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lunes, 31 de marzo de 2014

DON Y MISTERIO

DON Y MISTERIO Autor: Centro de Hospitalidad y Misericordia | Fuente: Centro de Hospitalidad y Misericordia
3. Cuando sientes miedo
Para orar. Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
urgia de la Cuaresma
Sentido tradicional y actual. Contenidos de la Celebración Eucarística. Estructura de la Cuaresma.
1. Jornada de Retiro Espiritual: La misericordia de Dios
Meditaciones y oraciones para hacer un Retiro Espiritual por internet.

1. Jornada de Retiro Espiritual: La misericordia de Dios
1. Jornada de Retiro Espiritual: La misericordia de Dios
¡Hoy es un día especial!

Dios te ha invitado, te espera con los brazos abiertos de Padre que te ama.

Hoy es un día, en el que Dios te da una gracia especial: poder realizar un alto en el camino de tu vida, dentro de este camino Cuaresmal, y realizar un Retiro Espiritual.

Y estás aquí, eso es lo importante; no importa cómo estés; aunque sea triste, cansado o enfermo... estás listo para empezar y decidido a todo, incluso a la conversión total. Empieza el retiro dispuesto a renovarte de raíz, decidido a terminar completamente nuevo.

Un momento personal de encuentro a solas con Dios, el médico que sabe de tu mal y conoce el remedio. Te estorban los ruidos, las preocupaciones, el trabajo, los otros. Hoy necesitas este tiempo para ti si quieres dar luego a los demás, un tiempo más noble y más valioso.


¿Cómo se hace una jornada de retiro por internet?

Algunas recomendaciones prácticas:

1. Programa el tiempo suficiente para hacerlo.
2. Dedica el momento más oportuno, en el que te encuentres en paz y no tengas muchas ocupaciones y que tampoco te encuentres muy cansado.
3. Elige un lugar apropiado donde puedas escuchar y orar sin distracción alguna: una iglesia, tu recámara o estudio, un sitio donde haya silencio y no te interrumpan y así obtener el silencio interior que necesitas.
4. En el retiro no se plantean temas discutibles. Por eso no vamos a opinar o a hacer debates; vamos a aprovechar el tiempo, a aprender y a adquirir la doctrina cierta, en la que se fundamenta la vida espiritual.


Algunos actos de piedad que se recomiendan en un día dedicado al retiro espiritual

1. Rezar en silencio, porque es en el silencio del corazón donde habla Dios.
2. Hay que estar en gracia, haber conseguido antes el perdón de nuestros pecados a través del Sacramento de la Confesión.
3. Asistir a la Santa Misa. Es lo más importante en la vida de un cristiano; es "el centro y la raíz de la vida interior".
4. Realizar, si es posible, una visita al Santísimo Sacramento. La ceremonia de la exposición con el Santísimo es sencilla y solemne, y mueve mucho a la piedad.
5. Realizar una lectura meditada de los Evangelios, o del Catecismo de la Iglesia Católica.
6. Rezar el Vía Crucis. Recorrer la vía dolorosa hacia el Calvario junto a Jesús, nos da la oportunidad de contemplar los dolores físicos y morales del Señor y, verlos como lo que realmente son, fruto de nuestros pecados
7. Rezar el el Santo Rosario,el Ángelus o la Salve. Busca modos personales para tratar a la Virgen.
8. Hacer un exámen de conducta y de conciencia: repasar nuestra vida reciente y pasada, con relación a Dios y al prójimo.


PROGRAMA

1. Empezamos cada meditación con una oración. Entra en la presencia de Dios y cierra la puerta a otros pensamientos. Estas oraciones son para ayudarte. Recítalas despacio; que cada palabra salga de tu corazón. Añádeles tus propias palabras, llenas de confiada ternura y de amor filial. Tú mismo experimentarás la grandeza de este encuentro.

2. Escucha la primera meditación tratando de hacer tuya cada palabra y pensamiento.

3. Al terminar cada meditación, quédate unos momentos en silencio, deja que Dios te hable y después platica con Él, compártele tus inquietudes, tus deseos, tus sufrimientos.

4. Establece un propósito práctico para que te ayude a mejorar lo que necesites y lo recuerdes siempre.

5. Continúa con la segunda y la tercera meditación de la misma manera que la primera.

6. Pídele a la Virgen María que te ayude, que te lleve de su mano, para que puedas aprovechar todas las gracias que Dios te ha a regalado.

7. Finalmente, despídete de Dios agradeciéndole este tiempo de oración y meditación.

8. Lo más importante es experimentar a Cristo y profundizar en su gran amor y misericordia, por eso, termina tu retiro participando en la Sagrada Eucaristía.

9. Trata de aprovechar bien este retiro, y vendrán los frutos: propósitos de cambio -grandes o pequeños- en algún aspecto de tu vida. Y con la gracia de Dios, cambiar lo que haya que cambiar; mejorar lo que haya que mejorar. Después vendrá la vida ordinaria, en la que tendremos que poner por obra, luchando, lo que con la gracia de Dios hemos visto durante este retiro.


JORNADA DE RETIRO ESPIRITUAL 1

Tema: La misericordia de Dios
Predicador: P. Mariano de Blas L.C.
Fecha: jueves 20 de marzo



Primera Meditación: El hijo pródigo y Zaqueo el malo


1. Oración al Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, envía tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.


Cualquier día es bueno para frenar en seco el mal comportamiento y comenzar una nueva vida. Zaqueo cambió radicalmente un día cualquiera en que Cristo se cruzó en su camino. El Señor, que dio a Zaqueo la oportunidad de cambiar, nos da a nosotros, a ti y a mí, otra oportunidad.

Escucha la primera meditación





Segunda Meditación: María Magdalena, de mujer de mala vida a santa


2. Oración de un pecador arrepentido

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén


El amor de María Magdalena a Cristo fue un amor de entrega y servicio. El amor había convertido a esta mujer en una servidora entregada, alegre y generosa. Servir a quien se ama no es una carga, es un honor.

Escucha la segunda meditación




Tercera Meditación: La Misericordia a través del Sacramento de la Penitencia


3. Oración para la Confesión

Jesús mío, quiero hacer una buena confesión, ayúdame a hacerla.
Ayúdame a recordar los pecados que he cometido desde mi última confesión.
Ayúdame a dolerme con todo mi corazón de ellos y decirlos bien al Sacerdote.
Virgen Santísima, Madre mía, Santo Angel de mi Guarda y todos los Santos del Cielo, rueguen por mí para que haga yo una buena confesión. Amém


El pecador ante Dios no se siente descubierto, sino perdonado. Ante Cristo Crucificado el pecador no debe sentir vergüenza sino amor. La confesión es un encuentro peculiar: la miseria choca con la misericordia, el pecador y el redentor se abrazan, el hijo pródigo y el padre se vuelven a encontrar.

Escucha la tercera meditación





Oración a la Virgen María

Préstame Madre tus pensamientos, e ilumina mi mente con la luz de tu sabiduría.
Préstame Madre tus ojos, para con ellos mirar, si con ellos miro, nunca volveré a pecar
Préstame Madre tus labios, para con ellos orar, si con ellos oro Jesús me podrá escuchar.
Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar, pues es tu lengua materna de amor y santidad.
Préstame Madre tu corazón, para poder perdonar y cambiar mi corazón de roca por uno celestial.
Préstame Madre tus manos, para poder trabajar, si con ellos trabajo, rendirá una y mil veces más.
Préstame Madre tu manto, para esconder mi maldad, pues cubierta con tu manto al cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo, para poderle yo amar, y esa será mi dicha para toda la eternidad. Amén.



Oración de acción de gracias
(Santa Faustina Kowalska)

Oh Jesús, Dios eterno, te doy gracias por tus innumerables gracias y bendiciones. Que cada latido de mi corazón sea un himno nuevo de agradecimiento a ti, oh Dios. Que cada gota de mi sangre circule para ti, Señor. Mi alma es todo un himno de adoración a tu misericordia. Te amo, Dios, por ti mismo.


Preguntas o comentarios al autor
P. Mariano de Blas LC




Liturgia de la Cuaresma
Liturgia de la Cuaresma
A mediados del siglo II se fijó un domingo como Pascua anual, aniversario de la Pasión de Cristo. Se relacionó con la Pascua judía, pero sin coincidir en el mismo día, ya que el Papa Víctor (189-198), después de una intensa controversia, fijó la Pascua cristiana en el domingo siguiente al 14 de Nisán, fiesta de la Pascua judía.


I. SÍNTESIS HISTÓRICA

La Cuaresma comenzó, embrionariamente, con un ayuno comunitario de dos días de duración: Viernes y Sábado Santos (días de ayuno), que con el Domingo formaron el “triduo”. Era un ayuno más sacramental que ascético; es decir, tenía un sentido pascual (participación en la muerte y resurrección de Cristo) y escatológico (espera de la vuelta de Cristo Esposo, arrebatado momentáneamente por la muerte).

Poco después la Didascalía habla de una preparación que dura una semana en la que se ayuna, si bien el ayuno tiene ya también un sentido ascético, es decir, de ayuno, abstinencia, sacrificio, mortificación.

A mediados del siglo III, el ayuno se extendió a las tres semanas antecedentes, tiempo que coincidió con la preparación de los catecúmenos para el bautismo en la noche pascual. Era un ayuno de reparación de tres semanas. Se ayunaba todos los días, excepto el sábado y el domingo.

A finales del siglo IV se extendió el triduo primitivo al Jueves, día de reconciliación de penitentes (al que más tarde se añadió la Cena Eucarística), y se contaron cuarenta días de ayuno, que comenzaban el domingo primero de la Cuaresma. Como la reconciliación de penitentes se hacía el Jueves Santo, se determinó, al objeto de que fueran cuarenta días de ayuno, comenzar la Cuaresma el Miércoles de ceniza, ya que los domingos no se consideraban días de ayuno. Así, la preparación pascual se alargó en Roma a seis semanas –también con ayuno diario, excepto los días indicados, es decir, sábados y domingos-, de las que quedaban excluidos el viernes y sábado últimos, pertenecientes al Triduo Sacro

Pero a finales del siglo V, los ayunos tradicionales del miércoles y viernes anteriores a ese domingo primero de cuaresma cobraron tal relieve, que se convirtieron en una preparación al ayuno pascual.

Durante los siglos VI-VII varió el cómputo del ayuno. De este modo, se pasó de una Cuadragésima (cuarenta días: del primer domingo de cuaresma hasta el Jueves Santo, incluido), a una Quinquagésima (cincuenta días, contados desde el domingo anterior al primero de Cuaresma hasta el de Pascua), a una Sexagésima (sesenta días, que retroceden un domingo más y terminan el miércoles de la octava de Pascua) y a una Septuagésima (setenta días, ganando un domingo más y concluyendo el segundo domingo de Pascua). Este periodo tenía carácter ascético y debió introducirse por influjos orientales.

Esta evolución cuantitativa se extendió también a las celebraciones. En efecto, la Cuaresma más antigua en Roma sólo tenía como días litúrgicos los miércoles y los viernes; en ellos, reunida la comunidad, se hacía la “statio” cada día en una iglesia diferente. En tiempos de san León (440-461), se añadieron los lunes. Posteriormente, los martes y los sábados. El jueves vendría a completar la semana, durante el pontificado de Gregorio II (715-731).

Al desaparecer la penitencia pública, se expandió por toda la cristiandad, desde finales del siglo XI, la costumbre de imponer la ceniza a todos los fieles como señal de penitencia.

Por tanto, la Cuaresma como preparación de la Pascua cristiana se desarrolló poco a poco, como resultado de un proceso en el que intervinieron tres componentes: la preparación de los catecúmenos para el bautismo de la Vigilia Pascual, la reconciliación de los penitentes públicos para vivir con la comunidad el Triduo Pascual, y la preparación de toda la comunidad para la gran fiesta de la Pascua.

