cuánto tiempo transcurrió entre el primero y el segundo encuentro? Bévenot calcula un año.
Preparativos de boda (10:51-56).
51 Después de esto, Alejandro envió mensajeros a Tolomeo, rey de Egipto, diciéndole: 52 "Vuelvo a mi reino, he logrado sentarme en el trono de mis padres y recuperar el gobierno después de derrotar a Demetrio y apoderarme de nuestra tierra. 53 Trabada la batalla, fue vencido él y su ejército, y nos hemos sentado en el trono de su reino. 54 Hagamos, pues, alianza; dame tu hija por mujer, y seré tu yerno, y tanto a ti como a ella os daré presentes dignos de ti." 55 El rey Tolomeo le respondió diciendo: "Dichoso el día en que has vuelto a la tierra de tus padres y te sentaste en el trono real. 56 Con gusto haré lo que me dices. Ven a mi encuentro a Tolemaida, para que nos veamos y te haga yerno mío, según deseas."
Tolomeo VI Filometor ocupaba el trono de Egipto. A él acude Alejandro en calidad de rey aliado para pedirle la mano de su hija Cleopatra. Con este matrimonio pretendía Alejandro borrar la mancha de su oscuro origen, emparentándose con familias reales. Por su parte, Tolomeo veía con buenos ojos esta decisión de Alejandro, por creer que de esta manera le serían reconocidos sus derechos sobre la provincia de Celesiria y regiones adyacentes. Tolomeo señaló a Tolemaida como lugar de entrevista para ultimar los preparativos de boda.
Bodas en Tolemaida (10:57-60).
57 Partió de Egipto Tolomeo con su hija Cleopatra, y llegaron a Tolemaida el año ciento sesenta y dos. 58 El rey Alejandro le salió al encuentro, Tolomeo le dio su hija Cleopatra, y celebraron en Tolemaida las bodas con gran magnificencia, como de reyes. 59 El rey Alejandro escribió a Jonatán que viniese a su encuentro. 60 Vino con grande pompa a Tolemaida, se entrevisto con los dos reyes y les hizo obsequios de oro y plata; también a sus cortesanos les hizo muchos regalos, ganándose con ello su favor.
A Tolemaida habían llegado las naves de Tolomeo en apoyo de las pretensiones del aventurero Bala. Al llegar el rey a esta ciudad le pareció encontrarse en su propia casa, calculando que muy pronto volvería ella a formar parte integrante de Egipto. La boda celebróse con gran boato, "como de reyes," con una semana de duración. No podía faltar en la misma el rey amigo Jonatán, que le ayudó en la lucha contra Demetrio.
Los aguafiestas y reacción de Alejandro (10:61-66).
61 Vinieron apóstatas, mandados de Israel, para acusarle; pero el rey no los atendió, 62 antes mandó quitar a Jonatán sus vestidos y vestirle de púrpura, como se hizo. Le sentó el rey a su lado 63 y dijo a sus grandes: "Salid con él por medio de la ciudad y pregonad que nadie se atreva a acusarle sobre ningún negocio y que nadie por ninguna causa le moleste." 64 Cuando sus acusadores vieron los honores públicos que se le hacían y le vieron vestido de púrpura, huyeron todos. 65 Le honró mucho el rey y le inscribió en el número de sus primeros amigos, y le nombró general y gobernador de provincia. 66 Después de lo cual volvió Jonatán a Jerusalén en paz y contento.
Creían los apóstatas judíos encontrar en Alejandro el mismo favor que sus partidarios hallaron en la corte de Demetrio. Pero las cosas habían cambiado mucho. ¿Cómo podía Alejandro volver la espalda a un amigo y compañero de armas? Que en Palestina no gozara Jonatán del favor de todos, no interesaba grandemente al monarca sirio; a él le bastaba saber que Jonatán rechazó las ofertas de Demetrio y se adhirió a su causa. Antes de partir Jonatán para Jerusalén recibió de Alejandro los títulos de estratega y meridarca. Por el primero le constituía generalísimo de las tropas de Judea; por el segundo le nombraba gobernador supremo de Judea, dependiendo, por descontado, del rey de Siria. En la persona de Jonatán se unían el poder religioso, militar y civil.
Bravatas de Apolonio (10:67-73).
67 El año ciento sesenta y cinco, Demetrio, hijo de Demetrio, vino de Creta a la tierra de sus padres. 68 En cuanto Alejandro lo supo, se volvió a Antioquía muy contrariado. 69 Demetrio nombró gobernador de la Celesiria a Apolonio, que juntó un poderoso ejército y vino a acampar en Jamnia, desde donde envió recado a Jonatán, diciéndole: 70 "¿Vas a ser tú el único que te levantas contra nosotros y voy a ser yo objeto de risa y burla por causa tuya? ¿Por qué presumes hacerte fuerte en los montes contra nosotros? 71 Si tanto confías en tus fuerzas, desciende al llano y midamos las armas, que conmigo está la fuerza de las ciudades. 72 Pregunta y sabrás quién soy yo y quiénes los que me prestan auxilio, los cuales dicen que no podrás mantenerte a pie firme entre nosotros, y que por dos veces fueron vencidos tus padres en esta tierra. 73 No podrás sostener el empuje de mi caballería y de mi ejército en campo abierto, donde no hay piedras, ni guijarros, ni lugar a donde huir."
Alejandro llevó una vida licenciosa y orgiástica 4, despreocupado de las cosas del reino, atrayéndose sobre sí la aversión de todos. La política de su favorito Ammonio de perseguir y matar a todos los amigos de Demetrio, principalmente sus familiares, indujo al hijo mayor de Demetrio a derrocar al intruso y restablecer en el trono a los seléucidas. Amparado por veteranos generales, Demetrio II Nicator partió de Cnido, capital de Caria, y marchóse a Creta con ánimo de reclutar tropas mercenarias para oponerse al usurpador Alejandro. Logrado su intento, puso al frente de las mismas al fiel Lestene, desembarcando en las costas de Cilicia, probablemente en Seleucia, enarbolando la bandera de la rebelión. A Tolemaida, donde residía de ordinario Alejandro, llegó la noticia del levantamiento de Demetrio II y de su desembarco en Cilicia. Sin perder tiempo, Alejandro corrió a Antioquía, confiada al gobierno de Jera-ce y Diodoro, para defender la capital de las tropas del invasor. Mientras el nuevo pretendiente combatía a Alejandro en la parte septentrional del imperio, Apolonio marchó contra su aliado del sur, Jonatán. Con esta maniobra, al mismo tiempo que imponía silencio al general judío, cortaba el paso a Tolomeo, rey de Egipto, en caso de que intentara acudir en ayuda de su yerno.
Jonatán y Simón en lucha con Apolonio (10:74-85).
74 Cuando Jonatán oyó las bravatas de Apolonio, se llenó de indignación y, escogiendo diez mil hombres, salió de Jerusalén, llevando consigo a Simón, su hermano. 75 Acampó frente a Jope, que le cerró las puertas, porque había en ella una guarnición de Apolonio. Pero la atacaron, 76 y, atemorizados los ciudadanos, le abrieron las puertas, quedando Jonatán dueño de Jope. 77 Así que Apolonio tuvo noticia del suceso, sacó al campo tres mil caballos y una poderosa fuerza de infantería 78 y siguió el camino de Azoto, fingiendo pasar de largo frente a Jope; pero se volvió en seguida a la llanura, muy confiado en la numerosa caballería que tenía. Jonatán salió contra él hacia Azoto, y se trabó la lucha. 79 Apolonio había dejado emboscados mil caballos. 80 Supo Jonatán la asechanza que detrás de sí tenía, y, aunque unos y otros cercaron el campo y estuvieron lanzando flechas contra el pueblo desde la mañana hasta la noche, 81 el pueblo se mantuvo firme, según las órdenes de Jonatán, hasta que la caballería se fatigó. 82 Luego movió Simón sus fuerzas y atacó a la falange, y, como la caballería estaba ya agotada, los derrotaron y pusieron en fuga. 83 La caballería se dispersó por la llanura, huyendo hacia Azoto, y se refugiaron en el templo de Dagón, su ídolo, para salvarse. 84 Jonatán prendió fuego a Azoto y a las ciudades cercanas, se apoderó de sus despojos y dio a las llamas el templo de Dagón, abrasando a los que en él se habían refugiado. 85 El número de los que perecieron por la espada y por el incendio subió a ocho mil.
Jonatán acepta el desafío y quiere probar que también en la llanura su ejército es superior. Indignado por las bravatas de Apolonio, salió de Jerusalén al frente de su ejército y marchó contra Jope. La ciudad filistea resistióse al principio, pero tuvo que rendirse a Jonatán y a su hermano Simón. En Jamnia, situada a veinte kilómetros al sur, se encontraba Apolonio. Al tener éste noticia de la toma de Jope por parte de Jonatán, en vez de atacarle fingió huir hacia el sur, en dirección a Azoto, a quince kilómetros de Jamnia, con el intento de atraer al Macabeo hacia la llanura, donde la caballería podía maniobrar a su gusto. Pero el astuto Apolonio había dejado emboscados mil caballos para que se abalanzaran contra el ejército judío, de camino para Azoto, en busca del enemigo. El lugar donde se agazapó la caballería de Apolonio fue acaso el valle Qatra o el Nahr Skreir, al norte de Azoto. No cayó Jonatán en la trampa, que descubrió a tiempo. Se entabló la lucha, logrando Jonatán dar largas a la batalla con el fin de cansar a la caballería. Por su parte, Simón pudo contra la infantería de Apolonio, que se refugió en Azoto, en el recinto del templo dedicado a Dagón, confiado en que Jonatán respetaría este lugar sagrado. Era Dagón el dios de los filisteos, al que representaban con el cuerpo de pez y cabeza de hombre. ¿Cómo podía detenerse Jonatán ante un lugar sacrilego, donde en otros tiempos fue profanada el arca de la alianza? (1 Sam 5:2). Sin vacilar un momento, arrimó leña a los muros y dio el templo a las llamas, abrasando a los que en él se habían refugiado. La mortandad fue espantosa.
Jonatán regresa victorioso (10:86-89).
86 De allí levantó el campo Jonatán y se vino hacia Ascalón, cuyos moradores salieron a recibirle con gran honor. 87 Jonatán se volvió a Jerusalén con los suyos, cargados de despojos. 88 Cuando estos sucesos llegaron a oídos del rey Alejandro, concedió nuevos honores a Jonatán, 89 le envió la fíbula de oro, como es costumbre darla a los parientes de los reyes, y le dio Acarón con todos sus términos en posesión.
Ascalón recibió entusiásticamente al vencedor de Jope y Azoto. Alejandro premió el valor y fidelidad de su aliado regalándole una hebilla de oro para su manto de púrpura. Le nombró "pariente del rey" y añadió a su jurisdicción la ciudad filistea de Acarón, entre Jamnia y Gezer. De esta manera calculaba Alejandro que su frontera meridional estaba en buenas manos, en el caso de que su suegro Tolomeo intentara un ataque, que no se hizo esperar.
Tolomeo, dueño de la costa (11:1-8).
1 El rey de Egipto juntó grandes fuerzas, como las arenas del mar, y muchas naves, con el intento de apoderarse por engaño del reino de Alejandro y agregarlo a su propio reino. 2 Con pretextos de paz se encaminó a Siria, abriéndosele las puertas de las ciudades y saliendo todos a recibirle, pues era orden del rey Alejandro que le saliesen al encuentro, como a suegro suyo. 3 Así que Tolomeo entraba en las ciudades, ponía en ella guarniciones. 4 Al entrar en Azoto le enseñaron el templo de Dagón incendiado, la ciudad y sus cercanías destruidas, arrojados en el campo los cadáveres y al borde de los caminos los montones de los que habían caído en la batalla. 5 Contáronle lo que había hecho Jonatán, con el fin de hacérsele odioso, pero el rey callaba. 6 Vino Jonatán al encuentro del rey en Jope con gran aparato, se saludaron y durmieron allí. 7 Jonatán le acompañó luego hasta el río llamado Eleutero, y luego se volvió a Jerusalén. 8 El rey Tolomeo se adueñó de todas las ciudades de la costa hasta Seleucia del mar, meditando perversos planes contra Alejandro.
Tolomeo había protegido a Alejandro Bala en su logrado intento de ocupar el trono de Siria. A él entregó su hija Cleopatra, estableciéndose entre ambos monarcas una corriente de simpatía y amistad. En esta coyuntura en que Alejandro veía amenazado su trono por el norte y sur, se alegra de que su padre político se dirija a Antioquía, por contribuir esta visita a elevar su prestigio ante los pueblos vecinos. No sospechaba Alejandro que su suegro abrigara turbios designios; por lo mismo, dio orden de que le salieran al encuentro y le recibieran con gran boato. El taimado Tolomeo aprovechó las facilidades que le daba su yerno para minar su poder y apoderarse de su reino. En cada ciudad que visitaba dejaba una guarnición. En Azoto escuchó sin pestañear el relato de los destrozos causados a la ciudad por Jonatán, sin pronunciarse en pro o en contra. En secreto concebía Tolomeo el proyecto de tener en Jonatán a un vasallo incondicional. Obedeciendo acaso a órdenes de Alejandro, y para granjearse la confianza de Tolomeo, Jonatán acompañó al rey egipcio hasta el río Eleutero, al norte de Trípolis y a trescientos kilómetros de Jope. El astuto Jonatán pudo conjeturar que no todo era oro de ley en el proceder de Tolomeo, por lo que se despidió de él en la frontera de Siria superior y regresó a Jerusalén. Aires de tempestad se cernían sobre el trono de Alejandro y no quiso Jonatán inmiscuirse en cuestiones de familia.
Tolomeo se declara (11:9-13).
9 Envió embajadores a Demetrio, diciéndole: "Ven, hagamos alianza, y te daré mi hija, la que tiene Alejandro, y reinarás sobre el reino de tus padres. 10 Me pesa haberle dado mi hija, pues ha buscado asesinarme." 11 Υ con calumnias procuraba hacerle odioso, por codicia de su reino. 12 Al fin le quitó la hija y se la dio a Demetrio, rompiendo con Alejandro y haciendo manifiestas sus enemistades. 13 Entró Tolomeo en Antioquía y se ciñó a su cabeza dos coronas: la de Asia y la de Egipto.
Al llegar a Seleucia, puerto de Antioquía, quitóse Tolomeo el antifaz. Desde allí púsose en comunicación con Demetrio II (10:67), que todavía no había llegado a Antioquía, ofreciéndole como esposa su hija Cleopatra Tea. Esta, que hasta entonces fue mujer de Alejandro Bala, habíase fugado de Antioquía para salir al encuentro de su padre en Seleucia. Gomo pretexto para retirar su confianza a Alejandro alega Tolomeo el designio de éste de asesinarle. Cuenta Flavio Josefo que, durante su marcha triunfal por las ciudades de la costa, al llegar a Tolemaida fue objeto de un atentado por parte de Ammonio, favorito de Alejandro. Al negarse éste a entregar al culpable, se encendió la ira de su suegro Tolomeo.
Mientras Tolomeo se apoderaba de Antioquía y pactaba con Demetrio II, Alejandro encontrábase en los montes de Cilicia ocupado en sofocar un levantamiento. Los dos ministros suyos, Hiera-ce y Diodato, no pudiendo hacer frente al ejército de Tolomeo, le abrieron las puertas de la ciudad y le franquearon el trono de Siria. Gustoso hubiera Tolomeo ceñido la corona de Siria; pero, ante el temor de Roma, contentóse con anexionar a Egipto, Celesiria y Fenicia, entregando a Demetrio los otros territorios del imperio sirio.
Muerte de Alejandro (11:14-19).
14 Hallábase por aquellos días el rey Alejandro en Cilicia, por haberse rebelado los de aquellos lugares, 15 cuando oyó que su suegro venía contra él en son de guerra. Tolomeo sacó su ejército y le fue al encuentro con poderosas fuerzas y le puso en huida. 16 Huyó Alejandro a la Arabia en busca de refugio, mientras que el rey Tolomeo quedó triunfante. 17 El árabe Zabdiel cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a Tolomeo. 18 Tres días más tarde moría el rey Tolomeo, y los suyos, que estaban en las fortalezas, perecían a mano de los moradores de las mismas. 19 Y así reinó Demetrio el año ciento sesenta y siete.
Nuestro autor no disimula las simpatías que siente por Alejandro, por el hecho de haber nombrado a Jonatán sumo sacerdote. Por lo mismo, calla el hecho de que Alejandro tuvo que abandonar Antioquía precipitadamente, perseguido por las tropas de su suegro, buscando refugio en Arabia, en una de las regiones colindantes con el desierto, en las cercanías de Alepo, la Beqa o Palmira, donde fue asesinado por Zabdiel. Pero Tolomeo debía seguirle en el camino hacia la sepultura; a consecuencia de una herida recibida en la batalla del río Onoporos, al tercer día de haber llegado la cabeza de Alejandro a Antioquía, dejaba de existir. Demetrio II tomó el sobrenombre de Nicanor por haber ganado la batalla de Onoporos.
Entrevista de Demetrio y Jonatán (11:20-28).
20 Por aquellos días reunió Jonatán a los hombres de Judea, para tomar la ciudadela de Jerusalén, contra la cual construyó muchas máquinas de guerra. 21 Pero algunos de los impíos, enemigos de su propia nación, se fueron al rey y le informaron de cómo Jonatán tenía asediada la fortaleza. 22 Oído lo cual, se irritó, y, viniendo a Tolemaida, escribió a Jonatán que levantase el cerco de la ciudadela y viniera a su encuentro a toda prisa, para conferir con él en Tolemaida. 23 Recibido el mensaje, Jonatán ordenó continuar el asedio, y se rodeó de algunos ancianos de Israel y sacerdotes, y resolvió aventurarse al peligro. 24 Tomando consigo plata, oro, un vestido y otros muchos presentes, fue a ver al rey a Tolemaida, hallando en él buena acogida, 25 no obstante que algunos impíos de su nación le acusaban. 26 Hizo el rey según lo que habían hecho sus antecesores, honrándole en presencia de todos sus enemigos. 27 Le confirmó en el sacerdocio y en cuantos honores tenía de antes, y le hizo inscribir en el número de sus primeros amigos. 28 Jonatán solicitó del rey que hiciese libres de tributos la Judea y las tres toparquías de Samaría, prometiéndole, en cambio, trescientos talentos.
Jonatán estaba al margen de las luchas por el trono de Siria. Amparándose en las promesas que le hizo Demetrio I (10:32), Jonatán cercó la ciudadela de Jerusalén con ánimo de acabar con ella. Durante el asedio llegaron noticias de la muerte de su aliado Alejandro y de la subida al trono de Demetrio II. Los judíos apóstatas quisieron sacar provecho de la situación acusando a Jonatán. Demetrio, alarmado, desplazóse a Tolemaida y llamó a cuentas al jefe judío, ordenándole, entre tanto, levantara el cerco de la ciudadela. Jonatán, rodeado de un grupo de ancianos y sacerdotes, marchó a Tolemaida. Su nobleza y los presentes que hizo al rey en señal de vasallaje cambiaron el corazón del monarca. A ambos sería más provechosa una política de acercamiento que el fragor de las guerras.
Carta de Demetrio (11:29-37).
29 Asintió el rey, y de todas estas cosas escribió a Jonatán una carta del tenor siguiente: 30 "El rey Demetrio a Jonatán, su hermano, y a la nación de los judíos, salud. 31 Os enviamos, para que de ello os informéis, copia de la carta que hemos escrito a Lástenes, nuestro pariente, acerca de vosotros: 32 El rey Demetrio a Lástenes, su padre, salud. 33 Hemos resuelto favorecer a la nación de los judíos, nuestros amigos, que nos han sido fieles. 34 Les confirmamos, pues, la posesión de los territorios de la Judea y de los tres distritos de Aferema, Lida y Ramata, que fueron desprendidos de Samaría e incorporados a Judea. Todos los sacrificadores de Jerusalén quedan exentos del tributo que el rey recibía antes de ellos cada año, de los frutos del campo y de los árboles. 35 Igualmente los restantes tributos que nos pagaban, de los diezmos, de las salinas y de las coronas, que nos pertenecen, desde ahora 36 se los condonamos todos, y serán anulados desde ahora para siempre. 37 Así, pues, haced una copia de este decreto y entregádsela a Jonatán para que se deposite en el monte santo y en lugar visible."
Para dar curso oficial a los tratados de paz concertados entre Demetrio y Jonatán escribió aquél una carta a Lástenes, el general de Creta que le había ayudado en la conquista de Siria, y que gozaba ahora de su máxima confianza l. Es posible que la carta fuera entregada a Jonatán durante su permanencia en Tolemaida y que la llevara consigo a Jerusalén para darla a conocer al pueblo. Demetrio se muestra generoso con los judíos. Pero, comparando esta carta con el decreto de Demetrio (10:28-45), se observa la omisión del calificativo de ciudad sagrada que se otorgaba a Jerusalén y la de otros privilegios. Hay necesariamente una gran diferencia entre las concesiones arrancadas en circunstancias críticas y las que se otorgan por un rey que domina la situación y que regula sus liberalidades conforme a la medida de su política.
Maniobras de Tritón (11:38-40).
38 Viendo el rey Demetrio que había llegado a dominar el reino y nadie se le oponía, disolvió su ejército, enviándolo a sus casas, excepto las fuerzas extranjeras que había reclutado en las islas de las gentes. Esto le atrajo la enemiga de cuantos habían pertenecido al ejército de sus padres. 39 Trifón, que había sido antes de los parciales de Alejandro, cuando vio que las tropas murmuraban contra Demetrio, se dirigió al árabe Emalcue, que criaba a Antíoco, hijo de Alejandro, niño todavía, 40 apremiándole para que se lo entregase, a fin de sentarlo en el trono de su padre. Le comunicó cuanto había hecho Demetrio, y el descontento de su ejército contra él, y permaneció allí bastantes días.
El erario real estaba en crisis. Para remediar la situación económica disolvió Demetrio su ejército, exceptuando las fuerzas provenientes de las islas de las gentes (Gen 10:5-32; Sof 2:11). Esta medida le indispuso con los soldados que le habían apoyado con tanto entusiasmo 2. A ello se juntó la conducta de Lástenes, "hombre sin religión y sin conciencia, que obligó a su señor a realizar los actos más indignos" 3. Trifón, nacido en Casiana, distrito de Apamea, general que fue de Alejandro, al darse cuenta del descontento que cundía entre los soldados que habían sido licenciados, fue a entrevistarse con el árabe Emalcue, apremiándole para que le entregara a Antíoco, el hijo de Alejandro (11:54). De la situación tambaleante de Siria dióse perfecta cuenta Jonatán, quien trató de sacar el mejor partido de ella.
Soldados judíos en Antioquía (11:41-51).
41 Entre tanto, envió Jonatán al rey una súplica para que retirase la guarnición de la ciudadela de Jerusalén y de las otras fortalezas, porque hostigaban a Israel. 42 Respondió Demetrio a Jonatán, diciéndole: "No sólo esto te haré a ti y a tu pueblo, sino que os colmaré de honores cuando llegue la ocasión propicia. 43 Por el momento me harías un gran favor enviándome algunas tropas auxiliares, porque mi ejército está disuelto." 44 Accedió Jonatán, mandándole a Antioquía tres mil hombres escogidos, de cuya llegada se alegró mucho el rey. 45 Amotináronse contra él los de la ciudad, en número de ciento veinte mil, pretendiendo matarle. 46 Se recluyó él en su palacio, mientras los ciudadanos ocupaban las calles de la ciudad y comenzaban el asalto. 47 Llamó el rey en su auxilio a los judíos, que acudieron luego, se distribuyeron por la ciudad, 48 mataron aquel día hasta cien mil hombres, incendiaron la ciudad y la saquearon. Así libraron al rey. 49 Cuando vieron los de la ciudad que los judíos eran dueños de ella a su arbitrio, perdieron el ánimo, y, suplicantes, clamaron al rey, diciendo. 50 "Perdónanos y haz que cesen ya los judíos de combatir contra nosotros y contra la ciudad." 51 Y depusieron las armas e hicieron la paz. Los judíos adquirieron grande gloria ante el rey y ante todo su reino y volvieron a Jerusalén cargados de botín.
La ciudadela de Jerusalén era una espina clavada en el corazón del judaísmo. Jonatán, especulando sobre el estado de descomposición del ejército sirio, pide a Demetrio que retire la guarnición del Acra y de todas las fortalezas de la línea Báquides (9:50-51). Tres mil soldados judíos de exportación llegaron a Antioquía en un momento crucial. La suerte, en un principio, fue adversa a los judíos, que combatían en calidad de "tropas extranjeras"4 al lado de las fuerzas adictas al monarca. Soldados indígenas y extranjeros lograron romper el cinturón de la masa que se atrepellaba para asaltar el palacio real. Los soldados pasaron a la ofensiva, matando hasta cien mil hombres, cifra que acaso el mismo autor conceptuaba como aproximada o como medio hiperbólico para expresar la idea de que hubo una carnicería espantosa. Los soldados judíos regresaron victoriosos a Jerusalén, cargados de botín y aureolados con la fama de haber conseguido una relevante victoria.
Un hombre informal (11:52-53).
52 Sentóse Demetrio en su trono, y la tierra calló ante él. 53 No cumplió el rey lo que había prometido, y se enajenó a Jonatán, porque, además de no corresponder a los beneficios que le había hecho, le molestaba mucho.
El valor y arrojo de los soldados judíos salvaron a Demetrio. La matanza de Antioquía causó sensación universal. Por un tiempo "la tierra calló ante él." Pero la victoria no había henchido sus arcas exhaustas, lo que le movió a exigir de los judíos el pago de todos los tributos y diezmos como hasta ahora. Para obligar a Jonatán mandó algunos generales al frente de numeroso ejército (11:63-74).
Trifon, a la carga (11:54-56).
54 Después de estos sucesos volvió Trifón con el niño Antíoco, a quien proclamó rey, ciñéndole la corona. 55 Luego se juntaron a él todas las tropas que Demetrio había licenciado e hicieron a éste la guerra, obligándole a huir derrotado. 56 Trifón se apoderó de los elefantes y ocupó Antioquía.
No se había granjeado Demetrio la simpatía del pueblo. Trifón lo sabía, y por ello insistió y obtuvo del árabe Emalcue (11:40) la custodia del pequeño Antíoco VI Dionisios, a quien proclamó rey, ciñéndole la corona. Los que habían sido licenciados del ejército de Demetrio apoyaron a Trifón. Creyó Demetrio que se trataba de un vulgar bandolero y salió a su encuentro con pocas fuerzas. Al primer ataque, el rey tuvo que huir precipitadamente, refugiándose en Seleucia, mientras Trifón entronizaba al joven monarca de seis años en el palacio real de Antioquía.
Antíoco VI Dionisios y Jonatán (11:57-59).
57 Antíoco el joven escribió a Jonatán, diciéndole: "Yo te confirmo en el sumo sacerdocio y te constituyo sobre las cuatro ciudades, y serás de los amigos del rey." 58 Y le envió vajilla de oro, dándole el derecho de beber en vaso de oro, de vestir púrpura y llevar la fíbula de oro. 59 A Simón, su hermano, le instituyó general, desde la Escalera de Tiro hasta los confines de Egipto.
El joven rey escribe lacónicamente a Jonatán, diciéndole que le confirmaba en el cargo de sumo sacerdote y le constituía sobre las cuatro ciudades y le aseguraba la amistad real. Llama la atención el número cuatro, cuando anteriormente se ha hablado de tres, que pasaron al dominio de Jonatán (10:30-38; 11:28). Probablemente la cuarta ciudad era Acarón (10:89). No se olvidó de honrar a Simón, nombrándole general de la región comprendida entre el actual Kas en-Naqura, al norte, hasta el llamado torrente de Egipto, o wadi el-Aris, en el sur.
Jonatán recluta nuevas tropas (11:60-62).
60 Partió Jonatán y recorrió las ciudades del lado de acá del río, y se le incorporaron todas las tropas auxiliares de Siria. Vino a Ascalón y le hicieron los de la ciudad un recibimiento muy honroso. 61 De allí pasó a Gaza, que le cerró sus puertas, pero él la asedió e incendió los arrabales, saqueándolos. 62 Entonces los de Gaza le pidieron la paz, que les fue otorgada, dándole en rehenes los hijos de sus jefes, que envió a Jerusaíén, y atravesó la tierra hasta llegar a Damasco.
Jonatán abraza la causa del joven monarca y se desplaza por toda la provincia de Abarnahara (7:8) en busca de soldados mercenarios, preferentemente aquellos que habían pertenecido al ejército de Demetrio.
En guerra contra Demetrio (11:63-74).
63 En esto tuvo noticias Jonatán de que algunos generales de Demetrio habían llegado a Cades de Galilea con grandes fuerzas, con el propósito de apartarle de toda intervención en el gobierno. 64 Dejando a su hermano Simón en Judá, les salió al paso. 65 Simón fue contra Betsur, la combatió muchos días, teniéndola cercada, 66 hasta que pidieron la paz, que les otorgó. Los arrojó de allí, apoderándose de la ciudad y poniendo guarnición en ella. 67 Entre tanto, acampó Jonatán con su ejército junto a las aguas de Genesaret, y muy de madrugada se puso en marcha hacia la llanura de Asor, 68 donde encontró al ejército extranjero, que había puesto una emboscada en los montes. Se trabó la batalla, 69 y los emboscados salieron de la celada, 70 y los de Jonatán huyeron, no quedando a su lado sino Matatías, hijo de Absalón, y Judas, hijo de Calfi, capitanes del ejército. 71 Jonatán entonces rasgó sus vestiduras, se echó tierra sobre la cabeza y oró. 72 Volvió luego a la lucha contra los enemigos, los derrotó y puso en fuga. 73 Viendo esto los que de los suyos huían, se volvieron de nuevo a él, y todos a una los persiguieron hasta Cades, hasta su campo, donde hizo alto. 74 Cayeron de los extranjeros aquel día unos tres mil hombres. Jonatán se volvió a Jerusaíén.
En tierras de Damasco se enteró Jonatán de la infiltración de generales de Demetrio en Cades de Neftalí (Jos 19:37; 20:7), en la Alta Galilea. Acaso Demetrio envió por mar su tropa escogida de legionarios cretenses. Posiblemente, la presencia de estas tropas tenía la misión de advertir a Jonatán cuan peligroso era su papel de propagandista del joven monarca Antíoco VI. Jonatán no se arredró por este desplegamiento de fuerzas y marchó contra el enemigo. Entre tanto, el autor sagrado señala una acción esporádica de Simón contra la fortaleza de Betsur, que cayó en su poder.
Jonatán cayó en la trampa que le había tendido el enemigo al ocultar parte de su ejército en uno de los valles que descienden de la montaña. Jonatán no contaba con ellos; de ahí que el primer choque fuéle adverso. Confortado con la oración, vuelve a presentar batalla, que gana.
Embajada a Roma (12:1-4).
1 Viendo Jonatán que las circunstancias le eran favorables, escogió algunos hombres y los envió a Roma para concertar y renovar la alianza de amistad con los romanos. 2 Y a los espartaños y a otros pueblos envió también cartas sobre lo mismo. 3 Partiendo para Roma y entrando en el senado, dijeron: "Jo-natán, sumo sacerdote, y la nación de los judíos nos envían para renovar con vosotros la antigua amistad y alianza." 4 Y les fueron entregadas cartas para las autoridades de cada lugar, a fin de que pudieran volver en paz a la tierra de Judá.
En Siria sucedíanse los reyes, y de la mentalidad de cada uno dependía la paz o agitación en Palestina. Judas había solicitado en otra ocasión la amistad de los romanos (8:17-55); Jonatán intenta ahora nuevamente llamar su atención para que se acuerden de Palestina. A este fin mandó dos embajadores, Numenio y Antípatro (v.16), a Roma para concertar y renovar la amistad. Su éxito no fue mayor que el de los primeros mensajeros.
Embajada a Esparta (12:5-18).
5 He aquí la copia de las cartas que Jonatán escribió a los espartanos: 6 "Jonatán, sumo sacerdote, y el senado de la nación, y los sacerdotes, y todo el pueblo de los judíos, a los de Esparta, sus hermanos, salud. 7 Ya antes recibió Onías, sumo sacerdote, de Ario, vuestro rey, cartas en que decía que sois hermanos nuestros, como lo certifica la adjunta copia. 8 Onías acogió con gran honor al mensajero, y recibió letras en las que claramente se hablaba de alianza y amistad. 9 Nosotros, aunque nada necesitamos, pues tenemos nuestra confianza en las Escrituras santas que poseemos, 10 hemos resuelto enviaros quien renueve con vosotros la fraternidad y amistad, a fin de no hacernos extraños a vosotros, pues han transcurrido ya muchos años desde vuestra embajada, 11 En todo tiempo, en las solemnidades y en los restantes días no hemos cesado de hacer memoria continua de vosotros en los sacrificios que ofrecemos y en nuestras oraciones, pues es justo y razonable acordarse de los hermanos. 12 Nos alegramos de vuestra prosperidad. 13 Cuanto a nosotros, han sido muchas las tribulaciones que nos han sobrevenido y muchas las guerras que nos han hecho los reyes vecinos. 14 No quisimos en ellas molestaros ni a los demás aliados y amigos, 15 porque contamos con la ayuda que nos viene del cielo, y con ella nos hemos librado de nuestros enemigos, y éstos fueron humillados. 16 Hemos elegido a Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatro, hijo de Jasón, a quienes enviamos a los romanos para renovar la antigua amistad y alianza, 17 y les hemos dado el encargo de acercarse a vosotros y saludaros y entregaros nuestras letras, para renovar la alianza y fraternidad. 18 Esperamos que nos contestéis favorablemente.
Ninguna dificultad opusieron los romanos a un posible contacto diplomático entre Judea y Esparta. Al deshacer Roma la liga de Acaya (146 a.C.) convirtió a Grecia en provincia romana, dándole el nombre de Acaya. El rey Ario había escrito antes cartas a Onías, en las que decía que los judíos eran hermanos de los espartanos. Ario II murió, a los ocho años de edad, en el año 257 antes de Cristo. De ahí que la mayoría de los exegetas suponen que el autor de la carta fue Ario I (301-265), y el destinatario, el sumo pontífice Onías I, hijo de Jadúa, que ejerció su cargo en 323 antes de Cristo. Su contenido se reproduce más adelante (v. 19-23). Jonatán responde ahora a una carta escrita hacía siglo y medio. Pero, aunque los judíos no respondieran a la carta que les habían mandado los espartanos, sin embargo, nunca les olvidaron en sus oraciones (Bar 1:11). Celebra Jonatán la prosperidad de Esparta. No puede decirse lo mismo de los judíos, que han sido oprimidos durante años por los reyes vecinos.
Carta del rey Ario (12:19-23).
19 La carta enviada por vosotros era del tenor siguiente: 20 "Ario, rey de los espartanos, a Onías, sumo sacerdote, salud. 21 Hemos hallado en documentos escritos que los espartanos y los judíos son hermanos, unos y otros del mismo linaje de Abraham. 22 Desde que esto supimos, juzgamos que hacéis bien en darnos cuenta de vuestra prosperidad. 23 Nosotros, a la vez, os correspondemos. Vuestros ganados, vuestra hacienda, es nuestra, y la nuestra, vuestra es. Por eso he dado orden de comunicaros esto."
Yacía esta carta en los archivos de la nación o del templo. Supone la carta que entre ambos pueblos hubo en un tiempo relaciones económicas y comerciales. La amistad debe continuar, idea que se expresa con frases típicamente orientales (1 Re 20:4; 22:4; 2 Re 3:7).
La crítica se ha ocupado extensamente del intercambio de cartas entre Jonatán y los espartanos. Un resumen de la cuestión en Penna, 146-149; Abel, 231-233. ¿Son auténticas estas cartas? Momigliano, entre otros, lo niega 1. Sus argumentos no resuelven la cuestión. En cuanto al contenido de los mensajes, el autor sagrado no garantiza la verdad de las opiniones que se expresan en los mismos. El hecho de haber dejado sin contestación la carta del rey Ario en la que el monarca contaba su hallazgo, demuestra que los judíos acogieron la noticia con escepticismo o con ironía. Por su parte, el autor sagrado deja a los autores de la carta la responsabilidad sobre el carácter legendario o histórico del parentesco que, según Ario, existía entre ambos pueblos.
De nuevo en lucha con Demetrio (12:24-32).
24 Tuvo Jonatán noticia de que los capitanes de Demetrio habían vuelto contra él con fuerzas mayores que antes, 25 y salió de Jerusalén a su encuentro, a la región de Hamat, porque no quiso darles lugar a que invadiesen la tierra. 26 Los exploradores enviados a espiar el ejército enemigo volvieron con la noticia de que tenían orden de caer sobre ellos aquella noche. 27 Así que se puso el sol, ordenó Jonatán a los suyos velar y estar sobre las armas, prontos a entrar en batalla durante la noche, y puso centinelas alrededor del campo. 28Cuando los contrarios se dieron cuenta de que Jonatán y los suyos estaban preparados para la lucha, temieron, perdieron el ánimo, encendieron fuego en su campamento y se retiraron. 29 no lo advirtieron Jonatán y los suyos hasta la madrugada, engañados con la vista de los fuegos encendidos. 30 Los persiguió Jonatán, pero no les dio alcance, porque había atravesado el río Eleutero. 31 Entonces se volvió contra los árabes llamados zabadeos, a los que derrotó, tomándoles despojos. 32 Poniéndose de nuevo en marcha, vino a Damasco, atravesando todo el territorio.
La noticia de los contactos diplomáticos de Jonatán con los romanos y espartanos puede desaparecer del texto sagrado sin que el contexto sufra menoscabo. De ahí que el v.24 se conecta con los hechos que se refieren al final del c. 11. En la batalla de Azor logró Jonatán poner en fuga a las tropas de Demetrio. Pero no cejó éste en su idea de humillar a los judíos. No debe extrañar que Jonatán se aventurase a detener al enemigo en la planicie entre Baalbeck y Hamat, a orillas del río Orontes, por cuanto se le había confiado la custodia de los territorios "del lado de acá del río" (11:60). Fracasados los planes de Demetrio de un asalto por sorpresa, sus oficiales renunciaron al combate y se retiraron. Pero podía atacar Jonatán la retaguardia; por este temor idearon la estratagema de encender fuegos para despistarle. A la mañana siguiente comprobó Jonatán que el enemigo había huido; quiso salir en su persecución; pero, en las seis o siete horas de que dispuso el ejército sirio para retirarse, se alejó lo suficiente para no poder darle alcance, habiéndose internado en los dominios de Demetrio II, más allá del río Eleutero.
Es posible que Jonatán atacara a los árabes zabadeos por ser aliados de los generales de Demetrio o para vengar la muerte de Alejandro Bala por parte de Zabdiel (11:17).
Obras de fortificación (12:33-38).
