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jueves, 13 de marzo de 2014

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Santa Maravillas de Jesús

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Maravillas de Jesús, virgen Carmelita Descalza
María de las Maravillas Pidal
y Chico de Guzmán nació en Madrid el día 4 de noviembre de 1891, la
menor de cuatro hermanos; fue bautizada en la Parroquia de San Sebastián
a los ocho días y confirmada en 1896. Hizo su primera comunión en 1902.
Sus padres, don Luis y doña Cristina, eran los marqueses de Pidal. Don
Luis había sido Ministro de Fomento y en aquellas fechas era Embajador
de España ante la Santa Sede. Fue educada en sus primeros años
especialmente por su abuela materna, Patricia Muñoz, y ya desde niña
experimentó una llamada a consagrarse al Señor en virginidad. Mientras
estudiaba en casa, durante su adolescencia y juventud se dedicó a obras
de caridad, ayudando a muchas familias necesitadas.


Leía frecuentemente las obras de Santa
Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz y, cautivada por sus vidas y
experiencias espirituales, decidió entrar en las Carmelitas Descalzas de
El Escorial (Madrid) donde ingresó el 12 de octubre de 1919 recibiendo
el nombre de Maravillas de Jesús. Con este motivo D. Pedro Poveda -que
será canonizado juntamente con ella- le escribió una carta de
felicitación, a la que contestó agradecida. Tomó el hábito en 1920 e
hizo su primera profesión en 1921. Allí mismo, detrás de la celosía que
da al sagrario de la Iglesia conventual, recibió en 1923 la inspiración
de fundar un Carmelo en el centro geográfico de España, El Cerro de los
Ángeles, donde se había levantado el monumento al Sagrado Corazón de
Jesús justamente el año en que ella había carmelita descalza.
El obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Eijo y
Garay acogió y se entusiasmó con la idea y en 1924 la Hermana
Maravillas y otras tres monjas carmelitas de El Escorial se instalaron
provisionalmente en una casa de Getafe para atender desde allí la
edificación del Convento. En esa casa hizo su profesión solemne el 30 de
mayo de ese mismo año. En 1926 fue nombrada, por el obispo Eijo, priora
de la comunidad y el 31 de Octubre se inauguraba el nuevo Carmelo de El
Cerro de los Ángeles.
Como ya entonces acudieron muchas
vocaciones, la Madre Maravillas vio en ello una señal de Dios para
fundar nuevas “casas de la Virgen”. En 1933, a petición del obispo,
misionero carmelita, Mons. Arana, fundó otro Carmelo en Kottayam (India)
enviando a ocho monjas. A ella no le permitieron ir sus superiores.
Durante la persecución religiosa en
España a partir de 1931 pasaba todas las noches muchas horas orando
desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado Corazón, y
solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con su comunidad,
exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada
imagen, en caso de ser profanada. En julio de 1936 las Carmelitas fueron
expulsadas de su Convento y llevadas detenidas a las Ursulinas de
Getafe. Después se refugiaron en un piso de la calle Claudio Coello, 33,
de Madrid, donde pasaron catorce meses de sacrificios, privaciones,
registros y amenazas, deseando recibir la gracia del martirio. En 1937
la Madre pudo salir con su comunidad de Madrid y, pasando por Lourdes
entró en España para instalarse en el abandonado “desierto” de Las
Batuecas (Salamanca), que había podido adquirir antes de la guerra. Allí
y a petición del obispo de Coria-Cáceres fundó un nuevo Carmelo. En
1938 hizo voto de hacer siempre lo más perfecto. En marzo de 1939 pudo
volver a recuperar, totalmente destruido en la guerra, el de El Cerro de
los Ángeles, donde fue elegida nuevamente priora. En este tiempo dio
testimonio de fe, heroísmo y fortaleza, prudencia y serenidad y de una
extraordinaria confianza en Dios.
Desde entonces y en muy pocos años
realizó las fundaciones de otros muchos Carmelos: en 1944 el de Mancera
de Abajo (Salamanca); en 1947 el de Duruelo (Ávila), cuna de la reforma
carmelitana de San Juan de la Cruz; en 1950 traslada la comunidad de Las
Batuecas, -cediendo este “desierto” a los padres carmelitas descalzos-,
a Cabrera (Salamanca); en 1954 el de Arenas de San Pedro (Ávila); en
