Reflexiones Católicas - Lecturas del día 25-08-2014
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Lecturas del día 25-08-2014
LUNES XXI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. 25 de Agosto del 2014. 1º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE..SS Luis IX de Francia re, José de Calasanz pb, Ginés mr, Beato Luis Urbano pb mr. Santoral Latinoamericano. SS. José de Calasanz, Luis de Francia
LITURGIA DE LA PALABRA
2Tes 1, 1-5. 11b-12: El Señor se ha glorificado en ustedes, y ustedes en él
Salmo 95: Cuenten las maravillas del Señor a todas las naciones.
Mt 23, 13-22: ¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas!
El evangelio de hoy constituye una crítica frontal al legalismo judío, que ha considerado la ley y su cumplimiento minucioso como la finalidad de la existencia humana, desplazando el sentido de la misma ley y su finalidad que es la dignidad humana.
Jesús cuestiona la casuística con que los fariseos quieren hacer cumplir la ley; los considera hipócritas, guías ciegos y corruptores del pueblo. En ellos la ley es solo una estrategia de dominación y de enriquecimiento con múltiples impuestos, sacrificios y ofrendas.
Jesús sabe que la ley es una mediación humana para el cumplimiento de la voluntad de Dios, que consiste en la realización plena de la humanidad, sin ataduras deshumanizantes como el cumplimiento de los preceptos vacíos de todo sentido.
El verdadero sentido de la ley, lo plantea Jesús cuan dice que santifica un objeto y hace obligatorio un mandamiento. No es la letra muerta de la ley, sino el sentido de fondo y la intención dignificadota que hay en toda ley.
Nosotros, cristianos del presente, no escapamos a las tendencias legalistas que rigen el mundo de hoy. En la actualidad abundan leyes, decretos, constituciones, reglamentos carentes de sentido ya que han sido creados para defender los intereses perversos de los poderosos. Tal situación desafía al cristianismo y a la Iglesia a poner al ser humano en el centro de todo proyecto y desde ahí reactivar toda profecía a favor de la dignidad.
PRIMERA LECTURA.
2Tesalonicenses 1, 1-5. 11b-12
El Señor sea glorificado en vosotros, y vosotros en él
Pablo, Silvano y Timoteo a los tesalonicenses que forman la Iglesia de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Os deseamos la gracia y la paz de Dios Padre y del Señor Jesucristo. Es deber nuestro dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos; y es justo, pues vuestra fe crece vigorosamente, y vuestro amor, de cada uno por todos y de todos por cada uno, sigue aumentando. Esto hace que nos mostremos orgullosos de vosotros ante las Iglesias de Dios, viendo que vuestra fe permanece constante en medio de todas las persecuciones y luchas que sostenéis.
Así se pone a la vista la justa sentencia de Dios, que pretende concederos su reino, por el cual bien que padecéis. Nuestro Dios os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 95
R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. R.
Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R.
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo. R.
SEGUNDA LECTURA.
SANTO EVANGELIO.
Mateo 23, 13-22
¡Ay de vosotros, guías ciegos!
En aquel tiempo habló Jesús diciendo: "¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los cielos! Ni entráis vosotros, no dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que devoráis los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones! Vuestra sentencia será por eso más severa. ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: "Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga"! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: "Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga". ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el templo, jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él".
Palabra del Señor.
Reflexión de la Primera Lectura: 2 Ts 1, 1-5.11b-12. Cuando Cristo venga otra vez, será glorificado en Sus Santos y admirado por los que hayan creido.
Las dos cartas de san Pablo a los Tesalonicenses son las primeras epístolas escritas por él, hacia el año 51... y al mismo tiempo los primeros textos del Nuevo Testamento. En esta fecha, veinte años después de la muerte de Jesús, las tradiciones evangélicas eran ya divulgadas oralmente, pero no habían sido aún redactadas tal como las tenemos actualmente. Las Cartas a los habitantes de Tesalónica son pues, de hecho, el primer documento escrito de la fe cristiana.
-Nosotros, Pablo, Silvano y Timoteo nos dirigimos a vosotros... Gracia y paz de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
Pablo no está solo. Vive "en equipo apostólico", como decimos hoy. Da, Señor, a los cristianos y en particular a los sacerdotes este espíritu de cooperación.
Pablo y sus compañeros desean a sus fieles la "gracia y la paz"... ¡de parte de Dios Padre y de Jesús! He ahí pues una comunidad que vive a un muy alto nivel de relaciones.
-A vosotros, Iglesia de Tesalónica que está en Dios y en Jesucristo el Señor.
Esta comunidad vive «en Dios»... y «en Jesús»...
Como en un medio vital.
No obstante, aparentemente, esta gente no era más que los habitantes de una gran metrópoli antigua, capital de la provincia de Macedonia, en la Vía Egnatia que unía el mar Egeo al Adriático, lugar de tránsito donde se mezclaban numerosas razas; floreciente ciudad comercial. Han pasado sólo unos meses desde que recibieron a Pablo por vez primera (Hechos 17, 2) Sin duda no son más que un puñado de cristianos: pero Pablo los ve como "la Iglesia que está en Dios y en Jesucristo", la Iglesia inmersa en el Imperio romano pagano.
Te ruego, Señor, por los cristianos de HOY, a menudo, tan minoritarios en un mundo hostil o indiferente, para que tengan en medio del mundo esta misma conciencia del misterio divino que se halla en ellos.
-Tenemos que dar en todo tiempo gracias a Dios por vosotros, hermanos... Porque vuestra fe progresa y se acrecienta la mutua caridad de todos y cada uno de vosotros.
La alegría. La acción de gracias, es la tonalidad dominante de las primeras comunidades cristianas. ¡Gentes que «continuamente» dan gracias a Dios!, gentes «eucarísticas» -de eukaristein = dar gracias.
¿Tienen esta tonalidad nuestras asambleas cristianas? Pablo se alegra y da gracias por la fe y la caridad. Esto es, en efecto, lo esencial de la vida cristiana.