Como consecuencia de la desaparición del catecumenado (o bautismo de adultos) y del itinerario penitencial (o de la reconciliación pública de los pecadores notorios), la Cuaresma se desvió de su espíritu sacramental y comunitario, llegando a ser sustituida por innumerables devociones y siendo ocasión de “misiones populares” o de predicaciones extraordinarias para el cumplimiento pascual, en las que –dentro de una atmósfera de renuncia y sacrificio- se ponía el énfasis en el ayuno y la abstinencia.

Con la reforma litúrgica, después del Concilio Vaticano II (1960-1965), se ha hecho resaltar el sentido bautismal y de conversión de este tiempo litúrgico, pero sin perder la orientación del ayuno, la abstinencia y las obras de misericordia.


II. SENTIDO TRADICIONAL DE LA CUARESMA ROMANA

La Cuaresma Romana tradicional tuvo un triple componente: la preparación pascual de la comunidad cristiana, el catecumenado y la penitencia canónica.


1. Primero, la preparación pascual de la comunidad cristiana.

Según san León, la Cuaresma es “un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo que le dio Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana”. Se trataba, por tanto, de un tiempo –introducido por imitación de Cristo y de Moisés- en el que la comunidad cristiana se esforzaba en realizar una profunda renovación interior. Los variados ejercicios ascéticos que ponía en práctica tenían esta finalidad última y no eran fines en sí mismos.


2. Segundo, el catecumenado.

Según la Tradición Apostólica, el catecumenado comprendía tres años, durante los cuales el grupo de los audientes recibía una profunda formación doctrinal y se iniciaba en la vida cristiana. Unos días antes de la Vigilia Pascual, el grupo de los elegidos para recibir en ella el Bautismo, se sometía a una serie de ritos litúrgicos, entre los que tenía especial solemnidad el del sábado por la mañana. Es el catecumenado simple.

Más tarde, la Iglesia desplazó su preocupación por los audientes a los electi. Estos se inscribían como candidatos al bautismo al principio de la Cuaresma. En ella recibían una preparación minuciosa e inmediata.

Pero a principios del siglo VI desapareció el catecumenado simple, se hicieron raros los bautismos de adultos, y los niños que presentaban para ser bautizados procedían de medios cristianos. Todo ello provocó una reorganización prebautismal.

Al principio había tres escrutinios, que consistían en exorcismos e instrucciones. En la segunda mitad del siglo VI son ya siete. Unos y otros estaban relacionados con la misa. Primitivamente los tres escrutinios se celebraban los domingos tercero, cuarto y quinto de cuaresma. Después se desplazaron a otros días de la semana. En esos escrutinios se preguntaba sobre la preparación de los catecúmenos.

Desde esta perspectiva, es fácil comprender que la preparación de los catecúmenos y su organización modelase tanto la liturgia como el espíritu de la Cuaresma. De hecho, los temas relacionados con el bautismo permearon la liturgia cuaresmal. De otra parte, la comunidad cristiana, aunque ayunaba sin olvidar a los penitentes, lo hacía pensando sobre todo en los catecúmenos.

La evolución posterior de la preparación bautismal trajo consigo que los escrutinios se desligasen completamente de la liturgia cuaresmal, provocando una nueva reorganización. Sin embargo, el mayor cambio afectó a la cuaresma misma, que pasó a ser el tiempo en que todos los cristianos se dedicaban a una revisión profunda de su vida cristiana y a prepararse, mediante una auténtica conversión, a celebrar el misterio de la Pascua. Quedó clausurada la perspectiva abierta por la institución penitencial y el catecumenado, con menoscabo de la teología bautismal.


3. Tercero, la penitencia canónica.

La reconciliación de los penitentes sometidos a la penitencia canónica se asoció al Jueves Santo. Por este motivo, los penitentes se inscribían como tales el domingo primero de Cuaresma. A lo largo del período cuaresmal recorrían el último tramo de su itinerario penitencial entregados a severas penitencias corporales y oraciones muy intensas, con las que ultimaban el proceso de su conversión. La comunidad cristiana les acompañaba con sus oraciones y ayunos. Como quiera que los penitentes participaban parcialmente en la liturgia, es lógico que en ésta quedara reflejada la situación de los penitentes.

La imposición de la ceniza es, por ejemplo, uno de esos testimonios penitenciales de la liturgia cuaresmal.


III. SENTIDO DE LA CUARESMA ACTUAL

La Constitución “Sacrosanctum Concilium” (nn. 109-110) considera a la Cuaresma como el tiempo litúrgico en el que los cristianos se preparan a celebrar el misterio pascual, mediante una verdadera conversión interior, el recuerdo o celebración del bautismo y la participación en el sacramento de la Reconciliación.

A facilitar y conseguir estos objetivos tienden las diversas prácticas a las que se entrega más intensamente la comunidad cristiana y cada fiel, tales como la escucha y meditación de la Palabra de Dios, la oración personal y comunitaria, y otros medios ascéticos, tradicionales, como la abstinencia, el ayuno y la limosna.

La celebración de la Pascua es, por tanto, la meta a la que tiende toda la Cuaresma, el núcleo en el que se convergen todas las intenciones y el elemento que regula su dinamismo. La Iglesia quiere que durante este tiempo los cristianos tomen más conciencia de las exigencias vitales que derivan de hacer de la Pascua de Cristo centro de su fe y de su esperanza.

No se trata, por tanto, de preparar una celebración histórica (drama) o meramente ritual de la Pascua de Cristo, sino de disponerse a participar en su misterio; es decir, en la muerte y resurrección del Señor. Esta participación se realiza mediante el bautismo –recibido o actualizado-, la penitencia –como muerte al hombre viejo e incorporación al hombre nuevo-, la Eucaristía –reactualización mistérica de la muerte y resurrección de Cristo-, y por todo lo que contribuye a que estos sacramentos sean mejor participados y vividos.


IV. LOS CONTENIDOS DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

Veamos primero el leccionario, después las oraciones y, finalmente, los prefacios.

1. El leccionario

Es doble: del dominical y el ferial. El dominical tiene tres ciclos: A, B, C; el ferial, en cambio, repite todos los años las mismas lecturas.

En los domingos primero y segundo de todos los ciclos se han conservado las narraciones de las tentaciones y de la transfiguración, si bien se leen según los tres sinópticos. En los domingos siguientes se siguen estas narraciones:

Ciclo A: samaritana (tercer domingo: agua viva), ciego de nacimiento (cuarto domingo: la luz) y la resurrección de Lázaro (quinto domingo: la vida) , con clara resonancia bautismal. No aparecen como hechos pasados sino como realidades presentes. Lo que se prefiguró en el A.T. se actualizó en el N.T. con Cristo.

La primera lectura está muy relacionada con el evangelio, donde aparecen los grandes temas de la historia salvífica: la creación del hombre (primer domingo), la vocación de Abraham (segundo domingo), el agua en el desierto (tercer domingo), la elección y consagración de David (cuarto domingo) y la visión de la resurrección de Daniel (quinto domingo).

La segunda lectura aporta una contribución específica de cara a una pedagogía teológica sobre la conversión y el camino hacia el misterio de la pascua. Supuesta la obra salvífica de Cristo, el paso primero y decisivo que cada hombre ha de dar es elegir entre Cristo y las potencias del mal (primer domingo). Una respuesta positiva la encontramos en la aceptación de Abraham a la propuesta divina de abandonar su patria (segundo domingo). También nosotros hemos recibido esa llamada en y por Jesucristo, que ha muerto por nosotros. Esto ha de provocar la conversión y adhesión a Cristo, temática desarrollada en los últimos domingos.

Ciclo B: la expulsión de los vendedores del templo (tercer domingo), “tanto amó Dios al mundo” (cuarto domingo), “Si el grano de trigo...” (quinto domingo), con clara resonancia pascual: morir para resucitar. Este ciclo ofrece una buena catequesis sacramental. El evangelio del primer domingo relata la tentación de Cristo en el desierto, pero pone el acento en la presencia del reino, que exige una conversión sin dilaciones: la buena noticia se dirige a nosotros (primer domingo). Elegido el camino de la conversión, somos llevados, como Cristo, a la transfiguración (segundo domingo). De este modo entramos en las tres semanas inmediatamente anteriores a la Pascua. El anuncio de la muerte y resurrección es proclamado por el mismo Señor desde el tercer domingo, en el signo del templo, destruido y reconstruido en tres días. El cuarto domingo presenta un tema sacramental: el de la serpiente de bronce, signo de Cristo en la Cruz, que con su muerte y resurrección se convierte en triunfo y vida para quienes creen en Él. Ese Cristo muerto y resucitado marca el punto culminante del misterio pascual: la reconstrucción del hombre y del mundo (quinto domingo).

Las orientaciones de la primera lectura son fundamentales: alianza con Noé, que encuentra su plena realización en Cristo (primer domingo) y alianza con Abraham, que inaugura el verdadero sacrificio, consistente en cumplir, con Cristo, la voluntad del Padre (segundo domingo). El tema de la Alianza continúa en los siguientes domingos. Esta se concreta en el don de la ley, sobre todo en la ley del amor (tercer domingo). Al don divino de la ley debe corresponder el pueblo, aceptando su palabra y cumpliendo su mensaje (cuarto domingo). La alianza ha de ser aceptada sobre todo en el corazón, pues se trata de que el Padre pueda decir “yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (quinto domingo). La teología de estas lecturas es la de la Alianza, que será reiterada y realizada plenamente en el misterio pascual.

La segunda lectura son concreciones morales que se derivan de esta alianza que Dios ha hecho con nosotros: llevar una vida digna, propia de un cristiano.

Ciclo C: Es una llamada a la conversión a Dios. Los domingos primero y segundo presentan también las tentaciones y la transfiguración. Los otros domingos desarrollan el tema de la paciencia y del perdón de Dios: el Señor es paciente y sabe esperar (tercer domingo: “Si no os convertís, todos pereceréis”), aguarda nuestro retorno con los mismos anhelos y actitudes que el padre del hijo pródigo (cuarto domingo) y nos acoge si nos convertimos; basta con que ese arrepentimiento sea sincero y no queramos pecar más (quinto domingo: la mujer adúltera). Todos estos domingos están orientados, por tanto, en la misma dirección: la conversión, la paciencia divina y el perdón, concedido a quienes, sintiéndose culpables, se esfuerzan por cambiar de vida.

La primera y la segunda lectura están muy unidas entre sí en todos los domingos. El Señor, por tanto, nos salva si elevamos a Él nuestro grito (primera lectura del primer domingo), que es el grito de la fe (segunda lectura del primer domingo). Como Él quiere realmente salvarnos, toma la iniciativa de la alianza con los hombres (primera lectura del segundo domingo), la cual realiza en Cristo, y con tal perfección que somos ciudadanos del cielo y aguardamos la transformación de nuestro cuerpo a semejanza del suyo (segunda lectura del segundo domingo). Para realizar la salvación, Dios quiere estar presente en medio de su pueblo y manifestarse a Moisés en la zarza ardiente (primera lectura del tercer domingo). Pero esa presencia es insuficiente: se requiere una respuesta de fe y de fidelidad (segunda lectura del tercer domingo). Llegamos así a un punto importante de la historia de la salvación: el Pueblo de Dios celebra la Pascua en la tierra prometida (primer lectura del cuarto domingo). También el bautizado se encuentra en una tierra prometida: el mundo nuevo, redimido por la muerte y resurrección de Jesucristo, mundo que él debe reconciliar realmente con Dios (segunda lectura del cuarto domingo). Sin embargo, mientras dura su peregrinación en el desierto de este mundo (primera lectura del quinto domingo), el bautizado ha de sentir, con progresiva intensidad, la fuerza de la resurrección de Cristo y entrar en comunión con los sufrimientos de su pasión, reproduciendo en sí mismo la muerte de Cristo, con la esperanza de una resurrección gloriosa (segunda lectura del quinto domingo).

El domingo de Ramos se lee la Pasión del Señor de los tres sinópticos.