1956 el de San Calixto, en la sierra de Córdoba; en 1958 el de Aravaca
(Madrid); en 1961 el de La Aldehuela (Madrid), en el que es elegida
priora y en él vivió hasta su muerte; en 1964 el de
Montemar-Torremolinos (Málaga).
Además, con hermanas de algunos de los
Carmelos fundados por ella, ayudó en 1954 al de Cuenca (Ecuador), en
1964 al de El Escorial y en 1966 al de La Encarnación de Ávila, donde
había entrado y vivido Santa Teresa de Jesús durante treinta años. En
1960, en Talavera de la Reina (Toledo), edifica un convento, también con
iglesia de nueva planta, para los padres carmelitas descalzos. En su
vida, además del P. Alfonso Torres, S.J. fueron sus directores
espirituales el P. Florencio del Niño Jesús, O.C.D., y el P. Valentín de
San José, O.C.D.
Desde el Carmelo de La Aldehuela, la
Madre Maravillas, donde pasó sus últimos catorce años, continuó
atendiendo las necesidades de todos esos Carmelos e, incluso desde la
clausura, realizó una labor social como la construcción de viviendas
prefabricadas y la ayuda en la construcción de una barriada de
doscientas viviendas. A sus expensas hizo edificar también una Iglesia y
un colegio. Sostuvo económicamente a distintos seminaristas para que
pudieran llegar a ser sacerdotes, realizó una fundación benéfica para
sostener a religiosas enfermas, compró una casa en Madrid para alojar a
las carmelitas que tuvieran necesidad de permanecer algún tiempo en
tratamientos médicos y costeó al Instituto Claune la edificación de una
clínica para religiosas de clausura. En la iniciativa y desarrollo de
estos servicios caritativos, que solía empezar sin medios económicos,
confiaba siempre en la Providencia de Dios, que nunca le faltó.
Se sentía feliz de ser carmelita
descalza, “hija de nuestra santa madre Teresa” y consideraba un tesoro
la vida y los textos de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, que aconseja la
unión o asociación de monasterios de vida contemplativa, en 1972 obtuvo
la aprobación de la Santa Sede de la “Asociación de Santa Teresa”,
integrada por los Carmelos fundados por ella -y por otros que entonces
se adhirieron- y, en 1973, fue elegida Presidenta. En los conventos en
que vivió había sido elegida Priora de la Comunidad, -en total cuarenta y
ocho años-, mostrando a la vez a sus hermanas caridad y firmeza, ánimo y
consuelo, pidiendo siempre el parecer de las demás. Irradiaba paz y
dulzura en sus palabras y gestos, de tal forma que quienes la trataron
salieron siempre agraciados con su testimonio de amor Dios y de
disponibilidad a la Iglesia como fiel hija suya.
La Madre Maravillas de Jesús es una de
las grandes místicas de nuestro tiempo. Vivió una maravillosa
experiencia de su unión con Dios, con una rica vida interior como se
refleja en las cartas íntimas a sus directores espirituales, que sólo se
han conocido después de su muerte. Pasó por la vivencia de “las noches”
y por el gozo del amor profundo de Dios y de su respuesta de amor a Él.
La capacidad de contagiar el amor de Dios le provenía de su unión con
Él y de su gran capacidad y disposición para la oración. Expresaba: “Me
abraso en deseos de que las almas vayan a Dios”. Durante toda su vida se
entregó amorosamente al cumplimiento de la voluntad de Dios, y en la
última etapa, ofreciendo su enfermedad y dando testimonio: “Lo que Dios
quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera” solía repetir a sus hijas.
Amó y vivió la pobreza y humildad heroicamente, infundiendo este
espíritu en sus hermanas. Destacó también por su fidelidad al ideal
teresiano.
Ya en 1962 había tenido un trastorno
circulatorio del que se repuso. En 1972 sufrió un paro cardíaco del que
se recuperó, pero su salud quedó ya muy quebrantada. En la solemnidad de
la Inmaculada de 1974, recibió la Unción de los enfermos y el santo
Viático. Murió, a los 83 años, en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de
diciembre de 1974, rodeada de sus hijas y repitiendo: “¡Qué felicidad
morir carmelita!”.
Fue beatificada en Roma por el Papa
Juan Pablo II el día 10 de mayo de 1998, sus reliquias permanecen en la
Iglesia del Carmelo de La Aldehuela (Madrid) y su memoria litúrgica se
viene celebrando el 11 de diciembre.
TEXTOS DE LA MADRE MARAVILLAS DE JESÚS

