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   ![]() PRIMERA PARTE  LA PROFESIÓN DE LA FE SEGUNDA SECCIÓN: LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA CAPÍTULO SEGUNDO CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS ARTÍCULO 3 "JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN" Párrafo 2  “... CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO, NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN”  484 La Anunciación a María inaugura "la plenitud de los tiempos"(Ga 4, 4),  es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es  invitada a concebir a aquel en quien habitará "corporalmente la plenitud de la  divinidad" (Col 2, 9). La respuesta divina a su "¿cómo será esto, puesto que no  conozco varón?" (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: "El Espíritu  Santo vendrá sobre ti" (Lc 1, 35). 485 La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del  Hijo (cf. Jn 16, 14-15). El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno  de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es "el Señor que da la  vida", haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad  tomada de la suya. 486 El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de  la Virgen María es "Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo (cf. Mt  1, 20; Lc 1, 35), desde el principio de su existencia humana, aunque su  manifestación no tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores (cf. Lc  2,8-20), a los magos (cf. Mt 2, 1-12), a Juan Bautista (cf. Jn 1, 31-34), a los  discípulos (cf. Jn 2, 11). Por tanto, toda la vida de Jesucristo manifestará  "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38). 487 Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree  acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en  Cristo. La predestinación de María 488 "Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero para "formarle un cuerpo" (cf. Hb 10, 5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la  eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una  joven judía de Nazaret en Galilea, a "una virgen desposada con un hombre llamado  José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María" (Lc 1, 26-27): 
 489 A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue  preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar  de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora  del Maligno (cf. Gn 3, 15) y la de ser la madre de todos los vivientes (cf. Gn  3, 20). En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad  avanzada (cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge  lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1 Co 1, 27) para mostrar la  fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf. 1 S 1), Débora, Rut, Judit,  y Ester, y muchas otras mujeres. María "sobresale entre los humildes y los  pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen.  Finalmente, con ella, excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la  promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación" (LG  55). La Inmaculada Concepción 490 Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones  a la medida de una misión tan importante" (LG  56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de  gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al  anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la  gracia de Dios. 491 A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que  María "llena de gracia" por Dios (Lc 1, 28) había sido redimida desde su  concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado  en 1854 por el Papa Pío IX: 
 492 Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue  "enriquecida desde el primer instante de su concepción" (LG 56), le viene toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más sublime  en atención a los méritos de su Hijo" (LG  53). El Padre la ha "bendecido [...] con toda clase de bendiciones espirituales, en  los cielos, en Cristo" (Ef 1, 3) más que a ninguna otra persona  creada. Él la ha  "elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su  presencia, en el amor" (cf. Ef 1, 4). 493 Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la  Toda Santa" (Panaghia), la celebran "como inmune de toda mancha de pecado y  como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo" (LG  56). Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a  lo largo de toda su vida. "Hágase en mí según tu palabra ..." 494 Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin conocer  varón, por la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 28-37), María respondió por  "la obediencia de la fe" (Rm 1, 5), segura de que "nada hay imposible para  Dios": "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,  37-38). Así, dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser  Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación,  sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la  persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la  gracia de Dios, al Misterio de la Redención (cf.  LG 56): 
 La maternidad divina de María 495 Llamada en los Evangelios "la Madre de Jesús"(Jn 2, 1; 19, 25; cf. Mt  13, 55, etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como "la madre de  mi Señor" desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél  que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho  verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre,  la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es  verdaderamente Madre de Dios [Theotokos] (cf. Concilio de Éfeso, año 649: DS, 251). La virginidad de María 496 Desde las primeras formulaciones de la fe (cf. DS 10-64), la Iglesia  ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente  por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este  suceso: Jesús fue concebido absque semine ex Spiritu Sancto (Concilio  de Letrán, año  649; DS, 503), esto es, sin semilla de varón, por obra del Espíritu Santo. Los  Padres ven en la concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo  de Dios el que ha venido en una humanidad como la nuestra: 