Las lecturas del Antiguo Testamento se refieren, como dijimos, a la historia de la salvación, que es uno de los temas específicos y clásicos de la catequesis cuaresmal. Los textos varían cada año, pero siempre recogen los principales momentos de esta historia, desde el principio hasta la promesa de la Nueva Alianza.

Las lecturas del apóstol han sido seleccionadas con este criterio: que estén relacionadas con las del evangelio y las del A.T. y, en cuanto sea posible, tengan una adecuada conexión con ellas.

En cuanto a las lectura feriales, de los días de semana se han seleccionado de modo que tengan una mutua relación y tratan una serie de temas propios de la catequesis cuaresmal, acomodados al significado espiritual de este tiempo. A partir del lunes de la cuarta semana se lee, en forma semicontinua el evangelio de san Juan, donde aparecen los textos de este evangelio que mejor responden a las peculiaridades de la Cuaresma.

Podemos sintetizar así las lecturas feriales:

El bautismo es una purificación (curación de Naamán, el hijo del centurión, la piscina de Betsaida).
Para que las aguas bautismales sean activas y podamos participar en la resurrección bautismal, se requiere la fe, cuyo modelo es la fe de Abraham.
Pero estamos en camino hacia la pascua: somos salvados en la muerte y resurrección de Cristo. Por eso, el episodio de José, vendido por sus hermanos, la parábola de los viñadores homicidas, las conspiraciones contra el justo y las tentativas de apresar a Jesús –el cordero conducido al matadero-, las agitaciones contra Jesús, la serpiente de bronce y Cristo levantado en la cruz, evocan la pasión inminente del Señor, en la cual radica nuestra liberación.

Junto a esta tipología bautismal (bautismo, fe, pascua) se inserta la penitencial, pues la acción de Dios exige la cooperación del hombre. Unidos con ella están los temas de la conversión, el perdón, el amor al prójimo, y los medios que a ellos conducen: la gracia, la oración, la renuncia personal (humildad, ayuno, limosna, etc.).


2. Las oraciones

La temática de las oraciones cuaresmales es muy rica. Se ha cuidado mucho que reflejen el tema principal de la Pascua, ya que la cuaresma es, sobre todo, una preparación a la misma. Varias oraciones hablan del sentido escatológico de la cuaresma y de la pascua.

Otras oraciones se refieren al bautismo, bien como nuevo nacimiento, bien como sacramento de la fe. Sin embargo, el elemento bautismal es menos rico que en el leccionario.

Tampoco faltan textos relativos al tema del ayuno, contemplado en una perspectiva más amplia que la mera abstención de alimentos, aunque este aspecto también está acentuado. Tanto el ayuno como las otras obras penitenciales tienen que ayudar a la conversión del corazón y a una verdadera renovación espiritual (ayuno, oración, limosna). También hay oraciones referidas a la penitencia, desde un aspecto positivo. Otras hablan de la necesidad de alimentarse de la Palabra de Dios.

Y en las oraciones de poscomunión los temas son los de la purificación del mal, del pecado, de las malas costumbres; y los que se refieren al crecimiento en el bien y en la vida cristiana. Es decir, a los aspectos positivos y negativos de la salvación.


3. Los prefacios.

Son nueve prefacios. El más rico es el primero, que presenta una síntesis completa de la cuaresma: preparación a la celebración de la pascua por medio de la purificación en la alegría del Espíritu, que la convierten por ello en tiempo ascético fuerte –caracterizado por la oración y la caridad-, y en tiempo sacramental, por la actualización y renovación de los sacramentos pascuales, en los que la Pascua nos hace plenamente partícipes.

Los otros tres se refieren a la penitencia del espíritu, a los frutos de la abstinencia y a los frutos del ayuno, respectivamente.

Los prefacios dominicales expresan en su embolismo los temas de las lecturas evangélicas.


V. ESTRUCTURA DE LA CUARESMA

En la Cuaresma actual pueden distinguirse las siguientes partes: miércoles de ceniza, los domingos I-II y III-V, las ferias de las semanas I-V, el domingo VI, las ferias II-IV de la semana santa y la misa crismal. Centremos la atención en el miércoles de ceniza.


Miércoles de ceniza

La ceniza es un signo de penitencia muy fuerte en la Biblia (cf. Jn 3, 6; Jdt 4, 11; Jer 6, 26). Recuerda una antigua tradición del pueblo hebreo, que cuando se sabían en pecado o cuando se querían preparar para una fiesta importante en la que debían estar purificados se cubrían de cenizas y vestían con un saco de tela áspera. De esta forma nos reconocemos pequeños, pecadores y con necesidad de perdón de Dios, sabiendo que del polvo venimos y que al polvo vamos.

Siguiendo esta tradición, en la Iglesia primitiva eran rociados con cenizas los penitentes “públicos” como parte del rito de reconciliación, que recibirían al final de la cuaresma, el Jueves Santo, a las puertas de la Pascua. Vestidos con hábito penitencial y con la ceniza que ellos mismos se imponían en la cabeza, se presentaban ante la comunidad y expresaban así su conversión. Al desaparecer la penitencia “pública” allá en el siglo XI, la Iglesia conservó este gesto penitencial para todos los cristianos, que se reconocían pecadores y dispuestos a emprender el camino de la conversión cuaresmal.

El Pueblo de Dios tiene un particular aprecio por el miércoles de ceniza: sabe que ese día comienza la Cuaresma. Y participando del rito de la ceniza –acompañado del ayuno y la abstinencia- manifiesta el propósito de caminar decididamente hacia la Pascua. Ese recorrido pasa por la conversión y la penitencia, el cambio de vida, de mentalidad, de corazón.

La ceniza está hecha con ramos de olivos y otros árboles, bendecidos el año precedente en el domingo de Ramos, siguiendo una costumbre muy antigua (siglo XII). El domingo de Ramos eran ramas que agitábamos en señal de victoria y triunfo. ¿Y ahora? Esas mismas ramas se han quemado y son ceniza: lo que fue signo de victoria y de vida, ramas de olivo, se ha convertido pronto en ceniza. Así es todo lo creado: polvo, ceniza, nada.

Se bendice con una fórmula que se refiere a la situación pecadora de quienes van a recibirla, a la conversión y al inicio de la Cuaresma; a la vez que pide la gracia necesaria para que los cristianos, siendo fieles a la práctica cuaresmal, se preparan dignamente a la celebración del misterio pascual de Jesucristo.

El rito es muy sencillo: el sacerdote impone la ceniza a cuantos se acercan a recibirla, mientras dice una de estas dos fórmulas: “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás” o “Conviértete y cree en el Evangelio”. La primera es la clásica y está inspirada en Gn 3, 19; la segunda es de nueva creación y se inspira en Mc 1, 15. Las dos se complementan, pues mientras la una recuerda la caducidad humana –simbolizada en el polvo y la ceniza-, la otra apunta a la actitud de conversión interior a Cristo y a su evangelio, actitud específica de la Cuaresma.


El simbolismo

La condición débil y caduca del hombre, que marcha inexorablemente hacia la muerte, lo cual provoca pensamientos de honda meditación y humildad, y da a la vida cristiana seriedad en los planteamientos y compromisos. La ceniza es la combustión por el fuego de las cosas o de las personas. Este símbolo ya se emplea en la primera página de la Biblia cuando se nos cuenta que “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gn 2, 7). Eso es lo que significa el nombre de “Adán”. Y se le recuerda enseguida que ése es precisamente su fin: “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3, 19). Por extensión representa la conciencia de la nada, de la nulidad de la creatura con respecto al Creador, según las palabras de Abraham: “Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor” (Gn 18, 27). Esto nos lleva a todos a asumir una actitud de humildad (humildad viene de humus, tierra): polvo y ceniza son los hombres (Si 17, 32), “todos caminan hacia una misma meta: todos han salido del polvo y al polvo retornan (Sal 104, 29). Por tanto, la ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job (42, 6) es explícitamente signo de dolor y de penitencia. De aquí se desprendió la costumbre, por largo tiempo conservada en los monasterios, de extender a los moribundos en el suelo recubierto con ceniza dispuesta en forma de cruz. La ceniza se mezcla a veces con los alimentos de los ascetas y la ceniza bendita se utiliza en ritos como la consagración de una iglesia.

La condición pecadora del hombre y la penitencia interior, la necesidad de conversión, la tristeza por el mal que habita en el corazón humano, la actitud de liberación de cuanto contradice la condición bautismal, y la decisión firme de emprender el camino que conduce a participar en la Muerte y Resurrección de Cristo. Además de caducos (primer significado), somos pecadores. Las lecturas del miércoles de ceniza (Jl 2, 2 Cor 5 y Mt 6) son llamadas apremiantes a la conversión: “Conviértanse de todo corazón...déjense reconciliar con Dios”. Se trata de iniciar un “combate cristiano contra las fuerzas del mal” (colecta). Y todos tenemos experiencia de ese mal. Por eso tienen sentido “estas cenizas que vamos a imponer sobre nuestras cabezas en señal de penitencia” (monición inicial). En la Biblia el gesto simbólico de la ceniza es uno de los más usados, como dijimos, para expresar la actitud de penitencia interior. Las malas noticias (la muerte de Elí, la de Saúl) las traen mensajeros con vestidos rotos y cubierta de polvo la cabeza (cf. 1 S 2, 12; 2 Sa 1, 2); las calamidades se afrontan con el mismo gesto: “Cuando Mardoqueo supo lo que pasaba (la amenaza contra el pueblo) rasgó sus vestidos, se vistió de saco y ceniza y salió por la ciudad lanzando grandes gemidos” (Estimado en Cristo, padre 4, 1): “Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra y todos esparacieron polvo sobre sus cabezas y oraban a Yavé” (Jos 7, 6). Israel llora su mal con saco y ceniza, hay duelo, porque viene el saqueador sobre nosotros” (Jr 6, 26). La penitencia se manifiesta así: “retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y las cenizas” (Jb 42, 6). El ejemplo típico es el de Nínive ante la predicación de Jonás: “Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de saco, y el rey se sentó en la ceniza” (Jon 3, 5-6).

La oración (al estilo de Judit 9, 1, o de los hombres de Macabeo en 2 Mac 10, 25), la súplica ardiente al Señor para que venga en nuestro auxilio. Otras veces aparece la ceniza en la Biblia como expresión de una plegaria intensa, con la que se quiere pedir la salvación de Dios. Judit pide la liberación de su pueblo: “rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el saco que tenía puesto y clamó al Señor en alta voz” (Jdt 9, 1). Todo el pueblo se postró también ante Dios, “se cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron las manos ante el Señor” (Jdt 4, 11). “Los hombres del Macabeo, en rogativas a Dios, cubrieron de polvo su cabeza y ciñeron de saco su cintura, y pedían a Dios” (2 M 10, 25). Cuando la comunidad cristiana quiere empezar la “subida a Jerusalén”, unida a Cristo, y anhela verse liberada del mal y llena de la vida de la Pascua, es bueno que intensifique su oración con gestos como éste, que es a la vez acto de humildad, de conversión y de súplica ardiente ante el que todo lo puede, incluso llenar de vida nueva nuestra existencia.

La resurrección, dado que las cenizas de este día recuerdan no sólo que el hombre es polvo, sino también que está destinado a participar en el triunfo de Cristo. A través de la renuncia, de la cruz y de la muerte, Dios convierte la ceniza en trigo que cae en la tierra y produce fruto abundante: muriendo con Cristo al pecado, resucitaremos con Él a la nueva vida. Venimos del polvo, es cierto, y nuestro cuerpo mortal tornará al polvo. Pero eso no es toda nuestra historia ni todo nuestro destino. Nuestra ceniza tiene ya el germen de la vida nueva. Es ceniza pascual. Nos recuerda que la vida es cruz, muerte, renuncia, pero a la vez nos asegura que el programa pascual es dejarse alcanzar por la Vida Nueva y gloriosa del Señor Jesús. Como el barro de Adán, por el soplo de Dios, se convirtió en ser viviente, nuestro barro de hoy, por la fuerza del Espíritu que resucitó a Jesús está destinado también a la vida de Pascua. De las cenizas Dios saca vida. Como el grano de trigo que se hunde en la tierra. A través de la cruz, Cristo fue exaltado a la vida definitiva. A través de la cruz, el cristiano es también incorporado a la corriente de la vida pascual de Cristo. Por eso, Pablo nos anuncia que hoy es “un día de gracia y salvación” (segunda lectura).