Y esta fe no es estática, estereotipada... es una fe que «progresa». Y esta caridad no está adormilada, en reposo... se va «desarrollando». Estos cristianos no son perfectos, son gente que continúa avanzando, son una comunidad dinámica, no por sus realizaciones externas, sino por su progreso interior.
-Por todo ello nos gloriamos de vosotros por la constancia y la fe en medio de todas las persecuciones y tribulaciones que estáis soportando.
Y esta es la dimensión de la esperanza, la tercera gran virtud cristiana.
-Esto es señal del justo juicio de Dios: en el que seréis declarados dignos del Reino de Dios por cuya causa padecéis. Que Dios os conceda cumplir todo el bien que deseáis hacer y, a la vez, activice vuestra fe.
El hecho de ser perseguidos: lejos de abatir a estos hombres, por el contrario los anima y excita... los lleva a pensar en ese Reino escatológico que va viniendo. Saben a donde van.
Esta segunda carta a los fieles de Tesalónica comienza con un saludo semejante al de la primera, si bien un poco más solemne. Sin embargo, las persecuciones, las contrariedades que padecen los tesalonicenses, en lugar de disminuir, parecen haberse agravado. Por otra parte, Pablo conoce su creciente constancia en la fe, que se muestra en el crecimiento del amor mutuo entre ellos; por eso, para infundirles ánimo les dice que siente el deber de dar gracias a Dios por ello y, a la vez, el orgullo de su perseverancia ante las otras Iglesias. La persecución y la perseverancia son para Pablo una prueba del justo juicio de Dios, que quiere hacerlos dignos de su reino, pues de él provienen en último término la una y la otra: «Es justo a los ojos de Dios pagar con aflicción a los que os afligen y con alivio a vosotros los afligidos con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele» (v 6).
Premio para los perseguidos y castigo para los perseguidores. ¿Serán así las cosas?
¿Quiere Pablo declarar aquí la realidad de la suerte eterna de unos y de otros?
¿Representa el juicio o pensamiento de Pablo el definitivo juicio y pensamiento de Dios?
De la lectura del texto se deduce que lo que importa al Apóstol es que la fe y la vida cristiana de los tesalonicenses no se debiliten ante las dificultades que los rodean. También es cierto, no obstante, que todos percibimos una cierta incongruencia y experimentamos un cierto rechazo ante la idea de que, al final, los perseguidores puedan ser tratados del mismo modo que aquellos a quienes han hecho sufrir por Dios y su evangelio. Pero Pablo no afronta aquí esa cuestión. En efecto, al trazar la línea recta de la vida de los creyentes, que lleva derecha hacia la glorificación del nombre del Señor Jesús en ellos y de ellos en el Señor, quiere que tomen conciencia de la solidez de su comportamiento, del que ni los perseguidores ni ninguna otra cosa han de poder desviarlos. Lo que Pablo desea son hombres conscientes y responsables de su vocación cristiana, con deseo de hacer el bien y con una fe operante. Pero sabe también que tiene las manos atadas para mover interiormente al hombre. Por eso no cesa de rogar por ellos. Sus recursos no son los de Dios.
Reflexión del Salmo 95. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Este salmo pertenece a la familia de los himnos: tiene muchas semejanzas con los himnos de alabanza, pero se considera un salmo de la realeza del Señor por incluir la expresión « ¡El Señor es Rey!». Esta constituye el eje de todo el salmo. Por eso tiene tantas invitaciones a la alabanza.
Este salmo está organizado en tres partes: 1-6; 7-10; 11-13. La primera (1-6) presenta una serie de invitaciones a cantar, bendecir, proclamar y anunciar. Se dirigen a la «tierra entera», pero esta expresión se refiere, sin duda, a la tierra de Israel. El destinatario de todas estas invitaciones es, pues, el pueblo de Dios. Este salmo invita a cantar al Señor un cántico nuevo. En qué ha de consistir esta «novedad» se nos indica en la segunda parte: se trata de la realeza universal de Dios. Después de las invitaciones a cantar, bendecir, proclamar y anunciar a todos los pueblos, se presenta el primero de los motivos, introducido por un «porque...». El Señor está por encima de todos los dioses. Se hace una crítica devastadora de las divinidades de las naciones: son pura apariencia, mientras que el Señor ha creado el cielo, y podrá celebrarlo. Aparece una especie de procesión simbólica en honor del Señor: precediéndolo, marchan Majestad y Esplendor y, en el templo de Jerusalén, Fuerza y Belleza están ya montando guardia. En la tercera parte se dice que el Señor viene para gobernar la tierra. El salino se limita a mostrar el inicio de esta solemne procesión de venida...
La segunda parte también presenta diversas invitaciones: a aclamar, a entrar en los atrios del templo llevando ofrendas para adorar. La tierra, a la que en la primera parte se invita a cantar, debe ahora temblar en la presencia del Señor. Estos imperativos se dirigen a las familias de los pueblos, esto es, se trata de una invitación internacional que tiene por objeto que las naciones proclamen en todas partes la gran novedad del salmo (el «porque...» de la segunda parte): « ¡El Señor es Rey!». Se indican las consecuencias del gobierno del Señor: el mundo no vacilará nunca; el salmo señala también la principal característica del gobierno de Dios: la rectitud con que rige a todos los pueblos.
En la tercera parte (11-13) aparecen nuevamente las invitaciones o deseos de que suceda algo. Ahora se invita a hacer fiesta, con alegría, al cielo, a la tierra, al mar (dimensión vertical), a los campos y los árboles del bosque (dimensión horizontal) con todo lo que contienen toda la creación está llamada a aclamar y celebrar: el cielo tiene que alegrarse; la tierra, que ya ha sido invitada a cantar y a temblar, ahora tiene que exultar; el mar tiene que retumbar, pero no con amenazas ni infundiendo terror, sino corno expresión de la fiesta, junto con todas sus criaturas; los campos, con todo lo que en ellos existe, están llamados a aclamar, y los bosques frondosos gritarán de alegría ante el Señor. A continuación viene el «porque...» de la tercera parte: el Señor viene para gobernar la tierra y el mundo. Se indican dos nuevas características del gobierno del Señor: la justicia y la fidelidad.