33 Simón, entre tanto, se había puesto en marcha, llegando hasta Ascalón y a las próximas fortalezas; se volvió luego hacia Jope y la tomó, 34 porque había oído que querían entregar la fortaleza a los parciales de Demetrio, y puso allí guarnición para conservarla en su poder. 35 Vuelto Jonatán, convocó a los ancianos del pueblo y tomó con ellos la resolución de edificar fortalezas en Judea, 36 de levantar los muros de Jerusalén, de erigir un muro fuerte entre la ciudadela y la ciudad, a fin de separar aquélla de ésta y aislarla, para que los de allí no pudiesen comprar ni vender en ésta. 37 Reunidos los obreros para edificar la ciudad, se vino al suelo un trozo de muralla que da al valle del este, y lo restauraron, dándole el nombre de Cafenata. 38 Simón edificó también Adida, en la Sefela, y la fortificó y puso puertas y cerrojos.
Confiaba Jonatán en la pericia y energía de Simón, su hermano, hasta permitirle el lujo de alejarse por mucho tiempo y a vanos kilómetros de Jerusalén. Mientras estaba en tierras de Siria, tuvo que acudir Simón a las ciudades de Ascalón y Jope y aplastar el complot tramado para entregarlas a los soldados de Demetrio. Hechas las paces, humillado el enemigo, comprendió Jonatán la necesidad de levantar fortalezas en Judea. De los proyectos pasó a la obra. Mientras en Jerusalén se levantaba el muro del sector oriental, entre el Ofel y el torrente Cedrón, un trozo del mismo se derrumbó. A este lienzo de muro le pusieron el mote de Cafenata, del aramaico kaflata, de kefelata, la doble, por haberse levantado dos veces. Esta parece ser la interpretación más obvia de la palabra misteriosa Cafenata. Simón llevó a cabo el mismo plan de obras en la Sefela, en donde edificó la fortaleza de Adida, entre Lida y Ono (Esd 2:33; Neh 7:37; 11:34).
Traición de Trifón (12:39-47).
39 Trataba Trifón de apoderarse del reino de Asia y ceñirse la diadema, quitando de en medio al rey Antíoco. 40 Pero, temiendo que se le opusiera Jonatán y le hiciera la guerra, buscaba un medio de apoderarse de él y darle muerte. Con este propósito se puso en camino de Betsán. 41 Salióle al encuentro Jonatán con cuarenta mil hombres escogidos para la lucha, y llegó a Betsán. 42 Cuando Trifón vio que Jonatán venía con tanta fuerza, temió poner manos en él, 43 le acogió muy honrosamente, le presentó a todos sus amigos y le hizo muchos obsequios, ordenando a su ejército que le obedeciese como a él mismo. 44 Dijo luego a Jonatán: "¿Por qué molestar a todo el pueblo, no habiendo guerra entre nosotros ? 45 Mándalos a sus casas, dejando contigo unos cuantos que te acompañen, y vente conmigo a Tolemaida. Te la entregaré con las demás fortalezas y pondré a tus órdenes el resto del ejército y los oficiales del rey. Hecho esto, yo me volveré, que sólo para eso he venido." 46 Dióle fe Jonatán e hizo según le decía, licenciando su ejército, que se volvió a la tierra de Judá. 47 Sólo se reservó tres mil hombres, de los que dejó dos mil en Galilea, llevándose consigo sólo mil.
El ambicioso Trifón quiso a todo trance escalar el trono de Siria. La personalidad relevante de Jonatán le era un estorbo serio para realizar sus sueños de grandeza. Maquinó entonces la manera de quitarlo de en medio. De Siria bajó a Galilea y acampó en Betsán (5:52). A la noticia de la llegada de Trifón, salióle Jonatán al encuentro llevando un numeroso ejército, que redujo a petición de Trifón. Jonatán cayó en la trampa, halagado, además, por la promesa de Trifón de entregarle Tolemaida y otras plazas fuertes de Galilea.
Tolemaida, tumba de Jonatán (12:48-53).
48 En cuanto Jonatán entró en Tolemaida, los tolemenses cerraron las puertas, le prendieron a él, y a los que le acompañaban los asesinaron. 49 Luego Trifón envió su ejército y su caballería a la Galilea y a la gran llanura para aniquilar a todos los parciales de Jonatán. 50 Supieron que había sido preso y muerto Jonatán y los que le acompañaban, y unos a otros se animaron para salir a campaña para combatir. 51 Al ver sus perseguidores cuan resueltos estaban a luchar por su vida, se volvieron. 52 Se fueron sin ser molestados a la tierra de Judá y lloraron a Jonatán y a los suyos, temiendo mucho por sí. Todo Israel hizo gran duelo. 53 Entonces todas las naciones vecinas se propusieron aniquilarlos, diciéndose: "Ya no tienen caudillo que los proteja; luchemos, pues, contra ellos y borremos su memoria de entre los hombres."
Tolemaida era ambicionada por los judíos a causa de su posición y como puerto de mar. Demetrio se lo había prometido antes (10:39), por lo que Jonatán veía ahora realizados los sueños de sus connacionales. Penetró en la ciudad, y las puertas de la misma cerráronse a sus espaldas. Tropas apostadas estratégicamente cayeron sobre el valiente caudillo judío y le prendieron. Sus soldados, embotellados en un lugar donde no era posible moverse, fueron asesinados. A la noticia de la desaparición de Jonatán levantaron cabeza los enemigos, que pensaban acabar con Israel. Pero quedaba todavía un caudillo de la madera de los Macabeos: Simón.
1 Véase "Zeitschrift für alttestamentliche Wissenschaft," 41 (1931) 35-42.
2 Ant. lud. 13:28.
1 tito livio, Epit. 52.
2 justino, 35:1.6.
3 Cicerón, Pro lege agraria 2.12:59.
4 tito livio, Epist. 50; justino, 35.2:2.
1 Dlodoro, 33:4.
2 justino, 35:2:3.
3 Diodoro, 33:4; justino, 36:1.
4 Dlodoro, 33:4.
1 Prime linee di storia della tradizione maccabaica (Roma 1930) 141-151.
4. Simón, Principe del pueblo Judio (c.13-16).
Simón arenga a los Jadías (13:1-9).
1 Oyó Simón que había reunido Trifón un poderoso ejército para venir contra la tierra de Judá y aplastarla, 2 y, viendo al pueblo lleno de espanto y de temor, subió a Jerusalén y reunió al pueblo. 3 Los alentó, diciendo: "Ya sabéis lo que yo, mis hermanos y la casa de mi padre hemos hecho por las leyes y el santuario, las guerras y las angustias que hemos soportado. 4 Por esta causa, que es la de Israel, dieron la vida todos mis hermanos, quedando yo solo. 5 No quiera el cielo que en esta hora de tribulación rehuya el peligro por amor de la vida, que no valgo yo más que mis hermanos, 6 antes tomaré la defensa de la nación y del santuario, de nuestras mujeres e hijos, ahora que, llevadas del odio, se han juntado todas las naciones para aplastarnos." 7 Se enardeció el pueblo al oír estas palabras, 8 y a grandes voces respondió, diciendo: "Sé nuestro caudillo en lugar de Judas y de Jonatán tu hermano. 9 Combate nuestras batallas; cuanto nos digas lo haremos."
Simón era un guerrero. Mientras Judas luchaba en Gaulan, Simón conducía las tropas de Galilea a Jerusalén (5:20-23); en Mádaba vengaba la muerte de su hermano Juan (9:67-67); ayudó a su hermano Jonatán en Azoto (10:74-83); expugnó la fortaleza de Betsur (11:65-66), etc. Simón salió de Adida (12:38) y marchó a Jerusalén para levantar la moral del pueblo. Arenga a la multitud, empezando por hacer resaltar la entrega total de su familia a la causa del pueblo judío. Faltando ellos, muertos unos y encarcelados otros, se resigna a seguir la tradición familiar. La muchedumbre prorrumpe en gritos de aprobación, declarándolo caudillo (egoúmenos) suyo en lugar de Jonatán. De la dignidad de sumo pontífice no se dice una palabra.
Primeros encuentros (13:10-13).
10 Juntando todos los hombres de guerra, se dio prisa a concluir los muros de Jerusalén, que quedó fortificada toda en derredor, 11 Envió a Jonatás, hijo de Absalón, con bastante fuerza a Jope, que echó de allí a los que la guarnecían, quedándose en ella. 12 Trifón salió de Tolemaida con un poderoso ejército para invadir la Judea, llevando consigo a Jonatán preso. 13 Simón acampó en Adida, frente a la llanura.
Las amenazas de Trifón hiciéronse efectivas. Jope, junto al mar, era una plaza fuerte estratégica contra la amenaza de Trifón desde Tolemaida. Allá fue un tal Jonatás, hijo de Absalón. Se cree que era hermano de Matatías, hijo de Absalón, de que se habla en 11:70. Jope no sentía ninguna simpatía por los Macabeos (2 Mac 12:3-7). Jonatán habíase apoderado de la ciudad, estableciendo allí la guarnición judía (12:13) y algunos comerciantes. Desde este momento, Jope perteneció a Israel hasta los días de Pompeyo (63 a.C.). Esta hazaña se recuerda en el elogio de Simón (14:5) y en el elenco de sus glorias.
Engaño de Trifón (13:14-19).
14 Al conocer Trifón que habían nombrado a Simón caudillo en lugar de su hermano Jonatán y que estaba pronto a trabar batalla, le envió mensajeros, 15 diciendo: "Hemos detenido a tu hermano a causa de la deuda que tenía en el tesoro real por los cargos que desempeñaba. 16 Envía, pues, cien talentos de plata y a dos de sus hijos como rehenes, por que al ser libertado no se rebele contra nosotros, y le dejaremos libre." 17 Aunque entendía Simón que hablaban con engaño, envió el dinero y los dos niños, por no concitar contra sí la enemiga del pueblo, que podría decir: 18 "No ha enviado el dinero y los niños, y por eso pereció Jonatán." 19 Así, pues, envió los niños y los cien talentos; pero Trifón, faltando a su palabra, no puso en libertad a Jonatán.
Es repelente la figura de este general sirio, dominado por la ambición y esclavo de la mentira y del engaño. Todos los medios le parecen lícitos con tal de conseguir sus tenebrosos fines. Con su ejército descendía por la costa mediterránea. Pero tuvo noticia de que los judíos le esperaban, bien pertrechados, con Simón como caudillo. Fue entonces cuando recurrió a la burda estratagema de pedirle enviara trescientos talentos y dos de sus hijos, con la promesa de libertar a su hermano. Simón, por temor a lo que dirán, accedió, pero Jonatán no fue puesto en libertad.
Muerte de Jonatán (13:20-24).
20 Trifón emprendió luego la marcha para invadir la tierra y devastarla. Para ello, rodeando, vino a Adora; pero Simón, con su ejército, le salía al encuentro dondequiera que él iba. 21 Los de la ciudadela enviaron mensajeros a Trifón, rogándole que se diera prisa a venir en su socorro por el desierto y les trajese víveres. 22 Preparó Trifón toda su caballería para llegar aquella noche, pero no pudo a causa de la mucha nieve que había caído. Llegó a Galaad, 23 y en Bascama dio muerte a Jonatán, que fue sepultado allí. 24 Después Trifón dio la vuelta y se volvió a su tierra.
Trifón había ganado una batalla diplomática e intentó coronarla con otra bélica. Al frente de sus tropas bordeaba la costa del Mediterráneo con el intento de torcer a la izquierda y enfilar alguno de los caminos que por los wadis conducen a Jerusalén. Pero la presencia de Simón en Adida le infundió temor, tratando entonces de alcanzar la capital haciendo un gran rodeo por tierras de Idumea, llegando hasta Adora, la actual Dura, situada a ocho kilómetros al sudoeste de Hebrón. De sus movimientos tuvo noticia Simón, que le acechaba sin cesar, en busca de un momento propicio para atacarle.
De la ciudadela de Jerusalén pudieron evadirse algunos, que fueron a contar a Trifón la urgente necesidad que tenían de víveres. Como medio de burlar la vigilancia, y con el fin de hacer frente a las borrascas del invierno, le aconsejaron que subiera a Jerusalén por el camino del desierto, pasando por Tecoa y Belén. Una nevada abundante borró toda huella del camino e imposibilitó la ayuda de urgencia a los de la ciudadela. No son frecuentes en Jerusalén estas tempestades de nieve, por lo que cogiólos a todos de improviso. Temiendo quedar bloqueados en tierra extraña, Trifón encaminó sus tropas a la orilla occidental del mar Muerto, hacia las riberas del Jordán, continuando su marcha hacia Galaad (5:2555). Bascama, que se encontraba en la región septentrional de TransJordania, al noroeste del lago de Genesaret, fue el lugar donde Trifón, cansado de arrastrar a Jonatán en calidad de prisionero, le dio muerte. Aunque no lo dice el texto, es probable que sus dos hijos siguieran el mismo destino.
Mausoleo familiar (13:25-30).
25 Mandó Simón por los restos de su hermano Jonatán, y les dio sepultura en Modín, la ciudad de sus padres. 26 Todo Israel hizo por él gran duelo y le lloró muchos días. 27 Edificó Simón sobre los sepulcros de sus padres y hermanos un monumento de piedras labradas por una y otra cara, alto y visible desde muy lejos. 28 Encima levantó siete pirámides, unas enfrente de otras, dedicadas a su padre, a su madre y a sus cuatro hermanos. 29 Las asentó sobre sus basas y las rodeó de grandes columnas, y puso en ellas panoplias para eterna memoria; y junto a las panoplias, naves esculpidas, que pudieran ser vistas de todos los que navegaban por el mar. 30 Ese sepulcro que erigió en Modín perdura hasta el día de hoy.
Simón fue en busca de los despojos de su hermano, que enterró en Modín. Hubo el consabido duelo nacional. Pensó entonces levantar Simón un mausoleo para honrar la memoria de la familia, inspirándose en la arquitectura griega. Sobre una mole de piedras labradas se colocaron siete pirámides, dedicadas a su padre, a su madre, a sus cuatro hermanos, y reservándose una para sí. Para que el monumento pudiera ser visto del mar, tenía que estar emplazado sobre una colina, quizá en Scheik el-Garbawi, en las afueras de Modín. Sobre los restos de este mausoleo se levantó más tarde un edificio bizantino.
Trifón en el trono (13:31-32).
31 Trifón, que procedía dolosamente con el joven Antíoco, acabó por darle muerte, 32 se declaró rey en su lugar y ciñó la diadema del Asia, trayendo con esto una gran calamidad sobre la tierra.
Después de haberse apoderado alevosamente de Jonatán se ensaña Trifón contra el joven Antíoco VI Dionisios. Sube al trono de Antioquía con el título de autocrator, para significar que escalaba aquel puesto por sus méritos y no por derecho de sucesión. Arrogábase también el título de rey de Asia, cuando en realidad era muy insignificante la parte del reino que tenía bajo su mando. Los historiadores paganos 2 hablan del regicidio de Trifón, aunque discrepan en los detalles de cómo se llevó a efecto.
Alianza de Simón con Demetrio (13:33-40).
33 Simón edificó las fortalezas de Judea, las rodeó de altas torres y muros fuertes, les puso puertas y cerrojos y las proveyó de vituallas. 34 Envió algunos hombres escogidos al rey Demetrio, pidiendo que concediera al país la remisión de los tributos, por cuanto los actos de Trifón habían sido actos de saqueo. 35 Contestó el rey Demetrio a estas peticiones enviándo-les letras del tenor siguiente: 36 "El rey Demetrio a Simón, sumo sacerdote y amigo de los reyes, y a los ancianos y a la nación judía, salud. 37 Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos habéis enviado, y estamos dispuestos a hacer con vosotros una paz definitiva y a escribir a los intendentes reales que os condonen las deudas. 38 Todo cuanto hemos pactado con vosotros sea firme, y las fortalezas que habéis edificado sean vuestras. 39 Os perdonamos también las faltas y las ofensas cometidas hasta este día, y la corona que debéis, y si algún tributo se cobraba en Jerusalén, ya no se cobre. 40 Si algunos de vosotros estáis dispuestos a alistaros en nuestro ejército, podréis hacerlo, y que reine entre nosotros la paz."
Simón comprendió la farsa de los soberanos seléucidas; prescindió de ellos, entregándose a la consolidación de todas las fortalezas de Judea. La traición del partido de Alejandro (10:46-47) caló hondamente en su ánimo. Escribió a Demetrio manifestándole que la conducta de rapiña de Trifón le había desilusionado y que, por consiguiente, estaba dispuesto a pasarse a su bando en caso de que eximiera al país, exhausto por las guerras, de los tributos. La propuesta de Simón fue recibida como agua en mayo. Con un aliado en Palestina, la presión de Trifón disminuiría y le acercaría a Antioquía. Concede Demetrio en su carta el título de sumo sacerdote a Simón, al que llama amigo de reyes. Le dice que ha recibido la corona de oro (10:11.35) y la palma (2 Mac 14:4).
Autonomía de Israel (13:41-48).
41 El año ciento setenta quedó Israel libre del yugo de los gentiles, 42 y comenzaron a encabezarse así los documentos y contratos: "El año primero de Simón, gran pontífice, general y caudillo de los judíos." 43 En los días aquellos acampó Simón contra Gazer, y la cercó con sus fuerzas, construyó máquinas de asedio y las aproximó a la ciudad, acometiendo una de las torres y apoderándose de ella. 44 Invadieron la ciudad los que estaban en la máquina, produciéndose en aquélla gran conmoción. 45 Los de la ciudad subieron a las murallas con sus mujeres e hijos, rasgadas las vestiduras, y a grandes voces clamaban pidiendo a Simón la paz, 46 y le decían: "No obres con nosotros según merecen nuestras maldades, sino según tu misericordia." 47 Simón se dejó aplacar y suspendió las hostilidades contra ellos, pero expulsó a los de la ciudad, purificó las casas en que había ídolos, y así hizo su entrada en ella en medio de cánticos y bendiciones. 48 Después de limpiarla de toda impureza, instaló en ella gente observante de la Ley, la fortificó, y construyó allí para él una morada.
En las monedas que acuñó se da Simón el nombre de egoumenos. Se posesiona de manera oficial los dos cargos de sumo sacerdote y etnarca, que ostenta simultáneamente.
En el corazón de Palestina quedaban todavía dos espinas que urgía arrancar aprovechando las buenas disposiciones de Demetrio: la ciudad de Gazer y la ciudadela de Jerusalén. Contra la primera marchó Simón con el propósito firme de conquistarla. Decisiva fue la acción de la gran torre móvil, de madera, llamada en griego elepoli, inventada por Demetrio Poliorcetes (336-283 a.C.), revestida de recios y puntiagudos clavos de hierro. Constaba de diversos planos; los soldados del plano superior saltaron sobre los muros y penetraron inesperadamente en la ciudad. Inmediatamente empezó Simón a fortificar la ciudad, construyendo allí una morada para él. En las excavaciones practicadas en el lugar por Macalister 3 se han encontrado restos de construcciones macabaicas y un testimonio del odio que un prisionero sentía por el Macabeo, y que dejó grabado sobre una piedra (Abel).
La ciudadela desaparece (13:49-54).
49 Los de la ciudadela de Jerusalén no podían salir de ella ni entrar en la región para comprar o vender, y pasaban mucha escasez, pereciendo de hambre muchos de ellos. 50 Clamaron a Simón en demanda de paz, y él se la otorgó, echándolos de allí y limpiando la ciudadela de impurezas. 51 El día veintitrés del mes segundo del año ciento setenta y uno entró en ella con cánticos, palmas y acompañamiento de cítaras, címbalos y arpas, con himnos y cánticos, porque había sido aplastado un gran enemigo de Israel. 52 Estableció que cada año se solemnizara este día con regocijo. 53 Fortificó el monte del templo, que está próximo a la ciudadela, y habitó allí él con los suyos. 54 Viendo que Juan, su hijo, era hombre animoso, le hizo jefe de todas las tropas, con residencia en Gazer.
A los sirios del Acra llegó también su hora. Trifón no pudo ayudarles; su situación hacíase cada día más precaria. Muchos perecieron de hambre. Reducidos a optar por el dilema perecer o pactar, siguieron el ejemplo de los de Gazer, acudiendo a Simón en demanda de paz, que se les concedió. El templo fue también objeto de sus desvelos; fortificó sus muros y estableció la residencia en la Barís, a la que sucederá la torre Antonia en tiempos de Heredes.
Demetrio en una cárcel persa (14:1-3).
1 El año ciento setenta y dos reunió el rey Demetrio sus tropas y se puso en marcha hacia la Media, en busca de recursos para hacer la guerra a Trifón. 2 Sabido por Arsaces, rey de Persia y de Media, que Demetrio había invadido su territorio, mandó a su encuentro a uno de sus generales con el encargo de cogerle vivo. 3 Partió éste y derrotó a Demetrio, haciéndole prisionero y llevándole a Arsaces, que le encarceló.
El autor sagrado menciona solamente uno de los motivos que tuvo Demetrio para ir a tierras de Oriente. La razón principal estaba en que los partos amenazaban seriamente la integridad del imperio en el límite oriental. Mitrídates I (171-138 a.C.), fundador del reino de los partos, había entrado triunfalmente en Seleucia, junto al Tigris, capital de la provincia de Babilonia, en los primeros días de julio de 141 antes de Cristo. Ante la crueldad de los partos, griegos, macedonios e indígenas, pidieron ayuda a Demetrio. Corrió éste a su demanda, y, con la ayuda de persas, elamitas y de gente de Babilonia, creyó haberlos sometido. Al año siguiente quiso Demetrio penetrar en la meseta persa, donde ganó muchos combates; pero cayó prisionero con ocasión de negociar la paz con Mitrídates 1. Fue después internado en Hircania. Mitrídates le rodeó de atenciones, prometiéndole restablecerle en el trono, y le asignó como esposa a su hija Radoguna. Arsaces era un nombre común a los reyes partos y significa rey 2.
Oda a Simón (14:4-15).
4 Y disfrutó de paz la tierra de Judá toda la vida de Simón, que procuró la prosperidad de su pueblo; a todos fue grato su gobierno, y gozó de fama todos los días de su vida, 5 Y añadió a esta gloria la toma de Jope para puerto, teniendo así entrada a las islas del mar. 6 Extendió los términos de su nación y mantuvo el dominio de su tierra. 7 Redimió muchos cautivos, se adueñó de Gazer y Betsur y de la ciudadela. Quitó de ella las impurezas y no hubo quien le resistiera. 8 Cultivaban en paz la tierra, y la tierra daba sus cosechas, y los árboles del campo sus frutos. 9 Los ancianos se sentaban en las plazas, todos hablaban de las prosperidades de la tierra, y los jóvenes vestían como traje de honor el traje de guerra. 10 Abasteció las ciudades y las puso en estado de defensa. Llegó la fama de su nombre hasta los extremos confines de la tierra. 11 Hizo reinar la paz en toda la tierra, y gozó Israel de gran bienestar. 12 Cada uno se sentaba bajo su parra y su higuera, y nada había que les causara temor. 13 Desapareció de la tierra el que les hacía la guerra, y en sus días fueron vencidos reyes. 14 Dio seguridad a los humildes de su pueblo, tuvo celo por la Ley y desterró a todos los impíos y malvados. 15 Restauró la gloria del santuario y aumentó los vasos sagrados.
Aunque su autor recurra a veces a hipérboles, sin embargo, todo el mundo reconocía que los tiempos actuales, en comparación de otros anteriores, marcaban una era de paz y de prosperidad. Simón dio a Israel un puerto de mar con la anexión definitiva de Jope (13:11); extendió las fronteras del reino (12:38); se adueñó de Gazer (13:43-47), de Betsur (11:65-66) y del Acra (13:49-51). La seguridad en las fronteras favoreció el desarrollo de la agricultura (2 Mac 12:1), cultivando la tierra que manaba leche y miel (Lev 26:4; Deut 8:8; 1 Sam 8:14). Los ancianos tomaban el sol o el fresco, según las estaciones, en las plazas públicas (Zac 8:4), comentando favorablemente los acontecimientos.
Renovación de la alianza con Roma y Esparta. (14:16-24)
16 Había llegado a Roma y Esparta la noticia de la muerte de Jonatán, de la que se dolieron mucho. 17 Pero al saber que Simón, su hermano, le había sucedido en el sumo sacerdocio y que mandaba en la tierra y en sus ciudades, 18 le escribieron la renovación de la amistad y la alianza antes hecha con Judas y Jonatán, sus hermanos, en placas de bronce, 19 que fueron leídas en Jerusalén en la asamblea del pueblo. He aquí la copia de las letras enviadas por los espartanos: 20 "Los príncipes y la ciudad de Esparta, a Simón, sumo sacerdote, y a los ancianos, y a los sacerdotes, y a todo el pueblo de los judíos, sus hermanos, salud. 21 Los mensajeros que habéis mandado a nuestro pueblo nos han dado noticias de vuestra gloria y honor, y de ello nos alegramos sobremanera. 22 Hemos registrado en las deliberaciones del pueblo lo siguiente: Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatro, hijo de Jasón, legados de los judíos, han llegado a nosotros para renovar la antigua amistad. 23 El pueblo resolvió recibir honrosamente a los mensajeros y depositar una copia de su discurso entre los documentos públicos para que el pueblo espartano guarde memoria de ello. Y hemos enviado una copia de esto a Simón, sumo sacerdote." 24 Después de estos sucesos envió Simón a Numenio a Roma, para renovar la alianza con los romanos, mandando por él, como presente, un escudo de oro de mil minas de peso.
El autor sagrado, gran entusiasta de su héroe, emplea una frase vaga y estereotipada para señalar el pesar que romanos y espartanos sintieron por la muerte de Jonatán. No siendo las relaciones con estos pueblos de estrecha amistad, no dieron ellos demasiada importancia a la noticia triste que llegó de Palestina. Por el v.iy se desprende que fueron los romanos los que se adelantaron a renovar una alianza que hasta entonces había repercutido muy poco en la vida práctica de Palestina.
Un elogio grabado en bronce (14:25-45).
25 Cuando el pueblo oyó tales cosas, se dijeron: "¿Qué gracias podemos dar a Simón y a sus hijos? 26 Porque valerosamente han combatido contra los enemigos de Israel, tanto él como sus hermanos y toda su familia, y han afianzado nuestra libertad." Y grabaron en placa de bronce, que colgaron de columnas en el monte de Sión, 27la siguiente escritura: "El día dieciocho del mes de Elul del año ciento setenta y dos, el año tercero del sumo sacerdote Simón, en Asaramel, 28 en la asamblea general de los sacerdotes y del pueblo, de los príncipes y ancianos de la nación, se hizo saber esto: En las muchas guerras que ha habido en nuestras tierras, 29 Simón, hijo de Matatías, de los hijos de Joarib, así como sus hermanos, se expusieron al peligro e hicieron frente a los adversarios de su nación por la conservación del santuario y de la Ley, y ganaron grande gloria para su pueblo. 30 Jonatán los congregó y fue sacerdote hasta que se reunió con sus padres. 3i Resolvieron entonces los enemigos invadir la tierra, devastarla y hacerse dueños del santuario; 32 pero se levantó Simón y salió a la defensa de su pueblo, y con grandes expensas suyas armó a los valientes de su nación y les pagó la soldada. 33 Fortificó las ciudades de Judea y a Betsur en sus confines, donde antes dominaban las armas de los enemigos. Puso allí guarnición judía, 34 fortificó a Jope, junto al mar, y a Gazer, en los confines de Azoto, en la que antes habitaban los enemigos, e instaló en ellas judíos y los proveyó de cuanto era necesario para su defensa. 35 Viendo el pueblo la conducta de Simón y la gloria que se proponía dar a su nación, le hicieron su caudillo y sumo sacerdote, en premio de haber realizado todas estas proezas y de la justicia y fidelidad que ha guardado a su pueblo, procurando por todos los medios el engrandecimiento de éste. 36 En sus días todo prosperó, y los gentiles fueron exterminados de la tierra, y en la misma Jerusalén los que ocupaban la ciudad de David, que habían convertido en ciudadela, de donde hacían salidas, profanando los alrededores del santuario, con gran perjuicio de su santidad. 37 Instaló allí judíos, la fortificó para seguridad de la tierra y de la ciudad, y dio mayor altura a las murallas de Jerusalén. 38 Por todo esto, el rey Demetrio le confirió el sumo sacerdocio, 39 y le inscribió en el número de sus amigos y le otorgó grandes honores, 40 pues supo que los judíos eran tenidos por los romanos como amigos, aliados y hermanos, y habían sido acogidos con honor los legados de Simón. 41 Los judíos y sacerdotes resolvieron instituir a Simón por príncipe y sumo sacerdote por siempre, mientras no aparezca un profeta digno de fe, 42 y por su caudillo que defienda el santuario, instituya inspectores de obras, gobernadores de la tierra, capitanes de las tropas y alcaides de las fortalezas; 43 que cuide de las cosas sagradas; que sea de todos obedecido; que se inscriban en su nombre todos los documentos públicos en la tierra; vista de púrpura y lleve la fíbula de oro. 44 A nadie será lícito, ya del pueblo, ya de los sacerdotes, traspasar ninguna de estas disposiciones ni contravenir a lo que por él fuere ordenado, o convocar en la tierra asamblea sin su consentimiento, ni vestir la púrpura ni llevar la fíbula de oro. 45 El que traspasare estas disposiciones o violare alguna de ellas, incurrirá en castigo."
En la placa se hace memoria de Matatías, hijo de Joarib (2:1); se mencionan las gestas de Jonatán (9:73; 10:21; 11:27), desaparecido hacía muy poco, que a su calidad de jefe (9:28-31) juntó la dignidad de sumo pontífice (10:20). Las gestas de Judas no se mencionan expresamente. La figura máxima del documento es Simón. Fortificó éste las ciudades de Judea (13:33; 14:5-7); gano Para la nación las ciudades de Jope y Azoto. Demetrio le confirió la dignidad de sumo sacerdote, que el pueblo confirmó para él y su descendencia, condicionada, sin embargo, a la aparición de un profeta que emita sobre el particular el veredicto definitivo. Simón rubricará todos los documentos con su nombre (13:42). El monarca seléucida habíale concedido el uso del vestido de púrpura con hebilla de oro para sujetarlo. Toda esta perícopa está concebida por una mentalidad enteramente adicta a la causa de Simón y empeñada en probar la legitimidad de los títulos religiosos, civiles y militares que ostenta.
Toma de posesión (14:46-48).
46 Todo el pueblo aprobó conferir a Simón estos poderes y honores, y convino en que él obrase conforme a ellos. 47 Acepto Simón, agradecido, el sumo sacerdocio y ser caudillo y jefe de los judíos y de los sacerdotes, ejerciendo el mando supremo. 48 Mandaron que esto se escribiera en láminas de bronce y se pusiese en el atrio del templo en lugar visible, y que una copia de lo mismo se depositase en el tesoro del templo, a disposición de Simón y de sus hijos.
Todas las dignidades que se le confieren las ejercía ya Simón, pero le faltaba la consagración de estos derechos para él y para sus descendientes por parte de toda la asamblea de Israel. Simón aceptó gustoso los tres cargos (13:42; 14:41-52; 15:1-2). En el texto griego se le llama etnarca, porque, aunque ejerza los poderes de un rey, es, sin embargo, vasallo del rey de Siria.
Antíoco VIl pacta con Simón (15:1-9).
1 Antíoco, hijo del rey Demetrio, envió desde las islas del mar cartas a Simón, sumo sacerdote y jefe de los judíos, y a toda la nación. 2 Era el contenido de las cartas del tenor siguiente: "El rey Antíoco a Simón, sumo sacerdote y jefe de la nación judía, salud. 3 Como quiera que hombres malvados se hayan apoderado del reino de nuestros padres, es mi voluntad recobrarlo y restablecerlo en su forma antigua, para lo cual he reunido un ejército numeroso y equipado de naves de guerra. 4 Me propongo desembarcar y perseguir a los que han arruinado el reino y asolado sus ciudades. 5 Te ratifico, pues, todas las exenciones que te han hecho los reyes mis predecesores y todas las mercedes que te han otorgado. 6 Te permito acuñar moneda propia para tu tierra. 7 Que Jerusalén y su santuario sean libres; que cuantas armas has fabricado y cuantas fortalezas has levantado y posees, queden en tu poder; 8 que todas las deudas al tesoro real y cuanto en adelante hubiere de percibir el rey te sea por siempre condonado. 9 Y cuando nos hubiéremos apoderado del reino, os honraremos, a ti y a tu nación y al templo, tan magníficamente, que vuestra gloria se extenderá por toda la tierra."
La situación política de Siria favorecía la casi total independencia de Israel. Vimos que Demetrio II fue hecho prisionero por Arsaces (14:3). La noticia llegó a oídos de su hermano menor e hijo de Demetrio I, Antíoco, que se encontraba en la isla de Rodas. Inmediatamente concibió éste la idea de conservar a su hermano en el trono y sucederle, en caso de que lo primero no fuera posible. Reunió mucha tropa, escribió aquí y allá en busca de aliados para derrocar al intruso Trifón. Desembarcó Antíoco en Asia Menor, siendo proclamado rey en Sides, lo que le valió el sobrenombre de Sidetes. En sus monedas se complace él en llamarse Evergetes, bienhechor, en tanto que Flavio Josefo le conoce por el título de Ensebes, piadoso. Con el fin de juntar otros títulos para ocupar el trono de Siria, aceptó la mano de su cuñada Cleopatra, refugiada en Seleucia, que había sido, sucesivamente, esposa de Alejandro Bala y de Demetrio II, todavía en vida cuando se celebró la boda ! Como vimos, Demetrio II en el destierro tomó por esposa a Radoguna. Entre los posibles aliados de sus planes contaba Antíoco en primer lugar con el pueblo judío, que tanto odio profesaba a su rival Trifón. En la carta que hemos reproducido se le reconocen a Simón los títulos de sumo sacerdote y de etnarca. Concediósele el poder acuñar moneda propia, a lo que se había anticipado Simón. Las pocas monedas conservadas llevan la inscripción Ligullath Sion, la redención de Sión, con figuras de palmeras entre dos cestas.
Antíoco en el continente (15:10-14).
10 El año ciento setenta y cuatro, Antíoco se puso en marcha hacia su reino, y todas las tropas se declararon por él, de suerte que muy pocas fueron las que le quedaron a Trifón. 11 Perseguido por el rey Antíoco, vino huyendo hasta Dora del Mar. 12 Vio entonces cuántos males se le venían encima, pues las tropas le habían abandonado. 13 Acampó el rey Antíoco contra Dora, con ciento veinte mil hombres y ocho mil caballos. 14 Cercaron la ciudad por mar y por tierra, y la estrecharon, de suerte que nadie podía salir ni entrar en ella.
Cleopatra Tea llamó a Antíoco Sidetes para que desembarcara en Seleucia y la pusiera al abrigo de las amenazas de Trifón. El año 174, el 138 antes de Cristo, efectuóse el desembarco. A esta noticia siguió la deserción de muchos soldados del perverso Trifón, que se pasaron al ejército de Antíoco. La guerra entre los dos rivales se enconó. Perseguido por Antíoco, Trifón rehuía el combate marchando en dirección al sur del imperio. Pero aquí le esperaba Simón con su ejército, dispuesto a interceptarle el paso. Cercado entre dos fuegos, se refugió en Dora del Mar (Jos 11:1), a nueve kilómetros al norte de Cesárea y a igual distancia del promontorio del Carmelo, al norte. Por tierra y por mar, la ciudad quedó cercada. ¿Cuál fue su suerte? El autor deja la respuesta para después.
Un mensaje de Roma (15:15-21).
15 En esto llegó de Roma Numenio y los que con él habían ido, trayendo copia de cartas escritas a los reyes y a las naciones, del tenor siguiente: 16 "Lucio, cónsul de los romanos, a Tolomeo, salud. 17 Han venido a nosotros embajadores de los judíos, aliados y amigos nuestros, enviados por Simón, sumo sacerdote, y por la nación de los judíos, para renovar la antigua amistad y alianza, 18 y han sido portadores de un escudo de oro de mil minas de peso. 19 En virtud de esto nos ha parecido bien escribir a* reyes y naciones que no les causen ningún mal ni les hagan la guerra, ni a sus ciudades ni a su tierra, ni presten auxilio a quienes los combatan. 20 Nos pareció igualmente bien recibir de ellos el escudo. 21 Si, pues, hombres malhechores, huyendo de ellos, se refugiaran entre vosotros, entregadlos a Simón, sumo sacerdote, para que los castigue según la ley."
Una carta de recomendación de Roma era un buen antídoto contra la tentación que podía asaltar a Antíoco de mover su ejercito contra Simón una vez derrotado Trifón. El firmante del mensaje es Lucio, que se ha identificado con Lucio Furio Filón, Lucio Cecilio Metello y Lucio Calpurnio Pisón. Por los datos cronológicos contenidos en 14:1; 24; 27; 15:10, parece que debe identificarse con el tercero, Lucio Calpurnio Pisón (Abel, Bébenot, Knabenbauer, Vaccari), que fue cónsul con Popilio Lenas el año 615 de la fundación de Roma, correspondiente al 173 de la era seléucida.
Del contenido de la carta, muy favorable a los judíos, se deduce que Simón había pedido a los romanos el derecho de poder reclamar a los malhechores refugiados en el extranjero. Los romanos acceden a la petición, pero no señalan concretamente las medidas que debían tomarse para que se cumpliera la orden. Un derecho análogo otorgaron los romanos a Herodes 2.
Otros mensajes (15:22-24).
22 En la misma forma escribieron al rey Demetrio, a Átalo, a Ariarates, a Arsaces 23 y a todas las naciones: a Sampsaco, a los espartanos, a Délos y a Mindo, a Sición, a Caria, a Samos, a Panfilia, a Licia, a Halicarnaso, a Rodas, a Fasélida, a Cos, a Side, a Arados, a Cortina, a Gnido, a Chipre y a Cirene. 24 Y copia de estas cartas se la enviaron a Simón, sumo sacerdote.
Entre los destinatarios figura Demetrio II, del cual ignoraban todavía los romanos su encarcelamiento en Persia. Átalo II, de Pérgamo (159-138), hijo de Eumenio, era prácticamente un vasallo de Roma. Ariarates V, rey de Capadocia (162-131), conocido también con el nombre de Mitrídates V Filopator 3, fue educado en Roma y seguía en buenas relaciones con los romanos 4. Arsaces era rey de los partos (14:2). Las islas del Egeo, Délos, Cos, Samos, Rodas, Chipre y Creta se encontraban más o menos bajo control romano. Se mencionan las ciudades costeras del Asia Menor en la Caria: Mindo, Halicarnaso y Gnido. En la costa sur del Asia Menor se hallaba la Licia, con la ciudad de Fasélida; la Panfilia, con Side; Siro fenicia y la villa de Arados. Cirene está en la costa septentrional de África. En su enumeración no se sigue el orden geográfico.