La Pascua, pues la ceniza del comienzo de la cuaresma se encontrará con el agua purificadora en la Vigilia Pascual: lo que es signo de muerte y destrucción, se trocará en fuente de vida en la Vigilia Pascual, gracias a las aguas regeneradoras del Bautismo. La Cuaresma se convierte, desde su primer momento de ceniza en “sacramento de la Pascua”, en signo pedagógico y eficaz de un éxodo, de un “tránsito” de la muerte a la vida. La ceniza es el símbolo de que participamos en la cruz de Cristo, de que “el hombre es llamado a tomar parte en el dolor de Dios hasta la muerte del Hijo eterno el Viernes Santo” (Juan Pablo II, cuaresma de 1982), para con el pasar a la vida podamos llegar con el corazón limpio a la celebración del misterio pascual de Cristo, y alcanzar la imagen de Cristo resucitado.

Por tanto, el miércoles de ceniza es una llamada a la conversión, como comunidad cristiana y como Iglesia. La Cuaresma es el gran tiempo de preparación a la Pascua. La Iglesia nos invita a aprovechar este “tiempo favorable” y a prepararnos para la celebración del Misterio Pascual de Jesucristo. Por eso, la Cuaresma debería ser como un “gran retiro espiritual” vivido por toda la Iglesia, porque es un itinerario penitencial, bautismal y pascual. La Cuaresma es también el tiempo propicio para la oración personal y comunitaria, alimentada por la Palabra de Dios y propuesta cotidianamente en la liturgia.

Desde el Miércoles de ceniza, se nos ofrece una serie de medios para llevar a cabo esta purificación y renovación interior: la limosna, la oración, el ayuno, la escucha de la Palabra de Dios, el sacramento de la Reconciliación y la conversión.


CONCLUSIÓN

Comencemos nuestro camino por el desierto con buen ánimo, y así llegaremos a la tierra prometida de la Pascua. Volvamos a la casa del Padre llevando en el corazón la confesión de nuestras culpas, como ese hijo pródigo.

La Cuaresma es tiempo de oración intensa y alabanza prolongada; es tiempo de penitencia y ayuna. Es tiempo de obras de misericordia. Pero todo esto comienza por un profundo cambio de mentalidad y, más radicalmente, por la conversión del corazón.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme, para que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal.



Preguntas o comentarios al autor
P. Antonio Rivero LC

Via Crucis

Vía Crucis celebrado en Roma
Vía Crucis bíblico
Vía Crucis según los relatos evangélicos
Vía Crucis escrito por el Card. Karol Wojtyla

Via Crucis virtual (animación multimedia)

Vía Crucis presidido por S.S. Juan Pablo II el Viernes Santo del Año Santo del 2000
Meditaciones y oraciones de S.S. Juan Pablo II

Oración inicial.
Primera estación: Jesús es codenado a muerte.
Segunda estación: Jesús carga con la cruz a cuestas.
Tercera estación: Jesús cae por la primera vez.
Cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre.
Quinta estación: Simón de Cirene lleva la cruz de Jesús.
Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús.
Séptima estación: Jesús cae por segunda vez.
Octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Novena estación: Jesús cae por tercera vez.
Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras, le dan de beber hiel y vinagre.
Decimoprimera estación: Jesús es clavado en la cruz.
Decimosegunda estación: Jesús muerte en la cruz.
Decimoterceraestación: Jesús es bajado de la cruz y entregado a la Madre.
Decimocuartaestación: El Cuerpo de Jesús es puesto en el Sepulcro.

ORACIÓN INICIAL

El Santo Padre:

En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.

"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16, 24).

Viernes Santo por la tarde.

Desde hace veinte siglos, la Iglesia se reúne esta tarde para recordar y revivir los acontecimientos de la última etapa del camino terreno del Hijo de Dios. Hoy, como cada año, la Iglesia que está en Roma se congrega en el Coliseo para seguir las huellas de Jesús que, "cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota" (Jn 19, 17).

Estamos aquí, conscientes de que el via crucis del Hijo de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que han visto y hecho todos aquellos que han tomado parte este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.

En este año jubilar queremos reflexionar con particular intensidad sobre el contenido de aquellos acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la mente y al corazón, y sean así origen de la gracia de una auténtica participación.

Participar significa tener parte.

¿Qué quiere decir tener parte en la cruz de Cristo?

Quiere decir experimentar en el Espíritu Santo el amor que esconde tras de sí la cruz de Cristo.

Quiere decir reconocer, a la luz de este amor, la propia cruz.

Quiere decir cargarla sobre la propia espalda y, movidos cada vez más por este amor, caminar...

Caminar a través de la vida, imitando a Aquel que "soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios" (Hb 12, 2).

Pausa de silencio

Oremos.

Señor Jesucristo,
colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo,
para que, siguiéndote en tu último camino,
sepamos cuál es el precio de nuestra redención
y seamos dignos de participar
en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/. Amén.
PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

"¿Eres tú el Rey de los judíos?" (Jn 18, 33)
"Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36).
Entonces Pilato le dijo:
"¿Luego tú eres Rey?"
Respondió Jesús:
"Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz".
Le dice Pilato:
"¿Qué es la verdad?"

Con esto, el procurador romano consideró terminado el interrogatorio. Volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él" (cf. Jn 18, 37-38).

El drama de Pilato se oculta tras la pregunta: ¿qué es la verdad? No era una cuestión filosófica sobre la naturaleza de la verdad, sino una pregunta existencial sobre la propia relación con la verdad. Era un intento de escapar a la voz de la conciencia, que ordenaba reconocer la verdad y seguirla. El hombre que no se deja guiar por la verdad, llega a ser capaz incluso de emitir una sentencia de condena de un inocente.

Los acusadores intuyen esta debilidad de Pilato y por eso no ceden. Reclaman con obstinación la muerte en cruz. La decisiones a medias, a las que recurre Pilato, no le sirven de nada. No es suficiente infligir al acusado la pena cruel de la flagelación. Cuando el Procurador presenta a la muchedumbre a un Jesús flagelado y coronado de espinas, parece como si con ello quisiera decir algo que, a su entender, debería doblegar la intransigencia de la plaza. Señalando a Jesús, dice: "Ecce homo!" "Aquí tenéis al hombre". Pero la respuesta es: "¡Crucifícalo, crucifícalo!" Pilato intenta entonces negociar: "Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él" (cf. Jn 19, 5-7).

Está cada vez más convencido de que el imputado es inocente, pero esto no le basta para emitir una sentencia absolutoria.

Entonces, los acusadores recurren a un argumento decisivo: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César" (Jn 19, 12).

Es una amenaza muy clara. Intuyendo el peligro, Pilato cede definitivamente y emite la sentencia, si bien con el gesto ostentoso de lavarse las manos: "Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis" (Mt 27, 24).

Así fue condenado a la muerte en cruz Jesús, el Hijo de Dios vivo, el Redentor del mundo.

A lo largo de los siglos, la negación de la verdad ha generado sufrimiento y muerte. Son los inocentes los que pagan el precio de la hipocresía humana. No bastan decisiones a medias. No es suficiente lavarse las manos. Queda siempre la responsabilidad por la sangre de los inocentes. Por ello Cristo imploró con tanto fervor por sus discípulos de todos los tiempos: Padre, "Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad" (Jn 17, 17).

ORACIÓN

Cristo, que aceptas una condena injusta,
concédenos, a nosotros y a los hombres de todos los tiempos,
la gracia de ser fieles a la verdad
y no permitas que caiga sobre nosotros
y sobre los que vendrán después de nosotros
el peso de la responsabilidad
por el sufrimiento de los inocentes.
A ti, Jesús, Juez justo,
honor y gloria por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto

Stabat mater dolorosa
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.
SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ A CUESTAS

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

La cruz. Instrumento de una muerte infame.
No era lícito condenar a la muerte en cruz a un ciudadano romano: era demasiado humillante. Pero el momento en que Jesús de Nazaret cargó con la cruz para llevarla al Calvario marcó un cambio en la historia de la cruz.
De ser signo de muerte infame, reservada a las personas de baja categoría, se convierte en llave maestra. Con su ayuda, de ahora en adelante, el hombre abrirá la puerta de las profundidades del misterio de Dios.
Por medio de Cristo, que acepta la cruz, instrumento del propio despojo, los hombres sabrán que Dios es amor.

Amor inconmensurable: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).

Esta verdad sobre Dios se ha revelado a través de la cruz.
¿No podía revelarse de otro modo?
Tal vez sí. Sin embargo, Dios ha elegido la cruz.
El Padre ha elegido la cruz para su Hijo, y el Hijo la ha cargado sobre sus hombros, la ha llevado hasta al monte Calvario y en ella ha ofrecido su vida.
"En la cruz está el sufrimiento,
en la cruz está la salvación,
en la cruz hay una lección de amor.
Oh Dios, quien te ha comprendido una vez,
ya no desea ni busca ninguna otra cosa" (Canto cuaresmal polaco)
La Cruz es signo de un amor sin límites

ORACIÓN

Cristo, que aceptas la cruz de las manos de los hombres
para hacer de ella un signo del amor salvífico de Dios por el hombre,
concédenos, a nosotros y a los hombres de nuestro tiempo
la gracia de la fe en este infinito amor,
para que, transmitiendo al nuevo milenio el signo de la cruz,
seamos auténticos testigos de la Redención.
A ti. Jesús, Sacerdote y Víctima,
alabanza y gloria por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto

Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.
TERCERA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR LA PRIMERA VEZ

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

"Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros" (cf. Is 53, 6).
"Todos nosotros como ovejas erramos,
cada uno marchó por su camino,
y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros" (Is 53, 6).
Jesús cae bajo el peso de la cruz. Sucederá tres veces durante el camino relativamente corto de la "via dolorosa".
Cae por agotamiento. Tiene el cuerpo ensangrentado por la flagelación, la cabeza coronada de espinas. Le faltan las fuerzas.
Cae, pues, y la cruz lo aplasta con su peso contra la tierra.

Hay que volver a las palabras del profeta, que siglos antes ha previsto esta caída, casi como si la estuviera viendo con sus propios ojos: ante el Siervo del Señor, en tierra bajo el peso de la cruz, manifiesta el verdadero motivo de la caída: "Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros".

Han sido los pecados los que han aplastado contra la tierra al divino Condenado. Han sido ellos los que determinan el peso de la cruz que él lleva a sus espaldas. Han sido los pecados los que han ocasionado su caída. Cristo se levanta a duras penas para proseguir el camino. Los soldados que lo escoltan intentan instigarle con gritos y golpes. Tras un momento, el cortejo prosigue.

Jesús cae y se levanta. De este modo, el Redentor del mundo se dirige sin palabras a todos los que caen. Les exhorta a levantarse. "El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados" (1 Pe 2, 24).

ORACIÓN

Cristo, que caes bajo el peso de nuestras culpas
y te levantas para nuestra justificación,
te rogamos que ayudes
a cuantos están bajo el peso del pecado
a volverse a poner en pie
y reanudar el camino.
Danos la fuerza del Espíritu,
para llevar contigo la cruz de nuestra debilidad.
A ti, Jesús, aplastado por el peso de nuestras culpas,
nuestro amor y alabanza por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto

O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta
mater Unigeniti!
CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

"No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin" (Lc 1,30-33).

María recordaba estas palabras. Las consideraba a menudo en la intimidad de su corazón. Cuando en el camino hacia la cruz encontró a su Hijo, quizás le vinieron a la mente precisamente estas palabras. Con una fuerza particular. "Reinará... Su reino no tendrá fin", había dicho el mensajero celestial. Ahora, al ver que su Hijo, condenado a muerte, lleva la cruz en la que habría de morir, podría preguntarse, humanamente hablando: ¿Cómo se cumplirán aquellas palabras? ¿De qué modo reinará en la casa de David? ¿Cómo será que su reino no tendrá fin?

