Boletín de la
R e n o va c i ó n
Carismática Católica
en el Espíritu
Número
9
Marzo de 2006
Palabra de Dios
Cuaresma
“Damos gracias sin cesar a Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
por vosotros en nuestras oraciones,
al tener noticia de vuestra fe en
Cristo Jesús y de la caridad que
tenéis con todos los santos, a causa
de la esperanza que os está reserva-
da en los cielos y acerca de la cual
fuisteis ya instruidos por la Palabra
de la verdad, el Evangelio, que llegó
hasta vosotros... Por eso, tampoco
dejamos de rogar por vosotros desde
el día que lo oímos, y de pedir que
lleguéis al pleno conocimiento de su
voluntad con toda sabiduría e inteli-
gencia espiritual, para que viváis de
una manera digna del Señor, agra-
dándole en todo, fructificando en
toda obra buena y creciendo en el
conocimiento de Dios; confortados
con toda fortaleza por el poder de
su gloria, para toda constancia en
el sufrimiento y paciencia; dando
con alegría gracias al Padre que os
ha hecho aptos para participar en
la herencia de los santos en la luz”
(Col 1, 1-5; 9-12)
Índice
Cuaresma 1
Enseñanza: Jesús Tentado en Nosotros 2
Este Mes: Vencedor porque es Víctima 6
Para Meditar 7
Recordemos qué es la Renovación:¿Un 9
nuevo Pentecostés?
Como dice la palabra que meditamos hoy, el objeto de la formación es
“llegar al pleno conocimiento de la voluntad de Dios”, y esto no se logra por
medio de un raciocinio puramente humano sino a través de “la sabiduría y la
inteligencia espiritual”. La sabiduría verdadera, con la comprensión de las
cosas de Dios, es un don de Dios: “Les daré corazón para conocerme...” (Jr
24, 7). Y el Espíritu Santo es nuestro maestro. Por supuesto que tenemos que
usar nuestra inteligencia –que también es regalo de Dios– pero en una dimen-
sión nueva: iluminada por el Espíritu. Él es quien nos conduce a la verdad
completa: Jesucristo nuestro Señor, que con su encarnación, muerte y resu-
rrección nos ha hecho “aptos para participar en la herencia de los santos en la
luz”.
Jesús es la verdad revelada por el Padre, –en Él nos lo ha dicho todo (Hb 1,
2)–, una sabiduría inabarcable para nuestra razón humana, pero aceptando
nuestra pequeñez y de la mano de su Espíritu podemos acercarnos a ella con
los medios que el mismo Dios pone a nuestro alcance: el estudio y medita-
ción de las Sagradas Escrituras, la escucha atenta de la predicación, la doctri-
na de la Iglesia y las enseñanzas de los Padres, los cursos de Biblia y de pro-
fundización, los libros de los maestros espirituales...
Por otro lado, si cualquier tiempo es bueno para profundizar en el conoci-
miento del Señor y así experimentar más y más su amor –se puede conocer
sin amar pero no se puede amar sin conocer–, la Cuaresma lo es doblemente
porque es un tiempo precioso de conversión: tiempo de escucha y de silencio,
de meditar los misterios de nuestra redención, de acoger ese amor apasionado
hasta la locura de nuestro Dios que “tanto amó al mundo que entregó a su
Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna” (Jn 3, 16).
7
El Rincón de los Testimonios
Nuestro muy amado Juan Pablo II marcó a la Renovación Carismática, a
modo de testamento espiritual, cuatro vías o caminos en los que debía pro-
fundizar y crecer para fructificar en los dones recibidos de Dios: la oración,
la comunión, la formación y la proclamación. A los dos primeros se refirió el
anterior boletín. Este nuevo número, que llega a vuestras manos en el centro
de la Cuaresma, está dedicado a la formación.
Noticias...Noticias...Noticias 14
Ideas Para Tu Biblioteca 16
A Tu Servicio 17
La Cuaresma y la Semana de Pasión tienen sentido para nosotros desde la
Pascua, desde mirar en nuestro interior para ver si seguimos llorando ante un
sepulcro vacío o vivimos desde la victoria de Jesucristo, entregando nuestras
propias pasiones, cruces y muertes al poder de su resurrección. Convertirse
no es hacer esfuerzos ímprobos para ver si conseguimos deshacernos de
nuestros pecados y debilidades –ya sabemos que con nuestras fuerzas no po-
demos– sino volvernos, cargados con nuestras pobrezas, hacia Aquél que es
la fuente de la santidad y dejarnos transformar por él. La conversión es tam-
bién un don gratuito de Dios, como expresa Jeremías: “Hazme volver a ti y
volveré, porque tú eres el Señor, mi Dios” (Jr 31, 18). ¡Ábrete a Jesús, acoge su amor y su misericordia y, entonces, su
poder, que habita en ti, hará la obra!
En este tiempo la Iglesia nos llama a la penitencia, pero ya sabemos qué clase de penitencia quiere el Señor: partir el
pan con el hambriento, dar libertad a los quebrantados, acoger a los pobres sin hogar, consolar a los afligidos, no
hablar maldad ni señalar con el dedo a nadie, no cerrar el corazón a tus semejantes... (Cf. Is 58). Jesús nos sigue di-
ciendo: “Id a aprender qué significa aquello de `misericordia quiero, que no sacrificio ́...” (Mt 9, 13), para ponernos en
guardia contra ese pequeño fariseo legalista que aparece de tanto en tanto en nuestro interior.
El equipo de servidores de la Zona Centro
Enseñanza: Jesús Tentado En Nosotros
Texto: Mt. 4, 1-11
Hay una lectura de Melitón de Sardes
en la liturgia de las horas, que tal vez
nos pueda ayudar a comprender este
texto de Mateo que nos narra cómo el
Espíritu Santo, el Espíritu del amor de
Dios, condujo a Jesús al desierto ¡para
ser tentado por el diablo! A simple
vista no nos cabe en la cabeza, parece
una locura y sin embargo tiene una
profundidad para nosotros inaudita.
La lectura a la que me refiero, afirma
que en Jesús ha sucedido toda la histo-
ria de la humanidad, también mi histo-
ria y la tuya. Dice que Jesús fue tenta-
do en Adán, asesinado en Abel, atado
de pies y manos en Isaac, vendido en
José, perseguido en David, en los pro-
fetas, apedreado y deshonrado, en los
mártires, asesinado: en todas las vícti-
mas inocentes de la tierra Jesús ha
sido profanado, martirizado, asesina-
do. Y esto lo cambia todo en el enten-
dimiento de esta palabra de las tenta-
ciones de Jesús, porque vemos cómo
la gran tentación diabólica ataca direc-
tamente lo más íntimo y sagrado de
nosotros: va contra Jesucristo para
evitar que viva en nosotros, para que
lo que hay de Dios en el hombre no
crezca y, al no crecer, no nos trasfor-
me y nos salve. Por esta razón, la ten-
tación diabólica es contra la vida de
Dios que llevamos dentro de nosotros
mismos, contra Dios mismo que vive
en cada uno de nosotros. En el fondo,
sabe bien el diablo que la salvación no
está en nosotros ni en nuestro poder:
está en Aquél que vive dentro de no-
2
sotros. Por esta razón, su triunfo con-
siste en que Jesús no crezca en noso-
tros, de lo que se trata es de que Jesús
no pueda con nosotros, no pueda con
nuestra carne, no nos trasforme, no
nos deifique, no nos glorifique en fra-
se de san Pablo (cf Rm 8, 30). La gran
tentación diabólica va contra lo que
tenemos de Dios en nuestro propio
corazón.
mantener las conciencias tranquilas,
hemos conseguido la paz en las nacio-
nes, hemos tenido fuerza para contro-
lar esa fiera humana que tiene el hom-
bre en el corazón, no le hemos permi-
tido ser libre, porque si le hubiéramos
permitido ser libre, entonces ¿qué
hubiera sido de la humanidad? Noso-
tros hemos logrado una fama, un pres-
tigio en el mundo, y cuando se habla
de la Iglesia, tiene peso, y ese peso es
Hay una leyenda que nos puede hacer necesario para que todo el mundo la
entender esto. Me refiero a “La leyen- considere, para que todo el mundo
da del Gran Inquisidor” que escribió
Vemos cómo la gran ten-
Fiódor Dostoievski en el libro de “Los
hermanos Karamazov”. El argumento tación diabólica ataca di-
expone que, en el siglo XVI, viene rectamente lo más íntimo y
Jesús a Sevilla a predicar y el gran sagrado de nosotros: va
inquisidor, la gran autoridad eclesiás-
contra Jesucristo para evi-
tica y civil, lo mete en la cárcel. Y
estando Jesús en la cárcel detenido, en tar que viva en nosotros,
la noche, el gran inquisidor va a para que lo que hay de
hablar con él. Y en un monólogo terri- Dios en el hombre no crez-
ble quiere hace ver a Jesús que se
ca y, al no crecer, no nos
equivocó al vencer sus tentaciones,
que tenía que haber caído en ellas, que trasforme y nos salve.
es lo que ha hecho la Iglesia suya des-
pués. Comprendo que es un texto un
poco fuerte para digerir, pero nos pue- sepa la gran obra que hemos hecho en
de iluminar mucho sobre el contenido tu nombre. Y la Iglesia también ha
profundo de este texto que acabo de tenido que tener bienes para poder
edificar todas las cosas que ha cons-
proclamar.
truido y dar esta imagen universal que
tiene a lo largo de la historia. Tú te
Le dice el gran inquisidor:
has equivocado por vencer esas tenta-
–“¿Tú te imaginas lo que hubiera sido ciones; tú tenías que haber caído en
el mundo y la Iglesia si te hubiéramos ellas, porque sólo cayendo en ellas se
hecho caso y hubiéramos vencido las puede organizar el mundo; sólo ca-
tentaciones como las venciste tú? No- yendo en ellas, podemos generar una
sotros hemos logrado, con el poder, sociedad verdaderamente organizada;
sólo con poder, sólo con dinero, sólo
con prestigio, se pueden hacer muchas
cosas que, de otra manera, no se con-
seguirían. Toda la gran estructura so-
cial que hemos logrado en este mun-
do, a través de los siglos, ha sido por
caer en las tentaciones y utilizar estos
medios para lograr engrandecer tu
obra en el mundo”.
Lo único que importa es
Dios viviendo en nosotros,
es Jesús habitándonos y
manifestándose desde no-
sotros. Y Jesús es gracia,
no es poder humano, no es
riqueza humana, no es fa-
ma humana. Jesús es la po-
breza en lo humano, pero
el poder infinito en lo divi-
no que está en nuestro pro-
pio corazón. Y esto es lo
que cambia totalmente la
historia del ser humano.
El pobre inquisidor se desgañita dan-
do a Jesús todas estas razones –
algunas de ellas más fuertes que las
que he dicho aquí–, para hacerle ver
que verdaderamente en este mundo no
se puede vivir con el evangelio que
predicó Jesús ni con la respuesta que
dio al diablo. Al final de ese largo
monólogo, Jesús, que estaba oyéndole
sin decir una sola palabra, se acercó al sienten libres, pero cuando de pronto
viejo anciano, le dio un beso y se fue. se encuentran en aquellas arenas don-
de no hay nada, no hay ajos ni cebo-
llas, no hay agua, no hay ningún bien
Pues bien, nosotros sabemos que la de este mundo, ese pueblo se asusta y
historia es otra, que no se trata de dice: “Pero, ¿por qué nos has traído
construir, según los criterios de este aquí, a la muerte?”
mundo, una sociedad maravillosa para
A ese pueblo le condujo Dios, a ese
el Señor. Lo único que importa es
pueblo le liberó Dios y le llevó al de-
Dios viviendo en nosotros, es Jesús
sierto. Y llevarle al desierto fue lo
habitándonos y manifestándose desde
mismo que llevarle a ser tentado. Ser
nosotros. Y Jesús es gracia, no es po-
tentado, ¿en qué? Pues a ver si opta
der humano, no es riqueza humana, no
por este mundo u opta por Dios; a ver
es fama humana. Jesús es la pobreza
si opta por los bienes de este mundo u
en lo humano, pero el poder infinito
opta por el Dios que está en su propio
en lo divino que está en nuestro pro-
corazón, que es el que va a dar la sal-
pio corazón. Y esto es lo que cambia
vación y la vida, que es como la fuen-
totalmente la historia del ser humano.
te de agua viva que salta hasta la vida
Lo que Dios trata de conseguir es que
eterna. ¿Por qué opta su pueblo? ¿Qué
Jesús crezca en cada uno de nosotros,
elige su pueblo? Vemos como a tran-
que fructifique en el corazón de todos
cas y barrancas fueron llegando a la
los hombres y se exprese en forma de
tierra prometida, pero siempre con
Iglesia, pero se exprese como gracia,
protestas: “No tenemos agua, nos can-
como nacida de Jesucristo, y no cons-
truida de otra manera.
Este crecimiento en Dios en cada uno
de nosotros lo ha intentado Dios en la
historia dos veces. La primera con su
pueblo elegido y sabemos que fue un
fracaso. Dios llevó a su pueblo al de-
sierto, pero llevarle al desierto signifi-
ca lo mismo que ser tentado por el
diablo. ¿Por qué? Porque el pueblo al
que llevó el Señor al desierto es un
pueblo que sólo creía en los bienes
humanos; no tenía otra visión más allá
de ésta que el mundo nos da. Cuando
el Señor les saca de Egipto hay un
hermoso canto de liberación y acción
de gracias (Ex 15,1-18), porque se
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samos de comer siempre maná, no
tenemos carne que comer, no pode-
mos confeccionar nuevos vestidos, no
nos das nada de todo esto que es lo
que verdaderamente necesita-
mos...” (Ex 15; 16; 17). Y cuando el
pueblo siente esta carencia de los bie-
nes de este mundo, protesta contra
Dios y murmura de Moisés y de los
que les sacaron de Egipto: “¡No hay
derecho a que nos traiga a un lugar
donde no hay nada de este mundo!”
Sabemos que Dios les contestaba, a
causa de su dura cerviz, dándoles co-
sas de este mundo –agua y maná y
codornices–, pero sin conseguir que
verdaderamente se fiaran de él, que se
pusieran totalmente a su disposición,
que verdaderamente aquel pueblo cre-
yera en serio en su Dios. Porque si se
cree en un Dios vivo, hay que creer
con más poder que en unas berzas y
en unos nabos y en unos puerros y en
un agua de este mundo. Y esta es la
apuesta de Dios. Pero el pueblo elegi-
do no logró creer más en Dios que en
las cosas que se tocan y se ven y se
experimentan. De hecho, si habéis
leído la Escritura, dice el libro sagra-
do que no entraron en la tierra prome-
tida los mayores de 20 años, es decir,
todos aquellos que no confiaron en él.
Solamente lo consiguieron los jóve-
nes, que no habían tenido esa expe-
riencia de falta de fe, y dos o tres que
se fiaron de verdad, Caleb, Josué, etc.
Todos los demás no entraron en esa
tierra (Nm 14, 20-24; Dt 1, 34-40).
Fue un gran fracaso. Y san Pablo nos
dice que este fracaso se debió a que
este pueblo vivía y tenía que cumplir
las cosas sólo con la ley.
Pero hay una segunda experiencia de
Dios que es la que ha hecho con su
pueblo, que somos nosotros, que ya
no tenemos la ley para cumplir sino
que se nos ha dado la gracia. A noso-
tros se nos ha dado la gracia –que no
anula la ley sino que le da plenitud–,
y la gracia es Jesucristo. Y aquí viene
la pregunta que tenemos que hacernos
ahora nosotros, que tiene que hacerse
el pueblo que camina también por el
desierto, que ha sido llevado por el
Señor al desierto para ver si realmente
apuesta por su Dios: ¿Es más podero-
so Jesucristo viviendo en mí que yo
deseando cosas de este mundo? ¿Es
más poderosa la presencia de Dios en
mí que todas las cosas de este mundo?
¿Es más poderoso el poder de Dios en
mí que las cruces que puedo tener en
este mundo? ¿Es más poderoso Jesu-
cristo en mí que las cosas que pueden
acontecer en mi historia? Esta es la
pregunta que ahora, hoy, viene desde
este texto a nuestro propio corazón,
porque de lo que se trata es de que
Cristo pueda en nosotros superar y
vivir plenamente este mundo pero no
perteneciendo a este mundo, ¡libres de
este mundo! ¿Cómo amar totalmente
a este mundo, siendo libres de este
mundo? ¿Cómo estar en este mundo
no perteneciendo a este mundo?
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¿Cómo creer en el corazón lo que dijo
Jesús a Pilatos: “Mi reino no es de
este mundo” (Jn 18, 16)? Pues bien,
esto sólo podemos lograrlo por la obra
de Jesucristo, por pura gracia, sólo por
eso.
Lo vais a ver en la explicación de este
mismo texto. Cuando el diablo tienta
a Jesús le tienta con los alimentos, con
la abundancia de bienes, y le tienta
también con la fama y con el poder,
hasta el punto de pedirle que le adore.
¿Cuál es la respuesta de Jesús?, ¿os
habéis fijado bien? Jesús no se apoya
en sí mismo para vencer estas tenta-
ciones, porque como vemos en los
textos anteriores, él ha venido a este
mundo como un hombre pobre, como
el que no puede, como la debilidad.
Jesús para vencer estas tentaciones se
apoya en su Padre y en lo que su Pa-
dre había revelado y dicho, y cita unas
palabras del Libro del Deuteronomio,
que sabéis muy bien que es un libro
que se refiere a Dios como Padre y a
las maravillas que Dios ha hecho con
su pueblo. Jesús cita: “Mi Padre ha
dicho, que no sólo de pan vive el
hombre y si mi Padre lo ha dicho, lo
creo, ¡lo creo! Y creo más en esta pa-
labra de mi Padre que en todo el pan
que me estás ofreciendo a pesar de
que tengo hambre” (cf Dt 8, 3). De
nuevo el diablo le tienta, llevándole al
pináculo del templo: “Fíjate, si te tiras
de aquí, de este pináculo del Templo,
la gente te va a ver, te van a recoger
los ángeles... ¡qué mejor que un Me-
sías así!”. Es lo mismo del Gran In-
quisidor. ¿Qué le contesta Jesús?:
“También está esto escrito en el mis-
mo libro donde mi Padre habló: No
tentarás al Señor tu Dios” (cf Dt
6,16). De nuevo el diablo le tienta con
el poder: “Mira, todo esto que está
aquí te lo voy a dar si te postras ante
mí y me adoras”. Y de nuevo Jesús
acude a la gracia, al poder de Dios:
“Yo no hago nada por mi cuenta, es el
Padre quien lo va a hacer: Adorarás al
Señor tu Dios y sólo a él darás culto.
Y eso también está escrito, es palabra
de Dios” (cf Dt 6, 13). Jesús creía tan-
to en la palabra de Dios, en el poder
de la palabra que, con ese poder, ven-
ció las enormes tentaciones a que fue
sometido, porque se fió de la palabra
más que de sus propias fuerzas.
¿Nosotros nos fiamos de Jesús más
Jesús cita: “Mi Padre ha
dicho, que no sólo de pan
vive el hombre y si mi Pa-
dre lo ha dicho, lo creo, ¡lo
creo! Y creo más en esta
palabra de mi Padre que
en todo el pan que me estás
ofreciendo a pesar de que
tengo hambre” (cf Dt 8, 3).
que de nuestras propias fuerzas?
¿Tenemos la experiencia de creer en
el Jesucristo que vive en nosotros por
encima de nuestros esfuerzos?
¿Cuando caemos en una tentación
hacemos esto? ¿Acudimos a la gracia,
que es Jesucristo, que tiene para mí
todo poder sobre las cosas humanas,
todo poder de liberación, de sanación,
de curación? ¿Acudimos de verdad a
la gracia que vive en nosotros o toda-
vía nuestro propio yo quiere hacerse
el fuerte, quiere hacerse el perfecto,
quiere hacerse el interesante, a ver si
puede dominar esas tentaciones, a ver
si puede quedar bien por sus méritos y
fuerzas sin recurrir al Señor? Esta es
la postura que nosotros tomamos mu-
chas veces: apoyarnos en nosotros
mismos para vencer las tentaciones de
nuestra vida, y ¡así nos va! Antes de
haber salido de confesarnos ya hemos
caído en lo mismo que habíamos con-
fesado. Y si nos apoyamos sobre no-
sotros mismos es porque en el fondo
no tenemos fe: “Si tuvieseis fe como
un granito de mostaza, diríais a este
sicómoro: `arráncate y plántate en el
mar ́ y os obedecería” (Lc 17, 6), nos
dice Jesús. Pero nosotros tenemos más
fe en nosotros mismos que en Jesu-
cristo. Y para esto es para lo que el
Señor nos lleva a ser tentados por el
diablo en el desierto: ¡para que en no-
sotros crezca la fe! Aunque no nos
Y para esto es para lo
que el Señor nos lleva a ser
tentados por el diablo en el
desierto: ¡para que en no-
sotros crezca la fe! Aunque
no nos demos cuenta, este
es el proceso que Dios está
llevando en cada uno de
nosotros.
demos cuenta, este es el proceso que
Dios está llevando en cada uno de
nosotros, porque una purificación es
llevarnos al desierto para ser tentados
por el diablo. El otro día me hablaba
una señora y me decía: -“Se ha muer-
to mi marido, y tengo una tragedia
terrible porque ahora no siento a Dios,
no tengo fe”. Este “no siento”, es el
desierto. Te ha llevado al desierto y
ahí eres tentado para ver si tu sensibi-
lidad es más pequeña o más grande
que la fe que tienes en Jesucristo. Si la
fe supera la sensibilidad, has dado un
salto impresionante en tu confianza en
Dios. Toda forma de purificación,
toda forma de sequedad interior, toda
forma de desierto, no es más que la
gran oportunidad a la que nos lleva
Dios para que suceda Dios en noso-
tros, para que Jesucristo crezca en
nosotros y podamos vivir en este
mundo libres de este mundo. Porque
sólo siendo libres de este mundo po-
dremos dar testimonio de que hay otra
realidad distinta a los hombres que
sólo creen en ésta. ¿Cómo puedo dar
testimonio de Dios, de otra vida, de
otra realidad, si yo también estoy ata-
do a este mundo? Imposible.
Pues bien, el Señor nos ha traído a un
grupo de oración de la Renovación, lo
mismo que al desierto, para ser tam-
bién aquí tentados por el diablo. Cada
uno de nosotros puede contar sus ten-
taciones: tentaciones de huída del gru-
po, tentaciones de sequedad, tentacio-
nes de que no servimos para nada,
tentaciones de que la Renovación es
muy pobre, que no tenemos poder,
que no estamos demasiado organiza-
dos y no figuramos en la Iglesia, o, al
contrario, tentaciones de que somos
maravillosos, mejores que los de-
más... ¡tentaciones de todo! Esas son
las grandes tentaciones a las que en
estos momentos estamos sometidos
todos. Y podemos caer en ellas fácil-
mente: organizando infinitas cosas,
tratando de realizarnos humanamente,
pero no dejando que Jesucristo crezca
en nosotros, no permitiendo al Señor
que nos purifique, nos transforme, nos
haga crecer en la fe, nos lleve al aban-
dono y a la confianza total en su
amor. Y por esta razón ¡cuántos pro-
yectos humanos han sido totalmente
baldíos! ¡Cuántas programaciones
humanas están tiradas por ahí, en di-
5
versos lugares, sin haber dado vida!
Nosotros tenemos una tendencia enor-
me a organizarnos según este mundo
y por eso Dios tiene que desorganizar-
nos para que, por fin, pueda crecer él.
¿Qué significa desorganizarnos? Sig-
nifica decrecer para que él crezca, se
manifieste y podamos dar testimonio
de algo nuevo que el mundo necesita
¿Hemos utilizado a Je-
sús dentro de nosotros co-
mo el gran poder para vi-
vir?
y no tiene.
Así pues, si Jesús en este momento es
tentado en ti, si Jesús es tentado en
todos sus hijos, ante esa tentación que
estamos sintiendo en el corazón, ante
ese proceso de nuestra inteligencia
que no ve, nuestra voluntad que no
puede, nuestra sensibilidad que no
siente, nuestra vida que no acabamos
de entender, ante toda esa situación,
¿a dónde podemos acudir? No tene-
mos más que un camino: ¡al Jesucristo
que es tentado en mí! Porque sólo él
me puede librar de mi propia tenta-
ción, él que es la Palabra, la Palabra
que decir al enemigo para que se va-
ya. Y él la pronuncia en nuestro pro-
pio corazón. Esta es la gracia maravi-
llosa de Jesucristo, que nos sana, que
nos hace cada vez más libres de las
cosas de este mundo, cada vez más
felices, porque con él no estamos ado-
rando ídolos, no estamos sometidos a
la esclavitud, no estamos atados con
cadenas, como estaba su pueblo, que
no acabó de creer en el Señor.
Esta es la gran lección de este texto de
las tentaciones de Jesús: Jesús es ten-
tado en mí, y si es tentado en mí, está
claro que el centro para vencer toda
tentación está en mí. Pero él es gracia,
él es el poder y, si él ha puesto su mo-
rada en nosotros, ese poder está de-
ntro de nosotros, como nos dijo Jesús:
“El reino de Dios está dentro de voso-
tros” (Lc 17, 21). Y está como un po-
der que podemos utilizar. ¿Hemos
utilizado a Jesús dentro de nosotros
como el gran poder para vivir? ¿Le
hemos utilizado como el gran poder
para hacernos libres? ¿Le hemos deja-
do crecer, decreciendo nosotros, para
así aceptar con alegría las limitacio-
nes, la pobreza, las purificaciones, las
soledades, las cruces de nuestra vida?
Esta es la pregunta final, y a ella quie-
ro contestar con un ruego: pidiéndole
al Señor por cada uno de vosotros,
para que esta experiencia de que Jesús
es tentado en todos nosotros, nos la
revele y nos la grabe en lo más pro-
fundo del corazón, porque así conoce-
remos el lugar donde hemos de acudir
en cada uno de los momentos difíciles
de nuestra vida.
Pedro Reyero O.P.
Este Mes: Vencedor porque es Víctima
VICTOR QUIA VICTIMA -
Vencedor porque es víctima
RAINIERO CANTALAMESSA
Predicación de viernes santo
del año 2004 en la basílica
del Vaticano
Por las fatigas de su alma,
verá luz, se saciará.
Por su conocimiento justificará mi
Siervo a muchos
y las culpas de ellos él soportará.
La mayor novedad, en todo el canto,
no es que el Siervo permanezca como
cordero manso y no invoque justicia y
venganza de Dios, como hacían Job,
Jeremías y muchos salmistas. La no-
vedad mayor es que ni siquiera Dios
trata de vengar al Siervo y hacerle
justicia. Es más, la justicia que Él
hace al Siervo no consiste en castigar
a los perseguidores, sino en salvarlos;
¡no en hacer justicia a los pecadores,
sino en hacer justos a los pecadores!
«Justificará mi Siervo a muchos».
Este es el hecho «nunca oído» que el
apóstol Pablo vio realizado en Cristo
y proclama triunfalmente en la Carta a
los Romanos: «Todos pecaron y están
privados de la gloria de Dios, y son
justificados por el don de su gracia en
virtud de la redención realizada en te hasta la muerte y muerte de cruz.
Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó
Cristo Jesús» (Rm 3, 24-25).
el Nombre que está sobre todo nom-
bre
Persiste, es cierto, una sombra oscu-
(Flp 2, 8-9).
ra sobre la actuación de este Dios. «El
Señor ha querido abatirlo con dolo-
res». Nos horrorizamos ante el pensa-
***
miento de un Dios que «se complace»
con hacer sufrir a su propio Hijo y, en
La pasión de Cristo, descrita proféti-
general, a cualquier criatura. ¡No ha
camente en Isaías e históricamente en
querido el medio, sino el fin! No el
los Evangelios tiene un mensaje espe-
sufrimiento del Siervo, sino la salva-
cial para los tiempos que estamos vi-
ción de muchos. «Non mors placuit
viendo. El mensaje es: ¡No a la vio-
sed voluntas sponte morienti», explica
lencia! El Siervo «no ha cometido
San Bernardo [1]; no le complace la
violencia», si bien sobre Él se ha con-
muerte del Hijo, sino su voluntad de
centrado toda la violencia del mundo:
morir espontáneamente para la salva-
fue golpeado, traspasado, maltratado,
ción del mundo.
aplastado, condenado, quitado de en
medio y finalmente arrojado en una
Por eso le daré su parte entre los
fosa común («se le dio sepultura entre
grandes
los impíos»). En todo ello no abrió la
y con poderosos repartirá despojos,
boca, se comportó como cordero man-
ya que indefenso se entregó a la
so llevado al matadero, no amenazó
muerte
con venganza, se ofreció a sí mismo
y con los rebeldes fue contado,
en expiación e «intercedió» por los
cuando él llevó el pecado de muchos, que le daban muerte: «Padre, perdóna-
e intercedió por los rebeldes.
los, porque no saben lo que hacen».
(Lc 23,34).
Esto es lo que le ha agradado verda-
deramente a Dios, lo que Él hizo con
sumo gozo. Nos lo ha recordado el
Así venció a la violencia; la venció
apóstol Pablo con aquel texto que
no oponiendo a ésta una violencia
hemos escuchado como aclamación
mayor, sino sufriéndola y mostrando
del Evangelio y que hace de nexo en-
toda su injusticia e inutilidad. Ha in-
tre la profecía de Isaías y el relato de
augurado un nuevo tipo de victoria
la Pasión:
que San Agustín ha condensado en
tres palabras: «Victor quia victima»:
Cristo se hizo por nosotros obedien- vencedor porque es víctima [2].
(Fragmento de la predicación de viernes santo 2004. La predicación completa, traducida originalmente al castella-
no por zenit.org, puede leerse en: http://www.cantalamessa.org/es/2004viernessanto.htm )
6
Para Meditar...
De una homilía antigua
sobre el grande y santo Sába-
do
El descenso del Señor al abismo
¿Qué es lo que hoy sucede? Un
gran silencio envuelve la tierra; un
gran silencio y una gran soledad. Un
gran silencio, porque el Rey duerme.
La tierra está temerosa y sobrecogida,
porque Dios se ha dormido en la carne
y ha despertado a los que dormían
desde antiguo. Dios ha muerto en la
carne y ha puesto en conmoción al
abismo.
Va a buscar a nuestro primer
padre como si éste fuera la oveja per-
dida. Quiere visitar a los que viven en
tinieblas y en sombra de muerte. Él,
que es al mismo tiempo Dios e Hijo
de Dios, va a librar de sus prisiones y
de dolores a Adán y Eva.
El Señor, teniendo en sus ma-
nos las armas vencedoras de la cruz,
se acerca a ellos. Al verlo, nuestro
primer padre Adán, asombrado por
tan gran acontecimiento, exclama y
dice a todos: “Mi Señor esté con to-
dos.” Y Cristo, respondiendo, dice a
Adán: “Y con tu espíritu.” Y, tomán-
dolo por la mano, lo levanta, dicién-
dole. “Despierta, tú que duermes, le-
vántate de entre los muertos, y Cristo
será tu luz”.
Yo soy tu Dios, que por ti y por
todos los que han de nacer de ti me he
hecho tu hijo; y ahora te digo que ten-
go el poder de anunciar a los que es-
tán encadenados: “Salid”, y a los que
se encuentran en las tinieblas:
“Iluminaos”, y a los que duermen:
“Levantaos”.
A ti te mando: Despierta, tú que
duermes, pues no te creé para que per-
manezcas cautivo en el abismo; Le-
vántate de entre los muertos, pues yo
soy la vida de los muertos. Levántate,
obra de mis manos; levántate, imagen
mía, creado a mi semejanza. Levánta-
te, salgamos de aquí, porque tú en mí,
y yo en ti, formamos una sola e indi-
visible persona,
Por ti, yo, tu Dios, me he hecho
hijo; por ti, yo, tu Señor, he revestido
tu condición servil; por ti, yo, que es-
toy sobre los cielos, he venido a la
tierra y he bajado al abismo; por ti,
me he hecho hombre, semejante a un
inválido que tiene su cama entre los
muertos; por ti, que fuiste expulsado
del huerto, he sido entregado a los
judíos en el huerto, y en el huerto he
sido crucificado.
Contempla los salivazos de mi
cara, que he soportado para devolverte
tu primer aliento de vida; contempla
los golpes de mis mejillas, que he so-
portado para reformar de acuerdo con
mi imagen, tu imagen deformada;
contempla los azotes en mis espaldas,
que he aceptado para aliviarte del pe-
so de los pecados, que habían sido
cargados sobre tu espalda; contempla
los clavos que me han sujetado fuerte-
mente al madero, pues los he aceptado
por ti, que maliciosamente extendiste
una mano al árbol prohibido.
Dormí en la cruz, y la lanza
atravesó mi costado, por ti, que en el
paraíso dormiste, y de tu costado diste
origen a Eva. Mi costado ha curado el
dolor del tuyo. Mi sueño te saca del
sueño del abismo. Mi lanza eliminó
aquella espada que te amenazaba en el
paraíso.
Levántate, salgamos de aquí. El
enemigo te sacó del paraíso; yo te co-
loco no ya en el paraíso, sino en el
trono celeste. Te prohibí que comieras
del árbol de la vida, que no era sino
imagen del verdadero árbol; yo soy el
verdadero árbol, yo, que soy la vida y
que estoy unido a ti. Coloqué un que-
rubín que fielmente te vigilara; ahora
te concedo que el querubín, recono-
ciendo tu dignidad, te sirva.
El trono de los querubines está
a punto, los portadores atentos y pre-
parados, el tálamo construido, los ali-
mentos prestos; se han embellecido
los eternos tabernáculos y moradas,
han sido abiertos los tesoros de todos
los bienes, y el reino de los cielos está
preparado desde toda la eternidad.
El Rincón de los Testimonios
Soy la cuarta de cinco hermanos.
El marco de mi educación fue una
familia agnóstica y una escuela laica.
Mi bautizo, comunión y confirmación
fueron rituales en una España católica
(años 60 -70).
amanecer sus ojeras apenas disimula-
ban la tensión entre ambos. Las comi-
das transcurrían en silencio y mirando
al plato, ¡me sentía tan triste...!
hermana Carmen marchó a Italia, per-
dimos sus pasos durante más de seis
años. El pequeño y yo permanecimos
en casa, navegamos unidos y asusta-
dos por aguas muy turbulentas.
Pronto llegaron la ruina en nuestra
La depresión de mi padre ante deu-
joyería, las deudas y más discusiones.
Mis padres discutían mucho, oía- Mis tres hermanos mayores se fueron das millonarias y con matrimonio in-
mos sus quejas durante la noche y al de casa jóvenes; dos se casaron y mi feliz, le entregaron en manos de la
7
ludopatía. De nuevo, noches de in-
somnio, esperando el regreso de mi
padre del casino, la pérdida de nuevo
empleo y la separación de mis padres.
Hasta aquí, mi fortaleza y la de un
par de amigas que me consolaban, me
sostenían con cierta dignidad.
Me refugié en los libros, en la mú-
sica, en definitiva, en adquirir sabidu-
ría que diera consistencia a mi vida
gris.
La felicidad ajena se me antojaba
superficial e insuficiente, mis libros
eran existencialistas, sus protagonistas
tenían que sufrir más que yo para ver-
me reflejada en ellos. Un manto de
vacío cubría mi vida y bebí en fuentes
que, ¡gracias a Dios!, se secaron.
Cuando al año de la separación
recobramos un poco de calma, regresó
mi hermana de Italia muy desmejora-
da y con dos niñas, cuya existencia
desconocíamos: Michelle de seis me-
ses y Yolanda de tres años.
Mi madre y yo las acogimos en
casa, tuvimos grandes dificultades de
convivencia con mi hermana. Miche-
lle enfermaba a menudo y pronto lle-
gó la terrible noticia: Michelle tenía
sida, mi hermana y William (en Ita-
lia) eran seropositivos y Yolanda esta-
ba sana.
Imaginad el huracán de emociones
que arrasaban mi corazón, nada ni
nadie aliviaba mi ansiedad ni mi pena.
Mi familia necesitaba salvación, pero
¿cómo inventarme a Dios si no creía
en él? ¡Que cansado era vivir!
Soy enfermera, me movía entre la
enfermedad y la muerte con miseri-
cordia pero con cierta naturalidad,
pero ante una Michelle sufriente me
hundía.
mi corazón y mi razón! Por un lado no
podía perder mi identidad ni mi vo-
luntad, pero por otro lado ¡tenía tanta
fe! Pedía de corazón el don de la fe;
poco a poco cada canción, cada abra-
Incluso asistí una mañana a una zo, cada alabanza, eran bálsamo para
Asamblea con Encarna. Ajena a lo mis heridas y además ¡gratis!
que allí ocurría, me fijé en Javier, que
desde su silla de ruedas, daba gloria a
La esperanza apareció de nuevo en
Dios; “¿Gloria a Dios? Es posible que mi diccionario, los libros tristes dieron
esté alegre, seguro que a solas se hun- paso a otros más espirituales, ¡la co-
de”, pensé. Javier habló conmigo, me munidad era una gran escuela!
dio la paz y rezó de mi mano el padre-
nuestro.
El Señor me decía que nadie me
quería como él, que precisaba de mí
Al día siguiente volví sola, aprove- ¿Cómo no rendirse?
ché que Encarna no iría para que na-
die lo supiera, me subí al rincón más
Michelle murió a los siete años; mi
alto y escondido del anfiteatro. Unos madre, que dio la vida por su nieta,
desconocidos me dieron la mano para murió al año siguiente de cáncer, y mi
rezar el padrenuestro y recuerdo que hermana a los siete años de su hija,
lloré durante el resto de la tarde.
tras un largo camino en casas de aco-
gida. En todo momento la comunidad
Hasta un año después fue mi único y el Señor nos han acompañado.
contacto con un Dios aún lejano para
mí.
Doy gracias a Jesús por haberme
revelado su amor, gracias porque en
Mi último coletazo de orgullo fue su cruz me ha sostenido y amado la
irme sola a Salamanca un fin de sema- mía. Gracias por su don de alabanza,
na, así ordenaría mi cabeza y mi cora- por el testimonio de los hermanos,
porque veo su obra en ellos, gracias
zón atribulados por mi sobrina.
por el don de la fraternidad. Gracias
Caminaba sin rumbo por la ciudad, especiales al ministerio de música de
cuando a lo lejos reconocí la silueta Maranatha, a mi pequeña comunidad
de Javier y de un amigo ¡Qué Jesuali- de Betania de Madrid y a todos los
dad! Comí con ellos y de nuevo su hermanos que me han acompañado
con su oración, su amor y su presen-
alegría y vitalidad me contagiaban.
cia. ¡Conocimos a Jesús, ya nunca
estaremos solos! ¡Gracias Señor!
Ya sola, fui a visitar la catedral
como una turista más. Me senté en la
Mari Ángeles
última fila esperando que terminara la
catequesis de un grupo de niños. Algo
inquieta calculé que “el simulacro de
misa” duraría poco. Desde el altar los
críos hacían su oración de los fieles
con mucha gracia. El sacerdote cerró
la oración presentado a los niños en-
fermos de sida e invitó a esa “joven
del fondo” a rezar el padrenuestro (de
nuevo el padrenuestro). Menos mal
que estaba sola porque lloré desconso-
lada durante la oración, que apenas
me sabía.
pre en actividades lúdicas, ¡por su-
puesto! Confieso que la alegría, la
acogida y la fraternidad entre ellos me
llamaron la atención.
Unos meses antes conocí a Encar-
na en un nuevo trabajo; nos hicimos
amigas. Pasó tiempo hasta que supe
Por fin sabía que mi historia le im-
que pertenecía a la Renovación Caris-
mática. A través de ella fui conocien- portaba a alguien a quien aún no po-
do gente de su comunidad, pero siem- nía nombre. Al llegar a Madrid empe-
cé a ir a Maranatha ¡qué lucha entre
8
Recordemos qué es la Renovación
Traemos hoy a nuestra Revista un extracto del Capítulo V del libro titulado: ¿Un nuevo Pentecostés?
Este libro fue escrito por una de las personas que más se interesó por la Renovación Carismática desde su
nacimiento en 1967.
Estamos refiriéndonos al Cardenal L. J. Suenens. Dicho Cardenal fue nombrado asistente episcopal para la
Renovación a nivel internacional por el Papa Pablo VI.
Autor y coautor de varios libros, dedicó una especial atención a la Renovación Carismática, a la que él mis-
mo definió como “una corriente de gracia”.
Participó de una manera directa en la redacción de los llamados Documentos de Malinas, seis importantes
documentos que desarrollan los fundamentos doctrinales y teológicos de la Renovación Carismática Católi-
ca o Renovación en el Espíritu.
Sin más consideraciones, pasemos a la lectura de estas páginas, ya que ellas nos harán conocer un poco
más los fundamentos de nuestra amada Renovación.
E1 Espíritu Santo en el
corazón de la experiencia re-
ligiosa contemporánea
«Si vivimos según el Espíritu,
obremos también según el Espíritu»
(Gal 5, 25)
Antes de constituir un artículo del
Credo, como se dice, el Espíritu Santo
vino a ser una experiencia vivida en la
Iglesia primitiva. Esta experiencia
espiritual jamás ha cesado de darse en
la historia, y hoy mismo sigue ani-
mando todo lo que en la Iglesia lleva
la marca de Dios. Reconocer tal pre-
sencia universal del Espíritu no debe
impedirnos discernir una presencia
privilegiada allí donde se produzca y
deba ser analizada. Es del interior de
este espíritu de acogimiento, en el que
el Espíritu opera con soberana liber-
tad, de lo que yo querría mostrar aquí
la importancia para una renovación
concreta de lo que se entiende por
Renovación Carismática, o Renova-
ción en el Espíritu Santo. Describiré
brevemente sus orígenes, escucharé a
diversos testigos e intentaré a conti-
nuación analizar esta experiencia reli-
giosa contemporánea.
I ) El origen
El renacimiento de la Renovación
9
Carismática Católica.
Tal renovación ha sido descrita
detalladamente por K. y D. Ranaghan
en su libro titulado: Le Retour de l'Es-
prit (El retorno del Espíritu), título
ambiguo; porque en verdad se trata no
de una vuelta sino de una renovación
en el Espíritu. Ellos nos cuentan, co-
mo testigos, los casos que se encuen-
tran en el origen de lo que se llama
hoy la Renovación Carismática.
Además, otro testigo de la primera
hora, que al mismo tiempo es profesor
de teología en la Universidad de
«Notre Dame» (South Bend, Indiana),
el Padre Edward O'Connor, ha descri-
to los mismos casos, intentando hacer
también su análisis teológico a la luz
de la tradición de la Iglesia. Su obra
The Pentecostal Movement in the Cat-
holic Church (El movimiento pente-
costal en la Iglesia católica) y la de los
Ranaghan son los dos libros básicos.
Después se multiplican una larga serie
de estudios y artículos en todo idioma
sobre el mismo tema. He aquí, pues,
un escueto recuento de estos casos.
La Renovación comienza en el
seno de la Iglesia Católica en el año
1967, en el ámbito de los estudiantes
de la Universidad Duquesne en Pitts-
burgh. En aquel vacío de la crisis so-
cial y religiosa que atravesaba el país
y todo el mundo, conscientes de la
impotencia de los hombres para en-
contrar un remedio radical, se reunie-
ron espontáneamente unos cuantos
para rezar, ayunar e implorar al Espí-
ritu Santo durante un fin de semana en
absoluto retiro.
¿Quiénes eran estos jóvenes?
Universitarios comprometidos en
diferentes actividades sociales y apos-
tólicas: movimientos litúrgicos y ecu-
ménicos, lucha por los derechos civi-
les, iniciativas diferentes en favor de
la paz en el mundo... Eran jóvenes,
según dijeron los Ranaghan que, a
pesar de su vida cristiana verdadera,
«sentían como un vacío, una falta de
dinamismo», una pérdida de fuerzas
en su plegaria y en su acción; como si
su vida de cristianos fuese algo inven-
tado por sí mismos, es decir, como si
fuesen caminando sólo por su propia
voluntad y su exclusivo poder.
«Algo así como si esa vida cristia-
na no debiera reducirse a un puro
cumplimiento humano».
Eran jóvenes para quienes los do-
lores del crecimiento sentidos por la
Iglesia formaban verdaderamente par-
te de su existencia cotidiana. Tal era
el telón de fondo.
Aquel acontecimiento, que para
ellos va a ser como un nuevo Pente-
costés, tuvo sus preámbulos. (Muchos
de ellos habían leído ya el libro de
David Wilkerson: La croix et le poig-
nard (La cruz y el puñal), libro que
había sido un verdadero éxito edito-
rial, en el cual se decía cómo, por la fe
en el Espíritu Santo, un pastor había
transformado espiritualmente, en Nue-
va York, a una banda de jóvenes ex
presidiarios).
También habían leído juntos a San
Pablo y los Hechos de los Apóstoles,
y habían orado todos los días, durante
un año, repitiendo la magnífica se-
cuencia «Ven Espíritu Santo», propia
de la octava de Pentecostés. También
llevaban en su corazón el deseo del
Pentecostés que Juan XXIII había
convocado en vísperas del Concilio.
Todo esto inspiraba y fecundaba su
oración comunitaria en aquel retiro de
fin de semana, donde fueron a pedir al
Espíritu Santo que renovase la misma
faz de la Iglesia y del mundo.
La respuesta del Espíritu Santo fue
para ellos como una repetición de lo
que les sucedió a los primeros discí-
pulos del Señor en el Cenáculo de
Jerusalén.
Una inmensa transformación es-
piritual se operó en ellos. Y contaron
con una nueva conciencia del amor de
Dios, de un desconocido deseo de orar
y de glorificar a Dios, de un nuevo
interés por la Escritura, de una fuerza
interior que les empujaba a testimo-
niar a Cristo resucitado... Por algo
llegaron a hablar de un «bautismo en
el Espíritu Santo» y de carismas que
habían recibido, parecidos a los que
gozaron en la Iglesia primitiva. Pero
tal «bautismo en el Espíritu Santo» no
lo consideraron como un sustitutivo
de los sacramentos del bautismo y de
la confirmación. A este respecto uno
de ellos llegó a decir esta palabra cla-
ve:
«Aquello se asemejaba más a una
reafirmación y renovación adulta de
estos sacramentos; a una apertura de
nosotros mismos a todas sus gracias».
La continuación de la historia es
bien sencilla. Aquellos jóvenes que
acababan de probar las maravillas del
Señor tenían amigos en otras universi-
dades; y fueron a ellos con toda natu-
ralidad para que pudiesen también
ellos participar de lo que había sucedi-
do. Y fue así cómo en las universida-
des de Notre Dame en South Bend
(Indiana), de Ann Arbor (Michigan),
de New Orleans, de Los Angeles, tu-
vieron conocimiento de lo ocurrido y
llegaron a recibir gracias de semejan-
tes fenómenos.
Yo, personalmente, he llegado a
encontrar en estas diversas universida-
des a testigos directos de todo aquello;
10
«households» de diez o quince perso-
nas: todos han adoptado formas diver-
sas y flexibles de puesta en común y
coparticipación de bienes. En la base
de esta vida comunitaria se encuentra
un compromiso muy preciso con otros
miembros de la comunidad, así como
la aceptación de una disciplina libre-
mente establecida. El fin común de
todos es la puesta en obra de una vida
muchos de ellos son mis amigos. No más auténtica según el evangelio, para
puedo negar que sus testimonios me testimoniarlo así en el mundo.
impresionaron y que se me impuso su
II) Testimonios
credibilidad.