Este salmo expresa la superación de un conflicto religioso entre las naciones. El Señor se ha convertido en el Dios de los pueblos, en rey universal, creador de todas las cosas, es aquel que gobierna a los pueblos con rectitud, con justicia y fidelidad. La superación del conflicto se describe de este modo: “¡Porque el Señor es grande y digno de alabanza, más terrible que todos los dioses!” Pues los dioses de los pueblos son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo».
El salmo no oculta la alegría que causa la realeza universal de Dios. Basta fijarse en el ambiente de fiesta y en los destinatarios de cada una de sus planes: Israel, las familias de los pueblos, toda la creación. Todo está orientado hacia el centro: la declaración de que el Señor es Rey de todo y de todos. Israel proclama, las naciones traen ofrendas, la naturaleza exulta. En el texto hebreo, la palabra «todos» aparece siete veces. Es un detalle más que viene a confirmar lo que estamos diciendo. El ambiente de este salmo es de pura alegría, fiesta, danza, canto. La razón es la siguiente: el Señor Rey viene para gobernar la tierra con rectitud, con justicia y con fidelidad. El mundo entero está invitado a celebrar este acontecimiento maravilloso.
El tema de la realeza universal del Señor es propio del período posexílico (a partir del 538 a.C.), cuando ya no había reyes que gobernaran al pueblo de Dios, Podemos, pues, percibir aquí una ligera crítica al sistema de los reyes, causante de la desgracia del pueblo (exilio en Babilonia).
El salmo insiste en el nombre del Señor, que merece un cántico nuevo, ¿Por qué? Porque es el creador, el liberador (las «maravillas» del v. 3b recuerdan la salida de Egipto) y, sobre todo, porque es el Rey universal. En tres ocasiones se habla de su gobierno, y tres son las características de su administración universal: la rectitud, la justicia y la fidelidad. Podemos afirmar que se trata del Dios aliado de la humanidad, soberano del universo y de la historia. Esto es lo que debe proclamar Israel, poniendo al descubierto a cuantos pretendan ocupar el lugar de Dios; se invita a las naciones a adorarlo y dar testimonio de él; la creación entera está invitada a celebrar una gran fiesta (11-12).
Como ya hemos visto a propósito de otros salmos de este mismo tipo, el tema de la realeza de Jesús está presente en todos los evangelios. Mateo nos muestra cómo Jesús practica una nueva justicia para todos; esta nueva justicia inaugura el reinado de Dios en la historia, Los contactos de Jesús con los no judíos ponen de manifiesto que su Reino no tiene fronteras y que su proyecto consiste en un mundo lleno de justicia y de vida para todos (Jn 10,10).
Reflexión primera del Santo Evangelio: Mateo 23,13-22. Los maestros de la ley y los fariseos, rechazan a Jesús y su mensaje.
La serie de denuncias con el «ay de vosotros», repetido siete veces (23,13.15.16.23.25.27.29), contiene algunas de las palabras más cortantes salidas de la boca de Jesús. Aquel que se define como «manso y humilde de corazón», que se conmueve ante los sufrimientos de los otros, que se muestra afable con los pecadores y tierno con los pobres y los sencillos, que llora pensando en la destrucción de Jerusalén, condena ahora con tono severo la hipocresía religiosa de los fariseos. Los “¡ayes!”, en el lenguaje profético, expresan una amenaza de castigo y de juicio y manifiestan al mismo tiempo el dolor del que habla por un mal deplorable.
Tenemos aquí tres «ayes». El primero está motivado por el hecho de que los maestros de la Ley y los fariseos, rechazando a Jesús y su mensaje, impiden también a los otros entrar a formar parte del Reino, don de Dios para todos los hombres. El segundo está ligado al primero. Los esfuerzos misioneros de estos hipócritas también tienen que ser condenados, porque tienen como único resultado sustraer a otras personas de la perspectiva de la salvación, volviéndolas cerradas, rígidas, fanáticas y peligrosas —como ellos y más que ellos—. En el tercero los llama Jesús «guías ciegos» (v, 16). Con las sutilezas de su casuística oscurecen el sentido más profundo de la Ley. Invierten la jerarquía de los valores: el oro vale más que el templo, la ofrenda más que el altar. Les falta discernimiento e interioridad. Su religiosidad tiene que ver a lo sumo con las cosas de Dios, pero no con Dios mismo. Son ciegos y no lo reconocen; más aún, pretenden guiar a otros.
Hay un modo refinado de manipular las conciencias, un modo de hacer violencia camuflado de justificaciones religiosas. Jesús habla de él de una manera general en el sermón de la montaña: «Tened cuidado con los falsos profetas; vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces» (Mt 7,15). Y ahora repite la exhortación con una clara referencia a los maestros de la Ley y los fariseos hipócritas. Dios se fía de nosotros, frágiles seres humanos, y nos ha encargado a nosotros el anuncio de su Reino. Podemos entrar en él y facilitar la entrada a los otros, aunque, desgraciadamente, podemos hacer también lo contrario: negarnos a entrar nosotros y alejar a los otros, como hacen los hipócritas. Estos tienden a transformar a los otros en «copias» de sí mismos, imponiéndoles su propia imagen y semejanza, su egoísmo y su falsedad. Se trata de una especie de «donación espiritual» que conduce a la masificación de las personas. Por desgracia, a lo largo de toda la historia y todavía en nuestros tiempos hay por todas partes «guías ciegos» y ciegos que se dejan guiar, convirtiéndose en personas sin rostro, encuadrados, nivelados, homologados por las ideologías vigentes, sofocados por las etiquetas.
La evangelización está muy lejos del proselitismo opresor. El que anuncia el Evangelio tiene conciencia de ser un vaso de arcilla que contiene un tesoro (cf. 2 Cor 4,7), y el que lleva este tesoro al corazón de los otros es como Moisés ante la zarza que ardía. Ante él tiene un terreno sagrado: antes de acercarse, debe quitarse las sandalias, por temor a profanarlo.