Son preguntas humanamente comprensibles. María, sin embargo, recuerda que tiempo atrás, al oír el anuncio del Ángel, había contestado: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Ahora ve que aquellas palabras se están cumpliendo como palabra de la cruz. Porque es madre, María sufre profundamente. No obstante, responde también ahora como respondió entonces, en la anunciación: "Hágase en mí según tu palabra". De este modo, maternalmente, abraza la cruz junto con el divino Condenado. En el camino hacia la cruz, María se manifiesta como Madre del Redentor del mundo.

"Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta" (Lm 1,12).
Es la Madre Dolorosa la que habla,
la Sierva obediente hasta el final,
la Madre del Redentor del mundo.

ORACIÓN

Oh María, tú que has recorrido
el camino de la cruz junto con tu Hijo,
quebrantada por el dolor en tu corazón de madre,
pero recordando siempre el fiat
e íntimamente confiada en que Aquél para quien nada es imposible
cumpliría sus promesas,
suplica para nosotros y para los hombres de las generaciones futuras
la gracia del abandono en el amor de Dios.
Haz que, ante el sufrimiento, el rechazo y la prueba,
por dura y larga que sea,
jamás dudemos de su amor.
A Jesús, tu Hijo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

R./. Amén.

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto

Quae mærebat et dolebat
pia mater, dum videbat
Nati pœnas incliti.
QUINTA ESTACIÓN: SIMÓN DE CIRENE LLEVA LA CRUZ DE JESÚS

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Obligaron a Simón (cf Mt 15, 21).
Los soldados romanos lo hicieron temiendo que el Condenado, agotado, no lograra llevar la cruz hasta el Gólgota. No habrían podido ejecutar en él la sentencia de la crucifixión.
Buscaban a un hombre que lo ayudase a llevar la cruz.
Su mirada se detuvo en Simón. Lo obligaron a cargar aquel peso. Se puede uno imaginar que él no estuviera de acuerdo y se opusiera. Llevar la cruz junto con un condenado podía considerarse un acto ofensivo de la dignidad de un hombre libre.
Aunque de mala gana, Simón tomó la cruz para ayudar a Jesús.

En un canto de cuaresma se escuchan estas palabras: "Bajo el peso de la cruz Jesús acoge al Cireneo". Son palabras que dejan entrever un cambio total de perspectiva: el divino Condenado aparece como alguien que, en cierto modo, "hace don" de la cruz. ¿Acaso no fue Él quien dijo: "El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí" (Mt 10,38)?

Simón recibe un don. Se ha hecho "digno" de él. Lo que a los ojos de la gente podía ofender su dignidad, en la perspectiva de la redención, en cambio, le ha otorgado una nueva dignidad. El Hijo de Dios lo ha convertido, de manera singular, en copartícipe de su obra salvífica.

¿Simón, es consciente de ello? El evangelista Marcos identifica a Simón de Cirene como "padre de Alejandro y de Rufo" (15,21). Si los hijos de Simón de Cirene eran conocidos en la primitiva comunidad cristiana, se puede pensar también él haya creído en Cristo, precisamente mientras llevaba la cruz. Pasó libremente de la constricción a la disponibilidad, como si hubieran llegado a su corazón aquellas palabras: "El que no lleva su cruz conmigo, no es digno de mí".

Llevando la cruz, fue introducido en el conocimiento del evangelio de la cruz.

Desde entonces este evangelio habla a muchos, a innumerables cireneos, llamados a lo largo de la historia a llevar la cruz junto con Jesús.

ORACIÓN

Cristo, que has concedido a Simón de Cirene
la dignidad de llevar tu cruz,
acógenos también a nosotros bajo su peso,
acoge a todos los hombres
y concede a cada uno la gracia de la disponibilidad.
Haz que no apartemos nuestra mirada de quienes
están oprimidos por la cruz de la enfermedad,
de la soledad, del hambre y de la injusticia.
Haz que, llevando las cargas los unos de los otros,
seamos testigos del evangelio de la cruz
y testigos de ti,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R./. Amén.

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto

Quis est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?
SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

La Verónica no aparece en los Evangelios. No se menciona este nombre, aunque se citan los nombres de diversas mujeres que aparecen junto a Jesús. Puede ser, pues, que este nombre exprese más bien lo que esa mujer hizo. En efecto, según la tradición, en el camino del calvario una mujer se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del rostro del Señor. Aquel rostro quedó impreso en el velo; un reflejo fiel, un "verdadero icono". A eso se referiría el nombre mismo de Verónica. Si es así, este nombre, que ha hecho memorable el gesto de aquella mujer, expresa al mismo tiempo la más profunda verdad sobre ella.

Un día, ante la crítica de los presentes, Jesús defendió a una mujer pecadora que había derramado aceite perfumado sobre sus pies y los había enjugado con sus cabellos. A la objeción que se le hizo en aquella circunstancia, respondió: "¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una obra buena ha hecho conmigo (...). Al derramar este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho" (Mt 26,10.12). Las mismas palabras podrían aplicarse también a la Verónica. Se manifiesta así la profunda elocuencia de este episodio. El Redentor del mundo da a Verónica una imagen auténtica de su rostro.

El velo, sobre el que queda impreso el rostro de Cristo, es un mensaje para nosotros. En cierto modo nos dice: He aquí cómo todo acto bueno, todo gesto de verdadero amor hacia el prójimo aumenta en quien lo realiza la semejanza con el Redentor del mundo.

Los actos de amor no pasan. Cualquier gesto de bondad, de comprensión y de servicio deja en el corazón del hombre una señal indeleble, que lo asemeja un poco más a Aquél que "se despojó de sí mismo tomando condición de siervo" (Flp 2,7). Así se forma la identidad, el verdadero nombre del ser humano.

ORACIÓN

Señor Jesucristo,
tú que aceptaste
el gesto desinteresado de amor de una mujer
y, a cambio, has hecho
que las generaciones la recuerden con el nombre de tu rostro,
haz que nuestra obras,
y las de todos los que vendrán después de nosotros,
nos hagan semejantes a ti
y dejen al mundo el reflejo de tu infinito amor.
Para ti, Jesús, esplendor de la gloria del Padre,
alabanza y gloria por los siglos.

R./. Amén.

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto

Quis non posset contristari,
piam Matrem contemplari
dolentem cum Filio?
SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

"Y yo gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo" (Sal 22[21],7). Vienen a la mente estas palabras del salmo mientras contemplamos a Jesús, que cae por segunda vez bajo la cruz.

En el polvo de la tierra está el Condenado. Aplastado por el peso de su cruz. Cada vez más le fallan sus fuerzas. Pero, aunque con gran esfuerzo, se levanta para seguir el camino.

¿Qué nos dice a nosotros, hombres pecadores, esta segunda caída? Más aún que de la primera, parece exhortarnos a levantarnos, a levantarnos otra vez en nuestro camino de la cruz.

Cyprian Norwid escribe: "No detrás de sí mismos con la cruz del Salvador, sino detrás del Salvador con la propia cruz". Sentencia breve pero que dice mucho. Explica en qué sentido el cristianismo es la religión de la cruz. Deja entender que cada hombre encuentra en este mundo a Cristo que lleva la cruz y cae bajo su peso. A su vez, Cristo, en el camino del Calvario, encuentra a cada hombre y, cayendo bajo el peso de la cruz, no deja de anunciar la buena nueva.

Desde hace dos mil años el evangelio de la cruz habla al hombre. Desde hace veinte siglos Cristo, que se levanta de la caída, encuentra al hombre que cae.

A lo largo de estos dos milenios, muchos han experimentado que la caída no significa el final del camino. Encontrando al Salvador, se han sentido sosegados por Él: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Co 12,9). Se han levantado confortados y han transmitido al mundo la palabra de la esperanza que brota de la cruz. Hoy, cruzado el umbral del nuevo milenio, estamos llamados a profundizar el contenido de este encuentro. Es necesario que nuestra generación lleve a los siglos venideros la buena nueva de nuestro volver a levantarnos en Cristo.

ORACIÓN

Señor Jesucristo,
que caes bajo el peso del pecado del hombre
y te levantas para tomarlo sobre ti y borrarlo,
concédenos a nosotros, hombres débiles,
la fuerza de llevar la cruz de cada día
y de levantarnos de nuestras caídas,
para llevar a las generaciones que vendrán
el Evangelio de tu poder salvífico.
A ti, Jesús, soporte de nuestra debilidad,
la alabanza y la gloria por los siglos.

R./. Amén.

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto

Pro peccatis suæ gentis
vidit Iesum in tormentis,
et flagellis subditum.

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Cantos para el Tiempo de Cuaresma
Sobre la Pasión del Señor:

- Brazos rígidos y yertos
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- La Cruz
- Abiertos los brazos Escucharlo en:
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Penitenciales:

- Por el dolor creyente
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- Kyrie de la Reconciliación
- Kyrie
- A ti levanto mis ojos
- Perdón, Señor (Salmo 50)
- Perdón, ¡oh Dios mío!
- Dame tu perdón
- Inquieto miro hacia Ti Escucharlo en:
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- Aquí estoy Señor
Sobre la caridad: - Cántico de la Caridad
- Os doy un mandato nuevo
Himnos:

- Dónde está muerte tu victoria
Escucharlo en:
Midi
- Pueblo nuevo Escucharlo en:
Midi
- Señor mío y Dios mío
- Danos fuerza, Señor
- Porque anochece ya Escucharlo en:
Midi
- Danos un corazón
- Con el Señor



1. POR EL DOLOR CREYENTE

1. Por el dolor creyente que / brota del pecado,
por no haberte querido / de todo corazón,
por haberte, Dios mío, / tantas veces negado,
con súplicas te pido / de rodillas perdón.

CONCÉDEME UN ALMA / LAVADA POR TU AGUA,
UN CORAZÓN TAN PURO / COMO EL QUE TRASPASADO
ME HA RECONCILIADO / Y DADO EL AMOR.

2. Por haberte perdido, / por no haberte encontrado,
porque es como un desierto / nevado mi oración,
porque es como una hiedra / sobre el árbol cortado
el recuerdo que brota / cargado de ilusión.

3. Porque es como la hiedra, / permite que te abrace,
primero amargamente, / lleno de amor después,
y que a ti, viejo tronco, / poco a poco me enlace,
y que mi vieja sombra / se derrame a tus pies.

2. PUEBLO NUEVO

1. Delante de tus ojos ya no enrojeceremos
a causa del antiguo pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde de corazón sincero.

VEN, SEÑOR, Y DESTIERRA DE TU PUEBLO EL TEMOR.
GUÍANOS POR LAS SENDAS DE LA RECONCILIACIÓN.

2. En medio de los pueblos nos guardas como un resto,
para cantar tus obras y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva para los cielos nuevos,
sacerdotal estirpe según tu Hijo Jesús.

3. Caerán los opresores y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio serán tus herederos.
Señalarás entonces el día del regreso
para los que comían su pan en el destierro.

4. ¡Exulten mis entrañas! ¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor, que es justo, revoca sus decretos:
la salvación se anuncia donde acechó el infierno,
porque el Señor habita en medio de su pueblo.

3. PORQUE ANOCHECE YA

1. Porque anochece ya y se nubla el camino,
porque temo perder las huellas que he seguido,
no me dejes tan solo y quédate conmigo.

NO ME OCULTES TU ROSTRO, SEÑOR,
ILUMINA MI POBRE CORAZÓN;
NO ME DEJES CAER EN TENTACIÓN
HAZ QUE REINE EN MI ALMA EL AMOR
PORQUE DE BARRO SOY YO. (2 veces)

2. Porque he sido rebelde, dejando tus caminos;
porque escogí yo solo la muerte y el abismo:
perdóname, Señor, y quédate conmigo.