Bien pronto aquellos «grupos de
oración» aparecieron no solamente
La experiencia inicial vivida por
por los campus universitarios, sino estos jóvenes universitarios franqueó
también por las parroquias, los mo- rápidamente su propio ambiente. Los
nasterios, los conventos; primero en testimonios se multiplicaron, proce-
Estados Unidos y, después, en los cin- dentes de los más diversos horizontes:
co continentes. El primer congreso personas salidas de la cárcel, obreros,
nacional, en 1967, reunió a un cente- profesores de universidad, religiosos
nar de personas. En junio de 1974, el contemplativos o activos de las más
segundo congreso, ya internacional, al diversas órdenes...
cual asistí en South Bend, congregó a
Y una cosa curiosa: sin contacto
treinta mil participantes, llegados de mutuo alguno, parece ser que el Espí-
treinta y cinco países, unos setecientos ritu Santo había suscitado en diversos
sacerdotes y quince obispos.
ambientes del mundo experiencias si
Los grupos restringidos de oración no idénticas, sí, por lo menos, muy
espontánea se extendían en reuniones análogas.
de oración más amplias, compuestas
Me limito, pues, a señalar tan sólo
de ordinario por cientos de miembros, un ensayo publicado por el P. George
con o sin celebración eucarística. Se Kosicki C. S. B., profesor de biología
v i o e n t o n c e s c ó m o s u r g í a n de la Universidad de Michigan, bajo
«comunidades» más estables y más el título: The Lord is my shepherd-
comprometidas.
Witnesses of priests (El Señor es mi
Y nacieron las «casas de oración»; pastor-Testimonios de sacerdotes),al
ellas hacían de alguna forma el papel cual se pueden añadir también un
de seminarios espirituales accesibles a conjunto de testimonios recibidos de
todos, pretendiendo iniciar a un gran religiosos jesuitas. E1 P. Haughey,
número de personas en la vida cristia- sacerdote jesuita, los ha reunido en un
na que ellos acababan de descubrir, fascículo bajo el título: The Pentecos-
una nueva luz.
tal Thing and Jesuits (Lo pentecostal y
Uno de los aspectos más caracte- los jesuitas). Se trata de una serie de
rísticos de esta renovación es el naci- testimonios que le han dirigido cua-
miento de comunidades de diversos renta jesuitas que han experimentado
tipos, en las que están suficientemente la renovación carismática en su propia
vida.
desarrollados los grupos de oración.
Entre ellos encontramos hombres
Mencionamos aquí, como particu-
larmente interesante, The Word of experimentados en los más diversos
God community (La comunidad de la campos, todos discípulos de San Igna-
Palabra de Dios), editado en la ciudad cio, y todos sorprendidos de haber
universitaria de Ann Arbor, Michigan. vuelto a encontrar la imagen de su
La experiencia comunitaria de renova- fundador y su propio carisma inicial;
ción la viven allí ochocientos partici- y ello es tan verdad que los carismas
pantes, de los que sólo el diez por auténticos se denominan y se unen
entre sí desde su fuente común: el Es-
ciento tienen más de treinta años.
píritu Santo,
La mayoría de ellos viven en
El cuestionario dirigido a estos
La respuesta del Espíritu
Santo fue para ellos como
una repetición de lo que les
sucedió a los primeros dis-
cípulos del Señor en el Ce-
náculo de Jerusalén.
cuarenta jesuitas de los Estados Uni-
dos, preguntaba: “¿Cuál ha sido el
impacto que sobre usted y su vocación
de jesuita ha tenido: 1° El bautismo en
el Espíritu; 2° Los dones; 3° Los gru-
pos de oración?”. Hay otra serie de
cuestiones más generales sobre lo que
había conllevado su adhesión a tal
renovación.
El autor agrupa las respuestas bajo
tres títulos. Ante todo voy a constatar
la impresionante unanimidad en favor
de la renovación, después veremos
algunas respuestas más originales.
Hablando del bautismo en el Espí-
ritu (ya diré después por qué conviene
evitar este término) la mayoría reco-
Testimonios todos ellos
que ya desbordan los lími-
tes de América: pues yo he
percibido ya su eco en dife-
rentes países del mundo
entero, multiplicándose día
a día en diversos continen-
tes.
noce que esta «experiencia espiritual»
les ha marcado interiormente.
Un sacerdote de cierta edad escri-
be: “Durante quince días estuve inun-
dado de consuelos y con un nuevo
sentido de la presencia de Dios; me
brotaban de forma espontánea lágri-
mas y otras manifestaciones de ale-
gría. También sentí como una sed de
purificación y un deseo de leer la Es-
critura, así como un gran afán por
hacer una oración que durase horas”.
Otro dice que como fruto de esta
renovación se sintió invadido por un
nuevo poder: Los textos de la Escritu-
ra, palabras y ejemplos brotaban de él
de una forma tan espontánea que le
tenía asombrado. Y añade: «Yo ya
había escrito un libro pero, en aque-
llos momentos, mis antiguas palabras
y mis ideas aparecían como una reali-
dad viva».
En resumen: lo que aparece como
común a todos, es el sentimiento de
presencia y de poder provenientes del
Espíritu Santo. También podría
hablarse de una metamorfosis del cli-
ma de oración: «Mi oración ha venido
a ser menos cerebral, más sencilla,
11
más sentida, más repleta de alaban-
za». Muchos de ellos testimonian
acerca de otros frutos espirituales pro-
bados al poder orar en lenguas diver-
sas.
Otros manifiestan haber sufrido un
cambio al percibir una presencia más
interior y constante de Dios en su
apostolado o en su predicación, vivifi-
cado todo ello por el Espíritu, así co-
mo la ayuda espiritual descubierta en
los grupos de oración y la audacia
para lograr abrirse en profundidad a
sus hermanos, ya que se encontraban
inhibidos del todo unos respecto a los
otros.
Algunos de ellos testimonian tam-
bién una metamorfosis en su modo de
comportarse en el sacramento de la
penitencia, vivido ahora ya como sa-
cramento de curación espiritual.
Se constata, en general, cómo toda
esta experiencia ha consolidado su
propia vocación de jesuita y su mismo
sacerdocio, y el haber podido entender
bajo una nueva óptica ¡los ejercicios
de San Ignacio!
Estas son algunas de las reacciones
descubiertas en un conjunto muy den-
so y muy variado.
Por mi parte, deseo simplemente
añadir que numerosos sacerdotes, reli-
giosos, religiosas y laicos me han ma-
nifestado exactamente (a menudo en
términos idénticos) lo que habían di-
cho estos cuarenta jesuitas. Testimo-
nios todos ellos que ya desbordan los
límites de América: pues yo he perci-
bido ya su eco en diferentes países del
mundo entero, multiplicándose día a
día en diversos continentes. Todo lo
cual suma bastante más de lo que se
requiere para verse llamado a mirar
más de cerca a esta experiencia.
III) Ensayo de análisis de una
experiencia
Una cosa es constatar una expe-
riencia y otra analizarla.
La credibilidad de los testigos me
obliga a prestar atención.
Sin embargo, no tengo ninguna
interpretación teológica adecuada para
precisar lo que tales testigos han vivi-
do y aún viven. Los especialistas se
encuentran sobre un campo relativa-
mente nuevo a la hora de hacer explo-
raciones. Gracias a Dios, no faltan en
nuestras universidades teólogos y exe-
getas que se preocupen de ello, y no
sólo desde fuera, como meros obser-
vadores, sino desde dentro, como
intérpretes. Cada día se publican sobre
la Renovación más estudios teológi-
cos. El terreno no es baldío, pero que-
da mucho por descubrir.
Quisiéramos trazar aquí nuestro
ensayo, un análisis de la experiencia
religiosa inicial de conversión y de
efusión del Espíritu, experiencia que
corrientemente se designa con el nom-
bre de «bautismo en el Espíritu».
¿Qué se quiere dar a entender con este
nombre?
1) ¿Qué significa “bautismo en el
Espíritu”?
Si de verdad nosotros podemos y
debemos admirar, como experiencia
vivida, la fe de estos pentecostales en
la oración en el Espíritu Santo, no
podemos, sin embargo, como saben
todos, seguirles, en tanto que católi-
cos, en el plano doctrinal y exegético
sobre lo concerniente a la interpreta-
ción del «bautismo en el Espíritu San-
to», ni menos aún en lo que respecta
al don de «hablar en lenguas», que
ellos consideran como señal para re-
conocer la autenticidad del bautismo.
Para nosotros (y en esto concuerdan
con nuestra opinión la mayoría de las
iglesias cristianas) no se da la duali-
dad entre el bautismo del agua y el
bautismo en el Espíritu. Se trata de un
sólo bautismo, que es sacramental. El
bautismo en el Espíritu no es un su-
per-bautismo espiritual, una especie
de suplemento del bautismo sacra-
mental recibido antes y que entonces
vendría a ser como un nuevo soporte
de la vida cristiana.
Nosotros creemos, siguiendo a San
Pablo, que Dios, en su gratuita bon-
dad, «nos ha salvado por el baño de la
regeneración y de la renovación en el
Espíritu Santo. Espíritu que nos ha
sido dado por Jesucristo, nuestro Sal-
vador, a fin de que, justificados por la
gracia de Cristo obtengamos en espe-
ranza la herencia de la vida eter-
na» (Tt 3, 5-7).
El bautismo único es, a la vez,
pascual y pentecostal. Por lo cual,
para evitar toda ambigüedad, convie-
ne no hablar ya más del «bautismo en
A través del titubeo de estas pala-
el Espíritu Santo» y emplear otro vo- bras puede intuirse lo difícil que es
expresar lo inexpresable que se encie-
cabulario.
rra en el misterio de la actividad divi-
na. Algunos han hablado de una ac-
Los dones son, respecto tualización de los dones recibidos, de
de la mani-
al Donante, lo que los ra- la liberación del Espíritu,de revivir el
festación del bautismo,
yos solares son al sol: no don del Espíritu recibido en la confir-
se identifican con él, pero mación, de una acogida dócil y pro-
funda en el Espíritu. Quien se benefi-
le son inherentes.
cia de ello lo siente como una gracia
El Espíritu es insepara- de elección, como una renovación de
ble de sus dones.
vida que surge acompañada de un sen-
timiento de paz y de gozo inédito,
2) La experiencia del Espíritu y como rehabilitación de las gracias
sacramentales ya recibidas, conferidas
los carismas
en el bautismo, después en la confir-
mación, e incluso halladas más allá de
¿Cómo es posible definir, enton- la recepción de los sacramentos, sean
ces, y discernir la experiencia inicial éstos los de la penitencia, la eucaris-
del Espíritu de una forma más clara y tía, el matrimonio o la ordenación. Tal
más precisa? Es éste un trabajo bien renovación se percibe como liberación
delicado, porque se trata de describir de latentes poderes de un Espíritu que
la acción del Espíritu que, por defini- quiere conducir a cada uno a la plena
ción, escapa a todas nuestras categorí- realización de su vocación personal,
as. Además, nos vemos cogidos por la sea ésta laica o religiosa, pero siempre
dificultad de hablar de una nueva efu- como una nueva toma de conciencia
sión del Espíritu, sabiendo que en ver- iluminada de nuestra verdadera identi-
dad éste ya nos ha sido dado en el dad cristiana, la que tan sólo puede
bautismo. La novedad, pues, es muy revelarnos la fe, y la que vivifica tal
particular; se trata de una venida nue- gracia al darle un nuevo realismo, un
va del Espíritu que ya está presente, decidido «clan» misionero.
de una efusión que no viene desde
Tratemos ahora de precisar este
fuera sino que brota desde dentro.
análisis por medio de tres comple-
Pensemos en la palabra de Jesús cuan-
mentarios planteamientos.
do gritaba: «¡Si alguno tiene sed, que
venga a mí y que beba, el que cree en
a) Relación entre el Espíritu y los
mí!». Según la palabra de la Escritura:
carismas
«de su seno correrán ríos de agua vi-
va». El Evangelista advierte que “Él
Ante todo, es menester precisar
hablaba del Espíritu que debían reci- con toda claridad, según juzgo yo, la
bir quienes creyesen en Él” (Juan 7, relación existente entre el Espíritu
37-38). Se trata pues, de un brote, de Santo y sus manifestaciones, ponien-
una expansión, de una acción del Es- do nuestra atención no tanto sobre los
píritu que expresa y libera grandes dones cuanto sobre el Donante. Es
energías internas y latentes. Es decir, bien conocida la oración de San Agus-
se trata de una toma de conciencia tín: «No tus dones, Señor, sino ¡Tú!».
más acentuada de su presencia y su Los dones no son en sí sino irradiacio-
nes del Espíritu, el cual en sí mismo
poder.
Un teólogo, el P. Francis A. Sulli- es el Don por excelencia, el Don que
van, profesor de la Universidad Gre- comprende en sí a todos los dones. Es
goriana de Roma, la describe «como preciso adherirse al Espíritu en perso-
una experiencia religiosa que conduce na, en su viva e irradiante realidad.
a algunos hacia un sentido decisiva- Las manifestaciones del Espíritu no
mente nuevo de la presencia todopo- son sino el Espíritu mismo operando
derosa de Dios y de su actividad en la en los fieles. Acción esta o moción de
vida, actividad que incluye habitual- Dios que es infinitamente variada,
mente la efusión de uno o de varios discreta y soberanamente libre. El
Espíritu sopla donde y cuando Él
dones carismáticos».
12
quiere. Hay que, a todo precio, guar-
darse bien de “cosificar” los dones,
haciendo de ellos objetos, regalos di-
versos que se distribuyen del mismo
modo que se repartiría una herencia,
un lote, a tal persona esto, a otra esto
otro.
Los dones son, respecto al Donan-
te, lo que los rayos solares son al sol:
no se identifican con él, pero le son
inherentes.
El Espíritu es inseparable de sus
dones. A1 recibirlos, yo recibo la ple-
nitud de sus bienes, pero esta plenitud
hay que concebirla no estática sino
dinámicamente. Lo cual no implica
que hayan de manifestarse todos los
dones recibidos, o que se manifiesten
del mismo modo o en el mismo ins-
tante. La visibilidad de los dones, su
puesta en acto, varía, y no solamente
de persona a persona sino que, para
cada uno de nosotros, la moción del
Espíritu puede ser diferente. No poseo
yo los dones en propiedad, como pue-
do poseer ciertos objetos en un arma-
rio; en realidad, soy yo el poseído por
el Espíritu, que me mueve y me con-
duce según su infinito amor y según el
grado de fe, de esperanza y de amor
que el Espíritu encuentre en mí. Quien
me anima hoy en orden a tal misión,
bien puede mañana otorgarse de otro
modo; y puede manifestarse en mí no
tan sólo según un don, sino por medio
de muchos, unas veces simultánea,
otras sucesivamente. Es indispensable
ir corrigiendo sin cesar nuestro modo
humano de pensar, de contar, de cata-
logar los dones de Dios. San Pablo,
con gran libertad, traza una lista de
tales carismas; de ellos nos da diver-
sas enumeraciones, las que él, por
supuesto, no juzga ni definitivas ni
exhaustivas, tan sólo un número de
ellos. Si él nos presenta a los dones
como si cada uno no recibiese sino
uno sólo en orden y provecho a1 bien
La convergencia de to-
dos estos dones es lo que
edifica a la Iglesia.
común, no conviene urgir y clavarse
en tal imagen «distributiva»; ella no
expresa ni pretende traducir todos los
matices de la multiforme acción del
Espíritu. San Pablo, ante todo, está
preocupado y atento a establecer cier-
to orden en las asambleas litúrgicas de
Corinto, y no ciertamente a describir
el interior movimiento del Espíritu.
Una fórmula sintética aparece en sus
escritos: “A cada cual la manifesta-
ción del Espíritu le es otorgada para el
bien común” (I Cor 12, 7); la conver-
gencia de todos estos dones es lo que
edifica a la Iglesia.
En el curso de la vida
cristiana, cada sacramento
extenderá el radio de ac-
ción del Espíritu impreg-
nando más y más nuestro
ser y nuestro hacer.
b) El Espíritu como presencia ini-
cial
Una segunda observación bien im-
portante es la concerniente a lo que yo
llamaría nuestro lenguaje futurista.
Cuando se trata de una nueva venida
del Espíritu Santo en el alma del bau-
tizado, es menester hablar de él como
de algo en perspectiva de lo «ya reci-
bido». Dicho de otro modo, es menes-
ter partir del hecho fundamental de
que el cristiano ha recibido ya en el
bautismo la plenitud del Espíritu San-
to. Él no es el que va a venir, está ra-
dicalmente presente en los comienzos
mismos de la vida cristiana, incluso
aunque la conciencia de esta realidad
no pueda alcanzarse sino más tarde,
cuando el niño, llegado ya a la edad
adulta, venga a ratificar, como se es-
peraba de él, las exigencias de su bau-
tismo. El Espíritu está en él; la prome-
sa de Dios se ha cumplido; el bautiza-
do es huésped de la Santa Trinidad.
De aquí se sigue que la santidad no es
como una escalada hacia un pico leja-
no, inaccesible. La santidad cristiana
nos es inicialmente dada. Propiamen-
te, nosotros no tenemos tanto que lle-
gar a santos como mantenernos tales,
es decir, llegar a ser lo que ya somos.
Porque hemos recibido el Espíritu de
santidad en nosotros como arras y
primicias; nos es entonces preciso, por
fidelidad, desarrollar dentro de noso-
tros las latentes riquezas, sus virtuali-
dades, sus «nucleares» energías.
13
En el curso de la vida cristiana,
cada sacramento extenderá el radio de
acción del Espíritu impregnando más
y más nuestro ser y nuestro hacer. La
fuente bautismal es lo primero; ella es
la que dará lugar al riego de las tierras
y a1 correr de las aguas. Es este lento
proceso el que poco a poco va cristia-
nizando al fiel cristiano.
Cuando se confiere el sacramento
de la confirmación al joven, nosotros
le decimos: «Vas a recibir al Espíritu
Santo...», y después: «Lo has recibi-
do». Se trata no de un suplemento del
bautismo, sino de su confirmación de
él. Cuando se llega a la consagración
episcopal, el consagrador dice al futu-
ro obispo al imponerle las manos:
«Recibe al Espíritu Santo...». Se trata
entonces de una investidura que mar-
ca una mayor empresa y misión del
Espíritu, recibido ya anteriormente.
Lo mismo sucede en el curso de una
ordenación diaconal o sacerdotal.
En la liturgia del Adviento, son
muy numerosas las oraciones que pi-
den a nuestro Padre nos envíe a su
Hijo, como si éste no se hubiera ya
encarnado. Cuando la liturgia de Pen-
tecostés, imploramos de él que «nos
envíe su Espíritu Creador», pero pre-
suponiendo ya su anterior presencia
porque en la misma plegaria nos refe-
rimos al Espíritu como a un huésped
inefable de nuestra alma. No se da
confusión alguna al profesar las reali-
dades de la fe en un estilo evocativo.
Lo mismo sucede al interpretar el
lenguaje carismático. El Espíritu San-
to no nos llega desde fuera para poder
perfeccionar su obra y retocarla. La
tentación es grande, la tentación de
decir que Dios está en trance de hacer
una cosa inédita, absolutamente nue-
va, reservada para nuestro tiempo. Lo
cual vendría a ser como una preten-
sión de introducir la discontinuidad y
la arbitrariedad en la acción de Dios;
es imprescindible pensar en cambio
en términos de continuidad y de fide-
lidad de Dios respecto a sí mismo.
Nosotros, por ejemplo, no diremos
que Jesús ha escogido este tiempo
para darnos la Eucaristía; su don es
permanente, somos nosotros quienes
tenemos que acercarnos a él. Lo mis-
mo debemos decir que el Espíritu es
un don permanente, y que es a noso-
tros a quienes corresponde dejar que
él opere en nosotros «el querer y el
hacer». Somos nosotros quienes, bajo
el efecto conjugado de la gracia y
nuestra libertad, le proporcionamos
una nueva posibilidad de acción, una
empresa más y más liberada de obstá-
culos, es decir, de nuestros pecados,
nuestros rechazos, nuestras reticen-
cias. «No apaguéis el Espíritu, no le
entristezcáis»: tales son los imperati-
vos de la vida cristiana.
Cuando la acción del Espíritu se
intensifica en nosotros, no es precisa-
mente que el Espíritu se despierte o
que estalle, tal y como lo haría un vol-
cán al entrar en acción tras una larga
temporada de silencio; somos noso-
tros quienes nos despertamos a su pre-
sencia bajo los golpes de la gracia,
debido a una fe en crecimiento, a una
esperanza más viva, a una caridad
más ardiente. En el bautismo todos
nosotros recibimos al Espíritu Santo
en plenitud, el laico lo mismo que el
sacerdote, el obispo o el Papa. No se
recibe más o menos al Espíritu Santo;
como tampoco una hostia está más o
menos consagrada. Cada uno lo recibe
para una diferente misión y con los
carismas propios, correspondientes a
ella.
c) El Espíritu Santo como un po-
der permanente
El Espíritu Santo anima la vida
cristiana no solamente desde sus orí-
genes, sino también a través de todo
su proceso. La Escritura no cesa de
recordarnos que el Espíritu es Poder,
y que nos es preciso atrevernos a apo-
yarnos sobre esta fuerza que nos le-
vanta más allá de nosotros mismos si
dejamos que influya en nosotros.
Es interesante constatar cómo San
Pablo o San Lucas asocian al Espíritu
Santo a una misión de poderío.
Refiriéndose a María, Lucas escri-
be: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti
y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra» (Lc 1, 35).
Y lo volverá a afirmar a propósito
de los apóstoles a quienes Jesús pro-
mete: “He aquí que yo voy a enviar
sobre vosotros lo que ha prometido mi
Padre. Os quedaréis, por tanto, en la
ciudad hasta que seáis revestidos de
una fuerza de lo Alto” (Lc 24, 49).
Y todavía más: «Vosotros vais a
recibir una fuerza, la del Espíritu San-
to que ha de descender sobre vosotros.
Entonces seréis mis testigos...» (Hch
1, 8).
Es importante hacer notar aquí que
los apóstoles no son meros testigos,
sino apóstoles movidos por el Espíri-
tu. Desde ellos mismos pueden testi-
moniar, como testigos directos del
acontecimiento de la resurrección,
pero tan sólo en virtud del Espíritu
pueden dar testimonio del sentido de
este acontecimiento. A la luz profética
recibida del Espíritu, ellos podrán in-
terpretar todo el hecho y desarrollo de
la salvación: la fuerza de su palabra
radica aquí. San Pablo otorga a los
romanos una bendición final, toda ella
penetrada de esta confianza en el Es-
píritu: «Que el Dios de la esperanza
os otorgue en plenitud dentro de vues-
tro acto de fe, la alegría y la paz a fin
de que la esperanza superabunde en
vosotros en virtud del Espíritu San-
to» (Rom 15, 13).
Y a sus cristianos de Corinto aña-
de: «Yo mismo me presento ante vo-
sotros débil, temeroso y temblando, y
mi palabra y mi mensaje no tienen
nada de discursos persuasivos según
sabiduría, son una demostración del
Espíritu y de su poder» (I Cor 2, 3-4).
De este modo se expresa la fe cris-
tiana; y tal poder del Espíritu no es
«Yo mismo me presento
ante vosotros débil, teme-
roso y temblando, y mi pa-
labra y mi mensaje no tie-
nen nada de discursos per-
suasivos según sabiduría,
son una demostración del
Espíritu y de su poder»
(I Cor 2, 3-4)
algo reservado meramente a los após-
toles, también forma parte integrante
de nuestra herencia, la de todos noso-
tros. Si nos lanzamos a creer en ver-
dad, podremos barrer todos nuestros
descorazonamientos en servicio del
Señor, y podremos considerar a la
vida espiritual no solamente como un
esfuerzo de “ascesis”, mantenido sin
cesar a costa nuestra, sino como una
obra del Espíritu vivo en nosotros y
con nosotros, sostenido siempre sobre
su presencia y potencia indefectibles.
Muchos de aquellos que han seguido
las normas trazadas por los maestros
de la vida espiritual se ven obligados
a confesar, tras una serie de años en
sincero esfuerzo, que no han podido
sobrepasar la mediocridad. No han
podido sostener el esfuerzo exigido, ni
han encontrado la energía necesaria
para el cotidiano combate. Y les apa-
rece la montaña de la perfección como
demasiado elevada, y el precio que
hay que pagar como demasiado pesa-
do. Entonces han tenido que renunciar
a la escalada ante los primeros contra-
fuertes de la montaña. La fe en el po-
der del Espíritu puede sostener a quie-
nes así se han desanimado, porque si
la disciplina de la voluntad es indis-
pensable para llevar una verdadera
vida cristiana, esta disciplina no es ni
el punto de partida ni el centro de la
vida ascética. Una “ascesis” basada
sobre nuestra sola fuerza de voluntad
no puede llevarnos demasiado lejos.
La fe en el poder del Espíritu no eli-
mina absolutamente nada la necesidad
de la “ascesis”, pero la sitúa en su pa-
pel secundario. Y nos asegura que la
santidad es más bien una asunción en
vez de ser una ascensión y que es
Dios mismo quien nos eleva hacia sí.
Todo lo cual constituye una ense-
ñanza que sin cesar nos es preciso
aprender y reaprender.
Cardenal L. J. Suenens
Noticias...Noticias...Noticias
EVENTO DE ICCRS 2006:
¡ENCUENTRO CON EL SANTO PADRE!
Pentecostés 2006
¡Venid
y celebrad juntos!
Nos alegramos cuando oímos que el Papa Benedicto
XVI había expresado su deseo de reunirse con todos los
movimientos eclesiales en la Vigilia de Pentecostés 2006.
Seguro que muchos de vosotros recordaréis el encuentro
anterior con el Papa Juan Pablo II en 1998.
El nuevo Santo Padre valora claramente la contribución
que los movimientos eclesiales hacen a la vida de la Igle-
14
sia, y será un gran privilegio para nosotros celebrar Pente-
costés con él. Este encuentro histórico es también muy
pertinente para nosotros en la RCC ya que febrero de 2007
señala nuestro 40 aniversario. De modo que podemos
aprovechar este Pentecostés para ser renovados y entusias-
marnos, y para desarrollar una visión de todo lo que el
Espíritu Santo tiene reservado para el futuro.
En respuesta a la invitación del Santo Padre, ICCRS
está organizando una serie de eventos por Pentecostés para
preparar nuestro 40 aniversario. El 3 de junio, nos concen-
traremos en la Plaza de San Pedro de Roma con miembros
de otros movimientos eclesiales para la Vigilia de Pente-
costés. Luego, el domingo de Pentecostés tendremos la
oportunidad para que miembros de la RCC mundial se
unan a miles de hermanos y hermanas de realidades caris-
máticas italianas para celebrar sencillamente la bondad del
Señor en el poder del Espíritu Santo.
El 4 de junio nos trasladaremos a Fiuggi para la Asam-
blea Internacional Abierta. La Asamblea será una oportu-
nidad maravillosa para experimentar reunirnos como her-
manos y hermanas de la RCC mundial. La asamblea está
abierta a todo el mundo, y por eso es una oportunidad ma-
ravillosa para aquellos que sean nuevos en la RCC para
experimentar un gran encuentro internacional, así como
ser un lugar para aquellos que han asistido a eventos ante-
riores, para volver a encontrarse con viejos amigos y forjar
nuevas relaciones en el Espíritu. El programa nos ayudará
a mirar hacia atrás y reflexionar sobre las gracias de la
Renovación durante los últimos 40 años. Algunos de nues-
tros predicadores han estado implicados en la RCC desde
el principio, por ejemplo Kevin y Dorothy Ranaghan y el
P. Tom Forrest. Durante la Asamblea reflexionaremos
también sobre el Bautismo en el Espíritu como don para
toda la Iglesia, y consideraremos algunos de los retos a los
que se enfrenta la RCC en el futuro. Los oradores invita-
dos vienen de todos los continentes, incluyendo al P. Die-
go Jaramillo (Colombia), el P. Bart Pastor (Filipinas),
Charles Whitehead (Inglaterra). También habrá contribu-
ciones de los diversos miembros del Consejo de ICCRS.
con 300 líderes invitados. El objetivo de este Coloquio es
compartir y aprender unos de otros, y también , y quizá
sea lo más importante, escuchar al Señor juntos y buscar
Su visión y Sus planes para la RCC mundial.
Para los que no asistan al Coloquio de Líderes habrá
peregrinaciones optativas a Asís o San Giovanni Rotondo.
Desde luego todos estos planes no son nada sin las per-
sonas. Os alentamos a todos a pensar seriamente durante
esta época especial de gracia sobre vuestra participación
en estos eventos. Por favor, tratad de responder favorable-
mente a la invitación del Santo Padre. Nosotros en ICCRS
estamos haciendo todo lo que podemos para facilitar la
reunión de gran cantidad de personas de la RCC mundial
para esta ocasión única y en preparación para el año de
nuestro aniversario. Más detalles sobre los eventos y una
hoja de inscripción están disponibles en nuestra web
www.iccrs.org.
¡No perdáis tiempo! ¡Movilizad a vuestra gente ya y
hagamos que Pentecostés 2006 sea una ocasión verdadera-
A continuación de la Asamblea Abierta, celebraremos mente memorable!
un Coloquio Internacional de Líderes del 9 al 11 de junio,
SEMINARIO DE INICIACIÓN
Santa María de Caná. Comienza el Lunes 6 de
Marzo a las 20:30 h.
RETIRO MINISTERIO REGIONAL DE MÚSICA
LUGAR: Camarena 57, Parroquia San Juan Bautista de la
Concepción.
CALENDARIO: Domingo 26 de Marzo. Comienza a las
10:00 h. Hay que llevar comida.
SEMINARIO DE PROFUNDIZACIÓN
Abierto a todos los grupos. Apuntaos con tiempo.
EMAÚS. Comienza el Jueves 20 de Abril
Se invita a los servidores de los grupos de la Zona Centro
a discernir personas que puedan formar parte del Minis-
terio Regional de Música. Estas personas se incorporarán
y serán acogidas en el MRM en este retiro. Deben ser per-
sonas que estén sirviendo en el Ministerio de Música en
sus grupos, o que en algún momento hayan servido.
PASCUA 2006 ZONA CENTRO
LUGAR: CASA DE ORACION SANTA MARIA. Avda Alcazar 55. Herencia. Ciudad Real.
CÓMO LLEGAR: Desde Madrid habrá autobús.
CALENDARIO: De Jueves Santo por la tarde a Domingo.
15
RETIRO PARA SERVIDORES DE LA ZONA CENTRO RCCeE
LUGAR: Sin confirmar.
CALENDARIO: Sábado 13 de Mayo.
PENTECOSTÉS ZONA CENTRO
LUGAR: Colegio Sagrado Corazón. Avda. Alfonso XIII, 127. Entrada
por C/ Paraguay.
CALENDARIO: Sábado 3 de Junio.
PREDICADOR: Chus Villarroel, O.P.
EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA RELIGIOSAS
En clima de silencio. Dirigidos por P. Juan Manuel Martín
Moreno SJ.
RETIRO PARA SACERDOTES
LUGAR: Casa de Espiritualidad de Cristo Rey.
Bohadilla del Monte. Madrid
CALENDARIO: 9 al 15 de Julio.
PREDICADOR: D. Jesús Higueras (párroco de
Santa María de Caná, Pozuelo de Alarcón).
LUGAR: Centro de Espiritualidad del Sdo. Corazón de
Jesús C/ Santuario, 6 (VALLADOLID).
CALENDARIO: Los días 21 al 28 de Julio.
PRECIO: 223 €
Mandar respuesta antes del 20 de Marzo a:
Gloria Pastor
C/ Felipe II, 6
47003 Valladolid
Tfno.: 669 288 598
e-mail: gpasgor@yahoo.es
Ideas Para Tu Biblioteca
Sugerimos hoy este libro con el título: CARISMÁTICOS, con la seguridad de que es
una obra que merece la pena tener en nuestra biblioteca.
Para aquellas personas que tienen sus primeros contactos con la Renovación Caris-
mática Católica, este libro les guía y aclara cuál es la espiritualidad que se vive en la
Renovación. Los seis capítulos de que consta nos van introduciendo en las fuentes
que sustentan y dan vida a esta “corriente de gracia” que, según el Cardenal Sue-
nens, es la Renovación Carismática o Renovación en el Espíritu.
Con múltiples citas a las Sagradas Escrituras (especialmente al Nuevo Testamento),
el autor nos va dando a conocer con sencillez, pero con alto valor teológico, los fun-
damentos en que se basa esta espiritualidad renovadora que, como un torrente de
agua viva, por mediación del Espíritu Santo, está penetrando en la Iglesia.
El libro también nos lleva a conocer los orígenes o nacimiento de esta experiencia
espiritual. Experiencia que cambia la vida de aquellas personas que la acogen en su
corazón.
Si bien este pequeño volumen es muy interesante para aquellas personas que inician
sus contactos con los Grupos de Oración de la Renovación; no quiere decir que no lo
sea también para aquellos que quieran conocer en que consiste esta “corriente de gra-
cia” a la que hemos hecho mención anteriormente.
16
Este es un libro testimonial que nos puede servir para profundizar, tanto en el conocimiento co-
mo en la espiritualidad que se vive en la Renovación Carismática, a través de la experiencia de
una persona que nos muestra sus propias vivencias.
Su autor es uno de los primeros que, hace más de treinta años, tuvo la “suerte” de vivir la expe-
riencia de ese Pentecostés personal en los inicios de la Renovación.
Este libro: “HAMBRE DE DIOS”, va desgranando a lo largo de sus páginas una serie de re-
flexiones y vivencias personales que pueden servirnos de orientación para tener un encuentro con
Jesús, a través de una fuerte efusión del Espíritu Santo.
Es una llamada al encuentro personal con Dios mediante una profunda oración personal y comu-
nitaria. La oración, en sus distintas vertientes, es la forma de acercarnos al Padre y establecer
una verdadera relación filial con Él.
Como dice su autor, Ralph Martin, este libro pretende ser una ayuda práctica para la oración per-
sonal.
A Tu Servicio
Queridos hermanos: simplemente recordaros que este boletín ha nacido con la vocación de
ser distribuido por correo electrónico GRATIS.
Somos conscientes de que muchos de vosotros todavía no tenéis acceso a este sistema de
correo. Por ello, permitidnos apelar de nuevo a los hermanos que ya lo tenéis para que
contribuyáis a hacer llegar este Boletín a todos aquellos que les pueda interesar. Os damos las gracias por anticipado.
Recordaros también, que en las direcciones que ponemos debajo de estas líneas podemos recibir tus sugerencias y
comentarios.
Dinos si el documento te ha servido para algo, qué te gustaría que incluyera o qué te sobra. Si tienes alguna
colaboración que hacer, noticias, carta, testimonio, etc., estos son los sitios a los que enviarlas. Desgraciadamente, no
te podemos garantizar su publicación, pero sí trataremos de encontrar el mecanismo para mencionarla, por si alguien la
quiere conseguir por correo o e-mail.
Teléfono de contacto: 917735644 ( Maria Jesús)
e-mail secretaría: beacarrasco@telefonica.net
Correo ordinario: Maria Jesús Casares Guillén
c/ Camino de los Vinateros, 119
28030 Madrid
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Tu equipo de servidores en la zona centro:
Begoña Flórez, Chalo González, Clara Albert, Conchita
Jiménez, Licerio Osuna, Mamen Sánchez, Maria Jesús
Casares, María de la Fuente.
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AÑO 4
m a n a n t i a l
no 42 - 43 AGOSTO-SEPTIEMBRE 2013
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G r a c i a
Associació Cultural Amor de Déu
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Mensaje del 2 de Julio
Queridos hijos, con amor materno os ruego:
entregadme vuestros corazones para poder
ofrecerlos a mi Hijo y liberaros, liberaros de
todo aquel mal que, cada vez más, os apri-
siona y os aleja del único bien, de mi Hijo,
liberaros de todo lo que os lleva por el ca-
mino equivocado y os quita la paz. Yo deseo
conduciros a la libertad prome da por mi
Hijo, porque quiero que aquí se cumpla ple-
namente la voluntad de Dios. Para que por
medio de la reconciliación con el Padre Ce-
les al, a través del ayuno y la oración, naz-
can apóstoles del amor de Dios, apóstoles
que, libremente y con amor, difundirán el
amor de Dios a mis hijos, apóstoles que di-
fundirán el amor de la confianza en el Padre
Celes al, y abrirán las puertas del Paraíso.
Queridos hijos, ofreced a vuestros pastores
la alegría del amor y del apoyo, de la misma
manera que mi Hijo les ha pedido que os la
ofrezcan a vosotros. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos de Medjugorje,
¡Alabados sean Jesús y María!
1 – El 2 de julio de 2013 Mirjana recibió la apa-
rición de la Sma. Virgen rodeada de una inmen-
sa can dad de peregrinos y al final de la misma
transmi ó el siguiente mensaje: “Queridos hijos,
con amor maternal les ruego: entréguenme sus
corazones para poder ofrecerlos a mi Hijo y libe-
rarlos; liberarlos de todo aquel mal que, cada vez
más, los aprisiona y los aleja del único bien, de mi
Hijo; liberarlos de todo lo que los lleva por el cami-
no equivocado y les quita la paz. Deseo conducirlos
a la libertad prome da por mi Hijo, porque quie-
ro que aquí se cumpla plenamente la voluntad de
Dios. Para que por medio de la reconciliación con
el Padre Celes al, a través del ayuno y la oración,
nazcan apóstoles del amor de Dios; apóstoles que,
libremente y con amor, difundirán el amor de Dios
a mis hijos; apóstoles que difundirán el amor de la
confianza en el Padre Celes al y abrirán las puer-
tas del Paraíso. Queridos hijos, ofrezcan a sus pas-
tores la alegría del amor y del apoyo, de la misma
manera que mi Hijo les ha pedido a ellos que se la
ofrezcan a ustedes. ¡Les agradezco!
2 – Acabo de regresar de Lourdes donde mi Co-
munidad festejó sus 40 años de fundación. Las
celebraciones fueron magníficas y el hecho de
vivirlas juntos en aquel lugar tan bendecido ha
incrementado la gracia compar da. Éramos más
de 2000 par cipantes, miembros de las Bien-
aventuranzas y amigos incluidos. Un muchacho
me preguntó: “¿Cómo vienes a Lourdes si vives
en Medjugorje?” ¡Vaya pregunta! Les comparto
la respuesta que le di, donde expreso realidades
que me conciernen en forma muy personal:
a) Primero y ante todo porque amo a mi Comu-
nidad que me ha invitado. Cumplir 40 años de
fundación es un aniversario como para celebrar
(¡y dejarse inundar de gracias!). ¡Esto ya era su-
ficiente como para hacerme venir desde mi leja-
na Herzegovina!
b) Porque mi Comunidad me ha invitado para
que interviniera tanto ante la gran asamblea
como en encuentros con jóvenes y adolescen-
tes. Por lo tanto, ¿cómo dejar de venir? La idea
de transmi r un mensaje posi vo a mi querida
Francia me mo vaba mucho, especialmente en
estos empos cuando nuestros gobernantes
ponen todo su empeño en eliminar a Dios de las
áreas más vitales del país. ¡Pobrecitos! Intentar
quitar a Dios del medio nunca ha dado resulta-
do; deberían informarse al respecto.
c) Porque una historia de larga fecha me une a
Lourdes. Durante el verano solíamos ir en fami-
lia a la playa cerca de St Jean de Luz en el At-
lán co y todos los años mi padre nos llevaba al
menos por un día a Lourdes para orar y bañar-
Un manantial de Gracia - 1
nos en las piscinas. ¡Cómo lo bendigo por esta
tradición que nos ha sabido inculcar a lo largo
de tantos años! Considerando todas las circuns-
tancias di ciles que mi familia ha vivido, este
anclaje en el Corazón de María nos ha salvado
del mal y nos ha unido entrañablemente. Ya que
muchos peregrinos me preguntan por qué amo
tanto a Lourdes quisiera compar r con ustedes
una hermosa experiencia personal. Cuando a
la edad de 28 años Jesús me llamó para que le
perteneciera totalmente (aunque no en un con-
vento) en junio de 1976 descubrí la Comunidad
naciente del León de Judá y me sen muy iden-
ficada con ella porque lo que alli se vivía co-
rrespondía a mis aspiraciones (“El León de Judá”
es el primer nombre de la Comunidad que en
1992 se convir ó en “Las Bienaventuranzas”).
Sin embargo, necesitaba recibir un signo del
Cielo realmente concreto antes de tomar una
decisión. Al finalizar mi breve estancia como
“visitante” en el seno del León de Judá, tenía
que ir a Lourdes para vivir la gran asamblea de
Pentecostés organizada por el grupo de oración
de Emmanuel, del cual formaba parte en Pa-
rís desde mi conversión. Había preparado este
Pentecostés con una novena al Espíritu Santo
y le pedía que me iluminara sobre el lugar de
vida elegido por Jesús para mí. Recién llegada
a Lourdes, acudí prontamente a la Gruta donde
María se apareció en 1858 y me arrodillé en el
mismo lugar donde estuvo Bernardita (el si o
está señalizado en el suelo). Con todo fervor le
recé a la Virgen, agradeciéndole poder estar allí
y exponiéndole mi situación. Después de haber
orado largamente con la nariz a ras de erra me
dolía la espalda y me levanté. ¡Y en ese momen-
to fue cuando comprendí!
María no me respondió con palabras, menos
aún con una visión (no lo hace así conmigo).
¡Pero actuó en mi corazón sin que yo tuviera
conciencia de ello! Invisiblemente inclinó mi co-
razón hacia la voluntad de Dios, tanto es así que
cuando me puse de pie mi pregunta se había
desvanecido. Estaba envuelta en una gran paz.
Era como si ya hubiera pasado a la otra orilla,
como si ya perteneciera al León de Judá. Mis-
teriosamente ella me había otorgado esa per-
tenencia; esto era claro, muy evidente. Esta es
su forma de obrar, humilde y oculta, ¡pero cuán
profunda y eficaz! Inmersa en una gran alegría
se lo agradecí, pero era necesario que recibiera
el aval del fundador de Emmanuel, Pierre Gour-
sat, también presente en Lourdes. Como él me
había confiado pequeñas responsabilidades en
París, hubiera podido decirme: “¡No, de ningu-
na manera, te quedas con nosotros!” Pero este
hombre de Dios muy inspirado me respondió
2 - Un manantial de Gracia
con mucha paz: “Sí, aquella Comunidad te que-
da como anillo al dedo; ¡adelante!” También ne-
cesitaba el aval del fundador de León de Judá,
Ephraïm. Todo fue sobreruedas y pude ingresar
en la Comunidad durante el verano del 76. Y
con núo allí, gracias a Dios.
A pesar de que allí la Virgen no se aparece ya
desde hace mucho empo, Lourdes es un lu-
gar donde ella siempre habita, donde ofrece su
amor maternal a sus hijos y su poderosa acción
para cambiar sus corazones. Allí donde María
está presente, somos interiormente transfor-
mados y a veces sanados de nuestras enferme-
dades. ¡Sucede lo mismo en Fá ma o en Gua-
dalupe: ella está allí, tan simple como eso. ¡Esto
es muy fuerte! Algún día, también Medjugorje
se conver rá en un lugar donde ella dejará de
aparecerse, según ella lo dijo. Pero también afir-
mó: “Mis ojos y mi Corazón permanecerán aquí,
aunque ya no me aparezca más” (Mensaje del
18-3-96 a Mirjana)
3 – ¡Bravo por el ángel de la guarda! En Lour-
des quería ir a bañarme en las piscinas, espe-
cialmente para interceder por una persona que
sufre mucho. Una mañana, tuve la gracia de ser
invitada para acompañar a un grupo de niños
junto con otras personas. Como las piscinas se
encuentran muy dañadas por causa de las inun-
daciones, algunas de ellas están cerradas y se ne-
cesita hacer colas de varias horas, cosa que me
era imposible realizar aquel día. Sin embargo, al
pasar cerca de las piscinas vi que del otro lado
del alambrado una de nuestras hermanas estaba
con unos jóvenes, esperando su turno desde ha-
cía mucho empo. Me era imposible acercarme
a ella porque en Lourdes los guardias son muy
severos y la entrada a las piscinas está cuidado-
samente controlada. Pero como nada es imposi-
ble para Dios y no quería renunciar, recurrí a mi
gran amigo celes al, a mi ángel de la guarda y le
dije: “No puedo no bañarme, tú lo sabes. ¡Sería
una decepción muy grande para la persona por
la que quiero ir! Por lo tanto enes trabajo en
puerta: hazme entrar, arréglatelas, ¡tú eres un
ángel y puedes hacerlo!”. Con núo caminando a
lo largo del alambrado y de repente veo algo que
no debería haber pasado: ¡los dos guardias ha-
bían desaparecido del lado de la puerta! No tenía
un minuto para perder, aproveché la ocasión y
atravesé la puerta con donaire y fui a sentarme
al lado de mi hermana. ¡20 minutos más tarde,
estaba en el agua! ¡Bravo por mi ángel de la guar-
da! Si el hecho de sumergirse en esa agua conta-
minada y helada es una verdadera penitencia, ¡la
gracia que la acompaña es sobrecogedora! Uno
se siente luego envuelto en el manto maternal
de la Virgen y hace que uno se derrita.
Si viajan a Lourdes, ¡no dejen de ir a las piscinas!
Es tan fuerte como asis r a una aparición.
4 – ¡Una compra bendecida! Una peregrina
francesa vino a verme en Medjugorje y me dijo:
“Hermana, ¡permítame que le cuente cómo
Jesús y María me han atrapado! Hace algunos
años me paseaba por una feria al aire libre en
mi pueblo. Me acerqué a un puesto que vendía
un poco de todo; compré una prenda y la pa-
gué. En el momento de irme, la vendedora me
llama y me dice: “¡Tome! Llévese también este
casete gra s. Así me libera un poco el espacio.
Este material está aquí desde hace mucho em-
po y no logro deshacerme de él. Era una casete
sobre Medjugorje. Lo escuché y me hizo llorar
del comienzo hasta el final. Volví a escucharlo
50 veces y decidí informarme sobre la fe cris a-
na que nunca había prac cado. ¡Así es cómo me
conver y esto me causa una inmensa alegría!
¡Nunca sabemos cómo la Virgen se las arregla
para llegar hasta sus hijos! Ella u liza todos los
medios. ¿Cómo fue que ese casete fuera a parar
al puesto de aquella vendedora? ¿Qué corazón
habrá orado y qué manos se lo habrán dado? El
verano nos brinda nuevas ocasiones para hacer
el bien. ¡Oremos para ser guiados en los míni-
mos gestos de nuestra vida co diana y poder así
sembrar abundantemente! Porque en el gran
plan de salvación de la humanidad nada es pe-
queño ante Dios! “Queridos hijos, los necesito”,
nos repite incesantemente la Virgen María, es-
perando nuestra respuesta sin desmayar.
5 – Misión en España. Sor Emmanuel irá nueva-
mente a España por algunos días en se embre.
Recibirán el programa detallado de esta misión
en correo aparte en los próximos días. Su misión
comenzará en Madrid el 13 de sep embre por
la tarde. Desde ahora tengámosla presente en
nuestras oraciones e intercedamos por el éxito
de su misión.
Querida Gospa, tu corazón de Madre es imagi-
na vo; ¡ enes la imaginación del amor! Inspíra-
nos, guíanos, porque queremos ser tus manos
extendidas hacia el mundo que rechaza a tu
Hijo pero que muere al estar tan lejos de Él. Te
confiamos especialmente a los miles de jóvenes
que vendrán aquí para el Fes val de Jóvenes.
¡No te los pierdas!