Capitulación de Dora (15:25-27).
25 El rey Antíoco acampó enfrente de Dora la Nueva, la estrechó y construyó máquinas de guerra, quedando Trifón cercado, sin poder entrar ni salir" 26 Simón envió en ayuda del rey dos mil hombres escogidos y plata y oro y mucho material de guerra. 27 No quiso él recibirlos, antes bien revocó cuanto había pactado antes y rompió con él.
Vuelve el autor a ocuparse del cerco de Dora. En el hebraico se leía la expresión en te dentera, que se ha traducido en griego por "en el segundo día" (Vaccari), o segunda vez, como si Antíoco hubiera abandonado el cerco y lo reanudara. Abel supone que la expresión "Dora la Nueva" se refiere a un suburbio de la ciudad.
Antíoco recrimina a los Macabeos (15:28-31).
28 Mandó a Atenobio, uno de sus amigos, para tratar con él y decirle: "Vosotros retenéis a Jope y a Gazer y la fortaleza de Jerusalén, ciudades de mi reino; 29 habéis devastado sus territorios y causado grandes daños a la tierra, y os habéis adueñado de muchos lugares de mi reino. 30 Entregad, pues, luego las ciudades que habéis ocupado y los tributos de que os habéis apoderado fuera de los confines de la Judea; 31 de no hacerlo, pagaréis por ello quinientos talentos de plata, y por los perjuicios causados y por los tributos de las ciudades percibidos, otros quinientos talentos; y si no, iré y os haremos la guerra."
Atenobio es enviado a Simón para exigirle cuentas. Los judíos, que habían celebrado solemnemente su independencia, se ven forzados a reconocer que Israel era todavía un país sometido a Siria, con gran autonomía en los momentos en que su amistad favorecía los intereses de Siria.
Se reanudan las hostilidades (15:32-41).
32 Llegado Atenobio, amigo del rey, a Jerusalén, vio la magnificencia de Simón, su vajilla de oro y plata y la numerosa servidumbre, y quedó maravillado. Oído el mensaje del rey, 33 respondió Simón: "No hemos tomado tierra ajena, ni de bienes ajenos nos hemos apoderado, sino de la heredad de nuestros padres, de la que sin justicia nuestros enemigos se habían adueñado. 34 Aprovechando la ocasión, hemos recobrado la heredad de nuestros padres. 35 Cuanto a Jope y a Gazer, que reclamáis, hacían a nuestro pueblo grandes males y asolaban la tierra; por ellas daremos cien talentos." Atenobio no le respondió palabra, 36 pero se volvió furioso al rey y le comunicó las palabras de Simón, su magnificencia y todo cuanto había visto. Airóse el rey con gran ira. 37 Entre tanto, Trifón, embarcado en una nave, huyó a Ortosiada. 38 El rey instituyó a Cendebeo general de la costa, poniendo en su mano fuerzas de infantería y caballería, 39 COn el encargo de acampar frente a Judea y edificar a Cedrón y fortificar sus puertas, a fin de hostigar al pueblo de Israel. El rey se fue en persecución de Trifón. 40 En cuanto Cendebeo llegó a Jamnia, comenzó a molestar al pueblo, invadiendo la Judea, haciendo cautivos y muertos. Edificó a Cedrón, 41 y en ella colocó caballería e infantería, para hacer incursiones por Judea, como se lo había ordenado el rey.
Atenobio no estaba familiarizado con los suntuosos palacios de los reyes y con los muebles y vajillas que en ellos se usan. No esperaba Antíoco la respuesta arrogante y autoritativa de Simón. Su deseo hubiera sido ir él en persona a Jerusalén al frente de un ejército y dar el golpe definitivo, pero estaba empeñado en perseguir a Trifon, que por mar había huido de Dora y se había refugiado en Ortosiada, al norte de Trípolis. Alcanzado por el rey Antíoco, se le invitó a que se suicidara 5. Cendebeo fue nombrado generalísimo (epistrategós) de las tropas de la costa, con lo cual pasaba a depender de él el propio Simón, que en otro tiempo fue jefe del mismo sector (11:59).
Alarma de Juan (16:1-3).
1 Subió Juan de Gazer y comunicó a su padre lo que Cendebeo estaba haciendo. 2 Llamó entonces Simón a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les dijo: "Yo y mis hermanos y la casa de mi padre hemos combatido por Israel desde nuestra juventud hasta el presente, y nuestros esfuerzos han sido tan felices, que logramos la libertad de Israel. 3 Al presente yo estoy ya viejo; pero vosotros, por la misericordia de Dios, estáis en buena edad; tomad mi puesto y el de mi hermano y salid a luchar por nuestra nación, y que la ayuda del cielo sea con vosotros."
Juan, el segundo hijo de Simón, que había sido nombrado generalísimo de las fuerzas judías, con residencia en Gaza (13:14), percatóse de la gravedad de la situación, por lo que decidió comunicar a su padre "lo que Cendebeo estaba haciendo." Simón se considera viejo; tiene todavía fuerzas para ejercer sus funciones de lider y sumo sacerdote, pero no se cree capacitado para estar al mando activo del ejército.
Los israelitas victoriosos (16:4-10).
4 Eligieron de la gente de todo el territorio los hombres más aguerridos y caballería, hasta veinte mil, y partieron contra Cendebeo, pernoctando en Modín. 5 Puestos en marcha muy de mañana, hacia la llanura, vieron un poderoso ejército de infantería y caballería que les venía al encuentro. Sólo un torrente había de por medio. 6 Se detuvo enfrente de ellos Juan con sus hombres; y viendo que los suyos temían atravesar el torrente, lo hizo él el primero; y sus hombres, viéndole, le siguieron. ? Dividió su gente, colocando la caballería en medio de los infantes, porque la caballería de los contrarios era muy numerosa. 8 Resonaron las trompetas sagradas, y Cendebeo y su ejército quedaron deshechos, cayendo muchos de ellos y huyendo los restantes a la fortaleza. 9 Quedó herido Judas, el hermano de Juan; pero éste persiguió a los enemigos hasta llegar a Cedrón, que Cendebeo había edificado, 10 y huyeron hasta las torres que hay en el territorio de Azoto, que Juan dio al fuego, cayendo de los enemigos hasta tres mil hombres, y se volvió victorioso a Judá.
Padre e hijos reclutaron rápidamente un ejército considerable, donde por primera vez aparece la caballería. El nuevo ejército pernoctó en Modín, junto al panteón familiar de los Macabeos. Una vez electrizado el espíritu al contacto con los despojos mortales de Matatías y de sus hijos, el ejército israelita marchó en dirección a la llanura para trabar contacto con el enemigo.
Muerte alevosa de Simón (16:11-17).
11 Tolomeo, hijo de Abubos, comandante del campo de Jericó, tenía mucha plata y oro, 12y era yerno del sumo sacerdote. 13 Se engrió tanto, que quiso hacerse dueño de la tierra, para lo cual resolvió quitar a traición la vida a Simón y a sus hijos. 14 Visitaba Simón las ciudades del territorio a fin de proveer a sus necesidades, y bajó a Jericó con Matatías y Judas, sus hijos, el año ciento setenta y siete, en el mes undécimo, que es el mes de Sabat. 15 Los recibió el hijo de Abubos con perfidia en una fortaleza pequeña, llamada Doc, que él había levantado. Les ofreció un gran banquete, pero ocultó a siete hombres, 16 que, cuando Simón y sus hijos estaban ebrios, a una señal de Tolomeo se levantaron y, tomando las armas, dieron sobre Simón, matándole a él, a sus hijos y a algunos de su séquito, 17 cometiendo una gran traición y devolviendo mal por bien.
Dos años de paz siguieron a la batalla de Cedrón. Simón, libre de los cuidados de la guerra, recorría la nación en vistas a remediar las deficiencias de la administración y para mejorar el nivel de vida de sus subditos. Pero no tomó las medidas de seguridad que reclamaban sus dignidades de jefe religioso y político de Israel. De esta imprevisión abusó un cierto Tolomeo, hijo de Abubos, acaso idumeo de origen, para apoderarse de él y de los hijos que le acompañaban, asesinándolos en un banquete. Era Tolomeo un hombre rico, casado con la hija de Simón. Ejercía el cargo de gobernador del campo de Jericó. Había edificado Tolomeo una fortaleza llamada Doc, verdadero nido de ladrones, al noroeste de Jericó y sobre el monte Qarantal, a una altura de 492 metros sobre el mar Muerto. Desde allí dominaba la amplia llanura de Jericó, confiada a sus desvelos. El mes undécimo (Sabat, enero-febrero) del año 177 (135 a.C.) visitó Simón el territorio de Jericó. Flavio Josefo dice que únicamente cayó Simón, siendo encarcelados sus dos hijos, a los que Tolomeo mató después. Según algunos (Cross), Simón es "el hombre de la mentira" de que habla el peser de Habacuc.
Rápida acción de Tolomeo (16:18-24).
18 Luego escribió Tolomeo al rey para que enviase tropas en su auxilio a fin de poner en su mano la tierra y las ciudades. 19 Envió otros a Gazer para que se apoderasen de Juan, y escribió a los oficiales de éste pidiéndoles que se pasasen a él, que les daría plata y oro y regalos. 20 Mandó otros para que se apoderasen de Jerusalén y del monte del templo. 21 Pero alguno se adelantó a comunicar a Juan, en Gazer, cómo habían sido muertos su padre y sus hermanos, y que habían mandado quien le matase a él. 22 Quedó fuera de sí al oír tales noticias, y, prendiendo a los que venían a él para darle muerte, los mató, pues sabía lo que intentaban. 23 Los demás sucesos de Juan, sus guerras y las hazañas que realizó, los muros que levantó y sus obras todas, 24 escritas están en los anales de su pontificado, desde el día en que fue hecho sumo sacerdote después de su padre.
La ambición indujo a Tolomeo a enviar una embajada a Antíoco comunicándole el caos y esperando de él ser nombrado gobernador de toda Judea. Pero quedaba Juan, el hijo de Simón. Mientras éste sitiaba la fortaleza de Doc, colocó Tolomeo sobre la muralla a la madre de Juan, amenazando arrojarla contra el suelo. Esta visión, dice Flavio Josefo 1, suavizó la acción de Juan, que alargó el cerco hasta el próximo año sabático, el 133 antes de Cristo, circunstancia que aprovechó Tolomeo para huir a Filadelfia, matando a la infeliz mujer antes de ausentarse.
Juan, llamado Hircano por haber combatido a los hircanios, reinó treinta y un años, desde 135 hasta 104. Los anales de su reinado se han perdido. Hubo en su tiempo muchas acciones de guerra. En el primer año de su reinado le sitió Antíoco Sidetes en Jerusalén; concluyó con él un tratado de paz, desventajosa para los judíos. Con la muerte de Sidetes, al año quinto del reinado de Juan, el reino seléucida tocó a su fin como potencia mundial, logrando Palestina su independencia de Siria, realizándose con ello el ideal por el que lucharon los Macabeos durante todos los días de su vida.
1 Prime linee di storia della tradizione maccabaica (Roma 1930) 141-151.
2 Αρργανο, Syriaca 68; Tito Livio, Epífom. 55; Diodoro, 33:17.
3 The Excavations of Gezer (Londres 1912) I 209.
1 Justino, 36:1.
2 Justino, 36:1-38:9; Appiano, Syriaca 67,
1 Appiano, Syriaca 68; Justino, 36:1.
2 Flavio Josefo, Bell. Ind. I 474.
3 Diodoro, 31:19.
4 Tito Livio, Epist. 42:19; appiano, Syríaca 40.
5 Estrabón, 14:668.
1 Ant. lud. 13:8:1.
II Macabeos.
Autor.
Con esta palabra designamos al que puso por escrito al llamado segundo libro de los Macabeos tal como aparece en nuestras Biblias. Los dos libros de los Macabeos son dos obras totalmente distintas, independientes y completas en sí mismas. El segundo libro no es continuación del primero. Es algo compleja la cuestión del autor de nuestro libro por haber intervenido dos manos en su composición: Jasón de Cirene, que escribió cinco volúmenes sobre estas historias, y un epitomador, que los ha resumido en uno. Los cinco volúmenes constituían un rollo en el cual podíase grabar una obra con una extensión equivalente a los cuatro evangelios y Actos de los Apóstoles; el compilador lo ha reducido a uno, de la extensión del evangelio de San Marcos. El autor mismo da testimonio de que su obra es un epítome (2:26-28).
De Jasón de Girene no tenemos más noticias de las que nos ofrece nuestro autor. Algunos exegetas l lo identifican con el personaje llamado Jasón que envió Judas Macabeo a Roma juntamente con Eupolemo (1 Mac 8:17). Fue un judío procedente de la diáspora de Alejandría, de Egipto, que conoció, quizá sólo de oídas, la historia que narra en cinco tomos. El nombre de Jasón de Cirene fue encontrado en el templo de Tutmosis III en Egipto 2, de lo cual no puede deducirse que el visitante llamado Cirene fuera nuestro autor. Del libro aparece que Jasón poseía óptima formación helenística; que conocía la historia de los seléucidas, su administración, costumbres y títulos correspondientes a las diversas dignidades. Por otra parte, se nos presenta como judío muy creyente y hasta demasiado crédulo. Es difícil distinguir en el libro actual qué partes se deben a Jasón y cuáles al epitomador.
Obra personal de éste son: 1) el prólogo (2:20-33); 2) el epílogo (15:38-40). Es profundamente religioso, devotísimo del templo y defensor celante de la Ley. Por sus escritos se deduce que poseía una cultura griega respetable. Se le ha calificado de fariseo a causa de su entusiasmo por la religión judaica e ideas doctrinales. Es sentencia común que sólo el epitomador vióse favorecido con una inspiración carismática al resumir la obra de Jasón y componer su epítome 3.
Lengua.
Unánimemente se admite que el libro fue escrito en griego, como lo consignó San Jerónimo, diciendo: "Secundus graecus est, quod ex ipsa quoque phrasi probari potest." En el cuerpo del libro, prescindiendo de las cartas que preceden al prólogo (1:1-2:19), pocos hebraísmos se vislumbran; en cambio, abundan las frases, expresiones y giros auténticamente griegos.
En cuanto a la tradición manuscrita, el libro no ha tenido suerte. Como el I de los Macabeos, tampoco éste se halla en el códice Vaticano (B) ni en el códice Sinaítico. Aparece en el Alejandrino (s.V) y el Véneto (s.VIII). Hanhart cree que los dos unciales A y Véneto son los que mejor retransmiten la forma primitiva del texto, que las versiones latina y armenia suelen confirmar4.
De las versiones antiguas descuellan por su importancia la armenia y la latina, por basarse en un arquetipo griego, que se ha perdido, según Bévenot5. Al hablar de versiones latinas nos referimos a los varios textos derivados de una traducción latina antigua. Sabido es que San Jerónimo no tradujo nuestro libro. No existe más que una traducción latina primitiva, de la que se han hecho recensiones diversas 6.
Fecha de composición.
Dos cuestiones van incluidas en el enunciado: una, relacionada con la fecha de la composición del libro por Jasón de Cirene; la otra, con el tiempo en que se hizo el resumen. Para solucionar ambas cuestiones únicamente disponemos de criterios internos. Basados en que el último hecho referido es de los tiempos de Antíoco Eupator, se admite que Jasón escribió su obra poco después del año 16o antes de Cristo. La carta que abre el libro (1:1-9) fue escrita el año 188 de la era de los seléucidas, es decir, el 124 antes de Cristo. Parece que esta carta movió al autor a escribir su epítome (Niese, Knabenbauer). Al lado de esta sentencia tradicional se han propuesto muchas otras. Jasón, según los diversos pareceres, escribió el año 150 (Abel), 130 (Moffat), 130-125 (Üesterley), ιοο (Penna). El epitomador acabó su obra en 100-50 (LoDs), 70 (Abel, Moffat), 63 (Grim, Bévenot), 50 (Keil), etc. Grimm, Bévenot y Lods creen que lo único seguro y cierto sobre esta cuestión es que el Epitome fue redactado en el período entre la obra de Jasón y la ruina de Jerusalén el año 70 antes de Cristo. Pero hay indicios bastante significativos para colocar la obra del autor sagrado entre los años 100-70 antes de Cristo. ¿Escribió el autor en Palestina?
Por la corrección del lenguaje y por el desconocimiento que demuestra de la topografía del país se cree que escribió fuera, probablemente en Egipto.
Fuentes del libro.
a) Cartas preliminares (1:1-2:18). — Comienza el libro con unos documentos en forma de cartas, que no formaban parte de la obra de Jasón. La finalidad que se propuso el autor al resumir la obra de éste fue dar a conocer a los judíos de Egipto los hechos trascendentales acaecidos en Judea durante la persecución de los seléucidas, a saber, la restauración del templo y del culto después de la profanación por Antíoco Epifanes y la acción contra Nicanor, que aseguró la continuidad del lugar sagrado y el desarrollo del culto. En memoria de estos acontecimientos se instituyeron la fiesta de la Dedicación o Hanuka, el 25 del mes de Casleu (10:5-8), y la del "Día de Nicanor," 13 del mes de Adar (15:7), respectivamente.
Sobre el número de cartas discrepan los autores. Unos admiten en el texto una sola carta (Momigliano, Niese, Kolbe), otros tres (Laqueur, Bévenot, Rinaldi) y, más comúnmente, dos (Τοκ-Rey, Herkenne, Abel, Grandclaudon, Penna, Mariani, etc.). Las dos cartas que se distinguen en el texto son: 1.a, 1:1-9.18-2:18; 2.a, 1:10-17.
La primera fue escrita el año 188 de los seléucidas (124 a.C.). Con el propósito de poner de relieve la fiesta del mes de Gasleu, la data de la misma, en contra de la costumbre, se pone en 1:9, en vez de ir al final (2:17). La segunda fue enviada a Egipto el año 148 de la era seléucida (164 a.C.). En la primera se invita a los judíos de Egipto a celebrar la fiesta de la Dedicación del Templo. En la carta se hace referencia a otra escrita el año 169 (143 a.C.), en la que se anunciaba la profanación del templo y su purificación. Los judíos de Palestina tratan de inducir a sus hermanos y correligionarios de Egipto a que abandonen sus templos particulares y abracen la doctrina mosaica de la unidad de santuario (Deut 12:5-12). A partir de 1:18 se ponen a la consideración de los destinatarios las razones que militan para la hegemonía del templo de Jerusalén. En la carta del año 169 la comunidad de Jerusalén aludía tímidamente a la purificación del templo, pero se muestran todavía reservados por la situación inestable en Palestina, por dificultades políticas con Egipto. En la del año 188 se ensanchan los corazones y se comunica el entusiasmo a los judíos de Egipto por la fiesta de la Dedicación.
Rumores sobre la muerte de Antíoco Epifanes en Persia llegaron a Palestina. Los judíos de Jerusalén apresuráronse a comunicárselo a los de Egipto, en una carta concebida en estilo telegráfico, haciéndose eco de vagos rumores acerca del lugar y manera como acabó sus días el mencionado monarca.
Estas cartas preliminares, ¿fueron colocadas en el lugar que hoy ocupan por el epitomador o se añadieron posteriormente? ¿Compuso el autor sagrado las mencionadas cartas o las encontró consignadas en otro libro distinto del de Jasón? ¿En qué lengua fueron escritas primitivamente?
En las cartas se observan no pocos semitismos, por lo cual creen algunos que fueron originariamente escritas en arameo o en hebreo y traducidas al griego. Cabe suponer que el autor las conoció en su versión griega, hecha por un judío familiarizado con la lengua aramea. Ninguna razón apoya la hipótesis de la adición posterior de estas cartas al libro de los Macabeos, ya que su contenido encaja perfectamente en el plan general del libro. Fue el autor mismo quien antepuso a su obra estas cartas, que confirmaban la tesis que se propuso desarrollar en el libro.
b) La obra de Jasón. — En 2:19-32 dice el autor que su libro es un resumen de una obra de Jasón en cinco tomos. Este resumen va desde 3:1 hasta 15:37. El fondo, pues, y el contenido del libro son de Jasón de Cirene. Pudo éste informarse oralmente o utilizar documentos escritos para conocer la situación político-religiosa de los años anteriores a la persecución de Antíoco Epifanes. Jasón escribió su obra en griego; el que la resumió no tuvo la molestia de tener que traducirla. Su labor consistió en compendiar en un solo volumen una obra de cinco tomos. Pero no por ello cabe concluir que su actividad literaria se circunscribiera a compendiar la obra de Jasón; más bien debe admitirse que su libro es una composición literaria en la que se utilizan materiales provenientes del libro de Jasón, que el compendiador redacta con el estilo que le es propio. Confiesa (2:26-31) que su "obra no ha sido cosa fácil, sino de mucho trabajo, sudores y desvelos." La composición del libro fue dificultosa, porque su autor se esforzó en hacerlo interesante y asequible a los lectores. Puso la máxima diligencia para que su libro fuera claro, diáfano, ameno, ágil; escogió las frases y palabras que dieran vida y colorido a la narración. En cambio, no se preocupó de verificar la objetividad y realidad de los hechos narrados por Jasón. De los muchos que Jasón consignó en su voluminosa obra, el autor seleccionó unos pocos encaminados a exaltar la figura de Judas y a poner de relieve la intervención de Dios en el éxito de los muchos combates que tuvo que librar para el triunfo del judaísmo sobre el helenismo.
El libro del epitomador, ¿desborda la obra de Jasón? Dícese en el prólogo que éste narra la historia de Judas Macabeo y de sus hermanos, las guerras de Antíoco Epifanes y de su hijo Eupator (2:20-21). Ahora bien, a continuación del prólogo se refieren hechos (3:1-4:6) acaecidos bajo el reinado de Seleuco IV Filopator (187-175). Al final (14:1-15:37) se cuentan episodios que rebasan el reinado de Antíoco Eupator (163-162) y se adentran en el de Demetrio I Soter (162-150). Creemos que las palabras del texto no tienen el sentido tan estricto que le quieren dar algunos autores (Grandclaudon). A su obra sobre Judas Macabeo pudo Jasón poner unas páginas introductorias que dieran a conocer la situación política y religiosa de los judíos antes del advenimiento de Antíoco Epifanes. También los datos que rebasan el remado de Antíoco Eupator se deben probablemente a Jasón. Según Moffat, a quien siguen Abel y Bellet, las secciones que corresponden a los cinco libros son las siguientes: 1.a, 3:1-40; 2.a, 4:1-7:42; 3.a, 8:1-10-9; 4.a, 10:10-13:26; 5.a; 14:1; 15-37·
En su libro introdujo Jasón documentos preexistentes. Aparte de las cartas introductorias, de que hemos hablado, cabe mencionar: 1) carta de Antíoco Epifanes a los judíos (9:19-27); 2) carta de Lisias a los mismos (11:16-21); 3) de los delegados romanos a los judíos (11:34-38); 4) Antíoco IV escribe a la nación judía (11:27-33); 5) Antíoco V a Lisias (11:22-26).
Por lo que antecede, quedan deslindados los campos entre lo que es propio de Jasón y lo que él reprodujo sacándolo de otras fuentes escritas; entre las secciones propias del que resume (2:20-33; 15:38-40) y las cartas que antepuso él a su obra.
Carácter histórico del libro.
Pocos historiadores le reconocen un fondo histórico superior al I de los Macabeos (Niese, Schlatter); muchos lo rebajan o niegan totalmente (Wellhausen, Kosters, Lods, Oesterley). El valor histórico del libro, escribe Lods, es muy precario. Aparece claro que la finalidad del narrador no es la de destruir, sino la de edificar (l.c., 888). Otros encuentran errores históricos en el libro, sobre todo en aquellos pasajes que contradicen las noticias contenidas en el I de los Macabeos. No pocos suponen que el autor ha sacrificado la historia al fin religioso. Las diferencias entre ambos libros de los Macabeos existen, pero no son irreductibles. Las mismas deben considerarse bajo la misma perspectiva que los lugares paralelos de los libros de los Reyes y de las Crónicas, del evangelio de San Juan y de los sinópticos.
La composición de ambos libros es independiente. Sus puntos de contacto se explican por los hechos mismos y por su sucesión en la realidad. Las divergencias principales afectan a la disposición cronológica. Además, débese tener en cuenta que la era seléucida no era uniforme en todas partes. Como es sabido, empieza el año 312 antes de Cristo, con la conquista de Babilonia por Seleuco.
En Siria y Occidente, el año seléucida empezaba el mes de Tishri (septiembre-octubre), esto es, el año 312. En Babilonia empezaba con el mes de Nisán (marzo-abril), esto es, el año 311, de lo que se originaba la diferencia de un año. Es muy probable que Seleuco, personalmente, fijara el primer año de su gobierno al principio del año macedónico, que coincidía con el otoño de 312 antes de Cristo.
¿Qué sistema emplean los autores de los libros de los Macabeos? Según Kugler, Meyer, Niese, Lagrange, Grandclaudon, empiezan a contar a partir del año 312; otros exegetas son de parecer contrario. Bickermann y Abel admiten que el autor del II de los Macabeos parte del año 312, y el del libro I del año 311. Finalmente, Vaccari admite dos cómputos: el que se empleaba para reseñar hechos profanos, que partía del año 312, y el usado para señalar los hechos pertenecientes al judaismo, partiendo del año 311. Según el P. Abel, los documentos del c.n de nuestro libro están fechados según la época del 1.° de octubre de 312, que va desde el 1.° de octubre del año 165 al 30 de septiembre de 164. La campaña de Lisias Eupator (13:155) debe colocarse en el verano de 163, un año antes de la fecha verdadera, porque el epitomador fijó la muerte de Antíoco el año 148, que coincide con el advenimiento de su hijo. Por lo mismo reduce a dos años (10:3) los tres que separan esta fecha de la profanación del templo. Demetrio llegó a Siria el año 151 seléucida, que va desde octubre de 162 hasta septiembre del 161 (l.c., 19). Seguimos el cómputo establecido por Abel.
Antes de hablar de errores en el texto conviene determinar exactamente qué sistema cronológico utilizó el autor sagrado. Podemos todavía preguntar: ¿Entraba en la mente del autor sagrado la preocupación cronológica de los hechos que refería? ¿Tenía el mismo concepto de la historia que el autor del primer libro? Ateniéndonos a su propio testimonio (2:20-33), no entra en sus designios la investigación histórica, de cuya labor hace responsable a Jasón de Cirene. Cree que éste es un historiador, prestándole su confianza y tomándose la enojosa tarea de resumirlo. Los hechos narrados de manera patética por Jasón son para nuestro autor sus-tancialmente históricos. Pero no pudo el hagiógrafo reproducir en su epítome todo lo que escribió Jasón. De la inmensa selva de datos escogió algunos, que desgajó de su contexto y colocó en otro nuevo, poniéndolo todo al servicio de sus puntos de vista personales. Ahora bien, este desplazamiento puede dar la impresión de que el libro es menos histórico en parangón con el I de los Macabeos. Las mismas indicaciones temporales: "tres años después," "en la misma época," etc., pueden proceder de Jasón o del que resume su obra. En el primer caso pueden no tener ninguna relación con lo que precede; en el segundo, revisten un sentido impreciso, vago. Esta despreocupación cronológica no impide que, dada la ocasión, se transcriba un documento y se indique con precisión un hecho determinado. Pero, dada su poca afición a la acribía histórica, cabe suponer que la inmensa mayoría de las indicaciones cronológicas que figuran en el libro son obra de Jasón.
Pero, aunque no quiera el autor comportarse como historiador, su libro tiene gran valor histórico. Su carácter parenético-religioso es compatible con la verdad de los hechos. Su libro puede entrar en la clasificación de relato histórico edificante, presentado de manera retórica y poética con el fin de agradar. En la narración se hace hincapié sobre hechos históricos particulares. Al efecto patético pertenece el juicio que el autor hace de los mismos, que está siempre en relación con el judaismo ortodoxo. Para el autor Israel ocupa el centro de la historia y todos los pueblos de la tierra tienen fijos sus ojos sobre este diminuto territorio. Las manifestaciones divinas (11:8; 12:22; 15:12-16, etc.), que, según el prólogo (2:22), se encontraban consignadas en la obra de Jasón, entran de lleno en el género patético. Era éste el estilo que preferían ciertos historiadores helenistas, tales como Teopompo de Chios, Clitarco de Alejandría, Filarco de Naucratis. En tales escritos se ponía de relieve la intervención visible de Dios en el curso de los acontecimientos, complaciéndose en narrar apariciones maravillosas. Se conocen libros enteros escritos a este propósito, como el que lleva por título En torno a la aparición de Júpiter, de Filarco, o Apariciones de Apolo, de Itros de Paíb7.
En el género patético se manipulaban los números con gran libertad, dándoseles un significado simbólico y poniéndoles al servicio de la idea dominante del libro o de una sección determinada. Lo que a nosotros nos parece un despropósito o una cifra exagerada a todas luces no lo era para el lector antiguo, que conocía la función de los números en el texto. Jasón se inspiró también en este punto en la tradición popular, que se complacía en poner en evidencia el numerosísimo ejército enemigo vencido por unos pocos fervientes yahvistas. De la tradición popular, dice Knabenbauer, proceden gran parte de las informaciones sobre las gestas que el autor narra, y que se apoyan sobre un rumor popular (l.c., 19). La obra de Jasón, escribe Bellet, puede encuadrarse en el género de los logoi de las historia de Heródoto. Si no existe inconveniente en clasificar la obra de Jasón dentro de este género, no lo habrá tampoco en extender al resumen las mismas características. Con ello no se pone en tela de juicio la veracidad de la Biblia, ya que el autor sagrado no responde de la objetividad de hechos retransmitidos por fuentes de información defectuosas. La obra de Jasón era conforme al estilo de su época y le pareció bien escribirla al estilo histórico de su tiempo. Tenía derecho a obrar así, y los judíos entusiasmábanse en su lectura, destinada a demostrar la acción de Dios sobre su pueblo fiel. El epitomador, concluye Bellet, hizo un resumen de la obra de Jasón por considerar aquélla como libro útil. Al emitir su juicio y al poner en práctica su intento, fue asistido por una inspiración divina, de modo que su obra convirtióse en libro inspirado, sin dejar por ello de presentar los modos de decir y narrar propios de la historiografía patética 8.
Al estilo patético corresponden también los epítetos violentos que a menudo salen de la pluma del autor, los contrastes sagazmente planeados, las reflexiones que esmaltan su narración sobre el alcance de los acontecimientos. Es difícil establecer el límite entre la historia y el estilo retórico empleado. Lefévre (DBS 606) opina que Jasón se coloca de parte de la historia; el epitomador, en cambio, escoge el arte oratorio. Jasón se interesaba por los lugares geográficos y por las fechas exactas; al epitomador no interesan estos datos, como lo demuestra el hecho de colocar sucesos en contextos en que no tienen sentido alguno (12:10). Finalmente, sería vano buscar en esta historiografía griega formada en la escuela de los retóricos la exactitud que reclama la crítica histórica moderna 9. Cicerón definió la historiografía patética diciendo: "patheticon, quo perturbantur animi et concitantur" (Brutus 11:42). Añadía él que a los retóricos les era lícito "ementiri in historiis" para que su narración resultara más amena y sugestiva.
Finalidad del autor sagrado.
Para nuestro autor, la historia no es un fin, sino un medio. La gran copia de hechos históricos del libro de Jasón se reducen a unos pocos que el autor enjuicia desde el punto de vista nacional y religioso. Cabe al designio general de ilustrar a los judíos de habla griega sobre las glorias del pueblo escogido y acrecentar su fe en los destinos providenciales de la historia, el autor fija preferentemente su atención en los destinos del templo. De un cabo al otro del libro nos hallamos ante una apología del templo de Jerusalén. Una de las cartas que abren el libro tiene como finalidad inducir a los judíos de Egipto a celebrar la fiesta de la Dedicación del Templo (1:9). Para ello, el autor hace una exposición sabia sobre su origen y sobre el carácter sobrenatural del fuego del altar del santuario de Jerusalén. La segunda carta (1:10-17) es un anuncio gozoso de la muerte del mayor enemigo del templo, Antíoco Epifanes. A lo largo de las secciones que se distinguen en el libro, que corresponde, según dejamos anotado, a los cinco libros de Jasón, se esfuerza el autor por comunicar a sus lectores el entusiasmo y devoción hacia el templo que él profesa. Este lugar era santo e inviolable en tiempos de Onías. Heliodoro intentó profanarlo, pero terminó ofreciendo un sacrificio al Señor (3:1-40). Gentes malvadas explotaron el templo para sus intereses particulares. Antíoco lo profanó. La cólera de Dios dejóse sentir sobre Israel, cuyos pecados expían Eleazar y los siete hermanos Macabeos con su muerte (4:1-7:42). Dios mira propicio a Israel. El monarca impío es castigado por Dios con una muerte espantosa. Judas Macabeo purifica el templo e instituye la fiesta de la Dedicación (8:1-10:9). Judas asegura que el templo será defendido (10:10-13:26). Otro peligro es conjurado; Alcimo, a pesar de haberse nombrado sumo sacerdote, no ejerce sus funciones en el templo. Nicanor, otro émulo de Antíoco, es castigado con muerte afrentosa (14:1-15:37). En torno a esta idea central giran las cinco secciones del libro, que bien pueden considerarse como cinco discursos, cuya finalidad es convencer y comunicar su entusiasmo por el templo. Cada discurso es un drama con tres personajes: el judío piadoso (Onías, los mártires, Judas y los suyos); los judíos apóstatas (Simón, Jasón, Menelao, Alcimo); los gentiles (Heliodoro, Epifanes, Eupator, Lisias, Nicanor). Cada personaje debe proclamar a su manera la santidad del templo. El libro se cierra con la muerte de Nicanor. Su brazo fue colgado enfrente del templo. "Y todos, levantando sus ojos al cielo, bendecían al Señor, diciendo: Bendito el que ha conservado puro este lugar"(15:33-34)10.
Plan de la obra.
La idea del templo determina la estructura del libro, que puede dividirse en dos grandes partes: 1.a Hechos acaecidos antes de la restauración del santuario (3:1-10,9). 2.a Acontecimientos posteriores a esta fecha (10:10-15:37).
Introducción (1:1-2:19). A la obra preceden dos cartas de los judíos de Jerusalén a los de Egipto. En la primera (1:1-9; 18-2:18) les invitan a celebrar la fiesta de la Dedicación. Se extienden a continuación en consideraciones sobre el origen de la misma, santidad del fuego empleado en los sacrificios del templo (1:18-36), destino del arca de la alianza (2:1-12), biblioteca de Nehemías y de Judas (2:13-15). En otra, más corta, se refieren los rumores que circulaban sobre la muerte de Antíoco Epifanes (1:10-17).
Prólogo del autor (2:20-33), en el que se dan noticias sobre el contenido y naturaleza del libro de Jasón y de las finalidades y método de trabajo que ha seguido el autor al resumirlo.
1. hechos anteriores a la purificación. (3:1-10:8)
a) Durante el reinado de Seleuco (3:1-4:6):
1) Traición de Simón (3:1-6).
2) Misión de Heliodoro (3:7-40).
3) Onías acusa a Simón (4:1-6).
b) Persecución de Antíoco Epifanes (4:7-7:42):
1) Jasón, sumo sacerdote (4:7-22).
2) Le sucede Menelao (4:23-29).
3) Muere Onías (4:30-38).
4) Lisímaco y Menelao (4:39-50).
5) Arrecia la persecución (5:1-10).
6) Profanación del templo (5:11-27).
7) Edicto de apostasía (6:1-17).
8) Martirio de Eleazar (6:18-31).
9) Mueren los siete hermanos Macabeos (7:1-42).
c) Triunfo del judaismo (8:1-10:9):
1) Primeras victorias de Judas Macabeo (8:1-7).
2) Derrota de Nicanor (8:8-36).
3) Muerte de Antíoco Epifanes (9:1-29).
4) Purificación del templo (10:1-9).
2. sucesos posteriores a la. purificación (10:9-15:37)
a) Judas lucha contra los pueblos vecinos (10:10-13:26):
1) Victoria sobre los idumeos (10:10-23).
2) Derrota de Timoteo (10, 24-38).
3) Primera expedición de Lisias (11:1-15).
4) Documentos para la paz (11:16-38).
5) Ataques a Jope y a Jamnia (12:1-9)·
6) Expedición contra Timoteo (12:10-31).
7) Derrota de Gorgias (12:32-37).
8) Sacrificio por los muertos (12:38-46).
9) Muerte de Menelao (13:1-7).
10) Tratado de paz (13:8-26).
b) Lucha contra Demetrio /(14:1-15:36):
1) Misión de Nicanor (14:1-4).
2) Amistad entre Nicanor, y Judas (14:15-25).
3) íntervención de Alcimo (14:26-36).
4) Suicidio de Racias (14:37-46).
5) Victoria sobre Nicanor (15:1-37). Epílogo del autor sagrado (15:38-40).
Doctrina religiosa.
Basta hojear las páginas del libro para convencerse de su carácter eminentemente religioso. Al revés del libro I de los Macabeos, éste nombra muchas veces y de manera explícita el santo nombre de Dios. Yahvé es el Dios de Israel; el Dios que en un tiempo estableció un pacto con su pueblo predilecto. En el libro se repite la idea de que Dios es creador de todo cuanto existe (7:23). El pasaje 7:28 es el texto viejo-testamentario en el que con mayor fuerza y claridad se preconiza la verdad religiosa de que Dios creó lo que existe de lo que antes no era (ouk ek ónton epóiesen táuta o theós). Ya en el primer verso de la Biblia se encuentra en germen esta verdad. Por un momento concedemos beligerancia a la hipótesis que interpreta el primer versículo de la Biblia en el sentido de que allí se habla explícitamente de la creación segunda, y sólo de manera implícita de la creación primera, o sea, de la nada. Supongamos que el texto pueda interpretarse de la siguiente manera: "Al principio de la creación por Dios de los cielos y de la tierra, y (cuando) en la tierra reinaba la confusión y el desorden, y que las tinieblas cubrían la superficie del océano primordial., dijo entonces Dios: "Que sea la luz." Aun en este supuesto, con la introducción en el texto de la trascendental palabra bereshit, en el principio, cubre el autor sagrado la infranqueable zanja existente entre la eternidad de Dios y la temporalidad "de los cielos y de la tierra." El autor sagrado ha reconocido el "existir eterno" como nota esencial exclusiva de Dios, y, por lo mismo, lo ha enfrentado clara e impresionantemente a todo otro ser que fue creado por Dios "en el principio." Para el autor bíblico no hay lugar para la materia cósmica eterna e increada junto a Aquel que en el principio creó los cielos y la tierra. El escritor sagrado ha concebido conscientemente a Dios como el "único eternamente existente" y creador de todo otro ser H. Cualquiera duda que podía existir sobre el sentido de Gen 1:1 se disipa con el mencionado texto de nuestro libro.