3. Porque ardo en sed de Ti y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa, dígnate ser mi amigo,
que aprisa cae la noche. Quédate ya conmigo.

4. CON EL SEÑOR

PERDIDO ESTUVO MI CORAZÓN
SIN ENCONTRAR EL CAMINO EN LOS CAMINOS,
SOLO YO TRISTE ANDUVE SIN TI,
SIN LA ESPERANZA, SIN LA VERDAD. (2 veces)

Estaba ciego, no te veía,
no había luz aunque era mediodía.
Sin el Señor, sin el amor
la vida es muerte, y la muerte temor.

DESCUBRÍ QUE EN MENTIRA VIVÍ,
QUE SI VIVÍA, PORQUE TÚ ME AMABAS,
QUE NO PODÍA COMPRENDERLO TODO,
QUE SÓLO TÚ ERES LA VERDAD. (2 veces)

Y ahora contigo, en el camino,
sé que es difício, yo no lo olvido.
Señor, Tú sabes que aún soy débil
Tú eres mi fuerza, con tu gracia viviré.



5. SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO

QUE ANSÍE YO SIEMPRE TU ROSTRO CON ARDOR,
DAME FUERZAS PARA LA BÚSQUEDA SEÑOR,
TÚ QUE HICISTE QUE TE ENCONTRARA,
TÚ QUE ME HAS DADO ESPERANZAS DE CONOCERTE MEJOR.

1. Señor y Dios mío,
mi única esperanza,
óyeme para que no sucumba
al desaliento y deje de buscarte.

2. Ante Ti estoy
firme y débil, Señor.
Sáname de todos mis pecados
y confirma mi firmeza.

3. La paz, Señor, ya llegó a mi corazón;
no he sido yo, ha sido tu bondad
la que sin mirar mis pecados
me dio tu gracia y con ella tu paz.

6. ABIERTOS LOS BRAZOS

1. Abiertos los brazos pegados al árbol
la sangre corría de Dios que moría,
sentía apretarse el dolor como dardo
clavado en la cruz y su amor que crecía.

Vinagre le dieron y dulce miraba,
desprecio mostraban y amor devolvía,
sus ropas jugaban, la vida les daba,
inerte pendía y ya nada lo ataba.

AL VERLO CLAVADO Y EN GOZO DOLIENTE,
QUEBRADO EN TODO, ENTERO EN LA ESENCIA.
LA MADRE VIVÍA AFLICCIÓN IMPALPABLE,
REGADA POR RÍOS DE VIDA Y PRESENCIA.

2. El día lloraba la escena imposible,
Jesús ofreciendo su vida en rescate
por todos aquellos que son miserables,
los hombres que habían dejado a su Padre.

La hora ha llegado y la muerte con ella,
el Señor ya se muere, la vida se aleja,
pero la esperanza ya brota con fuerza,
la luz infinita brilla en las tinieblas.

SI TÚ POR VENTURA MIL CRUCES RECIBES,
ALABA ESA SUERTE DE MALES BENDITOS.
TE ACERCAN A AQUEL QUE HABITÓ ENTRE LOS HOMBRES,
AQUEL QUE MURIÓ POR LLEVARNOS AL CIELO.

EN LA CRUZ DE MADERA JESÚS NOS RECUERDA
SU ESTAR CON NOSOTROS, PERPETUA TERNURA.
ESTARÁS CON NOSOTROS ASÍ HAYAN TORMENTAS,
SEÑOR DE LAS FIDELIDADES ETERNAS.

7. LA CRUZ

1. Levanta el rostro, hermano, y descubre
Jesús está en la Cruz para salvarte,
que es el mismo Dios, que todo lo entregó,
muriendo en la Cruz, Él te reconcilió.

MÍRALO EN LA CRUZ SUFRIR,
MARÍA ESTÁ AL PIE DE LA CRUZ,
ACÓGELA EN TU PROPIO CORAZÓN.
ÉL COMO MADRE TE LA DA,
APRENDE SU FIDELIDAD
LO MISMO EN LA ALEGRÍA Y EL DOLOR.

2. Si es que tú padeces sufrimientos,
si tienes tú heridas que curar,
muéstrale al Señor tu pobre situación
pues Él te sanará y reconciliará.

3. Si a veces tú te crees de los sabios
y no ves tu locura y necedad,
en Él encontrarás a la misma Verdad
en quien toda mentira al suelo caerá.

4. Aviva el corazón, hermano mío,
conquista en el Señor tu libertad;
carga con Él tu cruz y así descubrirás
lo hermosa y sublime que es tu vocación.

8. BRAZOS RÍGIDOS Y YERTOS

1. Brazos rígidos y yertos
por dos clavos traspasados,
que aquí estáis por mis pecados
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.

Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro, yo te sigo,
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores,
subiendo a la cruz contigo.

UNA CRUZ ESTA VACÍA ESPERANDO AL LLAMADO
¿QUIÉN VENDRÁ A PONER SU ALMA,
SU CORAZÓN TRASPASADO?
¿QUIÉN MI VOZ HA ESCUCHADO?

2. Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo,
y muriendo bendecirte.

Que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad.

3. Que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
que vaya, en fin, por la vida
como Tú estás en la cruz:

de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.

9. PERDÓN, SEÑOR (Salmo 50)

PERDÓN, SEÑOR, PERDÓN.

1. Misericordia, mi Dios, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa.

2. Lava del todo mi delito
y limpia todo mi pecado.

3. Reconozco mi culpa, Señor,
tengo siempre presente mi pecado.

4. Contra Ti, contra Ti sólo pequé,
cometí la maldad que Tú aborreces.

5. Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.

6. Enseñaré a los malvados tus caminos,
volverán a Ti los pecadores.

7. Líbrame de la sangre, mi Dios,
y cantará mi lengua tu justicia.

8. Abrirás mis labios, Señor,
y mi boca cantará tus alabanzas.

10. DANOS FUERZA, SEÑOR

DANOS FUERZA, SEÑOR, PARA EL COMBATE,
REVÍSTENOS CON ARMAS DE LA LUZ
EN NUESTRA LUCHA CONTRA LOS PRINCIPADOS
Y DESPUÉS DE TRIUNFAR MANTÉNNOS FIRMES SEÑOR.

1. Con el celo por el Evangelio,
ceñida la verdad a tu cintura,
con la justicia como coraza.
¡En pie, en pie, pues cristiano!

2. Tomad el yelmo de la salvación,
la espada del Espíritu de Dios,
embrazando el escudo de la fe.
¡En pie, en pie, pues cristiano!

3. Perseverantes luchando como hermanos,
siempre unidos orando y trabajando,
en comunión con todos los santos.
Cúbrenos María con tu manto.

4. A pesar de nuestras miserias,
levantémonos sigamos adelante,
con paciencia, esperanza y ardor,
Cristo ya venció por nosotros.

DANOS FUERZA, SEÑOR, PARA EL COMBATE,
REVÍSTENOS CON ARMAS DE LA LUZ
EN NUESTRA LUCHA CONTRA LOS PRINCIPADOS
Y DESPUÉS DE TRIUNFAR MANTÉNNOS FIRMES SEÑOR. (2 veces)

11. OS DOY UN MANDATO NUEVO

S: Os doy un mandato nuevo.

T: Os doy un mandato nuevo.

S: Que os améis mutuamente como yo os he amado,
dice el Señor.

T: Que os améis mutuamente como yo os he amado,
dice el Señor.

S: La señal por la que el mundo
distinguirá a los cristianos
ha de ser si nos amamos
como Cristo nos amó.

T: Ha de ser si nos amamos
como Cristo nos amó.

S: Si el Señor, vuestro Maestro,
os ha lavado los pies,
sus discípulos seréis
siguiendo su mismo ejemplo.

T: Sus discípulos seréis
siguiendo su mismo ejemplo.

12. CÁNTICO DE LA CARIDAD

1. Bendigamos al Señor,
que nos une en caridad
y nos nutre con su amor
en el Pan de la unidad.
¡OH PADRE NUESTRO!

2. Conservemos la unidad
que el Maestro nos mandó.
Donde hay guerra que haya paz,
donde hay odio que haya amor.
¡OH PADRE NUESTRO!

3. El Señor nos ordenó
devolver el bien por mal,
ser testigos de su amor,
perdonando de verdad.
¡OH PADRE NUESTRO!

4. Al que vive en el dolor
y al que sufre soledad
entreguemos nuestro amor
y consuelo fraternal.
¡OH PADRE NUESTRO!

5. El Señor que nos llamó
a vivir en unidad
nos congregue con su Amor
en feliz eternidad.
¡OH PADRE NUESTRO!

13. DANOS UN CORAZÓN

¡DANOS UN CORAZÓN GRANDE PARA AMAR!
¡DANOS UN CORAZÓN FUERTE PARA LUCHAR!

1. Hombres nuevos, forjando en el mundo
la esperada Cultura del Amor;
hombres nuevos que viven entregados
a María, la Madre del Señor.

2. Hombres nuevos, llevando el Evangelio,
anunciando a Cristo Salvador;
hombres de nuevos, trayendo la esperanza
a los pueblos sedientos de amor.

3. Hombres nuevos, hijos de María,
hermanados en una misma fe;
hombres nuevos, profetas de la Iglesia,
peregrinos viviendo la verdad.

4. Hombres nuevos que buscan en la vida
conformarse con Cristo Redentor;
hombres nuevos que viven la existencia
n justicia, en paz y en libertad.

5. Hombres nuevos, en torno a María
congregamos a la humanidad,
para dar eterna gloria al Padre,
en Jesús, por los siglos. Amén.

14. INQUIETO MIRO HACIA TI

1. Inquieto miro hacia Ti. TEN PIEDAD, SEÑOR.
¿Quién en la angustia es fiel a Ti? TEN PIEDAD, SEÑOR.

DANOS VIDA, LÍBRANOS DEL PECADO, POR TU GRACIA, TEN PIEDAD, SEÑOR.

2. Camino por la oscuridad...
¿Quién en el mundo da la luz? ...

3. Mis pasos llevan al error...
¿Qué faro guía a la verdad? ...

4. La dicha busco en todo ser...
Respondes sólo Tú, Señor...

15. DAME TU PERDÓN

1. Ten piedad, Dios mío, dame tu perdón.
Soy un peregrino, soy un pecador.
Vengo arrepentido. Ten piedad, Señor,
vuelve a mí tus ojos con amor.

2. Lejos de tu casa, de tu bendición,
malgasté mi vida en la perdición.
Roto y pobre vengo, ten piedad, Señor,
vuelve a mí tus ojos con amor.

3. A tus puertas llamo, sé que me abrirás.
Con los pecadores muestras tu bondad.
A salvarnos vienes, ten piedad, Señor,
vuelve a mí tus ojos con amor.

16. PERDÓN, OH DIOS MÍO

PERDÓN, OH DIOS MÍO,
PERDÓN, INDULGENCIA,
PERDÓN Y CLEMENCIA,
PERDÓN Y PIEDAD. (2 veces)

1. Pequé contra mi hermano,
pequé contra Ti,
mil veces me pesa,
SEÑOR, TEN PIEDAD. (2 veces)

2. Sincero prometo,
oh Dios de clemencia,
vivir tu presencia
Y SER FIEL A TI. (2 veces)

3. Mi herencia he perdido,
merezco el destierro.
Perdón, Padre eterno,
PERDÓN Y PIEDAD. (2 veces)

4. Por mí en el madero
a tu Hijo entregaste;
su Madre me diste
CON TODA BONDAD. (2 veces)

17. AQUÍ ESTOY, SEÑOR

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, / PARA CUMPLIR TU PLAN.