Sor Emmanuel +
(Traducido del francés)
Mensaje del 25 de Julio
“¡Queridos hijos! Con alegría en el corazón,
os invito a todos a vivir vuestra fe y a tes-
moniarla con el corazón y el ejemplo en
todas sus manifestaciones. Hijos míos, de-
cidíos a estar lejos del pecado y de las ten-
taciones, y que en vuestros corazones estén
la alegría y el amor por la san dad. Yo, hijos
míos, os amo y os acompaño con mi inter-
cesión ante el Al simo. Gracias por haber
respondido a mi llamada”
Comentario del Mensaje del 25 de Julio
P. Ferran J. Carbonell
“Más bien, así como el que os ha llamado es san-
to, así también vosotros sed santos en toda vues-
tra conducta, como está escrito: “Seréis santos,
porque yo soy santo” (1Pe. 1, 15-16). Existe una
llamada universal a la san dad, una llamada que
el hombre no puede ignorar. Esa llamada cam-
bia la vida de manera defini va. «Todos los seres
humanos están llamados a la san dad que, en
úl ma instancia, consiste en vivir como hijos de
Dios, en esa ‘semejanza’ a Él, según la cual, han
sido creados» (Benedicto XVI, 1 nov. 2007). Oír
esa gran verdad no gusta pues significa cambiar
de vida, conver rse. Al hombre de hoy, como al
de siempre, le da miedo tener que cambiar. Es un
paso hacia la aventura de Cristo lo que nos pide
Dios. Esa aventura puede llenarnos de temor si
no nos abrimos a la fe. Nuestros corazones de-
ben estar edificados en Jesús, en su evangelio,
en su Iglesia y en sus sacramentos. Cristo es la
luz, Cristo es el centro, Cristo es el único, Cristo
es el amor, Cristo es eterno, Cristo es ‘camino,
verdad y vida’, Cristo es Dios, Cristo es el santo
de Dios, Cristo es el vencedor, Cristo es el sen-
do de la historia, Cristo es la gloria del Padre,
Cristo es el Hijo, Cristo es resurrección, Cristo es
el Cordero, Cristo es la salvación, Cristo vence el
pecado, Cristo es nuestro amigo, Cristo es el que
da alegría a mi vida, Cristo es Jesús de Nazaret...
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito
de toda creación. Porque en él fueron creadas
todas las cosas las que hay en los cielos y las que
hay en la erra, visibles e invisibles; sean tronos,
sean dominios, sean principados, sean potesta-
des; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y
Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en
Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la
Un manantial de Gracia - 3
Iglesia, Él es el principio, el primogénito de entre
los muertos, para que en todo tenga preeminen-
cia; por cuanto agradó al Padre que en Él habitase
toda plenitud, y por medio de Él reconciliar con-
sigo todas las cosas, así las que están en la erra
como las que están en los cielos, haciendo la paz
mediante la sangre de su cruz” (Col. 1, 15-20). Él
nos enseña lo que el Padre espera de nosotros,
se ha encarnado para mostrarnos lo que Dios
espera del hombre. Si queremos saber quién es
Dios, Jesús nos revela su in midad; si decimos
que la Iglesia es santa es por tener a Cristo como
cabeza; si queremos saber por medio de quien se
ha hecho todo oigamos su palabra; si queremos
saber qué es la resurrección miremos su sepulcro
vacío... Dejemos que Jesús desde lo más hondo
de nuestro corazón nos interpele, nos pregunte
sobre nuestras vidas, sobre nosotros mismos: “Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondien-
do Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios viviente” (Mt. 16:15, 16). ¿Quién es Jesús
para mi? Esa es la pregunta clave. ¿Qué respues-
ta le damos? No se trata de responder de manera
teórica, se trata de dejar que la respuesta cambie
mi vida. “No te alabes a ..., sino a Dios en ...Y
no por lo que eres..., sino porque Él te hizo... No
porque tú puedes algo..., sino porque Él puede en
y por ...” (San Agus n de Hipona). Ser tes gos
de Cristo significa, en verdad, estar enamorados
de Él, dar nuestras vidas por su verdad defini va.
Pero todo con amor, con caridad hacia el otro y
hacia nosotros mismos. “Así alumbre vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos” (Mateo 5, 16). Miremos nues-
tras vidas y veamos qué transmiten. Algunas ve-
ces no transmiten más que nuestra amargura,
nuestras frustraciones, nuestra desesperanza. Lo
que Jesús quiere que transmitamos es su luz y su
alegría, la felicidad de la fe.
Finalizo este comentario con una oración que
nos puede ayudar a ponernos en contacto con
nuestro Salvador, es una oración de abandono
que me ha acompañado durante muchos años,
una oración para decir desde la fe y el amor.
¿Quién no pasa por momentos di ciles alguna
vez en su vida?:
Oración para los empos di ciles
Espíritu Santo, Dios de Amor, mírame en esta cir-
cunstancia di cil en que se encuentra mi vida y
ten compasión de mí. Confiadamente acudo a Ti,
pues sé que eres Dios de bondad y manan al de
amor.
Vengo a Ti, pues sé que no hay nada que no lo
pueda lograr tu misericordia infinita. Acepto tus
insondables designios, aunque no los compren-
4 - Un manantial de Gracia
da. Me abrazo a ellos con aquel fervor y genero-
sidad con que Cristo aceptó el Misterio del dolor
en su vida.
Humildemente te pido, me des la gracia de supe-
rar esta situación di cil, en este momento de mi
existencia, y que esta prueba, lejos de separarme
de Ti, me haga experimentar con mayor plenitud
la omnipotencia de tu amor que limpia, san fica
y salva.
Hágase en mí Tu Divina Voluntad... Amén.
Mensaje del 2 de Agosto
“Queridos hijos, si me abrierais vuestros
corazones en completa confianza, lo com-
prenderíais todo. Comprenderíais con cuan-
to amor os invito, con cuanto amor deseo
cambiaros, haceros felices; con cuanto amor
deseo haceros seguidores de mi Hijo y daros
la paz en la plenitud de mi Hijo. Compren-
deríais la inmensa grandeza de mi amor
materno. Por lo tanto, hijos míos, orad, por-
que a través de la oración vuestra fe crece
y nace el amor, amor con el cual ni siquiera
la cruz es insoportable porque no la lleváis
solos. En comunión con mi Hijo, glorificad el
Nombre del Padre Celes al. Orad, orad por
el don del amor, porque el amor es la única
verdad, el amor perdona todo, sirve a todos
y en cada uno ve a un hermano. Hijos míos,
apóstoles míos, grande es la confianza que el
Padre celes al, a través mío, su servidora, os
ha dado para que ayudéis a aquellos que no
lo conocen, para que se reconcilien con Él y
para que lo sigan. Por eso os enseño el amor,
porque solo si tenéis amor podréis respon-
derle. De nuevo os invito: ¡amad a vuestros
pastores! y orad, para que en este empo
di cil, el nombre de mi Hijo sea glorificado
bajo su dirección. ¡Os doy las gracias!”
Queridos hijos de Medjugorje,
¡Alabados sean Jesús y María!
1 – El 2 de agosto de 2013 Mirjana recibió la
aparición de la Sma. Virgen en la Cruz azul ro-
deada de una inmensa can dad de jóvenes.
Esta duró largo empo y María se mostró extre-
madamente alegre. Luego Mirjana transmi ó el
siguiente mensaje:
“Queridos hijos, si sólo me abrieran sus cora-
zones con plena confianza, lo comprenderían
todo. Comprenderían con cuánto amor los invi-
to, con cuánto amor deseo cambiarlos, hacerlos
felices; con cuánto amor deseo hacerlos segui-
dores de mi Hijo y darles la paz en la plenitud
de mi Hijo. Comprenderían la inmensa grandeza
de mi amor maternal. Por lo tanto, hijos míos,
oren, porque a través de la oración su fe crece
y nace el amor, amor con el cual ni siquiera la
cruz es insoportable porque no la llevan solos.
En comunión con mi Hijo, glorifiquen el nom-
bre del Padre Celes al. Oren, oren por el don
del amor, porque el amor es la única verdad; el
amor perdona todo, sirve a todos y en cada uno
ve a un hermano. Hijos míos, apóstoles míos,
grande es la confianza que el Padre celes al, a
través de mí, su servidora, les ha dado para que
ayuden a aquellos que no Lo conocen, para que
se reconcilien con Él y para que lo sigan. Por eso
les enseño el amor, porque sólo si enen amor
podrán responderle. De nuevo los invito: ¡amen
a sus pastores! y oren para que, en este empo
di cil, el nombre de mi Hijo sea glorificado bajo
la dirección de ellos. ¡Les agradezco!”
2 – ¡Una dependencia superada! Céline, una
consagrada muy unida a Medjugorje nos ha
compar do un hecho que puede ser inspirador
para muchas personas que padecen alguna de-
pendencia.
Hacía empo que Céline intentaba vivir lo mejor
posible los mensajes de la Gospa y procuraba
par cularmente no omi r el del ayuno 2 veces
por semana, los miércoles y los viernes. A pesar
de haber experimentado los frutos de tal prác-
ca, estaba triste porque le resultaba imposible
renunciar a su café matu no esos dos días. Y no
por una cues ón de poco peso: si no lo toma-
ba su cerebro permanecía entumecido, ella se
dormía frente a la pantalla del ordenador, en
la mesa del comedor; en síntesis, su jornada se
tornaba inmanejable. Esto no le impedía experi-
mentar en lo profundo de su corazón que tam-
bién el café debía ser suprimido si quería vivir
cabalmente el mensaje del ayuno y que la Vir-
gen aguardaba su entrega. A pesar de sus reac-
ciones corporales, oraba para obtener la gracia
de poder suprimirlo, pero no funcionaba.
Un día mientras estaba adorando al San simo
Sacramento, tuvo una inspiración y sin siquiera
pensarlo dos veces le dijo a María: “Mira, no to-
maré más café pero como tú conoces las conse-
cuencias, te pido que seas tú mi café. ¡Haz que
todo se pase como si yo tomara café; ocúpate
de impedir que me duerma parada!”
Céline pudo constatar que la Sma. Virgen acep-
tó su trueque y que realizó muy bien su parte
de trabajo. Desde hace unos meses, nos contó,
el café ha desaparecido de su menú los días de
ayuno, y también los demás, lo que ha mejora-
do sensiblemente su salud y su atención en el
trabajo. Se reía cuando compar a con nosotros
este hecho, “No sé si la Sma. Virgen recibe fre-
cuentemente este po de pedido: ‘¡Sé mi café!’
pero lo cierto es que accedió a ello.
A tener en cuenta para los amantes del café o
de otras cosas... por ejemplo, ¡el chocolate!
3 – Una par da hacia el Cielo El Señor nos ha
nuevamente sorprendido por su divina sabidu-
ría que no es la de los hombres. Nuestra querida
sor Milena Tomas vivió su Pascua el 22 de julio a
los 51 años de edad, en una gran paz, luego de
una larga enfermedad que soportó con una va-
len a y una sonrisa fuera de lo común. Funda-
dora de la pequeña comunidad “El Corazón de
María” representaba para quienes la abordaban
un verdadero ícono de ese Corazón. Cuánto la
echamos de menos en este Medjugorje que e-
ne tanta necesidad de impregnarse del espíritu
y de los mensajes de la Gospa!
Algunos rasgos suyos para recordar: Milena na-
ció en el campo cerca de Tihaljina. Sus padres
vendían verdura y su vida bajo el régimen co-
munista fue muy di cil. Había que trabajar muy
duro para poder sobrevivir. Desde muy erna
edad al volver de la escuela y durante las vaca-
ciones Milena pastoreaba las ovejas. Tenía una
gran sed de Dios y amaba mucho el silencio de
la naturaleza tan bella en esta región. Sus horas
de soledad transcurrían en diálogo con Dios y la
lectura de la Biblia. Se sen a muy cerca del Cielo
y ya presen a una llamada a la consagración.
Ella no conoció, contrariamente a tantos chicos
de hoy en día, las distracciones nefastas de los
juegos electrónicos que acaparan la atención y
que a veces nos hacen olvidar que tenemos un
alma. Sus dones de ar sta le permi an ver la
belleza en todas las cosas y en todo ser. Esto la
preparó para la gracia par cular de la acogida,
que ella reservaría más tarde a todos cuantos
fueran a buscarla en su comunidad, buenos y
no tan buenos. Ningún juicio nega vo salía de
su boca. En su familia de origen regía el princi-
pio (¡muy poco frecuente!) de no cri car jamás.
¡Qué buen ejemplo, qué inspiración para nues-
tras propias familias! Cuando comenzaron las
apariciones, ella venia con su familia caminando
desde Tihaljina hasta Medjugorje de noche (35
km) porque le gustaba caminar durante la no-
che, ya que hacía menos calor y durante el día
había que trabajar. ¡Dios foguea así a los santos!
Desde el día de su funeral, comenzaron a llover
Un manantial de Gracia - 5
bendiciones sobre nosotros, por lo que se la re-
comiendo; su poder de intercesión en el Cielo es
grande. Me he preguntado muchas veces cuál
sería la razón por la que el Señor no ha permi-
do que la Comunidad del Corazón de María
con nuara. ¡Me parece que, por el contrario, le
ha querido dar mayor amplitud! En efecto sor
Milena, desde lo alto del Cielo, puede atraer ha-
cia el Corazón de María a inmensas mul tudes;
ya no está limitada a su obra terrenal y puede
desplegar las grandes alas de su corazón para
acoger, consolar y alimentar a miles a quienes
ha querido acoger sobre la erra.
Sus úl mas palabras camino a Mostar donde
moriría 5 días más tarde fueron: “¡Sólo la gracia
de Dios me permite avanzar!” (Solo per la grazia
di Dio vado avan !”)
Querida Milena, gracias por ser lo que eres,
¡ayúdanos a ser una viva imagen del Corazón de
María!
4 – Un viento bendecido de Consagraciones
Con ocasión del Año de la Fe y de la Jornada
Mariana del 13 de octubre, el Papa Francisco
consagrará el mundo al Corazón Inmaculado
de María frente a la estatua de Fá ma. La vís-
pera, la imagen original de María en Fá ma
será transportada a Roma y recibida por el Papa
para la ceremonia del 13 de octubre en la pla-
za de San Pedro, regresando el 14 a Fá ma. En
efecto, el 13 de octubre de 1917 María tuvo su
úl ma aparición en Fá ma y dio a la inmensa
can dad de peregrinos que se había congrega-
do allí el gran signo prome do a las pastorcitos
Francisco, Jacinta y Lucía: la famosa danza del
sol en el cielo, ante 70.000 personas. (Ver www.
annusfedei.va para inscribirse para esta jornada
mariana).
El 16 de junio de 2013 el Líbano ha sido con-
sagrado al Corazón Inmaculado de María y al
Sagrado Corazón de Jesús en Harissa por el Pa-
triarca Maronita, el Cardenal Boutros Bechara
Rai, en presencia del Presidente de la República
Sr. Michel Sleiman. Esta consagración del país
realizada por las instancias oficiales de la Igle-
sia fue preparada con una gran novena de ora-
ción, ayuno, adoración, rosarios, confesiones y
otras prác cas por parte de miles de católicos.
(Ver h p://www.oeuvre-orient.fr/2013/06/24/
consecra on-du-liban-au-coeur-immacule-de-
la-vierge-marie/
Es más, el padre Boulos Fahed sobrevoló el país
durante varias horas bendiciendo desde un he-
licóptero todo el Medio Oriente con Jesús Eu-
caris a en una custodia. ¡Un acontecimiento
inédito en la historia!
En Irlanda, para la solemnidad de la Asunción
6 - Un manantial de Gracia
(15 de agosto 2013) el Cardenal Sean Brady, Ar-
zobispo de Armagh y Primado de Irlanda, con-
sagró el país y todo su pueblo a Jesús a través
de María en el santuario mariano de Knock, en
presencia de alrededor de 15.000 personas. Un
crucial y feliz acontecimiento amenazado por
legislaciones desastrosas que apuntan a la des-
trucción de la familia. Esta Consagración había
sido preparada con 13,5 millones de Rosarios
recitados por los fieles (Ver h p://www.scnci.
org.) Aquel día, cerca de 20 obispos se hicieron
presentes y quienes no pudieron asis r envia-
ron una delegación que los representara. En una
muy bella plegaria de consagración a Jesús por
el Corazón Inmaculado de María, oraron por las
familias, los hogares y las diócesis de Irlanda y
por los jóvenes. (Ver h p://www.armagharch-
diocese.org/ai1ec_event/consecra on-ireland-
immaculate-heart- mary/?instance_id
¿En Francia... y en otros países...? Nos sería de
gran provecho renovar las consagraciones que
fueron realizadas en nuestros países en el pasa-
do. Nada se divisa por el momento ¡y es porque
no hemos rezado lo suficiente! ¡Que la consa-
gración que hará el Santo Padre Francisco el 13
de octubre sea fuente de inspiración para los
fieles de cada país y de sus pastores!
Querida Gospa, SÍ, ¡queremos pertenecer a tu
Hijo Jesús por medio de tus manos de Madre!
Porque sin Dios estamos perdidos. Te lo roga-
mos, Madre, ven a despertar nuestras concien-
cias dormidas.
Sor Emmanuel +
(Traducido del francés)
Mensaje del 25 de Agosto
“Queridos hijos, también hoy el Al simo me
concede la gracia de estar con vosotros y de
guiaros hacia la conversión. Día tras día yo
siembro y os invito a la conversión para que
seáis oración, paz, amor, y trigo que al morir
produce el céntuplo. No deseo que voso-
tros, queridos hijos, tengáis que arrepen -
ros por todo lo que pudisteis hacer y no hi-
cisteis. Por eso hijos míos, decid de nuevo
con entusiasmo: ‘Deseo ser un signo para
los demás’. ¡Gracias por haber respondido a
mi llamada!”
TESTIMONIOS
Carlos Fernández Cámara (I)
30/06/2013
Este tes monio, como es muy extenso os lo facili-
taremos en 4 entregas.
MEDJUGORJE 2011
Esto que voy a contar, ene de todo: un poco de
risa y algo de lágrimas, pero sobre todo un mensaje:
DIOS EXISTE, ES EL CENTRO DE TODO. Mi aven-
tura, como yo la llamo, fue un calvario en la ida,
en la estancia y en la vuelta, arrepen do de ha-
ber ido al principio, y ahora dando gracias a DIOS
por haberme llevado, pero por aquel entonces...
¡madre mía!
Para que comprendáis lo que sufrí, lo narraré por
etapas.
1a: UN TRAUMA. A principios del año 2011, en
una conversación entre hermanas: Julia, mi espo-
sa y Ma Carmen, mi cuñada, se planea todo este
entramado y mi cuñada le dice a mi mujer que en
julio piensa ir a una peregrinación a un pueblecito
de Bosnia, llamado MEDJUGORJE, porque dicen
que allí se está apareciendo la VIRGEN a unos vi-
dentes, y que la gente que ha estado viene con-
tando maravillas, e incluso el Papa Juan PABLO II
dijo: dejad que los jóvenes vayan allí porque ME-
GJUGORJE es el confesionario del mundo.
Mi mujer sin saber dónde estaba Bosnia ni Medju-
gorje y ni siquiera a lo que iba, le soltó a su herma-
na un rotundo, sí yo voy, apúntame que yo quiero
ir, mi cuñada a tal respuesta y para que no se viera
sorprendida, le insis ó en que era una peregri-
nación y no unas vacaciones como las de Punta
Cana del año anterior donde habíamos estado con
ellos con mo vo de la boda de su sobrino. A mí
mujer algo la cegaba, porque como digo, sin saber
a dónde iba dijo que sí, que la apuntase porque
ella quería ir con ellos, hasta aquí un secreto bien
guardado entre hermanas, ni yo ni mis hijos supi-
mos nada al respecto, hasta que una noche (de
la que no quiero ni acordarme) durante la cena,
todos reunidos en la mesa, suelta la bomba y nos
dice: “ ME VOY A IR A BOSNIA”; por mi mente pasó
como un rayo la idea: ha dejado de quererme y
no sabe cómo decírmelo, mis hijos se quedaron
con el tenedor a medio camino entre el plato y la
boca, pero fui yo el primero en preguntarle: ¿pero
sabes dónde está Bosnia? ella me contestó que no
lo sabía pero que iba a ir con Ma Carmen y Jacinto,
mis cuñados. La idea de la separación aplastaba
mi cabeza y me dejaba atónito, y pensaba: Dios
mío hemos tenido enfados, pero no serán para
tanto, volví a preguntar: ¿y a qué vais?, no sabía ni
pronunciar el lugar a dónde iba: MEDJU...
Aquella noche todo fue anormal, nadie se quedó
en el comedor como otras noches para charlar o
ver algún programa de la tele. cada uno buscó su
excusa para irse a su habitación, a mí me queda-
ba la esperanza de que como quedaba todavía
mucho empo para el viaje, la idea se fuera di-
luyendo, ¡pero qué leche!, la bola iba engordan-
do cada día más, y de vez en cuando nos soltaba
una pullita sobre el viaje, como el empo de la
estancia, el coste del viaje etc. etc., con lo cual yo
observaba que la cosa iba en serio y con el paso
del empo llegó Semana Santa y me dijo que el
domingo de Ramos iba a ir a misa y me preguntó
si quería acompañarla y le dije que sí, pensando
que tal vez por este camino, la idea del viaje se
le fuera olvidando, pero el Viernes Santo me dice
que también quiere ir a misa y a la procesión y le
vuelvo a decir que sí, pero ya con menos ganas
que el Domingo de Ramos. El Domingo de Resu-
rrección me volvió a llevar a misa, ese día fui de
mejor gana, pues pensaba que como ya se aca-
baba la Semana Santa, también sería el úl mo
día de misa, tampoco acerté, porque al domingo
siguiente volvió a decir que íbamos a misa y yo
ya le dije que no, que ya habíamos ido bastante
a misa, además le dije: yo no voy a misa porque
me aburro, bostezo y me duermo. La cara que me
puso no fue de muy buenos amigos, me di cuenta
y para calmarla le dije, bueno voy con go pero yo
me quedo en la puerta hasta que termines y luego
volvemos juntos, maldita hora en que le dije eso,
porque se despertó la fierecilla que lleva dentro y
me contestó: “¿SABES LO QUE TE DIGO?, QUE NO
NECESITO QUE ME ACOMPAÑES, SÉ IR YO SOLA, Y
MÁS VALE SOLA QUE MAL ACOMPAÑADA”, esas
palabras me destrozaron el alma, pero no cedí ese
domingo y no fui a misa con ella, cuando la vi sa-
lir de casa camino de la iglesia, me encerré en el
cuarto de baño y lloré, lloré, no por ella, lloré por
mí, porque consen que se fuera sola a la iglesia.
Pasando los días fui pensando en la forma de re-
conciliarme con ella y se me ocurrió decirle que
lo había pensado mejor y que quería ir con ella
a Medjugorje, al principio no se lo creyó, pero
como insis a en que iría con ella fue cambiando
la cosa y supuse que con esto todo volvería a la
normalidad; no tardé mucho en arrepen rme
porque ella tenía muy claro lo del viaje y nos iba
contando poco a poco los detalles que le llega-
ban y cuando me contó el i nerario que íbamos a
hacer desde Salamanca hasta llegar a Medjugorje
pasando por Barcelona, me entró un dolor de es-
tómago insoportable, pero amigo mío ya no había
marcha atrás.
2a: EL VIAJE DE IDA. Fatal, para mí este viaje será
inolvidable, viajé en coche propio desde Pedrezue-
la (pueblecito de la sierra norte de Madrid donde
vivimos) hasta Salamanca 2 ́30 horas, dormimos
en casa de mis cuñados y al día siguiente comienza
la segunda aventura, madrugón a las cuatro de la
mañana para coger el autocar, quince minutos an-
dando con el equipaje y con un sueño de espanto.
(con nuará)
Un manantial de Gracia - 7
NOTICIAS
100.000 personas presentes en el ani-
versario de las apariciones 27/06/2013
comenzaba a las 18:00h de la tarde. El lunes 25
a las 22:00h de la noche, el vidente Iván Dragi-
cevic tuvo una aparición pública en lo alto de la
Colina de las Apariciones.
La misa de la tarde del 25 de junio, día oficial de
las apariciones, la celebró el nuevo franciscano
al frente de la Parroquia, Fr Miljenko Steko, an-
guo director de Radio Mir en Medjugorje.
Una intervención divina salvó el perga-
mino con los 10 secretos dados a Mirja-
na 24/07/2013
El 32o aniversario se celebró con una gran
mul tud de creyentes, un portal local de no-
cias informa que unas 100.000 personas es-
tuvieron presentes. Una Cruz apareció en las
nubes durante la misa del 22 de junio. La no-
che del 24 de junio hubo aparición pública al
vidente Iván Dragicevic, en lo alto de la colina
de las Apariciones.
Medjugorje estaba inundada de peregrinos
que se congregaron para recordar el 32o ani-
versario de las apariciones de la Virgen María
durante los días 24 y 25 de junio. Sin citar sus
fuentes, el portal de no cias locales Brotnjo
Online informa de que había unas 100.000
personas.
Aunque esta cifra es probablemente un poco
elevada, ya que Medjugorje no puede acoger a
tantos peregrinos, muchos de ellos vinieron de
zonas cercanas, lo que hace más creíble esta
cifra.
“Durante varios días, numerosas columnas de
católicos de la zona y del extranjero, han via-
jado día y noche para estar presentes en “el
oasis de paz”, para experimentar una vez más
la verdadera paz y reconciliación, para obtener
fuerza espiritual, para fortalecer su fe y para
dar gracias a la Reina de la Paz por todas las
gracias que les han sido otorgadas”. Informa
Brotnjo Online
“Procedentes de diversas direcciones, nume-
rosos peregrinos marcharon desde Croacia,
Bosnia y Herzegovina y otros países. Muchos
han caminado decenas e incluso cientos de ki-
lómetros, algunos incluso lo han hecho con los
pies descalzos.”
Durante la misa vesper na del 22 de junio, mu-
chos de entre todos los peregrinos que espe-
raban, tuvieron una sorpresa especial cuando
una cruz apareció entre las nubes.
Por la mañana, par ó la 22a marcha tradicional
por la paz desde Humac hasta Medjugorje que
8 - Un manantial de Gracia
Durante la guerra en Bosnia, el pergamino
que la Virgen entregó a Mirjana en el que es-
tán escritos los 10 secretos profé cos estuvo
en Sarajevo, inaccesible para ella. Pero un sol-
dado español destacado en Sarajevo, sin ó el
impulso de entrar en la casa de su familia, en
la que se encontraba el pergamino, y luego oyó
una voz que le decía que debía entregarlo en
Medjugorje.
Los empos de guerra, son empos extraor-
dinarios y durante la Guerra de los Balcanes,
sucedieron hechos extraordinarios para poder
mantener a salvo el pergamino que con ene
los 10 secretos profé cos revelados por la Vir-
gen María a la vidente de Medjugorje Mirjana
Dragicevic-Soldo.
El pergamino, imposible de descifrar para cual-
quier otra persona que no sea Mirjana, estuvo
escondido dentro de una bolsa en Sarajevo, la
capital si ada de Bosnia-Herzegovina. Cuando
estalló la guerra, Mirjana estaba en Medjugorje
y no podía volver a recuperar el documento.
Al quedarse el pergamino inaccesible en la casa
de Mirjana, en Sarajevo, la vidente se quedó
muy preocupada. Durante una aparición, le
preguntó a la Virgen María al respecto y Ella
le respondió: “No te preocupes. Mi hijo va a
hacerse cargo de esto”. Miljana Barbaric (una
sobrina del fallecido sacerdote de Medjugor-
je Padre Slavko Barbaric) se lo contó a Gabriel
Paulino, director de Medjugorje Brasil.
La Sra. Barbaric es pariente lejana de Mirjana.
De hecho, el Padre Slavko, era o del marido
de Mirjana, Marko Soldo.
Poco después, un soldado español de las fuer-
zas de paz de la ONU que estaba destacado en
Sarajevo, sin ó en su interior una fuerte llama-
da a entrar en la casa de la familia de Mirjana.
Al entrar, vio la bolsa y se la llevó. Cuando abrió
la bolsa, descubrió en su interior el pergamino.
En aquel preciso instante, el soldado escuchó
una voz que le decía: “Ve a Medjugorje y entre-
ga este pergamino a Mirjana Dragicevic-Soldo”.
Explica Miljana Barbaric.
Cuando justo nos estamos acercando cada vez
más al empo en que se cumplirán los secretos
profé cos, Mirjana deberá entregar el pergami-
no al sacerdote franciscano Padre Petar Ljubicic,
el cual – tal y como nos recuerda Mijana – será
el encargado de descifrar sólo el secreto de la
no cia que esté a punto de acontecer. Entonces
él y Mirjana se pondrán a orar y ayunar durante
10 días. Tres días antes de cada evento, el Padre
Peter Ljubicic revelará lo que va a suceder.
Mara Santangelo, al confesarse en
Medjugorje tras su conversión: «No
será peor que Serena Williams»
17/08/2013
Al inicio de la película Bella, el protagonista,
Eduardo Verástegui, cuenta que su abuela le
decía a menudo: “Si quieres hacer reír al Señor
cuéntale los proyectos del hombre”.
La gloria cercana.
Parece una frase hecha a propósito para lo
sucedido a Mara Santangelo, una tenista ita-
liana, con talento y decisión, quien incluso
teniendo un problema en los pies que le hace
sufrir cada vez que juega, el 22 de junio del
2005 estuvo a punto de realizar el sueño de su
vida: jugar en Wimblendon y ganar a una de
las jugadoras más fuertes: la estadounidense
Serena Williams.
Sin embargo, precisamente en el mejor mo-
mento, después de haber ganado el primer
set, los dolores en el pie izquierdo se hacen
insoportables, pide permiso para ir al baño, se
quita las zapa llas y sus pies son un baño de
sangre. Estoicamente, Mara vuelve al campo
y juega los dos sets siguientes, pero... no hay
par do, ya no consigue apoyar lo pies sin sen r
punzadas de dolor.
Su humor es de perros, reza y se lamenta, se
dirige a su madre en el cielo, se enfada con el
Señor porque parece que la ha abandonado
precisamente en el momento más importante.
Aun sufriendo en los pies desde nacimiento
por una leve malformación, Mara había pro-
me do a su madre que llegaría a Wimbledon y
se conver ría en una campeona de tenis.
Otra lesión, y el adiós profesional.
No obstante esta decepción, Santangelo si-
gue adelante y en 2006, junto con Francesca
Schiavone, Flavia Penne a y Roberta Vinci,
conquista la Copa Federación. Su punto es de-
cisivo cuando gana a la belga Kirsten Flipkens,
llevando a Italia al dos a dos. En el quinto y út-
limo par do la campeona Jus ne Henin se vio
obligada a re rarse e Italia gana por primera
el torneo.
Santangelo, que ene ahora 32 años, comenzó
a jugar al tenis con 5 años. A los 12 fue con-
vocada al Centro Técnico Federal y siempre ha
formado parte del equipo nacional. Profesional
de 1998 a 2010, ganó cuatro veces contra las
primeras diez del ranking mundial, y sumó 9
torneos en individual y 23 en dobles.
No obstante su capacidad de resis r al dolor, a
finales de 2009 Mara debe rendirse. Después
de otra lesión, le diagnos can un neuroma de
Morton, que implica la eliminación de un ner-
vio. Desde ese momento Mara no podrá jugar
más a nivel profesional.
El camino de la fe.
En el libro donde cuenta su historia (Te lo pro-
meto: el par do de la vida, la fuerza de la fe,
el valor de levantarse, Piemme), Santangelo
escribe: “Dejar el tenis ha sido duro. El infor-
tunio que me ha alejado de la victoria y de los
campos de juego me ha obligado a comba r el
par do más di cil de mi vida. No es un punto,
no es un juego, no es un set, no es un par do.
Es el camino de la fe que, de repente, después
de tanto buscar, me ha iluminado el alma en
Medjugorje conduciéndome donde no imagi-
naba poder llegar”.
El libro de Santangelo se presentó el 20 de julio
en San Benede o del Tronto en el contexto de
la XIII edición de la muestra Escritores bajo las
estrellas, promovida por la librería La Bibliofila.
En él cuenta su historia agonís ca y humana.
Una vida di cil. Sus padres se separaron cuan-
do ella era aún pequeña y su amada madre
murió en un accidente de tráfico cuando ella
tenía sólo 16 años.
Un luto nunca aceptado, en el fondo. Un in-
tento de reacción que la empuja a andar hacia
adelante por la promesa a su madre y una de-
Un manantial de Gracia - 9
terminación que refleja la rabia contra el dolor
que sufría en los pies.
En realidad Mara estaba enfadada contra el
mundo: por el dolor de pies y por la pérdida
de su madre. En su camino encontró muchas
personas que la quisieron y ayudaron mu-
cho, como Giampaolo Coppo, su entrenador,
“maestro en el campo y en la vida” y muchos
otros que encontrará después de un viaje a
Medjugorje.
El alivio, en Medjugorje.
Toda la primera parte del libro es la historia de
esta rabia, y de la incapacidad de Mara para
aceptar el dolor, que la tortura y le impide ha-
cer lo que más ama (jugar al tenis), y el des no
adverso y cruel que la ha privado de su madre.
Mara no consigue librarse de los tormentos
hasta que no decide ir a Medjugorge. Es int-
ensísima la parte del libro en la que cuenta la
noche que cambió su vida. Mara, que “apenas
era capaz de hacer la señal de la cruz y ape-
nas recordaba el Ave María”, cuenta su prime-
ra confesión después de años de silencio y de
cerrazón. En fila frente al confesionario, Mara
ene miedo, pero busca el valor: “Jesús enten-
derá mis fragilidades. Forza Mare a!” -se dice
a sí misma-, “peor que Serena Williams este
sacerdote no podrá ser nunca”.
Marda Santangelo no se confesaba desde el día
de la Primera Comunión. Después de arrodillar-
se confiesa todo, un río que se inunda. Se sien-
te amada, entendida, escuchada, y con una
serenidad que nunca había experimentado.
Una vida dis nta.
“Ha sido el inicio de una nueva vida”, escribe.
Mara Santangelo, tenista con talento y fortale-
za, siempre muy reservada, comienza a prestar
asistencia y acogida a otros. Entra en el gru-
po Nuevos Horizontes, de Chiara Mirante, y
par cipa ac vamente en la inicia va Abrazos
gra s. Confiesa: “¡Qué felicidad ser ú l al pró-
jimo! ¡Qué alegría acoger con amor, buscando
ser fuente de compar r!”.
A quien le pregunta “¿Por qué una persona de
éxito como tú, que ene de todo, se pone en
mitad de una calle a regalar abrazos?”, Mara
responde: “Nuestra existencia no es nada sin
amor, sin un corazón dispuesto a donar, a
amar y ser amado“.
“El verdadero renacimiento espiritual -conclu-
ye Mara- está en entender que a través de ,
otros pueden ver una luz que va más allá de
tu persona, más allá de la carne y la materia;
la luz resplandeciente de Cristo“.
10 - Un manantial de Gracia
Próximos eventos
Domingo día 1 de sep embre a las 17.30h. en la
Parroquia de Santa María de Gracia en Barcelona.
Exposición del San simo, rezo del Santo Rosario y
Celebración Eucarís ca.
Domingo día 1 de sep embre a las 18.00h. en
la Parroquia de San Braulio en Zaragoza. Rezo del
Santo Rosario con el San simo expuesto, Adora-
ción al San simo y Celebración Eucarís ca.
Lunes días 2, 9, 16, 23 y 30 de sep embre a las
17.30h. en la Parroquia de San Jorge en Madrid.
Exposición del San simo, rezo del Santo Rosario y
Celebración Eucarís ca.
Lunes días 2, 9, 16, 23 y 30 de sep embre a las
20.30h. en la Parroquia de San Antonio Ma Claret
en Sevilla. Rezo del Santo Rosario meditado.
Martes días 3, 10, 17 y 24 de sep embre a las
18.00h. de la tarde en el Convento de Clausura de
las Carmelitas Descalzas de Barcelona. Exposición
del San simo y rezo del Santo Rosario.
Martes días 3, 10, 17 y 24 de sep embre a las
19.00h. de la tarde en la Parroquia de Ntra. Sra.
de Fuente del Fresno (Urb. Fuente del Fresno,
Madrid). Exposición del San simo, rezo del Santo
Rosario y celebración de la Santa Misa.
Martes días 3, 10, 17 y 24 de sep embre a las
21.00h. de la tarde en la Capilla de San Onofre de
Sevilla. Adoración al San simo.
Miércoles días 4 y 18 de sep embre a las 15.00h.
en el Santuario de Schoensta de Madrid. Rezo
del Rosario meditado y rezo del Rosario de la Di-
vina Misericordia.
Miércoles días 4 y 18 de sep embre a las 20.00h.
en la Parroquia de San José de la Montaña de Ma-
drid. Rezo del Rosario, Celebración de la Santa
Misa y Exposición del San simo.
Jueves días 5, 12, 19 y 26 de sep embre a las
9.00h. en la Parroquia de Santa Gertrudis de San-
ta Gertrudis (Ibiza). Rezo del Santo Rosario y Ado-
ración al San simo.
Viernes días 6, 13, 20 y 27 de sep embre a las
20.30h. en la Parroquia de San Miguel y San Se-
bas án en Valencia. Rezo del Santo Rosario y
Adoración al San simo.
Viernes días 6, 13, 20 y 27 de sep embre a las Sábado día 14 de sep embre a las 22.00h. de la
22.00h. en la Iglesia de los PP. Capuchinos en noche en la Ermita de Sant Julià d’Altura en Saba-
Palma de Mallorca. Exposición del San simo con dell (Barcelona). Exposición del San simo y rezo
meditación y catequesis. del Santo Rosario.
Sábados días 7, 14, 21 y 28 de sep embre a las Domingo día 15 de sep embre a las 17.00h. en
19.00h. en la Iglesia de Santa Teresa (grupo juve- la Parroquia de San Sebas án en Badalona. Ex-
nil) en Palma de Mallorca. Exposición del San si- posición del San simo, rezo del Santo Rosario y
mo con meditación. Celebración de la Santa Misa.
Domingo día 8 de sep embre a las 18.30h. en la Lunes día 16 de sep embre a las 18.00h. Sor
Iglesia de Sant Cristòfol en Premià de Mar (Bar- Emmanuel Maillard en la Parroquia Santo
celona). Exposición del San simo, rezo del Santo Tomás Apóstol (Padres Paules) en La Coruña.
Rosario y Celebración de la Santa Misa. Exposición del San simo, Rosario, Conferen-
cia, Eucaris a.
Domingo día 8 de sep embre a las 17.00h. en
el Convento de las Carmelitas de Tarragona. Rezo
del Rosario, Exposición y Adoración meditada
ante el San simo y Santa Misa.
Miércoles días 11 y 25 de sep embre a las
20.00h. en la Capilla de las Hermanas celadoras
del Culto Eucarís co de Madrid. Rezo del Rosa-
rio, Celebración de la Santa Misa y Exposición del
San simo.
Jueves día 12 de sep embre a las 18.00h.
Sor Emmanuel Maillard en la Basílica
Nuestra Señora de la Merced en Madrid.
Exposición del San simo, Rosario, Conferen-
cia, Eucaris a.
Viernes día 13 de sep embre a las 18.00h.
Sor Emmanuel Maillard en la Parroquia
Sanc ssimun Corpus Chris en Málaga.
Exposición del San simo, Rosario, Conferen-
cia, Eucaris a.
Viernes día 13 de sep embre a las 19.00h. en la
Capilla de las Hermanas Adoratrices de Gerona.
Exposición del San simo, rezo del Santo Rosario y
celebración de la Santa Misa.
Martes día 17 de sep embre a las 18.00h. Sor
Emmanuel Maillard en la Parroquia San Juan
el Real - Plaza D. Fernando Rubio en Oviedo.
Exposición del San simo, Rosario, Conferen-
cia, Eucaris a.
Miércoles día 18 de sep embre a las 18.40h. Sor
Emmanuel Maillard en el Templo Nuestra Se-
ñora de Begoña (Jesuitas - indautxu) en Bilbao.
Exposición del San simo, Rosario, Eucaris a,
Conferencia.
Jueves día 19 de sep embre a las 17.30h.
Sor Emmanuel Maillard en el Santuario Na-
cional Santa Teresita del Niño Jesús en Lleida.
Exposición del San simo, Rosario, Conferen-
cia, Eucaris a.
Viernes día
18.00h. Sor
Parroquia el
Exposición del
Conferencia.
20 de sep embre a las
Emmanuel Maillard en la
Buen Pastor en Valencia.
San simo, Rosario, Eucaris a,
Sábado día 14 de sep embre a las Sábado día 21 de sep embre a las
10.30h. Sor Emmanuel Maillard en la 18.00h. Sor Emmanuel Maillard en la Pa-
Plaza de la Merced en Ronda (Málaga). rroquia San Juan de Ávila en Alicante.
Exposición del San simo, Rosario, Conferen- Exposición del San simo, Rosario, Eucaris a,
cia, Eucaris a. Conferencia.
Sábado día 14 de sep embre a las 18.00h. Domingo día 22 de sep embre a las
Sor Emmanuel Maillard en el Santua- 18.15h. Sor Emmanuel Maillard en la Basíli-
rio Santo Cristo de Yedra en Baeza-Jaén. ca – Parroquia Santa Engracia en Zaragoza.
Exposición del San simo, Rosario, Conferen- Exposición del San simo, Rosario, Conferen-
cia, Eucaris a, Viacrucis. cia, Eucaris a.
Sábado día 14 de sep embre a las 20.30h. en la Lunes día 30 de sep embre a las 19.15h. en la
Parroquia de Sant Vicenç de Sarrià en Barcelona. Capilla del Colegio Maria Reina de Olot. Cele-
Exposición del San simo, rezo del Santo Rosario. bración Eucarís ca, Exposición del San simo y
rezo del Santo Rosario.
Sábado día 14 de sep embre a las 21.30h. en la
Iglesia de los PP. Capuchinos en Palma de Mallor-
ca. Exposición del San simo con meditación.
Un manantial de Gracia - 11
Peregrinaciones
Recomendamos a cualquier persona que de-
see ir a Medjugorje, vaya en peregrinación y
no vaya de turismo. El ir acompañado de un
sacerdote, un guía que conozca el país y cos-
tumbres, un traductor y un grupo de personas
en peregrinación, ayuda a conocer mejor los lu-
gares relacionados con Medjugorje y sobre todo
a profundizar más en el mensaje de la Virgen.
Programa de la Peregrinación:
1. Asistencia al Programa Parroquial
2. Subida al Monte Podbrdo (montaña de las
apariciones)
3. Subida al Krizevak (montaña Vía Crucis)
4. Visita a alguno de los videntes
5. Meditación de algún Padre de la parroquia
6. Visita a la Comunidad del Cenáculo
7. Charlas, tertulias acerca de la Historia de
las apariciones y el Mensaje de la Virgen
Fecha: Del 12 al 17 de sep embre de 2013 -
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
Organiza: Nikola & Irene (Red Gospa) (0034-
636.278.422 ó 0034-928.292.424)
nikdj.ns@gmail.com
Coste: 350 € + billete de avión
Medio de Transporte: Avión desde Barcelona o Madrid
Fecha: Del 27 de sep embre al 2 de octubre
de 2013
Organiza: L. Miguel Onieva y Teresa Mira
(0034.954.228.843 / Información y reservas:
Halcón Viajes) lmonieva@telefonica.net
Coste: 799 €
Medio de Transporte: Avión desde Sevilla (vuelo charter)
Si quiere recibir este boletín en su domicilio,
escriba a: Associació Cultural Amor de Déu
C/ Sant Pau 31, 1r. Pis, 08201 Sabadell
o envíe un email a:
virgendemedjugorje@amordedeu.org
Fecha: Del 10 al 15 de octubre de 2013 - Puen-
te de la Virgen del Pilar
Organiza: Nikola & Irene (Red Gospa) (0034-
636.278.422 ó 0034-928.292.424)
nikdj.ns@gmail.com
Coste: 350 € + billete de avión
Medio de Transporte: Avión desde Barcelona o Madrid
Fecha: Del 22 al 27 de octubre de 2013
Organiza: “Asociación Hijos de Medjugorje”
M. Gloria Chopitea (0034 676 059 594 tardes)
juanpatau@ono.com
Coste: 750 €
Medio de Transporte: Avión desde Barcelona
Fecha: Del 23 al 27 de octubre de 2013
Organiza: Sandra Barisic y Goran Rasevic
(0034-626.111.201 ó 0034-936.650.653)
sabg22@gmail.com
Coste: 400 € + billete de avión
Medio de Transporte: Avión desde Barcelona o Madrid
Fecha: Del 30 de octubre al 4 de noviembre de
2013 – Fes vidad de Todos los Santos / Apari-
ción pública del día 2
Organiza: Nikola & Irene (Red Gospa) (0034-
636.278.422 ó 0034-928.292.424)
nikdj.ns@gmail.com
Coste: 350 € + billete de avión
Medio de Transporte: Avión desde Barcelona o Madrid
Fecha: Del 3 al 8 de diciembre de 2013
Organiza: San ago Fusté y Natalia Enterría
(0034-620.110.064 ó 0034-609.219.660)
nataliagospa@gmail.com
Coste: 800 €
Medio de Transporte: Avión desde Madrid
Para información de peregrinaciones:
www.virgendemedjugorje.org/peregrinaciones
Este folleto se financia con la aportación de
donativos. Puede usted realizarlo en:
Banco de Sabadell, Cta. no.:
0081 0900 86 0002598661
a nombre de: Associació Cultural Amor de Déu
w w w . v i r g e n d e m e d j u g o r j e . o r g
12 - Un manantial de Gracia
Lectio divina de Hechos de los Apóstoles
Servidores y
testigos de la Verdad
Arzobispado de Madrid
Impreso en Septiembre 2013
Selección de textos y comentarios: Andrés García Serrano (coord)
2
2
ÍNDICE
La Lectio divina............................................................. 5
...de los Hechos de los Apóstoles.............................. 9
1. La Ascensión de Jesús y
la misión de sus discípulos..................................... 13
2. Con un mismo espíritu: la misión apostólica....... 23
3. El Espíritu de la misión........................................... 33
4. La valentía en la dificultad:
«No podemos dejar de hablar».............................. 43
5. La primera comunidad cristiana............................
53
Oración .......................................................................... 63
3
Tiziano Vecellio,
(1575),
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
4
LA LECTIO DIVINA...
L
a lectio divina es, sobre todo, la obra del Espíritu
en nosotros que habla al hombre por medio de
la Palabra de Dios para mostrarle la voluntad del
Padre. De este modo, la lectio divina permite mostrar la
esencia más íntima del hombre facilitándole conocer el
plan de Dios sobre él, y, por tanto, conocerse a sí
mismo. Para ello la lectio divina parte del texto de la Pa-
labra de Dios, realizando una lectura atenta que preste
atención a cada mínimo detalle del texto. La lectio di-
vina consiste en un leer atentamente el texto bíblico,
meditando en su significado para hacerlo nuestro. Es
ese entrar en diálogo confiado con Aquel que nos di-
rige su palabra hasta quedarnos contemplando, admi-
rados, la belleza del rostro de quien nos habla. Y esta
contemplación ciertamente transforma nuestra vida.
Una imagen vale más que mil palabras. Palabra y
visión no se oponen, son cauces complementarios que
pueden ayudar a comprender la esencia de la lectio di-
vina. Tratemos de explicarla mediante la contempla-
ción de un cuadro de Tiziano en el que aparece San
Jerónimo rezando. San Jerónimo, patrono de los exe-
getas católicos puesto que el Papa español San Dámaso
le encargó la traducción de las Sagradas Escrituras al
latín, la lengua del pueblo en aquel momento, nos
puede ayudar en el arte de la lectura espiritual de la
Sagrada Escritura, con la que queremos rezar a lo largo
de este curso 2013-2014.