Otra doctrina peculiar de nuestro autor se refiere a la providencia divina. En sus manos tiene Dios las riendas del universo y dispone los acontecimientos de la historia según su beneplácito. A los gentiles y profanadores del templo los castiga y tiene providencia de Israel y de su templo. Pero esto no autoriza a los judíos a dormirse sobre sus laureles y confiar en la incolumidad del santuario, "porque no eligió el Señor la nación por el lugar, sino el lugar por la nación" (5:19). Por los pecados de los habitantes de Jerusalén había permitido Dios el desacato de Antíoco contra el templo (5:17); en caso de estar limpios de todo pecado hubiera castigado la insolencia del monarca seléucida, como hizo antes con Heliodoro (3:2453).
En el libro aparece visible la idea del pacto. Ninguna necesidad tenía Dios de pactar con Israel, pero su bondad le impulsó a hacerlo. Dios, que "de nada necesita," ha tenido a bien establecer el templo en medio de Israel (14:35). Signo externo de esta alianza es el santuario de Jerusalén. Dios nunca ha sido infiel a lo pactado. Cuando parece que no presta interés a su pueblo o al santuario, es porque la otra parte firmante del pacto no cumple lo estipulado. De ahí el interés de Judas, el héroe predilecto del autor, de que entre los soldados no haya impureza ni pecado. En el supuesto de estar limpios espiritualmente, Dios no faltará a su promesa, luchará junto a ellos y no dará ocasión a que los profanos o su mismo pueblo le culpen de infidelidad al pacto de la alianza (8:15).
Angeles.
Tiene Dios a su servicio agentes que ejecutan sus órdenes. Cuando Heliodoro estaba para perpetrar su crimen, se le apareció un jinete terrible, armado de armadura de oro. Otros dos jóvenes fuertes y misteriosos completaron la obra que había empezado aquél (3:25-26). En 2:21 dice el autor que en la obra de Jasón se hablaba de apariciones celestiales, o sea, de personajes misteriosos que combatían por el triunfo del judaismo. A veces eran visibles al enemigo (10:29), como en el caso de "los cinco varones resplandecientes, montados en caballos con frenos de oro" (10:29), Que protegían a Judas Macabeo, lanzando flechas y rayos contra los enemigos. Dos veces se dice que estos jóvenes guerreros eran ángeles buenos (11:6; 15:23) que Dios mandaba a su voluntad por tenerlos a su servicio. Bastaba un reducido número de ellos para inutilizar a valientes guerreros y derrotar a ejércitos bien pertrechados. La naturaleza de estos ángeles no aparece bien definida en nuestro libro. A la luz de otros documentos, las ideas que aquí solamente se apuntan cobran un relieve singular 12.
Vida futura.
La doctrina sobre el más allá caracteriza a este libro. El ser humano muere, Dios jamás. En este mundo toda la humanidad está sometida al juicio del Creador. Cuando un individuo traspasa el dintel de la eternidad, sea bueno o malo, se encuentra de nuevo ante un Dios que le juzga según sus actos. Antíoco, que ahora se ensaña con los Macabeos, no quedará impune (7:19). Eleazar pudo simular que come carne; puede engañar a los hombres, y salvar así su vida terrena; pero de las manos del Omnipotente no escapará ni en vida ni en muerte (6:26).
La doctrina de la resurrección es el leit motiv de las respuestas de los siete hermanos Macabeos en el momento de morir. "El rey del universo resucitará a los que morimos por sus leyes a una vida eterna" (7:9); "del cielo tenemos estos miembros, que por amor de sus leyes yo desdeño, esperando recibirlos otra vez de El" (7:11); el cuarto espera ser resucitado por Dios (7:14). Enjuiciando el autor la colecta de Judas para ofrecer un sacrificio expiatorio por los caídos, dice: "obra digna y laudable, inspirada en la esperanza de la resurrección" (14:43). Racias arranca sus entrañas con las dos manos y las arroja contra la tropa, "invocando al Señor de la vida y del espíritu, que de nuevo se los devolviera" (14:46).
Los fieles ciertamente resucitarán "para la vida" (7:14). Pero ¿cuál será la suerte de los impíos? "Tú, dice el cuarto hermano Macabeo a Antíoco, no resucitarás para la vida." ¿Es la resurrección un privilegio reservado para los justos? El texto es ambiguo, pero puede entenderse que, mientras a los justos les espera una nueva vida, mejor de la que han perdido, a los impíos les está reservada en el más allá una vida de sufrimientos. La madre de los Macabeos espera que en el día de la misericordia, que seguirá a la muerte, le sean devueltos sus hijos (7:29). Todos los mártires "beberán el agua de la vida eterna"; pero "tú, dice el más pequeño a Antíoco, pagarás en el juicio divino las justas penas de tu soberbia" (7:36). Parece que la recompensa y el castigo que recibirán, respectivamente, justos y pecadores, se colocan en el más allá, una vez se deja el mundo para entrar en la eternidad. Con términos claros se habla en nuestro libro de la suerte reservada a los justos en el otro mundo. Más oscura aparece la suerte de los reprobos.
Intercesión de los santos.
Hallábase Judas en situación apurada ante el numeroso y aguerrido ejército de Nicanor. Sus soldados habían perdido la moral. Para animarles les habló largamente; pero, al no lograr que vibraran de entusiasmo, les contó un "sueño digno de toda fe" (15:11). En el sueño-visión vio a Onías y a otro personaje, del que aquél hizo esta presentación: "Este es el amador de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa; Jeremías, profeta de Dios" (15:14). Hacía años que el profeta había muerto; sin embargo, seguía intercediendo por su pueblo mediante su oración. Sin querer estrujar este texto, al menos cabe ver en él la idea de la existencia de una comunión entre los justos de este mundo y los justos que han muerto en el Señor.
Expiación por los difuntos.
En el encuentro con Gorgias (12:3255), muchos soldados judíos quedaron en el campo del honor. Por respeto al sábado, que se venía encima, dejó Judas los cadáveres insepultos para el día siguiente. Entre tanto, Judas torturaba su mente buscando la razón del porqué había permitido Dios semejante derrota. La respuesta la encontró al levantar los cadáveres, ya que "en las túnicas encontraron objetos consagrados a los ídolos de Jamnia, de los prohibidos por la Ley a los judíos." A todos les pareció manifiesto que por aquello habían perdido la vida (12:40).
¿Habían cometido una falta grave? ¿Tratábase más bien de una manifestación leve de codicia? ¿Era concebible que unos soldados, paladines del yahvismo, prontos a morir por Dios y por su patria, al morir recibieran el mismo trato que los paganos ? Entre el pecado de éstos y el de aquéllos había gran diferencia. ¿Existía para los justos la probabilidad de recibir después de la muerte un trato de favor? ¿Tenían los justos la posibilidad de purgar su pecado aun después de la muerte? Así lo comprendió Judas, que mandó hacer una colecta y enviar lo recaudado a Jerusalén para que se ofrecieran en el templo sacrificios expiatorios para el pecado. Creía Judas en la supervivencia de las almas; en caso contrario habría sido superfluo y vano orar por los difuntos. Aún más, creía que los sacrificios de los vivos beneficiarían a los muertos. De este texto emanan gran número de verdades sobre los novísimos. No entramos en pormenores acerca del origen de estas creencias que Judas y el autor sagrado manifiestan. La verdad es que tenemos en su testimonio una prueba evidente de la doctrina según la cual las oraciones de los justos sirven de alivio a los que murieron piadosamente en el Señor, los cuales, por ciertas impurezas, no pueden entrar inmediatamente en posesión "de la magnífica recompensa que les está reservada" (12:45) "· Canonicidad
En contra de lo que pretenden ciertos autores modernos, no puede admitirse que la obra de Jasón estuviera inspirada. Lo es, en cambio, el resumen que de la misma hizo un autor anónimo. Quizá hiperbólicamente, asegura el autor que esta labor de resumir le ha costado "mucho trabajo, sudores y desvelos." Señal cierta de que Dios, al inspirarle, no le reveló nada nuevo ni le ahorró el trabajo que hubiera tenido cualquier otro humano al emprender una tarea semejante. Pero por la inspiración, aunque inconsciente de la misma, era el autor inspirado en todo su trabajo de redacción, no existiendo error alguno formal en todo lo que él afirmaba y en el modo y grado que lo hacía. Antes de hablar de errores históricos formales en el libro debe individualizarse por todos los medios la mente del autor sagrado, ver y definir qué es lo que afirma en cada caso. El autor sagrado sale fiador únicamente de aquello que quiere afirmar o negar. De ahí que conviene conocer el género literario del libro. Aparentemente es un libro histórico, y muchos hechos que allí se refieren son históricos según la mente del autor. Pero ya hemos dicho que al autor sagrado no le interesa la historia en sí, sino más bien desde el punto de vista religioso. No falsifica la historia; únicamente la pone al servicio de un ideal superior.
El libro es inspirado, y como a tal lo ha recibido la Iglesia en el canon de libros sagrados. De él tenemos una mención implícita en Hebr 11:35-36 y en Pastor Hermas (Vis. 1:3.4). Diversas veces aparece citado por los Santos Padres, como Clemente de Alejandría 14, San Hipólito de Roma 15, etc. En el concilio de Florencia (1442) fue incluido en el canon, proceder que confirmó el concilio Tridentino. Los protestantes han combatido su canonicidad, principalmente por contener doctrinas que no son de su agrado: purgatorio e intercesión de los santos.
Compilador y autor.
A título de introducción, el compilador ha transcrito en el pórtico de su obra unos documentos, o cartas, que no figuraban en la obra de Jasón, por juzgar que su contenido encajaba perfectamente en el volumen y confirmaba a las mil maravillas la tesis que se proponía probar. Este proceder demuestra que, cabe al papel preponderante de compilador de la voluminosa obra de Jasón, ha aportado algo original, proveniente de otras fuentes de información.
Numero de cartas.
No convienen los autores en determinar el número de cartas de la sección (1:1-2:18). Según una hipótesis de Penna, a la cual nos adherimos, dos cartas se distinguen en el texto: 1.a, 1:1-9:18, escrita el año 188 (124 a.C.); 2.a, 1:10-17, del año 148 (164 a.C.). Cualquiera que lea las dos cartas en este orden advertirá que se procede con lógica. Solamente en esta hipótesis se logran dos escritos orgánicos y bien definidos en sus fines.
1 Cornely, Introductio II-I, 456.
2 Sayce: "Revue des Etudes Grecques," 7 (1894) 297.
3 Modernamente se ha escrito "que una providencia especial divina vigilaba sobre la obra de Jasón para que tuviera todo lo que debía encontrar allí el autor del II de los Macabeos Lo más prudente es dejar abierta la cuestión de la inspiración de Jasón, aunque no fuese tan completa como la que concede Dios para toda obra destinada a la revelación pública" (J. Schil-Denberger, Inspiration und Irrtumslosigkeit des Hl, Schrift; "Fragen der Theologie heute" [Zurich-Colonia 1958] 111-112),
4 Últimamente se ha hecho una edición ecléctica del texto: Maccabaeorum líber II copas usus qaas reliquit Werner Kappler Edidit Robert Hanhart (Septuaginta, vol.io; Góttin-gen 1959).
5 H. Bévenot, The Armenian Text ofMaccabees: "Journal of Palestine Oriental Society," 14 (193) 268-283.
6 D. De Bruyne, Le texte grecque des deux premiers livres des Machabées: RB 31 (1922) 31-54; Ídem, Les anciennes traductions latines des Machabées: "Anécdota Maredsolana," vol.4 (Maredsous 1932) XV.
7 F. Jacoby, Die Fragmente der griechischen Historiker II (Berlín 1926) 161. Un florilegio de apariciones y milagros en los autores griegos y latinos paganos se encuentra en la obra de J. Obsequens Ab armo Urbis conditae CV prodigiorum líber (Leipzig 1910).
8 P. Bellet, El génre /iteran' del II llibre deis Macabas: "Miscellania Bíblica B. Ubach" (Montserrat 1953) 14.
9 La Bible de Jérusalem (París 1948) 16,
10 Véase Lefévre, Macchabées (livresde): DBS 605-606,
11 H. Junker, Die theplogische Chaosvorstellung in der biblischen Schópfungsgeschichte: "Mélanges A. Robert," 37
12 J. B. Frey, L'Angélologie juíve au temps de J.C.: "Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques," 20 (1911) 82-83; L· Hackspill, L'Angélologie julve á l'époque néotesta· mentaire: RB 11 (1902) 527-5SO.
13 Véase Ο'βκίεν, The Scriptural proof for the existence of Purgatory from II Mach. 12, 4355: “Sciences Ecclιsiastiques," 2 (1949) 80-108; W. Marchell, De resnrrectione et retn-butione secundum 2 Mach. et 4 Mach.: Β 34 (1956) 327-341.
14 Strom. 5:14:97.
15 Com. in Dan. ι,ζΡ,ί-,
Introducción (1:1-2:19).
Fraternidad Judía (1:1-9).
1 "A los hermanos judíos que moran en Egipto, salud. Los hermanos judíos de Jerusalén y de Judea, paz y felicidad. 2 Que Dios os bendiga, acordándose de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob, sus fieles siervos. 3 Que a todos os dé corazón dispuesto para venerarle y cumplir con todo ánimo y buena voluntad sus preceptos. 4 Que os abra el corazón para entender su Ley y sus preceptos, os conceda la paz, 5 oiga vuestras súplicas, se reconcilie con vosotros y no os abandone en el tiempo de la desgracia. 6 Esta es nuestra oración por vosotros. 7 Reinando Demetrio, el año ciento sesenta y nueve, nosotros, los judíos, os escribimos cuando nos hallábamos en la gran tribulación y angustia que nos sobrevino desde que Jasón y los suyos se marcharon de la tierra santa y del reino. 8 Pues incendiaron el pórtico del templo y derramaron mucha sangre inocente. Pero suplicamos al Señor, y le ofrecimos sacrificios y flor de harina, y encendimos las lámparas, y presentamos los panes. 9 Ahora vosotros celebrad la fiesta de los Tabernáculos en el mes de Casleu. Dada el año ciento ochenta y ocho."
Los judíos de Jerusalén se consideran hermanos de los de Egipto, a los que desean la paz (salom), conforme a la costumbre judía. Después de la toma de Jerusalén por Nabucodonosor (587 a.C.), muchos judíos emigraron a Egipto, estableciéndose principalmente en Alejandría. Unos papiros aramaicos han puesto al descubierto una colonia militar judía en la isla de Elefantina, a diez kilómetros al norte de la primera catarata del Nilo y a más de mil del Mediterráneo. Estos papiros han revelado que tenían los judíos allí residentes no solamente una sinagoga, sino un templo, en que se ofrecían sacrificios. Destruido el año 411 antes de Cristo, acudieron al sumo pontífice de Jerusalén para restaurarlo, creyendo ellos que era legítima su erección 1.
Hacia el año 170 antes de Cristo, el hijo de Onías III se refugió en Egipto y construyó en Leontópolis, a treinta kilómetros al nordeste de El Cairo, un templo, tomando por modelo el de Jerusalén. Los círculos sacerdotales de la capital teocrática veían con malos ojos aquel lugar de culto servido por un sacerdote de ascendencia levítica, por oponerse a la ley de la unidad de santuario (Deut 12:5-12). De ahí la correspondencia epistolar de los ambientes sacerdotales de Palestina con los judíos de Egipto a fin de convencerles de la necesidad de cesar con las actividades de culto fuera del templo de
Jerusalén.
La expresión en to nomo (en la Ley) se emplea, según Ruperto de Deutz 2, para expresar veladamente que los judíos de Egipto, que se jactaban de observar la Ley, no se ajustaban a las prescripciones de la misma tocante a la unidad del santuario. Su culpa es más grave en los momentos actuales, en que el templo de Jerusalén ha sido purificado de toda impureza. La desgracia visitó a los judíos de Egipto en tiempos de Tolomeo Evergetes II Fiscón (145-116); pero es posible que la persecución fuera un castigo de Dios por haber transgredido ellos la ley de la unidad del templo 3. Los judíos de Palestina han vivido también momentos muy difíciles. Esta situación anormal fue creada, más que por los reyes de Siria, por la conducta de Jasón, hermano de Onías, que se pasó al partido de Antíoco y compró la dignidad de sumo sacerdote (4:7-13).
Como colofón, se invita a los judíos de Egipto a asociarse a sus hermanos de Palestina en la fiesta de acción de gracias para celebrar la terminación de los males que les aquejaban. Llámase esta fiesta de los Tabernáculos o de las Encenias, del mes de Casleu. No habla de esta fiesta nuestro texto, sino de la que instituyó Judas Macabeo (1 Mac 4:59), y que, por celebrarse a la manera de la antigua solemnidad de los Tabernáculos, recibía también el nombre de fiesta de las Encenias, del mes de Casleu. La carta lleva la fecha del 188, o sea 124 antes de Cristo. Es muy probable que esta indicación cronológica fue desplazada a este lugar con el fin de poner de relieve la fiesta del mes de Casleu. La carta se interrumpe por la inserción de una segunda que da noticia de la muerte de Antíoco.
Rumores acerca de la muerte de Antíoco (1:10-17).
10 "Los moradores de Jerusalén y de Judea, el senado y Judas, a Aristóbulo, maestro del rey Tolomeo, del linaje de los sacerdotes ungidos, y a los otros judíos de Egipto, salud y prosperidad. 11 Librados por Dios de grandes peligros, le damos muchas gracias, estando prontos a luchar de nuevo contra el rey. 12 Pero Dios mismo ha aniquilado a los que combatían contra la ciudad santa. 13 Pues cuando ese caudillo, con el ejército que le acompañaba, que parecía irresistible, llegó a Persia, fueron heridos en el templo de Nanea, gracias al engaño de los sacerdotes de ésta. 14 Antíoco, acompañado de sus amigos, vino al lugar como para desposarse con ella y tomar, en virtud de tal desposorio y a título de dote, sus tesoros. 15 Los sacerdotes de Nanea le habían hecho esta propuesta, y él, con escasa gente, entró en el recinto del templo. Cerraron aquéllos las puertas 16 una vez que Antíoco había entrado, y, abriendo luego una abertura disimulada en el techo, a pedradas aplastaron al caudillo, y a los acompañantes los descuartizaron, les cortaron sus cabezas y las tiraron fuera. 17 Por esto bendito sea Dios, que así ha castigado a los impíos.
Envían la carta el pueblo judío, el senado o gerousia (4:44; 11:27; 1 Mac 12:6) y Judas Macabeo. Entre los destinatarios se hace especial mención de Aristóbulo, preceptor del rey Tolomeo Filometor (181-145). Era Aristóbulo un filósofo peripatético que escribió y dedicó al rey un comentario alegórico al Pentateuco, en el cual intentó probar que la Ley mosaica, rectamente entendida, encerraba todo cuanto han podido enseñar los filósofos griegos4. La noticia que les comunican es extraordinaria: la muerte del más acérrimo enemigo del judaísmo. Su muerte acaeció en Persia, dentro del templo dedicado a la diosa Nanea, en donde había entrado por indicación de los sacerdotes del santuario.
El relato de su muerte difiere de los otros dos textos en que se relata el mismo hecho (9:1-29; 1 Mac 6:1-14). Los remitentes de la carta se hacen eco de los rumores que les han llegado sobre la muerte de Antíoco, rumores que el autor del libro recoge a su vez sin responder de su objetividad real. La fantasía popular atribuyó a la muerte de Antíoco circunstancias que son propias de la de su padre Antíoco III al intentar el asalto del templo de Bel en Elimaida. Ninguna importancia concedía el autor sagrado a la leyenda contenida en el texto de la carta. Todo su interés estriba en relacionar la muerte de Antíoco con la purificación del templo de jerusalén. En cuanto a los detalles de la narración, los refiere tal como los encontró en el mencionado documento. Habiendo indicado la fuente de sus informaciones, no era necesario que asumiera la responsabilidad de su contenido.
El santuario estaba dedicado a Nanea, la antigua Nana babilónica, diosa de la naturaleza y de la fecundidad, que los griegos identifican con Artemis de Efeso. Los sacerdotes del templo propusieron a Antíoco su matrimonio con la diosa, con lo que recibiría, a título de dote, los tesoros depositados en el templo. Granio Liciniano cuenta un hecho análogo del mismo Antíoco; Séneca5 habla de un posible matrimonio entre Antonio y Minerva. El asesinato salvaje de Antíoco era el que mejor convenía a un impío de su talla. Por esto, "bendito sea Dios, que así ha castigado a los impíos."
El fuego sagrado (1:18-36).
"18 Estando, pues, para hacer la purificación del templo en el mes de Casleu, hemos creído deber nuestro manifestároslo para que también vosotros celebréis la fiesta de los Tabernáculos y del fuego que se encendió cuando Nehemías, después de edificar el templo y el altar, ofreció sacrificios. 19 Pues, al ser nuestros padres llevados a Persia, los sacerdotes piadosos que había entonces, ocultamente tomaron el fuego del altar y lo escondieron en un hueco, a manera de pozo seco, en el cual lo depositaron, tan en seguro, que el sitio quedó de todos ignorado. 20 Transcurridos muchos años, cuando a Dios plugo, Nehemías, que había sido enviado por el rey de Persia, mandó a los nietos de los sacerdotes que lo habían ocultado a buscar el fuego, y, según ellos contaron, no hallaron fuego, sino un agua espesa, 21 de la cual les mandó que sacasen. Cuando las víctimas estaban dispuestas en el altar, ordenó Nehemías a los sacerdotes que con el agua rociasen la leña y lo que encima de ella había. 22 Cumplido esto y pasado un poco de tiempo, salió el sol, que antes estaba nublado, y se encendió un gran fuego, quedando todos maravillados. 23 Y mientras oraban los sacerdotes y todos los presentes, empezando Jonatán y respondiendo los restantes, 24 hasta Nehemías, se consumía el sacrificio. La oración era ésta: Señor, Señor Dios, creador de todas las cosas, temible, fuerte, justo, misericordioso y rey único bondadoso, 25 único liberal, único justo, omnipotente y eterno, que libras a Israel de todo mal, que elegiste a nuestros padres y los santificaste, 26 acepta este sacrificio por todo tu pueblo de Israel, protege tu heredad y santifícala. 27 Congrega a nuestros dispersos, vuelve la libertad a los que viven en servidumbre entre las naciones, pon los ojos en estos despreciados y abominados, conozcan las naciones que tú eres nuestro Dios. 28 Aflige a los que nos oprimen y con insolencia nos ultrajan. 29 Trasplanta tu pueblo a tu lugar santo, según dijo Moisés. 30 Los sacerdotes, entre tanto, cantaban himnos. 31 Cuando el sacrificio se hubo consumado, mandó Nehemías derramar el agua restante sobre grandes piedras; 32 y en cuanto lo hicieron, de la luz del altar se encendió una llama que la consumió. 33 Cuando esto se hizo notorio y contaron al rey de Persia que en el lugar donde los sacerdotes llevados cautivos habían ocultado el fuego apareció agua, con lo cual los que acompañaban a Nehemías habían encendido el sacrificio, 34 después de hechas averiguaciones, hizo cercar el sitio y lo declaró sagrado. 35 Aquel día fue día de felicitaciones, en que el rey repartió y recibió ricos presentes. 36 Los de Nehemías llamaron a aquel sitio Nafta, que quiere decir purificación; pero muchos le llaman Neftai.
De la historia del fuego sagrado no disponemos de otras fuentes de información, por lo que tampoco podemos juzgar de su veracidad. Knabenbauer y Gillet dudan de la historicidad de la fiesta del fuego de Nehemías. Se refiere en la carta una tradición popular que aclara lo del Lev 6:5 (12) acerca del fuego perpetuo en el altar de los holocaustos. Este carácter popular de la narración se confirma por el hecho de que no se habla del fuego en la misma fiesta de la purificación (1 Mac 4:54-59) ni se alude a él en 2:16. Si añadimos que el texto griego es defectuoso, puede inferirse que toda esta historia del fuego es sospechosa; aún más, atendiendo a la misma narración, "non immerito in dubium voćari potest" (Knabenbauer). Otros consideran el relato como un midrash. Sea lo que fuere, no por ello queda menoscabada la inerrancia bíblica. El autor reproduce el texto de una carta de la que no tenemos indicio alguno de que fuera inspirada. El compilador la transcribe por juzgar que es muy apta para recomendar la fiesta de la purificación, no porque crea en la historicidad de los detalles que en ella se refieren. Este documento es, pues, inspirado por razón consignationis, non ratione materiae.
Lo que se dice acerca de la labor de Nehemías corresponde a la exaltación de su personalidad por parte del pueblo, atribuyéndole obras y proyectos que no le pertenecen. Se habla en el v.23 de un hombre llamado Jonatán, que difícilmente puede identificarse con algún determinado homónimo del libro de Nehemías (12:14-18; Esdra 8:6; 10:15). La oración de que hablan los v.24-29 es el único ejemplo conocido de una plegaria sacrificial.
Al derramar el agua espesa sobrante sobre grandes piedras, se encendió una llama de la luz del altar, que la consumió. El rey de Persia, cuyo nombre no se menciona, fue testigo de tan gran prodigio, por lo que hizo cercar el sitio y declaró sagrado el lugar. El líquido misterioso es llamado neftar, que algunos relacionan con el verbo hebraico kafar, purificar. Según Abel, el término neftar es una contracción de una palabra compuesta de nephtaatar; nephta, que significa nafta, y atar, fuego. Nehemías encontró en este juego de palabras un vocablo apropiado para designar el líquido espeso, o nafta, del cual salió el fuego. Es evidente que el texto habla de la nafta, de un aceite proveniente de Persia 6.
Este relato, escribe Vigouroux, modelo característico de la hagada judía, contiene mucha fantasía y datos peregrinos. Nadie se extrañará de ello si tiene en cuenta que las informaciones proceden de una fuente apócrifa en que el papel de Nehemías es diferente del que le atribuyen los libros canónicos. El autor sagrado copia simplemente documentos; comprueba su existencia, sin garantizar la exactitud de las opiniones que allí se expresan 7.
Jeremías esconde el arca (2:1-8).
"1 Se halla en antiguos documentos que el profeta Jeremías, al mandar a los deportados tornar del fuego antes referido, les entregó un ejemplar de la Ley 2 y les recomendó que no diesen al olvido los preceptos del Señor ni se pervirtiesen a la vista de los ídolos de oro y de plata y sus adornos. 3 Muchas cosas como éstas les dijo, exhortándolos a no apartarse jamás del amor de la Ley. 4 También en el documento estaba escrito que el profeta, por revelación divina, mandó que le siguiesen el tabernáculo y el arca al encaminarse al monte donde había subido Moisés para ver desde allí la heredad de Dios. 5 Llegado a él, Jeremías halló una gruta a modo de estancia, en la cual introdujo el tabernáculo, el arca y el altar de los perfumes, tapando en seguida la entrada. 6 Algunos de los que le acompañaban vinieron luego para poner señales por el camino, a fin de poder hallarlo después. 7 Mas así que Jeremías lo supo, los reprendió, diciéndoles: "Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a congregar a su pueblo y tenga de él misericordia. 8 Entonces dará a conocer el paradero de estas cosas, aparecerá su gloria, y asimismo la nube, como se manifestó al tiempo de Moisés y cuando Salomón pidió que el templo fuese gloriosamente santificado."
Los autores de la carta refieren algunas noticias que hallaron en antiguos documentos, de cuya naturaleza sólo se puede afirmar que no formaban parte de los libros canónicos. Peregrina es la noticia sobre el arca de la alianza, emplazada en la parte más santa del santuario (1 Re 6:19). ¿Qué suerte corrieron estos objetos sagrados en la destrucción del templo por Nabucodonosor? Ninguna noticia se ha conservado sobre ello en los libros canónicos, para los cuales ninguna importancia tendría el arca en los días de la restauración mesiánica. Según el documento apócrifo citado en la carta, Jeremías la escondió en una gruta del monte Nebo (Djebel Neba, al nordeste del mar Muerto), borrando cuidadosamente todo indicio que pudiera traicionar el secreto. Tanto el arca como el tabernáculo y el altar de los perfumes no aparecerán hasta que vuelva Dios a congregar al pueblo de Israel en los últimos tiempos.
Recuerdos de Salomón (2:9-12).
"9 También allí se cuenta cómo el rey sabio ofreció el sacrificio de la dedicación y terminación del templo; 10 y que así como, cuando Moisés oró al Señor, descendió fuego del cielo, que consumió el sacrificio, así también, orando Salomón, descendió fuego y consumió el holocausto. 11 Υ dijo Moisés: "Por no haber sido comido el sacrificio por el pecado, fue consumido por el fuego." 12 También Salomón celebró la fiesta por ocho días.
El prodigio del fuego se realizó también en tiempos de Moisés (Lev 9:22-24), repitiéndose al ofrecer Salomón el sacrificio de la dedicación del templo (1 Re 8:62; 2 Crón 7:1). Las palabras que se atribuyen a Moisés no se hallan en ningún texto canónico, pero parece que se refieren al incidente narrado en Lev 10:16-20. Pero no dice el texto mencionado que el fuego comiera al macho cabrío. Siete días duraron las fiestas de la dedicación del templo por Salomón (1 Re 8:65; 2 Crón 7:8-10). El día octavo, también festivo, celebróse la gran asamblea (Lev 23:36-39).
La biblioteca de Nehemías y Judas (2:13-15).
"13 Esto mismo se refiere en los escritos y memorias de Nehemías; y se dice, además, que había reunido una biblioteca y puesto en ella los libros de los reyes, los de los profetas y los de David y las cartas de los reyes sobre las ofrendas. 14Así también Judas reunió todos los libros dispersos por la guerra que hubimos de sufrir, que ahora se hallan en nuestro poder. 15 Si, pues, tuviereis de ellos necesidad, mandadnos quienes os los lleven.
El libro de las memorias de Nehemías nos es desconocido. Acaso sea el que sirvió de base para la composición del libro canónico que lleva su nombre. Nehemías, en época de restauración nacional completa, se preocupa de recoger los libros sagrados. Es el primer testimonio sobre la formación del canon de libros sagrados del Antiguo Testamento. El verbo griego episynagein da a entender que existía una colección anterior autorizadísima, a la cual se añadieron otros. A este supuesto se llega atendiendo al significado del verbo: "reunir añadiendo una cosa a una cantidad determinada." Existía en tiempos de Nehemías la primera colección formada por los cinco libros del Pentateuco. A ésta se añadieron los libros de los reyes, que para los LXX son los dos de Samuel y los de los Reyes. En el canon judío, los libros de los reyes y de los profetas forman la segunda colección. De la tercera se mencionan "los de David," con los que se alude a los salmos, que se coleccionaban bajo el nombre de este monarca, por considerarse el salmista por excelencia. Las cartas de los reyes sobre las ofrendas designan la colección de epístolas emanadas de la corte persiana, en las que se autorizaba a los judíos la restauración del templo. Estos libros ocupaban un lugar de honor y eran considerados como sagrados (8:23; 1 Mac 12:9). Contra ellos se ensañó el impío Antíoco Epifanes (1 Mac 1:56). Los judíos de Palestina están dispuestos a enviar a los de Egipto los libros sagrados de que tuvieran ellos necesidad, frase que puede interpretarse en el sentido de que en Palestina se reconocía la canonicidad de algún que otro libro de la tercera colección, de que no tenían todavía conocimiento los de Egipto.
Invitación final (2:16-19).
"16 Estando nosotros para celebrar la fiesta de la purificación, os escribimos estas letras: Haréis muy bien en solemnizar estos días. 17 Dios, que ha librado a su pueblo, nos ha devuelto a todos la heredad, el reino, el sacerdocio y el santuario, 18 como lo prometió en la Ley. Esperamos, pues, de Dios que pronto tendrá misericordia de nosotros y nos congregará en el lugar santo de entre todas las naciones que existen bajo el cielo, 19 pues nos ha librado ya de grandes calamidades y ha purificado el santuario."
Vuelve la carta a recomendar a los judíos de Egipto la celebración de la dedicación del templo. La situación político-religiosa reflejada en la conclusión de esta carta parece bastante optimista. La carta termina de manera abrupta. Es posible que la fecha que aparece en 1:9 se hallara originariamente al fin de la misma.
1 A. H. Sayce-A. E. Cowley, Aramaic papyri discovered at Assuan (Londres 1906); A. E. Cowley, Aramaic Papyri of fith Century B. C (Oxford 1923); E. Meyer, Der Papy-rusfund von Elephantine (Leipzig 1912); A. Vincent, La religión des Judéo-Araméens d'Ele-phantine (París 1937).
2 De victoria Verbi Dei 2:4:21: PL 169:1425-1438.
3 A.Sranqe, Le judaisme avant Jesus-Christ 520-557,.
4 Clem. De Alejandría, S trom. 1:22:150; 5:14:17; Eusebio, Praeparatio Evang. 7.14; 8:10; 13:12.
5 Orqtio suasorio. 1:6.
6 En Herkenne (Die Briefe zu Beginn des zweiten Makkabaerbuches: "Biblische Studien," 8:4, Friburgo i. Br. 1904) se encuentran expuestas las tentativas para resolver una cuestión que hasta el presente yace en el misterio.
7 Nephtar: "Dictionnaire de la Bible," 4:1597-1598.
Prefacio del autor.
La obra de Jasan (2:20-26).
20 La historia de Judas el Macabeo y de sus hermanos, la purificación del gran templo y la dedicación del altar, 21 las guerras de Antíoco Epifanes y de su hijo Eupator, 22 las apariciones celestes a los que gloriosamente combatían por el judaismo, para que, aun siendo pocos, recobrasen toda la tierra y pusieran en fuga muchedumbres de bárbaros, 23 y recuperasen el templo famoso en toda la tierra, y librasen la ciudad, y restableciesen las leyes que estaban a punto de quedar abolidas, siéndoles el Señor propicio con toda bondad, 24 fue narrada por Jasón de Cirene en cinco libros, que nosotros nos proponemos compendiar en un solo volumen. 25 Porque, considerando el número excesivo de los libros y la dificultad que hallan, por la muchedumbre de las cosas, los que quieren aplicarse a conocer las historias, 26 hemos pensado proporcionar solaz del alma a los aficionados a leer y dar a los estudiosos facilidad para aprender las cosas de memoria; en una palabra, alguna utilidad a todos aquellos que tomen este libro en sus manos.
Escribió Jasón la historia de las luchas de Judas Macabeo contra los reyes Antíoco Epifanes, Antíoco Eupator y Demetrio I Soter.
De la personalidad del autor nada se sabe; algunos i lo identifican con el legado mandado a Roma por Judas Macabeo (1 Mac 8:17) Lleva el sobrenombre de Girene, por ser acaso originario de esta localidad africana. Del anonimato le ha sacado el autor de nuestro libro. El autor sagrado trata de compendiar en un solo volumen lo que Jasón dijo en cinco. Con ello se propone tres fines: 1) proporcionar solaz al alma; 2) ayudar la memoria del lector; 3) ser útil a todos. La historia de Jasón era muy densa, larga y, al parecer, farragosa.
La obra del autor sagrado (2:27-30).
27 Mas para nosotros esta obra que hemos emprendido no ha sido cosa fácil, sino de mucho trabajo, sudores y desvelos. 28 Como el que prepara un festín, buscando complacer a otros, se echa encima una pesada carga, así nosotros, para merecer la gratitud de muchos, hemos tomado con gusto este trabajo. 29 Dejando al historiador el oficio de narrar detalladamente las cosas, nos hemos esforzado por seguir las normas de la condensación. 30 Pues así como el arquitecto que se propone levantar una casa nueva ha de pensar en el conjunto de la construcción, mientras que el decorador y pintor sólo tienen que cuidarse de lo que toca a la ornamentación, así creo yo que nos sucede a nosotros.
Por amor a los lectores se ha impuesto el autor un trabajo de síntesis, que le ha costado sudores y desvelos. Su labor puede compararse a la del que prepara un festín para satisfacer a los otros, mientras él se echa encima una pesada carga. El autor y el epitomador tienen cada uno su trabajo peculiar. A Jasón corresponde la tarea de examinar los hechos con acribía (diakriboun); al que compendia toca cumplir también con su cometido. Para ilustrar su pensamiento emplea una comparación sacada del arquitecto y del decorador. La explicación no es inútil, ya que manifiesta claramente que las características de la obra, su estructura, su composición literaria, lo que se juzga que se requiere para que uno pueda llamarse autor de un libro, pertenece a Jasón. Parece que el autor del libro deja a Jasón la responsabilidad de los detalles, mientras reclama para sí la gloria de haber interpretado fielmente su pensamiento y de haber condensado su obra voluminosa en un solo tomo. El autor sagrado aprueba las líneas generales de Jasón, pero no puede responder de los detalles. El no es historiador, y, por lo mismo, no se arroga "el oficio de narrar detalladamente las cosas."
El autor y el compilador (2:31-33).
31 Investigar la materia histórica, examinarla en todos sus aspectos y detalles, eso compete al narrador de la historia; 32 pero procurar el compendio de la narración, sin llegar a agotar e asunto, toca al compilador, 33 y con esto comenzamos nuestra narración, después de habernos extendido tanto en el prefacio. Sería una simpleza mostrarse difusos antes de entrar en materia, para luego ser breves en ésta.
En el texto original aparece clara la idea del hombre que entra en una propiedad de otro (embateuein), por la que se pasea a su gusto examinando todo hasta el último detalle, llegando al límite de la indiscreción. Esto es lo que hace el que escribe o narra una historia. Al compilador compete, en cambio, resumir la narración de manera que reproduzca en pocas palabras el pensamiento del autor. Con una expresión humorística pone término a su prólogo para no incurrir en el anacronismo de extenderse antes de entrar en materia, para ser breve luego en ésta.
1. Diversos Hechos Hasta la Purificación del Templo. (c.3:1-10:8).
Duelo entre Ornas y Simón (3:1-6).
1 Hallándose la ciudad en completa paz, observándose exactamente las leyes, por la piedad del sumo sacerdote Onías y su odio a toda maldad, 2 sucedía que hasta los mismos reyes honraban el santuario y lo enriquecían con magníficos dones. 3 Y así, Seleuco, rey de Asía, concedió de sus propias rentas todas las expensas necesarias para el servicio de los sacrificios. 4 Pero un cierto Simón, de la tribu de Benjamín, constituido inspector del templo, se enemistó con el sumo sacerdote con motivo de la fiscalización del mercado de la ciudad. 5 No pudiendo vencer la resistencia de Onías, se fue a Apolonio, de Tarso, que por aquel tiempo era general de la Celesiria y la Fenicia, 6 y le hizo saber cómo el tesoro de Jerusalén estaba lleno de riquezas indecibles, y que la cantidad de oro que allí había era incalculable y no se destinaba al sostenimiento de los sacrificios, pudiendo el rey apoderarse de ello.