1. Salí de tu casa, / Señor, salí de mi casa;
anduve vacío sin Ti, / perdí la esperanza,
Y UNA NOCHE LLORÉ, / ENTRANDO EN MI MISMO. (2 veces)

2. Camino de vuelta, Señor, / pensé en tus palabras:
la oveja perdida, el pastor, / el pan de tu casa.
Y A MI ME VOLVIÓ, / VOLVIÓ LA ESPERANZA. (2 veces)

3. Tu casa mi casa será, / oh Padre clemente,
banquete reconciliador, / vestido de gracia
Y UNA TÚNICA NUEVA / PARA LA PASCUA. (2 veces)

18. KYRIE

Ten piedad, Señor, ten piedad soy pecador, ten piedad. (2 veces)

Y de mí, Cristo, apiádate, contra Ti yo pequé. (2 veces)

Ten piedad, Señor, ten piedad, soy pecador, ten piedad. (2 veces)

19. KYRIE DE LA RECONCILIACIÓN

1. Señor, si tu Amor rechacé
y por caminos del mal me perdí,
¡PIEDAD, SEÑOR! ¡PIEDAD, SEÑOR!

2. Señor, si en la mentira viví
y me alejé de mí mismo y de Ti,
¡PIEDAD, SEÑOR! ¡PIEDAD, SEÑOR!

3. Señor, si a mi hermano olvidé
y no lo amé ni le abrí el corazón,
¡PIEDAD, SEÑOR! ¡PIEDAD, SEÑOR!

4. Señor, si maltraté la creación
no la usé a la luz de tu Plan,
¡PIEDAD, SEÑOR! ¡PIEDAD, SEÑOR!

20. A TI LEVANTO MIS OJOS (Salmo 122)

A TI LEVANTO MIS OJOS,
A TI QUE HABITAS EN EL CIELO;
A TI LEVANTO MIS OJOS,
PORQUE ESPERO TU MISERICORDIA.

1. Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
así están nuestros ojos en el Señor,
esperando su misericordia.

2. Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor
esperando su misericordia.

3. Misericordia, Señor, misericordia,
ue estamos saciados de burlas;
misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios.

4. Nuestras almas están saciadas
del sarcasmo de los satisfechos;
nuestras almas están saciadas
del desprecio de los orgullosos.

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3. Cuando sientes miedo
3. Cuando sientes miedo


Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2010

«Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: «La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo» (cf. Rm 3,21-22).»

«¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la “propiciación” tenga lugar en la “sangre” de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la “bendición” que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14)» ver todo el documento.
¿Qué es la Cuaresma?

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos, día que se inicia la Semana Santa. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.
Documentos en la BEC
S.S. Benedicto XVI:

Mensaje para la Cuaresma 2010
Mensaje para la Cuaresma 2009
Mensaje para la Cuaresma 2008
Mensaje para la Cuaresma 2007
Mensaje para la Cuaresma 2006

S.S. Juan Pablo II:

Mensajes para la Cuaresma

2005 | 2004 | 2003 | 2002 | 2001 | 2000 | 1999 | 1998 | 1997 | 1996

El Sentido de la Cuaresma, Catequesis en la audiencia general de los miércoles, 25/2/1998.
La Cuaresma, tiempo de gracia, Homilía en la celebración del Miércoles de Ceniza, 25/2/1998.

San Juan Clímaco

De la bienaventurada virtud de la oración y de la manera que ella asiste al hombre ante Dios

Alonso de Villegas, Flos Sanctorum

De la Limosna
De la Oración
De la Penitencia

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Cruz de madera

Cruz de madera con una imagen de Cristo en aluminio y cobre


Artesanía peruana

Artesanía peruana (Ayacucho)
Representación de un anda tradicional de la procesión de Semana Santa.

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Cantos

FRENTE AL CRUCIFICADO

Entre tus manos y los clavos
que sostienen tu cuerpo
Aferrándolo a este leño.
Están Señor todas las veces que prefiero olvidarte
y me alejo de tu lado.
Están mis frágiles promesas
y el creer que puedo solo.
Están los miedos que cobijo
y los planes que hice sin ti,
por desconfiar de tus palabras.

SE UNDE SEÑOR EN TU COSTADO ATRAVEZANDO EL CORAZÓN
LA LANZA CRUEL DE MI PECADO
Y LA SANGRE QUE HAS DERRAMADO,
ES LA QUE ME HA SANADO.

Entre el dolor y las espinas que coronan tu frente
y el clamor de tus heridas
brota tu amor como un torrente que ha regado el desierto
donde sólo había muerte
brota la vida en mi agonía, nace la luz en mis tinieblas
huye la angustia que reinaba en lo hondo de mi corazón
porque has pronunciado mi nombre.

SE UNDE SEÑOR EN TU COSTADO ATRAVEZANDO EL CORAZON
LA LANZA CRUEL DE MI PECADO
Y LA SANGRE QUE HAS DERRAMADO,
ES LA QUE ME HA SANADO.

Entre tu cruz y los latidos de mi pobre corazón
están tus brazos y el abrazo que recogen mis esfuerzos
y sostienen mi existir.
Está tu voz que apacigua mi alma
y tu mirada, que conoce mi interior.
Vienes Señor hasta mi vida a llenarla de alegría
a saciar mi hambre de ti.

SE UNDE SEÑOR EN TU COSTADO ATRAVEZANDO EL CORAZON
LA LANZA CRUEL DE MI PECADO
Y LA SANGRE QUE HAS DERRAMADO

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Habla con Dios | categoría
Autor: Centro de Hospitalidad y Misericordia | Fuente: Centro de Hospitalidad y Misericordia
4. Cuando has pecado
Para Orar. Dios nos busca.

4. Cuando has pecado
4. Cuando has pecado



¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar la que se perdió, hasta que la encuntra?
Lucas 15,4

PALABRA DE DIOS

Dios nos busca

“¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar la que se perdió, hasta que la encuentra? Cuando la encuentra, se la pone muy contento sobre los hombros y, llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.» Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.”
Lucas 15, 1-7


Dios nos espera

“Jesús les dijo: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: `Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.´ Y él les repartió la hacienda. Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pues nadie le daba nada. Y entrando en sí mismo, dijo: `¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.´ Y, levantándose, partió hacia su padre.
Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: `Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.´ Pero el padre dijo a sus siervos: `Daos prisa; traed el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado.´ Y comenzaron la fiesta.”
Lucas 15, 11-24


Jesús no viene a condenar, sino a salvar

“Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»”
Juan 8, 1-11


Miserere (Salmo 50)

“Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
purifícame de mi pecado.
Pues yo reconozco mi delito,
mi pecado está siempre ante mí;
contra ti, contra ti solo pequé,
lo malo a tus ojos cometí.
Por que seas justo cuando hablas
e irreprochable cuando juzgas.
Mira que nací culpable,
pecador me concibió mi madre.
Y tú amas la verdad en lo íntimo del ser,
en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con hisopo hasta quedar limpio,
lávame hasta blanquear más que la nieve.
Devuélveme el son del gozo y la alegría,
se alegren los huesos que tú machacaste.
Aparta tu vista de mis yerros
y borra todas mis culpas.
Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renueva en mi interior un espíritu firme;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso;
enseñaré a los rebeldes tus caminos
y los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios salvador mío,
y aclamará mi lengua tu justicia;
abre, Señor, mis labios,
y publicará mi boca tu alabanza.
Pues no te complaces en sacrificios,
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas.
Dios quiere el sacrificio de un espíritu contrito,
un corazón contrito y humillado, oh Dios,
no lo desprecias
¡Sé benévolo y favorece a Sión,
reconstruye los muros de Jerusalén!
Entonces te agradarán los sacrificios legítimos
-holocausto y oblación entera-
entonces se ofrecerán novillos en tu altar.”


Pedagogía paternal de Dios

“Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que reconoce. Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Más si quedáis sin la corrección, que a todos toca, señal de que sois bastardos y no hijos. Además, teníamos a nuestros padres terrestres, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo! Más él, para provecho nuestro, y para hacernos partícipes de su santidad. Cierto que ninguna corrección es, a su tiempo, agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por tanto, robusteced las manos caídas y las rodillas vacilantes"
Hebreos 12, 5-12


ORACION

Te pido perdón, Señor, por mis pecados…

Por los pecados de toda una vida que en el amanecer de cada día dejo atrás. La mañana llega, y tú, amor Divino, me perdonas.
Cada día lo haces, cada día esperas ese poco de mí que puedo dar. La pequeñez, que preñada de vida, de tu vida, sin duda va a florecer. Mientras tanto, mientras ese momento llega, te vienes junto a mí y me esperas. Te vienes conmigo nada más levantarme. No apartas de mí tus ojos cuando el pecado llega. Sostienes a mi alma; le imprimes aliento; susurras a mi corazón que se pierda en el tuyo. Pero... a menudo, no te oigo. No, de mí sólo te llega un lamento: no puedo más...
De tu corazón un rayo brota hasta el fondo de mi pecho. Y entre tus brasas y mi lamento, se forma un ruego, una palabra, una oración que transforma mi ser y lo acerca, de nuevo, a ti.


ORIENTACION

Cuando se recibe el Sacramento de la Reconciliación o Confesión con un corazón contrito y con una disposición religiosa, se obtiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual.

El Sacramento de la Reconciliación con Dios produce una verdadera “resurrección espiritual”, una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios.
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica 1468


REFLEXION

“Cuando la conversión personal madura en el interior de la persona entonces en el interior del creyente se consolida una atmósfera descansada, serena, luminosa, limpia y fuerte. Una atmósfera al revés de la que deja el pecado”.
(Mier Maza, Miguel; El pecado y sus consecuencias. Revista de la Cruz. Abril 2004)
















El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tu vienes conmigo.
Salmo 22, 1-4


PALABRA DE DIOS

El Buen Pastor

“El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas,
allí reparo mis fuerzas.
Me guía por cañadas seguras
haciendo honor a su nombre.
Aunque fuese por valle tenebroso,
ningún mal temería,
pues tú vienes conmigo;
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas ante mí una mesa,
a la vista de mis enemigos;
perfumas mi cabeza,
mi copa rebosa.
Bondad y amor me acompañarán
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa de Yahvé
un sinfín de días.”
Salmo 23


Paz en la tormenta

Cierto día subió (Jesús) a una barca con sus discípulos y les dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago». Y se hicieron a la mar. Mientras ellos navegaban, se quedó dormido. Se abatió sobre el lago una tormenta; la barca se anegaba y estaban en peligro. Entonces, acercándose, lo despertaron, diciendo: «¡Maestro, Maestro, nos hundimos!» Él, habiéndose despertado, increpó al viento y al oleaje, que amainaron y sobrevino la bonanza. Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que manda a los vientos y al agua, y le obedecen?»”.
Lucas 8, 22-25


Hijos de Dios gracias al Espíritu

“En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.”
Romanos 8, 14-17


Oración en la prueba

“En ti, Señor, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve;
pues tú eres mi peña y mi alcázar,
por tu nombre me guías y diriges.
En tus manos abandono mi vida
y me libras, Señor, Dios fiel.
Me alegraré y celebraré tu amor,
pues te has fijado en mi aflicción,
conoces las angustias que me ahogan.
Ten piedad de mí, Señor,
que estoy en apuros.
La pena debilita mis ojos,
mi garganta y mis entrañas;
mi vida se consume en aflicción,
y en suspiros mis años;
sucumbe mi vigor a la miseria,
mis huesos pierden fuerza.
Pero yo en ti confío, Señor,
me digo: «Tú eres mi Dios».
Mi destino está en tus manos, líbrame
de las manos de enemigos que me acosan.
Dios, no quede yo defraudado
después de haberte invocado.
¡Qué grande es tu bondad, Señor !
La reservas para tus adeptos,
se la das a los que a ti se acogen
a la vista de todos los hombres.
¡Bendito Dios que me ha brindado
maravillas de amor!
¡Y yo que decía alarmado:
«Estoy dejado de tus ojos»!
Pero oías la voz de mi plegaria
cuando te gritaba auxilio.”
Salmo 30


No temas

Así dice el Señor: "no tengas miedo, pues te he rescatado. Yo te llamé por tu nombre, y tú eres mío, cuando atravieses las aguas, estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te ahogarás; cuando pases entre brasas, no te quemarás, y no te abrasarán las llamas, porque yo, el Señor, soy tu Dios. Tú eres valioso a mis ojos, eres honorable y yo te amo; no temas porque yo estoy contigo.”
Isaías 43, 1-5


Confianza y valor en las dificultades

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.”
Mateo 10, 28-31


“Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?”
Romanos 8, 31


ORACION

Nada te turbe, nada te espante,
todo se pasa, Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta:
¡Sólo Dios basta!
Santa Teresa de Jesús


REFLEXION

Huellas en la arena

Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.
Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.
Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.
Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: "Señor, Tú me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo por que Tú me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba".
Entonces, Él, clavando en mí su mirada infinita me contestó: "Mi querido hijo, yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente allí donde te cargué en mis brazos".