Observemos el cuadro. Su marco es el desierto
5
agreste. Todo evoca al retiro y al silencio, pero nada
dice. Nada distrae al espectador de la imagen de San
Jerónimo y de su mirada ardiente, clavada en los cla-
vos de Cristo, clavada en Cristo. Es el marco de toda
búsqueda de Dios, que no puede darse sin silencio, sin
interioridad, sin un cierto pararse y darse solo a Él.
¡Cuánto necesitamos este silencio en medio del vértigo
de nuestros días! La contemplación de la Palabra de
Dios será un oasis de paz en Dios, un escuchar tran-
quilamente la voz de Dios que habla en nuestra intimi-
dad.
En el ángulo superior izquierdo encontramos, casi
un detalle, la Cruz. En su humildad, la Cruz de Cristo
no llena la escena, pero sin embargo, todo converge
hacia ella. No se impone, pero sin ella la obra entera
carecería de sentido. Todo el cuadro invita a buscarla.
Este cuadro es todo un tratado de contemplación sobre
la búsqueda del rostro de Cristo. Jerónimo busca a su
Señor, el consuelo y la gloria del Resucitado. Parece
como si todo el cuerpo pendiera de esa mirada. La mi-
rada profunda de San Jerónimo es la mirada del que
ama a Cristo y se identifica con Cristo, hasta en la cruz.
La oración sólo se ilumina cuando tendemos y mira-
mos a Cristo y no a nosotros mismos.
¿Pero quién busca a Cristo? San Jerónimo, en su hu-
manidad desnuda, sin tapujos. El Santo se encuentra,
con el peso de sus años, orientado hacia el objeto de su
deseo, la visión del Señor. Es decir, San Jerónimo no
sólo mira a Cristo, sino que también se deja mirar por
Él. Deja que Cristo mire su carne desnuda, enferma,
quizás herida por su pecado, anciana. Ese diálogo de
las miradas es la oración contemplativa que une la
carne gloriosa de nuestro Señor con nuestra desnuda
carne.
El cuerpo, con su verdad desnuda, se cubre parcial-
mente con un manto rojo. Es la Iglesia. Tiziano lo ex-
presa con este manto cardenalicio, teñido de púrpura
6
en la sangre de los mártires. El que reza está en soledad,
pero nunca solitario. Esta dimensión eclesial es un rasgo
esencial de toda contemplación cristiana. En el seno de
la Iglesia, el rostro de Cristo se hace accesible a todo el
que lo busca con sincero corazón. Dejémonos acompa-
ñar por la Iglesia, por su Magisterio, por sus santos y
por nuestras comunidades parroquiales.
Si la mirada de San Jerónimo orienta el cuerpo y tira
de él hacia Cristo, las manos nos enseñan el camino.
La una está sobre la Biblia; la otra sobre la piedra. San
Jerónimo busca al Señor en las palabras del Señor. Y
nuestra madre la Iglesia nos dice que la Palabra de
Dios es la Biblia. Parece como si San Jerónimo se im-
pulsara hacia el crucifijo apoyándose en el libro santo.
Como decían los Padres de la Iglesia, ignorar las Escri-
turas es ignorar a Cristo mismo. Pero no sólo eso, del
mismo modo, conocer las Escrituras nos lleva a cono-
cer el corazón de Dios en la Palabra de Dios.
En la otra mano, San Jerónimo tiene una piedra. La
lectura orante de las Sagradas Escrituras no es super-
ficial, ni de una mirada curiosa. Se trata de una mirada
empeñativa, que está dispuesta a sufrir y luchar por
amor. El amor busca la unión, la identificación, aunque
cueste. Queremos leer y meditar la Palabra de Dios
uniéndonos al Señor hasta formar una sola cosa con Él.
La oración sería un simple pasatiempo, una evasión, si
se la priva de este deseo de cambiar la vida, de hacer
todo aquello que el Señor nos manifiesta en la oración.
Es una contemplación transformadora, aunque cueste.
Se trata, en definitiva, de descubrir la voluntad de Dios
para luchar para hacerla propia. La piedra expresa la
actitud de quien dice: «Señor, ¿qué quieres que haga?»,
¿qué he de hacer para identificarme más contigo?. La
Palabra de Dios es ese libro de discernimiento (mano
izquierda) que ilumina las dificultades propias de la
vida (mano derecha) para identificarnos progresiva-
mente al Verbo Encarnado, el hombre perfecto.
7
... DE LOS HECHOS
DE LOS APÓSTOLES
C
oincidiendo con la Misión Madrid, la Archidió-
cesis de Madrid propone la lectura meditada
del libro de los Hechos de los Apóstoles. Este
libro describe el desarrollo de la fructífera misión de
la Iglesia naciente. Dicha misión, aun desarrollándose
hace más de veinte siglos, es modelo para la Iglesia de
todos los tiempos. De hecho, las características de la
misma, la guía del Espíritu, la fortaleza en las diversas
dificultades, la comunión eclesial, la caridad, el servi-
cio, la alegría, el testimonio hasta el martirio si fuera
necesario, y la acogida a todos, tanto a los que se acer-
can a la Iglesia, como a los alejados o a los que la re-
chazan, están llamadas a desarrollarse también en
nuestra misión en Madrid. Ciertamente, la Palabra de
Dios, de un modo especial el libro de los Hechos de los
Apóstoles, puede iluminar y revitalizar nuestro ardor
misionero y el modo en que realizamos esta dimensión
propia de todo cristiano.
Proponemos, por tanto, la lectio divina de quince pa-
sajes que muestran distintos aspectos de la misión de
los orígenes del cristianismo. El libro de los Hechos co-
mienza con una afirmación programática que describe
las distintas etapas en las que puede dividirse el libro.
Las últimas palabras de Jesús, antes de su Ascensión a
los cielos, subrayan el mandato misionero de Jesús que
envía a sus discípulos a ser sus «testigos en Jerusalén,
en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tie-
rra» (Hch 1,8). Veremos cada una de estas etapas en cada
uno de los trimestres del curso 2013-2014: «Jerusalén»
9
en el primer trimestre, «Judea y Samaría» en el segundo,
y «hasta los confines de la tierra» en el tercero.
Los cinco primeros textos propuestos para la medi-
tación (primer trimestre del curso 2013-2014) se enmar-
can «en Jerusalén» y describen los fundamentos de la
misión. En una especie de «evangelio de la infancia» de
la Iglesia naciente, San Lucas, el autor de los Hechos,
describe los pilares básicos de la Iglesia y de su misión:
el mandato misionero de Jesús antes de su Ascensión;
la necesidad de que dicha misión sea apostólica, es
decir, eclesial, fundada en los doce apóstoles y sus su-
cesores; la acogida del Espíritu Santo como motor y fun-
damento de toda vida eclesial; las dificultades como
parte constitutiva de la misión cristiana; y la comunión,
dimensión esencial para dicha misión eclesial.
Los cinco siguientes textos propuestos (segundo tri-
mestre del curso) describen la misión en «Judea y Sa-
maría». La persecución a los cristianos en el Templo de
Jerusalén provoca que éstos se alejen de Jerusalén y
vayan «por todas partes anunciando la Buena Nueva
de la palabra» (Hch 8,4). Esta dispersión favorece la mi-
sión, que conlleva la caridad y servicio, especialmente
a los más necesitados. Esteban es el primer testigo de
Jesucristo que, identificándose plenamente con su
Maestro, ofrece su vida por el Señor. Este primer testi-
monio martirial ha de ser modelo de nuestra misión,
que está llamada a estar dispuesta al martirio, si fuera
necesario. En Judea, bajando desde Jerusalén hacia el
sur, se encuentra Felipe con el etíope eunuco, que le-
yendo el profeta Isaías y regresando de peregrinar a
Jerusalén, representa la misión a los que se acercan al
Señor. Por último, el encuentro de Pedro con el centu-
rión Cornelio describe la primera conversión de un pa-
gano y, por tanto, el modelo de la misión a los más
alejados.
Los cinco últimos textos propuestos (tercer trimes-
tre del curso) se centran en la misión de la Iglesia en la
10
diáspora, llegando «hasta los confines de la tierra». La
asamblea de Jerusalén decide, con la guía del Espíritu
Santo, que todos los hombres son destinatarios de la
salvación de Dios sin restricción alguna; estamos lla-
mados a acoger y llegar a todos, sin acepción alguna
de personas. San Pablo es el modelo de esta misión
universal que llega, no sólo a los alejados, sino también
a aquellos que le rechazan. El discurso de Pablo en el
Areópago de Atenas muestra cómo Pablo presenta la
integridad del mensaje cristiano, aun cuando éste sea
exigente y pueda recibir mofas. Ahora bien, Pablo es
bien consciente de su incapacidad física para llegar a
todos. Por ello, su discurso a los dirigentes de las co-
munidades cristianas va dirigido también a cada uno
de nosotros, que estamos llamados a evangelizar con-
forme al modelo paulino. Finalmente, Pablo, en su
ardor evangelizador, llega a Roma, aprovechando
cualquier oportunidad que la Providencia le ofrece
para predicar, incluso su naufragio por las aguas del
Mediterráneo.
Cada una de estas quince sesiones propuestas está
compuesta por los siguientes apartados. En primer
lugar encontramos el texto de la Escritura que quere-
mos contemplar. En segundo lugar proponemos un co-
mentario que trata de explicar dicho pasaje. En tercer
lugar proponemos una serie de textos relacionados con
la temática del pasaje en cuestión. Dichos textos están
tomados de la Tradición de la Iglesia, tanto de los Pa-
dres de la Iglesia, como de teólogos contemporáneos,
como del Magisterio de la Iglesia, y, junto con el pasaje
de los Hechos y el comentario al mismo, tratan de ilu-
minar la reflexión personal. Finalmente, sugerimos
una serie de preguntas que pueden servir para un diá-
logo en grupo en el que pongamos en común lo que el
Señor haya dicho a cada uno. De este modo, podemos
construir juntos, y guiados por la Palabra de Dios, la
Misión Madrid en nuestra propia parroquia.
11
1
1.1
La Ascensión de Jesús y
la misión de sus discípulos
El pasaje de la Escritura (Hch 1,1-11)
1
Escribí el primer libro, Teófilo, sobre todo lo que
Jesús comenzó a hacer y enseñar 2hasta el día en
que, después de haber dado instrucciones por el
Espíritu Santo a los apóstoles que él había elegido,
fue elevado al cielo. 3También después de su Pa-
sión, él se presentó vivo ante ellos con muchas
pruebas: se les apareció durante cuarenta días y les
habló de lo referente al Reino de Dios. 4Mientras
estaba a la mesa con ellos, les mandó no alejarse
de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre:
«La que oísteis de mis labios: 5que Juan bautizó
con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados
en el Espíritu Santo dentro de pocos días». 6Los
que estaban reunidos allí le hicieron esta pregunta:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino
de Israel?». 7Él les contestó: «No es cosa vuestra co-
nocer los tiempos o momentos que el Padre ha fi-
jado con su poder, 8sino que recibiréis la fuerza del
Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y
seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Sa-
maría, y hasta los confines de la tierra». 9Y después
de decir esto, mientras ellos lo observaban, fue ele-
vado al cielo, y una nube lo ocultó a sus ojos. 10Es-
taban mirando atentamente al cielo mientras él se
iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres
con vestiduras blancas 11que dijeron: «Hombres de
Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo
Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al
cielo, vendrá de igual manera a como le habéis
visto subir al cielo» (Hch 1,1-11).
13
1.2 La lectio divina del pasaje
En este primer pasaje del libro de los Hechos de los
Apóstoles, san Lucas remite a su destinatario a un pri-
mer libro en el que escribió sobre todo lo que Jesús comenzó
a hacer y enseñar. Al evocar su obra completa en dos vo-
lúmenes, Lucas parece invitarnos a no olvidar una
parte mientras leemos la otra. Lucas dedicó el evange-
lio a todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar desde el
inicio. En los Hechos presenta lo que Jesús sigue ha-
ciendo y enseñando en su Iglesia a lo largo del tiempo.
La vida y obra de Jesús necesitaban una continuación
en su Iglesia. Si el primer volumen de su obra está de-
dicado a Jesús, sus obras y enseñanzas, el segundo se
refiere a la Iglesia naciente, en la que Jesús sigue ac-
tuando y enseñando.
Esta Iglesia naciente es modelo para la Iglesia de
todos los tiempos. También en nosotros, piedras vivas
de la Iglesia, Jesús quiere seguir actuando y ense-
ñando. Existe una continuidad en la historia de la sal-
vación entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la
Iglesia, entre los hechos y enseñanzas de Jesús y los de
la Iglesia. De hecho, Jesús, en el evangelio de san Juan
dice: «Y harán cosas aún más grandes de aquellas que
he hecho yo». Y el apóstol Pablo dice que «estamos lla-
mados a realizar en nosotros lo que falta a los padeci-
mientos de Cristo». Es decir, Jesús mismo pone en
nuestras manos un gran Misterio: continuar el camino
iniciado por Él, completando en nosotros su obrar y su
enseñar. Es necesario, pues, que nuestras acciones y
enseñanzas sean concordes a las suyas y las actualicen
en el hoy del tiempo presente; y es necesario que, como
Jesús, en primer lugar obremos y luego enseñemos, es
decir, que nuestra enseñanza esté precedida y vincu-
lada siempre a nuestras acciones. En Jesús se muestra
claramente la primacía de los hechos ante las palabras;
así ha de ser también en nosotros.
Precisamente por esta encomienda personal de
14
Jesús a sus seguidores, el texto de los Hechos habla de
dar instrucciones por el Espíritu Santo a los apóstoles que
él había elegido. Como Jesús eligió a los apóstoles, nos
elige a nosotros para que continuemos su misión.
Nuestro apostolado no es el fruto de nuestra iniciativa,
sino de la gracia y la elección del mismo Jesús que nos
llama. El mismo nombre de apóstol hace referencia al
hecho de ser enviado por alguno. La autoridad del
apóstol no le viene de sí mismo, sino de aquel que le
ha elegido para enviarlo. Como Jesús basa su propia
autoridad en aquel que lo envía, el Padre, nuestra au-
toridad de apóstoles se basa en aquel que nos envía, el
Señor Jesús. De hecho, en el evangelio de san Juan,
Jesús mismo había establecido una conexión precisa
entre su propio envío de parte del Padre y el envío de
los apóstoles por parte suya: «como el Padre me ha en-
viado, así os envío yo». Y poco más adelante añade: «el
que os escucha a vosotros, me escucha a mi». Cierta-
mente Jesús nos envía y nos reviste de su autoridad
para realizar su misión hasta tal punto que podemos
hablar en el nombre de Jesús. Ahora bien, cuando Jesús
nos constituye apóstoles suyos, lo primero que hace es
darnos instrucciones por su Espíritu Santo. Sólo
cuando acogemos en nosotros las instrucciones del Es-
píritu de Jesús podemos obrar y enseñar en su nombre.
Es decir, los apóstoles tienen la necesidad de ser for-
mados por el Espíritu Santo, que capacita para el apos-
tolado. Esta instrucción del Espíritu, como la
instrucción del propio Jesús a sus primeros discípulos,
es totalmente necesaria para abrir la mente, entender
y actuar eficazmente en su nombre; es lo primero y
más importante.
Pero, ¿cuál es el contenido de la enseñanza de Jesús
que nosotros debemos continuar? El día en que Jesús
fue arrebatado a lo alto tiene una importancia especial
a causa de las instrucciones dadas a los apóstoles. San
Lucas dice que Jesús les hablaba de lo referente al Reino de
Dios. Mientras que sus propios discípulos esperaban
15
que Jesús instaurara el Reino de Israel, él habla del Reino
de Dios. Es decir, no se trata de un reino geográfico,
político, o social, circunscrito a una determinada na-
ción o pueblo, sino de un reino divino destinado a toda
la humanidad. Mientras que aquellos discípulos pen-
saban en un campo de trabajo restringido, Jesús habla
de unos destinatarios universales. ¡Cuántas veces po-
demos limitar, también nosotros el Reino de Dios a
nuestro propio «reino», a nuestro propio cortijo de
amigos! Se trata más bien del espacio del Reino de Dios
que se expande en el corazón de los creyentes. San Be-
nito decía que «el Reino de Dios se expande cuando no
se antepone nada al amor de Dios». Sólo entonces Dios
es rey poseyendo el señorío sobre todo, porque cuando
Dios verdaderamente reina en el corazón de los cre-
yentes, inmediatamente trasciende dicho reinado a la
esfera externa del creyente. Si nos preocupamos de ex-
pandir el Reino de Dios en nuestro corazón, podemos
estar seguros de que dicho Reino se difundirá también
fuera de nuestros corazón, se extenderá también a la
sociedad en la que vivimos realizando su dimensión
universal.
El primer mandamiento que reciben los primeros
cristianos para difundir este Reino y continuar la obra
y enseñanza de Jesús es: No os alejéis de Jerusalén... es-
perad... Se trata de una invitación a no alejarse del
lugar que les congrega, a permanecer juntos en su pre-
sencia. Es similar a la vocación de los Doce: «los llamó
para que estuvieran con él». Jesús nos invita a la esta-
bilidad, a no alejarnos de él, ni de la Iglesia. Una de las
consecuencias fundamentales de haberse convertido
en apóstoles es permanecer con Jesús, en el espacio en
el que él habita, en la Iglesia. Como bien afirma el
evangelista san Juan, sólo el que permanece en Jesús
puede dar fruto: «el que permanece en mí da mucho
fruto». Jesús nos manda no separarnos, no alejarnos,
no apartarnos, no dividirnos. El verbo griego utilizado
por Lucas contiene todas estas acepciones. La primera
16
manifestación de la autenticidad de nuestro aposto-
lado es permanecer con Jesús y con los que son de
Jesús. La primera característica del creyente que vive
radicalmente su vocación apostólica es permanecer es-
tables en el Señor y su Iglesia, sin alejarnos, esperando.
Jesús manda esperar la promesa del Padre y poco más
adelante dice: Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo. El
contexto aclara que con la expresión promesa del Padre
se alude al Espíritu Santo, prometido por el Padre en
el AT como don de salvación del tiempo mesiánico. El
Espíritu Santo ha sido prometido por el Padre y por el
Hijo y es entregado por ambos. Es el gran don de Dios
a los hombres porque Dios mismo puede trasferir su
Espíritu y el hombre puede acoger en su espíritu el Es-
píritu de Dios. De hecho, hacia el Espíritu Santo apun-
tan insistentemente todas las palabras de nuestro texto.
La recepción del Espíritu, que el mismo Jesús experi-
mentó al ser bautizado por Juan, ha de ser la misma
recepción del Espíritu por parte de los discípulos de
Jesús. Por un lado, del mismo modo que Jesús acogió
el Espíritu con plena docilidad y obediencia, nosotros
debemos responder a las insinuaciones del Espíritu
con esa misma docilidad y obediencia. Por otro lado,
del mismo modo que el bautismo de Jesús le habilitó
para su ministerio, nuestro bautismo en el Espíritu nos
habilita para nuestro apostolado.
Si nuestra respuesta al Espíritu es como la respuesta
de Jesús al Espíritu, entonces seremos testigos de Jesús
en todo momento y podremos cumplir el mandato de
Jesús a sus discípulos: Seréis mis testigos hasta los confi-
nes de la tierra. El testigo presencia en primera persona
aquello de lo que da testimonio. Si contemplamos la
vida de Jesús y su respuesta siempre dócil al Espíritu,
movidos por este Espíritu, podremos reaccionar del
mismo modo que Jesús y convertirnos en sus testigos.
El testigo transmite lo que ha visto y el testigo de Jesús
trasmite lo que ha contemplado de Jesús de tal manera
que desea lo que él deseó, ama lo que él amó, revela lo
17
que él reveló. El mismo Jesús se convierte en el conte-
nido del testimonio del apóstol: el amor de Jesús, la ac-
tividad y enseñanza de Jesús, la muerte y resurrección
de Jesús. Los primeros cristianos eran muy conscientes
de la misión que tenían de ser testigos de Jesús. El
Cristo anunciante se convirtió en el Cristo anunciado.
Cristo es el contenido de nuestro anuncio. La promesa
de la fuerza del Espíritu no está sin motivo delante de
la frase que invita al testimonio. Es el Espíritu de Jesús
el que capacita al cristiano para configurarse interior-
mente con Cristo y así convertirse en testigo fidedigno
de Jesús. Tenemos el Espíritu de Jesús para pensar
como él, para amar como él, para vivir como él. El Es-
píritu de Jesús nos asemeja progresivamente a Jesús
para que la totalidad de nuestra vida testimonie a
Jesús. Y ese asemejarnos a Jesús nos hace también ase-
mejarnos entre nosotros. Ya lo decía Paul Claudel: «Los
que son semejantes a Cristo son semejantes entre sí con
una diversidad magnífica». Nuestra semejanza a
Cristo nos convierte en testigos de Cristo pareciéndo-
nos entre nosotros en lo que nos parecemos a Cristo y
diferenciándonos entre nosotros en nuestro propia in-
dividualidad.
Una vez que Jesús terminó de decir sus últimas re-
comendaciones, mientras ellos lo observaban, se elevó al
cielo. Este versículo da a conocer un acontecimiento
trascendental que solemos llamar la «Ascensión del
Señor a los cielos». Se describe como un aconteci-
miento perceptible en el que se manifiesta al Señor hu-
manado y ensalzado. Ahora bien, esta visible elevación
de Jesús al cielo, por un lado posibilita el camino de
los hombres al cielo, y por otro lado habilita el camino
para el testimonio de los apóstoles. Somos ciudadanos
del cielo, nuestro destino es el cielo y allí nos dirigimos
cuando somos testigos de Cristo mediante nuestra con-
figuración con él. Sin embargo, los primeros discípulos
se quedaron inmóviles, por lo que recibieron el repro-
che de los dos ángeles: ¿Qué hacéis mirando al cielo? No
18
nos podemos quedar quietos. Debemos recorrer nues-
tro propio camino al cielo, un camino que comienza en
la elección gratuita de Dios y que se recorre en la pro-
gresiva configuración con Cristo para convertirnos en
sus testigos. Entonces, plenamente configurados con
él, habiendo vivido y muerto como él, podremos reinar
con él cuando venga de igual manera como ha sido elevado
al cielo.
1.3 Así lo leyeron
Fíjate cómo Cristo hace creíbles sus propias pala-
bras con sus obras. Respecto a la humildad ex-
horta, diciendo: «Aprended de mí que soy manso
y humilde de corazón». Enseñaba a ser pobres y lo
mostraba mediante las obras. «El Hijo del hombre
no tiene dónde reclinar la cabeza», afirma. De
nuevo ordena amar a los enemigos y lo enseña en
la cruz cuando rogó por los que lo crucificaba.
Decía: «Al que quiera entrar en pleito contigo para
quitarte la túnica, déjale también el manto». Y no
sólo Él ofreció los vestidos, sino también entregó
su sangre. Y lo mismo ordenó hacer a sus discípu-
los. Por ello también Pablo decía «Según el modelo
que tenéis en nosotros». En verdad, nada hay más
estéril que un maestro que sólo cultiva las pala-
bras. Ciertamente, eso no es lo propio de un maes-
tro, sino de un hipócrita. Por esto los apóstoles
enseñaban primero con la vida, y luego con las pa-
labras; más aún, ni siquiera tenían necesidad de
palabras, porque actuaban las obras (SAN JUAN CRI-
SóSTOMO, Homilías a los Hechos de los Apóstoles, 1,2).
¿Por qué no vino [el Espíritu Santo] cuando
Cristo estaba presente ni inmediatamente des-
pués de su partida, sino que Cristo subió a los
cuarenta días y el Espíritu Santo no descendió
hasta que se cumplió el día de Pentecostés? Por-
19
que convenía que lo desearan y así recibieran el
don. Por eso, cuando uno se apartó, vino el otro.
Si hubiera venido estando aún presente Jesús, no
lo habrían esperado con tanta expectación. Por
igual motivo tampoco se hace presenté ense-
guida de su partida, sino después de ocho o
nueve días. Así también, nosotros nos estimula-
mos ante Dios sobre todo cuando nos encontra-
mos necesitados (SAN JUAN CRISóSTOMO, Homilías
a los Hechos de los Apóstoles, 1,5).
No era una gracia parcial, sino de plenos pode-
res. Igual que el que se sumerge en el agua y se
bautiza, queda rodeado de agua por todas par-
tes, así también fueron bautizados por el Espíritu
completamente. Con la diferencia de que el agua
se difunde por fuera, mientras que el Espíritu
bautiza hasta el fondo del alma sin dejar ni un
solo rincón. ¿Y de qué te admiras? Acepta el
ejemplo de una cosa material, pequeño e insigni-
ficante, pero útil para los más sencillos. Si al pe-
netrar interiormente a través del espesor del
hierro, el fuego transforma todo en fuego, y lo
que estaba frío se pone incandescente, y lo negro
se torna brillante; si el fuego me es algo corpóreo
obra así penetrando en la materia del hierro sin
ninguna traba, ¿por qué te extrañas de que el Es-
píritu Santo se meta en lo más íntimo del alma?
(SAN CIRILO DE JESURALÉN, Catequesis, 17, 14).
El Señor nos ha ocultado el tiempo para que es-
temos vigilantes y que cada uno de nosotros
pueda pensar que ese acontecimiento se produ-
cirá según su vida. Si hubiera sido revelado el
momento de su venida, sería inútil ese aconteci-
miento, y las naciones y los tiempos en que se
produjera no lo desearían. Él ha dicho que ven-
20
drá, pero no ha precisado el momento, y de esta
manera todas las generaciones y todos los tiem-
pos tienen sed de Él (SAN EFRÉN DE NISIBI, Comen-
tario al Diatessaron, 1, 15).
1.4 Preguntas para el diálogo en grupo
¿Eres consciente de que la misión de Jesús
necesita ser continuada por tus obras y en-
señanzas? La sociedad actual escucha más
fácilmente a los testigos, que viven lo que
dicen, que a los maestros, que simplemente
enseñan: ¿Cómo puedes tratar de que tus
enseñanzas estén siempre avaladas por
tus obras? El testigo de Cristo está llamado
a reflejar a Cristo en su vida: ¿Crees que
cada día te asemejas más a Cristo?
Los primeros discípulos fueron instruidos
por Jesús mismo y por el Espíritu Santo:
¿Cómo te puedes dejar instruir por la Igle-
sia, cuerpo de Cristo, y por el Espíritu
Santo? ¿Qué podrías hacer para que el Es-
píritu actuara en ti con toda su fuerza?
Siguiendo la afirmación de San Benito,
¿qué cosas o personas pueden impedir
que Dios reine en tu vida? ¿Podrías poner
algún ejemplo que muestre que el reinado
de Dios en tu corazón se ha expandido a
la sociedad?
Jesús fue elevado al cielo: ¿qué te impide
vivir recordando que es el cielo el destino
al que estás llamado? ¿Te quedas parado,
o caminas con decisión, ayudado por la
gracia, a las altas cumbres de la santidad?
21
2
2.1
Con un mismo espíritu:
la misión apostólica
El pasaje de la Escritura (Hch 1,12-26)
12
Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte
llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén,
el espacio de un camino sabático. 13Y cuando lle-
garon subieron a la estancia superior, donde vi-
vían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y
Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo,
Simón el Zelotes y Judas de Santiago. 14Todos ellos
perseveraban en la oración, con un mismo espíritu
en compañía de algunas mujeres, de María, la
madre de Jesús, y de sus hermanos. 15Uno de aque-
llos días Pedro se puso en pie en medio de los her-
manos –el número de los reunidos era de unos
ciento veinte- y les dijo: 16«Hermanos, era preciso
que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu
Santo, por boca de David, había hablado ya acerca
de Judas, el que fue guía de los que prendieron a
Jesús. 17Porque él era uno de los nuestros y obtuvo
un puesto en este ministerio. 18Éste, pues, compró
un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo
de cabeza, se reventó por medio y se derramaron
todas sus entrañas. -19Y esto fue conocido por
todos los habitantes de Jerusalén de forma que el
campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es
decir, “Campo de Sangre”-. 20Pues en el libro de
los Salmos está escrito: Quede su majada desierta, y
no haya quien habite en ella. Y también: Que otro re-
ciba su cargo. 21Conviene, pues, que de entre los
hombres que anduvieron con nosotros todo el
tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros,
22a partir del bautismo de Juan hasta el día en que
23
nos fue llevado, uno de ellos sea constituído tes-
tigo con nosotros de su resurrección». 23Presenta-
ron a dos: a José, llamado Barsabás, por
sobrenombre Justo, y a Matías. 24Entonces oraron
así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de
todos, muéstranos a cuál de estos has elegido,
25para ocupar en el ministerio del apostolado el
puesto del que Judas desertó para irse adonde le
correspondía.» 26Echaron a suertes y la suerte cayó
sobre Matías, que fue agregado al número de los
doce apóstoles (Hch 1,12-26).
2.2 La lectio divina del pasaje
Después de la narración de la Ascensión de Jesús al
cielo, San Lucas describe a la comunidad apostólica
junto con María (Hch 1, 12-14), y la restauración del
grupo de los Doce con la elección de Matías (Hch 1, 16-
26). En la primera parte se nos presenta la unidad de
ánimo entre los Doce, que se sitúa en el lugar de la Eu-
caristía y de la recepción Espíritu Santo, como condi-
ción necesaria para la misión, y en la segunda se
especifica que esta unidad de espíritu se realiza en la
comunión con la voluntad de Jesús, manifestada en el
número doce, tal y como Él lo quiso.
Lucas comienza narrando cómo los Apóstoles regre-
san a Jerusalén, «a la estancia superior», lugar que tra-
dicionalmente se identifica con el sitio donde Jesús
celebró la Última Cena con los Doce. Aquella estancia
se convierte, pues, en el lugar de sus asambleas y ora-
ciones, y será donde, un poco más adelante, tendrá
lugar la venida del Espíritu Santo. Este detalle inicial
ya nos habla del punto de partida de la misión que van
a comenzar los Apóstoles. La Eucaristía se va a conver-
tir en el modelo de todo apostolado. En efecto, anun-
ciar la resurrección de Jesús no consistirá en repetir
una verdad religiosa, sino en en la entrega de la vida.
Así lo han vivido muchos santos cuando enseñan que
24
los cristianos comulgamos en el cuerpo entregado y en
la sangre derramada. Sólo evangeliza quien tiene toda
la vida comprometida con Jesús, quien no tiene miedo
a ser entregado y derramado, por la salvación del
mundo y la alegría de los hombres.
La Eucaristía, sacramento de la comunión con Jesús,
genera también una estrecha comunión entre los Após-
toles. Así lo expresa Lucas con las palabras «con un
mismo espíritu» con las que describe la fraternidad
que ha nacido entre ellos en el seguimiento de Jesús.
En los Hechos de los Apóstoles se habla muchas veces
de esta unidad, pero los versículos más significativas
respecto a la comunión apostólica son Hch 4, 24, donde
«todos a una elevaron su voz a Dios» pidiendo la gracia
de no tener miedo a la persecución, y Hch 2, 46 donde,
no sólo se vincula la unidad a la oración como en Hch
1, 14 y Hch 4, 24, sino también a la Eucaristía, como en
Hch 1, 14: «Acudían al Templo con perseverancia y con
un mismo espíritu, partían el pan por las casas y toma-
ban el alimento con alegría» (Hch 2, 46).
De esta manera, se pone de manifiesto que vivir con
un mismo espíritu, tienen que ver con la comunión eu-
carística Por eso, Lucas sujeta vincula la comunión a la
oración en común y a la Eucaristía, ya que la unidad de
espíritu nunca resulta de una disposición puramente
humana, sino que es una vida que proviene de la unión
estrecha con Jesús. Así lo manifiesta san Pablo en la
Carta a los Romano donde el Apóstol pide para los cris-
tianos que unánimes glorifiquen a Dios. Esta unanimi-
dad nace de tener «los unos para con los otros los
mismos sentimientos, según Cristo Jesús» (Rm 15, 5),
por tanto, no según el propio espíritu. Esto nos lleva a
una consideración más profunda de la comunión: los
hermanos no los elegimos nosotros, sino el Señor. Por
tanto, aunque resulte atrevido decirlo, no estamos lla-
mados a quedarnos en una amistad ficticia con los
demás, sino a ser siervos de los que Jesús ha puesto en
nuestro camino. De la misma manera que el Señor se ha
25
hecho siervo, la unidad con nuestros hermanos es en Je-
sucristo, quien da forma a nuestras relaciones y a la fra-
ternidad. De esta manera, el trato con los hermanos
nunca nos enviará lejos de Dios, sino que en el servicio
a la alegría de los demás, hacemos nuestro camino en el
amor a Dios. La comunión con los hermanos es la co-
munión con Jesús, que es quien nos ha dado hermanos.
La segunda parte de nuestra perícopa consiste en
un discurso de Pedro en el que da toda la autoridad a
la voluntad de Jesús, ya que Pedro anuncia que, salva-
guardando la voluntad de Jesús, hay que rehacer el nú-
mero de los que el Señor eligió. Para ello, se echa a
suertes la elección entre dos candidatos. Después de
pedir al Señor que muestre a cuál de los dos escoge,
sale elegido «Matías, que fue agregado al número de
los doce apóstoles».
No puede negarse que el número Doce, por el cual
se designa al grupo constituido por los discípulos de
Jesús, tiene profundas raíces en la historia de Israel y
se refiere al pueblo de las doce tribus. De modo que la
intención de Jesús parece ser el restablecimiento de la
unidad definitiva del Israel restaurado. Desde los pro-
fetas mayores y menores hasta la narrativa tardía y la
literatura sapiencial se atestigua la viva y continua es-
peranza de la reunión del pueblo de Dios disperso, la
reagrupación de las doce tribus en la tierra prometida.
Para muchos estudiosos, la institución de los Doce ha
de ser entendida en este contexto de escatología de res-
tauración. El grupo de los Doce es recompuesto para
que puedan dirigirse al pueblo de Israel reunido en Je-
rusalén en el primer gran día de la fiesta después de
Pascua, es decir, Pentecostés, como pone de manifiesto
el capítulo 2 del libro de los Hechos. En esa circunstancia,
Pedro y los otros once dan testimonio a las doce tribus
del pueblo de Dios.
Sin duda, el texto resalta que Jesús quiso elegir a
doce, y que la Iglesia custodia su voluntad y vive de lo
que Él le da. Matías, del que ya no vuelve a saberse
26
nada, participó, sin duda en la decisión tomada por los
Doce en Hch 6, 2, y en la imposición de manos de Hch
6, 6, es decir, toma parte en la misma autoridad jerár-
quica que tienen los que fueron elegidos directamente
por Jesús. De esta manera se resalta que la voluntad de
la Iglesia está en perfecta consonancia con la de Jesús.
La misión, por tanto, tiene un fuerte carácter eclesial y
la recibimos en el seno de la Iglesia. Ninguno de nos-
otros podemos ser «misioneros sin barco», como diría
Madeleine Delbrêl, ya que la corriente del mundo nos
ahogaría. Fuera de la comunión eclesial nuestro canto
es disonante para nosotros y para la Iglesia. Esto nos
obliga a acomodarnos al paso de los otros, a vivir de
lo que recibimos de la Iglesia. Por tanto, recibir la mi-
sión dentro de la Iglesia nos hace libres de intereses
personales y de buscarnos a nosotros mismos en los
pequeños éxitos. Es la Iglesia, la que, como madre, nos
sustenta en los duros trabajos del evangelio y la que
hace que no nos cansemos.
Cabe destacar un detalle de importancia para nos-
otros. Como hemos visto, los Apóstoles sustituyen a
Judas por Matías, sin embargo, cuando Santiago, hijo
de Zebedeo, es ajusticiado por Herodes Agripa en Hch
12, 2, no es reemplazado para recomponer el número
de 12. ¿Por qué motivo se sustituye a Judas y no a San-
tiago? Porque Judas no murió siendo fiel, en cambio,
Santiago alcanzó el martirio en la fidelidad a la misión
recibida. De esa manera Santiago cierra el testimonio
de Jesús con su propia sangre, mientras que Judas de-
sertó. Tenemos mucha necesidad de pedir la gracia de
la fidelidad hasta el último día de nuestra vida. La fi-
delidad a Jesús y a la Iglesia, que son los cimientos de
nuestra alegría. Debemos ir allí donde la gracia dis-
ponga para nosotros, y no construir nosotros nuestra
propia vida porque se acaba viniendo abajo. Somos
servidores del Dios fiel y fuerte que tiene poder para
asegurar nuestro encargo hasta el final. Somos, pues,
humildes testigos de un amor más grande que nuestra
fidelidad.
27
2.3 Así lo leyeron
Fíjate cómo Pedro lo hace todo con el parecer
común; no obrando con instigación ni autoritati-
vamente. Y no dijo sin más: «En lugar de Judas
elegimos a este otro», sino que, consolando a los
demás por lo que había sucedido, fíjate cómo dis-
pone el discurso. En efecto, el suceso los había
colocado en una dificultad no pequeña. Y no te
extrañes. Pues si todavía ahora muchos dan vuel-
tas en torno a ello, ¿qué habría que pensar de lo
que les dirían a ellos? Hermanos, dice el texto. Si
el Señor los llamó hermanos, con mayor razón
Pedro los puede llamar hermanos; por eso llama
así a todos los presentes. Ten en cuenta la digni-
dad de la Iglesia y su estado angélico. Allí nadie
estaba separado, ni hombres ni mujeres. Yo
quiero que también ahora sean así las iglesias.
Nadie se inquietaba por lo mundano, nadie se
molestaba por los cuidados de la casa. ¡Este bien
traen consigo las pruebas! ¡Este honor traen las
tribulaciones! (SAN JUAN CRISóSTOMO, Homilías a
los Hechos de los Apóstoles/1, 109-110).
Así pues, porque convenía actuar de esa manera,
presenta al profeta como testigo; y porque era
necesario respecto a los candidatos, Pedro ex-
plica, diciendo: De los varones que nos han acompa-
ñado todo el tiempo. Ciertamente, si hubiera dicho:
«Es necesario que se presenten los que sean dig-
nos», habría insultado a los demás; en cambio,
ahora actúa con prudencia, y no dice sencilla-
mente: Que nos han acompañado, sino que añadió:
Todo el tiempo que el Señor Jesús vivió con nosotros,
empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en
que fue elevado de entre nosotros, uno de ellos sea
constituído con nosotros, testigo de su resurrección.
¿Para qué dice eso? Para que el número de los
28
apóstoles no quedara mutilado. Pero, ¿acaso
Pedro no podía elegir por sí mismo? ¡Sin duda!
Mas para que no pensaran que se agraciara a sí
mismo, no lo hace. Por otra parte, aún permane-
cía privado del Espíritu. Y presentaron a dos –dice
el texto-: a José, llamado el Barsabás, por sobrenombre
Justo, y Matías. No los presentó Pedro, sino todos.
Pedro fue quien dio el consejo, mostrando que no
era algo suyo, sino conforme a la antigua profe-
cía, de manera que él fue intérprete, no maestro
(SAN JUAN CRISóSTOMO, Homilías a los Hechos de los
Apóstoles/1, 112-113).
¿Cómo expresaríamos entonces lo que ocurre en
Pentecostés? Ante todo se nos ofrece esta expre-
sión: se funda la Iglesia. Pero esto no captaría
bien lo que cuentan los Hechos de los Apóstoles,
sino que ahí ha ocurrido algo previamente. Jesús
eligió a los Doce, y les confió lo suyo; llamó a
Pedro fundamento de piedra en que Él iba a edi-
ficar su Iglesia; dispuso para el porvenir la Euca-
ristía como centro y misterio cordial; para no
hablar de que todo el tiempo vivió con ellos, les
habló y entretejió con ellos su sagrada figura, en
espíritu y sentido. Pero todo eso no fue todavía
realización histórica, sino sólo preparación, base
y germen. Luego, en Pentecostés, nacerá la Igle-
sia. Esta no es una institución inventada y cons-
truida, sino un ser vivo; nacido de un
acontecimiento que es a la vez humano y divino,
el de Pentecostés. Vive a través del tiempo; lle-
gando a ser, como llega a ser todo lo humano;
transformándose, como se transforma todo lo
histórico, en tiempo y destino; y sin embargo,
sigue siendo siempre la misma esencia, y su con-
tenido es Cristo. A partir de aquí, amigos míos,
se decide el modo cómo hemos de entenderla.
Mientras veamos a la Iglesia sólo como una or-
29
ganización que sirve a fines determinados; como
una autoridad que se opone a la libertad indivi-
dual; como un acuerdo entre aquellos que tienen
el mismo modo de ver y sentir en las cosas reli-
giosas, no tenemos todavía la relación justa con
ella. Sino que ella vive, y nuestra relación con ella
debe ser también vida (ROMANO GUARDINI, Verdad
y Orden, II, 122-123).
Danos prudencia y sabiduría en nuestro pobre
quehacer para que no caigamos en la tentación
de crear más desunión en la Iglesia por culpa de
un celo desordenado por la misma misión.
Danos claridad de visión y valor de modo que
nos preocupemos más por la unidad de la Iglesia
según tu voluntad para el futuro que por las di-
ferencias procedentes del pasado (...). Cuando
nuestro corazón nos acuse de estar demasiado
poco poseídos por el omnipotente espíritu de tu
unidad, no permitas que nos desanimemos. Que
entonces seamos todavía capaces de confiar en
que esta debilidad nuestra llena de pecado está
como envuelta en tu perdón y en aquella unidad
de los cristianos que Tú ya nos has concedido (K.
RAHNER, Oraciones de vida, 205-206).
30
2.4 Preguntas para el diálogo en grupo
La unidad de espíritu de la que nos habla
el libro de los Hechos es una escuela para
nosotros. ¿Considero importante la comu-
nión? ¿Entiendo que la unidad con los
hermanos tiene mucho que ver con la re-
lación con el Señor?
La unidad de la que habla San Lucas no es
fruto de la simpatía personal o de un es-
fuerzo, sino que el mismo evangelista la
vincula a la Eucaristía y la oración. ¿Pido
la gracia de vivir en comunión con los que
el Señor me ha puesto?
La elección de Matías viene precedida de la
oración. En nuestras decisiones diarias,
¿consultamos al Señor lo que hemos de
hacer en orden a su voluntad, o, quizá sin
darnos cuenta, vivimos improvisando?
31
3
El Espíritu de la misión
3.1 El pasaje de la Escritura (Hch 2,1-12)
1
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos
reunidos con un mismo objetivo. 2Y de repente so-
brevino del cielo un ruido, como de un viento que
irrumpe impetuosamente, que llenó toda la casa
en la que se hallaban. 3Entonces se les aparecieron
distintas lenguas como de fuego, que se repartie-
ron y se posaron sobre cada uno de ellos. 4Queda-
ron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron
a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
hacía expresarse. 5Habitaban en Jerusalén judíos,
hombres piadosos venidos de todas las naciones
que hay bajo el cielo. 6Al producirse aquel ruido se
reunió la multitud y quedó perpleja, porque cada
uno les oía hablar en su propia lengua. 7Estaban
asombrados y se admiraban diciendo: «¿Es que no
son galileos todos éstos que están hablando?
8¿Cómo es, pues, que nosotros les oímos cada uno
en nuestra propia lengua materna? 9Partos, medos,
elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y
Capadocia, del Ponto y Asia, 10de Frigia y Panfilia,
de Egipto y la parte de Libia próxima a Cirene, fo-
rasteros romanos, 11así como judíos y prosélitos,
cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras
propias lenguas las maravillas de Dios». 12Estaban
todos asombrados y perplejos, diciéndose unos a
otros: «¿Qué puede ser esto?» (Hch 2,1-12).
33
3.2 La lectio divina del pasaje
El «evangelio de la infancia» de la Iglesia naciente, na-
rrado en los primeros capítulos del libro de los Hechos
de los Apóstoles, encuentra su cumbre en el relato de
Pentecostés, con el descenso del Espíritu Santo sobre
la primitiva Iglesia. Lo que el Bautismo de Jesús, con
la recepción del Espíritu Santo al terminar su evangelio
de la infancia, es para Jesús, lo fue Pentecostés para la
primitiva Iglesia. Del mismo modo que Jesús comienza
su vida pública después de su Bautismo, los cristianos
iniciamos nuestro ministerio público con la recepción
del Espíritu Santo. El mismo Espíritu que alentó la
vida de Jesús sigue alentando la nuestra para que tam-
bién nosotros hagamos la voluntad de Dios, como
Jesús hizo la voluntad del Padre. De hecho, la presen-
cia del Espíritu dinamiza de tal modo la Iglesia que
aquellos que estaban escondidos con las puertas cerra-
das por miedo a los judíos, salen inmediatamente y se
convierten en misioneros valientes que predican in-
cluso en el templo de Jerusalén. En pocos años, los pri-
meros cristianos, llenos del Espíritu, evangelizan y
vitalizan los pueblos de la tierra conocida en aquel en-
tonces. El impulso de la Iglesia empieza con la recep-
ción del Espíritu Santo, él es el motor de la Iglesia de
todos los tiempos, también de la nuestra.
Vayamos al texto para descubrir cómo se produjo y
qué conllevó ese acontecimiento determinante para la
historia de la Iglesia y para nuestra propia vida. En pri-
mer lugar, llama la atención la disposición de los dis-
cípulos antes de recibir el don del Espíritu: estaban
todos reunidos con un mismo objetivo. Estaban todos jun-
tos, pero no sólo físicamente, sino también espiritual-
mente. Podríamos decir que esa comunión en un
mismo objetivo implica que estaban con-cordes, es
decir, con un solo corazón, con una sola intención.
¡Cuánto une caminar juntos hacia una misma meta! Pa-
rece que el Espíritu gusta de esta disposición basada
en la comunión afectiva y efectiva. De hecho, la expre-
34
sión que ha sido traducida por un mismo objetivo es más
amplia en el original griego. También podría ser tra-
ducida por estar reunidos «en ello», en la Iglesia, en la
comunidad, en la oración, o incluso estar reunidos «en
él», en el Señor, en la Eucaristía. Nada une tanto como
la Eucaristía, fuente de la verdadera comunión; nada
une tanto como el Señor, la oración y la verdadera
amistad en la Iglesia. Esta comunión expectante de-
manda el don de Dios como una concha vacía y abierta
que quiere acoger el agua. Se trata de la epíclesis, es
decir, de la invocación orante, presente en toda comu-
nidad unida que celebra cualquier sacramento.
Precisamente cuando los discípulos se encontraban
juntos de repente vino del cielo un don. Sólo cuando los
apóstoles están estables en la concordia de los corazo-
nes y perseveran en una oración expectante, el Espíritu
puede invadirles plenamente. Cuando toda la activi-
dad de los discípulos consistía en el estar unidos, son
premiados con el don de Dios. Ahora bien, los regalos
divinos son siempre imprevistos. Por eso el texto dice
que de repente sobrevino del cielo un viento. Dios siem-
pre sorprende, es algo que sobreviene inesperada-
mente. La libertad de Dios es como la del viento y así
ha de ser la libertad del cristiano movido por el Espí-
ritu: «El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero
no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el
que nace del Espíritu». Este Espíritu Santo, libre por
antonomasia, habita en la Iglesia y es el que la hace
siempre libre. Si somos esclavos de algo, eso que nos
esclaviza no es de Dios. La verdad de Dios siempre nos
libera.