Reflexión segunda del Santo Evangelio: Mateo 23,13-22. “Ay de vosotros, guías ciegos!”.
Interpelados por Cristo. Durante tres días el evangelista Mateo ofrece las siete increpaciones que Jesús dirigió en Jerusalén a los escribas y fariseos, guías religiosos del pueblo judío. Su intencionalidad al consignarlas no es la de un biógrafo, sino la de un catequista que responde a la problemática de las comunidades destinatarias del Evangelio: prevenir y en parte corregir a los pastores y a las comunidades cristianas para que no incidan o para que rectifiquen las desviaciones que en los apóstrofes se denuncian.
Esto resulta claro ya que los primeros cristianos añadieron a las condenas de Cristo su propia interpretación; por ejemplo, cuando se afirma: “devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos” (Mc 12,40), se trata de una interpolación tardía. Que responden a las urgencias de las comunidades se pone de manifiesto en que ya Pedro tiene que prevenir contra el autoritarismo, contra la tentación de convertir el ministerio en un “beneficio” o un empleo lucrativo (1 P 5,2-4). También Pablo alerta a Timoteo contra aquellos que consideran la religión como un negocio (1 Tm 6,5).
¡Qué actual es este alerta del Espíritu! ya que detrás de ciertas prácticas pastorales muy lucrativas, justificadas con numerosas razones, hay mucho de interés económico, aunque tal vez sea muchas veces de manera inconsciente. Y junto al interés económico, existe el peligro de otros intereses bastardos en los que se mueven en torno al altar, sean del estado o vocación que sean: la significación social, el protagonismo, el autoritarismo, el afán de figurar...
Por lo demás, si bien es cierto que Jesús dirige estas diatribas primordialmente a los guías religiosos, hemos de sentirnos interpelados todos los cristianos, seamos pastores o seglares, porque hemos incurrido en las mismas desviaciones. En una medida u otra, todos somos culpables de estos pecados denunciados por Jesús con tanta energía. Son también un grito de alerta para no incurrir en ellos.
“Ni entráis ni dejáis entrar” La denuncia más terrible es: “Vosotros no entráis; y a los que quieren entrar no les dejáis”. Se refiere, sin duda, a que, con su oposición a su palabra, con sus críticas y difamaciones, con sus intentos de descrédito a él y a su mensaje, impiden que personas de buena voluntad, desorientadas, rehúsen aceptar la Buena Noticia y agregarse a los que la siguen, con lo que no sólo se autoexcluyen, sino que excluyen a los demás. Y les echa en cara, además, que viajen para hacer prosélitos entre los gentiles, para luego deformar sus conciencias con sus fanatismos religiosos. Sabemos por el testimonio de Pablo que, por ejemplo, incitaban a los que se convertían al judaísmo a separarse de su cónyuge pagano, que impedían comer ciertos alimentos como impuros, que eran violentos con las mujeres de mala vida (1 Tm 4,1- 5). Estos prosélitos eran más fanáticos que los mismos judíos. Por eso Jesús les llama “guías ciegos”
¿Quién puede dudar de la vigencia para los cristianos de hoy de este grito de alerta de Jesús? Cuántas veces personas alejadas, que por influencia de cristianos han retornado a la práctica religiosa, se sienten desencantadas cuando se integran en nuestras instituciones eclesiales al palpar las ambiciones, los conflictos entre sus miembros, el afán de poder... Unas se vuelven a alejar escandalizadas, y otras contraen las patologías religiosas, los fanatismos o la religiosidad comercial de su entorno religioso.
Muchos padres y abuelos inculcan la “práctica religiosa” a sus hijos y nietos; pero, en cuanto éstos alcanzan la adolescencia y la juventud renuncian a ella, dando como motivos el egocentrismo y autoritarismo, el fanatismo y la falta de sensibilidad humana de los mismos que se lamentan de su pasotismo religioso que ellos mismos han causado. Hay instituciones eclesiales que buscan con espíritu proselitista nuevos miembros, a los que escandalizan después con sus divisiones y conflictos internos, deformándolos más que formándolos.
El Concilio Vaticano II señala: “En esta génesis del ateísmo tienen no pequeña parte de culpa los creyentes que con una vida religiosa, moral y social defectuosa lo que hacen es velar más que revelar el verdadero rostro de Dios y de la religión”
El cuento de la religión. Jesús denuncia a los guías religiosos: “Devoráis los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones”. Se aprovechan de la “necesidad” religiosa de procurarse la tranquilidad por la suerte de sus difuntos, de liberarse del sentimiento de culpa, del miedo a las venganzas divinas, para “vender” ritos y rezos. Por eso Jesús, látigo en mano, arremete contra ellos en el templo donde han montado su negocio y han convertido “la casa de Dios” en “cueva de ladrones” (Jn 2,16).
Se habla mucho de “vivir del cuento” religioso o de que “la religión es un negocio”. En todo ello hay mucho de mentira, nacida de la ignorancia y de una información embustera y mal intencionada. Pero no todo es mentira en esta crítica. Con toda justicia se ha dicho: “Hay demasiado ruido de dinero en torno al altar”. Es éste un rasgo propio de las “multinacionales del espíritu”, las sectas.
Este grito de alerta no se dirige sólo a los sacerdotes, sino también a los seglares que, con motivo de cofradías y manifestaciones religiosas, dan una imagen comercial de la Iglesia. Pedro advierte a los presbíteros: “Cuidad del rebaño de Dios a vuestro cargo no por sacar dinero, sino con entusiasmo” (1 P 5,2). Jesús echa en cara a los dirigentes religiosos su contrasentido. Defienden: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga; jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¿Qué da valor al oro del templo sino el templo? ¿Qué da valor a la ofrenda sino el altar? Jesús invita a renunciar a todo juramento (Mt 5,34). Pero, en el caso de hacerlo, ha de ser coherente. En definitiva, les echa en cara convertir la religión en algo absurdo y ridículo. Muchos “cristianos” tienen expresiones mágicas, convencidos de que los ritos por sí solos, sin la disposición y compromiso de la persona, liberan automáticamente. El Concilio Vaticano II señaló también, como raíz del ateísmo y del agnosticismo, “la educación descuidada de la fe, una exposición falseada del mensaje que oculta más que revela el rostro de Dios y de la religión”
Reflexión tercera del Santo Evangelio: Mateo 23,13-22. Obstáculos para la fe.