 497 Los relatos evangélicos (cf. Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38) presentan la  concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda  posibilidad humanas (cf. Lc 1, 34): "Lo concebido en ella viene del Espíritu  Santo", dice el ángel a José a propósito de María, su desposada (Mt 1, 20). La  Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta  Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo" (Is 7, 14) según  la versión griega de Mt 1, 23. 498 A veces ha desconcertado el silencio del Evangelio de san Marcos y de  las cartas del Nuevo Testamento sobre la concepción virginal de María. También  se ha podido plantear si no se trataría en este caso de leyendas o de  construcciones teológicas sin pretensiones históricas. A lo cual hay que  responder: la fe en la concepción virginal de Jesús ha encontrado viva  oposición, burlas o incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y  paganos (cf. san Justino, Dialogus cum Tryphone Judaeo, 99, 7; Orígenes, Contra Celsum, 1, 32, 69; y otros); no ha tenido su origen en la  mitología pagana ni en una adaptación de las ideas de su tiempo. El sentido de  este misterio no es accesible más que a la fe que lo ve en ese "nexo que reúne  entre sí los misterios" (Concilio Vaticano I: DS, 3016), dentro del conjunto de los Misterios de  Cristo, desde su Encarnación hasta su Pascua. San Ignacio de Antioquía da ya  testimonio de este vínculo: "El príncipe de este mundo ignoró la virginidad de  María y su parto, así como la muerte del Señor: tres misterios resonantes que se  realizaron en el silencio de Dios" (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad  Ephesios, 19, 1; cf. 1 Co 2, 8). María, la "siempre Virgen" 499 La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la  Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María (cf. Concilio de  Constantinopla II: DS, 427) incluso  en el parto del Hijo de Dios hecho hombre (cf. San León Magno, c. Lectis  dilectionis tuae: DS, 291; ibíd., 294; Pelagio I, c. Humani  generis: ibíd. 442; Concilio de Letrán, año 649: ibíd., 503;  Concilio de Toledo XVI: ibíd., 571;  Pío IV, con. Cum quorumdam hominum: ibíd., 1880). En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la  integridad virginal" de su madre (LG  57). La liturgia de la Iglesia celebra a María como la Aeiparthénon, la  "siempre-virgen" (cf.  LG 52). 500 A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos hermanos y  hermanas de Jesús (cf. Mc 3, 31-55; 6, 3; 1 Co 9, 5; Ga 1, 19). La Iglesia  siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la Virgen  María; en efecto, Santiago y José "hermanos de Jesús" (Mt 13, 55) son los hijos  de una María discípula de Cristo (cf. Mt 27, 56) que se designa de manera  significativa como "la otra María" (Mt 28, 1). Se trata de parientes próximos de  Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento (cf. Gn 13, 8; 14,  16;29, 15; etc.). 501 Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de  María se extiende (cf. Jn 19, 26-27; Ap 12, 17) a todos los hombres a los  cuales Él vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el  Primogénito entre  muchos hermanos (Rm 8,29), es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y  educación colabora con amor de madre" (LG  63). La maternidad virginal de María en el designio de Dios 502 La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede  descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico,  quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la  persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta  misión para con los hombres. 503 La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en  la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más que a Dios (cf. Lc 2, 48-49). "La  naturaleza humana que asumió no le ha alejado jamás de su Padre [...];  Uno y el mismo es el Hijo de Dios y del hombre, por naturaleza Hijo del Padre  según la divinidad; por naturaleza Hijo de la Madre según la humanidad, pero propiamente Hijo del  Padre en sus dos naturalezas" (Concilio  del  Friul, año 796: DS, 619). 504 Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la  Virgen María porque él es el Nuevo Adán (cf. 1 Co 15, 45) que inaugura la  nueva creación: "El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo  viene del cielo" (1 Co 15, 47). La humanidad de Cristo, desde su concepción,  está llena del Espíritu Santo porque Dios "le da el Espíritu sin medida" (Jn 3,  34). De "su plenitud", cabeza de la humanidad redimida (cf Col 1, 18), "hemos  recibido todos gracia por gracia" (Jn 1, 16). 505 Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo  nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe "¿Cómo  será eso?" (Lc 1, 34;cf. Jn 3, 9). La participación en la vida divina no nace  "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios" (Jn 1,  13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por  el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con relación a Dios (cf. 2 Co 11, 2) se lleva a cabo perfectamente en la maternidad virginal de María. 506 María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe no adulterada por duda alguna (cf. LG  63) y de su entrega total a la voluntad de Dios (cf. 1 Co 7, 34-35). Su  fe es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador: Beatior est Maria percipiendo  fidem Christi quam concipiendo carnem Christi ("Más bienaventurada es María al  recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo" (San  Agustín, De sancta virginitate, 3: PL 40, 398)). 507 María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más  perfecta realización de la Iglesia (cf.  LG 63): "La Iglesia [...] se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con  fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e  inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También  ella es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo" (LG  64). 508 De la descendencia de Eva, Dios eligió a la Virgen María para ser  la Madre de su Hijo. Ella, "llena de gracia", es "el fruto más excelente de la  redención" (SC  103); desde el primer instante de su concepción, fue totalmente preservada de la  mancha del pecado original y permaneció pura de todo pecado personal a lo largo  de toda su vida. 509 María es verdaderamente "Madre de Dios" porque es la madre del  Hijo eterno de Dios hecho hombre, que es Dios mismo. 510 María "fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen  durante el embarazo, Virgen en el parto, Virgen después del parto, Virgen siempre" (San Agustín,  Sermo 186, 1): ella, con todo su ser, es "la esclava del Señor" (Lc 1,  38). 511 La Virgen María "colaboró por su fe y obediencia libres a la  salvación de los hombres" (LG  56). Ella pronunció su "fiat" loco totius humanae naturae ("ocupando el lugar  de toda la naturaleza humana") (Santo Tomás de Aquino, S.Th., 3, q. 30,  a. 1 ): Por su  obediencia, ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes.  |  |



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