  •  Yo no quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo.

  •  He tomado a la Virgen Santísima por Madre de un modo especialísimo y ella es la encargada también de prepararme y ampararme.

  •  Me pareció entender que no era lo que le agradaba a
    Dios lo que fuera mayor sacrificio, sino el cumplimiento exacto y
    amoroso de su voluntad divina en sus menores detalles, y como quería
    fuese muy delicada en este cumplimiento, que me llevaría muy lejos en el
    sacrificio y en el amor.

  •  Hace tiempo que no me cuestan las cosas que quiero
    hacer por el Señor como antes me costaban, ni nada de lo que Él me
    envía, por doloroso que sea, porque viendo que es su voluntad, ya es de
    veras la mía sin esfuerzo alguno.

  •  Me da el Señor tal deseo de amarle, que no sólo
    durante el día no puedo pensar en otra cosa, quedándose todas las cosas
    de la vida como por fuera.

  •  Quisiera yo poder, a costa de cuanto fuera
    necesario, transformar las ofensas que en el mundo se cometen, en
    gloria, amor y consuelo para el Corazón de mi dulcísimo Jesús. ¡Quisiera
    tanto amarle de veras y glorificarle! A pesar de mi pobreza me da el
    Señor un vivo deseo de esto, de borrar, si pudiera, todas las ofensas
    que se le hacen y de sufrir, pareciéndome esto lo más deseable de este
    mundo.

  •  Si no me concede la gracia tan inmerecida de poder
    dar la vida por Él, que es mi mayor deseo, quisiera emplearla toda en
    sufrir cuanto pudiera por su amor.

  •  Yo quiero a todo trance santificarme, entregar, pero de veras, toda mi nada al Señor.

  •  Estoy contentísima con la idea de hacer así el
    conventico como los pobres, es decir, como lo que somos. A mi Cristo le
    gusta que lo hagamos con pobreza, y a mí también....

  •  Da una devoción este trabajar como los pobres. Es
    que trabajar para ganarse la vida es dulcísimo para el alma y durillo
    para el tonto cuerpo.

  •  Me figuro que estarán entusiasmadas con el Concilio, ¡qué hermosura y qué felicidad ser hijas de la Iglesia!

  •  ¡Lo que Él quiera! Si él no lo quiere, ¿para que vamos a quererlo nosotras?

  •  Hermanas, quisiéramos abarcar el mundo entero, pero
    como esto no es posible, que no quede sin atender nada de lo que pase a
    nuestro lado.

  •  La corona no es de los que comienzan, sino de los
    que perseveran hasta el fin. Esta vida se pasa volando, y lo único que
    vale es lo que hagamos para la otra.

  •  ¿Miedo a la muerte? Si la muerte no es más que echarse en las manos de Dios.
 


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