Siguen las amenazas contra los escribas y fariseos. Representantes oficiales de la religiosidad se habían convertido en serio obstáculo para la fe. La falsificación de Dios es una de las causas más determinantes del ateísmo. Así lo ha reconocido la Iglesia del Vaticano II. El obstáculo para la fe, personificado en esta sección en los escribas y fariseos, se centra en los puntos siguientes: a) El reino de Dios apareció en la tierra con la persona de Jesús. Los dirigentes espirituales del judaísmo se negaron a recibirlo, Lo rechazaron. Su conocimiento de la Escritura debió llevarles a reconocer en Jesús al Mesías. Pues bien, no sólo no lo reconocieron sino que se opusieron decididamente a que otros lo aceptasen. Esto ocurrió, sobre todo, después del año 70, cuando los dirigentes judíos dictaron el decreto de excomunión contra todos aquéllos que confesasen a Jesús como el Mesías. Desde que apareció la «puerta» (Jn 10, 7) y «el camino» (Jn 14, 6) del reino, no entrar por ellos equivale a quedar excluido del mismo.
b) El proselitismo judío nos es conocido tanto por la información bíblica —allí donde llega Pablo con la predicación del evangelio encuentra judíos y paganos adictos al judaísmo, prosélitos— como por los historiadores paganos. Estaba justificado desde la afirmación del reinado universal de Yavé. En esta ocasión dice Jesús que, a dichos prosélitos, les hacían también “hijos de condenación”. Sabemos que estos prosélitos eran más fanáticos que los mismos judíos. Su autosuficiencia y autoafirmación en la «justicia que proviene de la Ley» (Fil 3, 6) les cerraba el camino a cualquier otra posibilidad. El poder de Dios estaba a su disposición y lo habían vinculado a sus prácticas legales y rituales. A esta clase de prosélitos pertenecen probablemente los enemigos de Pablo (Gál 6, 13).
c) La tercera recriminación de esta sección tiene por objeto el juramento. Está en la línea más pura del sermón de la montaña (5, 33-37; ver el comentario que allí hicimos). La seriedad del juramento, que implicaba a Dios como testigo le la acciones humanas, se había resquebrajado por la casuística judía. La inventiva de Jesús pone las cosas en su sitio Dios está muy por encima de las ofrendas humanas. Estas no pueden limitarle, condicionarle, obligarle. Ni siquiera el oro o las víctimas. Todo eso es inferior al templo y al altar que simbolizan la presencia divina.
Los que piensen de manera distinta son «guías ciegos». Jesús aplicó este calificativo más de una vez a sus enemigos (15, 14; Le 6, 39). Y el calificativo pasó al lenguaje oficial cristiano en su lucha con los judíos (Rom 2, 19).
Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Mateo 23,13-22.
v. 13: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que les cerráis a los hombres el reino de Dios! 14Porque vosotros no entráis, y a los que están entrando tampoco los dejais.
El reino de Dios ha sido anunciado por Juan Bautista y por Jesús (3,2; 4,17). Los letrados usan de la autoridad de su enseñanza para impedir que el pueblo acepte ese mensaje, que ellos son los primeros en rechazar. Son la clase de gente a que alude Jesús en 11,16-19, los sabios y entendidos a quienes se oculta el designio de Dios (l1,25s). De ahí su responsabilidad: ellos, que, por su saber, debían haber preparado el camino al reino, son los que impiden que éste alcance sus objetivos.
v. 15: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros!
La actividad misionera del judaísmo había llegado a su máximo en tiempos de Jesús. Este acusa a letrados y fariseos de no llevar a los prosélitos al conocimiento del verdadero Dios, sino de convertirlos en fanáticos del legalismo que ellos proponen. «Prosélito» era un pagano convertido a la religión judía, que recibía el baño ritual y la circuncisión y se comprometía a la observancia de la Ley.
vv. 16: ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que enseñáis: «Jurar por el santuario no es nada; pero jurar por el oro del santuario obliga»!
Ser ciegos y guías de ciegos (cf. 15,14) lo muestran por la enseñanza moral que proponen.
vv. 17-22: ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el santuario que consagra el oro? 18O también: «Jurar por el altar no es nada, pero jurar por la ofrenda que está en el altar obliga». 19¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar, que hace sagrada la ofrenda? 20Quien jura por el altar, jura al mismo tiempo por todo lo que está encima; 21y quien jura por el santuario, jura al mismo tiempo por el que habita en él: 22y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que está sentado en él.
En 5,33-37 excluía Jesús todo juramento en la nueva comunidad. Ahora se refiere a la praxis dentro del judaísmo y señala que el mismo nombre de Dios queda cuestionado por la casuística. Ignoran que el juramento tiene una esencial relación con Dios, representado por el templo, el altar, el santuario o el cielo. Ellos hacen profano lo que es sagrado: hacen del templo un mero edificio; del altar y del cielo, una realidad en sí mismos. Los juramentos que ellos consideran válidos son supersticiosos, como si algo inanimado pudiese imponerse al hombre. El verdadero juramento tiene siempre una relación con Dios mismo, sean cuales sean los términos en que se exprese.
Los vv. 13-31 presentan siete maldiciones contra los escribas y los fariseos. Mateo usa la expresión "¡ay!" que puede significar dolor o indignación; es probable que Mateo, en este caso, le dé aquí un acento de condenación mesiánica ya que en esta parte del evangelio, Jesús ya no exhorta sino que se enfrenta con sus adversarios y los condena.