MENSAJE DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad ni angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿Y no estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete cosa alguna”.
(Nican Mopohua)



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Autor: Centro de Hospitalidad y Misericordia | Fuente: Centro de Hospitalidad y Misericordia
2. Cuando sientes dolor
Para orar. No te angusties en tiempo de adversidad.

2. Cuando sientes dolor
2. Cuando sientes dolor




Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra
2a. Corintios 1, 3-4



PALABRA DE DIOS

No te anusties en tiempo de adversidad

“Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que seas exaltado en tu final. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en las humillaciones, sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro, y los que agradan a Dios, en el horno de la humillación. Confía en él, y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, no sea que caigáis. Los que teméis al Señor, confiad en él, y no os faltará la recompensa. Los que teméis al Señor, esperad bienes, gozo eterno y misericordia. Fijaos en las generaciones antiguas y ved: ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado? ¿Quién perseveró en su temor y fue abandonado? ¿Quién le invocó y fue desatendido? Porque el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en tiempo de desgracia. ¡Ay de los corazones cobardes y las manos inertes, y del pecador que va por dos caminos! ¡Ay del corazón decaído, que no tiene fe!, porque no será protegido. ¡Ay de vosotros, los que habéis perdido la esperanza!
¿Qué haréis cuando el Señor venga a visitaros? Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras, los que le aman guardan sus caminos. Los que temen al Señor buscan su agrado, los que le aman cumplen su ley. Los que temen al Señor tienen el corazón dispuesto, y se humillan delante de él. Caigamos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, así es su misericordia.”
Eclesiástico 2, 1-22


Pedagogía Paternal de Dios

“Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que reconoce. Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Más si quedáis sin la corrección, que a todos toca, señal de que sois bastardos y no hijos. Además, teníamos a nuestros padres terrestres, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo! Más él, para provecho nuestro, y para hacernos partícipes de su santidad. Cierto que ninguna corrección es, a su tiempo, agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por tanto, robusteced las manos caídas y las rodillas vacilantes y enderezad para vuestros pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure.”
Hebreos 12, 5-13

“Queridos, no os extrañéis del fuego que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo extraño, sino alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria. Dichosos vosotros, si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. Que ninguno de vosotros tenga que sufrir ni por criminal ni por ladrón ni por malhechor ni por entrometido: pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre. Los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al Creador fiel, haciendo el bien.”
1ª. Pedro 4, 12-16. 19


Oración en la prueba

“En ti, Dios, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve;
pues tú eres mi peña y mi alcázar,
por tu nombre me guías y diriges.
Sácame de la red que me han tendido,
pues tú eres mi refugio;
en tus manos abandono mi vida
y me libras, Yahvé, Dios fiel.
Me alegraré y celebraré tu amor,
pues te has fijado en mi aflicción,
conoces las angustias que me ahogan;
ten piedad de mí, Dios,
que estoy en apuros.
La pena debilita mis ojos,
mi garganta y mis entrañas;
mi vida se consume en aflicción,
y en suspiros mis años;
pero yo en ti confío, Yahvé,
me digo: «Tú eres mi Dios».
Mi destino está en tus manos, líbrame
de las manos de enemigos que me acosan.
Que brille tu rostro sobre tu siervo,
¡sálvame por tu amor!
Dios, no quede yo defraudado
después de haberte invocado;
¡qué grande es tu bondad, Dios!
¡Y yo que decía alarmado:
«Estoy dejado de tus ojos»!
Pero oías la voz de mi plegaria
cuando te gritaba auxilio.
¡Tened valor, y firme el corazón,
vosotros, los que esperáis en Dios!”
Salmo 30


ORACION

Oh, Señor:
ve delante de nosotros, para guiarnos;
ve detrás de nosotros, para impulsarnos;
ve debajo de nosotros, para levantarnos;
ve sobre nosotros, para bendecirnos;
ve alrededor de nosotros, para protegernos;
ve dentro de nosotros, para que,
con cuerpo y alma, te sirvamos para gloria de tu nombre.


REFLEXIÓN

Para los momentos difíciles y negros te recomiendo dos cosas: orar y esperar. Invocar al Señor pidiéndole ayuda y consuelo; y dejar pasar el tiempo, que tiene especialidad para amortiguar y aún borrar las penas.
No te turbes, no tengas miedo; abrázate íntimamente al Señor, y espera así a que pase la tormenta.
Contra el vértigo, mirar hacia arriba, de donde vendrá consuelo y remedio. Pensar en Dios. ¡Arriba los corazones! Y esperar, porque después de la noche vuelve el día, y después de la tempestad, gran bonanza.
Nuestra sensibilidad e imaginación son como un péndulo: tan pronto estamos llenos de optimismo, como abrumados por el pesimismo. Dejemos pasar un poco de tiempo, y veremos cómo nuestros sentimientos oscilan al extremo contrario.
No te alegres demasiado en la prosperidad ni te dejes abatir en la adversidad. No pienses tanto ni te calientes la cabeza. No aumentes tus penas con cavilaciones inútiles.
Sufre en cada momento sólo el dolor presente; ¿por qué te empeñas en añadirle el pasado y el futuro? Así te lo haces más intolerable.
“Poquito a poquito se pueden sufrir muchas cosas” (Sta. Teresa del Niño Jesús). Escalón por escalón se sube a una casa; de un solo salto sería imposible.
¡Qué triste y cerrado se nos presenta a veces el horizonte del porvenir! Sin embargo, pasa el tiempo y vemos que la prueba no era tan dura como creíamos: nos acostumbramos, hallamos alivio inesperado y Dios nos da fuerzas extraordinarias.
Las cosas son peores pensadas que pasadas; lo vemos por experiencia. Además, ¡cuántas veces nos equivocamos al pensar en el futuro! Sólo Dios lo conoce perfectamente.
Hay quienes son pesimistas por temperamento; creen siempre que su desgracia es la peor, y se desesperan por ello. La imaginación los engaña, exagerando los males propios. No piensan que otros sufren bastante más que ellos y lo llevan bien, porque tienen menos soberbia y más resignación.
Cfr. FERNÁNDEZ PIERA, J.M.;
El Kempis del enfermo.










Autor: Centro de Hospitalidad y Misericordia | Fuente: Centro de Hospitalidad y Misericordia
1. Cuando quieres agradecer las misericordias del Señor
Para Orar. A Dios le agrada nuestra gratitud

1. Cuando quieres agradecer las misericordias del Señor
1. Cuando quieres agradecer las misericordias del Señor







En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros.
1a. Tesalonicenses


PALABRA DE DIOS

A Dios le agarda nuestra gratitud

“Todo cuanto hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.”
Colosenses 3, 17

“«Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido, para bendecir y cantar su Nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confesarle. Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios.”
Tobías 12, 6-7

“De camino a Jerusalén, pasó Jesús por los confines entre Samaría y Galilea. Al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz, y, postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»
Lucas 17, 11-19


Recordemos las misericordias del Señor

“Las misericordias de Yahvé quiero recordar, las alabanzas de Yahvé, por todo lo que nos ha premiado Yahvé, por la gran bondad para la casa de Israel, que tuvo con nosotros en su misericordia, y por la abundancia de sus bondades. Dijo él: «De cierto que ellos son mi pueblo, hijos que no engañarán.» Y fue él su Salvador en todas sus angustias. No fue un mensajero ni un ángel: él mismo en persona los liberó. Por su amor y su compasión él los rescató: los levantó y los llevó todos los días desde siempre.” Isaías 63, 7-9


Invitación a la alabanza divina

“Venid, cantemos gozosos a Yahvé,
aclamemos a la Roca que nos salva;
entremos en su presencia dándole gracias,
aclamándolo con salmos.
Porque un gran Dios es el Señor,
Rey grande sobre todos los dioses;
él sostiene las honduras de la tierra,
suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, que él mismo hizo,
la tierra firme que formaron sus manos.
Entrad, rindamos homenaje inclinados,
¡arrodillados ante El Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios,
nosotros somos su pueblo,
el rebaño que el guía.”
Salmo 94

“Bendice, alma mía, al Señor,
el fondo de mi ser, a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor ,
nunca olvides sus beneficios.
Él, que tus culpas perdona,
que cura todas tus dolencias,
rescata tu vida de la fosa,
te corona de amor y ternura,
satura de bienes tu existencia,
y tu juventud se renueva como la del águila.”
Salmo 102


Himno de acción de gracias

“Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
por haber escuchado las palabras de mi boca.
En presencia de los ángeles tañeré en tu honor,
me postraré en dirección a tu santo Templo.
Te doy gracias por tu amor y tu verdad,
pues tu promesa supera a tu renombre.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
y fortaleciste mi ánimo.
Te dan gracias, Señor, los reyes de la tierra,
cuando escuchan las palabras de tu boca;
y celebran las acciones del Señor:
¡Qué grande es la gloria del Señor!
El Señor completará lo que hace por mi!
¡Tu amor es eterno, Señor,
no abandones la obra de tus manos!”
Salmo 137


Magnificat (Cántico de María)

“Y dijo María: «Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había anunciado a nuestros padres en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»”
Lucas 1, 46-55


Recomendación de San Pablo

“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra clemencia sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia, custodiará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.”
Filipenses 4, 4-7


Cántico del justo

“Es bueno dar gracias a Dios,
cantar en tu honor, Altísimo,
publicar tu amor por la mañana
y tu fidelidad por las noches,
con el arpa de diez cuerdas y la lira,
acompañadas del rasgueo de la cítara.
Pues con tus hechos, Dios, me alegras,
ante las obras de tus manos grito:
«¡Qué grandes son tus obras, Dios,
y qué hondos tus pensamientos!»
El hombre estúpido no entiende,
el insensato no lo comprende.
Aunque broten como hierba los malvados
o florezcan todos los malhechores,
acabarán destruidos para siempre;
¡pero tú eres eternamente excelso!
Mira cómo perecen tus enemigos,
se dispersan todos los malhechores.
Pero me dotas de la fuerza del búfalo,
aceite nuevo derramas sobre mí;
veré la derrota del que me acecha,
escucharé la caída de los malvados.
El justo florece como la palma,
crece como un cedro del Líbano.
Plantados en la Casa de Dios,
florecen en los atrios de nuestro Dios.
Todavía en la vejez producen fruto,
siguen llenos de frescura y lozanía,
para anunciar lo recto que es Dios:
«Roca mía, en quien no hay falsedad».”
Salmo 91

¡Aleluya!
¡Dad gracias a Yahvé, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Del Salmo 117



ORACION

Oración para dar gracias

Señor Jesús,
estoy contento por muchas cosas
y te doy gracias
por todo lo bueno que me has dado.
Pero te doy gracias, sobre todo,
porque estás siempre conmigo,
como un amigo que nunca falla.
Gracias, Señor.


REFLEXION

Jesús nos dio ejemplo

“Por ser Jesucristo la revelación y el don de la gracia perfecta, su persona es la revelación de la perfecta acción de gracias dada al Padre en el Espíritu Santo. Toda su vida fue una perfecta acción de gracias al Padre y sólo Él es nuestra acción de gracias, como sólo Él es nuestra alabanza. Él es el que primero da gracias al Padre y por Él, con Él y en Él, nosotros.

La acción de gracias por excelencia

La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. “Eucaristía” significa, ante todo, acción de gracias.”
Padre Carlos M. Buela