De Onías III hace un gran elogio el autor de Eci 5:1. Fue sobrino de Onías II, contemporáneo de Tolomeo IV Filopator y Antíoco IV Epifanes. Yahvista hasta los tuétanos (15:12), se opuso a las tentativas de saqueo del templo por parte de Heliodoro, ministro de Hacienda de Seleuco IV. Su piedad y odio al pecado le hicieron acreedor a la veneración de todos. Los mismos reyes, Tolomeo II Filadelfo, Tolomeo III Evergetes y el mismo Antíoco III el Grande, honraban el santuario. Cuando este último anexionó la Judea a su reino, después de la batalla de Panión (199 a.C.), quiso superar la magnificencia de los Tolomeos con el intento velado de ganar para la causa seléucida a los sacerdotes de Jerusalén.
La política de captación había calado hondo en los círculos sacerdótales de Jerusalén. Cierto Simón, de la tribu de Benjamín (Bilga, leen De Bruyne Y Abel), encargado de la administración (prostasía) del templo e inspector del mercado público (agoraríamos), entró en conflicto con Onías, sin que podamos saber las causas. Despechado al no poder vencer la resistencia de éste, marchó al encuentro de Apolonio, general (strategós) de la Celesiria y de Fenicia, denunciando las enormes riquezas guardadas en el templo, de las que el rey podía apoderarse, porque "no se destinaban al sostenimiento de los sacrificios." Los particulares depositaban en el templo sus ahorros (Neh 13:5). Decisivo era el paso dado por Simón en la historia de las relaciones entre el judaísmo y el helenismo. En momentos en que la economía real vivía momentos cruciales eran sumamente peligrosas semejantes denuncias hechas por un judío con personalidad religiosa relevante.
Diálogo entre Onías y Heliodoro (3:7-14).
7 Apolonio se fue luego a ver al rey y le dio cuenta de los tesoros referidos. Este eligió a Heliodoro, su ministro de Hacienda, a quien envió con órdenes de apoderarse de las riquezas. 8 En seguida se puso en viaje Heliodoro, con el pretexto de visitar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para ejecutar el propósito del rey. 9 Llegado a Jerusalén, fue recibido cordialmente por la ciudad y el sumo sacerdote, a quien dio luego cuenta de lo que le había sido comunicado y del motivo de su venida, preguntando si lo que se les había dicho se ajustaba a la realidad. 10 El sumo sacerdote le hizo ver que se trataba de depósitos de viudas y huérfanos 11 y de una cantidad que pertenecía a Hircano, hijo de Tobías, hombre de muy noble condición, contra lo que calumniosamente había denunciado el impío Simón; y que, en fin, la suma de todo el dinero era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro,12 siendo del todo imposible cometer tal injusticia contra los que habían confiado en la santidad del lugar y en la majestad del templo, honrado en toda la tierra. 13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, contestó que aquellos tesoros habían de ser necesariamente entregados al tesoro real. 14 Señalado día, se preparó a entrar, dispuesto a apoderarse de tales riquezas, lo que produjo no pequeña conmoción en toda la ciudad.
Dio orden el rey de apoderarse de unas riquezas que tanto beneficiarían a la economía seléucida. Nada menos que el primer ministro, Heliodoro, recibió el encargo de ejecutar los propósitos del rey. Había en el templo una respetable suma perteneciente a la noble familia de los Tobiadas. Vivía Hircano (184-175) en la fortaleza de Araq-el-Emir, y era descendiente del famoso Tobías Amonita, contemporáneo de Nehemías (Neh 2:19; 6:6; 13:4). Partidario de los Lagidas, tuvo que abandonar Jerusalén al apoderarse de ella los seléucidas 2. La declaración de Onías acerca de los tesoros de Hircano depositados en el templo debió despertar aún más los deseos de Heliodoro de apoderarse de un dinero propiedad de un enemigo de los seléucidas. Según Onías, la cantidad de dinero depositado en el templo subía a la respetable suma equivalente a 2.390.000 dólares.
Un pueblo en oración (3:15-22).
15 Los sacerdotes, vestidos de sus túnicas sagradas, se arrojaron ante el altar; clamaban al cielo, invocando al que había dado ley sobre los depósitos de que les fueran guardados intactos a quienes los depositaron. 16 Nadie podía mirar el rostro del sumo sacerdote sin quedar traspasado, porque su aspecto y su color demudado mostraban la angustia de su alma. 17 El temor que se reflejaba en aquel varón y el temblor de su cuerpo revelaban a quien le miraba la honda pena de su corazón. 18 Los ciudadanos salían en tropel de sus casas para acudir a la pública rogativa en favor del lugar santo, que estaba a punto de ser profanado. 19 Las mujeres, ceñidos los pechos de saco, llenaban las calles; y las doncellas, recogidas, concurrían unas a las puertas del templo, otras sobre los muros, algunas miraban furtivamente por las ventanas, 20 y todos, tendidas las manos al cielo, oraban. 21 Era para mover a compasión ver la confusa muchedumbre postrada en tierra y la ansiedad del sumo sacerdote, lleno de angustia. 22 Todos invocaban al Dios omnipotente, pidiendo que los depósitos fuesen, con plena seguridad, conservados intactos a los depositantes.
Ningún poder humano era capaz de torcer la voluntad de Heliodoro; sólo Dios podía estorbar sus planes. Sacerdotes y pueblo se entregaban a ruidosas y espectaculares manifestaciones de duelo. Invocan al Dios "que había dado la ley sobre los depósitos" (Ex 22:7) para que velara por la incolumidad de los mismos.
Heliodoro fuera de combate (3:23-30).
23 Heliodoro, por su parte, dispuesto a consumar su propósito, estaba ya acompañado de su escolta junto al gazofilacio, 24 cuando el Señor de los espíritus y Rey de absoluto poder hizo de él gran muestra a cuantos se habían atrevido a entrar en el templo. Heridos a la vista del poder de Dios, quedaron impotentes y atemorizados. 25 Se les apareció un jinete terrible. Montaba un caballo adornado de riquísimo caparazón, que, acometiendo impetuosamente a Heliodoro, le acoceó con las patas traseras. El que le montaba iba armado de armadura de oro. 26 Aparecieron también dos jóvenes fuertes, llenos de majestad, magníficamente vestidos, los cuales, colocándose uno a cada lado de Heliodoro, le azotaban sin cesar, descargando sobre él fuertes golpes. 27 Al instante, Heliodoro, caído en el suelo y envuelto en tenebrosa oscuridad, fue recogido y puesto en una litera. 28 Y el que hacía poco, con mucho acompañamiento y con segura escolta, entraba en el gazofilacio, era ahora llevado, incapaz de auxiliarse a sí mismo, habiendo experimentado manifiestamente el poder de Dios; 29 y por la divina virtud yacía mudo, privado de toda esperanza de salud. 30 Los judíos, por su parte, bendecían al Señor, que había defendido el honor de su casa. Y el templo, poco antes lleno de terror y de turbación, ahora rebosaba de alegría y regocijo gracias a la intervención del Señor omnipotente.
No fue sordo Dios al clamor de su pueblo. Por su parte, Heliodoro pasó a realizar su cometido. Entró en el templo, y, cuando sus manos sacrilegas se disponían a saquearlo, el "Señor de los espíritus"— título que el libro de Henoc emplea repetidamente — demostró que era "Rey de absoluto poder" al enviar contra Heliodoro y su séquito un jinete que le derribó al suelo, donde fue acoceado por las patas traseras del caballo. El esplendor y agilidad de los ángeles vengadores contrasta con la figura ridicula de un ministro seléucida inválido, ciego, acardenalado y mudo por el alboroto.
Onías le salva la vida (3:31-34).
31 Pronto acudieron algunos de los de Heliodoro, suplicando a Onías que invocase al Altísimo para que hiciese gracia de la vida al que se hallaba en el último extremo. 32 Y temiendo el sumo sacerdote que el rey llegara a imaginarse que los judíos habían cometido algún crimen contra Heliodoro, ofreció un sacrificio por la salud de éste. 33 Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de propiciación, los mismos jóvenes se aparecieron de nuevo a Heliodoro, con las mismas vestiduras de antes, y, acercándose a él, le dijeron: "Da muchas gracias a Onías, el sumo sacerdote, pues a él le debes que el Señor te haya dejado la vida. 34 Tú, pues, castigado por Dios, confiesa ante todos su poder." Dicho esto, desaparecieron.
Más que magullamiento general, los jóvenes y las patas traseras del caballo del brioso jinete causaron a Heliodoro heridas precursoras de su muerte. La situación era comprometida en caso de que Heliodoro perdiera allí la vida, porque el rey seléucida culparía a los judíos de asesinato de su ministro. El sumo sacerdote ofreció un sacrificio por la salud de Heliodoro, que se encontraba en los últimos momentos. Todo el libro segundo de los Macabeos está sembrado de hechos milagrosos. Otras de sus peculiaridades es la confesión del poder, magnificencia y dominio supremo de Dios por parte de los gentiles.
Heliodoro regresa a Antioquía (3:35-40).
35 Heliodoro, después de ofrecer un sacrificio al Señor y de hacer grandes votos a quien le había concedido la vida, se despidió amigablemente de Onías y se volvió con sus tropas al rey, 36 dando público testimonio de las obras del Dios altísimo, que con sus ojos había visto, 37 Interrogado por el rey sobre quién sería más apto para enviarlo a Jerusalén, dijo: 38 "Si tienes a algún enemigo o alguien que conspire contra tu reino, mándalo allá, que bien castigado vendrá, si es que salva la vida, porque sin duda que hay en aquel lugar una fuerza divina. 39 El mismo que en los cielos habita tiene sus ojos puestos sobre aquel lugar para defenderlo y hiere de muerte a los que a él se llegan con malos propósitos." 40 Tal fue el episodio de Heliodoro y de la preservación del gazofilacio.
El que vino a Jerusalén como enemigo de Dios vuelve a sus tierras pregonando sus maravillas y poder. No debió el monarca quedar convencido del testimonio de su ministro, al que llamó para que le señalara cuál, a su juicio, sería el más indicado para renovar el intento. A lo que contestó Heliodoro con buena dosis de ironía: Al que el rey quiera castigar, que bien apaleado regresará, si es que salva la vida 3.
Rivalidad entre Onías y Simón (4:1-6).
1 El ya mencionado Simón, el delator del tesoro y de la patria, hablaba mal de Onías, afirmando ser él quien había maltratado a Heliodoro y el autor de todo el mal. 2 Al bienhechor de la ciudad, al defensor de sus ciudadanos, al celador de la Ley, se atrevía a llamarle traidor al reino. 3 Tan adelante fue esta enemistad, que hasta llegaron a cometerse homicidios por parte de algunos parciales de Simón; 4 tanto, que Onías, considerando lo peligroso de estas rivalidades y que Apolonio, hijo de Menesteo, general de la Celesiria y la Fenicia, favorecía la maldad de Simón, se fue a ver al rey, 5 no como acusador de sus conciudadanos, sino mirando al interés común, y en particular al de toda la nación, 6 pues veía que sin la intervención del rey era imposible lograr la paz en el gobierno y que Simón no cesaría en su locura.
Fundados eran los temores de Onías de que en Antioquía se le acusara de haber intentado asesinar a Heliodoro (3:32). El calumniador no fue el interesado, sino el malvado Simón. Capitaneaba éste el grupo de los helenizantes, haciéndose cada día más tirante la enemistad entre conservadores e innovadores. Por otra parte, sabía Onías que el general de Celesiria y de Fenicia, Apolonio de Tarso (4:4-23), hijo de Menesteo, apoyaba al partido helenizante. La tensión iba en aumento, sin que en el horizonte se vislumbrara un destello de esperanza para la causa del judaismo ortodoxo. Una decisión suprema se le ocurrió a Onías: entrevistarse con el rey y exponerle la situación. Se engañaba, porque al monarca interesaban agitadores que conmovieran la roca del judaismo tradicional, haciéndola más flexible a las ideas helenistas.
Jasón, sumo sacerdote (4:7-17).
7 Muerto Seleuco y apoderado del reino Antíoco, por sobrenombre Epifanes, Jasón, hermano de Onías, comenzó a ambicionar el sumo sacerdocio; 8 y en una audiencia prometió al rey trescientos sesenta talentos de plata, ochenta talentos más de otras rentas, 9 y sobre éstos, ciento cincuenta más, si se le autorizaba para instalar un gimnasio y una mancebía y se concedía a los de Jerusalén la ciudadanía antioquena. 10 Accedió el rey; y Jasón, obtenido el poder, luego se dio a introducir las costumbres griegas entre sus conciudadanos, 11 Abolió los privilegios otorgados a los judíos por el favor de los reyes, gracias a las gestiones de Juan, padre de Eupolemo, el que desempeñó la embajada para obtener la amistad y alianza de los romanos; contra los derechos ciudadanos introducía costumbres impías. 12 y hasta bajo la misma acrópolis se atrevió a erigir el gimnasio, obligando a educar allí a los jóvenes más nobles y a llevar el petaso. 13 Así cundió en alto grado el helenismo y progresó la introducción de costumbres extranjeras por la desalmada actitud del impío, más que sumo sacerdote, Jasón. 14 Los sacerdotes ya no se preocupaban del servicio del altar; antes mostrando poca estima del templo y descuidando los sacrificios, se apresuraban a tomar parte en los prohibidos ejercicios de la palestra en cuanto eran invitados a lanzar el disco. 15 Desdeñando los honores patrios, estimaban en mucho las distinciones griegas. 16 Por lo cual vino sobre ellos la gran calamidad de que aquellos mismos a quienes envidiaban y a quienes en todo querían imitar se volviesen luego contra ellos y fuesen sus enemigos y opresores. 17 No es cosa de poco ni que se hace impunemente violar las leyes divinas, como lo mostrará el tiempo venidero.
A Onías ganó la partida su hermano Jasón (forma helenizada de Josúa, Jesús), que litigaba delante del nuevo monarca con argumentos más contundentes y prácticos que los esgrimidos por él. Los reyes seléucidas ambicionaban el dinero y se vendían fácilmente al mejor postor. Pagaba Palestina al monarca sirio trescientos talentos, cantidad que Jasón prometió elevar a trescientos sesenta. Lo que pedía era muy del agrado del rey: instalar un gimnasio en Jerusalén para el perfeccionamiento de los atletas, una mancebía (1 Mac 1:14) para jóvenes de diociocho a veinte años y la ciudadanía antioquena para los de Jerusalén. Los ejercicios gimnásticos se realizaban ordinariamente por jóvenes completamente desnudos. La juventud judía helenizante sentía gran complejo ante las señales externas de la circuncisión, que trataron de disimular con una dolorosa operación (1 Mac 1:15). La acrópolis, a que se refiere el texto, designa la fortaleza ya existente en tiempos de Nehemías (Neh 2:8; 7:2) al norte del recinto del templo, que llevaba el nombre de Baris o Birah. En su lugar se levantó en tiempos de Herodes la fortaleza Antonia. No debe confundirse con el Acra, de que tanto hablan los libros de los Macabeos. Era el petaso un sombrero de anchas alas utilizado en los ejercicios atléticos a campo libre para resguardar la cabeza del sol o del agua. Era emblema de Mercurio, "el efebo perfecto, estilizado por los ejercicios del cuerpo, delgado y con musculatura fuerte, el dios agonfos, apto para las luchas y concursos"l. Los jóvenes atletas podían pavonearse por calles y plazas y alardear de progresistas arropados con clámides de variados colores, el petaso sobre la cabeza, calzado cerrado, a la manera como lucen sus atuendos deportivos los atletas de nuestros días. Esta moda no dejaba de impresionar vivamente a todo joven israelita.
Por su proximidad con el templo, el gimnasio era una tentación continua para los sacerdotes jóvenes y progresistas, quienes podían fácilmente trasladarse de un lugar sagrado a otro profano. De todos estos males tenía la culpa el malvado Jasón. Fue él el capitosté que introdujo el helenismo y su culto en el recinto sagrado del templo; el que exaltó la fantasía de los sacerdotes, que entre sacrificio y sacrificio pasaban al gimnasio y competían con la juventud allí reunida en el lanzamiento del disco. De ahí que la disciplina sacerdotal se relajara y que se diera más importancia a las cosas del gimnasio que a su dignidad sacerdotal, que heredaron de sus antepasados. Acontecía en mayor escala lo que sucede hoy en ciertos ambientes sacerdotales jóvenes, en los que reina un entusiasmo desmesurado por el deporte, con detrimento del recogimiento religioso que exige su dignidad.
Los juegos de Tiro (4:18-20).
18 Al celebrarse en Tiro los juegos quinquenales con asistencia del rey, 19 el malvado Jasón mandó de Jerusalén espectadores, ciudadanos de Antioquía, portadores de trescientas drac-mas para el sacrificio de Hércules. Pero los que las llevaban pidieron que no se empleasen en los sacrificios, porque no convenía sino que se destinasen a otras expensas. 20 Y así aquella cantidad, que iba enviada, según la voluntad del donante, para el sacrificio de Hércules, por deseo de los portadores fue destinada a la construcción de trirremes.
En Tiro se celebraban los juegos quinquenales (penteteris, pen-teateris) a imitación de los juegos olímpicos, de las Panatenas de Atenas y de los juegos píticos de Delfos. A ellos envió Jasón delegados judíos, portadores de una pequeña ofrenda para el dios Hércules, o sea el dios fenicio Melqart. Es probable que en esta fiesta se conmemorara el cumplimiento del voto de Alejandro después de la toma de Tiro. Ario (2:24:6) representa al rey ofreciendo un sacrificio solemne a Hércules en presencia de las tropas. Si bien era insignificante la cantidad aportada por Jasón, tenía, no obstante, la significación de una communicatio in sacris con los paganos. Así lo entendieron los portadores de las dracmas, que pidieron se invirtieran en mejoras del puerto, o quizá a que con aquel dinero se engalanara una de las naves surtas en el mismo.
Antíoco Epifanes en Jerusalén (4:21-22).
21 Habiendo sido enviado a Egipto Apolonio, de Menesteo, con motivo de la entronización del rey Tolomeo Filometor, vino a saber Antíoco que aquel soberano era enemigo de su reino, y se propuso prevenirse contra él. Llegado a Jope, subió a Jerusalén, 22 donde Jasón y la ciudad le hicieron un magnífico recibimiento, y entró en medio de antorchas y aclamaciones. Condujo luego de allí sus tropas a Fenicia.
Apolonio fue enviado a Egipto, como legado real, a las fiestas de la entronización de Tolomeo VI Filometor (1 Mac 7:16ss). El embajador supo que los tutores del nuevo rey trataban de reivindicar la Celesiria, que les pertenecía, por haber sido entregada en dote a Cleopatra por su padre Antíoco III. Antíoco quiso demostrar que velaba por la integridad del imperio.
Menelao suplanta a Jasón (4:23-29).
23 Pasados tres años, envió Jasón a Menelao, hermano del antes mencionado Simón, para llevar dinero al rey y para gestionar ciertos asuntos importantes; 24 pero, ganada la gracia del rey, Menelao le adulaba, dándose aires de hombre influyente, con lo que obtuvo para sí el sumo sacerdocio, ofreciendo trescientos talentos más que Jasón. 25 Y así, con las credenciales del rey, se vino aquel hombre, que no tenía nada que le hiciera digno del sacerdocio, sino instintos de tirano cruel y sentimientos de fiera salvaje. 26 Jasón, que había suplantado a su hermano, fue a su vez suplantado por otro y forzado a huir a la tierra de Amón. 27 Mas como Menelao, una vez posesionado del poder, no cumpliese las promesas hechas al rey, 28 a pesar de las reclamaciones de Sóstrates, alcaide de la acrópolis, a quien pertenecía la exacción de los tributos, ambos fueron llamados por el rey. 29 A Menelao le reemplazó en el cargo de sumo sacerdote su hermano Lisímaco, en tanto que Sóstrates dejó que le sustituyera Grates, jefe de los chipriotas.
De Menelao sabemos que era hermano de Simón (3:4). Flavio Josefo dice que era hermano de Onías y Jasón, lo que no parece probable. Menelao no era de familia sacerdotal. En las entrevistas con los dignatarios de la corte debió de criticar la administración de Jasón y echarle en cara la adopción de métodos demasiado blandos para conseguir la rápida helenización de Palestina. A ello se juntó la sugerencia de que Palestina podía y debía tributar a las arcas reales trescientos talentos más de lo que ofrecía Jasón. Con las credenciales del rey y escoltado por un regimiento de chipriotas, Menelao presentóse a Jasón, exigiendo cuanto antes el cumplimiento de las órdenes reales. Jasón huyó a la región de los amonitas, poniéndose bajo la protección del Tobiada Hircano (3:11), partidario de los Tolomeos. Menelao no quiso o no pudo cumplir los compromisos contraídos con el rey, por lo que fue destituido juntamente con Sóstrates.
Muerte de Onías (4:30-34).
30 Entre tanto, los tarsenses y los maletas se rebelaron por haber sido dados en regalo a Antioquida, concubina del rey. 31 A toda prisa partió éste para aquietarlos, dejando encargado del gobierno a Andrónico, uno de sus dignatarios. 32 Menelao, juzgando la ocasión propicia, arrebató ciertos objetos del templo, que regaló a Andrónico; otros logró venderlos en Tiro y en las ciudades vecinas. 33 Cuando de esto supo con certeza Onías, que se hallaba retirado en un lugar de asilo, junto a Dafne, cerca de Antioquía, le reprendió. 34 Por lo cual, Menelao, llamando aparte a Andrónico, le pidió que matase a Onías; y aquél, yendo a verle, con dolo, dándole la mano y haciendo juramento, persuadió a Onías (aunque a éste no dejaba de serle sospechoso) a que saliese de su asilo, y al instante le mató, sin respeto alguno de la justicia.
Una rebelión de los de Tarso y de los malotas obligó al rey a alejarse de Antioquía en los días en que debían llegar los dos dignatarios depuestos, Menelao y Sóstrates. Providencial fue para Menelao esta coyuntura, que aprovechó para ganar el favor de Andrónico 2. La voz de Onías debió de calar hondo en la conciencia de Andrónico y Menelao, porque también para ellos la enajenación de objetos sagrados era considerada como un acto idolátrico. Para acallar sus remordimientos determinaron quitarlo de en medio. Onías, que sospechó lo que se estaba tramando en torno suyo, refugióse en Dafne. En un paraje hermosísimo, vecino a Antioquía, con árboles y mucha vegetación, existía un templo al dios Apolo, con privilegio de asilo ·*. Con engaño logró Andrónico alejar al venerable sacerdote de aquel lugar, lo que aprovechó para asesinarle.
Ejecución de Andrónico (4:35-38).
35 Fue esto motivo de que no sólo los judíos, sino también muchos de las otras naciones se indignaran y llevasen muy a mal la inicua muerte de tal varón. 36 Vuelto de Cilicia el rey, se le presentaron los judíos de Antioquía y muchos de los griegos, que asimismo aborrecían la maldad, para hablarle de la muerte injusta de Onías. 37 Cordialmente se entristeció Antíoco, y, movido de compasión, derramó lágrimas, recordando la discreción y gran modestia de Onías; 38 e indignado, al instante despojó a Andrónico del manto de púrpura e hizo que, desgarrados los vestidos, le pasearan por la ciudad, hasta el sitio mismo en que había impíamente asesinado a Onías. Allí fue ejecutado aquel criminal, dándole el Señor su merecido.
Griegos y judíos lloraron la muerte de un varón que había conquistado su corazón por su religiosidad, discreción y modestia. Los primeros veían en su asesinato la violación del derecho de asilo; los segundos, la muerte ignominiosa de un distinguido personaje de su raza. El se enfureció contra su ministro por haberse arrogado atribuciones que no le pertenecían y porque había quitado de en medio una valiosísima pieza en su juego de ajedrez con relación al cargo de sumo sacerdote. El autor dice que Antíoco derramó lágrimas y lloró la muerte de Onías. Es posible que estas muestras de pesar fueran una ficción y un pretexto para eliminar a un funcionario que le resultaba molesto, en primer lugar por haber violado a su antojo el derecho de asilo y por ser Andrónico un testimonio viviente del asesinato por orden de Antíoco de un hijo de Seleuco 4.
Muerte de Lisímaco (4:39-42).
39 Muchos fueron los robos sacrilegos cometidos en Jerusa-lén por Lisímaco, aconsejado por Menelao; tantos, que, difundida la fama, se amotinó el pueblo contra Lisímaco, pero ya cuando muchos objetos de oro habían desaparecido. 40 Excitada la muchedumbre e inflamada en cólera, armó Lisímaco unos tres mil hombres y comenzaron a obrar desaforadamente. Era su jefe un cierto Tirano, no menos avanzado en años que en crueldades. 41 Cuando se dieron cuenta de que Lisímaco los atacaba, cogieron unos piedras, otros estacas y algunos hasta la ceniza que tenían a mano, y confusamente las arrojaban contra los que rodeaban a Lisímaco. 42 Fueron heridos muchos de ellos, algunos derribados y todos ahuyentados; el mismo sacrilego quedó muerto junto al gazofílacio.
Menelao, el instigador de la muerte de Onías, en apariencia quedó impune. Sus compromisos con el rey le obligaron a escribir a Lisímaco, diciéndole que reuniera dinero y objetos preciosos, dondequiera se hallasen, y los enviara a su nombre a Antioquía, Lisímaco fue obediente, pero fue tan despiadada la expoliación y llevada a cabo con tanta desfachatez, que el pueblo se amotinó. Lisímaco encontró la muerte junto al gazofilacio del templo.
Menelao triunfante (4:43-50).
43 A propósito de estos hechos se entabló un juicio contra Menelao. 44 Habiendo venido el rey a Tiro, tres varones enviados por el senado propusieron ante él la causa. 45 Menelao, viéndose ya perdido, prometió mucho dinero a Tolomeo, hijo de Dorimenes, si le ganaba al rey. 46 Y, en efecto, Tolomeo, llevándolo aparte, hacia un peristilo, como para tomar el fresco, hizo de mudar de sentencia al rey, 47 que absolvió de todos sus crímenes a Menelao, autor de toda maldad, y condenó a muerte a aquellos desdichados, que, si ante los escitas hubieran tenido que defender su causa, habrían sido dados por inocentes. 48 Sin tardanza fueron al injusto castigo los que habían tomado la defensa de la ciudad, del templo y de los vasos sagrados. 49 Pero hasta los tirios, horrorizados de la maldad, les hicieronmagníficos funerales. 50 Entre tanto, Menelao permanecía en el poder, por la avaricia de los gobernantes, y progresaba en maldad, convertido en feroz perseguidor de sus conciudadanos.
Esta vez es el sanedrín que se reúne y envía a tres varones a Tiro para que planteen al rey el caso de Menelao. No culpa el pueblo a Lisímaco, al cual consideran como simple mandatario, sino a Menelao, el inductor del crimen. Parecía que la causa de éste estaba irremisiblemente perdida, pero le salvó su sagacidad y astucia. Especulando otra vez con el dinero, se lo prometió abundante a To-lomeo (1 Mac 3:38; 2 Mac 8:8) en caso de interceder por él ante el rey. Los escitas tenían la fama de ser el pueblo más bárbaro 5. Todo corazón, por gentil y pagano que sea, se conmueve ante la opresión de un inocente.
Funestos presagios (5:1-4).
1 Por este tiempo preparó Antíoco su segunda expedición a Egipto, 2 y, por espacio de casi cuarenta días, por toda la ciudad aparecieron en el aire carreras de jinetes vestidos con túnicas doradas, armados de lanzas, a semejanza de cohortes, 3 y escuadrones de caballos en orden de batalla, ataques y cargas de una y otra parte, movimiento de escudos, multitud de lanzas, espadas desenvainadas, lanzamiento de dardos, brillar de armaduras de oro y corazas de todo género. 4 Por lo cual, todos rogaban que tales apariciones fuesen buen presagio.
De una campaña de Antíoco contra Egipto se habla en 1 Mac 1:16-20. Discuten los autores (Abel, Bévenot, Knabenbauer, etc.) si en nuestro texto se alude a una segunda o a la fase ulterior de una misma expedición. ¿Qué pensar de los fenómenos naturales o sobrenaturales visibles sobre el cielo de Palestina por el espacio de cuarenta días? ¿Se trata de una ilusión colectiva? ¿Hubo o no milagro? Debemos tener en cuenta, antes de juzgar de la naturaleza de estas apariciones, que el número cuarenta es considerado por los semitas como sagrado y simbólico; que en la terminología empleada se vislumbra el vocabulario empleado por Polibio; que la narración presenta claras analogías con relatos similares de historiadores paganos l. Knabenbauer enumera una serie de prodigios de esta índole. Todos los hemos visto, o nuestra fantasía los ha forjado, en momentos muy críticos y trascendentales para España. Se trata, a nuestro parecer, de fenómenos naturales, de disposiciones caprichosas de nubes en el firmamento que toman la forma que más conviene al ánimo del espectador. El autor sagrado cita lo que Jasón de Cirene describe con tanta facundia de estilo.
Jasan, en Jerusalén (5:5-10).
5 Difundido el rumor de que Antíoco había muerto, tomó Jasón no menos de mil hombres y atacó de improviso la ciudad. Aunque los moradores corrieron a los muros, la ciudad fue tomada, y Menelao se refugió en la acrópolis. 6 Jasón hizo sin piedad gran matanza entre sus conciudadanos, no teniendo en cuenta que una feliz jornada contra sus conciudadanos es el mayor infortunio; pensando, por el contrario, que alcanzaba trofeos de enemigos y no de connacionales. 7 Mas no por eso logró adueñarse del poder, y al fin recibió el oprobio como premio de su traición, teniendo que huir de nuevo a la tierra de Amón. 8 El fin de su perversa vida fue éste: que, acosado por Aretas, rey de los árabes, huyendo de ciudad en ciudad, de todos perseguido, detestado como renegado de su Ley, execrado como verdugo de su patria y de sus conciudadanos, fue empujado hasta Egipto; 9 y el que a tantos había desterrado de la patria, vino a acabar en tierra extraña, huyendo a Lacedemonia con la esperanza de lograr un refugio en gracia del parentesco; 10 y el que a tantos había dejado sin sepultura, murió sin ser por nadie llorado y privado de sepultura, no sólo del sepulcro familiar.
Con un millar de beduinos reclutados en TransJordania subió Jasón contra Jerusalén, que capituló ante él, obligando a Menelao a encerrarse en la fortaleza de Baris. Jasón se excedió en su acción, matando a muchos y robando bienes a mansalva, por lo que se atrajo el odio de los judíos ortodoxos. Los helenizantes preferían el caudillaje de Menelao. Desilusionado, y con el temor de encontrarse con la tropa de Antíoco, regresó a su escondrijo de Transjordania.
Como el de todos los enemigos del judaismo, el fin de Jasón fue desastroso. Morir en tierra extraña, sin que nadie le llore ni quien le depare una sepultura digna, lejos del panteón familiar, era para los antiguos una grave desdicha. Para un sumo sacerdote era el colmo de la degradación e ignominia. Tal fue la suerte del impío Jasón. Al vanagloriarse Jasón de la hecatombe de sus connacionales, comenta el autor: "No tuvo en cuenta que una feliz jornada contra sus ciudadanos es el mayor infortunio."
Antíoco, en Jerusalén (5:11-16).
11 Llegados a noticia del rey estos sucesos, sospechó que la Judea quería rebelarse; y así, al volver de Egipto hecho una furia, se apoderó de la ciudad por la fuerza de las armas 12 y ordenó a los soldados herir sin piedad a los que les salieran al encuentro y degollar a los que subiesen sobre las casas. 13 Así fueron muertos jóvenes y viejos, fenecieron hombres y mujeres y niños, y fueron degollados doncellas y niños de pecho. 14 En tres días enteros que duró, perecieron ochenta mil personas; cuarenta mil cayeron asesinadas, y otras tantas fueron vendidas por esclavos. 15 No satisfecho con esto, se atrevió a entrar en el templo, el más santo de toda la tierra, siendo su guía el traidor a la religión y a la patria, Menelao. 16 Con sus impuras manos tomó los vasos sagrados, y arrebató los dones que por otros reyes habían sido ofrecidos para realzar la gloria y la dignidad del lugar, entregándolos a manos impuras.
No habiendo salido a su gusto las operaciones de Egipto, descargó Antíoco todo su furor contra la indefensa ciudad de Jerusalén. De regreso a Siria, torció hacia la ciudad santa para ahogar la insurrección que, según fuentes seléucidas, se había fraguado allí. Al asesinato en masa siguió la expoliación del templo, en donde entró con desfachatez acompañado del sumo sacerdote Menelao. El número de muertos es excesivo, y puede explicarse por el carácter simbólico del número, por una hipérbole o por corrupción del texto.
Castigo de Dios (5:17-20).
17 Llena el alma de orgullo, Antíoco no veía que, por los pecados de los moradores de la ciudad, el Señor se había por breve tiempo irritado, y por esto había ocurrido aquel desacato hacia el lugar. 18 Si no hubiese sido por estar ellos cargados de tantos pecados, igual que Heliodoro, el enviado del rey Seleuco, para apoderarse del tesoro, hubiera éste sentido, en cuanto allí puso el pie, reprimida su audacia por los azotes. 19 Pero no eligió el Señor por el lugar, sino el lugar por la nación; 20 por lo cual, aquél ha tenido que participar de la desdicha del pueblo, así como después participó en los beneficios del Señor, y, abandonado a la cólera del Omnipotente, de nuevo ha sido restaurado con gran gloria en la reconciliación del altísimo Señor.
El autor sagrado sale al paso de una objeción que se le podría hacer: ¿Por qué Dios, que castigó tan severamente a Heliodoro (3:14-4), permanece impasible en el momento presente? Ciertamente, Dios no interviene ahora, porque ha escogido a Antíoco como instrumento para castigar los pecados de su pueblo. También en tiempos de Heliodoro existían pecadores, pero no era tan grande la irreligión como ahora. Entonces un sumo sacerdote legítimo y digno prestaba sus servicios en el templo; ahora es intruso el que ejerce las sagradas funciones, y gran parte del pueblo le sigue fielmente. El castigo es bien merecido. Falsamente creían los judíos que el templo era inviolable (Jer 7:1-15). El templo no es en sí mismo un fin, sino un medio para conseguir un fin superior. Si por sus pecados el pueblo se hace indigno de él, puede Dios privarle del santuario, que sigue los destinos del pueblo judío. Dios se ha apiadado de su pueblo, y el templo ha sido restaurado con gran alegría (7:33; 8:29).
Antíoco regresa a Siria (5:21-23).
21 En suma, que Antíoco, habiendo arrebatado del templo mil ochocientos talentos, a toda prisa se retiró a Antioquía, pensando, en su orgullo, que podría navegar por la tierra y andar por el mar, para vanagloria de su espíritu. 22 Todavía dejó prefectos que afligieron a la nación en Jerusalén, a un tal Filipo, frigio de nación, más cruel que el mismo que lo había puesto; y en Garizim, a Andrónico. A los cuales hay que añadir Menelao, que a todos excedió en maldad contra sus conciudadanos 23 y era el que peores sentimientos tenía hacia sus compatriotas.
Después de una reflexión teológica, cuenta el autor que Antíoco marchó a Siria con un botín valorado en casi dos millones de pesetas. Para que no se repitiera otro intento de rebelión, dejó en Jerusalén una guarnición mandada por el frigio epistates, o gobernador, Filipo (6:11; 8:8). Como tropa de refuerzo estacionó otra guarnición en Garizim, al mando de Andrónico, distinto del que se habló en 4:38. Peor que todos ellos era Menelao.
Acción de Apolonio (5:24-27).
24 Más tarde envió todavía Antíoco al abominable Apolonio con un ejército de veintidós mil hombres, con órdenes de degollar a todos los adultos y vender a las mujeres y a los jóvenes. 25 Llegó éste a Jerusalén simulando paz, y hasta el día santo del sábado se estuvo quieto. Entonces, mientras los judíos estaban en la fiesta, dio órdenes a sus soldados de hacer ejercicios, 26 y mató a todos cuantos salieron a contemplarlos, e invadiendo luego la ciudad, dio muerte a una gran muchedumbre. 27 Pero Judas Macabeo, con otros nueve, se retiró al desierto, y con los suyos vivía, a la manera de las fieras, en los montes, alimentándose de hierbas por no contaminarse.
Sin enlazar los datos cronológicos acumula el autor hechos sobre las calamidades que sobrevinieron a Jerusalén. La profecía de Daniel 11:30-33 estaba a punto de cumplirse. Pero también dejaba entrever el profeta (11:34) la salvación, que vendría con Judas Macabeo (1 Mac 2:4), que se escondió en lugares desérticos para no contaminarse con las impurezas de las ciudades. Mientras en éstas se comían carnes inmoladas a los ídolos, él y otros se alimentaban de hierbas (10:6).
Persecución religiosa y cultos paganos (6:1-11).
1 No mucho tiempo después mandó el rey a un anciano ateniense para que obligara a los judíos a dejar la religión de sus padres, prohibiéndoles vivir según las leyes de Dios; 2 y con orden de que profanara el templo de Jerusalén y lo dedicara a Júpiter Olímpico, y el de Garizim, según la condición de los moradores del lugar, a Júpiter Hospitalario. 3 Grave e insoportable era para la muchedumbre el progreso de la maldad; 4 porque el templo era teatro de libertinajes y orgías de los gentiles, que se solazaban allí con las meretrices y en los atrios sagrados tenían comercio con las mujeres, llenándolo todo de inmundicias. 5 El altar mismo estaba lleno de cosas indecentes, execradas por la Ley. 6 No se observaban los sábados, ni se guardaban las fiestas patrias, ni siquiera podía uno declararse judío. 7 Al contrario, con inexorable violencia eran arrastrados a celebrar cada mes el natalicio del rey y a participar en los sacrificios; y cuando se celebraban las fiestas de Dionisio, eran forzados los judíos a tomar parte en las procesiones coronados de hiedra.8 Por sugestión de los tolemenses, se publicó un edicto en las ciudades griegas inmediatas, para obrar de igual modo con los judíos, obligándolos a participar en los sacrificios 9 y condenando a muerte a los que no consintiesen en acomodarse a las costumbres gentílicas. Era de ver qué excesos de desolación tuvieron entonces lugar. 10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos, y, con los niños colgados de los pechos, las pasearon por la ciudad y luego las precipitaron de las murallas. 11 Otros que se habían reunido en próximas cavernas para celebrar ocultos el día séptimo, denunciados a Filipo, fueron entregados a las llamas. Ni pensaron en defenderse, por el sumo respeto hacia el día santo.