En este texto nos encontramos con el tema de la hipocresía de los fariseos que dicen y no hacen, enseñan pero no practican, como veíamos en el texto anterior. La hipocresía es más compleja: los mismos hipócritas son las primeras víctimas de su vanidad religiosa, caen en la misma trampa de su vanagloria. Jesús reprocha a los fariseos que con su proselitismo feroz no convierten a los hombres al verdadero Dios, sino a sus propias ideas, haciendo de ellos fanáticos del legalismo o impidiéndoles entrar en el Reino por la misma intransigencia legalista.
Jesús llama a los fariseos "locos y ciegos" porque hacen jurar a los demás por cosas que no tienen sentido porque para él todos los juramentos deben ser guardados, cualquiera que sea la forma en la que hayan sido hechos. Jesús a lo que apunta es a no hacer distinciones sutiles entre juramentos válidos y no válidos, como hace la casuística rabínica. Por su legalismo minucioso, los escribas dispensan al hombre de las exigencias esenciales de la ley. Jesús no censura aquí la sutileza por sí misma, sino el arte de procurar con ella subterfugios a la obligación de la ley. Dice que los fariseos con sus interpretaciones desautorizan los mandamientos de Dios y que un cultivo de la ciencia moral orientado a evadirse "legalmente de la ley" no puede menos de degenerar en escuela de hipocresía.
El texto evangélico presenta hoy, y los dos días inmediatamente siguientes, los ayes contra los letrados y fariseos en que Jesús pone en evidencia su hipocresía. Se trata de ocho lamentaciones que, al final de su vida, Jesús dirige a quienes no han sido capaces de abrirse a la felicidad de las bienaventuranzas propuestas al comienzo del sermón de la montaña.
Todo el discurso esta dirigido a mostrar la incoherencia de los jefes religiosos del pueblo. Podríamos considerarla como un largo desarrollo de lo dicho en el v.1 del mismo capítulo: “ellos dicen y no hacen” y asume la forma de las condenas proféticas por la ruptura de la alianza. Más que de una condena o de una maldición se trata de una constatación que hace surgir un lamento por la muerte de esas personas en el horizonte de un cercano juicio divino.
En la lectura hoy se encuentran tres o cuatro de esos ayes, según se considere o no parte del texto a Mt 23,14 que puede ser un añadido a partir de Lc 29,47. En todo caso la forma de todos ellos es semejante- Se inician con un “ay” seguido del apóstrofe: “letrados y fariseos hipócritas” que sólo está ausente en el último que, en contrapartida, ofrece la motivación subsiguiente más extensa (vv.16-22).
En el v.13 la acusación consiste en cerrar “a los hombres el Reino de Dios”. La falta de adecuación entre su enseñanza y su práctica oscurece la acción de Dios en la historia humana y, por consiguiente, la verdadera religiosidad. De esta forma, su extravío les impide la entrada al Reino e impide también, la posibilidad de entrar a sus seguidores.
El segundo ay tiene por fundamento que “devoran las casas de las viudas con pretextos de largos rezos”. Con ella se pone de manifiesto que una falsa piedad esconde la injusticia. Desprecian en los indefensos al mismo Dios al que pretenden dirigirse con su oración.
La continuación es una crítica al afán proselitista del judaísmo farisaico. Dicho proselitismo no tiene como objetivo convertir a los prosélitos al verdadero Dios sino a su propia concepción. De esa forma en lugar de la salvación le ofrecen en partida doble su misma suerte en el Juicio.
De una forma más detallada se presenta la incomprensión de la dirigencia ejercida por los jefes religiosos. Por tres veces (vv.16.17.18) se los califica de “ciegos”. Esta ceguera se manifiesta en una complicada casuística sobre el juramento. De esta forma se devalúa la palabra dada, que debería tener valor cualquiera sea modo en que se exprese (cf. Mt 5,33-37).
Este motivo se desarrolla largamente contraponiendo el “santuario” y el “oro del santuario”, “el altar” y la “ofrenda que está sobre el altar”. Con estas distinciones el fariseísmo da más importancia a lo de menos valor.
En todos los casos se trata de una práctica que no responde al auténtico querer de Dios. La imagen de Esta es falseada e impide a los hombres el camino hacia el Dios verdadero. En lugar de mediación para la presencia divina se convierten en obstáculo de la presencia de Dios entre los hombres.
Elevación Espiritual para este día.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Porque ni vosotros entráis ni dejáis que entren los que querrían entrar. Ya es culpa no hacer bien a los demás. ¿Qué perdón tendrá, pues, el hacerles daño e impedirles el bien? Más, ¿qué quiere decir a los que querrían entrar? A los que son aptos para ello. Porque cuando tenían que mandar a los otros, hacían las cargas insoportables, más cuando se trataba de cumplir ellos mismos su deber, era todo lo contrario. No sólo no hacían ellos nada, sino —lo que es maldad mucho mayor— corrompían a los demás. Tales son esos hombres llamados «pestes», que tienen por oficio la perdición de los demás, diametralmente opuestos a lo que es un maestro. Porque el oficio del maestro es salvar lo que pudiera perecer; el del hombre pestilencial, perder aun lo que debía salvarse.
De dos cosas les acusa aquí el Señor. La primera, de lo inútiles que son para la salvación de los otros, pues tantos sudores les cuesta atraerse a un solo prosélito. La segunda, cuán perezosos y negligentes son para guardar lo que han ganado; o, por mejor decir, no sólo negligentes, sino traidores, pues lo corrompen y hacen peor por la maldad de su vida. Y es así que cuando el discípulo ve que sus maestros son malos, él se hace peor, pues no se detiene en el límite de la maldad de sus maestros. Si el maestro es virtuoso, el discípulo le imita, pero, si es malo, el discípulo le sobrepasa en maldad por la facilidad misma del mal. Por lo demás, hijo de la gehenna llama el Señor al destinado a ella. Y díceles que el prosélito lo está doblemente que ellos, para infundir miedo al prosélito mismo y herirles a par más vivamente a los maestros, por serlo de maldad. Y no sólo son maestros de maldad, sino que ponen empeño en que sus discípulos sean peores que ellos, empujándolos a mayor maldad que la que ya de suyo tienen ellos. Obra propia y señalada de un alma corrompida (Juan Crisóstomo, Comentario al evangelio de Mateo, 73, 1.