Esta acción imprevista de Dios sólo es posible des-
cribirla por medio de la analogía y la comparación. Por
eso San Lucas utiliza el comparativo «como». El don
sorprendente de Dios es como una ráfaga impetuosa de
viento y como unas lenguas de fuego. El autor no encuen-
tra palabras apropiadas y por ello emplea estas dos
imágenes: el viento y las lenguas de fuego. La objeti-
35
vidad del acontecimiento está garantizada por el hecho
de que los discípulos percibieron, es decir, oyeron y
vieron; pero el acontecimiento es de una trascendencia
tal que sólo mediante imágenes puede ser atisbado. En
la revelación del Antiguo Testamento tanto el viento
como el fuego son símbolos de la divinidad. El viento,
desde la suave brisa, hasta el viento impetuoso, habla
de la presencia de Dios, que es capaz de movernos y
dirigirnos. El fuego, símbolo de la gloria divina, tiene
la capacidad de iluminar y purificar, siendo una ener-
gía capaz de transformar. El fuego también realiza el
sacrificio, la oblación.
Ambas imágenes describen la acción divina, que
actúa sobre cada uno, individualmente: las distintas len-
guas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. El Espí-
ritu, actúa personalmente en cada bautizado. Es
importante caer en la cuenta de que se trata de lenguas
distintas, luego cada lengua de fuego entra de modo
personal en cada uno de los presentes, de modo que
cada uno puede sentirse plenamente él mismo y al
mismo tiempo invadido del Espíritu Santo. Gracias,
Señor, porque nunca anulas nuestra individualidad,
sino que la respetas y llevas a plenitud. Gracias porque
nunca nos tratas como si fuéramos uno más de la
masa, sino que tu trato es siempre personal.
Es más, si le dejamos, el Espíritu se posa, se esta-
blece, toma posesión definitiva de cada uno de nos-
otros. Este permanecer en el cristiano indica la
presencia continuada e irrevocable de Dios. Cierta-
mente podemos permitir que el Espíritu actúe más o
menos en nosotros, hay una graduación en nuestra do-
cilidad al Espíritu, pero nunca nos podrán robar el don
del Espíritu recibido en el bautismo. Somos templo del
Espíritu y lo somos para siempre porque los dones de
Dios son irrevocables.
El texto no dice sólo que el Espíritu actúa indivi-
dualmente en cada bautizado, sino también afirma
36
que el Espíritu llenó toda la casa en la que se encontraban.
El Espíritu quiere llenar por completo el lugar en el
que habita. Es el único que tiene la capacidad de col-
mar nuestro ser. Si dejamos que el Espíritu habite ple-
namente en nosotros, no habrá vacío en nuestro
interior porque él lo llenará todo, estaremos siempre
llenos de su presencia. Además, el Espíritu quiere que
nada de nosotros quede sin su presencia transforma-
dora. El Espíritu quiere permearlo todo, penetrar hasta
lo más profundo de nuestro ser para así poder bende-
cirlo todo. Es decir, el Espíritu se proyecta hacia la ple-
nitud y totalidad. En este sentido el Espíritu revela la
catolicidad del misterio cristiano porque está desti-
nado a afectar todas las dimensiones del ser y a dar la
plenitud a todo.
¿Cuál era aquella casa donde se encontraban, que
se llenó del Espíritu Santo? La Tradición ha situado la
escena siempre en el Cenáculo. Aquella casa en la que
se encontraba la Iglesia naciente, donde tuvo lugar la
Institución de la Eucaristía y del sacerdocio, el lavato-
rio de los pies, la encomienda del perdón de los peca-
dos y la venida del Espíritu Santo, era imagen de toda
la Iglesia. Toda la Iglesia está llena del Espíritu, que la
colma con su inagotable plenitud. Análogamente,
aquella casa puede ser interpretada como una imagen
del mundo entero. También la creación está llena del
Espíritu que tantas veces nos habla a través de la crea-
ción. El mundo entero es templo del Espíritu, que in-
vade toda la creación. ¿Acaso no es una criatura el pan
Eucarístico, que nos muestra la presencia divina en la
creación y el destino del mundo creado?
Esta presencia del Espíritu Santo, que llena por
completo a la creación, a la Iglesia y a los bautizados,
hizo que los discípulos se pusieran a hablar en distintas
lenguas, según el Espíritu les hacía expresarse. Sí, el Espí-
ritu pone las palabras necesarias en nuestros labios. El
bautizado, guiado por el Espíritu, es capaz de hacer
llegar la Palabra de Dios eficazmente. ¡Cuántas veces
37
queremos acertar con nuestras palabras! Sólo el Espí-
ritu Santo nos enseña a expresarnos de tal modo que
nuestra palabra se convierta en Palabra de Dios.
Ahora bien, el texto dice que cada discípulo hablaba
en una lengua distinta y que todos los presentes, partos,
medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea,
Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto,
Libia, romanos, cretenses y árabes, cada uno les oía
proclamar en su lengua las maravillas de Dios. No es
que los discípulos hablen una única lengua que todos
entienden, sino que el mensaje divino es expresado en
todas las lenguas. La acción del Espíritu Santo no hace
a la audiencia entender el lenguaje de los discípulos,
sino que éstos hablan los idiomas nativos de todos los
miembros de la audiencia. Pentecostés no es una
vuelta al periodo anterior a Babel con un única lengua
hablada y entendida por todos, sino que los primeros
cristianos hablan distintas lenguas para alcanzar a
todos los pueblos. La Palabra de Dios llega a cada uno
en su propia lengua, en su propio estilo. Los discípu-
los, guiados por el Espíritu, pronuncian el mensaje di-
vino de modo que cada uno lo pueda entender. El
Espíritu Santo les lleva a abrazar todas las culturas ex-
presadas por las diferentes lenguas para que, una vez
abrazadas dichas culturas, puedan ser evangelizadas.
Además, la audiencia está constituida por judíos
que se encuentran en Jerusalén, pero la descripción lu-
cana es hombres piadosos venidos de todas las naciones que
hay bajo el cielo. Lucas indica la amplia variedad de pro-
cedencias de los oyentes, incluso enumerando los lu-
gares de los cuales vienen esas personas. Esa lista de
naciones es una actualización de la tradición de la
«tabla de naciones» conocida en aquel tiempo. Lucas,
enumerando estas naciones, parece deseoso de mostrar
una representación universal de judíos provenientes
de todo el mundo, evocando una universalidad que in-
cluye a los gentiles. El acontecimiento de Cristo es para
todos, mostrando, una vez más, su catolicidad. No hay
38
persona humana por la que Cristo no haya muerto. De
hecho, el mismo Jesús había dicho: «cuando sea alzado
de la tierra, atraeré a todos hacia mi». Todos los pue-
blos bajo el cielo esperan ansiosos, a veces sin saberlo,
la buena noticia de Cristo. De este modo, el texto de
los Hechos muestra el campo de trabajo en el que los
discípulos de Cristo debemos afanarnos. El cristia-
nismo, por su propia naturaleza, tiende a la universa-
lidad y elimina toda forma de separación, división o
contraposición. El Señor nos llama para llegar a todos.
Finalmente, ¿qué es lo que dicen los apóstoles?
¿Cuál es el contenido de su predicación? Este auditorio
universal oye a los discípulos, llenos del Espíritu
Santo, proclamar las maravillas de Dios. El discípulo
dócil al Espíritu no habla de sí, sino de Dios. A veces
lo hace implícitamente, otras veces explícitamente,
mostrando las obras grandes que Dios hace en su vida.
¡Cuánto hablamos de nosotros y qué poco hablamos
de Dios o de las obras que él hace en nosotros! Señor,
concédenos la gracia de proclamar una y otra vez tus
maravillas a todos aquellos que nos escuchan y que, a
buen seguro, quedaran asombrados y perplejos de tus
maravillas.
3.3 Así lo leyeron
Un asunto de gran importancia nos obliga a no ca-
llar por más tiempo qué es eso que el Espíritu
Santo se manifestó en el río Jordán como paloma,
y a éstos se da como lenguas de fuego. Dos son los
sentidos de esta figura: la simplicidad, que es con-
dición natural de la paloma, y que tenga al mismo
tiempo fe encendida para no arrastrar la tibieza sin
el fuego de la Escritura Santa. Allí en las aguas del
río se representa la unión de corazones; aquí
manda que prediquen la doctrina con encendi-
miento. En el alma urge el amor, en la palabra arde
el fuego (ARATOR, Historia apostólica, 1).
39
En efecto, el Espíritu Santo se apareció en el
fuego y en las lenguas, porque hizo ardientes y
locuaces a todos los que inundó; ardientes de Él
y locuaces sobre Él. Al mismo tiempo, para indi-
car que la santa Iglesia, extendida por todos los
confines del mundo, debía hablar en el mismo
idioma de todas las naciones (BEDA, Comentario a
los Hechos de los Apóstoles, 2, 3a).
Por eso, cuando envía al Espíritu Santo, le hace
visible en dos formas: por la paloma y por el
fuego. Por la paloma, cuando desciende sobre el
Señor después de su bautismo; por el fuego,
cuando desciende sobre los apóstoles reunidos...
La paloma indica que los santificados por el Es-
píritu tienen que ser sencillos, y el fuego enseña
que la sencillez no debe ser fría. No os impre-
sione la división de lenguas; las lenguas son dis-
tintas; por eso apareció en forma de lenguas;
lenguas distintas como de fuego se posaron
sobre cada uno de ellos. Son lenguas distintas
entre sí, pero esta división no es cisma. No temas
la desunión en la división de lenguas. Reconoce
en la paloma la unidad (SAN AGUSTíN, Tratado
sobre el Ev. de Juan, 6, 3).
¡Qué rápida es la palabra de la Sabiduría y,
cuando el maestro es Dios, qué pronto se
aprende lo que se enseña! No se necesita traduc-
ción para comprender, ni ejercicios para adquirir
el uso, ni tiempo para estudiar, sino que, so-
plando el Espíritu de verdad donde quería, las
palabras que eran particulares a cada pueblo vi-
nieron a ser comunes en la boca de la Iglesia.
Desde ese día sonó la trompeta de la predicación
evangélica; desde ese día la lluvia de los carismas,
los ríos de bendiciones, regaron todo el desierto y
toda la tierra árida; pues, para renovar la faz de
40
la tierra «el Espíritu de Dios se cernía sobre la su-
perficie de las aguas», y, para disipar las antiguas
tinieblas, brillaban los fulgores de una nueva luz,
cuando por el esplendor de las lenguas centelle-
antes nacía la luminosa palabra del Señor, y la
palabra inflamada que, para crear la inteligencia
y consumir el pecado, tiene el poder de iluminar
y la fuerza de quemar (SAN LAóN MAGNO, Sermo-
nes, 75, 2).
Los que se ríen, aunque sea de manera miste-
riosa, sin embargo son testigos de cosas verdade-
ras, porque los discípulos no se emborracharon
con vino viejo en las nupcias de la Iglesia, sino
que están llenos del mosto de la gracia espiritual.
Ciertamente el vino nuevo ya se encontraba en
los odres nuevos, puesto que los apóstoles hacían
resonar las grandezas de Dios «con un espíritu
nuevo y no según la antigua letra» (BEDA, Comen-
tario a los Hechos de los Apóstoles, 2, 13).
3.4 Preguntas para el diálogo en grupo
¿Crees que el Espíritu Santo es el que ver-
daderamente guía la Iglesia y el que
quiere guiar cada una de tus decisiones?
Los apóstoles estaban juntos con un mismo
objetivo, ¿qué puedes hacer para favorecer
la comunión en tu parroquia? ¿De qué
modo imploráis juntos la venida del Espí-
ritu Santo?
El Espíritu Santo quiere posarse sobre cada
uno de nosotros y bendecir la totalidad de
nuestra existencia. ¿En qué recovecos de
nuestra alma puede encontrar resistencia
41
a su acción? ¿Le dejo que resida, cada vez
más, en mi y en mi casa hasta llenarla por
completo?
¿Tratas de llegar a cada persona del modo
que le sea más fácil aceptar el Evangelio?
¿Hay persona o grupos a los que te cuesta
más o incluso te niegas a llevar el Evange-
lio?
42
4
4.1
La valentía en la dificultad:
«No podemos dejar de hablar»
El pasaje de la Escritura (Hch 4,1-4.13-23)
1
Estaban hablando al pueblo, cuando se les pre-
sentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del
Templo y los saduceos, 2molestos porque ense-
ñaban el pueblo y anunciaban en la persona de
Jesús la resurrección de los muertos. 3Les echa-
ron mano y les pusieron bajo custodia hasta el
día siguiente, pues había caído ya la tarde. 4Sin
embargo, muchos de los que oyeron la Palabra
creyeron; y el número de hombres llegó a unos
cinco mil (...). 13Viendo la valentía de Pedro y
Juan, y sabiendo que eran hombres sin instruc-
ción ni cultura, estaban maravillados. Recono-
cían, por una parte, que habían estado con Jesús;
14y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos, al
hombre que había sido curado; de modo que no
podían replicar. 15Les llamaron salir fuera del Sa-
nedrín y deliberaban entre ellos. 16Decían: «¿Qué
haremos con estos hombres? Es evidente para
todos los habitantes de Jerusalén, que ellos han
realizado una señal manifiesta, y no podemos ne-
garlo. 17Pero a fin de que esto no se divulgue más
entre el pueblo, amenacémosles para que no ha-
blen ya más a nadie de ese nombre». 18Les llama-
ron y les mandaron que de ninguna manera
hablasen o enseñasen en nombre de Jesús. 19Mas
Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo
delante de Dios obedeceros a vosotros más que
a Dios. 20No podemos dejar de hablar de lo que
hemos visto y oído». 21Ellos, después de haberles
43
amenazado de nuevo, les soltaron, no hallando
manera de castigarles, a causa del pueblo, por-
que todos glorificaban a Dios por lo que había
ocurrido, 22pues el hombre en quien se había re-
alizado esta señal de curación tenía más de cua-
renta años. 23Una vez libres, vinieron a los suyos
y les contaron todo lo que les habían dicho los
sumos sacerdotes y ancianos (Hch 4,1-4.13-23).
4.2 La lectio divina del pasaje
No es casualidad que Jesús prometa a los que le siguen
«el ciento por uno: ahora en el presente, casas, herma-
nos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecu-
ciones» (Mc 10, 30). El libro de los Hechos da buena
cuenta de esta promesa del Señor a los suyos, ya que
en esta obra lucana se nos narra cómo los Apóstoles
pasan por todo tipo de sufrimientos por causa del
Evangelio. Las persecuciones, las torturas, incluso la
muerte se convierten en el medio para la evangeliza-
ción. Es decir, no se trata de casualidades, sino que la
cruz viene estrechamente unida a la tarea evangeliza-
dora. Pero, como los mismos textos señalan, el sufri-
miento de los discípulos es profundamente fecundo.
El relato del que nos ocupamos ahora, Hch 4, 1-31,
suele dividirse en dos partes: la comparecencia de
Pedro y Juan ante el Sanedrín y la reunión y posterior
oración de los Apóstoles en circunstancias adversas.
Así lo estructuramos para nuestra reflexión, apoyán-
donos en otros relatos que nos ayudarán a ver cómo el
éxito de la misión viene de la mano de la dificultad en
el apostolado.
Esta primera parte narrando cómo Pedro y Juan son
encarcelados por «los sacerdotes, el jefe de la guardia
del Templo y los saduceos» (Hch 4, 1), muestra que la
fidelidad trae cruz, y la cruz fecundidad. El motivo es
que anunciaban la resurrección en «la persona de
Jesús» (Hch 4, 2). Sin embargo, el juicio no versa direc-
44
tamente sobre el motivo de la detención, sino que se
centra en el milagro que poco antes ha narrado Lucas.
En efecto, en Hch 3, 1-10 se cuenta la curación de un
tullido por parte de estos dos apóstoles en la puerta
Hermosa del Templo. Con las palabras «en el nombre
de Jesucristo, el Nazoreo, ponte a andar» (Hch 3, 6),
aquel, que estaba incapacitado desde el nacimiento (cf.
Hch 3, 2), comenzó a andar. Ante el temor por el gran
número de conversiones que suscitaba la predicación
y las obras de los Apóstoles, «unos cinco mil» (Hch 4,
4), traen al curado al juicio para que Pedro y Juan ex-
pliquen «con qué poder» (Hch 4, 7) han hecho la cura-
ción.
Poco más adelante, Lucas escribe que «por la mano
de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodi-
gios» (Hch 5, 12), añadiendo que «los creyentes cada
vez en mayor número se adherían al Señor, una multi-
tud de hombres y mujeres» (Hch 5, 14). Esto provoca
que los Apóstoles sean de nuevo llevados ante el Sane-
drín (Hch 5, 27), donde se les recuerda la prohibición
de enseñar el nombre de Jesús. El jucio termina con la
flagelación de los Doce y la amenaza de no seguir pre-
dicando (Hch 5, 40).
En Hch 7, 6 Lucas dice que «la Palabra de Dios iba
creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerable-
mente el número de discípulos, y multitud de sacerdo-
tes iban aceptando la fe». Ya no se trata sólo del pueblo
que se alegra de recibir el evangelio, sino que incluso
los que al principio se oponían, los sacerdotes, acogen
la fe que predican los discípulos, de modo que el éxito
de la misión va siendo cada vez más grande. Pero
unida a este referencia, el autor sagrado narra el mar-
tirio de Esteban, quien también realizaba «entre el pue-
blo grandes prodigios y señales» (Hch 6, 8). Del relato
del martirio de Esteban llama la atención que el modo
de persecución se oculta en la mentira, en la falsa acu-
sación, mientras que en los relatos anteriores se pre-
guntaba directamente a los Doce sobre su actividad.
45
La cruz va tomando aspectos distintos. Así como antes
era por una oposición directa a la fe cristiana, ahora
aparece ante la persona del Apóstol en la envidia, los
deseos torcidos del corazón del hombre, en una volun-
tad ambigua, en la sobrebia. Es impresionante cómo
termina el relato de la muerte de Esteban: «Saulo apro-
baba su muerte» (Hch 8, 1).
La situación de ser juzgados y perseguidos por
Jesús ya fue anunciada por el Maestro cuando, diri-
giéndose a los Doce, les anuncia que serán llevados «a
las sinagogas y cárceles» (Lc 21, 12). Sin embargo, Jesús
une esta advertencia a la providencia, que no permitirá
que perezca «ni un cabello de vuestra cabeza» (Lc 21,
18) y llama a la perseverancia (cf. Lc 21, 19) como un
signo de la fortaleza apostólica. ¿Por qué los Apóstoles
continúan con su trabajo misionero a pesar de que
cada vez las amenazas son más claras? ¿No eran quizás
conscientes de que se estaban encaminando hacia un
fracaso seguro? ¿De dónde nace la fortaleza para se-
guir adelante por unos caminos cada vez más dificul-
tosos? La fortaleza apostólica nunca nace del empeño
personal, sino del amor a Jesús. Él es el tesoro por el
que merece la pena venderlo todo. La fortaleza pro-
viene de experimentar que si me falta el Señor, me falta
todo. Se trata del amor de los mártires, quienes han
amado a Jesús más que a sus propias vidas. El vigor
apostólico en medio de la persecución proviene, por
tanto, de la presencia del Maestro en la vida del discí-
pulo, y del corazón enamorado del discípulo que
quiere ser como su Maestro. Si Jesús venció en la cruz,
¿cómo va a darle la espalda el Apóstol al instrumento
que se la ha dado para vencer?
Después que los jefes, ancianos y escribas prohíban
a Pedro y Juan hablar o enseñar el nombre de Jesús (cf.
Hch 4, 18) y que ellos respondan con valentía que no
pueden dejar de hablar de lo que han visto y oído (cf.
Hch 4, 20), son puestos en libertad bajo amenaza (cf.
Hch 4, 21). Juan y Pedro se reúnen con los demás para
46
contarles todo lo ocurrido (cf. Hch 4, 23) y todos a una
elevan una oración a Dios. Conviene destacar que la
primera reacción de los Doce es la oración en común y
no planear una estrategia por la que librarse del atosi-
gamiento de los judíos. Esto pone de manifiesto que la
persecución es el ámbito en el que sus vidas y su mi-
sión han de desarrollarse. Sin duda se trata de algo
aprendido en la convivencia con Jesús, quien nunca se
escondió de la dificultad.
Esta identidad en las penas de la persecución y en
el modo de afrontarla entre Jesús y los Apóstoles se
acentúa fuertemente en la mención que hace Hch 4, 27
de «Herodes y Poncio Pilato». Es decir, los mismos que
persiguieron al Maestro son ahora los que atormentan
a los discípulos. Esta mentalidad de compartir la
misma vida que Jesús invade el interior de los Doce,
por eso en la oración no piden ser librados del sufri-
miento, sino que Jesús tenga en cuenta la amenaza bajo
la que desarrollan su misión, y piden «poder predicar
tu Palabra con toda valentía» (Hch 4, 29).
La valentía a la que se hace referencia y que deja
asombrados a los que interrogan a Pedro y Juan (cf.
Hch 4, 13), no tiene nada que ver son la insolencia sino
que por la promesa que hace Jesús de asistirles en el
momento de la prueba (Lc 21, 15) hace relación con la
confianza. Se trata de hablar abiertamente de Jesu-
cristo, como vemos en el testimonio de Pedro, y no sólo
mediante alusiones. Esta valentía, sin embargo, es algo
que proviene de pedirlo intensamente a Dios, como
vemos en la segunda parte de nuestro texto.
La oración que Lucas nos ha dejado en este texto es
una invocación a la madurez cristiana. No se trata de
que se den las circunstancias propicias para la evange-
lización, sino de pedir la gracia de la fidelidad al Señor.
Los discípulos, de esta manera, sitúan la vocación en
un grado de importancia absoluta. Ellos han sido en-
viados a predicar el Evangelio, el nombre de Jesús, y
47
la forma de vida que llevan, sin miedos, está determi-
nada por la vocación que les ha sido dada. Desde los
inicios de la misión cristiana las dificultades han acom-
pañado a los discípulos de Jesús.
No es casualidad, por tanto, que Jesús educara a los
suyos a vivir en circunstancias adversas. En la pará-
bola del sembrador y su posterior explicación (Mt 13, 1-
9.18-23), por ejemplo, hablándoles sólo a los Doce, el
Maestro describe una semilla sembrada en pedregal que
no consigue echar raíces, aunque al principio recibió la
Palabra con alegría (cf. Mt 13, 20-21). Este terreno em-
pedrado, que sin duda hace referencia a una compren-
sión equivocada del seguimiento, es inconstante, «y
cuando se presenta una tribulación o persecución por
causa de la Palabra, sucumbe enseguida» (Mt 13, 21).
Los Apóstoles, por tanto, no piden vivir de una ma-
nera distinta a la que vivió Jesús y Él les enseñó, sino
la valentía para, en medio de las dificultades, ser fieles
a su vocación y no sucumbir. Esta es la oración que el
Señor atiende, ya que, según narra Lucas, «acabada su
oración (...), todos quedaron llenos del Espíritu Santo
y predicaban la Palabra de Dios con valentía» (Hch 4,
31). A Dios se le pide que dé ánimos a los que lo pro-
claman. Ellos no le piden egoístamente beneficios para
ellos mismos, sino la gracia de llevar, con franqueza y
unidad, lo que Dios les ha pedido llevar a cabo.
4.3 Así lo leyeron
¿Qué significa: Porque nosotros no podemos
dejar de hablar de lo que hemos visto y oído? «Si
es falso lo que afirmamos –vienen a decir-, de-
mostradlo; pero si es verdad, ¿por qué lo prohi-
bís?». ¡Tal es su conducta! Los judíos se
encuentran en dificultad; los apóstoles en alegría;
aquéllos en una gran vergüenza, éstos en libertad
total; aquéllos están temerosos, éstos tienen con-
fianza. ¿Quiénes eran –dime- los que temían?
48
¿Los que decían: para que no se divulgue más
entre el pueblo o los que decían: nosotros no po-
demos dejar de hablar de lo que hemos visto y
oído? Además éstos últimos poseían mayor gozo,
libertad y alegría; mientras que aquéllos otros
andaban con tristeza, vergüenza y miedo, pues
temían al pueblo. Los apóstoles decían lo que
querían; los judíos ni siquiera hacían lo que pre-
tendían. Así, ¿quiénes eran los que estaban ata-
dos y en peligro? ¡No eran precisamente los
apóstoles! (SAN JUAN CRISóSTOMO, Homilías a los
Hechos de los Apóstoles/1, Homilía X, 4, 2).
En la medida en que un cristiano profesa su fe e
intenta vivirla, resulta insólito tanto para los cre-
yentes como para los no creyentes. Y esto es así
porque el Evangelio, hasta el final de los tiempos,
no dejará de ser Buena Noticia tanto para los ju-
díos como para los gentiles. Lo insólito del cris-
tiano es, pura y simplemente, su semejanza con
Cristo, el parecido con Jesucristo insertado en el
hombre por el bautismo y que, tras atravesar su
corazón, llega a flor de piel.
Este parecido consiste en los rasgos mismos de
Cristo (...). Lo «insólito» no le confiere al cris-
tiano la características de un hombre notable y
señalado, sino el rechazo y la denuncia en su pro-
pia vida de todo lo que pueda alterar su parecido
con Jesucristo. No se trata de la brillante realiza-
ción de un hombre cristiano, sino del mismo
Cristo de siempre que muestra su rostro a través
de un hombre.
Un hombre que no sólo cree en Dios, sino que
debe amarle como un hijo ama a su padre amo-
roso y todopoderoso, a la manera de Cristo.
No sólo depende de Dios, sino que es soberana-
mente libre por voluntad de Dios.
49
No sólo es hermano de los que lo aman, sino
también de sus enemigos; no sólo soporta los
golpes, sino que no se aleja del que le golpea.
No sólo sufre y muere a manos de algunos, sino
que sufre y muere por ellos; y no sólo una vez,
sino en cada ocasión.
No sólo comparte lo que es y lo que tiene, sino
que da lo único que Dios le ha dado personal-
mente: su propia vida.
No sólo acepta no parecer un héroe, sino no serlo.
No sólo acepta no ser admirado, sino ser igno-
rado; no sólo admite no tener la estima ajena, sino
tampoco la propia (MADELEINE DELBRêL, La alegría
de creer, 129-131).
Precisamente para resistir a estas múltiples ins-
tigaciones es necesaria la virtud de la fortaleza,
que es una de las cuatro virtudes cardinales
sobre las que se apoya todo el edificio de la vida
moral: la fortaleza es la virtud de quien no se
aviene a componendas en el cumplimiento del
propio deber.
Esta virtud encuentra poco espacio en una socie-
dad en la que está difundida la práctica tanto del
ceder y del acomodarse como la del atropello y
la dureza en las relaciones económicas, sociales
y políticas. La timidez y la agresividad son dos
formas de falta de fortaleza que, a menudo, se
encuentran en el comportamiento humano, con
la consiguiente repetición del entristecedor es-
pectáculo de quien e débil y vil con los podero-
sos, petulante y prepotente con los indefensos
(...).
El don de la fortaleza es un impulso sobrenatu-
ral, que da vigor al alma no sólo en momentos
dramáticos como el martirio, sino también en las
50
habituales condiciones de dificultad: en la lucha
por permanecer coherentes con los propios prin-
cipios, en el soportar ofensas y ataques injustos,
en la perseverancia valiente, incluso entre incom-
prensiones y hostilidades, en el camino de la ver-
dad y la honradez (JUAN PABLO II, Creo en el
Espíritu Santo. Catequesis sobre el Credo, III, 427-
428).
La contemplación está unida a la misión, pues en
la medida en que se ha realizado lo que es Dios
y se ha experimentado hasta qué punto el hecho
de conocer y de amar a Dios es constitutivo de
un humanismo total y de una existencia com-
pleta, en esa medida se sufre y queda uno sor-
prendido de que Dios no sea conocido y no sea
amado. En la base de la acitud misionera hay una
especie de escándalo ante tal inversión de valores
que consiste en que Dios tenga tan escaso lugar
en las preocupaciones de los hombres, mientras
que haya tantas preocupaciones por lo demás.
Existe la toma conciencia de una cierta ausencia
de Dios en el mundo. En la medida en que se
tiene conciencia de esta relación con Dios para sí
mismo y de la importancia de la revelación de
Dios que nos es dada en Jesucristo, se sufre en-
tonces viendo que los hombres la ignoran total-
mente, o la desconocen en su forma plena.
En la medida en que se da uno cuenta de cuánto
debe ser amado Dios, se desea también que Dios
sea amado por los otros, y se sufre de que sea
desconocido o mal conocido. Así, con un celo mi-
sionero devorador, san Pablo estaba sediento por
hacer conocer al verdadero Dios a los hombres,
porque sabía, como dice San Ireneo, que «la vida
del hombre es la visión de Dios» (J. DANIÉLOU,
Contemplación. Crecimiento de la Iglesia, 109-110).
51
4.4 Preguntas para el diálogo en grupo
Como hemos visto en el texto del libro de
los Hechos, la dificultad acompaña la mi-
sión a la que han sido enviados. Pero ellos,
en vez de acobardarse, piden la gracia de
ser valientes. En nuestra vida cristiana,
¿esto es así también o a la mínima dificul-
tad reducimos nuestra vida cristiana a su
mínima expresión de cara a los demás?
El sufrimiento, la incomprensión o el re-
chazo por nuestra condición de cristianos
nos va a acompañar durante toda nuestra
vida. Sin embargo, la dificultad tiene la vir-
tud de poner en verdad lo que vivimos, ya
que ella o nos lleva a la confianza o a vivir
quejándonos de todo. ¿Cuál es nuestro
caso?
Los Apóstoles, una vez que han sido libe-
rados, se reúnen con los demás para con-
tarles todo lo que les ha sucedido.
¿Valoramos la amistad cristiana como un
lugar donde poder compartir lo vivido y
rehacernos en el seguimiento del Señor, o
acudimos a los otros para agigantar nues-
tro malestar?
52
5
5.1
La primera comunidad cristiana
El pasaje de la Escritura (Hch 4,32-37)
32
La multitud de los creyentes no tenía sino un
solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba
suyos a sus bienes, sino que todo era en común
entre ellos. 33Los apóstoles daban testimonio con
gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y
gozaban todos de gran simpatía. 34No había entre
ellos ningún necesitado, porque todos los que
poseían campos o casas los vendían, traían el im-
porte de la venta, 35y lo ponían a los pies de los
apóstoles, y se repartía a cada uno según su ne-
cesidad. 36José, llamado por los apóstoles Ber-
nabé (que significa: «hijo de la exhortación»),
levita y originario de Chipre, 37tenía un campo;
lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de
los apóstoles (Hch 4,32-37).
5.2 La lectio divina del pasaje
No cabe ninguna duda que los versículos finales del
capítulo cuarto de los Hechos de los Apóstoles son el
paradigma de la vida cristiana grabado en la mente de
todos los fieles creyentes que alguna vez han escu-
chado este texto. Pero también podemos afirmar que
el anhelo de armonía humana despertado por este
texto ha traspasado las fronteras de la Iglesia y se ha
convertido en el modelo utópico de una sociedad
mejor, una sociedad solidaria, sin egoísmos.
Esta observación sobre el interés despertado por la
Vida de la comunidad descrita en Hch 4 nos debe im-
53
pulsar a conocer el pasaje en su contexto propio, el
Evangelio de Jesucristo. El fundamento de esta nueva
humanidad debe ser puesto al descubierto para que la
esperanza de la realización de un mundo mejor no se
busque por caminos erróneos, que siempre acaban en
desengaño y en el peor de los casos, en horror, tal y
como ha puesto de manifiesto la historia del siglo XX
en sus totalitarismos esclavizantes, en los que el bien
global del hombre dejó de ser la meta, en los que el
hombre pasó a ser esclavo de una utopía (ideología).
La desilusión -que necesariamente surge del buscar
la realización del “ideal” de humanidad nueva sin su
fundamento (Dios)- y las atrocidades -que han brotado
de los regímenes totalitarios que han buscado socieda-
des maduras sin Dios- son la mejor motivación para no
obviar el contexto del que forma parte este pasaje, para
no desligar el anuncio del nacimiento de una nueva hu-
manidad del anuncio del Evangelio que fundamenta la
esperanza de la nueva humanidad, cuyo centro es la
humanidad renovada ya en Cristo. Cristo es la clave
de la nueva humanidad. Cristo es la tierra donde el an-
helo que despierta el pasaje leído puede echar raíces y
dar buenos frutos. Cristo es el camino de realización
histórica de la nueva humanidad.
En el cristianismo, los anhelos de una sociedad
mejor dejan de ser simplemente utopías, pues estos an-
helos han llegado a ser realidades concretas y sólidas.
Estas realidades son las vidas de los santos, porque ha
habido personas que “han vendido” todo y han amado
como Cristo mismo amó. La nueva humanidad se hace
palpable en la caridad vivida por los santos y conver-
tida en instituciones estables: comunidades que se
vuelcan en la caridad en hospitales, en casas de aco-
gida,... En la vida de los santos enraizada en Cristo, la
nueva humanidad va abandonando el ámbito de lo utó-
pico para manifestarse en el ámbito de lo histórico y
real. La nueva humanidad se barrunta con fuerza en los
cristianos que viven su fe. En ellos, el hombre puede
54
ver con sus propios ojos el poder transformador de
Dios, que lo hace todo nuevo. En los santos es donde
el hombre comprende el mensaje de Hechos 4, porque
en los santos se realiza la fuerza en la debilidad y se
comprende que la obra de la nueva humanidad no es
una obra de hombres, sino una obra de Dios con los
hombres. Para Dios todo es posible.
El anuncio central de la salvación reposa en la fe en
el Dios Omnipotente. La humanidad renovada que
brota de la carne resucitada de Cristo (cf. Iglesia, sa-
cramentos,...) es la manifestación de la omnipotencia
de Dios. La vida de la gracia hace patente que la pro-
mesa de la nueva humanidad no es pura utopía.
Por todo lo dicho, el anhelo de la nueva humanidad
no tiene por qué acabar en desilusión o totalitarismos
que roban toda esperanza. El anhelo de la nueva huma-
nidad puede y debe seguir siendo el motor de la histo-
ria del hombre, que nunca debe resignarse al
sinsentido. Pero este anhelo solo puede seguir vivo en-
raizado en la buena noticia del Evangelio que inspiró
los versículos que meditamos, esto es, en la certeza de
una historia “llena de Dios”, de un Dios hecho historia,
en la fe en Jesucristo, el Hijo único de Dios, que se hizo
hombre para hacernos partícipes de una Vida en la
carne que sí merece la pena ser vivida.
Estas palabras introductorias nos animan a conside-
rar más detalladamente el contexto donde encontra-
mos el anuncio del nacimiento de una nueva
humanidad.
En el mundo de la exégesis se denomina «sumario»
a los pasajes del NT donde se generaliza una realidad
de la vida nueva traída por Cristo. En los evangelios
encontramos «sumarios» donde se dice que Jesús cu-
raba a todos los enfermos y oprimidos por el mal. Pero
sabemos, por otra parte, que Jesús no curó a todos los
leprosos o ciegos de su tierra. «Lo característico del su-
mario (que encontramos en Hch 4) ̧ explica el estudioso
55
del NT R. E. Brown, es su función generalizadora en vir-
tud de la cual acontecimientos o situaciones singulares del
relato adyacente se presentan como normales, típicas y per-
manentes». El pasaje de Hch 4 es un «sumario» donde
se descubre el poder de Dios operando en la historia
(cf. Espíritu Santo), como sucedió en la misma vida de
Jesús. Es un poder capaz de renovar lo antiguo, de ope-
rar cosas nuevas en medio de un mundo desgastado.
El libro de Hechos de los apóstoles, donde aparece este
sumario, podría calificarse como la crónica del nuevo
camino que conduce hacia la nueva humanidad, ca-
mino abierto por Jesucristo, único redentor del mundo.
Los apóstoles son presentados como peregrinos que re-
corren este camino, que es histórico y espiritual, cuyos
comienzos están en Galilea, pero cuyos recorridos –ge-
ográficamente, históricamente y espiritualmente- son
infinitos. Como dijo Benedicto XVI, hay tantos caminos
para llegar a Dios como hombres, porque Cristo que
se ha hecho camino, se ha hecho hermano, maestro,
modelo «particular» para cada hombre. Los caminos
de la nueva humanidad no abandonan en ningún mo-
mento la pluralidad y diversidad de los caminos que
brotaron de la mente creadora de Dios. Todos fuimos
pensados en Cristo, por Cristo y para Cristo (cf. Ef 1,3-
5); todos queridos por nosotros mismos. La historia de
la Iglesia es la manifestación de esta voluntad ininte-
rrumpida de Dios de conducir a todos hacia sí, escla-
vos y libres, judíos y paganos, hombres y mujeres de
toda raza lengua y nación (cf. Gal 3,28). La nueva hu-
manidad no tiene horizontes exclusivistas ni pretensión
de «uniformidad».
Así la nueva humanidad que se presenta en el suma-
rio de Hch 4 está pensada como la máxima manifesta-
ción de la voluntad primera de Dios y la ratificación
de su Ser omnipotente capaz de recomponer una hu-
manidad decadente con la fuerza de su Espíritu. La hu-
manidad será la obra de Dios con el hombre, el hombre
hecho por Dios.
56
El pasaje de Hch 4 que proponemos para la medita-
ción no es un pasaje de ideales humanos, sino un ca-
mino de fe. Es un itinerario para todo hombre que
busca su verdad y su sentido más allá de las cortas
fronteras de los que se encierran en sí mismos o en gru-
pos, ideales o utopías. La comunidad primera de He-
chos 4 es la comunidad de los creyentes que ponen a
Dios por encima de todo y saben fiarse de la providen-
cia del Dios de nuestro Señor Jesucristo.
En los primeros versículos del capítulo cuarto sobre
el que estamos meditando se dice explícitamente que
la Iglesia se sabe fundada en la fe en el poder de Dios
que resucitó a Jesús de entre los muertos y que ha pro-
metido la resurrección a todo el que le siga (cf. Hch
4,1). La resurrección será el sello del camino del que
ha creído en el poder de Dios manifestado en Cristo y
derramado sobre toda carne por el Espíritu. La pri-
mera comunidad se sabía tras los pasos de Cristo y
creía en la vida sin fin que este camino prometía. Era
el camino de la entrega sin límites, el camino del amor
que renuncia a todo beneficio propio a costa de otros,
es decir, a todo egoísmo. Era el camino de la confianza
en el Dios providente que otorga al hombre vida
nueva.
El anuncio sobre el que se fundó la comunidad, esto
es, el evangelio del Hijo de Dios, muerto y resucitado,
supuso que la comunidad no tuviese como objetivo el
estado del bien estar, es decir, un «paraíso» terreno,
una vida sin dificultades. Cuántas crisis en la vida de
los cristianos vienen de no estar fundados en el anun-
cio primero de la Iglesia y en la confianza plena en el
camino de estrechez y persecuciones trazado por el
Señor.
El gran equivoco actual y el gran lastre del cristia-
nismo en Europa y, concretamente en España, puede
provenir de la descontextualización de la vida cristiana
y, por tanto, de la incomprensión de textos como el que
estamos meditando.
57
Nadie arriesga lo propio para socorrer la necesidad
actual del prójimo por miedo a los posibles apuros que
puede conllevar perder las seguridades actuales y que-
dar sin seguridades para el futuro (¿qué futuro? ¿la re-
surrección?).
El cristiano de hoy tiene en el corazón el fatídico an-
helo del estado de bien estar. Para el cristiano actual es
el bien propio y no la fe lo que fundamenta su camino.
Para el cristiano verdadero, por el contrario, su anhelo
es la vida de Dios y asume sin trabas el camino que
conduce a ella. La vida del cristiano verdadero se
funda en el Dios todopoderoso que obró maravillas en
la historia, que Encarnado fue perseguido, recorrió el
camino estrecho de la caridad que confía en la provi-
dencia, pasó por la muerte y selló en la resurrección el
poder de la vida del amor. El cristiano verdadero es el
que pone todo lo que tiene y es al servicio de la nueva
humanidad.
A la luz de estas reflexiones se debería leer también
el pasaje paralelo que es tan conocido como el anterior
y que ha escandalizado por su dureza: Hch 5,1-12. Este
pasaje debería ser leído desde la fe. La fe es la con-
fianza en lo que no se ve y se espera (cf. Heb 11,1). Los
personajes que aparecen en estos versículos son el con-
tra ejemplo del camino de la fe. El que desconfía, el que
en su corazón no acoge la vida de Dios sin miedos, al
final acaba siendo esclavo de sus miedos y su camino
acaba en el abismo. Este mundo devora a los que, por
miedo, le sirven.
La comunidad cristiana verdadera es la que está
fundamentada en un corazón indiviso, donde no hay
dos señores, Dios y el mundo. El corazón del cristiano
es un corazón de y para Cristo, un corazón donde
brota la nueva humanidad.
58
5.3 Así lo leyeron
No te desviarás del necesitado, sino que compar-
tirás todas las cosas con tus hermanos, y no dirás
que son tuyas. Si somos coparticipes en lo inmor-
tal, ¿cuánto más debemos iniciarlo ya desde
aquí? Pues el Señor quiere dar a todos de sus
dones (Didaje, IV,8).
Los que amábamos por encima de todo el dinero
y los acrecentamientos de nuestros bienes, ahora,
aun lo que tenemos, lo ponemos en común y de
ello damos parte a todo el que está necesitado;
los que nos odiábamos y matábamos los unos a
los otros y no compartíamos el hogar con quienes
no eran de nuestra propia raza por la diferencia
de costumbres, ahora, después de la aparición de
Cristo, vivimos todos juntos (JUSTINO, I Apología,
XIV, 2-3)
Se aman unos a otros; y el que tiene, da sin pena
al que no tiene. Y si entre ellos hay alguno que
esté pobre o necesitado, y ellos no tienen abun-
dancia de medios, ayunan dos o tres días para sa-
tisfacer la falta de sustento preciso para los
necesitados. Viven recta y modestamente, como
se lo mandó el Señor Dios» (ARíSTIDES, I Apología,
XV, 8)
Sabéis todos o casi todos que en esta casa.... vi-
vimos de tal manera que, en la medida de nues-
tras fuerzas, imitamos a aquellos santos de los
que dice el libro de los Hechos de los apóstoles:
"Nadie consideraba propiedad suya lo que le
pertenecía, sino que todo lo tenían entre ellos en
común"... Comencé entonces a reunir hermanos
con el mismo buen propósito, pobres y sin nada
59
como yo, que me imitasen. Como yo había ve-
nido mi escaso patrimonio y dado a los pobres
su valor, así deberían hacerlo quienes quisieran
estar conmigo, viviendo todos de lo común. Dios
sería para nosotros nuestro grande, rico y común
patrimonio (SAN AGUSTíN, Sermón 355, 2)
Como todos los creyentes forman un solo cuerpo,
el bien de los unos se comunica a los otros [...] Es,
pues, necesario creer [...] que existe una comu-
nión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más
importante es Cristo, ya que Él es la cabeza [...]
Así, el bien de Cristo es comunicado [...] a todos
los miembros, y esta comunicación se hace por
los sacramentos de la Iglesia (SANTO TOMáS DE
AQUINO, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo
in Deum» expositio, 13). «Como esta Iglesia está
gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos
los bienes que ella ha recibido forman necesaria-
mente un fondo común» (Catecismo Romano, 1,
10, 24, cogido del Catecismo de la Iglesia Católica,
n. 947).
60
5.4 Preguntas para el diálogo en grupos
Siendo Hch 4 un «sumario» y, por tanto,
una aclaración de la esencia de la vida re-
novada por la gracia:
¿Qué debo todavía poner a disposición de
los apóstoles (Iglesia)?
¿Cuales son las utopías (anhelos) de mi
vida que me desilusionan y esclavizan
(comunidades perfectas, comodidades su-
perficiales,...)?
¿Podría ver en mi propia vida la acción de
Dios y, por tanto, el germen de la nueva
humanidad (cf. pequeños sacrificios, re-
nuncias a comodidades, mesura en los jui-
cios, altruismos...)?
¿Me reconozco como fuente de escándalo
para el mundo (cf. egoísmos, avaricia,...)?
¿Cómo nos afectan los escándalos dentro
de la Iglesia? ¿Caemos en las garras del
mundo que rechaza a la Iglesia y con ello
niega el poder de Dios para transformar
al hombre y el mundo?
61
62
Oración
Señor Jesucristo,
Hijo de Dios vivo y Hermano de los hombres,
te alabamos y te bendecimos.
Tú eres el Principio y la Plenitud de nuestra fe.
El Padre te ha enviado para que creamos en ti
y, creyendo, tengamos Vida eterna.
Te suplicamos, Señor, que aumentes nuestra fe:
conviértenos a Ti,
que eres la Verdad eterna e inmutable,
el Amor infinito e inagotable.
Danos gracia, fuerza y sabiduría
para confesar con los labios
y creer en el corazón que tú eres
el Señor Resucitado de entre los muertos.
Que tu Caridad nos urja
para encender en los hombres el fuego de la fe
y servir a los más necesitados
en esta MISIóN-MADRID que realizamos en tu nombre
a impulsos del Espíritu.
Te pedimos con sencillez y humildad de corazón:
haznos tus servidores y testigos de la Verdad:
que nuestras palabras y obras
anuncien tu salvación y den testimonio de ti
para que el mundo crea.
Te lo pedimos por medio de Santa María de la Almudena,
a quien nos diste por Madre al pie de la cruz
y nos guía como Estrella de la Evangelización
para sembrar en nuestros hermanos la obediencia de la fe
Amén.
63
ARZOBISPADO DE MADRID
EL PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS LAICOS
D E C R E T O
Renovación Carismática Católica
«Vivimos en la Iglesia en un momento privilegiado del Espíritu», declaró Su Santidad Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (No. 75). Hay, de hecho, muchos signos a lo largo y ancho del mundo mediante los cuales podemos ver los frutos del Espíritu. Corrientes, movimientos y testimonios de santidad renuevan la comunión y la misión de la Iglesia, construida sobre dones jerárquicos y carismáticos. Entre ellos están la Renovación Carismática Católica o Renovación en el Espíritu, y las nuevas formas de vida comunitaria que surgen de ella. «El vigor y los frutos de la Renovación —dijo Su Santidad Juan Pablo II a los participantes en la 6a. Asamblea Internacional de la Renovación Carismática, el 15 de mayo de 1987— ciertamente testifica la presencia poderosa del Espíritu Santo en la Iglesia durante estos años posteriores al Concilio Vaticano II. Por supuesto, el Espíritu ha guiado a la Iglesia en todas las épocas, produciendo gran variedad de dones entre los creyentes. Gracias al Espíritu, la Iglesia constantemente mantiene su juventud y vitalidad. Y la Renovación Carismática es una manifestación elocuente de esta vitalidad hoy, una afirmación vigorosa de lo que ‘el Espíritu está diciendo a las Iglesias’ a medida que nos acercamos al final del segundo milenio».
Para apoyar las muy diversas realidades de personas y grupos que responden a la corriente del movimiento de Renovación Carismática, desde 1978 el Servicio de Renovación Carismática Católica ha dado una respuesta concreta y positiva, facilitando la comunicación y la cooperación entre todos.