De Antíoco había emanado un decreto (1 Mac 4:43-64) obligando a todos a regirse por las leyes y cultura griegas. Para que la orden se cumpliera, puso en ciudades estratégicas observadores (epískopoi) encargados de denunciar a los recalcitrantes. En nuestro texto se dice que el rey mandó a un geronta athenaion. Quiso Antíoco que fuera un ateniense el que infundiera a los jerosolimitanos el helenismo más puro. El Dios de los judíos debía ceder su puesto a Júpiter, bajo el doble título de Olimpo y Hospitalario. En adelante, en Jerusalén, el antiguo nombre de Yahvé será suplantado por el de Zeus Olímpico. Los samaritanos, que habían levantado sobre el Garizim un templo rival al de Jerusalén, solicitaron de Antíoco concediera a su templo el título de Júpiter Hospitalario 1. En el texto griego se da a Júpiter de Garizim el sobrenombre de enios, o bien porque su misión consistía en velar por los extranjeros o por aludir al origen extranjero de los samaritanos (2 Re 17:24).
El venerable ateniense cumplió su misión a las mil maravillas. En el templo de Jerusalén se repetían escenas que recordaban los cultos sexuales cananeos (2 Re 23:7). Se introducía en el recinto sagrado toda suerte de inmundicias: carnes impuras, bebidas, vestidos sin lavar, vajilla contaminada, etc. Sobre el altar sacrificáronse cerdos, según testimonio de Diodoro (39:1:4). Los sábados no se observaban (1 Mac 1:45-51). Cada mes los judíos eran constreñidos a celebrar el natalicio del rey, participar en los sacrificios que se inmolaban con este motivo y comer sus carnes. De esta conmemoración mensual, que algunos (Ürimm, Wilrich) habían puesto en duda, se han encontrado pruebas fehacientes de su celebración en Egipto, Comagene y Pérgamo desde el siglo III a.C. hasta los tiempos de Adriano 2.
Era Dionisio el más popular de los dioses. En su honor se organizaba una procesión, a la que asistían sacerdotes, magistrados, efebos, etc. Las canéforas, que llevaban en sus cestas toda suerte de primicias y víctimas, figuraban en el cortejo. La efigie del dios iba en sitio de honor rodeada de sátiros y bacantes. En muchos sitios era considerado como delito mantenerse sobrio en estas fiestas 3. Plutarco4 relaciona esta fiesta con la de los Tabernáculos. Los judíos helenistas de Palestina introdujeron en ésta costumbres licenciosas importadas del helenismo.
Ruego del autor (6:12-17).
12 Por esto ruego a aquellos a cuyas manos venga a parar este libro que no se escandalicen de estos desdichados sucesos, ni piensen que para ruina y no para corrección de nuestro linaje sucedieron tales cosas. 13 Que no dejar mucho tiempo impunes a los pecadores, sino aplicarles luego el castigo, es gran beneficio. 14 El Señor aguanta con paciencia a las otras naciones, para castigarlas cuando han llenado la medida de sus iniquidades. 15 Mas no obra así con nosotros, que sólo cuando hayamos llegado al colmo de nuestros pecados ejerce la venganza. 16 Nunca apartará su misericordia de nosotros; y corrigiendo a su pueblo con la adversidad, no le abandona, 17 sólo para memoria hemos dicho esto. Ahora prosigamos nuestra narración.
Tantos males abatidos sobre Israel podían despertar la idea de que Dios habíase desentendido de su pueblo, abandonándolo a su propia suerte. Al contrario, dice el autor, Dios, al que ama, castiga (7:33). A los judíos les castiga por sus pecados, con lo cual demuestra interés por ellos y un deseo ardiente de que se conviertan y vivan.
Martirio de Eleazar (6:18-31).
18 A Eleazar, uno de los primeros doctores, varón de avanzada edad y noble aspecto, abriéndole la boca, querían forzarle a comer carnes de puerco. 19 Pero él, prefiriendo una muerte gloriosa a una afrentosa vida, iba de su propia voluntad al suplicio, 20 y la escupía, como han de hacer los que tienen valor para rechazar de sí cuanto no es lícito comer por amor a la vida. 21 Los que presidían el inicuo sacrificio, por la amistad que de antiguo tenían con aquel varón, tomándole aparte, le exhortaban a traer cosas de las permitidas, preparadas por él, para simular que había comido las sacrificadas, según mandato del rey. 22 Haciendo así se libraría de la muerte, y por la antigua amistad hacían con él este acto de humanidad. 23 Pero él, elevándose a más altas consideraciones, dignas de su edad, de la nobleza de su vejez, de su bien ganada y respetada canicie y de la ejemplar vida que desde niño había llevado, digna en todo de las leyes santas establecidas por Dios, respondió diciendo que cuanto antes le enviasen al Ades; 24 que era indigno de su ancianidad disimular, no fuera que luego pudiesen decir los jóvenes que Eleazar, a sus noventa años, se había paganizado con los extranjeros. 25 "Mi simulación — dijo — por amor de esta corta y perecedera vida, los induciría a error, y echaría sobre mi vejez una afrenta y un oprobio; 26 pues aunque al presente lograra librarme de los castigos humanos, de las manos del Omnipotente no escaparé ni en vida ni en muerte, 27 Por lo cual animosamente entregaré la vida y me mostraré digno de mi ancianidad, 28 dejando a los jóvenes un ejemplo noble, para morir valiente y generosamente por nuestras venerables y santas leyes." Diciendo esto, tomó el camino del suplicio, 29 conducido por aquellos mismos que poco antes se mostraban humanos para con él, pero que ahora, enfurecidos a causa de las palabras proferidas, le azotaban, teniéndolo por insensato. 30 Estando para morir de los azotes, exhaló un gemido y dijo: "El Señor santísimo ve bien que, pudiendo librarme de la muerte, doy mi cuerpo a los crueles azotes; pero mi alma los sufre gozosa por el temor de Dios." 31 Así acabó la vida, dejando con su muerte, no sólo a los jóvenes, sino a todos los de su nación, un ejemplo de nobleza y una memoria de virtud.
Era Eleazar un anciano de noventa años, al que forzaron para que comiese carne de cerdo (Lev 11:7) o simulara comerla. Al negarse a lo uno y a lo otro, lo sometieron al suplicio del tímpano, consistente en una rueda o cruz a la que se sujetaba al ajusticiado, quebrándosele los huesos (Hebr 11:35). No pudiendo Eleazar acercar sus manos a la boca por tenerlas sujetas con hierros a la cruz, escupía la carne porcina que le introducían en la boca. El autor sagrado no describe su muerte, que Jasón contaba acaso largamente, pero recoge los últimos momentos del mártir, por constituir un testimonio de su fe en Dios y de respeto hacia la ley de sus padres. Judíos y cristianos han admirado y exaltado el valor de Eleazar. El libro IV de los Macabeos, capítulos 5-7, cuenta ampliamente su vida y muerte. San Juan Crisóstomo le llama "protomártir del Antiguo Testamento" (In sanctos Machabaeos hom.3: PG 50,627); San Gregorio y San Ambrosio afirman que fue el maestro de los siete hermanos Macabeos.
1 Ant. lud. 12:50:58; Contra Ap. 2:48.
2 A. Momjgliano, I Tobiadi nella preistoria del moto maccabaico: "Atti della R. Accade-mia delle Scienze de Torino." 67 (1932) 165-200,
3 Algunos autores (Moffat) distinguen dos tradiciones en el relato y atribuyen al compendiador la tarea de adornar el texto con noticias sacadas de otras fuentes. Todas estas conjeturas no tienen punto de apoyo, ya que faltan otros testimonios fidedignos. Véanse en Abel las interpretaciones dadas a este episodio por el autor del cuarto libro de los Maca-beos, c.1, por Le Syncelle y Ben Gorion. Un estudio más amplio de esta sección en E. J kermann, Héliodore au temple de Jérusalem: "Annuaire de l'Instftut de fhilologie & d'His-toire Orientales et Slaves," 7 (1939-1944) 5-40.
1 Dictionnaire des Antiquités, s.v.
2 heródoto, 3:64; dtodoro, 30,7:2.
3 estrabón, 15:2:6.
4 Diodoro, 30,7:23; Juan De Antioquía, Fragm. 58. Véase C. Müuler, Fragmenta Hijos graecorum, 4 (París 1861)
5 Cicerón, In Verrem 2:5:150; Jn Pis. 8:18: "Quis hoc fecit ulla in Scythia tyrannus, ut eos, quos luctu afficeret, lugere non sineret?"
1 Appiano, 4:4; Plinio, Natur. Hist. 2:56; Tito Livio, Ep. 2:42; 3:10; 24:44; 37:3; Tácito, Hist. 5:13; Flavio Josefo, Bell. Lud. 6:5:3. Véase También San Gregorio Magno; PL 76:1078.
1 Flavio Josefo, Ant. lud. 12:5:5.
2 E. Schürer, Zu II Mace. 6:7, monatliche Geburtstagsfeier: "Zeistchnft für-neuttesta-mentliche Wissenschaft," 2 (1901) 48-52.
3 Luciano, Calumníete non temeré credendum 16.
4 Quaestionum convivalium 4:6:1; Tácito, Hist. 5:5.
Martirio de los siete hermanos con su madre (c.7).
No solamente los ancianos, sino también los jóvenes supieron morir en defensa de la Ley. Esto es lo que trata de demostrar el hagiógrafo al describir brevemente lo que el autor del IV de los Macabeos ha tratado en dieciséis capítulos. El autor sagrado ha compuesto este capítulo more rethorum facundo sermone 1, y no con la finalidad de someter a la criba de la crítica los detalles que en él se mencionan. Difícil es precisar qué partes son propias del que resume y cuáles son las que proceden de Jasón o de otros documentos. El que sean siete los mártires ha contribuido a que los críticos pongan en tela de juicio este detalle numérico. San Cipriano relaciona este número con el de los siete espíritus, siete ángeles que están ante el trono de Dios, siete brazos del candelabro, siete candelabros del Apocalipsis, las siete columnas de Salomón, las siete mujeres en Isaías, las siete iglesias, etc. En 4 Mac 14:7 se dice: "¡Oh santo número de los siete hermanos tan unidos entre sí! Porque de la misma manera que los días de la creación del mundo forman un círculo piadoso, de la misma manera lo hacen en torno al número siete los jóvenes que han vencido el temor a los suplicios." No se sabe cuándo los hermanos Macabeos fueron martirizados; no puede solucionar la cuestión el hecho de que se hable del rey. Todos los autores convienen en considerar el relato como obra maestra. Desde el principio al fin crecen de intensidad los tonos de la conmoción; aumenta la tensión por razón de las circunstancias, de las palabras de los mártires, de las amenazas del tirano. La antigüedad cristiana celebró la fiesta de su martirio, que, según una antigua tradición, tuvo lugar en Antioquía. Llámanse Macabeos por hablar de ellos el libro que lleva este nombre.
Muere el primero de los hermanos (7:1-6).
1 Es muy digno de memoria lo ocurrido a siete hermanos que con su madre fueron presos, y a quienes el rey quería forzar a comer carnes de puerco prohibidas, y por negarse a comerlas fueron azotados con zurriagos y nervios de toro.2 Uno de ellos, tomando la palabra, habló así: "¿A qué preguntas? ¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos prontos a morir antes que traspasar las patrias leyes." 3 Irritado el rey, ordenó poner al fuego sartenes y calderos. Cuando comenzaron a hervir, 4 dio orden de cortar la lengua al que había hablado y de arrancarle el cuero cabelludo, a modo de los escitas, y cortarle manos y pies a la vista de los otros hermanos y de su madre. 5 Mutilado de todos sus miembros, mandó el rey acercarlo al fuego y, vivo aún, freírle en la sartén. Mientras el vapor de ésta llegaba bastante a lo lejos, los otros, con la madre, se exhortaban a morir generosamente, 6 diciendo: "El Señor Dios nuestro nos mira y tendrá compasión de nosotros, como lo dice Moisés en el cántico de protesta contra Israel: Tendrá piedad de sus siervos."
No es probable que en su martirio interviniese el rey personalmente; su presencia es más bien moral. Para rebajar la moral del joven y quebrantar su entereza se le azotó con zurriagos y nervios de toro (Act 22:24). Se le somete al tormento utilizado entre los escitas, consistente en arrancar el cuero cabelludo a los condenados a muerte 3. En boca de los hermanos y de la madre aparecen palabras del Deut 32:36, dándoseles un sentido más profundo del que tienen en el original.
Martirio de otros cinco (7:7-19).
7 Muerto de esta manera el primero, tomaron al segundo para atormentarle. Y, arrancando el cuero cabelludo, le preguntaron si estaba dispuesto a comer antes de ser atormentado en su cuerpo miembro por miembro. 8 El, en su propia lengua, respondió: "¡No!" Por lo cual en seguida se le dio el mismo tormento que al primero.9 Estando para exhalar el postrer aliento, dijo: "Tú, criminal, nos privas de la vida presente; pero el Rey del universo nos resucitará a los que morimos por sus leyes a una vida eterna." 10 Después el tercero fue expuesto a los insultos, y mandándole sacar la lengua, luego al punto la sacó, 11 y animosamente extendió las manos, diciendo: "Del cielo tenemos estos miembros, que por amor de sus leyes yo desdeño, esperando recibirlos otra vez de El." 12 Tanto el rey como los que con él estaban se maravillaron del animoso joven, que en nada temía los tormentos. 13 Muerto éste, sometieron al cuarto a las mismas torturas; 14 y estando para morir, dijo así: "Más vale morir a manos de los hombres, poniendo en Dios la esperanza de ser de nuevo resucitado por El. Pero tú no resucitarás para la vida." 15 En seguida trajeron al quinto, que mientras le atormentaban, puestos los ojos en el rey, 16 le dijo: "Tú, aunque mortal, por tener poder sobre los hombres, haces lo que quieres; pero no pienses que nuestro linaje haya sido abandonado de Dios. 17 Aguarda un poco, y experimentarás su gran poder, y verás cómo te atormentará a ti y a tu descendencia." 18 Después trajeron al sexto, que, estando ya para morir, dijo: "No te hagas ilusiones; por nuestras culpas padecemos esto; por haber pecado contra nuestro Dios han sucedido entre nosotros cosas tan tremendas. 19 Pero tú no creas que quedarás impune por haber osado luchar contra Dios."
Al segundo empiezan por arrancarle el cuero cabelludo para obligarle a apostatar. En su lengua materna — que acaso sea el arameo —, dio un ¡No! rotundo a los que tal infamia le proponían. Como el primero, habla antes de exhalar su espíritu y manifiesta su fe de que Dios resucitará para la vida eterna a los que mueren por El. Este sentimiento de la resurrección, comenta San Agustín, aparece tan diáfano en la respuesta de estos santos mártires, que puede decirse que eran cristianos por su fe y por su constancia. El tercero maravilló a todos por su intrepidez. El cuarto manifiesta su fe en la resurrección "a una vida eterna," favor que no se concederá al rey. Más explícito se muestra el quinto al preconizar que el Dios de los judíos atormentará a Antíoco y a su descendencia. Parece que alude a una muerte ignominiosa del rey y de sus descendientes, lo que se cumplió con el tiempo. Antíoco murió de muerte miserable; su hijo Eupator fue asesinado (1 Mac 7:4); a Alejandro Bala, presunto hijo del monarca Epifanes, le fue cortada la cabeza por un árabe (1 Mac 11:17). El sexto hermano confiesa que los pecados de los judíos han desencadenado esta persecución, que tiene el carácter de prueba temporal momentánea (6:12-17); pero no escapará por ello Antíoco al castigo que Dios reserva al que eligio como instrumento de su justicia.
Una madre intrépida (7:20-23).
20 Admirable sobre toda ponderación y digna de eterna memoria se mostró la madre, que, viendo morir en un solo día a sus siete hijos, lo soportaba animosa, por la esperanza que tenía en Dios; 2I y en su patria lengua los exhortaba, llena de generosos sentimientos, y, dando fuerza varonil a sus palabras de mujer, 22 les decía: "Yo no sé cómo habéis aparecido en mi seno, no os he dado yo el aliento de vida ni compuse vuestros miembros. 23 El creador del universo, autor del nacimiento del hombre y hacedor de las cosas todas, ése misericordiosamente os devolverá la vida si ahora por amor de sus santas leyes la despreciáis."
Nótese el lenguaje escogido y las profundas ideas que expresa la madre de los Macabeos, impropios de su sexo y de su cultura.
La madre adoctrina a su pequeño (7:24-29).
24 Antíoco, a pesar de creer que se burlaba de él y de sospechar que con sus palabras le insultaba, todavía al más joven que quedaba, no sólo de palabra le exhortaba, sino que hasta con juramento le prometía, si dejaba las leyes patrias, enriquecerle y hacerle dichoso, tenerle por amigo y darle un honroso empleo. 25 Mas, como el joven no le prestase atención alguna, llamó el rey a la madre y la mandó que diese al niño consejos saludables. 2Ó Como insistiese él mucho en ello, prometió ella persuadirle; 27 e inclinándose hacia el niño, burlándose del cruel tirano, en lengua patria le dijo así: "Hijo, ten compasión de mí, que por nueve meses te llevé en mi seno, que por tres años te amamanté, que te crié, te eduqué, te alimenté hasta ahora. 28 Ruégote, hijo, que mires al cielo y a la tierra, y veas cuanto hay en ellos, y entiendas que de la nada lo hizo todo Dios, y todo el humano linaje ha venido de igual modo. 29 No temas a este verdugo, antes muéstrate digno de tus hermanos y recibe la muerte, para que en el día de la misericordia me seas devuelto con ellos."
No entendía Antíoco lo que la madre profería en lengua aramea, pero sospechó que se burlaba de él. Sin embargo, no se airó contra ella, por considerar que de todo es capaz una madre a la que de golpe le arrebaten siete hijos. Trató de ganar al pequeño con promesas cuyo alcance no podía comprender el niño. Ni siquiera estaba capacitado para entender la lengua griega. En arameo adoctrinó la madre a su hijo acerca del origen de todo cuanto existe. No quiere decir el texto que amamantara a su hijo durante tres años, sino significar que durante este tiempo es extraordinario el sacrificio de una madre para sus hijos. Habla ella a su pequeño un lenguaje elevado, recordándole que Dios no creó los seres de algo existente, sino ex ouk onton, de lo que no existía, concepto que expresamos diciendo que Dios creó todo de la nada, ex nihilo sui et sabiecti. Acaba su exhortación con el pensamiento de que, si Dios crea todas las cosas de la nada, ex nihilo, tiene también poder para crear de nuevo, por así decir, al hombre para una vida eterna.
Mueren madre e hijo (7:30-42).
30 Estando aún explicándole esto, dijo el joven: "¿Qué esperas? No obedezco el decreto del rey, sino los mandamientos de la Ley, dada a nuestros padres por Moisés. 31 Tú, inventor de toda maldad contra los hebreos, no escaparás a las manos de Dios. 32 Nosotros por nuestros pecados padecemos, 33 y si nuestro Señor, que es el Dios vivo, se irrita por un momento para nuestra corrección, de nuevo se reconciliará con sus siervos; 34 pero tú, impío, el más criminal de los hombres, no te engrías neciamente y, orgulloso y vanamente confiado, te enciendas contra sus siervos; 35 no estás aún libre del juicio del Dios omnipotente, que todo lo ve. 36 Mis hermanos, después de soportado un breve tormento, beben el agua de la vida eterna en virtud de la alianza de Dios; pero tú pagarás en el juicio divino las justas penas de tu soberbia. 37 Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes patrias, pidiendo a Dios que pronto se muestre propicio a su pueblo, y que tú, a fuerza de torturas y azotes, confieses que sólo El es Dios. 38 En mí y en mis hermanos se aplacará la cólera del Omnipotente, que con encendida justicia vino a caer sobre toda nuestra raza." 39 Furioso el rey, se ensañó contra éste con más crueldad que contra los otros, llevando muy a mal la burla que de él hacía. 40 Así murió limpio de toda contaminación, enteramente confiado en el Señor. 41 La última en morir fue la madre. 42 Y esto baste a propósito de los sacrificios y de los martirios extraordinarios.
El último Macabeo recapitula los conceptos teológicos que sus hermanos manifestaron individualmente al morir. Al rey le amenaza para el futuro con un juicio severo por parte de Dios, en tanto que a los mártires les espera una vida eterna. En el ¥.36 extiende su pensamiento fuera de la familia y llama nuestros hermanos a todos los judíos que sufren persecución por la justicia. Acaba el muchacho su profunda disertación teológica con una nueva idea relativa al valor expiatorio del sufrimiento en favor del prójimo.
La Iglesia conservó la memoria de los siete mártires Macabeos y de su madre. Sus reliquias se veneraban en tiempos de San Jerónimo en Antioquía 4, en donde contempló su sepulcro Antonino de Placencia5. Más tarde, parte de sus reliquias se depositaron en la iglesia de San Pedro ad Vincula, en Roma, y otra fue transportada a Colonia, probablemente en tiempos de Barbarroja.
Judas en acción (8:1-7).
1 Entre tanto, Judas Macabeo y los suyos, entrando secretamente en las aldeas, invitaban a sus parientes y a los que habían permanecido fieles al judaismo, y se les incorporaban, llegando a juntar hasta seis mil hombres; 2 e invocaban al Señor para que mirase por su pueblo, de todos conculcado; tuviese piedad del templo, profanado por impíos; 3 se compadeciese de la ciudad, devastada y casi enteramente arrasada; escuchase los torrentes de sangre que a él clamaban; 4 se acordase de la inicua muerte de niños inocentes y de las blasfemias proferidas contra su nombre y mostrase su ira contra los malvados. 5 Puesto el Macabeo al frente de su tropa, se hizo irresistible a los gentiles, volviendo el Señor su cólera en misericordia. 6 Llegando de improviso a las ciudades y aldeas, las incendiaba; y ocupando posiciones convenientes, triunfaba y ponía en huida a no pocos enemigos. 7 Sobre todo aprovechaba la noche, como más acomodada para tales incursiones, y por todas partes se difundía la fama de su valor.
En 5:27 dijo el autor que su héroe, con otros nueve, se retiró al desierto, no para permanecer ocioso, sino para organizar una resistencia capaz de enfrentarse con los enemigos del judaismo. La aparición de Judas y sus primeros éxitos es una muestra de que Dios ha cambiado su cólera en misericordia, gracias a la vida de perfecto israelita que llevaba Judas en el desierto y por el celo puesto en salvar a Israel del paganismo.
Planes de Nicanor (8:8-11).
8 Viendo Filipo cuánto había progresado aquél en poco tiempo y cómo iban creciendo sus éxitos, escribió a Tolomeo, general de la Gelesiria y Fenicia, para que viniese en apoyo de los negocios del rey. 9 Este llamó al instante a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de sus más fieles, y le mandó a Judea, poniendo bajo su mando no menos de veinte mil hombres de todas las naciones, con el encargo de destruir todo el linaje de los judíos. También se le agregó Gorgias, general muy experimentado en las cosas de la guerra. 10 Se proponía Nicanor proporcionar al rey, de la venta de los judíos cautivos, dos mil talentos, que debían a los romanos como tributo, n y así envió a las ciudades de la costa invitaciones para que viniesen a comprar esclavos judíos, prometiendo darles noventa esclavos por talento. No presentía la venganza que el Omnipotente iba a descargar sobre él.
En este texto desfilan ante el lector personajes que ya le son familiares: Filipo, frigio de origen (5:22; 6:11), encargado de heleni-zar a Judea; Tolomeo, hijo de Dorimene (4:45), con el sobrenombre de Macrón (10:12), partidario en un tiempo de Tolomeo VI Filometor, que le nombró gobernador de Chipre, ocupando igual cargo en Celesiria y Fenicia al abrazar la causa de Antíoco Epifanes (10:11-12; 1 Mac 3:38). De Nicanor se habla en 1 Mac 3:38, así como de Gorgias. El papel preponderante que juega Gorgias en la batalla de Emaús, según el texto de 1 Mac, se atribuye en el nuestro al cortesano Nicanor, por razón de que al autor del epítome le interesa poner de relieve la acción de Dios contra este enemigo de Israel y preparar de este modo al lector para que juzgue de la importancia que tiene para Israel el "Día de Nicanor" (15:36). Con el fin de armonizar nuestro texto con 1 Mac 3:38, algunos lo interpretan en el sentido de que Tolomeo comunicó a Lisias, primer ministro, los éxitos de Judas. Lisias puso el asunto en manos de Tolomeo, quien llevó consigo a Nicanor y a Gorgias. Diversas veces hemos aludido a la inmensa carga económica que pesaba sobre los seléucidas.
Jadas arenga a sus tropas (8:12-21).
12 En cuanto llegó a oídos de Judas que Nicanor se había puesto en marcha, informó a los suyos de la vida de aquel ejército. 13 Unos, acobardados y sin fe en la venganza divina, se dieron a la huida, yéndose a otros lugares. 14 Otros vendían cuanto les quedaba, rogando al Señor les librara del impío Nicanor, que los había vendido antes de caer en sus manos, 15 si no por ellos, siquiera por la alianza con sus padres y por su venerando y excelso nombre, que ellos llevaban. 16 Juntando el Macabeo su gente, en número de seis mil, los exhortó a no acobardarse ante el enemigo ni tener miedo de la muchedumbre de los gentiles que injustamente venían contra ellos, sino a combatir valientemente, 17 teniendo ante los ojos el ultraje inferido por aquéllos al lugar santo, la opresión de la ciudad escarnecida y la disolución de las instituciones patrias. 18 Ellos, decía, vienen confiados en sus armas y en su valor; nosotros ponemos la confianza en el Dios omnipotente, que puede con un solo ademán derribar a los que vienen contra nosotros y al mundo entero. 19 Y trajo a la memoria las ayudas prestadas a sus padres, lo de Senaquerib, en que ciento ochenta y cinco mil hombres perecieron, 20 y la batalla dada en Babilonia contra los gálatas, en la que, entrando en lucha ocho mil judíos y cuatro mil macedonios, y hallándose en grave aprieto, los ocho mil derrotaron a un ejército de ciento veinte mil, gracias al auxilio del cielo, logrando de aquella victoria grandes ventajas. 21 Con estos discursos los alentó, y estaban prontos a morir por las leyes y por la patria.
La cobardía de algunos seguidores de Judas pone de relieve el valor y la fe inquebrantable de éste. En confirmación de sus palabras adujo Judas ejemplos de la ayuda dispensada por Dios a sus antepasados. Cita el caso concreto de Senaquerib (2 Re 19,35; 1 Mac 7:41) y el más reciente de la batalla que tuvo lugar en Babilonia contra los gálatas 1. Se cree que el texto alude a la acción de Antíoco III contra los mercenarios galos al servicio de Malón, sátrapa que se rebeló en la Media el año 221 antes de Cristo, o a la de Antíoco Soter (281-261), que, según Appiano 2, mereció el título que lleva por haber salvado el Asia Menor de la incursión de los gálatas. Muchos de los soldados del rey seléucida eran de origen judío. La desproporción entre ambos ejércitos y la victoria de los seis mil soldados de Judas sobre los ciento veinte mil sirios demuestra la intervención decidida de Dios en la lucha.
Victoria sobre Nicanor (8:22-26).
22 Dividiendo su ejército en cuatro cuerpos, puso al frente de cada uno de ellos a sus hermanos Simón, José y Jonatán, asignando a cada uno mil quinientos hombres. 23 A Eleazar le mandó leer el libro sagrado; dióles por santo y seña: "Auxilio de Dios"; y tomando a su mando el primer cuerpo, cargó sobre Nicanor. 24Gracias a la ayuda del Omnipotente, mataron más de nueve mil hombres, destrozaron la mayor parte del ejército de Nicanor, obligando a los restantes a huir. 25 Se apoderaron, además, de todo el dinero de los que habían venido con el propósito de comprarlos. Después, habiéndolos perseguido largo trecho, 26 se volvieron, obligados por la hora, pues era víspera del sábado, y por eso no continuaron la persecución.
El texto cita a José entre los hermanos de Judas, lo que parece contradecir al texto de 1 Mac 2:3-5. El mencionado José puede identificarse con el personaje de que se habla en 1 Mac 5:18.56; o más bien, considerar su presencia en el texto como un error de los copistas, que escribieron José en vez de Juan. Una vez enumerados los hermanos de Judas, independientemente de ellos, se cita a Eleazar. Este nombre aparece en todos los manuscritos griegos, en tanto que los latinos llevan unánimemente el de Esdras. Es muy probable que este Eleazar no sea el hermano de Judas, sino un sacerdote encargado de leer algunos versículos del texto sagrado. En este libro, abierto al azar, debía encontrarse el santo y seña del ejército de Judas, que por disposición divina fueron las palabras "Auxilio de Dios," de las dos raíces de las cuales se compone el nombre de Eleazar. La costumbre de adoptar el ejército una palabra como consigna se conserva todavía hoy. De su uso en la antigüedad dan fe Jenofonte (Anab. 1:8:17: Zeus soter kai nike) y Vegecio (3:5: Nobiscum Deus). La operación vióse coronada por el éxito; el ejército de Nicanor sufrió cuantiosas pérdidas, mayores de las que señala 1 Mac 4:15. El dinero, pronto para comprar a los judíos como esclavos, cayó en poder de Judas.
Santificación del sábado (8:27-29).
27 Recogidas las armas de los enemigos y los despojos, celebraron el sábado, bendiciendo de todo corazón al Señor y dándole gracias por haberlos en aquel día librado, haciéndoles experimentar las primicias de su misericordia. 28 Pasado el sábado, repartieron el botín con los que habían sufrido persecución, con las viudas y los huérfanos; el resto se lo distribuyeron entre ellos y sus hijos. 29 Acabado esto, todos a una hicieron oración, pidiendo al Señor misericordioso se reconciliase plenamente con sus siervos.
Al término de la jornada y antes del sábado se recogieron las armas (1 Mac 4:23) y los despojos. En el texto paralelo citado no se habla de la inminencia del día de sábado. Una vez santificado el día sabático, los soldados se repartieron el botín. Un glosador de alma delicada y fina pudo introducir en el texto la mención de las viudas y huérfanos.
Derrota de Báquides y de Timoteo (8:30-32).
30 En combates con las tropas de Timoteo y Báquides mataron más de veinte mil de ellos, y valientemente se apoderaron de altas fortalezas y se hicieron dueños de muchos despojos, compartiéndolos con los perseguidos, los huérfanos, las viudas y los ancianos. 31 Las armas, recogidas cuidadosamente, las depositaron en sitios convenientes, y el resto de los despojos los llevaron a Jerusalén. 32 Al filarca de los que venían con Timoteo le quitaron la vida por ser hombre impísimo, que había afligido mucho a los judíos,
Nos hallamos ante un fragmento desplazado de su contexto histórico. En vez de señalar la primera campaña de Lisias (1 Mac 4, 27-35), de que nuestro autor hablará en el capítulo n, refiere el fin de las hostilidades entre Judas, Timoteo y Báquides. Ni siquiera se indica el lugar donde se enfrentaron los dos ejércitos, que por 1 Mac 4:1-22 sabemos que fue junto a Emaús. La acción de que se habla aquí tuvo lugar después de la purificación del templo y antes del regreso triunfal de Judas, vencedor en Galaad (1 Mac 5:28-55). Como hemos anotado repetidamente, falta en nuestro libro la ordenación cronológica de los hechos. En el v.32 se lee el término filarca, que equivale a jefe de tribu o de clan. En Atenas se daba este título al comandante de un cuerpo de caballería.
Huida de Nicanor (8:33-36).
33 Mientras celebraban sus victorias en la capital de la patria, los que habían incendiado las puertas sagradas, Calístenes y otros más se refugiaron en una casita, a la que aquéllos pusieron fuego, recibiendo así éstos el merecido de su impiedad. 34 Y el muy criminal Nicanor, que había traído a miles de mercaderes para la venta de los judíos, 35 con la ayuda de Dios quedó humillado por los que despreció, y, despojado de sus ricas vestiduras, a través de los campos, como esclavo fugitivo, llegó solo a Antioquía, hondamente acongojado por la pérdida de su ejército. 36 y el que había tomado a su cargo reunir de la venta de los judíos en Jerusalén el tributo para los romanos, se hacía pregonero de que los judíos tenían un Dios que luchaba por ellos y los hacía invulnerables, porque seguían las leyes dadas por El.
Difícil es determinar el sentido que el autor sagrado quiso dar al ν·33; Por existir gran anarquía entre los códices. Tras un paréntesis, el texto se ocupa nuevamente de Nicanor y de sus planes diabólicos, encaminados a reunir el dinero que debía pagarse a los romanos por la venta de los judíos como esclavos. Pero recibió su castigo. Como Heliodoro, tuvo que regresar a su punto de partida, Antioquía, humillado por aquellos a quienes quería vender como esclavos, viéndose también constreñido a convertirse en vocero del Dios de los judíos.
1 Rayano Mauro, 7n J/ Moch. 7,
2 Ad Fortunatum n.
3 Heródoto, 4:64.
4 Onomasticon, ed. Lagarde, 172.
3 Itinerariwn; P. geyer, Itinera Hierosolymitana' Csel 39:190.
1 J. levy, La victoire d'Antiochus I 5t/r les Galates. Ptolomé fils de Makron: "Mélan-ges H. Grégoire" (Bruselas 1950) 681-699.
2 Syriaca 66,
Muerte de Antíoco Epifanes (c.9).
A la serie de muertes violentas y trágicas de los enemigos de Dios no podía faltar la del más impío de los emperadores seléucidas. Al autor sagrado no le impresionan las campañas gloriosas de Antíoco por tierras de Oriente; al contrario, le molestan, y hace lo posible para ocultarlas a los lectores, que deben formarse de él una idea sombría, conforme a la que se granjeó el monarca por la persecución del pueblo judío y de su Dios. A él, como a todo perseguidor del judaísmo, alcanzó de lleno la cólera divina, que dispuso providencialmente que el profanador del templo de Jerusalén encontrara la muerte en un asalto frustrado contra un santuario. En 1 Mac 6, 1-16; 2 Mac 1:10-17 se refiere la muerte de Antíoco; a aquellos relatos sigue ahora un tercero. Si otras versiones del hecho hubieran existido, seguramente que nuestro autor las habría recogido en su libro. En todas las versiones de la muerte de Antíoco se hace hincapié en que fue una muerte lenta, dolorosa, misérrima, acaecida en momentos en que estaba empeñado en recaudar fondos para la economía del imperio. En los detalles, la diferencia entre las diversas tradiciones son grandes. La inerrancia del autor sagrado queda a salvo por circunscribirse a transcribir en su libro las distintas versiones que circulaban acerca de la muerte de Antíoco.
Antíoco regresa de Persia (9:1-4).
1 Acaeció por aquel tiempo que Antíoco hubo de retirarse en desorden de Persia. 2 Había entrado en Persépolis con el propósito de saquear el templo y apoderarse de la ciudad. Pero, alborotada la muchedumbre, corrió a las armas, obligándole a huir, y, puesto en fuga por los naturales, hubo de emprender una retirada vergonzosa. 3 Hallándose cerca de Ecbatana, recibió noticia de las derrotas sufridas por Nicanor y Timoteo, 4 y, encendido en cólera, meditaba vengar en los judíos la injuria de los que le habían puesto en fuga. Con esto dio orden al conductor de su coche de avanzar sin interrupción, apresurando la marcha, cuando se cernía ya sobre él el juicio divino. Pues en su orgullo había dicho: "En cuanto llegue allí, haré de Jeru-salén un cementerio de judíos."
Hasta el presente, Antíoco había servido de instrumento de que se valió Dios para castigar los pecados de su pueblo, pero ha llegado el momento de someterse al juicio divino. No pudo Antíoco arrebatar los tesoros del templo de Nanea (1:13), por oponérsele airadamente los sacerdotes y el pueblo. De Elimaida (1 Mac 6:1) quiso marchar directamente a Babilonia (1 Mac 6:4), pero la idea de impresionar a los partos con un despliegue de fuerzas le obligó a dirigirse a Ecbatana, capital de la Media. Montó en cólera al recibir noticias de las derrotas de Nicanor y Timoteo, jurando vengarse de los judíos hasta convertir a Jerusalén en un cementerio del judaísmo.
Antíoco herido de muerte (9:5-10).
5 Pero el Señor, Dios de Israel, que todo lo ve, le hirió con una llaga incurable e invisible. Apenas había terminado de hablar, se apoderó de él intolerable dolor de entrañas y agudos tormentos interiores, 6 y muy justamente, puesto que había atormentado con muchas y extrañas torturas las entrañas de otros. 7 Mas no por esto desistió de su fiereza; lleno de orgullo y respirando fuego contra los judíos, dio orden de acelerar la marcha. Mas sucedió que, en medio del ímpetu con que el coche se movía, cayó de él Antíoco, y con tan desgraciada caída, que todos los miembros de su cuerpo quedaron magullados. 8 El que con sobrehumana arrogancia se imaginaba dominar sobre las olas del mar y pensaba poner en balanza la altura de los montes, ahora, caído en tierra, era llevado en una litera, poniendo de manifiesto ante todos el poder de Dios, 9 hasta el punto de manar gusanos el cuerpo del impío, y, vivo aún, entre atroces dolores, caérsele las carnes a pedazos, apestando con su hedor al ejército. 10 Y al que poco antes parecía coger el cielo con sus manos, nadie ahora le quería llevar, por la intolerable fetidez.
Avanzaba Antíoco en su carroza real profiriendo amenazas y blasfemias contra los judíos. Dios no dejó impune semejante altanería y le hirió con una llaga incurable e invisible, que es la enfermedad propia del orgulloso, según Jeremías (15:18; 30:12-15). Al mal incurable se añadió una caída, con el consiguiente magullamiento. El que se arrogaba honores divinos y pretendía igualar el poder de Dios dominando las olas del mar (Is 51:15; Job 38:11) y poner en balanza las alturas de los montes (Is 40:12), se ve humillado y tendido, impotente, sobre una litera, manando gusanos de su cuerpo. No se excede Dios en el castigo contra Antíoco; su inmensa soberbia exigía un castigo ejemplar y humillante. Se ha querido investigar la naturaleza de esta enfermedad, diciendo unos que fue la helmenthiasis; pero las tentativas fracasan ante el estilo retórico del autor, que se esfuerza por encontrar en la enfermedad de Antíoco aquellos síntomas externos que en la apreciación de los hombres son más nauseabundos y repelentes. Puede darse muy bien que la enfermedad en sí fuese más benigna en la realidad que en el texto.
Palabras de dolor y arrepentimiento (9:11-17).
11 Herido así, comenzó a deponer su excesivo orgullo y a entrar dentro de sí mismo, azotado por Dios con punzantes dolores. 12 No pudiendo él mismo soportar su hedor, dijo: "Justo es someterse a Dios y que el mortal no pretenda en su orgullo igualarse a El." 13 y oraba el malvado al Señor, de quien no había de alcanzar misericordia, y decía 14 que la ciudad santa, a la que antes a toda prisa quería llegar para arrasarla y convertirla en un cementerio, la reedificaría y la declararía libre;15 que a los judíos, a quienes antes no tenía por dignos de sepultura y cuyos hijos había de arrojar en pasto a las fieras, los igualaría en todo con los atenienses; 16 que el templo santo, por él saquea-do, lo enriquecería de los más preciosos dones y devolvería multiplicados todos los vasos sagrados; que los gastos tocantes a los sacrificios, de sus propias rentas los suministraría; 17 finalmente, que él mismo se haría judío y recorrería toda la tierra habitada para pregonar el poder de Dios.