Reflexión espiritual para el día.
A fin de que la libertad no se aplane en un pathos vacío, tiene que ser sometida al criterio del amor. El discípulo de Jesús debe dar pruebas de su liberación a través de su amor al hermano. De este modo, se inserta vivamente en la realidad. En efecto, el amor al prójimo es ahora más importante que la adoración cultual a Dios (Mt 9,13; Mc 3,1-6 y passim). Los criterios del juicio no son las prácticas devotas, sino las obras de amor. Y este amor debe ir más allá de todos los confines que los hombres acostumbran a poner a su amor. El discípulo de Jesús renuncia tanto a la venganza (Mt 5,39-42) como a los honores sociales (Lc 11 ,43), y no cuenta con que su amor sea correspondido (Lc 6,31 ss). Bendice a quien le maldice, ora por aquellos que le persiguen, puesto que sólo a través de este amor puede llegar a la comunión con aquel que hace salir el sol sobre buenos y malos (Mt 5,44ss). El amor atraviesa las fronteras, puesto que en él se expresa de manera exuberante la gratitud por el don de la salvación, por la liberación del pecado, de la Ley y de las preocupaciones. El que quiere ser grato adopta criterios diferentes al que debe un tributo irremisible a una ley.
El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia: El Señor sea glorificado en vosotros, y vosotros en él
Esta carta la envían Pablo y Silvano y Timoteo a la iglesia de los tesalonicenses que es en Dios nuestro Padre y en nuestro Señor Jesucristo. ¡Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo! Hermanos: Para nosotros no es menos que un deber dar gracias siempre a Dios por vosotros como es debido, porque vuestra fe es cada vez más estable, y porque vuestro amor mutuo y general crece cada vez más, de manera que nosotros mismos hablamos con orgullo de vosotros en las iglesias de Dios sobre vuestra constancia y fe en medio de todas las persecuciones y aflicciones que sufrís -que son sin duda una prueba positiva de que el juicio de Dios era correcto en cuanto a que debíais ser considerados dignos del Reino de Dios por cuya causa estáis sufriendo. Y ese juicio es justo, al ser correcto a los ojos de Dios, como lo es, el retribuir con aflicción a los que os afligen, y con alivio con nosotros a vosotros que sois afligidos, cuando el Señor Jesucristo sea revelado desde el Cielo con el poder de Sus ángeles en una llama de fuego cuando dé el pago que les es debido a los que no reconocen a Dios ni hacen caso a la Buena Noticia de nuestro Señor Jesús. Estos son tales que recibirán el castigo de la destrucción eterna que los desterrará para siempre de la presencia del Señor y de la gloria de Su fuerza, cuando venga para ser glorificado por Sus santos y admirado por todos los creyentes -¡porque nuestro testimonio a vosotros fue recibido con fe!- aquel Día. Con este fin oramos siempre por vosotros para que nuestro Dios os tenga por dignos de la llamada que os llegó, y lleve a feliz término por Su poder toda decisión de obrar el bien y toda obra inspirada por la fe, para que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros y vosotros en él, de acuerdo con la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Tenemos en este pasaje inicial toda la sabiduría de un verdadero maestro. Parece que los tesalonicenses le habían enviado a Pablo un mensaje lleno de dudas. Habían tenido miedo de que su fe no fuera a poder resistir la prueba y que -para decirlo con la frase expresiva moderna- iban a quedar con una asignatura pendiente. La respuesta de Pablo no tenía por, objeto sumirlos más en El pantano del desaliento mostrándose de acuerdo con ellos, sino resaltar sus virtudes y logros de tal manera que aquellos cristianos desanimados y timoratos cuadraran los hombros y dijeran: « Bien, si Pablo tiene ese concepto de nosotros debemos seguir presentando batalla.»
«Bienaventurados -decía Mark Rutherford- los que nos sanan de nuestros autodesprecios.» Y eso fue lo que hizo Pablo por la iglesia tesalonicense. Sabía que muchas veces una alabanza juiciosa puede hacer más que una crítica indiscriminada, y que una alabanza prudente nunca hace que uno se duerma en los laureles, sino más bien le llena de deseo de hacerlo mejor todavía.
Hay tres cosas que Pablo escoge como señales de la iglesia vital.
1.- Una fe que es estable. Es la marca del cristiano en progreso que cada vez está más seguro de Jesucristo. La fe que puede que empezara por una hipótesis culmina en una certeza. James Agate dijo una vez: « Yo no tengo una cabeza que se me deshaga y tenga que volver a hacer como una cama. Hay algunas cosas de las que estoy absolutamente seguro.» El cristiano llega a esa etapa en la que añade a la emoción de la primera experiencia la disciplina del pensamiento cristiano.
2.-Un amor en ascendente. Una iglesia que crece es la que aumenta en capacidad de servicio. Uno puede que empiece sirviendo a sus semejantes por el sentimiento del deber que le impone su fe cristiana, y que culmine sirviéndolos porque ese es su mayor gozo. La vida de servicio reserva el gran descubrimiento de que la generosidad y la felicidad van de la mano.
3.-Una constancia que resiste. Pablo usa una palabra magnífica, hypomoné, que se suele traducir por paciencia, pero que no quiere decir la habilidad de soportar pasivamente lo que se le venga a uno encima. Se ha descrito como « la constancia viril en la adversidad,» y describe el espíritu que no solo se mantiene firme en circunstancias difíciles, sino que las conquista. Acepta los golpes de la vida; pero, al aceptarlos, los transforma en escalones a un nuevo logro.