Aceptando ahora la solicitud que ICCRS ha hecho de obtener reconocimiento pontificio, de acuerdo con el actual Código de Derecho Canónico,
Apreciando el propósito de ICCRS de «servicio y promoción de la RCC en todo el mundo, bajo la acción del Espíritu Santo» (art. 1), teniendo «una especial preocupación por la fidelidad a la Iglesia Católica, por parte de los participantes en la renovación carismática, tanto personas como grupos, y por su obediencia al Papa y a los otros obispos, de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia» (art. 3),
Habiendo examinado atentamente los Estatutos presentados por el ICCRS y después de consultar varios canonistas, y siguiendo la incorporación en los estatutos de las observaciones hechas por el Pontificio Consejo para los Laicos y por el mismo ICCRS el 8 de julio de 1993,
Como continuación y fortalecimiento de una relación más institucional y regular entre el ICCRS y la Santa Sede, particularmente a través del Pontificio Consejo para los Laicos, cuyo vicepresidente, Monseñor Paul J. Cordes, ha sido nombrado por el Santo Padre como «Episcopal Adviser» (Asesor Episcopal) de ICCRS, «ad personam»,
Confortado por los testimonios positivos dados por muchos Cardenales y Obispos en relación con el servicio que realiza ICCRS en la comunión y misión de la Iglesia,
Teniendo también en mente que el 30 de noviembre de 1990 el Pontificio Consejo para los Laicos otorgó reconocimiento a la Fraternidad Católica de Comunidades y Hermandades Carismáticas de Alianza, como una asociación privada de fieles, y en la esperanza de que habrá una fructífera relación de diálogo y cooperación entre esta asociación y el ICCRS,
EL PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS LAICOS
D E C R E T A
el reconocimiento de ICCRS como un organismo para la promoción de la RCC, con personalidad jurídica, de acuerdo con el Can.116,
aprobando sus Estatutos, en su forma original, depositados en los Archivos de este Dicasterio.
PAUL J. CORDES EDUARDO CARD. PIRONIO
Vicepresidente Presidente
En el Vaticano, 14 de septiembre de 1993, fiesta de la Glorificación de la Cruz.
estatutos
PREÁMBULO
La renovación carismática católica es un movimiento mundial no uniforme. No tiene un único fundador o grupo de fundadores como lo tienen otros movimientos. No tiene listas de membresía. Es un conjunto sumamente diverso de personas, grupos y actividades, con frecuencia bastante independientes unos de otros, en diferentes etapas y modos de desarrollo y con diferentes acentos, que sin embargo comparten la misma experiencia fundamental y abrazan los mismos objetivos generales. Este modelo de relaciones libremente entretejidas se encuentra a niveles diocesanos y nacionales, así como a nivel internacional. Estas relaciones con mucha frecuencia se caracterizan por la libre asociación, el diálogo y la colaboración más que por la integración en una estructura organizada. El liderazgo se caracteriza más por el ofrecimiento de servicios a quienes lo requieren, que por el gobierno.
Los objetivos generales de la Renovación Carismática Católica, o Renovación Católica Pentecostal, como también se le llama, incluyen:
1. Fomentar una conversión personal, madura y continua hacia Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.
2. Fomentar una receptividad personal decisiva hacia la persona, la presencia y el poder del Espíritu Santo.
Estas dos gracias espirituales con frecuencia se experimentan unidas, en lo que se ha llamado en diferentes partes del mundo un bautismo en el Espíritu Santo, o un dejar actuar libremente al Espíritu Santo, o una renovación en el Espíritu Santo. Por ello, frecuentemente se entiende como una aceptación personal de las gracias de la iniciación cristiana y como un ser llenos de poder, para prestar un servicio personal cristiano en la Iglesia y en el mundo.
3. Fomentar la recepción y utilización de los dones espirituales (charismata) no sólo en la renovación carismática, sino también en toda la Iglesia. Estos dones, ordinarios y extraordinarios, se encuentran en abundancia en laicos, religiosos y clérigos. La apropiada comprensión y utilización de estos dones en armonía con otros elementos de la vida de la Iglesia es fuente de fortaleza para los cristianos en su camino a la santidad y en la realización de su misión.
4. Fomentar el trabajo de evangelización con el poder del Espíritu Santo; esto incluye la evangelización de quienes no están en la Iglesia, la re-evangelización de los cristianos nominales y la evangelización de la cultura y de las estructuras sociales. La renovación motiva especialmente a compartir la misión de la Iglesia en la proclamación del evangelio, de palabra y de obra, y a ser testigos de Jesucristo mediante el testimonio personal y las obras de fe y de justicia a las que cada uno está llamado.
5. Promover el crecimiento progresivo en la santidad mediante la apropiada integración de estos acentos carismáticos con la totalidad de la vida de la Iglesia. Este crecimiento se realiza mediante la participación en una vida litúrgica y sacramental rica, la apreciación de la tradición de la oración y la espiritualidad católicas, la formación permanente en la doctrina católica guiada por el magisterio eclesial, y la participación en el plan pastoral de la Iglesia.
Estos objetivos y los proyectos que de ellos surgen han marcado la renovación carismática católica en personas, grupos de oración, comunidades, ministerios y equipos de servicio locales, diocesanos y nacionales.
Con el fin de atender las necesidades de comunicación, cooperación y coordinación, en 1978 se creó un consejo y se estableció una oficina, con el auspicio del Cardenal Leon Joseph Suenens, designado por el papa Pablo VI como «Episcopal Adviser» (Asesor Episcopal) de la renovación a nivel internacional. El consejo se formó con líderes de todo el mundo y la oficina se estableció primero en Bruselas y después en Roma. El 23 de mayo de 1984, el papa Juan Pablo II designó a monseñor Paul J. Cordes para suceder al Cardenal Suenens como su representante ante el Consejo. Desde 1978 el Consejo ha desarrollado una organización internacional que por una parte promueve la comunicación y la cooperación entre las organizaciones nacionales de la renovación y por otra parte constituye un canal de comunicación y cooperación de la renovación, a nivel internacional, con la Santa Sede. Esta organización ahora se conoce como ICCRS, Servicios Internacionales de la Renovación Carismática Católica.
ICCRS, Servicios Internacionales de la Renovación Carismática Católica, es una institución (organización) que busca promover la renovación carismática en la Iglesia Católica Romana a nivel mundial. La institución consta de un consejo internacional que comparte y establece las metas, objetivos y proyectos centrales, y que tiene una oficina ubicada en Roma, responsable de llevar a cabo las decisiones del Consejo.
Para realizar sus metas y objetivos, ICCRS busca ofrecer un servicio útil a la renovación a nivel mundial. ICCRS procura reunir sabiduría, discernimiento y experiencia de todas las partes del mundo y a su turno ponerlos a disposición de todo el mundo. Cuando ICCRS brinda enseñanzas o consejo pastoral, emite orientaciones u ofrece formación local, lo hace como un servidor que ofrece ayuda, no como una autoridad que espera ser obedecida.
En lo relativo a expresiones nacionales y locales de la renovación carismática, ICCRS desea enfatizar su compromiso en este papel de servidor. Por tanto, tiene una autoridad de servicio, una cierta autoridad moral. Sin embargo, ICCRS no busca imponer su autoridad, sino sólo ofrecer sus servicios. La relación entre ICCRS y expresiones nacionales y locales de la renovación en ningún modo limita las relaciones entre grupos de renovación y sus obispos locales y nacionales. Tampoco la relación entre ICCRS y cualquier persona o grupo de la renovación limita en forma alguna la libertad de éstos de relacionarse con la Santa Sede.
NATURALEZA
Art. 1. «Servicios Internacionales de la Renovación Carismática Católica», conocidos como ICCRS, es a nivel mundial la principal organización coordinadora de la renovación carismática católica (RCC). Su misión es el servicio y la promoción de la RCC en todo el mundo, bajo la acción del Espíritu Santo, en estrecho contacto con la Santa Sede. Durante el pontificado de Juan Pablo II, se ha determinado que ICCRS se relacione con la Santa Sede principalmente a través de su «Episcopal Adviser» (Asesor Episcopal) en el Pontificio Consejo para los Laicos.
Art. 2. ICCRS es una PERSONALIDAD JURIDICA «ad instar», es decir, corresponde a una ASOCIACION PRIVADA DE FIELES (cfr. CC 321-329, 116, 2).
Art. 3. ICCRS da una especial importancia a la fidelidad a la Iglesia Católica, por parte de quienes participan en la renovación carismática, tanto personas como grupos, y a su obediencia al Papa y a los obispos, de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia.
Art. 4. A nivel horizontal, ICCRS se esfuerza por mantener relaciones cordiales de respeto y amistad con movimientos espirituales que existen en la Iglesia Católica, evitando en sus políticas los privilegios especiales, de acuerdo con las enseñanzas del Apóstol en Fil. 2, 1-11 y Ef. 4, 2-7.
Art. 5. Aunque preserva su identidad católica, ICCRS mantiene vínculos fraternales con otras comunidades cristianas que tambien creen en el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, ICCRS no inicia ninguna actividad ecuménica internacional sin obedecer las normas de la Iglesia al respecto, consultando primero, cuando se requiera, a la Santa Sede o al obispo diocesano.
Art. 6. Con el fin de ser útil a todas las personas y grupos de la RCC, ICCRS hace un esfuerzo especial por acoger a los participantes en la renovación que acuden a él, y busca atender sus necesidades.
Art. 7. Para prestar estos servicios, ICCRS no tiene ninguna autoridad jurisdiccional sobre la RCC, puesto que ésta está directamente bajo el Obispo diocesano. Sin embargo, ICCRS tiene influencia moral en la RCC en todo el mundo por razón de los servicios que brinda y que se describen en estos estatutos.
OBJETIVOS DE ICCRS
Art. 8. ICCRS sirve a la RCC a nivel mundial como centro de unidad, comunicación y cooperación con el fin de cumplir el deseo de Cristo: «Que todos sean uno» (Jn. 17, 21) y mantener el cuerpo de Cristo sin divisiones (1 Cor. 12, 4-31). Esta unidad tiene que entenderse en el contexto de la diversidad, puesto que dentro de la RCC puede haber, y de hecho las hay, diferentes formas y manifestaciones.
El servicio de ICCRS incluye lo siguiente:
1. Ayudar a todos los líderes de la RCC del mundo a través de comunicación constante. Esto se realiza mediante:
a. Preparación de diferente material sobre la RCC, que coloca a disposición de todos.
b. Participación, a través de sus miembros, en conferencias, congresos, asambleas, etc., con el fin de promover la seguridad, la comunión, la paz y el gozo, así como una sólida doctrina.
c. Ayuda mediante apoyo financiero, visitas e intercambios entre los diferentes centros para el mutuo enriquecimiento; y
d. Ayuda para promover los pasos y decisiones que sean más prudentes y estén en conformidad con los propósitos de la Iglesia en lo que concierne a evangelización, trabajo pastoral, etc.
En todo esto y en general en todos los asuntos, ICCRS actúa respetando el principio de subsidiariedad.
2. Brindar asistencia a la RCC y a los obispos para estimular los carismas y discernir sobre ellos, siguiendo la doctrina del Vaticano II (LG 12,2).
3. Buscar el entendimiento mutuo entre la RCC y la Iglesia, siguiendo las orientaciones del Papa, y animar, a nivel internacional, la colaboración entre la RCC, los obispos y los teólogos.
4. Estimular a los participantes en la RCC para que trabajen por la evangelización del mundo - «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co. 5,14)- enfocados hacia el tercer milenio después del nacimiento de Cristo. Este es un reto que propone el Romano Pontífice. ICCRS lo acepta, confiado en la asistencia especial del Espíritu Santo, trabajando en enfocar las energías de la RCC desde las áreas más desarrolladas hacia aquellas menos desarrolladas o pobres.
5. Servir como centro de información para la RCC y para todos los que deseen conocerla.
6. En su espíritu de servicio, ICCRS mantendrá una relación de diálogo y colaboración con la «Fraternidad Católica de Comunidades de Alianza», reconocida por la Santa Sede como una Asociación Privada de Fieles.
Art. 9. Con el fin de lograr mejor los propósitos u objetivos arriba mencionados, ICCRS se compromete a cumplir los siguientes servicios:
1. En la medida de lo posible, el presidente u otros miembros realizarán visitas a los coordinadores nacionales de la RCC y a los centros de la RCC en el mundo. Sus visitas deben coincidir, si es posible, con algún evento importante que reúna un número considerable de participantes en la RCC. Los miembros de ICCRS deberán también intercambiar con los líderes sus impresiones sobre los programas y proyectos y ofrecer servicios a estos líderes, en cuanto sea posible.
2. Tener comunicación regular con los líderes de la RCC en todo el mundo mediante cartas, el BOLETIN DE ICCRS para líderes y otros escritos.
3. Organizar conferencias y congresos mundiales para líderes de la RCC, y también apoyar otras iniciativas y propuestas para otra clase de conferencias o encuentros a nivel nacional e internacional.
4. Preparar estudios teológicos y pastorales sobre la RCC, conocidos como «Documentos de ICCRS», y desarrollarlos gradualmente de modo que se cubran temas que brinden una adecuada catequesis a los grupos de la RCC.
5. Promover otros escritos y publicaciones sobre la RCC en diferentes partes del mundo, y facilitar su traducción a otros idiomas.
6. Mantener contacto frecuente con la Santa Sede a través del «Episcopal Adviser» (Asesor Episcopal) y el Pontificio Consejo para los Laicos.
7. Visitar los diferentes dicasterios u oficinas de la Santa Sede para mantenerlos informados sobre el progreso de la RCC a nivel mundial y para dialogar con ellos sobre aspectos teológicos y pastorales de la RCC. Las visitas serán realizadas por aquellos miembros delegados por ICCRS en su asamblea general anual.
8. Distribuir equitativamente ayuda financiera para el desarrollo y promoción de la RCC en las regiones más pobres del mundo, de acuerdo con los medios de ICCRS.
ESTRUCTURAS DE ICCRS
Art. 10. Los objetivos, metas y proyectos de ICCRS serán promovidos por su Consejo. En los servicios ofrecidos a las regiones y países del mundo, ICCRS no tiene autoridad jurídica sobre la RCC.
CONSEJO DE ICCRS
a. Composición
Art. 11. Los miembros de ICCRS forman el Consejo del ICCRS. El Consejo del ICCRS consta de un Presidente, un Vicepresidente y doce consejeros, elegidos en la siguiente forma: dos de Norteamérica, dos de América Latina, tres de Europa (uno de Europa del Norte, otro de Europa del Sur y otro de Europa del Este), dos de Africa (uno de los países de habla francesa y otro de los países de habla inglesa), y tres de Asia-Oceanía. El Consejo de ICCRS tiene un «Episcopal Adviser» (Asesor Episcopal) nombrado por el Santo Padre.
Art. 12. El Consejo puede aceptar nuevos miembros que representen ministerios particulares, comunidades de alianza y áreas geográficas extensas que aún no estén representadas.
Art. 13. ICCRS tiene su oficina oficial en Roma. El cambio de sede debe ser aprobado por una mayoría de 2/3, con la aprobación del «Episcopal Adviser» (Asesor Episcopal) y en diálogo con el Pontificio Consejo para los Laicos.
Misión de cada miembro
Art. 14. Son deberes del Presidente:
1. Permanecer en contacto con los otros miembros y consultarlos;
2. Ejecutar las decisiones de ICCRS;
3. Convocar y presidir las reuniones de ICCRS y preparar la agenda después de consultar a los demás miembros;
4. Representar a ICCRS ante la Santa Sede con los delegados que se mencionan en el Art.9.7;
5. Nombrar al personal de la oficina y asignarle sus deberes; y
6. Autorizar gastos importantes de los consejeros.
Art. 15. El Vicepresidente ayuda y asiste al Presidente cuando éste se encuentre impedido.
Art. 16. Los Consejeros:
1. Están obligados a asistir a las reuniones de ICCRS;
2. Deben mantenerse en contacto frecuente con el Presidente y con la oficina de ICCRS y suministrarles la información que les soliciten;
3. Deben servir en los comités de ICCRS para los cuales son nombrados;
4. Deben enviar un informe detallado anual a ICCRS sobre la situación de la RCC en su área geográfica o en su particular área de atención, brindando una apreciación real de la renovación;
5. Deben esforzarse por elevar los niveles de la RCC y por ser ejemplos auténticos para sus grupos geográficos o áreas particulares;
6. Deben buscar representar a ICCRS en su propia área geográfica o su particular área de atención y ante todos los grupos posibles de la RCC en su área;
7. Deben estar disponibles para ayudar al progreso de los grupos de la RCC mediante consulta frecuente con los directores de éstos, adicional a lo estipulado en el Artículo 8;
8. Pueden establecer centros regionales para consejería y proyectos similares; y
9. Conjuntamente, sobre la base de un lenguaje común, de la proximidad geográfica u otros intereses comunes, pueden congregar participantes en la renovación para estudiar las posibilidades de ayuda mutua, intercambio de servicios, de personal y de publicaciones, o realizar en común asambleas, congresos, etc.
Art. 17. El «Episcopal Adviser» (Asesor Episcopal):
1. Está invitado a asistir a las reuniones y comités de ICCRS;
2. Asesora al Consejo de ICCRS y a su Oficina en aspectos teológicos y espirituales;
3. Se cerciora de que los objetivos centrales de los movimientos carismáticos católicos y de ICCRS sean acordes con el Magisterio de la Iglesia Católica y especialmente con las enseñanzas y la orientación del Santo Padre con respecto a la Renovación Carismática;
4. Promueve la unidad dentro de la pluralidad del movimiento carismático católico a nivel internacional;
5. Es consultado especialmente en relación con decisiones y programas importantes (tales como, por ejemplo, la elección de Presidente, cambios en los Estatutos o cambios de locación).
Elecciones
Art. 18. Duración del mandato. Los miembros de ICCRS son elegidos para períodos de tres años. Pueden ser releegidos, pero sólo por dos ocasiones consecutivas (seis años más); sin embargo, en circunstancias especiales, ICCRS puede extender el mandato por un período adicional.
Art. 19. Los nuevos miembros de ICCRS son elegidos por los miembros existentes, teniendo en cuenta los siguientes criterios:
1. Pertenecer a la Iglesia Católica, lo cual se requiere para un liderazgo en la RCC;
2. Tener liderazgo en la RCC y total compromiso con la RCC, no ser simplemente un representante ni alguien que recoge información ni un consejero o un delegado episcopal y sin compromiso con la RCC.
3. Ser representante de una sección cualificada de la RCC (por ejemplo, las comunidades de alianza) o de una realidad particular, por lengua o por cultura, y estar comprometido en actividades sociales y pastorales de la RCC;
4. Entender bien el progreso y evolución de la RCC;
5. Ser personas especialmente preparadas, capaces de trabajar con otros, de buen juicio y con imaginación y creatividad para los servicios particulares de ICCRS;
6. Ser personas bien conocidas por su buena reputación y compromiso con Cristo y con la Iglesia.
Art. 20. Procedimientos para la elección.
1. Todos y cada uno de los miembros de ICCRS tienen voz y voto en la elección.
2. Los líderes de varias regiones pueden proponer nombres. Después los miembros existentes de ICCRS y estos líderes pueden discutir el tema, a lo cual puede seguir un tiempo de diálogo, oración y discernimiento por parte de los miembros existentes de ICCRS.
3. Para la elección de un nuevo miembro, se requiere la mayoría de las dos terceras partes de los miembros de ICCRS. Un miembro no participa en la votación para la propia reelección.
4. Cuando un miembro de ICCRS renuncia a una posición en el Consejo, el sucesor no necesariamente tiene que venir del mismo país, aunque se debe tomar en consideración el área geográfica.
5. Cualquier cambio en la responsabilidad de un miembro, aprobado por ICCRS, no implica la renuncia de ese miembro.
6. La votación se realiza mediante voto secreto.
Art. 21. El Presidente es elegido por los miembros del ICCRS a partir de nominaciones aprobadas por el Pontificio Consejo para los Laicos.
Art. 22. Si la mayoría de los miembros del Consejo considera que el presidente no está cumpliendo los deberes de su cargo, entonces, luego de diálogo fraternal con el presidente y después de apropiada consulta al Pontificio Consejo para los Laicos, los miembros, habiendo presentado esto al Señor, pueden, en caridad, solicitar al Presidente su renuncia.
Si el Presidente rehúsa hacerlo, el Vicepresidente asume el oficio de la Presidencia y convoca una reunión extraordinaria de ICCRS para estudiar el asunto y actuar en consecuencia. El Presidente no asistirá a la reunión, pero puede presentar por escrito las razones por las cuales no renuncia y se le debe dar la oportunidad de responder a cualquier nuevo alegato hecho durante la reunión extraordinaria. Si después de plena discusión en la reunión y de cualquier diálogo necesario con el Presidente, se debe hacer una votación, el procedimiento seguirá lo indicado en el Canon 119. 2, y la decisión será comunicada al Pontificio Consejo para los Laicos. Si se debe elegir un nuevo presidente, el procedimiento seguirá la norma establecida en el Art. 21. Luego de la elección del nuevo Presidente, se hará una votación adicional para decidir si el Presidente depuesto seguirá siendo miembro del Consejo.
Reuniones y Comités de ICCRS
Art. 23. El Consejo de ICCRS se reúne al menos una vez al año durante cuatro o cinco días. La reunión consta del compartir personal, los informes sobre las diversas regiones y una sesión de trabajo.
Art. 24. Dos comités funcionan dentro de ICCRS:
1. El comité ejecutivo, conformado por el Presidente y dos o tres miembros, elegidos por ICCRS. Una persona autorizada por el presidente llevará las minutas. La misión del comité ejecutivo es tomar decisiones sobre problemas urgentes que se presenten en el lapso de tiempo entre dos sesiones del ICCRS, cuando no sea posible esperar hasta la siguiente reunión. Después, las medidas que han sido adoptadas deben ser examinadas por ICCRS en su reunión regular, para confirmarlas o corregirlas.
2. El comité financiero, conformado por el Presidente y dos miembros que son elegidos por ICCRS y que no son miembros del comité ejecutivo. El Director Ejecutivo está presente también, como experto, con voz pero sin voto, a menos que al mismo tiempo sea consejero del ICCRS. Su objeto es resolver problemas financieros urgentes del Consejo, de ICCRS y de los proyectos sobre los que éste ha decidido.
3. Ambos comités presentarán anualmente a ICCRS un informe completo de sus actividades.
OFICINA DE ICCRS
Art. 25. La oficina de ICCRS sirve al Consejo de ICCRS, ejerciendo la administración necesaria para ejecutar las decisiones del Consejo. Está dotada con equipo suficiente para cumplir la tarea que se le encomienda y para conservar los archivos. Tiene el personal necesario, de acuerdo con los criterios de ICCRS, elegido de diferentes partes del mundo, con representación especial de los idiomas más hablados dentro de la RCC.
Art. 26. El Director Ejecutivo es elegido por los miembros del Consejo de ICCRS, y puede ser o no ser necesariamente un miembro del Consejo.
Art. 27. La oficina de ICCRS es manejada por el Director Ejecutivo, bajo la supervisión continua del Presidente y con base en las pautas del Consejo. La labor de la oficina es de coordinación y administración:
1. Su actividad de coordinación comprende:
a. Mantener en orden y actualizadas las listas de ICCRS sobre los líderes área por área, así como cualquier otra información importante;
b. Atender la correspondencia;
c. Informar a los miembros involucrados sobre las novedades importantes que se reciben de sus áreas;
d. Manejar la impresión y distribución del boletín;
e. Colaborar en la reunión del Consejo y llevar las actas;
f. Estar disponible para escribir cartas, realizar traducciones, etc. para el Presidente y los miembros del Consejo;
g. Organizar las conferencias de ICCRS y las reuniones del consejo;
h. Coordinar la impresión y publicación de los libros de ICCRS;
i. Publicar un boletín especial anual en el que se resume la situación de la RCC en el mundo con base en los informes de los miembros de ICCRS.
2. Sus actividades Administrativas y Financieras comprenden:
a. Mantener en orden y actualizados los libros contables, de acuerdo con los medios modernos; dichos libros pueden ser examinados por la autoridad eclesiástica de acuerdo con el Canon 325;
b. Preparar el presupuesto anual a ser aprobado por los miembros de ICCRS;
c. Preparar el balance anual y el estado de pérdidas y ganancias;
d. Obtener, con el permiso y la ayuda de los miembros de ICCRS, recursos financieros, tratando de no omitir nunca lo que ICCRS requiera para cumplir su misión con dignidad; y
e. Reembolsar a los miembros de ICCRS y al personal de la oficina los gastos de acuerdo con las pautas de ICCRS y de su presidente.
3. Otra tarea importante para la Oficina es la de acoger visitantes.
Art. 30. La Oficina de ICCRS está regulada por los presentes estatutos y por las instrucciones del Comité Ejecutivo.
MODIFICACIONES A LOS ESTATUTOS
Art. 31. Todo cambio a estos estatutos requiere el consentimiento de la mayoría de los miembros del Consejo de ICCRS antes de someter las modificaciones propuestas al Pontificio Consejo para los Laicos para su aprobación.
(cortesía de http://www.iccrs.org/reconoci.htm)
La Renovación Carismática Católica
La Renovación Carismática Católica es un movimiento genérico que acoge a diversas asociaciones inspiradas en sus grandes líneas espirituales.
El Movimiento comenzó en 1967 cuando estudiantes y profesores de teología de la universidad de Duquesne en Estados Unidos para orar inspirados en la espiritualidad de Pentecostés. Para 1990, el movimiento afirma contar con millones de miembros alrededor del mundo y con representación oficial en 120 países.
El Movimiento se inspira, según sus líderes, en la oración del Papa Juan XXIII: "Oh Espíritu Santo, derrama la plenitud de tus dones , renueva tus maravillas en este día mediante un nuevo Pentecostés".
La espiritualidad del movimiento no sólo es la renovación de los carismas que se encuentran descritos en la el capítulo 12 de la Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios, sino que se centra en la renovación del compromiso individual a la persona de Jesucristo.
Este compromiso es visto como el centro de la verdadera renovación, que se inicia con la unción con la presencia del Espíritu Santo, llamado algunas veces "Bautismo en el Espíritu Santo". Esto sucede cuando los individuos le piden a Jesucristo, quien es el que envía al Espíritu Santo, que avive el don del Espíritu en sus corazones.
Esto implica la renovación ante todo de los dones recibidos en los sacramentos del bautismo y la confirmación, que se traduce en el encuentro de una fuerza nueva en la oración, un amor renovado a la Escritura, y un nuevo y más profundo aprecio a la Iglesia, a la liturgia y a los sacramentos.
Aprobación y Carisma
El primer respaldo pontificio a la Renovación llegó de parte del Papa Paulo V, que en 1975 le pidió realizar su encuentro anual en Roma. El Papa Juan Pablo II también ha manifestado su confianza por los frutos del movimiento.
El Carisma de la Renovación se manifiesta en "elementos de la Buena nueva que son prioritarios y no opcionales": la alianza de Amor con el Padre, el Señorío de Jesús, el poder del Espíritu, la vida sacramental y comunitaria, la oración, los carismas y la necesidad de la Evangelización.
Y dado que la Renovación se considera en el corazón de la Iglesia, descubre que parte de su propia misión es tener un papel en la renovación de la vida parroquial. De la misma manera, se considera que, colectivamente, los 7 dones del Espíritu por los que el miembro de la Renovación suplica, están encaminados a la edificación del Pueblo de Dios.
Oración
La experiencia carismática se expresa de forma especial en los grupos de oración. Los encuentros de oración tienen como objetivo principal dar gloria a Dios Padre a través de Jesucristo mediante oraciones espontáneas y cantos. EL ritmo de los encuentros es marcado puntualmente con lecturas de la Escritura, compartir y oraciones sobre necesidades particulares de los individuos. En tales encuentros, los carismas auténticos son ejercidos, aunque no cumplen un papel fundamental en la reunión de oración.
El Papa a carismáticos: Se necesitan comunicadores de la belleza del Evangelio
Envía un mensaje a 25.000 participantes del XXVII Congreso Nacional en Rímini
RÍMINI, viernes, 30 abril 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha querido transmitir la necesidad actual de hombres y mujeres «que sepan comunicar la fascinación del Evangelio» en un mensaje enviado al Congreso anual de la «Renovación en el Espíritu» de Italia (RnS, por sus siglas en italiano), que reúne en la ciudad de Rímini hasta el próximo domingo a 25.000 participantes.
El «Rinnovamento nello Spirito Santo» (RnS) o «Renovación Carismática Católica» (RCC) surgió en 1967 cuando algunos estudiantes de la Universidad de Duquesne (Pittsburgh, Pennsylvania – EE. UU.) participaron en un retiro durante el cual experimentaron la efusión del Espíritu Santo y la manifestación de algunos dones carismáticos.
Desde entonces, la RCC se ha difundido rápidamente por todo el mundo y desde 1970 está presente en Italia. Actualmente más de 100 millones de católicos participan de su espiritualidad en 200 países. Tiene un Consejo Internacional (ICCRS – International Catholic Charismatic Renewal Services) reconocido por el Consejo Pontificio para los Laicos.
En cuanto al RnS italiano, está formado por 1.800 grupos y comunidades presentes en todas las diócesis del país, donde 250.000 personas participan de su espiritualidad. Este año, el congreso anual en Rímini –una gran reunión de oración y evangelización-- se transmite vía satélite a todo el mundo.
«He aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva; habrá gozo por siempre por lo que yo voy a crear» (Cf. Is 65, 17-18) es un lema –escogido para esta XXVII edición-- «que ayuda a contemplar el gran misterio del gozo cristiano», reconoce el Papa en su mensaje, enviado a través del obispo de Rímini, monseñor Mariano de Nicolò.
«Deseo de corazón –dice a los participantes-- que la Renovación en el Espíritu Santo suscite cada vez más en la Iglesia la conversión interior sin la cual difícilmente el hombre puede resistir las seducciones de la carne y las concupiscencias del mundo».
Y es que «nuestro tiempo --reconoce-- tiene una gran necesidad de hombres y mujeres que, como rayos de luz, sepan comunicar la fascinación del Evangelio y la belleza de la vida nueva en el Espíritu».
«Con la fuerza arrolladora de la oración de alabanza y la gracia que brota de la vida sacramental --recuerda--, el Espíritu dona incesantemente sus carismas a la Comunidad eclesial, para que sea constantemente enriquecida y edificada».
Pero advierte que al Evangelio de Cristo «hay que corresponder con la audacia de la fe, que es madre de todos los milagros de amor, con la firme confianza que nos hace rogar a Dios todo bien para la salvación de nuestras almas».
«Cada uno, por lo tanto, como verdadero discípulo de Jesús, debe aplicarse sin descanso a seguir sus enseñanzas, haciendo del propio camino de renovación espiritual una permanente escuela de conversión y de santidad», exhorta Juan Pablo II.
«Ser testigos de las “razones del Espíritu”: ésta es vuestra misión, queridos miembros de la Renovación en el Espíritu Santo –constata el Papa--, en una sociedad donde a menudo la razón humana no parece impregnada de la sabiduría que viene de lo Alto».
«Poned en el ánimo de los creyentes que participan en las actividades de vuestros grupos y de vuestras comunidades una semilla de fecunda esperanza en la cotidiana dedicación de cada uno a los propios deberes», pide finalmente el Papa en el mensaje que leyó a toda la asamblea monseñor Dino Foglio, asesor espiritual nacional del RnS.
El cardenal Giovanni Battista Re –prefecto de la Congregación vaticana para los Obispos--, el cardenal Francis Arinze –prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos-- y el padre Raniero Cantalamessa –predicador de la Casa Pontificia—figuran entre los invitados al Congreso anual del RnS italiano.
ZS04043006
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Lectio divina de Hechos de los Apóstoles
Servidores y
testigos de la Verdad
Arzobispado de Madrid
Impreso en Septiembre 2013
Selección de textos y comentarios: Andrés García Serrano (coord)
2
2
ÍNDICE
La Lectio divina............................................................. 5
...de los Hechos de los Apóstoles.............................. 9
1. La Ascensión de Jesús y
la misión de sus discípulos..................................... 13
2. Con un mismo espíritu: la misión apostólica....... 23
3. El Espíritu de la misión........................................... 33
4. La valentía en la dificultad:
«No podemos dejar de hablar».............................. 43
5. La primera comunidad cristiana............................
53
Oración .......................................................................... 63
3
Tiziano Vecellio,
(1575),
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
4
LA LECTIO DIVINA...
L
a lectio divina es, sobre todo, la obra del Espíritu
en nosotros que habla al hombre por medio de
la Palabra de Dios para mostrarle la voluntad del
Padre. De este modo, la lectio divina permite mostrar la
esencia más íntima del hombre facilitándole conocer el
plan de Dios sobre él, y, por tanto, conocerse a sí
mismo. Para ello la lectio divina parte del texto de la Pa-
labra de Dios, realizando una lectura atenta que preste
atención a cada mínimo detalle del texto. La lectio di-
vina consiste en un leer atentamente el texto bíblico,
meditando en su significado para hacerlo nuestro. Es
ese entrar en diálogo confiado con Aquel que nos di-
rige su palabra hasta quedarnos contemplando, admi-
rados, la belleza del rostro de quien nos habla. Y esta
contemplación ciertamente transforma nuestra vida.
Una imagen vale más que mil palabras. Palabra y
visión no se oponen, son cauces complementarios que
pueden ayudar a comprender la esencia de la lectio di-
vina. Tratemos de explicarla mediante la contempla-
ción de un cuadro de Tiziano en el que aparece San
Jerónimo rezando. San Jerónimo, patrono de los exe-
getas católicos puesto que el Papa español San Dámaso
le encargó la traducción de las Sagradas Escrituras al
latín, la lengua del pueblo en aquel momento, nos
puede ayudar en el arte de la lectura espiritual de la
Sagrada Escritura, con la que queremos rezar a lo largo
de este curso 2013-2014.
Observemos el cuadro. Su marco es el desierto
5
agreste. Todo evoca al retiro y al silencio, pero nada
dice. Nada distrae al espectador de la imagen de San
Jerónimo y de su mirada ardiente, clavada en los cla-
vos de Cristo, clavada en Cristo. Es el marco de toda
búsqueda de Dios, que no puede darse sin silencio, sin
interioridad, sin un cierto pararse y darse solo a Él.
¡Cuánto necesitamos este silencio en medio del vértigo
de nuestros días! La contemplación de la Palabra de
Dios será un oasis de paz en Dios, un escuchar tran-
quilamente la voz de Dios que habla en nuestra intimi-
dad.
En el ángulo superior izquierdo encontramos, casi
un detalle, la Cruz. En su humildad, la Cruz de Cristo
no llena la escena, pero sin embargo, todo converge
hacia ella. No se impone, pero sin ella la obra entera
carecería de sentido. Todo el cuadro invita a buscarla.
Este cuadro es todo un tratado de contemplación sobre
la búsqueda del rostro de Cristo. Jerónimo busca a su
Señor, el consuelo y la gloria del Resucitado. Parece
como si todo el cuerpo pendiera de esa mirada. La mi-
rada profunda de San Jerónimo es la mirada del que
ama a Cristo y se identifica con Cristo, hasta en la cruz.
La oración sólo se ilumina cuando tendemos y mira-
mos a Cristo y no a nosotros mismos.
¿Pero quién busca a Cristo? San Jerónimo, en su hu-
manidad desnuda, sin tapujos. El Santo se encuentra,
con el peso de sus años, orientado hacia el objeto de su
deseo, la visión del Señor. Es decir, San Jerónimo no
sólo mira a Cristo, sino que también se deja mirar por
Él. Deja que Cristo mire su carne desnuda, enferma,
quizás herida por su pecado, anciana. Ese diálogo de
las miradas es la oración contemplativa que une la
carne gloriosa de nuestro Señor con nuestra desnuda
carne.
El cuerpo, con su verdad desnuda, se cubre parcial-
mente con un manto rojo. Es la Iglesia. Tiziano lo ex-
presa con este manto cardenalicio, teñido de púrpura
6
en la sangre de los mártires. El que reza está en soledad,
pero nunca solitario. Esta dimensión eclesial es un rasgo
esencial de toda contemplación cristiana. En el seno de
la Iglesia, el rostro de Cristo se hace accesible a todo el
que lo busca con sincero corazón. Dejémonos acompa-
ñar por la Iglesia, por su Magisterio, por sus santos y
por nuestras comunidades parroquiales.
Si la mirada de San Jerónimo orienta el cuerpo y tira
de él hacia Cristo, las manos nos enseñan el camino.
La una está sobre la Biblia; la otra sobre la piedra. San
Jerónimo busca al Señor en las palabras del Señor. Y
nuestra madre la Iglesia nos dice que la Palabra de
Dios es la Biblia. Parece como si San Jerónimo se im-
pulsara hacia el crucifijo apoyándose en el libro santo.
Como decían los Padres de la Iglesia, ignorar las Escri-
turas es ignorar a Cristo mismo. Pero no sólo eso, del
mismo modo, conocer las Escrituras nos lleva a cono-
cer el corazón de Dios en la Palabra de Dios.
En la otra mano, San Jerónimo tiene una piedra. La
lectura orante de las Sagradas Escrituras no es super-
ficial, ni de una mirada curiosa. Se trata de una mirada
empeñativa, que está dispuesta a sufrir y luchar por
amor. El amor busca la unión, la identificación, aunque
cueste. Queremos leer y meditar la Palabra de Dios
uniéndonos al Señor hasta formar una sola cosa con Él.
La oración sería un simple pasatiempo, una evasión, si
se la priva de este deseo de cambiar la vida, de hacer
todo aquello que el Señor nos manifiesta en la oración.
Es una contemplación transformadora, aunque cueste.
Se trata, en definitiva, de descubrir la voluntad de Dios
para luchar para hacerla propia. La piedra expresa la
actitud de quien dice: «Señor, ¿qué quieres que haga?»,
¿qué he de hacer para identificarme más contigo?. La
Palabra de Dios es ese libro de discernimiento (mano
izquierda) que ilumina las dificultades propias de la
vida (mano derecha) para identificarnos progresiva-
mente al Verbo Encarnado, el hombre perfecto.
7
... DE LOS HECHOS
DE LOS APÓSTOLES
C
oincidiendo con la Misión Madrid, la Archidió-
cesis de Madrid propone la lectura meditada
del libro de los Hechos de los Apóstoles. Este
libro describe el desarrollo de la fructífera misión de
la Iglesia naciente. Dicha misión, aun desarrollándose
hace más de veinte siglos, es modelo para la Iglesia de
todos los tiempos. De hecho, las características de la
misma, la guía del Espíritu, la fortaleza en las diversas
dificultades, la comunión eclesial, la caridad, el servi-
cio, la alegría, el testimonio hasta el martirio si fuera
necesario, y la acogida a todos, tanto a los que se acer-
can a la Iglesia, como a los alejados o a los que la re-
chazan, están llamadas a desarrollarse también en
nuestra misión en Madrid. Ciertamente, la Palabra de
Dios, de un modo especial el libro de los Hechos de los
Apóstoles, puede iluminar y revitalizar nuestro ardor
misionero y el modo en que realizamos esta dimensión
propia de todo cristiano.
Proponemos, por tanto, la lectio divina de quince pa-
sajes que muestran distintos aspectos de la misión de
los orígenes del cristianismo. El libro de los Hechos co-
mienza con una afirmación programática que describe
las distintas etapas en las que puede dividirse el libro.
Las últimas palabras de Jesús, antes de su Ascensión a
los cielos, subrayan el mandato misionero de Jesús que
envía a sus discípulos a ser sus «testigos en Jerusalén,
en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tie-
rra» (Hch 1,8). Veremos cada una de estas etapas en cada
uno de los trimestres del curso 2013-2014: «Jerusalén»
9
en el primer trimestre, «Judea y Samaría» en el segundo,
y «hasta los confines de la tierra» en el tercero.
Los cinco primeros textos propuestos para la medi-
tación (primer trimestre del curso 2013-2014) se enmar-
can «en Jerusalén» y describen los fundamentos de la
misión. En una especie de «evangelio de la infancia» de
la Iglesia naciente, San Lucas, el autor de los Hechos,
describe los pilares básicos de la Iglesia y de su misión:
el mandato misionero de Jesús antes de su Ascensión;
la necesidad de que dicha misión sea apostólica, es
decir, eclesial, fundada en los doce apóstoles y sus su-
cesores; la acogida del Espíritu Santo como motor y fun-
damento de toda vida eclesial; las dificultades como
parte constitutiva de la misión cristiana; y la comunión,
dimensión esencial para dicha misión eclesial.
Los cinco siguientes textos propuestos (segundo tri-
mestre del curso) describen la misión en «Judea y Sa-
maría». La persecución a los cristianos en el Templo de
Jerusalén provoca que éstos se alejen de Jerusalén y
vayan «por todas partes anunciando la Buena Nueva
de la palabra» (Hch 8,4). Esta dispersión favorece la mi-
sión, que conlleva la caridad y servicio, especialmente
a los más necesitados. Esteban es el primer testigo de
Jesucristo que, identificándose plenamente con su
Maestro, ofrece su vida por el Señor. Este primer testi-
monio martirial ha de ser modelo de nuestra misión,
que está llamada a estar dispuesta al martirio, si fuera
necesario. En Judea, bajando desde Jerusalén hacia el
sur, se encuentra Felipe con el etíope eunuco, que le-
yendo el profeta Isaías y regresando de peregrinar a
Jerusalén, representa la misión a los que se acercan al
Señor. Por último, el encuentro de Pedro con el centu-
rión Cornelio describe la primera conversión de un pa-
gano y, por tanto, el modelo de la misión a los más
alejados.
Los cinco últimos textos propuestos (tercer trimes-
tre del curso) se centran en la misión de la Iglesia en la
10
diáspora, llegando «hasta los confines de la tierra». La
asamblea de Jerusalén decide, con la guía del Espíritu
Santo, que todos los hombres son destinatarios de la
salvación de Dios sin restricción alguna; estamos lla-
mados a acoger y llegar a todos, sin acepción alguna
de personas. San Pablo es el modelo de esta misión
universal que llega, no sólo a los alejados, sino también
a aquellos que le rechazan. El discurso de Pablo en el
Areópago de Atenas muestra cómo Pablo presenta la
integridad del mensaje cristiano, aun cuando éste sea
exigente y pueda recibir mofas. Ahora bien, Pablo es
bien consciente de su incapacidad física para llegar a
todos. Por ello, su discurso a los dirigentes de las co-
munidades cristianas va dirigido también a cada uno
de nosotros, que estamos llamados a evangelizar con-
forme al modelo paulino. Finalmente, Pablo, en su
ardor evangelizador, llega a Roma, aprovechando
cualquier oportunidad que la Providencia le ofrece
para predicar, incluso su naufragio por las aguas del
Mediterráneo.
Cada una de estas quince sesiones propuestas está
compuesta por los siguientes apartados. En primer
lugar encontramos el texto de la Escritura que quere-
mos contemplar. En segundo lugar proponemos un co-
mentario que trata de explicar dicho pasaje. En tercer
lugar proponemos una serie de textos relacionados con
la temática del pasaje en cuestión. Dichos textos están
tomados de la Tradición de la Iglesia, tanto de los Pa-
dres de la Iglesia, como de teólogos contemporáneos,
como del Magisterio de la Iglesia, y, junto con el pasaje
de los Hechos y el comentario al mismo, tratan de ilu-
minar la reflexión personal. Finalmente, sugerimos
una serie de preguntas que pueden servir para un diá-
logo en grupo en el que pongamos en común lo que el
Señor haya dicho a cada uno. De este modo, podemos
construir juntos, y guiados por la Palabra de Dios, la
Misión Madrid en nuestra propia parroquia.
11
1
1.1
La Ascensión de Jesús y
la misión de sus discípulos
El pasaje de la Escritura (Hch 1,1-11)
1
Escribí el primer libro, Teófilo, sobre todo lo que
Jesús comenzó a hacer y enseñar 2hasta el día en
que, después de haber dado instrucciones por el
Espíritu Santo a los apóstoles que él había elegido,
fue elevado al cielo. 3También después de su Pa-
sión, él se presentó vivo ante ellos con muchas
pruebas: se les apareció durante cuarenta días y les
habló de lo referente al Reino de Dios. 4Mientras
estaba a la mesa con ellos, les mandó no alejarse
de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre:
«La que oísteis de mis labios: 5que Juan bautizó
con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados
en el Espíritu Santo dentro de pocos días». 6Los
que estaban reunidos allí le hicieron esta pregunta:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino
de Israel?». 7Él les contestó: «No es cosa vuestra co-
nocer los tiempos o momentos que el Padre ha fi-
jado con su poder, 8sino que recibiréis la fuerza del
Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y
seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Sa-
maría, y hasta los confines de la tierra». 9Y después
de decir esto, mientras ellos lo observaban, fue ele-
vado al cielo, y una nube lo ocultó a sus ojos. 10Es-
taban mirando atentamente al cielo mientras él se
iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres
con vestiduras blancas 11que dijeron: «Hombres de
Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo
Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al
cielo, vendrá de igual manera a como le habéis
visto subir al cielo» (Hch 1,1-11).
13
1.2 La lectio divina del pasaje
En este primer pasaje del libro de los Hechos de los
Apóstoles, san Lucas remite a su destinatario a un pri-
mer libro en el que escribió sobre todo lo que Jesús comenzó
a hacer y enseñar. Al evocar su obra completa en dos vo-
lúmenes, Lucas parece invitarnos a no olvidar una
parte mientras leemos la otra. Lucas dedicó el evange-
lio a todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar desde el
inicio. En los Hechos presenta lo que Jesús sigue ha-
ciendo y enseñando en su Iglesia a lo largo del tiempo.
La vida y obra de Jesús necesitaban una continuación
en su Iglesia. Si el primer volumen de su obra está de-
dicado a Jesús, sus obras y enseñanzas, el segundo se
refiere a la Iglesia naciente, en la que Jesús sigue ac-
tuando y enseñando.
Esta Iglesia naciente es modelo para la Iglesia de
todos los tiempos. También en nosotros, piedras vivas
de la Iglesia, Jesús quiere seguir actuando y ense-
ñando. Existe una continuidad en la historia de la sal-
vación entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la
Iglesia, entre los hechos y enseñanzas de Jesús y los de
la Iglesia. De hecho, Jesús, en el evangelio de san Juan
dice: «Y harán cosas aún más grandes de aquellas que
he hecho yo». Y el apóstol Pablo dice que «estamos lla-
mados a realizar en nosotros lo que falta a los padeci-
mientos de Cristo». Es decir, Jesús mismo pone en
nuestras manos un gran Misterio: continuar el camino
iniciado por Él, completando en nosotros su obrar y su
enseñar. Es necesario, pues, que nuestras acciones y
enseñanzas sean concordes a las suyas y las actualicen
en el hoy del tiempo presente; y es necesario que, como
Jesús, en primer lugar obremos y luego enseñemos, es
decir, que nuestra enseñanza esté precedida y vincu-
lada siempre a nuestras acciones. En Jesús se muestra
claramente la primacía de los hechos ante las palabras;
así ha de ser también en nosotros.
Precisamente por esta encomienda personal de
14
Jesús a sus seguidores, el texto de los Hechos habla de
dar instrucciones por el Espíritu Santo a los apóstoles que
él había elegido. Como Jesús eligió a los apóstoles, nos
elige a nosotros para que continuemos su misión.
Nuestro apostolado no es el fruto de nuestra iniciativa,
sino de la gracia y la elección del mismo Jesús que nos
llama. El mismo nombre de apóstol hace referencia al
hecho de ser enviado por alguno. La autoridad del
apóstol no le viene de sí mismo, sino de aquel que le
ha elegido para enviarlo. Como Jesús basa su propia
autoridad en aquel que lo envía, el Padre, nuestra au-
toridad de apóstoles se basa en aquel que nos envía, el
Señor Jesús. De hecho, en el evangelio de san Juan,
Jesús mismo había establecido una conexión precisa
entre su propio envío de parte del Padre y el envío de
los apóstoles por parte suya: «como el Padre me ha en-
viado, así os envío yo». Y poco más adelante añade: «el
que os escucha a vosotros, me escucha a mi». Cierta-
mente Jesús nos envía y nos reviste de su autoridad
para realizar su misión hasta tal punto que podemos
hablar en el nombre de Jesús. Ahora bien, cuando Jesús
nos constituye apóstoles suyos, lo primero que hace es
darnos instrucciones por su Espíritu Santo. Sólo
cuando acogemos en nosotros las instrucciones del Es-
píritu de Jesús podemos obrar y enseñar en su nombre.