Reflexiona Antíoco, reconoce su culpa, alaba al Dios de Israel, que no le escucha por haber llenado la copa de sus infidelidades. Vemos en las páginas viejotestamentarias que nunca Dios vuelve su espalda al pecador que, arrepentido, se reconcilia con El; pero aquí el Dios de Israel se muestra inflexible para con el enemigo número uno de su heredad. En su lecho de muerte le asalta el recuerdo de todos los males que ha perpetrado contra Jerusalén y su templo y promete repararlos con ventajas; pero es tarde; la hora de la justicia divina, del juicio divino, ha sonado ya. Llega Antíoco al extremo de prometer que, si sana, se hará judío, con todas las consecuencias que esta decisión traía consigo, obligándose a la observancia de la Torah y a circuncidar la carne de su prepucio. Las buenas disposiciones que le animan superan a las que le atribuye Daniel (4:31-34).
Carta a los judíos (9:18-25).
18 Mas como de ningún modo cesaban sus tormentos, porque el justo juicio de Dios había descargado sobre él, desesperanzado de su salud, escribió a los judíos una carta en forma de súplica, al tenor siguiente: 19 "A los honrados ciudadanos judíos, mucha salud, dicha y bienestar, el rey y general Antíoco. 20 Puesta en el cielo mi esperanza, me alegraría mucho de que gocéis de mucha salud, vosotros y vuestros hijos, y de que todos vuestros negocios os salgan a deseo. 21 En cuanto a mí, postrado sin fuerzas en el lecho, recuerdo las pruebas de honor y benevolencia que con amor me habéis dado. Volviendo de Persia, he caído en una enfermedad muy molesta, y he creído convemente pensar en la seguridad común, 22 no desesperando de mi estado, antes confiando mucho que saldré de mi enfermedad, 23 y teniendo en cuenta que también mi padre, al partir en campaña para las altas provincias, designó sucesor, 24 a fin de que, si algo inesperado le ocurría o les llegaban noticias desagradables, no se inquietasen sus subditos, sabiendo a quién pertenecía el gobierno, 25 Pensando, además, que los príncipes limítrofes y vecinos del reino acechan la ocasión en espera de sucesos, he designado por rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces ya, recorriendo las satrapías superiores, recomendé a muchos de vosotros, y a él mismo le he escrito la carta que va a continuación.
Comprendió el rey que sus días estaban contados y que urgía asegurar el trono a su hijo Antíoco Eupator contra las pretensiones de Demetrio. A este fin escribe una carta circular en forma de súplica dirigida a los judíos en general, como si éstos tuvieran en sus manos las riendas del imperio. Se duda de la autenticidad de la carta por creerse que no encaja con el texto anterior; por la afirmativa se pronuncian historiadores de la talla de Meyer y Moffat. La carta está redactada en estilo griego, con fraseología abundante. Junto al título de rey, Antíoco se llama también strategós, cargo equivalente al de pretor en Roma. De documentos antiguos se desprende que Antíoco Eupator fue asociado al reino a partir del año 173 antes de Cristo hasta el 178. El autor no reproduce la carta que Antíoco mandó a su hijo, acaso por no tenerla a mano. En la carta debió el monarca señalar los regentes del nuevo monarca, menor de edad, que fueron Lisias y Filipo (1 Mac 6:14-17).
Muere Antíoco (9:26-29).
"26 Ad, pues, os pido y ruego que, teniendo en cuenta el bien común y el privado, conservéis vuestra lealtad hacia mí y hacia mi hijo, 27 persuadido de que, siguiendo con blandura y humanidad mis intenciones, se entenderá con vosotros." 28 Así, aquel homicida y blasfemo, presa de horribles sufrimientos, acabó su vida en tierra extranjera, sobre los montes, con una muerte miserable, como la que él a tantos había dado. 29 Transportó su cuerpo Filipo, su hermano, que, temiendo a Antíoco, el hijo, huyó a Egipto, a Tolomeo Filometor.
El tono digno y moderado de las palabras que cierran la carta de Antíoco contrastan con los duros epítetos de "homicida y blasfemo" con que el texto acompaña a Antíoco hasta el sepulcro. A pesar de dar prisa al conductor de la carroza real, no llegó vivo a An-tioquía, muriendo en Tabe 1, en los alrededores de Ispahán, en los confines de Persia. Murió Antíoco dentro de los límites de su imperio, pero fuera de su palacio. El lugar del deceso, según Estrabón, es un terreno montañoso y a propósito para guarida de ladrones. Filipo se encargó de transportar su cadáver a Antioquía (1 Mac 6:13) por haber sido nombrado tutor de su hijo y honrado con el título de "amigo" del rey. Al llegar a la capital tuvo noticia de que Lisias defendía sus derechos de tutor y regente que le había confiado Antíoco (1 Mac 3:32). Quiso Filipo que prevaleciera la última voluntad del rey; pero, derrotado por Lisias (1 Mac 6:55-63), huyó a Egipto, refugio de todos los enemigos de los seléucidas 2.
Purificación del templo (10:1-8).
1 El Macabeo y los suyos, con la ayuda del Señor, lograron ocupar el templo y la ciudad. 2 Destruyeron las aras alzadas por los extranjeros en las plazas y los bosques sagrados. 3 Después de dos años de interrupción, purificado el templo, erigieron otro altar, y con fuego sacado de pedernales ofrecieron sacrificios; encendieron de nuevo las luces, quemaron el incienso y presentaron los panes de la proposición. 4 Hecho esto, rogaban al Señor, postrados en tierra, que no volvieran a caer en semejantes males, sino que, si volvían a pecar alguna vez, El mismo los corrigiese con blandura y no los entregase a los blasfemos y bárbaros gentiles. 5 El mismo día en que el templo había sido por los extranjeros profanado, ese mismo fue purificado, el día veinticinco del mes de Casleu. 6 Con gran regocijo celebraron por ocho días la fiesta, al modo de la fiesta de los Tabernáculos, recordando cómo poco tiempo hacía hubieron de pasar la fiesta de los Tabernáculos en los montes y en las cavernas, a modo de fieras. 7 Por lo cual, llevando tirsos, ramos verdes y palmas, cantaban himnos al que los había favorecido hasta purificar su templo. 8 Y de común acuerdo dieron un decreto a toda la nación judía de celebrar cada año las mismas fiestas.
El autor vuelve a enhebrar el hilo de la historia (8:33-36), que interrumpió con el relato de la muerte de Antíoco. Lo que aquí se dice corresponde a la narración de 1 Mac 4:36-59, con la diferencia de que, mientras en este último lugar se dice que el culto fue interrumpido por espacio de tres años, en nuestro texto se habla de dos. Pero no cabe buscar en el libro II de los Macabeos una cronología con exactitud matemática. El autor de nuestro texto conocía el relato existente sobre este argumento (1 Mac 4:36-59; 2 Mac 1:8-19), por lo que pasa por alto muchos detalles y menciona otros. Así, por ejemplo, da mucha importancia al fuego (1:18; 2:1) sagrado, que sacaron de pedernales (Lev. 10:1; Núm 3:4). Para solemnizar la fiesta se adoptó el ceremonial vigente en la fiesta de los Tabernáculos, con ocho días de duración. Con satisfacción comprueba el autor sagrado que el templo, que Heliodoro intentó profanar (3:7-10), que Antíoco Epifanes saqueó (5:15-21) y dedicó a Júpiter Olímpico (6:2), adquiere su carácter primitivo. La fiesta de la purificación y dedicación del templo representa para el autor el triunfo del judaísmo sobre el paganismo 1.
1 Polibio, 20:10,
2 Macabeüs 10
2 Sobre la muerte de Antíoco: M. Halleux, La mort d'Antioche IV Epiphanes: "Revue des Etudes Anciennes," 18 (1916) 77-102; M. Zerwíck, Respondetur interroganti: Quomodo in concordiam redigantur quae de morte Antiochi IV Epiphanis in libros Mac. triplici modo nar-rantur: VD 19 (1939) 308-314; M. Dagut, / Mac. and the Death of Antiochus IV Epiphanes; Jbl 72 (1953) I49-IS7.
2.Combates de Judas Macabro hasta el "Dia de Nicanor" (10:9-15:40).
Intrigas en Antioquía (10:9-13).
9 Tal fue el fin de Antíoco, apellidado Epifanes. 10 Ahora contaremos los sucesos de Antíoco Eupator, hijo del impío, compendiando las calamitosas guerras. 11 Así que se hizo cargo del reino, puso al frente del gobierno a un cierto Lisias, general en jefe de la Celesiria y la Fenicia. 12 Tolomeo, llamado Macrón, que se había distinguido por su amor a la justicia en el trato con los judíos, reparando las iniquidades que con ellos se habían cometido, procuraba tratarlos amigablemente. 13 Mas por esto fue denunciado por los cortesanos ante Eupator, y a cada instante tenía que oír que le tachaban de traidor; pues habiendo dejado Chipre, que Filometor le había confiado, se había pasado al bando de Antíoco Epifanes. Desesperado, viendo que no podía desempeñar honrosamente su cargo, se envenenó.
Con satisfacción recuerda todavía el autor la muerte del impío. Su intención es narrar a continuación algunos hechos sucedidos durante el reinado de Antíoco Eupator, "compendiando las calamitosas guerras." Filipo debió ceder a Lisias el puesto de preceptor del rey (1 Mac 6:55; 2 Mac 9:29). Tolomeo Macrón buscaba en los judíos un punto de apoyo y de comprensión que no hallaba entre sus rivales de Antioquía, que no veían con buenos ojos que un obrero de la hora de nona ocupara el importante cargo de gobernador de Celesiria y de Fenicia. Macrón sirvió antes a Tolomeo VI Filometor, a quien traicionó, entregando a Epifanes la isla de Chipre, de la que era gobernador. Muerto su nuevo amo, quedó su conducta al descubierto, teniendo que soportar el calificativo de traidor con que le motejaban sus correligionarios de la corte. Desesperado, se suicidó, dejando con ello manos libres a los enemigos de los judíos.
Judas contra los idumeos (10:14-17).
14 Por entonces Gorgias, nombrado general de aquellas provinciales mantenían tropas mercenarias y con frecuencia hostigaba a los judíos. 15 Al mismo tiempo que él, los idumeos, dueños de fortalezas bien situadas, molestaban a los judíos, y, acogiendo a los huidos de Jerusalen, procuraban fomentar la guerra. l6 Las tropas del Macabeo, después de hacer oración y pedir a Dios que viniese en su ayuda, acometieron las fortalezas de los idumeos; 17 y, atacándolas con vigor, se hicieron dueños de las plazas, rechazaron a cuantos sobre los muros combatían, degollaron a cuantos cayeron en sus manos y dieron muerte a no menos de veinte mil hombres.
En Palestina se encontraba el general Gorgias (1 Mac 3:38; 2 Mac 8:9) al frente de tropas mercenarias encargadas de hostigar a los judíos. Por el sur presionaban los idumeos, aliados de los seléucidas, que acogían a los tránsfugas judíos, disponían de fortalezas en la Idumea del Norte o Acrabatana y en la Idumea del Sur. Con evidente exageración, señala el autor que el número de idumeos caídos fue de unos veinte mil.
Venalidad de unos judíos (10:18-23).
18 Habiéndose refugiado unos nueve mil en dos torres muy fuertes y bien abastecidas para resistir un largo asedio, 19 el Macabeo dejó, para mantener el cerco, a Simón, a José y a Zaqueo, con bastante gente, y él se dedicó a luchar donde más urgencia había. 20 Los de Simón, llevados de la avaricia, se dejaron comprar por dinero por algunos de los que en las torres estaban, recibiendo setenta mil dracmas por dejarlos escapar. 21 Sabido esto por el Macabeo, reunió a los jefes del pueblo y los acusó de haber vendido a sus hermanos, dejando huir a sus enemigos, 22 y como a traidores los hizo matar, apoderándose luego de las dos torres. 23 Dio feliz término a esta empresa, matando a más de veinte mil en las dos fortalezas.
Mientras la Vulgata dice que algunos (quídam) se atrincheraron en dos fortalezas, el texto griego señala el número de nueve mil, cifra hiperbólica. Simón es hermano de Judas (1 Mac 2:3); de José se habla en 1 Mac 5:18-56; Zaqueo puede identificarse con Zacarías, padre de José (1 Mac 5:18). Por setenta mil dracmas, algunos soldados nacionalistas facilitaron la huida de algunos idumeos sitiados en las fortalezas (v.18). Contra dos traidores se decretó un consejo de guerra; la empresa acabó felizmente, matando a más de veinte mil entre las dos fortalezas. Este número indica una vez más la concepción que el autor tiene de la historia. En efecto, ¿cómo pudieron caer veinte mil hombres entre ambas torres, cuando en ellas habíanse refugiado solamente nueve mil?
Derrota y muerte de Timoteo (10,24-38).
24 Timoteo, el que antes había sido vencido por los judíos, juntó numerosa fuerza mercenaria, y, reunida la caballería de Asia en buen número, vino con el propósito de hacer la Judea presa de guerra. 25 Al acercarse, las tropas del Macabeo se volvieron a Dios en oración, y, cubierta de polvo la cabeza y cenidos de saco los lomos, 26 se postraron al pie del altar, rogando a Dios que se les mostrase propicio a ellos y hostil a sus enemigos, oponiéndose a los adversarios según las promesas de la Ley. 27 Terminada la oración, empuñaron las armas, salieron de la ciudad e hicieron alto cuando estuvieron cerca del enemigo. 28 Antes que del todo amaneciera vinieron a las manos; los unos tenían como prenda de feliz éxito y de victoria, a más de su valor, el recurso a su Dios; los otros iban al combate llevados de su pasión. 29 En lo más duro de la pelea se les aparecieron en el cielo a los adversarios cinco varones resplandecientes, montados en caballos con frenos de oro, que, poniéndose a la cabeza, de los judíos 30 y tomando en medio de ellos al Macabeo, le protegían con sus armas, le guardaban incólume y lanzaban flechas y rayos contra el enemigo, que, herido de ceguera y espanto, caía. 31 Mataron veinte mil quinientos, y de los jinetes, seiscientos. 32 El mismo Timoteo huyó a la fortaleza llamada Gazer, plaza muy guarnecida, donde mandaba Quereas. 33 Las fuerzas del Macabeo, llenas de ardor, atacaron durante cuatro días la fortaleza. 34 Los de dentro, confiados en la fuerza del lugar, los ultrajaban sin cesar y proferían palabras impías y jactanciosas contra los asediantes. 35 Pero, al amanecer el quinto día, veinte jóvenes de los que seguían al Macabeo, encendidos sus ánimos por las blasfemias, se lanzaron valerosamente a la muralla y la escalaron con ánimo viril, matando a cuantos se oponían. 36 Y otros tras ellos la escalaron igualmente en medio del desorden de los asediados, y, poniendo fuego a las torres y a las puertas, encendieron hogueras, en que quemaron vivos a los blasfemos. 37 Francas las puertas, penetró el resto del ejército, se apoderó de la ciudad, dando muerte a Timoteo, que se había escondido en una cisterna; a su hermano Quereas y Apolofanes. 38 Realizada esta hazaña, con himnos y alabanzas bendecían al Señor, que tan grandes cosas hacía por Israel, dándoles tan gran victoria.
En todo este relato debe distinguirse entre las circunstancias históricas y la libertad que admite la historia patética, con finalidades didáctico-religiosas. De Timoteo se habla en 8:30-32. Algunos lo identifican con el personaje homónimo de 1 Mac 5:6ss, a lo que se opone la situación geográfica de ambos relatos. En esta perícopa, Jasón de Cirene y su compilador demuestran que la ayuda divina no faltó, manifestándose de manera visible y aparatosa (3:25; 5:3). Cinco ángeles, visibles al enemigo e invisibles a los judíos, aparecieron en el aire protegiendo a Judas y disparando flechas contra los enemigos. ¿Qué valor objetivo concede el autor sagrado a esta aparición? Encontró él el relato en la obra de Jasón y la transcribió; ya hemos dicho en la introducción que estas apariciones maravillosas formaban parte de la historia patética aun entre los historiadores griegos y latinos. Es posible que fueran los enemigos los inventores de esta visión con el fin de justificar su derrota. De su presencia no se enteraron los judíos. Timoteo huyó a Gazer, donde mandaba su hermano Quereas.
Derrota de Lisias (11:1-12).
1 Muy poco tiempo después, Lisias, tutor del rey, pariente suyo y regente del reino, muy apesadumbrado por lo sucedido, 2 juntó alrededor de ochenta mil hombres y toda la caballería, y vino contra los judíos, pensando hacer de la ciudad una población griega, 3 someter el templo a tributo, como los santuarios gentiles, y hacer el sumo sacerdocio vendible y anual, 4 sin tener para nada en cuenta el poder de Dios, y muy pagado de los millares de sus infantes y caballos y de sus ochenta elefantes. 5 Entrando en Judea, se acercó a Betsur, plaza fuerte situada en un desfiladero y distante de Jerusalén unos cinco estadios, y la atacó. 6 Así que los del Macabeo supieron que Lisias estaba atacando la fortaleza, a una con la muchedumbre rogaban al Señor, entre llantos y gemidos, que enviase un buen ángel para salvar a Israel. 7 El mismo Macabeo, tomando sus armas, se adelantaba a los demás para ir en socorro de sus hermanos; 8 y mientras con igual valor todos marchaban llenos de ardimiento, cerca todavía de Jerusalén, se les apareció en cabeza un jinete vestido de blanco, armado de armadura de oro y vibrando la lanza. 9 Todos a una bendijeron a Dios misericordioso y se enardecieron, sintiéndose prontos no sólo a atacar a los hombres y a los elefantes, sino a penetrar por muros de hierro. 10 Marchaban en orden de batalla, fiados en aquel auxiliar celestial, señal de la misericordia del Señor hacia ellos, 11 y como leones se lanzaron sobre los enemigos, dejando fuera de combate once mil infantes y mil seiscientos jinetes. 12 Y haciendo huir a los demás. La mayor parte de los que se salvaron quedaron desnudos y heridos, y el mismo Lisias se puso en salvo, huyendo vergonzosamente.
El episodio es paralelo al que se narra en. 1 Mac 4:26-35. Lógicamente, la perícopa debía seguir a 8:29 y 8:35, pero Jasón tuvo sus razones al colocarla en este contexto. Lisias era tutor (epítropos) del rey, amigo suyo de infancia y regente del reino (1 Mac 3:32). Con un ejército imponente — veinte mil soldados más de los que se mencionan en 1 Mac 4:28 — Lisias se dirige a Betsur. En el texto se fija la distancia en 925 metros, o sea, cinco estadios. El texto se encuentra en mal estado, siendo muy difícil determinar cuál es la lección primitiva. El códice A lleva la palabra schoinos, medida de longitud. Según Plinio, un schoinos correspondía a treinta estadios 1, con lo que se obtiene la distancia aproximada entre Jerusalén y Betsur. Otros códices hablan de cinco estadios, quinientos y diez mil. Para resolver la dificultad ha propuesto Grimm identificar Betsur con Beit-Sahur, en el Cedrón, o con la aldea de et-Tur, en el monte de los Olivos.
Tuvo noticias Judas del ataque de Lisias contra Betsur y recurrió súbitamente a la oración, con palabras que recuerdan Ex 23:30. Escuchó Dios su voz, y he aquí que se presentó a su vista un jinete vestido de blanco, armado de armadura de oro y vibrando la lanza.
Este ángel bueno (15:23; Tob 5:22) era enviado por Dios para proteger a su pueblo. Presentóse vestido de blanco (Mt 28:3; Mc 16:5; Jn 20:12; Act 1:10, etc.), estando todavía Judas en Jerusalén, circunstancia que parece contradecir a 1 Mac (Lc.), en que se dice que Judas acampaba junto a Betsur. Según nuestro texto, el ángel acompañó a Judas desde Jerusalén a Betsur.
Negociaciones de paz (11:13-38).
13 Como no carecía de discreción, echando sobre sí mismo la culpa de la sufrida derrota y entendiendo que los hebreos eran invencibles, por tener de su parte al Dios todopoderoso, les envió un mensajero, 14 proponiéndoles la reconciliación en condiciones justas y prometiendo persuadir al rey de la necesidad de hacérselos amigos. 15 Aceptó el Macabeo las proposiciones de Lisias, mirando el interés público; y, en efecto, todo cuanto el Macabeo propuso por escrito a Lisias acerca de las peticiones de los judíos, fue otorgado por el rey. 16 La carta de Lisias a los judíos era del tenor siguiente: "Lisias, al pueblo judío, salud. 17Juan y Abesalón, vuestros mensajeros, me han entregado una comunicación suplicando respuesta a los puntos en ella contenidos. 18 Cuanto era preciso proponer al rey se lo hice saber, y él ha otorgado cuanto le pareció aceptable. 19 Por tanto, si tenéis vosotros la misma buena voluntad hacia el reino, yo en adelante procuraré favorecer vuestra causa. 20 En cuanto a los detalles, he dado encargo a vuestros mensajeros y a los míos de que os los comuniquen de palabra. 21 Pasadlo bien. Año ciento cuarenta y ocho, a veinticuatro del mes de Dioscorintio." 22 La carta del rey decía así: "El rey Antíoco, a su hermano Lisias, salud. 23 Trasladado a los dioses nuestro padre y queriendo que los subditos de nuestro reino vivan sin perturbaciones, atentos a sus propios intereses, 24 hemos sabido que los judíos se niegan a adoptar las costumbres helénicas, como quería nuestro padre, y prefieren conservar sus propias instituciones, y por esto piden les sea otorgado vivir según sus leyes. 25 Queriendo, pues, que esta nación viva tranquila, hemos resuelto que su templo les sea restituido y vivan según las costumbres de sus mayores. 26 Harás, pues, bien en comunicarles esto y concertar con ellos la paz, para que, sabiendo nuestra voluntad, vivan contentos y alegremente atiendan a sus propios negocios." 27 La carta del rey a los judíos es como sigue: "El rey Antíoco, al senado de los judíos y a los demás judíos, salud. 28 Si gozáis de salud, me alegraré de ello; nosotros estamos bien. 29 Menelao nos comunica que deseáis volver a juntaros con los vuestros, 30 y a los que lo hagan hasta el treinta del mes de Xántico les concedemos la paz y seguridad; 31 y concedemos que los judíos puedan usar de sus comidas y de sus leyes como antes, y nadie sea en modo alguno molestado por los errores anteriores. 32 He mandado a Menelao que os confirme en estas seguridades. 33 Pasadlo bien. El año ciento cuarenta y ocho, el día quince del mes de Xántico." 34 También los romanos le enviaron una carta, que decía así: "Quinto Mem-mio y Tito Manlio, legados de los romanos, al pueblo de los judíos, salud.35 Lo que Lisias, pariente del rey, os ha otorgado, nosotros lo aprobamos. 36 Cuanto a lo que él ha creído deber someter al rey, enviad luego alguno con instrucciones precisas, a fin de que nosotros le apoyemos según vuestra conveniencia. Nosotros nos dirigimos a Antioquía. 37 Por tanto, daos prisa y enviad algunos que nos informen de vuestros deseos. 3§ Pasadlo bien. El quince del mes de Xántico del año ciento cuarenta y ocho."
Según 1 Mac 4:35, Lisias regresó a Antioquía avergonzado, reclutando mercenarios para acrecentar su ejército y volver contra Judas Macabeo. Esto no impide que, viendo las cosas con más claridad o por haber variado las circunstancias políticas, cambiara de opinión y tratara de negociar con el enemigo. Hace notar el autor que Lisias "no carecía de discreción" (v.13). Dióse cuenta de que nadie podía enfrentarse con el Dios todopoderoso de los judíos. Las propuestas hechas por Lisias fueron aceptadas por Judas, por considerarlas de interés público. Cuatro cartas contienen negociaciones de paz. El orden que ocupan en el texto no es el que exigen la lógica y la cronología.
Lisias escribe al pueblo judío anunciando que Juan y Abesalón (1 Mac 2:2; 11:70; 13:11) le entregaron una comunicación en la que pedían una respuesta sobre puntos concretos. La carta lleva la fecha del año 148 de la era seléucida (164 a.C.). El nombre del mes Júpiter corintio es desconocido en la literatura griega. La Vulgata lee Dióscoros, sexto mes del calendario cretense (febrero-marzo). Las leyes de la crítica textual no autorizan tal cambio, pero parece exigirlo la correspondencia cronológica.
Antíoco escribe a Lisias diciéndole que está dispuesto a entrar en tratos de paz con los judíos. En el v.23 supone el rey que su padre Epifanes fue trasladado de este mundo al Olimpo, para regocijarse en la compañía de los otros dioses. Los autores (Abel, Bévenot, Bickermann, Grandclaudon) juzgan que a esta carta le corresponde ocupar el último lugar.
A los judíos dirige Antíoco una carta en respuesta a una petición de Menelao. Por la misma concede un salvoconducto a los judíos que, en el intervalo de quince días, a contar del 15 del mes Xántico hasta el 30 del mismo, deseen marchar a Palestina. Menelao es el sumo sacerdote, varias veces nombrado con anterioridad (4:27-34. 50). Los destinatarios de la carta son las autoridades de los judíos (gerousía). La carta está fechada el 15 de abril del año 164 antes de Cristo, 148 de los seléucidas, y sigue en orden a las de Lisias y de los romanos. Firma la misma Antíoco Epifanes, o es expedida en su nombre.
También escriben los romanos "al pueblo de los judíos." A esta carta corresponde ocupar el segundo lugar en la serie de las cuatro, por confirmar concesiones que Lisias había hecho a los judíos. Firman la carta Quinto Memmio, la única vez que asoma al escenario de la historia, y Tito Manlio (o Manilio, Manió), que Niese identifica con Manió Sergio, enviado a Oriente por el Senado en 165-164. Los romanos no pueden decidir en las cuestiones que se han sometido al examen del rey antes que no dé éste su parecer. Dicen que van a Antioquía, pero no especifican si proceden de Egipto o iban a Roma, vía Antioquía, Grecia, o inversamente. La carta está fechada el 15 del mes Xántico del año 148. La dificultad proveniente de adoptar los romanos el calendario seléucida queda resuelta al suponer que Jasón unificó la cronología de los documentos,
Acción contra Jope y Jamnia (12:1-9).
1 Concluido este tratado, partió Lisias al rey, y los judíos se entregaron a las labores del campo. 2 Pero de los jefes que quedaron en la región, Timoteo y Apolonio el de Genneo, y Jerónimo y Demofón, y a más de éstos Nicanor, gobernador de Chipre, no les permitían gozar de sosiego y de paz. 3 Por otra parte, los de Jope cometieron un enorme crimen. Invitaron a los judíos que entre ellos moraban, con sus mujeres e hijos, a subir en barcas dispuestas por ellos, como si no hubiera enemistad alguna 4 y obrasen conforme al común acuerdo de la ciudad. Aceptaron aquéllos, como deseosos de la paz y no sospechando nada malo; pero, llegados a alta mar, fueron echadas al fondo no menos de doscientas personas. 5 Cuando Judas llegó a saber la crueldad cometida contra los de su nación, dio orden a su gente; e invocando a Dios, justo juez, 6 vino contra los asesinos de sus hermanos, y de noche puso fuego al puerto, quemó las naves y mató a cuantos allí se habían refugiado. 7 Habiéndole cerrado la plaza, se retiró, pero con el propósito de volver de nuevo a exterminar de raíz a toda la población de Jope. 8 Informado de que los de Jamnia se proponían hacer otro tanto con los judíos allí domiciliados, 9 cayó de noche sobre ellos e incendió el puerto y quemó las naves, de modo que la claridad del fuego se veía desde Jerusalén, a distancia de doscientos cuarenta estadios.
No tardan en reanudarse las luchas de Judas contra Siria. En 1 Mac 5:1-2 se achaca el comienzo de las mismas a la envidia de las naciones por la prosperidad de Judas. En nuestro texto se hace responsable de ello a los gobernadores de las aparquías de Celesiria, que azuzan a la población. El de mayor graduación era Timoteo, que, si no es idéntico al homónimo de 10:37, cabe al menos identificarlo con el Timoteo de 1 Mac 5:6-11. De Apolonio Genneo no se tienen otras noticias, como tampoco de Jerónimo y Demofón.
Nicanor hallábase al frente de un destacamento de mercenarios chipriotas y es distinto del Nicanor protagonista de luchas contra Judea (1 Mac 3:38), hijo de Patroclo (8:9). La aversión de los helenistas hacia los judíos se manifestó en un episodio lamentable que costó la vida a doscientas personas. Este crimen es una impiedad. ¿Por qué este paseo en barca? ¿Montaron en ella por puro placer o para asistir a algún espectáculo náutico? En el programa de los festejos, uno de los números aprobados por las autoridades incluía un paseo por mar (10-8). El naufragio se achacó a la .mala voluntad de los helenistas. Siendo judíos la mayoría de los náufragos, corrió la voz de que se trataba de un plan previamente calculado, A los judíos se les invitó a montar en navíos preparados para ellos. Al llegar mar adentro, la barca zozobró, hundiéndose con la tripulación. Judas vengó rápidamente la afrenta. La ciudad fue tomada definitivamente por Simón (1 Mac 13:11; 14:5). También Jamnia fue devastada. Con la hipérbole utilizada quiere decir el autor que las llamaradas eran visibles desde muy lejos, no pudiendo, sin embargo, divisarse desde Jerusalén, distante del lugar unos cuarenta y cinco kilómetros.
Judas en Galaad (12:10-31).
10 A nueve estadios de allí, cuando se dirigía contra Timoteo, le salieron al encuentro no menos de cinco mil árabes y quinientos jinetes. 11 Empeñada la lucha, con la ayuda de Dios los de Judas salieron vencedores; y los árabes nómadas, vencidos, pidieron la paz a Judas, comprometiéndose a darles ganado y ayudarles en todo. 12 Judas, convencido de que en mucho le podían ser útiles, hizo paces con ellos; concluidas éstas, se retiraron los árabes a sus tiendas.13 Atacó también una ciudad fuerte, rodeada de foso y murallas altas, poblada por gentes de todas las naciones, que se llamaba Caspín. 14 Los de dentro, confiados en la fortaleza de los muros y en el abastecimiento de víveres, insultaban groseramente a los de Judas y les lanzaban afrentas y dicterios. 15 Los de Judas, invocando al gran Señor del universo, que en tiempos de Josué, sin arietes ni máquinas de guerra, había derribado los muros de Jericó, atacaron con fiereza las murallas. 16 Tomada por la voluntad de Dios la ciudad, hicieron en ella atroz carnicería, hasta parecer como lleno de la sangre que a él había afluido un vecino estanque de dos estadios de ancho. 17 Después de una marcha de setecientos cincuenta estadios llegaron a Jaraca, a los judíos llamados tubienses. 18 No pudieron entonces apoderarse de Timoteo, porque, sin emprender nada, se había ido de aquella región, dejando en cierto lugar una muy fuerte guarnición. 19 Pero Dositeo y Sosípatro, generales del Macabeo, marcharon contra ella, y mataron a más de diez mil de los que Timoteo había dejado en guarnición. 20 El Macabeo organizó su ejército por cohortes, puso a aquellos dos al frente de ellas y partió en busca de Timoteo, que tenía a sus órdenes ciento veinte mil infantes y mil quinientos jinetes. 21 Así que supo éste la llegada de Judas, envió las mujeres y los niños y toda la impedimenta a un lugar llamado Camión, que era muy fuerte y de difícil acceso a causa de lo montuoso y quebrado del terreno. 22 Al aparecer la primera cohorte de Judas, se apoderó de los enemigos el pánico. Una aparición del que todo lo ve les infundió tal miedo, que se dieron todos a la fuga, cada uno por su lado, de suerte que unos a otros se molestaban y con las puntas de las espadas se herían. 23 Judas persiguió con encarnizamiento a aquellos criminales, matando hasta treinta mil hombres. 24 El mismo Timoteo, caído en manos de Dositeo y Sosípatro, instaba mucho que le dejasen libre, pues que tenía en su poder a muchos padres y hermanos de judíos, que no lo pasarían bien si él moría. 25 Dada su palabra con muchas seguridades de que los restituiría incólumes, le dieron libertad por amor de los hermanos. 26 Partió Judas contra Camión y contra el santuario de Atargates, donde dio muerte a veinticinco mil hombres. 27 Después de esta derrota y matanza, emprendió Judas la marcha hacia Efrón, ciudad fuerte, donde moraba una muchedumbre de diversas naciones. Jóvenes robustos, ordenados ante los muros, luchaban animosamente, y dentro había mucha provisión de máquinas y de proyectiles. 28Pero los judíos, invocando al Omnipotente, que con su poder aplasta las fuerzas enemigas, se apoderaron de la ciudad y mataron a veinticinco mil de los que estaban dentro. 29Partieron de allí, atacaron a Escitópolis, que dista de Jerusalén seiscientos estadios. 30 Pero ante el testimonio de los judíos que allí moraban de que los escitopolita-nos habían sido benévolos con ellos y en los días de su infortunio les habían guardado muchas deferencias, 31 les dieron las gracias, exhortándolos a continuar siendo benévolos con los de su linaje; y se vinieron a Jerusalén, próxima ya la fiesta de las Semanas, llamada de Pentecostés.
La narración, salvo algunas particularidades, es paralela a 1 Mac 5:24-53. El texto puede inducir a error cuando dice que "a nueve estadios de allí" se enfrentó con un grupo de árabes, ya que fácilmente podría tomarse la ciudad de Jamnia como punto de referencia. El contexto siguiente induce a creer que el autor ha juntado bruscamente dos episodios, con lo que se desfiguran las perspectivas geográficas e históricas. Judas había pasado el Jordán y, al frente de su ejército, marchaba por la alta planicie de TransJordania. Caspín, que Abel identifica con la actual Kisfín, al norte de TransJordania, pagó cara su resistencia a Judas. De la horrible carnicería da idea la imagen utilizada por Jasón de que apareció lleno de sangre un estanque que medía doscientos setenta metros de largo l. Se discute sobre el significado de Jaraca. Unos la consideran como nombre propio de lugar, y la identifican con la actual Kerak, a veinte kilómetros al noroeste de Bosra, en la Batanea. Otros ven en ella un nombre común griego con el significado de trinchera, campo atrincherado, identificándolo con Diatema (1 Mac 5:8-9). Los judíos de allí llamábanse tubienses por residir en el país de Tubi (1 Mac 5:13).
Al tener noticia de que Judas llegaba al frente de sus soldados, mandó Timoteo encerrar en Camión o Carnáin (1 Mac 5:43) a las mujeres y niños, creyendo que por encontrarse allí el santuario de Astarté, lugar sagrado para los gentiles, respetaría Judas el lugar. Pero nada significaba la estatua de Astarté para los judíos, acérrimos monoteístas. Judas se apoderó de Camión, dando muerte a gran número de hombres. Dice el texto que marchó contra el Atargateo, o sea, contra el templo dedicado a la diosa Syria, llamada Atargates o Deketo. Pero en nuestro texto se alude más bien al templo de la diosa Astarté, lugar de asilo, que dio su nombre a la población conocida por Astarot Carnáin (Gen 14:5), o Astarot (Deut 1:4; Jos 8:10)2.
Derrota de Gorgias (12:32-37).
32 Después de la fiesta marcharon contra Gorgias, general de los idumeos. 33 Salió con tres mil hombres de a pie y trescientos de a caballo; 34 y, trabada la batalla, fueron pocos los judíos que cayeron. 35 Un cierto Dositeo bacenorense, bravo jinete, agarró a Gorgias por la clámide, y tiraba de él vigorosamente, queriendo cogerlo vivo; pero vino sobre él un jinete tracio que le derribó el hombro, y así pudo Gorgias huir a Maresa. 36 Los soldados de Esdras hallábanse fatigados de la larga lucha; pero Judas invocó al Señor para que se mostrase su auxiliar y caudillo en la batalla. 37 Entonó en lengua patria un canto de guerra, y, cayendo de improviso sobre los de Gorgias, los puso en derrota.
Gorgias mandaba el ejército del sur de Palestina, en tierra de Idumea, tomando esta palabra en sentido amplio (1 Mac 4:15), aliada de los seléucidas. Dositeo no es el mismo personaje de que se habló en el v.19. El jinete tracio salvó la vida a Gorgias. Los tracios tenían fama de ser buenos jinetes 3. Maresa o Marisa se encuentra en las inmediaciones de Bet Gibrin (Jos 15:44). Es la primera vez y la última que se menciona el nombre de Esdras, Esdrín o Esdrías, comandante del ejército de Judas. La intervención oportuna de Judas atenuó las consecuencias de la derrota, que nuestro autor deja entrever oscuramente para que el lector no forme un juicio desfavorable de los soldados campeones del yahvismo.
Sufragios por los muertos (12:38-46).
38 Retrajo Judas su ejército y lo condujo a Odulam. Llegado el día séptimo, purificados según la costumbre, celebraron allí el sábado. 39 Al día siguiente, como era necesario, vinieron los de Judas para recoger los cadáveres de los caídos y con sus parientes depositarlos en los sepulcros de familia. 40 Entonces, bajo las túnicas de los caídos, encontraron objetos consagrados a los ídolos de Jamnia, de los prohibidos por la Ley a los judíos; siendo a todos manifiesto que por aquello habían caído. 41 Todos bendijeron al Señor, justo juez, que descubre las cosas ocultas. 42 Volvieron a la oración, rogando que el pecado cometido les fuese totalmente perdonado; y el noble Judas exhortó a la tropa a conservarse limpios de pecado, teniendo a la vista el suceso de los que habían caído, 43 y mandó hacer una colecta en las filas, recogiendo hasta dos mil dracmas, que envió a Jerusalén para ofrecer sacrificios por el pecado; obra digna y noble, inspirada en la esperanza de la resurrección; 44 pues si no hubiera esperado que los muertos resucitarían, superfluo y vano era orar por ellos. 45 Mas creía que a los muertos piadosamente les está reservada una magnífica recompensa. 46 Obra santa y piadosa es orar por los muertos. Por eso hizo el sacrificio expiatorio por los muertos, para que fuesen absueltos de los pecados.