El mensaje animador de Pablo acaba en la visión más alentadora de todas. Acaba en lo que podríamos llamar la gloria recíproca. Cuando Cristo venga otra vez será glorificado en Sus santos y admirado por los que hayan creído. Aquí tenemos la verdad vertiginosa de que nuestra gloria es Cristo y la gloria de Cristo somos nosotros. La gloria de Cristo está en los que han aprendido en Él a resistir y a conquistar, y así a brillar como luces en un lugar oscuro. La gloria de un maestro está en los discípulos que produce; la de los padres, en los hijos que educa no solo para que se ganen la vida sino para que la enriquezcan; a nosotros se nos conceden el tremendo privilegio y la tremenda responsabilidad de que la gloria de Cristo esté en nosotros. Podemos contribuir al crédito o al descrédito del Maestro al Que pertenecemos y tratamos de servir. ¿Puede haber mayor privilegio y responsabilidad?
El sin ley. Hermanos: En relación con la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con Él, os rogamos que no os inquietéis fácilmente en vuestra mente ni estéis en un estado de excitación nerviosa por ninguna afirmación que se suponga que os llega de nosotros, ya sea en el Espíritu o de palabra o por carta, alegando que el Día del Señor ya está aquí. Que nadie os engañe con nada. El Día del Señor no llegará sin que antes tenga lugar la gran Rebelión contra Dios, y se revele el Hombre del Pecado, el Hijo de Perdición que se opone y se exalta a sí mismo contra todo lo que recibe el nombre de Dios o es hecho objeto de culto de manera que trate de poner su trono en el mismo templo de Dios y proclamarse a sí mismo como Dios. ¿No os acordáis de que cuando yo estaba todavía con vosotros os decía estas cosas?
En cuanto al presente, sabéis el poder que le retiene hasta que se revele a su debido tiempo. Porque el secreto de la rebelión contra la Ley ya está en operación; pero el Hombre del Pecado aparecerá sólo cuando el que le retiene sea retirado de la escena. Y entonces El Sin Ley se revelará, y el Señor Jesucristo le destruirá con el aliento de Su boca y le dejará impotente con Su aparición y Su venida. La venida del Sin Ley es para los que están condenados. Vendrá por obra de Satanás con todo poder y señales y milagros realizados con falsedad, y con todo engaño malvado. Ellos están condenados porque no recibieron el amor de la verdad para salvarse. Por esta causa Dios les envía un poder engañoso para que crean en una mentira, para que sean juzgados todos los que no han creído sino que se han mostrado conformes con ese principio de injusticia.
Este es, sin duda, uno de los pasajes más difíciles de todo el Nuevo Testamento; y lo es porque usa términos y piensa en figuras que les eran perfectamente familiares a los que se dirigía Pablo pero que nos son totalmente extraños.
El cuadro general es este. Pablo les estaba diciendo a los tesalonicenses que debían abandonar esa espera nerviosa y tensa de la Segunda Venida. Negaba haber dicho nunca que el Día del Señor hubiera llegado. Esa era una falsa interpretación de sus palabras que no se le podía atribuir a él; y les decía que antes del Día del Señor sucederían muchas cosas. Primero, habría una era de rebelión contra Dios; ya se había introducido en este mundo un poder maligno secreto que estaba obrando en el mundo y en los hombres para producir ese tiempo de rebelión. En algún lugar se estaba ocultando uno que era la encarnación del mal como Jesús lo era de Dios. Era el Hombre del Pecado, el Hijo de Perdición, el Sin Ley. A su debido tiempo, el poder que lo estaba reteniendo desaparecería de la escena; y entonces vendría ese demonio encarnado. Cuando viniera, reuniría a su propio pueblo de la misma manera que nuestro Señor Jesucristo había reunido al Suyo. Los que se habían negado a aceptar a Cristo estaban esperando para aceptarle a él. Entonces se produciría la última batalla, en la que Cristo destruiría totalmente al Sin Ley; el pueblo de Cristo se reuniría con Él, y los malvados que habían aceptado al Sin Ley como su maestro serían destruidos.
Tenemos que recordar una cosa. Casi todas las fes orientales creían en un poder del mal al mismo tiempo que en un poder del bien. Por ejemplo: los babilonios tenían la historia de Tiamat, el dragón, que se había rebelado contra Marduk, el creador, y que había sido destruido en la batalla final. Pablo estaba tratando de una serie de ideas que eran propiedad común. Los judíos también tenían esa idea. Llamaban al poder satánico Belial, o más correctamente Beliar. Cuando los judíos querían calificar a alguien como rematadamente malo le llamaban hijo de Beliar (Deuteronomio 13:13; 1 Reyes 21:10,13; 2 Samuel 22:5). En 2 Corintios 6:15 Pablo usa este término como el contrario a Dios. Ese mal encarnado era la antítesis de Dios. Los cristianos asumieron esas ideas, después de Pablo, dándole el título de el Anticristo (1 Juan 2:18,22; 4:3). Obviamente, tal poder no podía seguir existiendo en el universo indefinidamente, así es que había una creencia muy extendida de que habría una batalla final en la que Dios triunfaría, y esta fuerza anti-Dios sería definitivamente destruida. Ese es el cuadro que Pablo está desplegando aquí.
¿Cuál era la fuerza que estaba reteniendo y manteniendo al Sin Ley bajo control? No se puede responder a esa pregunta con absoluta certeza. Es probable que Pablo pensara que era el Imperio Romano. Una y otra vez le salvaron los magistrados romanos de la furia de las masas. Roma era el poder restrictivo que guardaba al mundo de la locura de la anarquía. Pero llegaría un día cuando ese poder sería desplazado -y entonces llegaría el caos.
Así es que Pablo describe una creciente rebelión contra Dios, la emergencia de uno que sería la encarnación del diablo como Cristo era la de Dios, y tendría lugar una batalla final en la que triunfaría definitivamente Dios.
Cuando este mal encarnado se introdujera en el mundo habría algunos que le reconocerían como su señor, los que habían rechazado a Cristo; los cuales, con su maligno jefe, serían finalmente derrotados y juzgados. +
Enviado el Lunes, 25 agosto a las 00:00:00 por Administracion
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