Es decir, los apóstoles tienen la necesidad de ser for-
mados por el Espíritu Santo, que capacita para el apos-
tolado. Esta instrucción del Espíritu, como la
instrucción del propio Jesús a sus primeros discípulos,
es totalmente necesaria para abrir la mente, entender
y actuar eficazmente en su nombre; es lo primero y
más importante.
Pero, ¿cuál es el contenido de la enseñanza de Jesús
que nosotros debemos continuar? El día en que Jesús
fue arrebatado a lo alto tiene una importancia especial
a causa de las instrucciones dadas a los apóstoles. San
Lucas dice que Jesús les hablaba de lo referente al Reino de
Dios. Mientras que sus propios discípulos esperaban
15
que Jesús instaurara el Reino de Israel, él habla del Reino
de Dios. Es decir, no se trata de un reino geográfico,
político, o social, circunscrito a una determinada na-
ción o pueblo, sino de un reino divino destinado a toda
la humanidad. Mientras que aquellos discípulos pen-
saban en un campo de trabajo restringido, Jesús habla
de unos destinatarios universales. ¡Cuántas veces po-
demos limitar, también nosotros el Reino de Dios a
nuestro propio «reino», a nuestro propio cortijo de
amigos! Se trata más bien del espacio del Reino de Dios
que se expande en el corazón de los creyentes. San Be-
nito decía que «el Reino de Dios se expande cuando no
se antepone nada al amor de Dios». Sólo entonces Dios
es rey poseyendo el señorío sobre todo, porque cuando
Dios verdaderamente reina en el corazón de los cre-
yentes, inmediatamente trasciende dicho reinado a la
esfera externa del creyente. Si nos preocupamos de ex-
pandir el Reino de Dios en nuestro corazón, podemos
estar seguros de que dicho Reino se difundirá también
fuera de nuestros corazón, se extenderá también a la
sociedad en la que vivimos realizando su dimensión
universal.
El primer mandamiento que reciben los primeros
cristianos para difundir este Reino y continuar la obra
y enseñanza de Jesús es: No os alejéis de Jerusalén... es-
perad... Se trata de una invitación a no alejarse del
lugar que les congrega, a permanecer juntos en su pre-
sencia. Es similar a la vocación de los Doce: «los llamó
para que estuvieran con él». Jesús nos invita a la esta-
bilidad, a no alejarnos de él, ni de la Iglesia. Una de las
consecuencias fundamentales de haberse convertido
en apóstoles es permanecer con Jesús, en el espacio en
el que él habita, en la Iglesia. Como bien afirma el
evangelista san Juan, sólo el que permanece en Jesús
puede dar fruto: «el que permanece en mí da mucho
fruto». Jesús nos manda no separarnos, no alejarnos,
no apartarnos, no dividirnos. El verbo griego utilizado
por Lucas contiene todas estas acepciones. La primera
16
manifestación de la autenticidad de nuestro aposto-
lado es permanecer con Jesús y con los que son de
Jesús. La primera característica del creyente que vive
radicalmente su vocación apostólica es permanecer es-
tables en el Señor y su Iglesia, sin alejarnos, esperando.
Jesús manda esperar la promesa del Padre y poco más
adelante dice: Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo. El
contexto aclara que con la expresión promesa del Padre
se alude al Espíritu Santo, prometido por el Padre en
el AT como don de salvación del tiempo mesiánico. El
Espíritu Santo ha sido prometido por el Padre y por el
Hijo y es entregado por ambos. Es el gran don de Dios
a los hombres porque Dios mismo puede trasferir su
Espíritu y el hombre puede acoger en su espíritu el Es-
píritu de Dios. De hecho, hacia el Espíritu Santo apun-
tan insistentemente todas las palabras de nuestro texto.
La recepción del Espíritu, que el mismo Jesús experi-
mentó al ser bautizado por Juan, ha de ser la misma
recepción del Espíritu por parte de los discípulos de
Jesús. Por un lado, del mismo modo que Jesús acogió
el Espíritu con plena docilidad y obediencia, nosotros
debemos responder a las insinuaciones del Espíritu
con esa misma docilidad y obediencia. Por otro lado,
del mismo modo que el bautismo de Jesús le habilitó
para su ministerio, nuestro bautismo en el Espíritu nos
habilita para nuestro apostolado.
Si nuestra respuesta al Espíritu es como la respuesta
de Jesús al Espíritu, entonces seremos testigos de Jesús
en todo momento y podremos cumplir el mandato de
Jesús a sus discípulos: Seréis mis testigos hasta los confi-
nes de la tierra. El testigo presencia en primera persona
aquello de lo que da testimonio. Si contemplamos la
vida de Jesús y su respuesta siempre dócil al Espíritu,
movidos por este Espíritu, podremos reaccionar del
mismo modo que Jesús y convertirnos en sus testigos.
El testigo transmite lo que ha visto y el testigo de Jesús
trasmite lo que ha contemplado de Jesús de tal manera
que desea lo que él deseó, ama lo que él amó, revela lo
17
que él reveló. El mismo Jesús se convierte en el conte-
nido del testimonio del apóstol: el amor de Jesús, la ac-
tividad y enseñanza de Jesús, la muerte y resurrección
de Jesús. Los primeros cristianos eran muy conscientes
de la misión que tenían de ser testigos de Jesús. El
Cristo anunciante se convirtió en el Cristo anunciado.
Cristo es el contenido de nuestro anuncio. La promesa
de la fuerza del Espíritu no está sin motivo delante de
la frase que invita al testimonio. Es el Espíritu de Jesús
el que capacita al cristiano para configurarse interior-
mente con Cristo y así convertirse en testigo fidedigno
de Jesús. Tenemos el Espíritu de Jesús para pensar
como él, para amar como él, para vivir como él. El Es-
píritu de Jesús nos asemeja progresivamente a Jesús
para que la totalidad de nuestra vida testimonie a
Jesús. Y ese asemejarnos a Jesús nos hace también ase-
mejarnos entre nosotros. Ya lo decía Paul Claudel: «Los
que son semejantes a Cristo son semejantes entre sí con
una diversidad magnífica». Nuestra semejanza a
Cristo nos convierte en testigos de Cristo pareciéndo-
nos entre nosotros en lo que nos parecemos a Cristo y
diferenciándonos entre nosotros en nuestro propia in-
dividualidad.
Una vez que Jesús terminó de decir sus últimas re-
comendaciones, mientras ellos lo observaban, se elevó al
cielo. Este versículo da a conocer un acontecimiento
trascendental que solemos llamar la «Ascensión del
Señor a los cielos». Se describe como un aconteci-
miento perceptible en el que se manifiesta al Señor hu-
manado y ensalzado. Ahora bien, esta visible elevación
de Jesús al cielo, por un lado posibilita el camino de
los hombres al cielo, y por otro lado habilita el camino
para el testimonio de los apóstoles. Somos ciudadanos
del cielo, nuestro destino es el cielo y allí nos dirigimos
cuando somos testigos de Cristo mediante nuestra con-
figuración con él. Sin embargo, los primeros discípulos
se quedaron inmóviles, por lo que recibieron el repro-
che de los dos ángeles: ¿Qué hacéis mirando al cielo? No
18
nos podemos quedar quietos. Debemos recorrer nues-
tro propio camino al cielo, un camino que comienza en
la elección gratuita de Dios y que se recorre en la pro-
gresiva configuración con Cristo para convertirnos en
sus testigos. Entonces, plenamente configurados con
él, habiendo vivido y muerto como él, podremos reinar
con él cuando venga de igual manera como ha sido elevado
al cielo.
1.3 Así lo leyeron
Fíjate cómo Cristo hace creíbles sus propias pala-
bras con sus obras. Respecto a la humildad ex-
horta, diciendo: «Aprended de mí que soy manso
y humilde de corazón». Enseñaba a ser pobres y lo
mostraba mediante las obras. «El Hijo del hombre
no tiene dónde reclinar la cabeza», afirma. De
nuevo ordena amar a los enemigos y lo enseña en
la cruz cuando rogó por los que lo crucificaba.
Decía: «Al que quiera entrar en pleito contigo para
quitarte la túnica, déjale también el manto». Y no
sólo Él ofreció los vestidos, sino también entregó
su sangre. Y lo mismo ordenó hacer a sus discípu-
los. Por ello también Pablo decía «Según el modelo
que tenéis en nosotros». En verdad, nada hay más
estéril que un maestro que sólo cultiva las pala-
bras. Ciertamente, eso no es lo propio de un maes-
tro, sino de un hipócrita. Por esto los apóstoles
enseñaban primero con la vida, y luego con las pa-
labras; más aún, ni siquiera tenían necesidad de
palabras, porque actuaban las obras (SAN JUAN CRI-
SóSTOMO, Homilías a los Hechos de los Apóstoles, 1,2).
¿Por qué no vino [el Espíritu Santo] cuando
Cristo estaba presente ni inmediatamente des-
pués de su partida, sino que Cristo subió a los
cuarenta días y el Espíritu Santo no descendió
hasta que se cumplió el día de Pentecostés? Por-
19
que convenía que lo desearan y así recibieran el
don. Por eso, cuando uno se apartó, vino el otro.
Si hubiera venido estando aún presente Jesús, no
lo habrían esperado con tanta expectación. Por
igual motivo tampoco se hace presenté ense-
guida de su partida, sino después de ocho o
nueve días. Así también, nosotros nos estimula-
mos ante Dios sobre todo cuando nos encontra-
mos necesitados (SAN JUAN CRISóSTOMO, Homilías
a los Hechos de los Apóstoles, 1,5).
No era una gracia parcial, sino de plenos pode-
res. Igual que el que se sumerge en el agua y se
bautiza, queda rodeado de agua por todas par-
tes, así también fueron bautizados por el Espíritu
completamente. Con la diferencia de que el agua
se difunde por fuera, mientras que el Espíritu
bautiza hasta el fondo del alma sin dejar ni un
solo rincón. ¿Y de qué te admiras? Acepta el
ejemplo de una cosa material, pequeño e insigni-
ficante, pero útil para los más sencillos. Si al pe-
netrar interiormente a través del espesor del
hierro, el fuego transforma todo en fuego, y lo
que estaba frío se pone incandescente, y lo negro
se torna brillante; si el fuego me es algo corpóreo
obra así penetrando en la materia del hierro sin
ninguna traba, ¿por qué te extrañas de que el Es-
píritu Santo se meta en lo más íntimo del alma?
(SAN CIRILO DE JESURALÉN, Catequesis, 17, 14).
El Señor nos ha ocultado el tiempo para que es-
temos vigilantes y que cada uno de nosotros
pueda pensar que ese acontecimiento se produ-
cirá según su vida. Si hubiera sido revelado el
momento de su venida, sería inútil ese aconteci-
miento, y las naciones y los tiempos en que se
produjera no lo desearían. Él ha dicho que ven-
20
drá, pero no ha precisado el momento, y de esta
manera todas las generaciones y todos los tiem-
pos tienen sed de Él (SAN EFRÉN DE NISIBI, Comen-
tario al Diatessaron, 1, 15).
1.4 Preguntas para el diálogo en grupo
¿Eres consciente de que la misión de Jesús
necesita ser continuada por tus obras y en-
señanzas? La sociedad actual escucha más
fácilmente a los testigos, que viven lo que
dicen, que a los maestros, que simplemente
enseñan: ¿Cómo puedes tratar de que tus
enseñanzas estén siempre avaladas por
tus obras? El testigo de Cristo está llamado
a reflejar a Cristo en su vida: ¿Crees que
cada día te asemejas más a Cristo?
Los primeros discípulos fueron instruidos
por Jesús mismo y por el Espíritu Santo:
¿Cómo te puedes dejar instruir por la Igle-
sia, cuerpo de Cristo, y por el Espíritu
Santo? ¿Qué podrías hacer para que el Es-
píritu actuara en ti con toda su fuerza?
Siguiendo la afirmación de San Benito,
¿qué cosas o personas pueden impedir
que Dios reine en tu vida? ¿Podrías poner
algún ejemplo que muestre que el reinado
de Dios en tu corazón se ha expandido a
la sociedad?
Jesús fue elevado al cielo: ¿qué te impide
vivir recordando que es el cielo el destino
al que estás llamado? ¿Te quedas parado,
o caminas con decisión, ayudado por la
gracia, a las altas cumbres de la santidad?
21
2
2.1
Con un mismo espíritu:
la misión apostólica
El pasaje de la Escritura (Hch 1,12-26)
12
Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte
llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén,
el espacio de un camino sabático. 13Y cuando lle-
garon subieron a la estancia superior, donde vi-
vían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y
Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo,
Simón el Zelotes y Judas de Santiago. 14Todos ellos
perseveraban en la oración, con un mismo espíritu
en compañía de algunas mujeres, de María, la
madre de Jesús, y de sus hermanos. 15Uno de aque-
llos días Pedro se puso en pie en medio de los her-
manos –el número de los reunidos era de unos
ciento veinte- y les dijo: 16«Hermanos, era preciso
que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu
Santo, por boca de David, había hablado ya acerca
de Judas, el que fue guía de los que prendieron a
Jesús. 17Porque él era uno de los nuestros y obtuvo
un puesto en este ministerio. 18Éste, pues, compró
un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo
de cabeza, se reventó por medio y se derramaron
todas sus entrañas. -19Y esto fue conocido por
todos los habitantes de Jerusalén de forma que el
campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es
decir, “Campo de Sangre”-. 20Pues en el libro de
los Salmos está escrito: Quede su majada desierta, y
no haya quien habite en ella. Y también: Que otro re-
ciba su cargo. 21Conviene, pues, que de entre los
hombres que anduvieron con nosotros todo el
tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros,
22a partir del bautismo de Juan hasta el día en que
23
nos fue llevado, uno de ellos sea constituído tes-
tigo con nosotros de su resurrección». 23Presenta-
ron a dos: a José, llamado Barsabás, por
sobrenombre Justo, y a Matías. 24Entonces oraron
así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de
todos, muéstranos a cuál de estos has elegido,
25para ocupar en el ministerio del apostolado el
puesto del que Judas desertó para irse adonde le
correspondía.» 26Echaron a suertes y la suerte cayó
sobre Matías, que fue agregado al número de los
doce apóstoles (Hch 1,12-26).
2.2 La lectio divina del pasaje
Después de la narración de la Ascensión de Jesús al
cielo, San Lucas describe a la comunidad apostólica
junto con María (Hch 1, 12-14), y la restauración del
grupo de los Doce con la elección de Matías (Hch 1, 16-
26). En la primera parte se nos presenta la unidad de
ánimo entre los Doce, que se sitúa en el lugar de la Eu-
caristía y de la recepción Espíritu Santo, como condi-
ción necesaria para la misión, y en la segunda se
especifica que esta unidad de espíritu se realiza en la
comunión con la voluntad de Jesús, manifestada en el
número doce, tal y como Él lo quiso.
Lucas comienza narrando cómo los Apóstoles regre-
san a Jerusalén, «a la estancia superior», lugar que tra-
dicionalmente se identifica con el sitio donde Jesús
celebró la Última Cena con los Doce. Aquella estancia
se convierte, pues, en el lugar de sus asambleas y ora-
ciones, y será donde, un poco más adelante, tendrá
lugar la venida del Espíritu Santo. Este detalle inicial
ya nos habla del punto de partida de la misión que van
a comenzar los Apóstoles. La Eucaristía se va a conver-
tir en el modelo de todo apostolado. En efecto, anun-
ciar la resurrección de Jesús no consistirá en repetir
una verdad religiosa, sino en en la entrega de la vida.
Así lo han vivido muchos santos cuando enseñan que
24
los cristianos comulgamos en el cuerpo entregado y en
la sangre derramada. Sólo evangeliza quien tiene toda
la vida comprometida con Jesús, quien no tiene miedo
a ser entregado y derramado, por la salvación del
mundo y la alegría de los hombres.
La Eucaristía, sacramento de la comunión con Jesús,
genera también una estrecha comunión entre los Após-
toles. Así lo expresa Lucas con las palabras «con un
mismo espíritu» con las que describe la fraternidad
que ha nacido entre ellos en el seguimiento de Jesús.
En los Hechos de los Apóstoles se habla muchas veces
de esta unidad, pero los versículos más significativas
respecto a la comunión apostólica son Hch 4, 24, donde
«todos a una elevaron su voz a Dios» pidiendo la gracia
de no tener miedo a la persecución, y Hch 2, 46 donde,
no sólo se vincula la unidad a la oración como en Hch
1, 14 y Hch 4, 24, sino también a la Eucaristía, como en
Hch 1, 14: «Acudían al Templo con perseverancia y con
un mismo espíritu, partían el pan por las casas y toma-
ban el alimento con alegría» (Hch 2, 46).
De esta manera, se pone de manifiesto que vivir con
un mismo espíritu, tienen que ver con la comunión eu-
carística Por eso, Lucas sujeta vincula la comunión a la
oración en común y a la Eucaristía, ya que la unidad de
espíritu nunca resulta de una disposición puramente
humana, sino que es una vida que proviene de la unión
estrecha con Jesús. Así lo manifiesta san Pablo en la
Carta a los Romano donde el Apóstol pide para los cris-
tianos que unánimes glorifiquen a Dios. Esta unanimi-
dad nace de tener «los unos para con los otros los
mismos sentimientos, según Cristo Jesús» (Rm 15, 5),
por tanto, no según el propio espíritu. Esto nos lleva a
una consideración más profunda de la comunión: los
hermanos no los elegimos nosotros, sino el Señor. Por
tanto, aunque resulte atrevido decirlo, no estamos lla-
mados a quedarnos en una amistad ficticia con los
demás, sino a ser siervos de los que Jesús ha puesto en
nuestro camino. De la misma manera que el Señor se ha
25
hecho siervo, la unidad con nuestros hermanos es en Je-
sucristo, quien da forma a nuestras relaciones y a la fra-
ternidad. De esta manera, el trato con los hermanos
nunca nos enviará lejos de Dios, sino que en el servicio
a la alegría de los demás, hacemos nuestro camino en el
amor a Dios. La comunión con los hermanos es la co-
munión con Jesús, que es quien nos ha dado hermanos.
La segunda parte de nuestra perícopa consiste en
un discurso de Pedro en el que da toda la autoridad a
la voluntad de Jesús, ya que Pedro anuncia que, salva-
guardando la voluntad de Jesús, hay que rehacer el nú-
mero de los que el Señor eligió. Para ello, se echa a
suertes la elección entre dos candidatos. Después de
pedir al Señor que muestre a cuál de los dos escoge,
sale elegido «Matías, que fue agregado al número de
los doce apóstoles».
No puede negarse que el número Doce, por el cual
se designa al grupo constituido por los discípulos de
Jesús, tiene profundas raíces en la historia de Israel y
se refiere al pueblo de las doce tribus. De modo que la
intención de Jesús parece ser el restablecimiento de la
unidad definitiva del Israel restaurado. Desde los pro-
fetas mayores y menores hasta la narrativa tardía y la
literatura sapiencial se atestigua la viva y continua es-
peranza de la reunión del pueblo de Dios disperso, la
reagrupación de las doce tribus en la tierra prometida.
Para muchos estudiosos, la institución de los Doce ha
de ser entendida en este contexto de escatología de res-
tauración. El grupo de los Doce es recompuesto para
que puedan dirigirse al pueblo de Israel reunido en Je-
rusalén en el primer gran día de la fiesta después de
Pascua, es decir, Pentecostés, como pone de manifiesto
el capítulo 2 del libro de los Hechos. En esa circunstancia,
Pedro y los otros once dan testimonio a las doce tribus
del pueblo de Dios.
Sin duda, el texto resalta que Jesús quiso elegir a
doce, y que la Iglesia custodia su voluntad y vive de lo
que Él le da. Matías, del que ya no vuelve a saberse
26
nada, participó, sin duda en la decisión tomada por los
Doce en Hch 6, 2, y en la imposición de manos de Hch
6, 6, es decir, toma parte en la misma autoridad jerár-
quica que tienen los que fueron elegidos directamente
por Jesús. De esta manera se resalta que la voluntad de
la Iglesia está en perfecta consonancia con la de Jesús.
La misión, por tanto, tiene un fuerte carácter eclesial y
la recibimos en el seno de la Iglesia. Ninguno de nos-
otros podemos ser «misioneros sin barco», como diría
Madeleine Delbrêl, ya que la corriente del mundo nos
ahogaría. Fuera de la comunión eclesial nuestro canto
es disonante para nosotros y para la Iglesia. Esto nos
obliga a acomodarnos al paso de los otros, a vivir de
lo que recibimos de la Iglesia. Por tanto, recibir la mi-
sión dentro de la Iglesia nos hace libres de intereses
personales y de buscarnos a nosotros mismos en los
pequeños éxitos. Es la Iglesia, la que, como madre, nos
sustenta en los duros trabajos del evangelio y la que
hace que no nos cansemos.
Cabe destacar un detalle de importancia para nos-
otros. Como hemos visto, los Apóstoles sustituyen a
Judas por Matías, sin embargo, cuando Santiago, hijo
de Zebedeo, es ajusticiado por Herodes Agripa en Hch
12, 2, no es reemplazado para recomponer el número
de 12. ¿Por qué motivo se sustituye a Judas y no a San-
tiago? Porque Judas no murió siendo fiel, en cambio,
Santiago alcanzó el martirio en la fidelidad a la misión
recibida. De esa manera Santiago cierra el testimonio
de Jesús con su propia sangre, mientras que Judas de-
sertó. Tenemos mucha necesidad de pedir la gracia de
la fidelidad hasta el último día de nuestra vida. La fi-
delidad a Jesús y a la Iglesia, que son los cimientos de
nuestra alegría. Debemos ir allí donde la gracia dis-
ponga para nosotros, y no construir nosotros nuestra
propia vida porque se acaba viniendo abajo. Somos
servidores del Dios fiel y fuerte que tiene poder para
asegurar nuestro encargo hasta el final. Somos, pues,
humildes testigos de un amor más grande que nuestra
fidelidad.
27
2.3 Así lo leyeron
Fíjate cómo Pedro lo hace todo con el parecer
común; no obrando con instigación ni autoritati-
vamente. Y no dijo sin más: «En lugar de Judas
elegimos a este otro», sino que, consolando a los
demás por lo que había sucedido, fíjate cómo dis-
pone el discurso. En efecto, el suceso los había
colocado en una dificultad no pequeña. Y no te
extrañes. Pues si todavía ahora muchos dan vuel-
tas en torno a ello, ¿qué habría que pensar de lo
que les dirían a ellos? Hermanos, dice el texto. Si
el Señor los llamó hermanos, con mayor razón
Pedro los puede llamar hermanos; por eso llama
así a todos los presentes. Ten en cuenta la digni-
dad de la Iglesia y su estado angélico. Allí nadie
estaba separado, ni hombres ni mujeres. Yo
quiero que también ahora sean así las iglesias.
Nadie se inquietaba por lo mundano, nadie se
molestaba por los cuidados de la casa. ¡Este bien
traen consigo las pruebas! ¡Este honor traen las
tribulaciones! (SAN JUAN CRISóSTOMO, Homilías a
los Hechos de los Apóstoles/1, 109-110).
Así pues, porque convenía actuar de esa manera,
presenta al profeta como testigo; y porque era
necesario respecto a los candidatos, Pedro ex-
plica, diciendo: De los varones que nos han acompa-
ñado todo el tiempo. Ciertamente, si hubiera dicho:
«Es necesario que se presenten los que sean dig-
nos», habría insultado a los demás; en cambio,
ahora actúa con prudencia, y no dice sencilla-
mente: Que nos han acompañado, sino que añadió:
Todo el tiempo que el Señor Jesús vivió con nosotros,
empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en
que fue elevado de entre nosotros, uno de ellos sea
constituído con nosotros, testigo de su resurrección.
¿Para qué dice eso? Para que el número de los
28
apóstoles no quedara mutilado. Pero, ¿acaso
Pedro no podía elegir por sí mismo? ¡Sin duda!
Mas para que no pensaran que se agraciara a sí
mismo, no lo hace. Por otra parte, aún permane-
cía privado del Espíritu. Y presentaron a dos –dice
el texto-: a José, llamado el Barsabás, por sobrenombre
Justo, y Matías. No los presentó Pedro, sino todos.
Pedro fue quien dio el consejo, mostrando que no
era algo suyo, sino conforme a la antigua profe-
cía, de manera que él fue intérprete, no maestro
(SAN JUAN CRISóSTOMO, Homilías a los Hechos de los
Apóstoles/1, 112-113).
¿Cómo expresaríamos entonces lo que ocurre en
Pentecostés? Ante todo se nos ofrece esta expre-
sión: se funda la Iglesia. Pero esto no captaría
bien lo que cuentan los Hechos de los Apóstoles,
sino que ahí ha ocurrido algo previamente. Jesús
eligió a los Doce, y les confió lo suyo; llamó a
Pedro fundamento de piedra en que Él iba a edi-
ficar su Iglesia; dispuso para el porvenir la Euca-
ristía como centro y misterio cordial; para no
hablar de que todo el tiempo vivió con ellos, les
habló y entretejió con ellos su sagrada figura, en
espíritu y sentido. Pero todo eso no fue todavía
realización histórica, sino sólo preparación, base
y germen. Luego, en Pentecostés, nacerá la Igle-
sia. Esta no es una institución inventada y cons-
truida, sino un ser vivo; nacido de un
acontecimiento que es a la vez humano y divino,
el de Pentecostés. Vive a través del tiempo; lle-
gando a ser, como llega a ser todo lo humano;
transformándose, como se transforma todo lo
histórico, en tiempo y destino; y sin embargo,
sigue siendo siempre la misma esencia, y su con-
tenido es Cristo. A partir de aquí, amigos míos,
se decide el modo cómo hemos de entenderla.
Mientras veamos a la Iglesia sólo como una or-
29
ganización que sirve a fines determinados; como
una autoridad que se opone a la libertad indivi-
dual; como un acuerdo entre aquellos que tienen
el mismo modo de ver y sentir en las cosas reli-
giosas, no tenemos todavía la relación justa con
ella. Sino que ella vive, y nuestra relación con ella
debe ser también vida (ROMANO GUARDINI, Verdad
y Orden, II, 122-123).
Danos prudencia y sabiduría en nuestro pobre
quehacer para que no caigamos en la tentación
de crear más desunión en la Iglesia por culpa de
un celo desordenado por la misma misión.
Danos claridad de visión y valor de modo que
nos preocupemos más por la unidad de la Iglesia
según tu voluntad para el futuro que por las di-
ferencias procedentes del pasado (...). Cuando
nuestro corazón nos acuse de estar demasiado
poco poseídos por el omnipotente espíritu de tu
unidad, no permitas que nos desanimemos. Que
entonces seamos todavía capaces de confiar en
que esta debilidad nuestra llena de pecado está
como envuelta en tu perdón y en aquella unidad
de los cristianos que Tú ya nos has concedido (K.
RAHNER, Oraciones de vida, 205-206).
30
2.4 Preguntas para el diálogo en grupo
La unidad de espíritu de la que nos habla
el libro de los Hechos es una escuela para
nosotros. ¿Considero importante la comu-
nión? ¿Entiendo que la unidad con los
hermanos tiene mucho que ver con la re-
lación con el Señor?
La unidad de la que habla San Lucas no es
fruto de la simpatía personal o de un es-
fuerzo, sino que el mismo evangelista la
vincula a la Eucaristía y la oración. ¿Pido
la gracia de vivir en comunión con los que
el Señor me ha puesto?
La elección de Matías viene precedida de la
oración. En nuestras decisiones diarias,
¿consultamos al Señor lo que hemos de
hacer en orden a su voluntad, o, quizá sin
darnos cuenta, vivimos improvisando?
31
3
El Espíritu de la misión
3.1 El pasaje de la Escritura (Hch 2,1-12)
1
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos
reunidos con un mismo objetivo. 2Y de repente so-
brevino del cielo un ruido, como de un viento que
irrumpe impetuosamente, que llenó toda la casa
en la que se hallaban. 3Entonces se les aparecieron
distintas lenguas como de fuego, que se repartie-
ron y se posaron sobre cada uno de ellos. 4Queda-
ron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron
a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
hacía expresarse. 5Habitaban en Jerusalén judíos,
hombres piadosos venidos de todas las naciones
que hay bajo el cielo. 6Al producirse aquel ruido se
reunió la multitud y quedó perpleja, porque cada
uno les oía hablar en su propia lengua. 7Estaban
asombrados y se admiraban diciendo: «¿Es que no
son galileos todos éstos que están hablando?
8¿Cómo es, pues, que nosotros les oímos cada uno
en nuestra propia lengua materna? 9Partos, medos,
elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y
Capadocia, del Ponto y Asia, 10de Frigia y Panfilia,
de Egipto y la parte de Libia próxima a Cirene, fo-
rasteros romanos, 11así como judíos y prosélitos,
cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras
propias lenguas las maravillas de Dios». 12Estaban
todos asombrados y perplejos, diciéndose unos a
otros: «¿Qué puede ser esto?» (Hch 2,1-12).
33
3.2 La lectio divina del pasaje
El «evangelio de la infancia» de la Iglesia naciente, na-
rrado en los primeros capítulos del libro de los Hechos
de los Apóstoles, encuentra su cumbre en el relato de
Pentecostés, con el descenso del Espíritu Santo sobre
la primitiva Iglesia. Lo que el Bautismo de Jesús, con
la recepción del Espíritu Santo al terminar su evangelio
de la infancia, es para Jesús, lo fue Pentecostés para la
primitiva Iglesia. Del mismo modo que Jesús comienza
su vida pública después de su Bautismo, los cristianos
iniciamos nuestro ministerio público con la recepción
del Espíritu Santo. El mismo Espíritu que alentó la
vida de Jesús sigue alentando la nuestra para que tam-
bién nosotros hagamos la voluntad de Dios, como
Jesús hizo la voluntad del Padre. De hecho, la presen-
cia del Espíritu dinamiza de tal modo la Iglesia que
aquellos que estaban escondidos con las puertas cerra-
das por miedo a los judíos, salen inmediatamente y se
convierten en misioneros valientes que predican in-
cluso en el templo de Jerusalén. En pocos años, los pri-
meros cristianos, llenos del Espíritu, evangelizan y
vitalizan los pueblos de la tierra conocida en aquel en-
tonces. El impulso de la Iglesia empieza con la recep-
ción del Espíritu Santo, él es el motor de la Iglesia de
todos los tiempos, también de la nuestra.
Vayamos al texto para descubrir cómo se produjo y
qué conllevó ese acontecimiento determinante para la
historia de la Iglesia y para nuestra propia vida. En pri-
mer lugar, llama la atención la disposición de los dis-
cípulos antes de recibir el don del Espíritu: estaban
todos reunidos con un mismo objetivo. Estaban todos jun-
tos, pero no sólo físicamente, sino también espiritual-
mente. Podríamos decir que esa comunión en un
mismo objetivo implica que estaban con-cordes, es
decir, con un solo corazón, con una sola intención.
¡Cuánto une caminar juntos hacia una misma meta! Pa-
rece que el Espíritu gusta de esta disposición basada
en la comunión afectiva y efectiva. De hecho, la expre-
34
sión que ha sido traducida por un mismo objetivo es más
amplia en el original griego. También podría ser tra-
ducida por estar reunidos «en ello», en la Iglesia, en la
comunidad, en la oración, o incluso estar reunidos «en
él», en el Señor, en la Eucaristía. Nada une tanto como
la Eucaristía, fuente de la verdadera comunión; nada
une tanto como el Señor, la oración y la verdadera
amistad en la Iglesia. Esta comunión expectante de-
manda el don de Dios como una concha vacía y abierta
que quiere acoger el agua. Se trata de la epíclesis, es
decir, de la invocación orante, presente en toda comu-
nidad unida que celebra cualquier sacramento.
Precisamente cuando los discípulos se encontraban
juntos de repente vino del cielo un don. Sólo cuando los
apóstoles están estables en la concordia de los corazo-
nes y perseveran en una oración expectante, el Espíritu
puede invadirles plenamente. Cuando toda la activi-
dad de los discípulos consistía en el estar unidos, son
premiados con el don de Dios. Ahora bien, los regalos
divinos son siempre imprevistos. Por eso el texto dice
que de repente sobrevino del cielo un viento. Dios siem-
pre sorprende, es algo que sobreviene inesperada-
mente. La libertad de Dios es como la del viento y así
ha de ser la libertad del cristiano movido por el Espí-
ritu: «El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero
no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el
que nace del Espíritu». Este Espíritu Santo, libre por
antonomasia, habita en la Iglesia y es el que la hace
siempre libre. Si somos esclavos de algo, eso que nos
esclaviza no es de Dios. La verdad de Dios siempre nos
libera.
Esta acción imprevista de Dios sólo es posible des-
cribirla por medio de la analogía y la comparación. Por
eso San Lucas utiliza el comparativo «como». El don
sorprendente de Dios es como una ráfaga impetuosa de
viento y como unas lenguas de fuego. El autor no encuen-
tra palabras apropiadas y por ello emplea estas dos
imágenes: el viento y las lenguas de fuego. La objeti-
35
vidad del acontecimiento está garantizada por el hecho
de que los discípulos percibieron, es decir, oyeron y
vieron; pero el acontecimiento es de una trascendencia
tal que sólo mediante imágenes puede ser atisbado. En
la revelación del Antiguo Testamento tanto el viento
como el fuego son símbolos de la divinidad. El viento,
desde la suave brisa, hasta el viento impetuoso, habla
de la presencia de Dios, que es capaz de movernos y
dirigirnos. El fuego, símbolo de la gloria divina, tiene
la capacidad de iluminar y purificar, siendo una ener-
gía capaz de transformar. El fuego también realiza el
sacrificio, la oblación.
Ambas imágenes describen la acción divina, que
actúa sobre cada uno, individualmente: las distintas len-
guas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. El Espí-
ritu, actúa personalmente en cada bautizado. Es
importante caer en la cuenta de que se trata de lenguas
distintas, luego cada lengua de fuego entra de modo
personal en cada uno de los presentes, de modo que
cada uno puede sentirse plenamente él mismo y al
mismo tiempo invadido del Espíritu Santo. Gracias,
Señor, porque nunca anulas nuestra individualidad,
sino que la respetas y llevas a plenitud. Gracias porque
nunca nos tratas como si fuéramos uno más de la
masa, sino que tu trato es siempre personal.
Es más, si le dejamos, el Espíritu se posa, se esta-
blece, toma posesión definitiva de cada uno de nos-
otros. Este permanecer en el cristiano indica la
presencia continuada e irrevocable de Dios. Cierta-
mente podemos permitir que el Espíritu actúe más o
menos en nosotros, hay una graduación en nuestra do-
cilidad al Espíritu, pero nunca nos podrán robar el don
del Espíritu recibido en el bautismo. Somos templo del
Espíritu y lo somos para siempre porque los dones de
Dios son irrevocables.
El texto no dice sólo que el Espíritu actúa indivi-
dualmente en cada bautizado, sino también afirma
36
que el Espíritu llenó toda la casa en la que se encontraban.
El Espíritu quiere llenar por completo el lugar en el
que habita. Es el único que tiene la capacidad de col-
mar nuestro ser. Si dejamos que el Espíritu habite ple-
namente en nosotros, no habrá vacío en nuestro
interior porque él lo llenará todo, estaremos siempre
llenos de su presencia. Además, el Espíritu quiere que
nada de nosotros quede sin su presencia transforma-
dora. El Espíritu quiere permearlo todo, penetrar hasta
lo más profundo de nuestro ser para así poder bende-
cirlo todo. Es decir, el Espíritu se proyecta hacia la ple-
nitud y totalidad. En este sentido el Espíritu revela la
catolicidad del misterio cristiano porque está desti-
nado a afectar todas las dimensiones del ser y a dar la
plenitud a todo.
¿Cuál era aquella casa donde se encontraban, que
se llenó del Espíritu Santo? La Tradición ha situado la
escena siempre en el Cenáculo. Aquella casa en la que
se encontraba la Iglesia naciente, donde tuvo lugar la
Institución de la Eucaristía y del sacerdocio, el lavato-
rio de los pies, la encomienda del perdón de los peca-
dos y la venida del Espíritu Santo, era imagen de toda
la Iglesia. Toda la Iglesia está llena del Espíritu, que la
colma con su inagotable plenitud. Análogamente,
aquella casa puede ser interpretada como una imagen
del mundo entero. También la creación está llena del
Espíritu que tantas veces nos habla a través de la crea-
ción. El mundo entero es templo del Espíritu, que in-
vade toda la creación. ¿Acaso no es una criatura el pan
Eucarístico, que nos muestra la presencia divina en la
creación y el destino del mundo creado?
Esta presencia del Espíritu Santo, que llena por
completo a la creación, a la Iglesia y a los bautizados,
hizo que los discípulos se pusieran a hablar en distintas
lenguas, según el Espíritu les hacía expresarse. Sí, el Espí-
ritu pone las palabras necesarias en nuestros labios. El
bautizado, guiado por el Espíritu, es capaz de hacer
llegar la Palabra de Dios eficazmente. ¡Cuántas veces
37
queremos acertar con nuestras palabras! Sólo el Espí-
ritu Santo nos enseña a expresarnos de tal modo que
nuestra palabra se convierta en Palabra de Dios.
Ahora bien, el texto dice que cada discípulo hablaba
en una lengua distinta y que todos los presentes, partos,
medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea,
Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto,
Libia, romanos, cretenses y árabes, cada uno les oía
proclamar en su lengua las maravillas de Dios. No es
que los discípulos hablen una única lengua que todos
entienden, sino que el mensaje divino es expresado en
todas las lenguas. La acción del Espíritu Santo no hace
a la audiencia entender el lenguaje de los discípulos,
sino que éstos hablan los idiomas nativos de todos los
miembros de la audiencia. Pentecostés no es una
vuelta al periodo anterior a Babel con un única lengua
hablada y entendida por todos, sino que los primeros
cristianos hablan distintas lenguas para alcanzar a
todos los pueblos. La Palabra de Dios llega a cada uno
en su propia lengua, en su propio estilo. Los discípu-
los, guiados por el Espíritu, pronuncian el mensaje di-
vino de modo que cada uno lo pueda entender. El
Espíritu Santo les lleva a abrazar todas las culturas ex-
presadas por las diferentes lenguas para que, una vez
abrazadas dichas culturas, puedan ser evangelizadas.
Además, la audiencia está constituida por judíos
que se encuentran en Jerusalén, pero la descripción lu-
cana es hombres piadosos venidos de todas las naciones que
hay bajo el cielo. Lucas indica la amplia variedad de pro-
cedencias de los oyentes, incluso enumerando los lu-
gares de los cuales vienen esas personas. Esa lista de
naciones es una actualización de la tradición de la
«tabla de naciones» conocida en aquel tiempo. Lucas,
enumerando estas naciones, parece deseoso de mostrar
una representación universal de judíos provenientes
de todo el mundo, evocando una universalidad que in-
cluye a los gentiles. El acontecimiento de Cristo es para
todos, mostrando, una vez más, su catolicidad. No hay
38
persona humana por la que Cristo no haya muerto. De
hecho, el mismo Jesús había dicho: «cuando sea alzado
de la tierra, atraeré a todos hacia mi». Todos los pue-
blos bajo el cielo esperan ansiosos, a veces sin saberlo,
la buena noticia de Cristo. De este modo, el texto de
los Hechos muestra el campo de trabajo en el que los
discípulos de Cristo debemos afanarnos. El cristia-
nismo, por su propia naturaleza, tiende a la universa-
lidad y elimina toda forma de separación, división o
contraposición. El Señor nos llama para llegar a todos.
Finalmente, ¿qué es lo que dicen los apóstoles?
¿Cuál es el contenido de su predicación? Este auditorio
universal oye a los discípulos, llenos del Espíritu
Santo, proclamar las maravillas de Dios. El discípulo
dócil al Espíritu no habla de sí, sino de Dios. A veces
lo hace implícitamente, otras veces explícitamente,
mostrando las obras grandes que Dios hace en su vida.
¡Cuánto hablamos de nosotros y qué poco hablamos
de Dios o de las obras que él hace en nosotros! Señor,
concédenos la gracia de proclamar una y otra vez tus
maravillas a todos aquellos que nos escuchan y que, a
buen seguro, quedaran asombrados y perplejos de tus
maravillas.
3.3 Así lo leyeron
Un asunto de gran importancia nos obliga a no ca-
llar por más tiempo qué es eso que el Espíritu
Santo se manifestó en el río Jordán como paloma,
y a éstos se da como lenguas de fuego. Dos son los
sentidos de esta figura: la simplicidad, que es con-
dición natural de la paloma, y que tenga al mismo
tiempo fe encendida para no arrastrar la tibieza sin
el fuego de la Escritura Santa. Allí en las aguas del
río se representa la unión de corazones; aquí
manda que prediquen la doctrina con encendi-
miento. En el alma urge el amor, en la palabra arde
el fuego (ARATOR, Historia apostólica, 1).
39
En efecto, el Espíritu Santo se apareció en el
fuego y en las lenguas, porque hizo ardientes y
locuaces a todos los que inundó; ardientes de Él
y locuaces sobre Él. Al mismo tiempo, para indi-
car que la santa Iglesia, extendida por todos los
confines del mundo, debía hablar en el mismo
idioma de todas las naciones (BEDA, Comentario a
los Hechos de los Apóstoles, 2, 3a).
Por eso, cuando envía al Espíritu Santo, le hace
visible en dos formas: por la paloma y por el
fuego. Por la paloma, cuando desciende sobre el
Señor después de su bautismo; por el fuego,
cuando desciende sobre los apóstoles reunidos...
La paloma indica que los santificados por el Es-
píritu tienen que ser sencillos, y el fuego enseña
que la sencillez no debe ser fría. No os impre-
sione la división de lenguas; las lenguas son dis-
tintas; por eso apareció en forma de lenguas;
lenguas distintas como de fuego se posaron
sobre cada uno de ellos. Son lenguas distintas
entre sí, pero esta división no es cisma. No temas
la desunión en la división de lenguas. Reconoce
en la paloma la unidad (SAN AGUSTíN, Tratado
sobre el Ev. de Juan, 6, 3).
¡Qué rápida es la palabra de la Sabiduría y,
cuando el maestro es Dios, qué pronto se
aprende lo que se enseña! No se necesita traduc-
ción para comprender, ni ejercicios para adquirir
el uso, ni tiempo para estudiar, sino que, so-
plando el Espíritu de verdad donde quería, las
palabras que eran particulares a cada pueblo vi-
nieron a ser comunes en la boca de la Iglesia.
Desde ese día sonó la trompeta de la predicación
evangélica; desde ese día la lluvia de los carismas,
los ríos de bendiciones, regaron todo el desierto y
toda la tierra árida; pues, para renovar la faz de
40
la tierra «el Espíritu de Dios se cernía sobre la su-
perficie de las aguas», y, para disipar las antiguas
tinieblas, brillaban los fulgores de una nueva luz,
cuando por el esplendor de las lenguas centelle-
antes nacía la luminosa palabra del Señor, y la
palabra inflamada que, para crear la inteligencia
y consumir el pecado, tiene el poder de iluminar
y la fuerza de quemar (SAN LAóN MAGNO, Sermo-
nes, 75, 2).
Los que se ríen, aunque sea de manera miste-
riosa, sin embargo son testigos de cosas verdade-
ras, porque los discípulos no se emborracharon
con vino viejo en las nupcias de la Iglesia, sino
que están llenos del mosto de la gracia espiritual.
Ciertamente el vino nuevo ya se encontraba en
los odres nuevos, puesto que los apóstoles hacían
resonar las grandezas de Dios «con un espíritu
nuevo y no según la antigua letra» (BEDA, Comen-
tario a los Hechos de los Apóstoles, 2, 13).
3.4 Preguntas para el diálogo en grupo
¿Crees que el Espíritu Santo es el que ver-
daderamente guía la Iglesia y el que
quiere guiar cada una de tus decisiones?
Los apóstoles estaban juntos con un mismo
objetivo, ¿qué puedes hacer para favorecer
la comunión en tu parroquia? ¿De qué
modo imploráis juntos la venida del Espí-
ritu Santo?
El Espíritu Santo quiere posarse sobre cada
uno de nosotros y bendecir la totalidad de
nuestra existencia. ¿En qué recovecos de
nuestra alma puede encontrar resistencia
41
a su acción? ¿Le dejo que resida, cada vez
más, en mi y en mi casa hasta llenarla por
completo?
¿Tratas de llegar a cada persona del modo
que le sea más fácil aceptar el Evangelio?
¿Hay persona o grupos a los que te cuesta
más o incluso te niegas a llevar el Evange-
lio?
42
4
4.1
La valentía en la dificultad:
«No podemos dejar de hablar»
El pasaje de la Escritura (Hch 4,1-4.13-23)
1
Estaban hablando al pueblo, cuando se les pre-
sentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del
Templo y los saduceos, 2molestos porque ense-
ñaban el pueblo y anunciaban en la persona de
Jesús la resurrección de los muertos. 3Les echa-
ron mano y les pusieron bajo custodia hasta el
día siguiente, pues había caído ya la tarde. 4Sin
embargo, muchos de los que oyeron la Palabra
creyeron; y el número de hombres llegó a unos
cinco mil (...). 13Viendo la valentía de Pedro y
Juan, y sabiendo que eran hombres sin instruc-
ción ni cultura, estaban maravillados. Recono-
cían, por una parte, que habían estado con Jesús;
14y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos, al
hombre que había sido curado; de modo que no
podían replicar. 15Les llamaron salir fuera del Sa-
nedrín y deliberaban entre ellos. 16Decían: «¿Qué
haremos con estos hombres? Es evidente para
todos los habitantes de Jerusalén, que ellos han
realizado una señal manifiesta, y no podemos ne-
garlo. 17Pero a fin de que esto no se divulgue más
entre el pueblo, amenacémosles para que no ha-
blen ya más a nadie de ese nombre». 18Les llama-
ron y les mandaron que de ninguna manera
hablasen o enseñasen en nombre de Jesús. 19Mas
Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo
delante de Dios obedeceros a vosotros más que
a Dios. 20No podemos dejar de hablar de lo que
hemos visto y oído». 21Ellos, después de haberles
43
amenazado de nuevo, les soltaron, no hallando
manera de castigarles, a causa del pueblo, por-
que todos glorificaban a Dios por lo que había
ocurrido, 22pues el hombre en quien se había re-
alizado esta señal de curación tenía más de cua-
renta años. 23Una vez libres, vinieron a los suyos
y les contaron todo lo que les habían dicho los
sumos sacerdotes y ancianos (Hch 4,1-4.13-23).
4.2 La lectio divina del pasaje
No es casualidad que Jesús prometa a los que le siguen
«el ciento por uno: ahora en el presente, casas, herma-
nos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecu-
ciones» (Mc 10, 30). El libro de los Hechos da buena
cuenta de esta promesa del Señor a los suyos, ya que
en esta obra lucana se nos narra cómo los Apóstoles
pasan por todo tipo de sufrimientos por causa del
Evangelio. Las persecuciones, las torturas, incluso la
muerte se convierten en el medio para la evangeliza-
ción. Es decir, no se trata de casualidades, sino que la
cruz viene estrechamente unida a la tarea evangeliza-
dora. Pero, como los mismos textos señalan, el sufri-
miento de los discípulos es profundamente fecundo.
El relato del que nos ocupamos ahora, Hch 4, 1-31,
suele dividirse en dos partes: la comparecencia de
Pedro y Juan ante el Sanedrín y la reunión y posterior
oración de los Apóstoles en circunstancias adversas.