El sábado veníase encima y no era prudente ponerse al alcance del ejército de Gorgias para retirar los cadáveres. Judas retrasó su ejército unos quince kilómetros, refugiándose en el lugar del antiguo Odulam. Los muertos quedaron sobre el campo de batalla a causa de la proximidad del sábado y para que los soldados no quedasen contaminados al contacto con los cadáveres. Pasada la fiesta, dióse sepultura a los muertos, acto que, según la Vulgata, realizaron Judas y los suyos. La noticia de que cada uno de los soldados fue llevado al sepulcro de familia tiene un significado más bien ideal que real. Al levantar el cuerpo de los caídos en la batalla, comprendió Judas el porqué de la derrota sufrida: los muertos habíanse contaminado con el pecado de apropiarse el oro y plata que recubría las estatuas de los ídolos (Deut 7:25) y de llevar escondidas bajo la túnica ofrendas robadas al templo de Jamnia. Por su pecado los ha castigado Dios. Judas alaba al Señor por haberle dado a conocer las causas del desastre bélico y por haber demostrado a todos que nada se oculta a sus ojos. En la oración pidieron a Dios que el pecado no fuera imputado a los muertos como crimen irremisible. Creían los judíos que los muertos podían alcanzar en el otro mundo el perdón de algunos pecados, mayormente si los vivientes se interesaban por su salvación y hacían por ellos acciones satisfactorias (calmet). Los hechos amonestaban a los presentes a que no imitaran la conducta de sus compañeros, muertos en castigo de su pecado. Por el pecado colectivo se ofrecía un becerro, sobre el cual imponían las manos los ancianos de la asamblea. Su ceremonial se describe largamente en Lev 4:2-5:13. Al final del v.43 hace el epito-mador una reflexión sobre el proceder de Judas, con lo cual manifiesta su fe en la resurrección de los muertos. Si Judas no esperaba que los soldados muertos resucitaran algún día, era vano y superfluo orar por ellos. Los v.45-46, en el original griego, dicen: "Así, siendo un pensamiento santo y bueno considerar que un magnífico galardón está reservado a los que mueren piadosamente, hizo el sacrificio expiatorio por los difuntos para que fuesen libres del pecado." Las variantes de la Vulgata tienden a poner de relieve el valor dogmático del texto. Las palabras "pensamiento santo y bueno" son palpablemente una glosa redaccional. La Vulgata las conserva y las une con el contexto siguiente, como si fuese la conclusión lógica de todo el episodio. Sancta ergo et salutaris est cogitatio pro defunctis exorare, ut a peccatis solvantur.
Tres enseñanzas de gran alcance se desprenden del texto anterior: a) No solamente cree Judas en la supervivencia de las almas, sino también en la resurrección de los muertos, b) A los que mueren con sentimientos de religiosa piedad les está reservada una magnífica recompensa en premio de su conducta religiosa y moral durante el curso de su vida, c) Está convencido Judas de que un sacrificio ofrecido en sufragio de los difuntos puede lograr que los pecados que cometieron les sean totalmente perdonados. Los soldados combatieron animosamente por su Dios y por su patria, pero tuvieron la debilidad de encandilarse por objetos impuros. Con terminología actual, cabe decir que Judas no veía en ello un pecado mortal, sino más bien una falta propia de niños irreflexivos. El robo de los objetos no era indicio de un acto de culto con los ídolos. Ellos, acogiéndose al derecho de guerra, se dejaron arrastrar por la avaricia, cometiendo con ello un pecado que no trasciende de las esferas de un pecado venial4. Esta impureza, en la mente de Judas, podía ser causa de que los difuntos no llegaran a la consecución del magnífico galardón a que tenían derecho por no haber sido totalmente perdonado su pecado. Los que están en vida, en estado todavía de merecer, pueden, con sus sufragios, lograr que este leve obstáculo sea removido. Por el carácter del relato puede conjeturarse que el autor sagrado polemiza contra los negadores de la creencia en la resurrección de que habló en 7:9. En este texto encontramos esbozada la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio y la práctica de los sufragios por los difuntos, ut a peccatis solvantur.
Muerte de Menelao (13:1-8).
1El año ciento cuarenta y nueve supieron los de Judas que Antíoco Eupator venía contra Judea con gran muchedumbre de tropas, 2 y con él Lisias, su tutor y regente del reino, con un ejército griego de ciento diez mil infantes, cinco mil trescientos jinetes, veintidós elefantes y trescientos carros armados de hoces. 3 A ellos se había juntado Menelao, que con grande astucia exhortaba a Antíoco, no llevado de la solicitud por la patria, sino esperando ser restituido en el poder. 4 Pero el Rey de reyes excitó la cólera de Antíoco contra aquel criminal; pues como Lisias hiciera ver al rey que aquél había sido la causa de todos los disturbios, ordenó fuese conducido a Berea y muerto allí, al estilo del lugar. 5 Había allí una torre como de cincuenta codos de alto, rodeada por todas partes de cenizas ardientes y coronada por una máquina giratoria, 6 con la cual arrojaban a las cenizas al ladrón, sacrilego o al autor de algún otro crimen horrendo. 7 De tal muerte había de acabar el impío Menelao, sin lograr el honor de la sepultura. 8 Muy justo era que quien tantos pecados cometiera contra el altar, cuyo fuego y cenizas son santos, en cenizas recibiera la muerte.
La campaña de Lisias tuvo lugar el año 149-150 de la era seléu-cida, correspondiente al año 163-162 antes de Cristo (1 Mac 6:20). De los cargos honoríficos de Lisias ha hablado el autor en otro lugar (11:1). Por temor a que Filipo tratara de hacer prevalecer sus derechos de tutor y se amparase del rey (9:29), llevó consigo Lisias al joven monarca Antíoco Eupator. El texto receptus dice que "cada uno mandaba un ejército griego de ciento diez mil hombres," cifra totalmente inaceptable, que contradice a la de 1 Mac 6:30, y que se opone a la misma mentalidad de Jasón, tan amante de hinchar los números. Ni griegos ni romanos usaron carros armados de hoces. Se trata de una costumbre oriental que se extendió por Persia y Egipto l. Poca utilidad tenían tales ingenios bélicos en un terreno tan quebrado como Palestina. Desde que Judas reconstruyó el templo de Jerusalén, Menelao residía en Antioquía, aunque nominalmente continuara en su oficio de sumo sacerdote y jefe de la nación judaica. También para este malvado sonó la hora que "el Rey de reyes" fijó en sus inescrutables designios para castigarle. Lisias acusóle al rey, quien mandó fuera ajusticiado en Berea, al estilo del lugar. A un malvado de esta calaña correspondía también una muerte dolorosa. En Berea se estilaba un género de suplicio digno de él. Se obligaba al condenado a muerte a subir a una torre de veinticinco metros, llena de cenizas ardientes y coronada por una máquina giratoria, sobre la cual montaba el reo. A un movimiento de la misma caía éste fatalmente sobre las brasas, hundiéndose su cuerpo a medida que se agitaba y retorcía por el dolor, hasta que sobrevenía la muerte. Los persas aplicaban el suplicio de la ceniza 2. El cuerpo de Menelao fue reducido a ceniza, negándosele los honores de la sepultura. La ceniza que le ahogó trae a la memoria la ceniza del altar y el fuego sagrado que él había profanado, aplicándosele la ley del talión (4:26; 5:8-10; 9:6-28).
Batalla de Modín (13:9-17).
9 Iba el rey animado de sentimientos feroces, dispuesto a mostrarse más duro con los judíos que lo había sido su padre. 10 Informado de ello Judas, mandó a su gente invocar día y noche al Señor, para que, como siempre, ahora les ayudase, cuando el pueblo, que apenas había comenzado a respirar, 11 estaba a punto de quedar sin ley, sin patria y sin templo, y sometido a la tiranía de naciones blasfemas. 12 Cuando todos a una hubieron rogado al Señor misericordioso con lágrimas y ayunos y postraciones durante tres días continuos, Judas los animó y ordenó que se preparasen; 13 y después de consultar a los ancianos, resolvió emprender la marcha antes que el ejército del rey entrase en Judea y se hiciesen dueños de la ciudad; poniendo la cosa en manos del Señor, 14 encomendando al Creador del universo el resultado de la batalla y exhortando a los suyos a luchar animosamente hasta morir por las leyes, por el templo, por la ciudad, por la patria y sus instituciones. Ordenó su ejército en batalla junto a Modín. 15 Dio a los suyos el santo y seña: "De Dios es la victoria"; y con la flor de sus soldados acometió de noche el campamento del rey, matando hasta dos mil hombres y el mayor de los elefantes con los que llevaba encima. 16 Luego se retiraron victoriosos, dejando el campo lleno de pánico y de perturbación. 17 Al ser de día, todo estaba acabado, gracias a la ayuda del Señor, que le había socorrido.
A más peligro, más fervor y oraciones más largas y continuadas. Judas no esperó al enemigo en Jerusalén; prefirió salirle al encuentro en las cercanías de Modín. Ofrecía este lugar dos grandes ventajas: la primera se refería a la naturaleza del terreno, montañoso y quebrado, propio para inutilizar los carros y elefantes del enemigo.
En segundo lugar, por haberse producido en Modín el primer chispazo de la guerra de independencia. El lugar influiría favorablemente sobre los ánimos de los combatientes.
Sitio de Betsur (13:18-22).
18 El rey, vista la audacia de los judíos, intentaba adueñarse por astucia de las plazas. 19 Llevó su ejército contra Betsur, plaza fuerte de los judíos, pero se veía rechazado y derrotado y cada vez menos fuerte. 20Judas proveía de vituallas a los de dentro. 21Un cierto Rodoco, del ejército judío, descubrió al enemigo los secretos de la defensa. Fue buscado, cogido y encarcelado. 22Por segunda vez el rey entró en tratos con los de Betsur, y, hechas las paces, se retiró.
Ve el epitomador que su libro se alarga y trata, por consiguiente, de recortar el estilo ampuloso que empleó en capítulos anteriores. Los hechos que narra corresponden a los que refiere 1 Mac 6:48-63. De Modín fue Lisias hacia el territorio de sus aliados los idumeos, sitiando a Betsur, con ánimo de avanzar hacia Jerusalén una vez conquistada aquella fortaleza. Rodoco, aunque el texto no lo diga expresamente, fue muerto en castigo de su traición (10:22).
Tratado de paz (13:23-26).
23 Atacó a Judas, mas fue vencido. Pero, informado de que Filipo, quien había quedado por regente del rey, se había sublevado en Antioquía, quedó consternado. Luego pidió la paz a los judíos, jurándoles atender sus justas peticiones; y, reconciliado con ellos, ofreció sacrificios, honró el templo y ofreció dones. 24 Al Macabeo le acogió muy bien, y nombró a Egemónidas general desde Tolemaida hasta la región de los guerrenios. 25 Pero, al llegar a Tolemaida, sus habitantes llevaron muy a mal los conciertos, e indignados querían romper lo estipulado. 26 Subió entonces Lisias a la tribuna, se esforzó por defender la causa, logrando aplacarlos, y se volvió a Antioquía. Tal fue el suceso de la venida y retirada del rey.
Mientras Eupator y el regente Lisias estrechaban el cerco de Betsur, se enteraron de la sublevación ^ de Filipo en Antioquía (19:29). Lisias, que veía en peligro su posición privilegiada, marchó precipitadamente a Antioquía, lo que le indujo a pactar con los judíos (1 Mac 6:55-63). Nuestro autor añade que el rey ofreció sacrificios, honró el templo y entregó dones; pero pasa por alto la noticia de la destrucción de los muros del monte Sión (1 Mac 6:62). El general Egemónidas nos es desconocido.
Alcimo indispone a los judíos con Demetrio (14:1-11).
1 Al cabo de tres años supieron los de Judas que Demetrio, hijo de Seleuco, había desembarcado en Trípoli con poderoso ejército y flota 2 y se había hecho dueño de la tierra, dando muerte a Antíoco y a Lisias, su tutor. 3 Cierto Alcimo, que había sido antes sumo sacerdote y que en los tiempos de la confusión se había voluntariamente contaminado, considerando que no había para él otro modo de salvación y de acceso al altar santo, 4 se vino al rey Demetrio el año ciento cincuenta y uno, trayéndole una corona de oro, una palma y unos ramos de olivo que se creían procedentes del templo. Aquel día no pidió nada. 5 Pero, aprovechando la ocasión, propicia a su demencia, de haber sido llamado a consejo por Demetrio, para preguntarle cuáles eran las disposiciones y designios de los judíos, respondió: 6 "El partido de los judíos que llaman asideos, cuyo jefe es Judas Macabeo, fomenta las guerras y las sediciones y no consiente que el reino goce de paz; 7 por lo cual, yo, despojado de la dignidad paterna, quiero decir, del sumo sacerdocio, he venido ahora aquí, 8 mirando con toda lealtad por los intereses del rey y buscando también los de mis conciudadanos, pues, por la temeridad de aquéllos, toda nuestra nación se halla en ruinas. 9 Date cuenta, pues, ¡oh rey! de estas cosas; mira por nuestra tierra y nuestra raza oprimida, llevado de tu desinteresado amor hacia todos. 10 Mientras Judas esté con vida, no podrá el Estado gozar de paz," 11 Dicho esto, al punto los restantes amigos, que se hallaban indispuestos contra Judas, inflaron más el ánimo de Demetrio.
Demetrio escapó de Roma y, a bordo de una nave cartaginesa, desembarcó en las costas de Siria, en Trípoli, el año 161 antes de Cristo, 151 de la era seléucida (1 Mac 7:1).
Alcimo era de estirpe sacerdotal, pero no de la familia de Onías. Por favor de Eupator y Lisias, Alcimo sucedió a Menelao en el cargo de sumo sacerdote. Los asideos "fueron los primeros entre los hijos de Israel que pidieron la paz" (1 Mac 7:13) y reconocieron a Alcimo por legítimo sumo sacerdote.
Nicanor se dirige a Judea (14:12-14).
12 Logrando que éste llamase luego a Nicanor, comandante anteriormente del cuerpo de elefantes, y le nombró general de Judea, 13 dándole orden de acabar con Judas, dispersar a todos los suyos e instalar a Alcimo por sumo sacerdote del santísimo templo. 14 En seguida, los gentiles, que por temor de Judas habían huido de la Judea, se agregaron como rebaño a Nicanor, pensando que el infortunio y la calamidad de los judíos sería su ventura.
Para — distinguir a este Nicanor del homónimo de que habló en 12:2, el autor le caracteriza por el cargo que tuvo en un tiempo de comandante del grupo de elefantes. Pero los romanos abolieron el empleo de estos animales en las guerras ya antes del advenir miento de Demetrio.
Revés de Simón en Desáu (14:15-17).
15 Al saber los judíos la venida de Nicanor y la invasión de los gentiles, se cubrieron de polvo, orando al que eligió a su pueblo para siempre y protegió en todo tiempo con manifiestos prodigios su heredad. 16 A las órdenes de su jefe, se pusieron luego en marcha, y vino a darse la batalla junto a la aldea de Desáu. 17 Simón, hermano de Judas, había venido a las manos con Nicanor; pero, desconcertado un momento por la repentina llegada de los enemigos, sufrió un revés.
Confortados con la oración, los soldados de Judas presentaron batalla junto a Desáu. Este lugar nos es desconocido; quizá en el texto primitivo leíase Adasa (1 Mac 7:40), que se encuentra a unos tres kilómetros de Cafarsalama (1 Mac 7:31) 2.
Amistad entre Judas y Nicanor (14:18-25).
18 A pesar de lo cual, Nicanor, que sabía el valor de los judíos y cuan animosamente combatían por la patria, temía encomendar a las armas la resolución. 19 Por eso envió a Posidonio, a Teodoto y a Matatías a proponer conciertos de paz. 20 Después de un largo examen de las condiciones y de haberlo comunicado el general a la muchedumbre, de común acuerdo convinieron hacer conciertos de paz. 21 Señalaron el día en que los dos jefes se reunirían solos, y pusieron dos sillas, una frente a otra. 22 Judas, sin embargo, había apostado hombres en lugares convenientes, dispuestos a intervenir si los enemigos cometían alguna perfidia. Así tuvieron el amigable coloquio. 23 En adelante, Nicanor moró en Jerusalén, sin cometer injusticia, y hasta disolvió las tropas que a manera de rebaños se le habían juntado. 24 A Judas le tenía siempre a su lado, pues sentía hacia él cordial afecto. 25 Le exhortaba a que se casara y criara hijos. Y, en efecto, se casó, y, viviendo tranquilamente, disfrutaba de la vida.
Tres mensajeros envió Nicanor a Jerusalén con proposiciones de paz. Difícil es identificar a los tres enviados. Según 1 Mac 7:27-31, estas negociaciones tuvieron lugar antes del combate de Cafarsalama, lo que mueve a Grimm, Bévenot, Knabenbauer, a distinguir dos combates, el de Desáu y el de Cafarsalama. En esta hipótesis, el curso de los acontecimientos sería el siguiente: 1) batalla de Desáu; 2) negociaciones de paz; 3) derrota de Nicanor en Cafarsalama; 4) amenazas contra los sacerdotes del templo; 5) derrota y muerte de Nicanor. El v.21 es dudoso críticamente, pero la idea sustancial es que ambos jefes se entrevistaron en pleno campo, sentados en sillas lujosas, semejantes a la sella castrensis de los pretores romanos. Aunque la amistad de Nicanor fuera sincera, sin embargo controlaba de cerca todo movimiento sospechoso del caudillo Judas. Por indicación de Nicanor, Judas tomó estado, fundó un hogar y gozó de la vida. El verbo koinonein significa tomar parte en la existencia común de los mortales en vez de guerrear en campaña, vivir sin hogar ni lugar fijo y matar. La guerra es algo antinatural, por oponerse al instinto de la procreación y a la armonía que debe existir entre los ciudadanos.
Intrigas de Alcimo (14:26-29).
26 Pero Alcimo, al ver la buena inteligencia de ambos y los pactos concertados, se vino a Demetrio, acusando a Nicanor de traidora deserción contra el reino, puesto que se había dado por sucesor a Judas, enemigo del reino. 27 El rey se enojó, e inducido por las calumnias de aquel malvado, escribió a Nicanor, diciéndole cuánto le habían desagradado los conciertos hechos y ordenándole que le enviase cuanto antes preso al Macabeo a Antioquía. 28 Cuando recibió estas órdenes, Nicanor quedó confuso y sintió gravemente tener que anular lo concertado, sin haber recibido daño alguno de tal varón. 29 Mas, no siendo posible oponerse al rey, aguardó una ocasión propicia para ejecutar sus mandatos.
Alcimo veía con malos ojos la camaradería existente entre Nicanor y Judas. De seguir por aquellos derroteros, sus reivindicaciones quedarían en letra muerta. Por lo mismo acusó a Nicanor de haber nombrado a Judas diadoco, con lo cual le confería el derecho de ocupar su puesto al morir.
Raptara de relaciones (14:30-36).
30 Observando de su parte el Macabeo que Nicanor se conducía con él más fríamente y que sus relaciones no eran tan amigables como de costumbre, pensó que tal conducta era mal indicio; y así reunió a muchos de los suyos y comenzó a guardarse de Nicanor. 31 Dándose éste cuenta de cuan hábilmente había sido vencido por Judas, llegó al augustísimo y santo templo en el momento mismo en que los sacerdotes ofrecían los acostumbrados sacrificios, y les mandó que le entregaran a Judas. 32 Asegurando ellos con juramento que ignoraban dónde estaba, extendió su diestra hacia el templo, 33 y juró así: "Si no me entregáis a Judas preso, arrasaré este templo de Dios, destruiré el altar y elevaré aquí un magnífico templo a Baco." 34 Los sacerdotes tendieron las manos al cielo, e invocando al que siempre se había mostrado defensor de nuestro pueblo, dijeron: 35 "Tú, Señor de todas las cosas, que de nada necesitas, has tenido a bien establecer este templo de tu morada en medio de nosotros. 36 Preserva, pues, santísimo Señor, por siempre limpia esta casa, que hace poco ha sido purificada."
El episodio que en esta perícopa se refiere concuerda fundamentalmente con lo dicho en 1 Mac 7:3355,
Suicidio de Radas (14:37-46).
37 Un cierto Racías, de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a Nicanor como amante de la ciudad, donde gozaba de muy buena fama, y por su bondad era apellidado padre de los judíos. 38 En efecto, en los tiempos anteriores había evitado todo contacto con los gentiles y había atraído sobre sí la acusación de judaismo, exponiendo por ello su cuerpo y su vida. 39 Deseando Nicanor dar muestra de su mala voluntad hacia los judíos, mandó más de quinientos soldados a prenderle, 40pues creía inferir, prendiendo a éste, un golpe a todos los judíos. 41 Estaba la tropa a punto de apoderarse de la torre de su casa, forzando la puerta de entrada y dada ya la orden de prenderle fuego. Racías, estando para ser apresado, se echó sobre su espada, 42 prefiriendo morir noblemente antes de caer en manos de criminales y recibir ultrajes indignos de su nobleza. 43 Mas como a causa de la precipitación no hubiera acertado a matarse y la tropa invadiera ya la casa, resueltamente corrió al muro y virilmente se arrojó encima de la tropa. 44 En viéndole se retiraron, y vino a caer en medio del espacio libre. 45 Aún respiraba, y, enardecido su ánimo, se levantó, y mientras a torrentes le corría la sangre de las graves heridas, atravesó a la carrera por entre la muchedumbre, hasta erguirse sobre una roca escarpada. 46 Allí, totalmente exangüe, se arrancó las entrañas con ambas manos y las arrojó contra la tropa, invocando al Señor de la vida y del espíritu que de nuevo se las devolviera. Y de esta manera acabó.
Desairado Nicanor por su fracaso en la captura de Judas, encontró una víctima expiatoria en la personalidad relevante de Racías, miembro de los ancianos de Jerusalén. El autor describe con admiración el arrojo de este procer judío, que prefirió darse muerte a caer en manos de gente impía. Quizá Jasón de Cirene contara lo acaecido con riqueza de detalles; pero nuestro autor se apodera de aquel relato y lo resume de modo realista, encaminado a poner de relieve los valores con que contaba el nacionalismo judío. Racías obró de buena fe, y estaba convencido de que su acción, como la de Eleazar (6:18ss), contribuiría a impresionar favorablemente a sus correligionarios judíos y a servir de ejemplo de entereza a todos. El autor sagrado siente simpatía por Racías y no para mientes en el detalle de juzgar de la moralidad de este héroe nacional. Nos sucede actualmente a nosotros, que admiramos las gestas de un héroe popular, Juan de Serrallonga, por ejemplo; pero, puestos en el trance de emitir nuestro juicio sobre la moralidad de sus actos, refrenamos nuestros sentimientos y distinguimos fríamente entre los medios y el fin, entre lo que se ajusta a la ley suprema de la moralidad y lo que se opone a ella. Desde antiguo esta vivencia ha sido objeto de vivas discusiones, y hubo heresiarcas (los donatistas) que invocaban el caso de Racías para justificar la moralidad del suicidio. San Agustín 3 ha expresado su parecer sobre el caso Racías, diciendo: Factum narratum est, non laudatum; et iudicandum potius quam imitandum. Heroico fue el acto de Racías, pero no bueno; no todo lo grande es bueno, decía San Agustín 4. Antiguos comentaristas someten el texto a un examen moral riguroso, tales Cornelio a Lapide y Calmet.
Racías se mantuvo siempre adicto a las leyes judías, no declinando jamás a la derecha ni a la izquierda. Hubo otros que, aunque momentáneamente, hicieron concesiones al helenismo; él, en cambio, combatió de hecho y de palabra contra cualquier contacto o comercio con los gentiles. Cuanto más relevante era su personalidad, más impresión causaría su captura por las tropas de Nicanor. Quinientos soldados fueron a prenderle, rodearon su amplio palacio, quizá a las afueras de Jerusalén, prendiendo fuego a las puertas. Familiares y servidores se encontraban en la casa de Racías, quienes, asfixiados por el humo de las puertas ardiendo, se refugiaron en la torre situada en un ángulo del edificio. Habiendo los soldados penetrado en el edificio y llegado a la torre, comprendió Racías que no había escape posible. En aquel momento, ciego por el odio hacia el enemigo y obcecado por la idea del honor, atentó contra su vida echándose sobre su espada (1 Sam 31:4). Con la precipitación falló el primer intento, por lo cual, viéndose ya acorralado y al alcance de los incircuncisos, corrió hacia el muro y se arrojó sobre la tropa que rodeaba su casa. Los soldados esquivaron el golpe, y el cuerpo del infeliz dio contra el suelo. Todavía con vida, se levantó y, por entre la masa de los soldados, corrió hacia una roca que sobresalía, e irguiéndose sobre ella, se arrancó las entrañas con la mano y las arrojó sobre la tropa siria, cayendo luego exánime después de invocar al "Señor de la vida y del espíritu que de nuevo se las devolviera."
El autor subraya la fe de Racías en la resurrección de la carne, devolviéndole Dios la integridad de su cuerpo. Este episodio encaja perfectamente dentro del libro. Por su carácter tiene estrecha relación con el martirio de los siete hermanos Macabeos (c.7). Compárase 14:37 con 6:18-23. Aquí, como en el capítulo 7, aparece la fe de los mártires en la resurrección.
Designios de Nicanor (15:1-5).
1 Informado Nicanor de que Judas andaba por los lugares de Samaría, pensó atacarle con entera seguridad en día de sábado. 2 Los judíos que a la fuerza le seguían dijeron: "No pretendas aniquilarlos tan salvaje y bárbaramente; respeta el día que preferentemente ha sido declarado santo por el que todo lo ve." 3 A lo que aquel malvado contestó si había soberano en el cielo que hubiera ordenado solemnizar el día del sábado. 4 Y como ellos le respondiesen: "Sí, hay un Señor, Dios vivo, soberano del cielo, que ha ordenado celebrar el día séptimo." 5 "Pues yo — contestó él — digo que hay un soberano en la tierra que manda tomar las armas y cumplir lo que conviene al rey." Con todo, no pudo llevar a cabo su malvado propósito.
Con la muerte de Racías quedaba Nicanor todavía en deuda con el rey, que le reclamaba "enviase cuanto antes al Macabeo" (14:27). En el ejército tenía Nicanor elementos judíos, apóstatas unos y ortodoxos otros, aunque de tendencia liberal, que por solidaridad de raza protestaron contra su designio de echarse encima de Judas y sus gentes en día de sábado y aniquilarlos. Ignoraba Nicanor que, a consecuencia de un revés (1 Mac 2:32-38), se determinó que podían defenderse los judíos en caso de ser atacados, pero no tomar la iniciativa del combate (1 Mac 2:41). La protesta de los judíos enrolados en el ejército de Nicanor demuestra que conservan su fe, al mismo tiempo que declaran que la ley del sábado es universal, que obliga a todos los hombres indistintamente, por haber sido promulgada a raíz de la creación del mundo (Gen 2:4). Nicanor no niega que exista Dios, pero duda de que El haya ordenado el descanso sabático. Sin saber el porqué, sus proyectos no se realizaron.
Jadas catequiza a los suyos (15:6-11).
6 Mientras Nicanor, en su insensato orgullo, pensaba levantar con Judas y los suyos un monumental trofeo, 7 éste, puesta siempre su confianza en el socorro del Señor, 8 exhortaba a los suyos a no temer el ataque de los paganos; antes bien, recordando los auxilios que en tiempos anteriores les habían venido del cielo, esperasen también ahora del Todopoderoso la victoria, 9 y los alentaba, proponiéndoles testimonios de la Ley y de los profetas y recordándoles los combates que habían sostenido, dándoles con esto mucho ánimo. 10 Después de haber levantado sus espíritus, les puso de manifiesto la falta de fe de los gentiles y la transgresión de sus juramentos; 11 animando a todos, no tanto con la seguridad de sus escudos y lanzas cuanto con la confianza de sus alentadoras palabras. Sobre todo los alegró con la relación de un sueño digno de toda fe.
De nuevo opone el autor dos realidades: la de Nicanor, obcecado por su "insensato orgullo," y la de Judas, que condiciona su éxito en la lucha a la ayuda "del Dios de las batallas." Nicanor piensa levantar con Judas y los suyos un monumental trofeo, no en el sentido de erigir un monumento apilando sus cadáveres o amontonando las armas que tenían, sino en el de creer que la victoria sobre ellos levantaría extraordinariamente su prestigio ante el rey y la nación.
Un sueño misterioso (15:12-16).
12 He aquí el sueño que había tenido: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, de venerable aspecto, de suaves maneras, de elegante lenguaje, que desde su niñez se había ejercitado en toda virtud, tendía sus manos, orando por toda la comunidad de los judíos. 13 Apareciósele también otro varón, que se destacaba por la blancura de sus cabellos y por su gloriosa dignidad, nimbado de admirable y magnífica majestad. 14 Onías dijo: "Este es el amador de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa: Jeremías, profeta de Dios." 15 Y tenía Jeremías su diestra y entregaba a Judas una espada de oro, diciéndole: 16 "Toma esta espada santa, don de Dios, con la cual triunfarás de los enemigos."
Judas contó un sueño-visión digno de fe (axiópistos). La visión fue la siguiente: apareció el sumo sacerdote Onías (4:33) en actitud de tender las manos y orando por toda la comunidad de los judíos. Su bondad y altruismo le caracterizaron ya en vida (3:31; 4:2). Pronto otro venerable anciano entró en escena; al hacer Onías su presentación, declaró que era Jeremías, profeta de Dios (2:1-8). De este texto aparece claramente la fe de nuestro autor en la intercesión de los santos a favor de los mortales.
Preparativos para el combate (15:17-24).
17 Alentados con estas nobles palabras de Judas, capaces de vigorizar y exaltar hasta el heroísmo las almas de los jóvenes, resolvieron no atrincherarse en el campo, sino arrojarse valientemente sobre el enemigo, y, luchando con todo valor, decidir la cosa, puesto que se hallaban en peligro la ciudad, la religión y el templo; 18 pues la solicitud que por las mujeres, los hijos, los hermanos y parientes tañían era menor que la que sentían por el templo santo, la más grande y primera de todas las cosas. 19 No era pequeña la ansiedad de los que en la ciudad habían quedado, inquietos como se hallaban por la lucha de fuera. 20 Cuando todos esperaban el futuro desenlace, y los enemigos se acercaban dispuestos en orden de batalla, y los elefantes colocados en lugares oportunos, y la caballería en las alas, 21 al ver el Macabeo la muchedumbre que se acercaba, el variado aparato de las armas, la fuerza de los elefantes apostados en lugares convenientes, levantando las manos al cielo, invocó al Señor, hacedor de prodigios. Sabía que no por la fuerza de las armas se alcanza la victoria, sino que Dios la otorga a los que juzga dignos de ella. 22 La invocación fue como sigue: "Tú, Señor, que enviaste un ángel bajo Ezequías, rey de Judá, que mató del ejército de Senaquerib a ciento ochenta y cinco mil hombres, 23 envía ahora, Señor de los cielos, delante de nosotros un ángel bueno que infunda a éstos temor y temblor. 24 Con la fuerza de tu brazo sean quebrantados los que llegan blasfemando contra tu pueblo santo." Y con esto terminó.
La noticia de la visión de Onías y de Jeremías electrizó a los soldados, que decidieron lanzarse a la ofensiva, conscientes de que de su valor dependía la suerte de sus tres grandes amores: la ciudad, la religión, el templo. En el lugar paralelo de 1 Mac 7, 43-50 no se habla de los elefantes. Jasón los introdujo en su texto para obtener un cuadro más impresionante de un general que en otros tiempos fue elefantarco. En la oración que precedió al combate alude Judas al ángel exterminador que diezmó el ejército de Senaquerib (2 Re 19:35; 1 Mac 7:41). Pide que mande Dios a su ángel bueno, como hizo en la expedición de Lisias (11:6-8).
Derrota y muerte de Nicanor (15:25-37).
25 Los de Nicanor avanzaban al son de las cornetas y de los cantos guerreros, 26 en tanto que los de Judas llegaron a chocar con los enemigos en medio de súplicas y oraciones. 2? Y mientras luchaban con las manos, oraban en su corazón a Dios; y así, magníficamente fortalecidos por esta manifestación de Dios, echaron por tierra no menos de treinta y cinco mil hombres. 28 Terminada la lucha y entregados a la alegría, hallaron que, revestido de sus armas, estaba Nicanor entre los muertos. 29 Se produjo un gran clamor y alborozo, bendiciendo al Señor en la lengua patria. 30 Judas, que en cuerpo y alma estaba todo él atento a la defensa de sus conciudadanos y había guardado la generosidad de la juventud para sus connacionales, ordenó cortar a Nicanor la lengua y el brazo hasta el hombro y llevarlos a Jerusalén. 31 Llegado allí, convocó a los conciudadanos y sacerdotes, y, puesto en pie ante el altar, mandó venir a los de la ciudadela, 32 mostró a todos la cabeza del impío Nicanor y la mano que el blasfemo había tendido insolente contra la santa casa del Todopoderoso. 33 Mandó picar en menudos trozos la lengua, echarlos a las aves y suspender enfrente del templo la mano, como recompensa a su insensatez. 34 γ todos, levantando los ojos al cielo, bendecían al Señor, diciendo: "Bendito el que ha conservado puro este lugar." 35 La cabeza de Nicanor se colgó de la ciudadela, visible a todos, como señal manifiesta del auxilio divino; 36 y por público decreto se mandó no dejar pasar este día sin solemnizarlo, 37 y que se celebrase el trece del mes duodécimo, que en lengua siríaca se llama Adar, un día antes del día de Mardoqueo.
¡Qué actitud tan dispar toman los dos ejércitos al iniciar el combate! El de los gentiles avanza al son de las trompetas y de cantos guerreros; el de Judas, con las armas en la mano, el amor de Dios en el corazón y la oración a flor de labios. La victoria de Judas fue aplastante; muchos soldados enemigos cayeron al filo de la espada. Nicanor quedó entre los muertos. Mandó Judas que le cortaran el brazo hasta el hombro, la lengua y la cabeza, que, como trofeos, debían llevar a Jerusalén. De la decapitación de cadáveres se habla en la Biblia (Jue 7:25; 1 Sam 17:54; 31:9) Jdt 12:8; 14:1). Los de la ciudadela contemplaron con pavor la cabeza de su jefe. Su lengua, fue picada y reducida a trozos diminutos y arrojada para ser pasto de las aves del cielo. El brazo de Nicanor se colocó en un lugar cercano al templo, visible desde su recinto. Probablemente fue puesto sobre un palo levantado ex profeso o adosado a los muros de la ciudadela.
El 13 del mes de Adar fue declarado fiesta nacional (1 Mac 7:45-50). En el Talmud (Taanit 2:12) se alude a esta fiesta. Era la víspera de la fiesta de Purim. En atención a esta solemnidad se prohibió que el día 13, como normalmente corresponde a una vigilia de fiesta grande, se ayunara y hubiera manifestaciones de duelo. El día 13 de Adar debía computarse como festivo, día de alegría, por haber desaparecido en él el enemigo de la causa judía. En la historia, este día fue conocido por el "Día de Nicanor," que cayó en desuso con el andar de los tiempos. No parece que sobreviviera al siglo VIII.
Epílogo (15:38-40).
38 Tal fue la historia de Nicanor. Y como desde aquellos días la ciudad ha estado en posesión de los hebreos, daré aquí fin a mi narración. 39 Si está bien y como conviene a la narración histórica, es lo que deseaba yo; pero si es imperfecta y mediocre, es todo lo que he sabido hacer. 40 Como el beber vino puro o sola agua no es grato, mientras que el vino mezclado con el agua es agradable y gustoso, así también la disposición del relato siempre uniforme no agrada a los oídos del lector. Y con esto damos fin a la obra.
El autor sagrado cierra su epítome con una resonante derrota de Nicanor y un triunfo glorioso de su héroe, Judas Macabeo. Este pierde su vida algo más tarde en lucha con Báquides (1 Mac 9:1-22), pero no quiere el autor empañar ni empequeñecer la figura de Judas con la narración de hechos que le sean adversos. La ciudad de Jerusalén no recuperó su total independencia; siguió perteneciendo al reino seléucida. Como señal externa de sujeción a Siria estaba el Acra, ciudadela, en el corazón de la capital del judaísmo. Más tarde, en 135, Antíoco Sidetes se apoderó de Jerusalén y destruyó sus murallas. Pero el templo, que en todo el libro absorbe la atención del autor, se mantuvo en manos de los judíos, no repitiéndose el sacrilegio de Epifanes de construir un altar a los dioses paganos. Después de la muerte de Nicanor no se registraron otras destrucciones parecidas a las que se llevaron a cabo en tiempos de Antíoco Epifanes, ni hubo desmantelamiento del monte Sión, como en el reinado de Eupa-tor, ni ulteriores tentativas de helenización. El autor ha logrado el fin que se propuso al escribir su libro, que era el de preconizar dos fiestas relativas al templo: la de la Dedicación, precedida del castigo de Epifanes, y la del Día de Nicanor, en conmemoración de la derrota ignominiosa de éste (Abel).
El epílogo termina con una comparación. No es grato beber vino puro o agua sola; pero es agradable y gustoso el vino mezclado con agua (vinum temperaturu). Aplicando esto último a su libro, aparece que no fue designio del autor exponer fríamente los hechos, encuadrarlos escrupulosamente en su marco cronológico e investigar todo lo referente a ellos hasta en sus mínimos detalles. Este método no hubiera sido del agrado del lector. Pero, si se sacrifica la sobriedad de la historia a un estilo retórico pomposo y patético, se logra una mezcla semejante al vinum temperaturu. Con ello no quiere decir que en su libro existen mezclados el error y la mentira, sino que su relato histórico está encaminado a servir de edificación a los lectores; que está escrito con estilo poético y elegante a fin de que resulte agradable a los oídos de cuantos lo oigan leer (akoas). Grandclaudon termina la exégesis de este epílogo escribiendo: "Dejamos, pues, a Jasón el fondo histórico y reconozcamos en el epitomador inspirado la fidelidad a su fuente de información y al arte de presentarla."
1 Una más amplia información sobre la fiesta de la Hanuca: F. M. Abel, La féte de la Hanouca: RB 53 (1946) 538-545; H. hopfl, Das Chanukafest: Β 3 (1922) 165-179; E. So-Lis-Cohen, Hanukkah: The Feast of Lights (Philadelphia 1937); S. Zeitlin, Hanukka, its origin and its sitznificance: "Jewis Quarterly Review," 29 (1938) 1-36; J. Morgenstern, The Chanukkahfestival and the Calendar of ancient Israel: "Huca," 20 (1947) 1-136; 21 (1948) 365-490. Según este autor, es la Hanuca una fiesta anterior al exilio.
1 Nat. Hist. 5,10.
1 G. Schumacher, Across the Jordán (Londres 1886) 157-166.
2 Véase F. Cumont, Dea Syria: "Pauly-Wissowa," t.4 0.2236-2243.
3 Polibio, 5:65:10.
4 IV Sení. d.45 q.2 3.3 ad i.
1 Jenofonte, Anábasis 1:7:10; Polibio, 5:53.10,
2 Verio Máximo, 9:2; ovidio, Ibis 315.
1 Polibio, 31,10,12.
2 Abel: RB 33 (1924) 375
3 Eptst. 204:6-8: PL 33.94.
4 Contra Gaudentium 231:36-40: PL 43:728.
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