Así lo estructuramos para nuestra reflexión, apoyán-
donos en otros relatos que nos ayudarán a ver cómo el
éxito de la misión viene de la mano de la dificultad en
el apostolado.
Esta primera parte narrando cómo Pedro y Juan son
encarcelados por «los sacerdotes, el jefe de la guardia
del Templo y los saduceos» (Hch 4, 1), muestra que la
fidelidad trae cruz, y la cruz fecundidad. El motivo es
que anunciaban la resurrección en «la persona de
Jesús» (Hch 4, 2). Sin embargo, el juicio no versa direc-
44
tamente sobre el motivo de la detención, sino que se
centra en el milagro que poco antes ha narrado Lucas.
En efecto, en Hch 3, 1-10 se cuenta la curación de un
tullido por parte de estos dos apóstoles en la puerta
Hermosa del Templo. Con las palabras «en el nombre
de Jesucristo, el Nazoreo, ponte a andar» (Hch 3, 6),
aquel, que estaba incapacitado desde el nacimiento (cf.
Hch 3, 2), comenzó a andar. Ante el temor por el gran
número de conversiones que suscitaba la predicación
y las obras de los Apóstoles, «unos cinco mil» (Hch 4,
4), traen al curado al juicio para que Pedro y Juan ex-
pliquen «con qué poder» (Hch 4, 7) han hecho la cura-
ción.
Poco más adelante, Lucas escribe que «por la mano
de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodi-
gios» (Hch 5, 12), añadiendo que «los creyentes cada
vez en mayor número se adherían al Señor, una multi-
tud de hombres y mujeres» (Hch 5, 14). Esto provoca
que los Apóstoles sean de nuevo llevados ante el Sane-
drín (Hch 5, 27), donde se les recuerda la prohibición
de enseñar el nombre de Jesús. El jucio termina con la
flagelación de los Doce y la amenaza de no seguir pre-
dicando (Hch 5, 40).
En Hch 7, 6 Lucas dice que «la Palabra de Dios iba
creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerable-
mente el número de discípulos, y multitud de sacerdo-
tes iban aceptando la fe». Ya no se trata sólo del pueblo
que se alegra de recibir el evangelio, sino que incluso
los que al principio se oponían, los sacerdotes, acogen
la fe que predican los discípulos, de modo que el éxito
de la misión va siendo cada vez más grande. Pero
unida a este referencia, el autor sagrado narra el mar-
tirio de Esteban, quien también realizaba «entre el pue-
blo grandes prodigios y señales» (Hch 6, 8). Del relato
del martirio de Esteban llama la atención que el modo
de persecución se oculta en la mentira, en la falsa acu-
sación, mientras que en los relatos anteriores se pre-
guntaba directamente a los Doce sobre su actividad.
45
La cruz va tomando aspectos distintos. Así como antes
era por una oposición directa a la fe cristiana, ahora
aparece ante la persona del Apóstol en la envidia, los
deseos torcidos del corazón del hombre, en una volun-
tad ambigua, en la sobrebia. Es impresionante cómo
termina el relato de la muerte de Esteban: «Saulo apro-
baba su muerte» (Hch 8, 1).
La situación de ser juzgados y perseguidos por
Jesús ya fue anunciada por el Maestro cuando, diri-
giéndose a los Doce, les anuncia que serán llevados «a
las sinagogas y cárceles» (Lc 21, 12). Sin embargo, Jesús
une esta advertencia a la providencia, que no permitirá
que perezca «ni un cabello de vuestra cabeza» (Lc 21,
18) y llama a la perseverancia (cf. Lc 21, 19) como un
signo de la fortaleza apostólica. ¿Por qué los Apóstoles
continúan con su trabajo misionero a pesar de que
cada vez las amenazas son más claras? ¿No eran quizás
conscientes de que se estaban encaminando hacia un
fracaso seguro? ¿De dónde nace la fortaleza para se-
guir adelante por unos caminos cada vez más dificul-
tosos? La fortaleza apostólica nunca nace del empeño
personal, sino del amor a Jesús. Él es el tesoro por el
que merece la pena venderlo todo. La fortaleza pro-
viene de experimentar que si me falta el Señor, me falta
todo. Se trata del amor de los mártires, quienes han
amado a Jesús más que a sus propias vidas. El vigor
apostólico en medio de la persecución proviene, por
tanto, de la presencia del Maestro en la vida del discí-
pulo, y del corazón enamorado del discípulo que
quiere ser como su Maestro. Si Jesús venció en la cruz,
¿cómo va a darle la espalda el Apóstol al instrumento
que se la ha dado para vencer?
Después que los jefes, ancianos y escribas prohíban
a Pedro y Juan hablar o enseñar el nombre de Jesús (cf.
Hch 4, 18) y que ellos respondan con valentía que no
pueden dejar de hablar de lo que han visto y oído (cf.
Hch 4, 20), son puestos en libertad bajo amenaza (cf.
Hch 4, 21). Juan y Pedro se reúnen con los demás para
46
contarles todo lo ocurrido (cf. Hch 4, 23) y todos a una
elevan una oración a Dios. Conviene destacar que la
primera reacción de los Doce es la oración en común y
no planear una estrategia por la que librarse del atosi-
gamiento de los judíos. Esto pone de manifiesto que la
persecución es el ámbito en el que sus vidas y su mi-
sión han de desarrollarse. Sin duda se trata de algo
aprendido en la convivencia con Jesús, quien nunca se
escondió de la dificultad.
Esta identidad en las penas de la persecución y en
el modo de afrontarla entre Jesús y los Apóstoles se
acentúa fuertemente en la mención que hace Hch 4, 27
de «Herodes y Poncio Pilato». Es decir, los mismos que
persiguieron al Maestro son ahora los que atormentan
a los discípulos. Esta mentalidad de compartir la
misma vida que Jesús invade el interior de los Doce,
por eso en la oración no piden ser librados del sufri-
miento, sino que Jesús tenga en cuenta la amenaza bajo
la que desarrollan su misión, y piden «poder predicar
tu Palabra con toda valentía» (Hch 4, 29).
La valentía a la que se hace referencia y que deja
asombrados a los que interrogan a Pedro y Juan (cf.
Hch 4, 13), no tiene nada que ver son la insolencia sino
que por la promesa que hace Jesús de asistirles en el
momento de la prueba (Lc 21, 15) hace relación con la
confianza. Se trata de hablar abiertamente de Jesu-
cristo, como vemos en el testimonio de Pedro, y no sólo
mediante alusiones. Esta valentía, sin embargo, es algo
que proviene de pedirlo intensamente a Dios, como
vemos en la segunda parte de nuestro texto.
La oración que Lucas nos ha dejado en este texto es
una invocación a la madurez cristiana. No se trata de
que se den las circunstancias propicias para la evange-
lización, sino de pedir la gracia de la fidelidad al Señor.
Los discípulos, de esta manera, sitúan la vocación en
un grado de importancia absoluta. Ellos han sido en-
viados a predicar el Evangelio, el nombre de Jesús, y
47
la forma de vida que llevan, sin miedos, está determi-
nada por la vocación que les ha sido dada. Desde los
inicios de la misión cristiana las dificultades han acom-
pañado a los discípulos de Jesús.
No es casualidad, por tanto, que Jesús educara a los
suyos a vivir en circunstancias adversas. En la pará-
bola del sembrador y su posterior explicación (Mt 13, 1-
9.18-23), por ejemplo, hablándoles sólo a los Doce, el
Maestro describe una semilla sembrada en pedregal que
no consigue echar raíces, aunque al principio recibió la
Palabra con alegría (cf. Mt 13, 20-21). Este terreno em-
pedrado, que sin duda hace referencia a una compren-
sión equivocada del seguimiento, es inconstante, «y
cuando se presenta una tribulación o persecución por
causa de la Palabra, sucumbe enseguida» (Mt 13, 21).
Los Apóstoles, por tanto, no piden vivir de una ma-
nera distinta a la que vivió Jesús y Él les enseñó, sino
la valentía para, en medio de las dificultades, ser fieles
a su vocación y no sucumbir. Esta es la oración que el
Señor atiende, ya que, según narra Lucas, «acabada su
oración (...), todos quedaron llenos del Espíritu Santo
y predicaban la Palabra de Dios con valentía» (Hch 4,
31). A Dios se le pide que dé ánimos a los que lo pro-
claman. Ellos no le piden egoístamente beneficios para
ellos mismos, sino la gracia de llevar, con franqueza y
unidad, lo que Dios les ha pedido llevar a cabo.
4.3 Así lo leyeron
¿Qué significa: Porque nosotros no podemos
dejar de hablar de lo que hemos visto y oído? «Si
es falso lo que afirmamos –vienen a decir-, de-
mostradlo; pero si es verdad, ¿por qué lo prohi-
bís?». ¡Tal es su conducta! Los judíos se
encuentran en dificultad; los apóstoles en alegría;
aquéllos en una gran vergüenza, éstos en libertad
total; aquéllos están temerosos, éstos tienen con-
fianza. ¿Quiénes eran –dime- los que temían?
48
¿Los que decían: para que no se divulgue más
entre el pueblo o los que decían: nosotros no po-
demos dejar de hablar de lo que hemos visto y
oído? Además éstos últimos poseían mayor gozo,
libertad y alegría; mientras que aquéllos otros
andaban con tristeza, vergüenza y miedo, pues
temían al pueblo. Los apóstoles decían lo que
querían; los judíos ni siquiera hacían lo que pre-
tendían. Así, ¿quiénes eran los que estaban ata-
dos y en peligro? ¡No eran precisamente los
apóstoles! (SAN JUAN CRISóSTOMO, Homilías a los
Hechos de los Apóstoles/1, Homilía X, 4, 2).
En la medida en que un cristiano profesa su fe e
intenta vivirla, resulta insólito tanto para los cre-
yentes como para los no creyentes. Y esto es así
porque el Evangelio, hasta el final de los tiempos,
no dejará de ser Buena Noticia tanto para los ju-
díos como para los gentiles. Lo insólito del cris-
tiano es, pura y simplemente, su semejanza con
Cristo, el parecido con Jesucristo insertado en el
hombre por el bautismo y que, tras atravesar su
corazón, llega a flor de piel.
Este parecido consiste en los rasgos mismos de
Cristo (...). Lo «insólito» no le confiere al cris-
tiano la características de un hombre notable y
señalado, sino el rechazo y la denuncia en su pro-
pia vida de todo lo que pueda alterar su parecido
con Jesucristo. No se trata de la brillante realiza-
ción de un hombre cristiano, sino del mismo
Cristo de siempre que muestra su rostro a través
de un hombre.
Un hombre que no sólo cree en Dios, sino que
debe amarle como un hijo ama a su padre amo-
roso y todopoderoso, a la manera de Cristo.
No sólo depende de Dios, sino que es soberana-
mente libre por voluntad de Dios.
49
No sólo es hermano de los que lo aman, sino
también de sus enemigos; no sólo soporta los
golpes, sino que no se aleja del que le golpea.
No sólo sufre y muere a manos de algunos, sino
que sufre y muere por ellos; y no sólo una vez,
sino en cada ocasión.
No sólo comparte lo que es y lo que tiene, sino
que da lo único que Dios le ha dado personal-
mente: su propia vida.
No sólo acepta no parecer un héroe, sino no serlo.
No sólo acepta no ser admirado, sino ser igno-
rado; no sólo admite no tener la estima ajena, sino
tampoco la propia (MADELEINE DELBRêL, La alegría
de creer, 129-131).
Precisamente para resistir a estas múltiples ins-
tigaciones es necesaria la virtud de la fortaleza,
que es una de las cuatro virtudes cardinales
sobre las que se apoya todo el edificio de la vida
moral: la fortaleza es la virtud de quien no se
aviene a componendas en el cumplimiento del
propio deber.
Esta virtud encuentra poco espacio en una socie-
dad en la que está difundida la práctica tanto del
ceder y del acomodarse como la del atropello y
la dureza en las relaciones económicas, sociales
y políticas. La timidez y la agresividad son dos
formas de falta de fortaleza que, a menudo, se
encuentran en el comportamiento humano, con
la consiguiente repetición del entristecedor es-
pectáculo de quien e débil y vil con los podero-
sos, petulante y prepotente con los indefensos
(...).
El don de la fortaleza es un impulso sobrenatu-
ral, que da vigor al alma no sólo en momentos
dramáticos como el martirio, sino también en las
50
habituales condiciones de dificultad: en la lucha
por permanecer coherentes con los propios prin-
cipios, en el soportar ofensas y ataques injustos,
en la perseverancia valiente, incluso entre incom-
prensiones y hostilidades, en el camino de la ver-
dad y la honradez (JUAN PABLO II, Creo en el
Espíritu Santo. Catequesis sobre el Credo, III, 427-
428).
La contemplación está unida a la misión, pues en
la medida en que se ha realizado lo que es Dios
y se ha experimentado hasta qué punto el hecho
de conocer y de amar a Dios es constitutivo de
un humanismo total y de una existencia com-
pleta, en esa medida se sufre y queda uno sor-
prendido de que Dios no sea conocido y no sea
amado. En la base de la acitud misionera hay una
especie de escándalo ante tal inversión de valores
que consiste en que Dios tenga tan escaso lugar
en las preocupaciones de los hombres, mientras
que haya tantas preocupaciones por lo demás.
Existe la toma conciencia de una cierta ausencia
de Dios en el mundo. En la medida en que se
tiene conciencia de esta relación con Dios para sí
mismo y de la importancia de la revelación de
Dios que nos es dada en Jesucristo, se sufre en-
tonces viendo que los hombres la ignoran total-
mente, o la desconocen en su forma plena.
En la medida en que se da uno cuenta de cuánto
debe ser amado Dios, se desea también que Dios
sea amado por los otros, y se sufre de que sea
desconocido o mal conocido. Así, con un celo mi-
sionero devorador, san Pablo estaba sediento por
hacer conocer al verdadero Dios a los hombres,
porque sabía, como dice San Ireneo, que «la vida
del hombre es la visión de Dios» (J. DANIÉLOU,
Contemplación. Crecimiento de la Iglesia, 109-110).
51
4.4 Preguntas para el diálogo en grupo
Como hemos visto en el texto del libro de
los Hechos, la dificultad acompaña la mi-
sión a la que han sido enviados. Pero ellos,
en vez de acobardarse, piden la gracia de
ser valientes. En nuestra vida cristiana,
¿esto es así también o a la mínima dificul-
tad reducimos nuestra vida cristiana a su
mínima expresión de cara a los demás?
El sufrimiento, la incomprensión o el re-
chazo por nuestra condición de cristianos
nos va a acompañar durante toda nuestra
vida. Sin embargo, la dificultad tiene la vir-
tud de poner en verdad lo que vivimos, ya
que ella o nos lleva a la confianza o a vivir
quejándonos de todo. ¿Cuál es nuestro
caso?
Los Apóstoles, una vez que han sido libe-
rados, se reúnen con los demás para con-
tarles todo lo que les ha sucedido.
¿Valoramos la amistad cristiana como un
lugar donde poder compartir lo vivido y
rehacernos en el seguimiento del Señor, o
acudimos a los otros para agigantar nues-
tro malestar?
52
5
5.1
La primera comunidad cristiana
El pasaje de la Escritura (Hch 4,32-37)
32
La multitud de los creyentes no tenía sino un
solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba
suyos a sus bienes, sino que todo era en común
entre ellos. 33Los apóstoles daban testimonio con
gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y
gozaban todos de gran simpatía. 34No había entre
ellos ningún necesitado, porque todos los que
poseían campos o casas los vendían, traían el im-
porte de la venta, 35y lo ponían a los pies de los
apóstoles, y se repartía a cada uno según su ne-
cesidad. 36José, llamado por los apóstoles Ber-
nabé (que significa: «hijo de la exhortación»),
levita y originario de Chipre, 37tenía un campo;
lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de
los apóstoles (Hch 4,32-37).
5.2 La lectio divina del pasaje
No cabe ninguna duda que los versículos finales del
capítulo cuarto de los Hechos de los Apóstoles son el
paradigma de la vida cristiana grabado en la mente de
todos los fieles creyentes que alguna vez han escu-
chado este texto. Pero también podemos afirmar que
el anhelo de armonía humana despertado por este
texto ha traspasado las fronteras de la Iglesia y se ha
convertido en el modelo utópico de una sociedad
mejor, una sociedad solidaria, sin egoísmos.
Esta observación sobre el interés despertado por la
Vida de la comunidad descrita en Hch 4 nos debe im-
53
pulsar a conocer el pasaje en su contexto propio, el
Evangelio de Jesucristo. El fundamento de esta nueva
humanidad debe ser puesto al descubierto para que la
esperanza de la realización de un mundo mejor no se
busque por caminos erróneos, que siempre acaban en
desengaño y en el peor de los casos, en horror, tal y
como ha puesto de manifiesto la historia del siglo XX
en sus totalitarismos esclavizantes, en los que el bien
global del hombre dejó de ser la meta, en los que el
hombre pasó a ser esclavo de una utopía (ideología).
La desilusión -que necesariamente surge del buscar
la realización del “ideal” de humanidad nueva sin su
fundamento (Dios)- y las atrocidades -que han brotado
de los regímenes totalitarios que han buscado socieda-
des maduras sin Dios- son la mejor motivación para no
obviar el contexto del que forma parte este pasaje, para
no desligar el anuncio del nacimiento de una nueva hu-
manidad del anuncio del Evangelio que fundamenta la
esperanza de la nueva humanidad, cuyo centro es la
humanidad renovada ya en Cristo. Cristo es la clave
de la nueva humanidad. Cristo es la tierra donde el an-
helo que despierta el pasaje leído puede echar raíces y
dar buenos frutos. Cristo es el camino de realización
histórica de la nueva humanidad.
En el cristianismo, los anhelos de una sociedad
mejor dejan de ser simplemente utopías, pues estos an-
helos han llegado a ser realidades concretas y sólidas.
Estas realidades son las vidas de los santos, porque ha
habido personas que “han vendido” todo y han amado
como Cristo mismo amó. La nueva humanidad se hace
palpable en la caridad vivida por los santos y conver-
tida en instituciones estables: comunidades que se
vuelcan en la caridad en hospitales, en casas de aco-
gida,... En la vida de los santos enraizada en Cristo, la
nueva humanidad va abandonando el ámbito de lo utó-
pico para manifestarse en el ámbito de lo histórico y
real. La nueva humanidad se barrunta con fuerza en los
cristianos que viven su fe. En ellos, el hombre puede
54
ver con sus propios ojos el poder transformador de
Dios, que lo hace todo nuevo. En los santos es donde
el hombre comprende el mensaje de Hechos 4, porque
en los santos se realiza la fuerza en la debilidad y se
comprende que la obra de la nueva humanidad no es
una obra de hombres, sino una obra de Dios con los
hombres. Para Dios todo es posible.
El anuncio central de la salvación reposa en la fe en
el Dios Omnipotente. La humanidad renovada que
brota de la carne resucitada de Cristo (cf. Iglesia, sa-
cramentos,...) es la manifestación de la omnipotencia
de Dios. La vida de la gracia hace patente que la pro-
mesa de la nueva humanidad no es pura utopía.
Por todo lo dicho, el anhelo de la nueva humanidad
no tiene por qué acabar en desilusión o totalitarismos
que roban toda esperanza. El anhelo de la nueva huma-
nidad puede y debe seguir siendo el motor de la histo-
ria del hombre, que nunca debe resignarse al
sinsentido. Pero este anhelo solo puede seguir vivo en-
raizado en la buena noticia del Evangelio que inspiró
los versículos que meditamos, esto es, en la certeza de
una historia “llena de Dios”, de un Dios hecho historia,
en la fe en Jesucristo, el Hijo único de Dios, que se hizo
hombre para hacernos partícipes de una Vida en la
carne que sí merece la pena ser vivida.
Estas palabras introductorias nos animan a conside-
rar más detalladamente el contexto donde encontra-
mos el anuncio del nacimiento de una nueva
humanidad.
En el mundo de la exégesis se denomina «sumario»
a los pasajes del NT donde se generaliza una realidad
de la vida nueva traída por Cristo. En los evangelios
encontramos «sumarios» donde se dice que Jesús cu-
raba a todos los enfermos y oprimidos por el mal. Pero
sabemos, por otra parte, que Jesús no curó a todos los
leprosos o ciegos de su tierra. «Lo característico del su-
mario (que encontramos en Hch 4) ̧ explica el estudioso
55
del NT R. E. Brown, es su función generalizadora en vir-
tud de la cual acontecimientos o situaciones singulares del
relato adyacente se presentan como normales, típicas y per-
manentes». El pasaje de Hch 4 es un «sumario» donde
se descubre el poder de Dios operando en la historia
(cf. Espíritu Santo), como sucedió en la misma vida de
Jesús. Es un poder capaz de renovar lo antiguo, de ope-
rar cosas nuevas en medio de un mundo desgastado.
El libro de Hechos de los apóstoles, donde aparece este
sumario, podría calificarse como la crónica del nuevo
camino que conduce hacia la nueva humanidad, ca-
mino abierto por Jesucristo, único redentor del mundo.
Los apóstoles son presentados como peregrinos que re-
corren este camino, que es histórico y espiritual, cuyos
comienzos están en Galilea, pero cuyos recorridos –ge-
ográficamente, históricamente y espiritualmente- son
infinitos. Como dijo Benedicto XVI, hay tantos caminos
para llegar a Dios como hombres, porque Cristo que
se ha hecho camino, se ha hecho hermano, maestro,
modelo «particular» para cada hombre. Los caminos
de la nueva humanidad no abandonan en ningún mo-
mento la pluralidad y diversidad de los caminos que
brotaron de la mente creadora de Dios. Todos fuimos
pensados en Cristo, por Cristo y para Cristo (cf. Ef 1,3-
5); todos queridos por nosotros mismos. La historia de
la Iglesia es la manifestación de esta voluntad ininte-
rrumpida de Dios de conducir a todos hacia sí, escla-
vos y libres, judíos y paganos, hombres y mujeres de
toda raza lengua y nación (cf. Gal 3,28). La nueva hu-
manidad no tiene horizontes exclusivistas ni pretensión
de «uniformidad».
Así la nueva humanidad que se presenta en el suma-
rio de Hch 4 está pensada como la máxima manifesta-
ción de la voluntad primera de Dios y la ratificación
de su Ser omnipotente capaz de recomponer una hu-
manidad decadente con la fuerza de su Espíritu. La hu-
manidad será la obra de Dios con el hombre, el hombre
hecho por Dios.
56
El pasaje de Hch 4 que proponemos para la medita-
ción no es un pasaje de ideales humanos, sino un ca-
mino de fe. Es un itinerario para todo hombre que
busca su verdad y su sentido más allá de las cortas
fronteras de los que se encierran en sí mismos o en gru-
pos, ideales o utopías. La comunidad primera de He-
chos 4 es la comunidad de los creyentes que ponen a
Dios por encima de todo y saben fiarse de la providen-
cia del Dios de nuestro Señor Jesucristo.
En los primeros versículos del capítulo cuarto sobre
el que estamos meditando se dice explícitamente que
la Iglesia se sabe fundada en la fe en el poder de Dios
que resucitó a Jesús de entre los muertos y que ha pro-
metido la resurrección a todo el que le siga (cf. Hch
4,1). La resurrección será el sello del camino del que
ha creído en el poder de Dios manifestado en Cristo y
derramado sobre toda carne por el Espíritu. La pri-
mera comunidad se sabía tras los pasos de Cristo y
creía en la vida sin fin que este camino prometía. Era
el camino de la entrega sin límites, el camino del amor
que renuncia a todo beneficio propio a costa de otros,
es decir, a todo egoísmo. Era el camino de la confianza
en el Dios providente que otorga al hombre vida
nueva.
El anuncio sobre el que se fundó la comunidad, esto
es, el evangelio del Hijo de Dios, muerto y resucitado,
supuso que la comunidad no tuviese como objetivo el
estado del bien estar, es decir, un «paraíso» terreno,
una vida sin dificultades. Cuántas crisis en la vida de
los cristianos vienen de no estar fundados en el anun-
cio primero de la Iglesia y en la confianza plena en el
camino de estrechez y persecuciones trazado por el
Señor.
El gran equivoco actual y el gran lastre del cristia-
nismo en Europa y, concretamente en España, puede
provenir de la descontextualización de la vida cristiana
y, por tanto, de la incomprensión de textos como el que
estamos meditando.
57
Nadie arriesga lo propio para socorrer la necesidad
actual del prójimo por miedo a los posibles apuros que
puede conllevar perder las seguridades actuales y que-
dar sin seguridades para el futuro (¿qué futuro? ¿la re-
surrección?).
El cristiano de hoy tiene en el corazón el fatídico an-
helo del estado de bien estar. Para el cristiano actual es
el bien propio y no la fe lo que fundamenta su camino.
Para el cristiano verdadero, por el contrario, su anhelo
es la vida de Dios y asume sin trabas el camino que
conduce a ella. La vida del cristiano verdadero se
funda en el Dios todopoderoso que obró maravillas en
la historia, que Encarnado fue perseguido, recorrió el
camino estrecho de la caridad que confía en la provi-
dencia, pasó por la muerte y selló en la resurrección el
poder de la vida del amor. El cristiano verdadero es el
que pone todo lo que tiene y es al servicio de la nueva
humanidad.
A la luz de estas reflexiones se debería leer también
el pasaje paralelo que es tan conocido como el anterior
y que ha escandalizado por su dureza: Hch 5,1-12. Este
pasaje debería ser leído desde la fe. La fe es la con-
fianza en lo que no se ve y se espera (cf. Heb 11,1). Los
personajes que aparecen en estos versículos son el con-
tra ejemplo del camino de la fe. El que desconfía, el que
en su corazón no acoge la vida de Dios sin miedos, al
final acaba siendo esclavo de sus miedos y su camino
acaba en el abismo. Este mundo devora a los que, por
miedo, le sirven.
La comunidad cristiana verdadera es la que está
fundamentada en un corazón indiviso, donde no hay
dos señores, Dios y el mundo. El corazón del cristiano
es un corazón de y para Cristo, un corazón donde
brota la nueva humanidad.
58
5.3 Así lo leyeron
No te desviarás del necesitado, sino que compar-
tirás todas las cosas con tus hermanos, y no dirás
que son tuyas. Si somos coparticipes en lo inmor-
tal, ¿cuánto más debemos iniciarlo ya desde
aquí? Pues el Señor quiere dar a todos de sus
dones (Didaje, IV,8).
Los que amábamos por encima de todo el dinero
y los acrecentamientos de nuestros bienes, ahora,
aun lo que tenemos, lo ponemos en común y de
ello damos parte a todo el que está necesitado;
los que nos odiábamos y matábamos los unos a
los otros y no compartíamos el hogar con quienes
no eran de nuestra propia raza por la diferencia
de costumbres, ahora, después de la aparición de
Cristo, vivimos todos juntos (JUSTINO, I Apología,
XIV, 2-3)
Se aman unos a otros; y el que tiene, da sin pena
al que no tiene. Y si entre ellos hay alguno que
esté pobre o necesitado, y ellos no tienen abun-
dancia de medios, ayunan dos o tres días para sa-
tisfacer la falta de sustento preciso para los
necesitados. Viven recta y modestamente, como
se lo mandó el Señor Dios» (ARíSTIDES, I Apología,
XV, 8)
Sabéis todos o casi todos que en esta casa.... vi-
vimos de tal manera que, en la medida de nues-
tras fuerzas, imitamos a aquellos santos de los
que dice el libro de los Hechos de los apóstoles:
"Nadie consideraba propiedad suya lo que le
pertenecía, sino que todo lo tenían entre ellos en
común"... Comencé entonces a reunir hermanos
con el mismo buen propósito, pobres y sin nada
59
como yo, que me imitasen. Como yo había ve-
nido mi escaso patrimonio y dado a los pobres
su valor, así deberían hacerlo quienes quisieran
estar conmigo, viviendo todos de lo común. Dios
sería para nosotros nuestro grande, rico y común
patrimonio (SAN AGUSTíN, Sermón 355, 2)
Como todos los creyentes forman un solo cuerpo,
el bien de los unos se comunica a los otros [...] Es,
pues, necesario creer [...] que existe una comu-
nión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más
importante es Cristo, ya que Él es la cabeza [...]
Así, el bien de Cristo es comunicado [...] a todos
los miembros, y esta comunicación se hace por
los sacramentos de la Iglesia (SANTO TOMáS DE
AQUINO, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo
in Deum» expositio, 13). «Como esta Iglesia está
gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos
los bienes que ella ha recibido forman necesaria-
mente un fondo común» (Catecismo Romano, 1,
10, 24, cogido del Catecismo de la Iglesia Católica,
n. 947).
60
5.4 Preguntas para el diálogo en grupos
Siendo Hch 4 un «sumario» y, por tanto,
una aclaración de la esencia de la vida re-
novada por la gracia:
¿Qué debo todavía poner a disposición de
los apóstoles (Iglesia)?
¿Cuales son las utopías (anhelos) de mi
vida que me desilusionan y esclavizan
(comunidades perfectas, comodidades su-
perficiales,...)?
¿Podría ver en mi propia vida la acción de
Dios y, por tanto, el germen de la nueva
humanidad (cf. pequeños sacrificios, re-
nuncias a comodidades, mesura en los jui-
cios, altruismos...)?
¿Me reconozco como fuente de escándalo
para el mundo (cf. egoísmos, avaricia,...)?
¿Cómo nos afectan los escándalos dentro
de la Iglesia? ¿Caemos en las garras del
mundo que rechaza a la Iglesia y con ello
niega el poder de Dios para transformar
al hombre y el mundo?
61
62
Oración
Señor Jesucristo,
Hijo de Dios vivo y Hermano de los hombres,
te alabamos y te bendecimos.
Tú eres el Principio y la Plenitud de nuestra fe.
El Padre te ha enviado para que creamos en ti
y, creyendo, tengamos Vida eterna.
Te suplicamos, Señor, que aumentes nuestra fe:
conviértenos a Ti,
que eres la Verdad eterna e inmutable,
el Amor infinito e inagotable.
Danos gracia, fuerza y sabiduría
para confesar con los labios
y creer en el corazón que tú eres
el Señor Resucitado de entre los muertos.
Que tu Caridad nos urja
para encender en los hombres el fuego de la fe
y servir a los más necesitados
en esta MISIóN-MADRID que realizamos en tu nombre
a impulsos del Espíritu.
Te pedimos con sencillez y humildad de corazón:
haznos tus servidores y testigos de la Verdad:
que nuestras palabras y obras
anuncien tu salvación y den testimonio de ti
para que el mundo crea.
Te lo pedimos por medio de Santa María de la Almudena,
a quien nos diste por Madre al pie de la cruz
y nos guía como Estrella de la Evangelización
para sembrar en nuestros hermanos la obediencia de la fe
Amén.
63
ARZOBISPADO DE MADRID
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Ver el libro
COMO ORGANIZAR
EL PASTOREO
CAPITULO 5
Título del Libro:
Como preparar las Enseñanzas en los G.O.
Autor:
Miguel Angel Alort Palacios
1ª Edición: diciembre 2004
2ª Edición: diciembre 2005
3ª Edición: marzo 2008
Comentarios y pedidos:
miguelalort@hotmail.com
Como Organizar el Pastoreo
El Pastoreo
Es el servicio o Ministerio cuya función es de:
Acompañamiento
Guía
Seguimiento de los hermanos en su vida y crecimiento espiritual.
El Pastor o Guía pastoral antes de pastorear al hermano deberá estar en oración para pedirle al Señor que lo guíe.
1. Acompañamiento.- Se trata de acompañar al hermano de forma personalizada y en pequeños grupos:
a) De forma personalizada: Visitando la casa de cada uno de los hermanos (as). El servidor (a) deberá preocuparse por la salud espiritual y personal de cada uno de ellos.
b) De forma Grupal: Acompañándolos en cada reunión semanal, así como acompañarlos a Jornadas y Eventos de la RCC como parte de su crecimiento grupal.
2. Guía.- Se trata de que el Servidor (a) le vaya mostrando al hermano (a) el camino a seguir en el proceso se su crecimiento y por consiguiente al pequeño grupo a su cargo.
3. Seguimiento.- Se trata del cuidado de cada uno de los hermanos (as) de forma personalizada a fin de que no descuide ni detenga el proceso de su crecimiento.
El Responsable como Pastor de la Comunidad, es el primero que tiene que pastorear, y lo hará con los servidores, los acompañará espiritualmente a cada uno, les guiará, les hará un seguimiento personalizado para que no descuiden su formación y vida espiritual, y los servidores a su vez lo harán con los demás de la comunidad.
Para ello debemos dar dos pasos a seguir:
• El primer paso: Organizar la Comunidad en pequeños grupos de 4 o 5 hermanos bajo la responsabilidad de un servidor (a), el cual desde ese momento se constituye en su guía pastoral.
• El segundo paso: El Servidor (a) y el pequeño grupo a su cargo se pondrán de acuerdo para fijar un día de reunión a la semana en una casa que ellos elijan.
En este sentido, los pequeños grupos se deberán organizar teniendo en cuenta si han tenido lo siguiente:
Seminario de Vida en el Espíritu
Crecimiento 1
Crecimiento 2.
Movidos por el Espíritu
Los hermanos agrupados por grupos de crecimiento, serán pastoreados hasta que culmine el crecimiento y luego acompañarlos hasta su ingreso a la Escuela de Servidores o Formación Carismática.
Los servidores o guías pastorales deberán tener en cuenta si el hermano a su cargo llegó a terminar el curso de crecimiento que inició. Si un hermano (a) no concluyó el curso de Crecimiento 1, este hermano (a) regresará al grupo de hermanos que llevaron el S.V.E., y si no concluyó el Crecimiento 2 regresará con los hermanos que llevaron el Crecimiento 1.
En este sentido cada servidor o guía pastoral debe tener en cuenta que un hermano no puede pasar a otro nivel mientras no haya concluido el proceso de crecimiento inmediato, este detalle es importante para evitar que los hermanos se formen mal.
¿Qué sucederá con los hermanos que pasan a la Escuela de Lideres?
¿Quién los pastoreará hasta que culmine la Escuela?
Sería bueno y recomendable que el Responsable los pastoreara o en todo caso delegarle a un servidor experimentado para que no descontinúen el proceso de su formación y que al culminar este proceso el Responsable los tome en cuenta para cualquier servicio o Ministerio, especialmente el de Pastoreo en su grupo de oración.
Por otro lado, en nuestros grupos de oración siempre hay un grupo de hermanos (as) que por diversos motivos no pueden seguir el proceso de crecimiento, pero que si ofrecen sus casas para que en ella se comparta la Palabra de Dios. En estos casos se formará grupos de 5 a 10 hermanos como máximo bajo la guía de un servidor (a) y por tanto se reunirá una vez por semana en la casa que ellos elijan. Después de cada reunión el Servidor (a) recomendará que se invite a otras personas y que en un determinado tiempo de perseverancia estos invitados reciban el Seminario de Vida en el Espíritu.
Niveles de Pastoreo
Los niveles de pastoreo son de acuerdo a las necesidades de cada Comunidad y por el número de sus integrantes.
Primer Nivel: Acogida
Segundo Nivel: Responsable a Servidores
Tercer Nivel: Servidores a Asamblea
Cuarto Nivel: Ministerio de Pastoreo
1.- Primer Nivel: Acogida
La acogida es el primer nivel inicial de pastoreo, se trata de que un grupo de hermanos (as) con este carisma, se encarguen de este servicio para recibir y dar buena atención a los hermanos, especialmente a los nuevos, no olvidando el detalle de sus nombres.
”El Primer Nivel de Pastoreo es el que realiza el Ministerio de Acogida con los nuevos“. ”Nuestro deber como Servidores debe ser que las personas que van llegando al grupo, después de un tiempo prudencial hagan un seminario de formación“. "El PASTOREO EN LOS GRUPOS DE ORACIÓN" P. Carlos García (página 32-33)
2.- Segundo Nivel: De Responsable a Servidores
El Responsable pastoreará a cada uno de los Servidores siguiendo los procedimientos ya mencionados. El Responsable se preocupará de visitar a cada uno de los Servidores, velará por su salud espiritual y personal, así como también acompañarlos en el proceso de su crecimiento en todas sus formas.
3.- Tercer Nivel: De Servidores a Asamblea
El Servidor (a) pastoreará a cada uno de los hermanos (a) a su cargo de la misma forma como lo hace su responsable con él (ella).
Si en un grupo hay:
20 hermanos, se requerirá un mínimo de 4 a 5 servidores para el pastoreo.
30 hermanos, se requerirá un mínimo de 6 a 8 servidores.
40 hermanos, se requerirá un mínimo de 8 a 10 servidores.
”En otras palabras, cada hermano tiene un Pastor y un Pastoreado. Tienen que reunirse (una vez por semana con su Pastor y/o dirigido), fuera de las actividades ordinarias del grupo, en este encuentro con el Pastor se debe evaluar la evolución, el crecimiento espiritual, el compromiso y los problemas del dirigido, para que en oración, consejo, orientación y ayuda pueda ir creciendo hasta la estatura de Cristo (Col 3, 10-11 y 2Pe 3, 18). Cada Pastor se convierte en el responsable de su dirigido y tendrá que dar cuenta sobre él al equipo de Servidores“."El PASTOREO EN LOS GRUPOS DE ORACIÓN" P. Carlos García (Pág. 33)
En el caso de que hubiera de 80 hermanos a más, se requerirá de un nivel más exigente de organización de pastoreo como es el de formar el Ministerio de Pastoreo. Es por ello que decimos que la formación es una tarea muy importante, sin ella no alcanzaremos los objetivos deseados.
4.- Cuarto Nivel: EL MINISTERIO DE PASTOREO
En Junio del 13 al 15 del 2003 se llevó a cabo el II ENCUENTRO NACIONAL PARA MINISTERIOS DE EVANGELIZACIÓN Y ENSEÑANZA con el lema “Un Perú Renovado por el Poder de Dios”.
En este encuentro se hizo el lanzamiento de la Campaña Nacional de Evangelización denominada “LA AVANZADA EVANGELIZADORA” en estos términos:
Campaña Nacional “LA AVANZADA EVANGELIZADORA”
Objetivo General: “Realizar una campaña Nacional de Evangelización con el Poder del Espíritu Santo, en comunión con nuestros pastores, contribuyendo así a la construcción del Reino de Dios en el Perú”. “Como prerrequisito para iniciar la campaña evangelizadora en cada Diócesis tenemos que lograr que todos los servidores hayan recibido el primer nivel de formación para que tengan una base de crecimiento y estén preparados para recibir a los nuevos hermanos que lleguen. Esta formación se puede desarrollar en 6 meses.” (Lima-Perú del 13 al 15 de Junio del 2003).
Al término de este encuentro, la pregunta era:
¿Qué vamos a hacer con tantas personas después de cada evangelización, si los hermanos todavía no están preparados, ni organizados en sus grupos?
Para cuando llegue este acontecimiento es necesario estar preparados y de ser posible pasar a un mejor nivel de organización y pastoreo. En este caso, lo ideal es formar el Ministerio de Pastoreo bajo la orientación y dirección del Responsable.
NECESIDAD DE FORMAR EL MINISTERIO DE PASTOREO
Frente a la responsabilidad de guiar el rebaño del Señor, que cuide y acompañe a los hermanos en su vida de fe, oración y crecimiento así como orientar a vivir los valores cristianos, urge en el futuro no muy lejano la necesidad de formar "guías pastorales" o lo que es mejor "pastores" que se encarguen de esta labor pastoral en los Grupos de Oración.
Nuestra realidad nos muestra que existe la necesidad de formar el Ministerio de Pastoreo para atender, cuidar y orientar a los hermanos en su crecimiento y maduración en la fe, y sólo constituyendo el Ministerio de Pastoreo lograremos alcanzar el cumplimiento de esta noble tarea.
El responsable del Grupo de Oración es el Pastor por excelencia de todos los hermanos de la comunidad, pero él sólo no puede cumplir a cabalidad su labor que por cierto es grande y compleja a la vez. El responsable necesita del apoyo y cooperación de otros hermanos que lo ayuden a cumplir su ministerio pastoral.
El primer paso que debemos dar, es llamar y formar a los hermanos que tengan el don y carisma para pastorear, es decir, aquellos que tienen el celo por el rebaño del Señor. Los mejores candidatos para apoyar y cumplir con este servicio son los ex-responsables y los ex-servidores, así como también otros hermanos con experiencia de servicio.
Quienes han sentido el llamado del Señor a formar parte de su Cuerpo, han sido llamados para cumplir una función, es decir, así como nuestros órganos vitales y nuestros miembros físicos cumplen una función específica; así cada uno de los miembros del Cuerpo de Cristo también cumplen una función específica. "Así pues, Cristo es quien dio a unos el ser apóstoles, a otros, ser profetas, o aún evangelistas, o bien pastores y maestros. Así preparó a los suyos para los trabajos del ministerio en vista a la construcción del Cuerpo de Cristo" (Ef. 4, 11-12).
El don que Dios nos ha dado por el Espíritu Santo, nos lo ha sido dado para ponerlo únicamente al servicio de los demás, es decir a su Iglesia. Cuando el Señor Jesús nos da una responsabilidad no es simplemente para ocupar un cargo o puesto determinado, sino para cumplir una función en el Pueblo de Dios. Todos los que reciben la gracia de este don han sido escogidos por el Señor para cumplir esta misión. Una de las funciones del Ministerio es cuidar y guiar el rebaño del Señor. "El Pastor" o "Guía pastoral" tiene como parte de su labor crear un ambiente de Paz y Oración, así como también motivar a los hermanos a vivir la autentica y verdadera fe en Cristo nuestro Señor.
Otra labor que corresponde a los "pastores" o "guías pastorales" es la de profundizar la enseñanza recibida en pequeños grupos, y que estos grupos se reúnan una vez por semana y en determinadas casas para que partir de ellas se pueda realizar la labor pastoral.
Es necesario motivar a los hermanos a que participen en el compartir de la enseñanza y que cada uno pueda expresar a Cristo, hablar de Cristo, pensar en Cristo y ponerse de acuerdo en Cristo, para que sus oraciones, peticiones y suplicas sean escuchadas conforme a la recomendación del Señor.
Cualidades de un pastor o guía pastoral.
Es una persona de oración y llena del Espíritu Santo.
Conoce la Palabra de Dios, la sana doctrina y el Catecismo.
Conoce su función.
Tiene celo por el Evangelio.
Es paciente, humilde y sencillo.
Tiene Amor por el rebaño del Señor.
Trasmite confianza y Paz.
Se preocupa por la oveja perdida, la busca y regresa con ella.
Atiende a las enfermas y necesitadas de ayuda.
Corrige con Amor los errores que pudieran haber
Consuela, exhorta, reprende y edifica con la Palabra de Dios.
Es centrado y orienta de acuerdo con la Palabra de Dios.
Es discreto.
"Los Pastores" o Guías "Pastorales" deben cumplir ciertos requisitos, no basta tener el deseo o la disponibilidad para ejercer este ministerio, es necesario que tengan una sólida formación, de otro modo seriamos como las sectas protestantes que ejercen sus labores sin ningún criterio doctrinal adecuado.
Es necesario que hayan tenido:
Experiencia de Cristo.
Haber recibido Crecimiento 1, 2 y el curso Movidos por el Espíritu.
Ser egresado o estar en la Escuela de Servidores (Formación Carismática).
Ser una persona activa en su Grupo de Oración.
Tres aspectos importantes:
Para formar este ministerio debemos tomar en consideración tres aspectos importantes:
Orientación del Ministerio de Pastoreo.
Formación de los "Pastores" o "Guías pastorales".
El Plan Pastoral.
1.- Orientación del Ministerio de Pastoreo
Los hermanos llamados a formar parte de este Ministerio tienen que saber por que y para que se forma el Ministerio y cual es la función que va a cumplir en la Comunidad.
El objetivo del ministerio de pastoreo es ayudar al recién iniciado en la fe a perseverar en el camino del Señor, motivándolo y orientándolo hacia un compromiso más serio con Jesús y con la Santa Iglesia Católica.
La labor del Ministerio de Pastoreo, no solo es retener a los hermanos nuevos, sino que ellos encuentren lo que necesitan. Que encuentren a Dios y a sí mismos. Que puedan decir: “Aquí me siento seguro, es aquí donde Dios me quiere, porque El tiene un plan para mi vida en esta Comunidad”.
El estar donde Dios quiere que estemos, haciendo lo que Él quiera que hagamos, es lo que finalmente nos llevará a sentirnos realizados. Sin embargo llegar a este punto de equilibrio muchas veces es un camino que no podemos andar solos.
El acompañamiento y orientación de nuestros hermanos se hace fundamental para vivir con éxito este proceso de descubrimiento. Requerimos de otros a través de quienes el Señor, nuestro buen Pastor: nos guié, reúna, cuide y alimente.
La responsabilidad más importante de todos aquellos que están al cuidado pastoral no es primeramente organizar proyectos ni hacer planes o administrar los detalles prácticos del grupo de oración, sino cuidar y vigilar por la vida de las personas que están en el grupo: su vida con Dios, su vida en relación con los demás hermanos y las relaciones con aquellos que no pertenecen al grupo.
El llamado a ser pastores de nuestros hermanos es una gracia, un don de Dios, y por ello debemos servirle como instrumento suyo para pastorear a su pueblo si realmente nos hacemos dóciles a Él.
2.- Formación de los Pastores o Guías Pastorales.
Los hermanos llamados a este ministerio tienen que tomar en serio, que sin formación es imposible cumplir esta labor pastoral, de otro modo ocurriría lo siguiente:
Dar un tema o consejo netamente humano y sin ningún contenido espiritual o doctrinal.
Ser fundamentalistas como los protestantes.
Confundir al Pueblo de Dios en materia de Biblia y Doctrina.
”La Renovación en el Espíritu será auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia no tanto en la medida en que suscite carismas extraordinarios cuanto si conduce al mayor número posible de fieles, en su vida cotidiana, a un esfuerzo humilde, paciente y perseverante para conocer siempre mejor el misterio de Cristo y dar testimonio de Él" (Catechesi Tradendae No.72).
”Dios quiere... que ustedes que son dirigentes de esta Renovación, estén cada vez más sólidamente formados en la enseñanza de la Iglesia... Procuren, pues, como dirigentes, alcanzar una formación teológica segura encaminada a ofrecer a ustedes mismos y a cuantos dependen de ustedes en su dirección un conocimiento maduro y completo de la Palabra de Dios: La Palabra de Cristo habite entre ustedes abundantemente, enseñándose y amonestándose unos a otros con toda sabiduría"(Col 3, 16). S.S. Juan Pablo II a los dirigentes de la Renovación en el IV Congreso Internacional de Roma, mayo de 1981.
3.- El Plan Pastoral
El plan pastoral en el Grupo de Oración, es un instrumento al servicio de la evangelización y que contiene una programación de la acción pastoral. El plan supone decidir anticipadamente lo que hemos de hacer.
Para no caer en la improvisación y en la rutina en la acción pastoral, es necesario hacer un alto para reflexionar y poner por escrito los objetivos y las acciones que den forma y coherencia a todas nuestras tareas pastorales.
Programar quiere decir, organizar todos los elementos pastorales para lograr los fines que la acción de la Comunidad o Grupo de Oración debe llevar a cabo. Esto supone tener claro que la reflexión y la oración debe preceder a la acción pastoral.
La programación, es una técnica que estará al servicio del Grupo y de su acción evangelizadora, a fin de que ésta pueda producir sus mejores frutos. La programación pastoral supone el conocimiento de la realidad del Grupo, así como el ideal o situación deseada a la que se quiere llegar.
La programación pastoral sirve a la comunidad: desarrolla la comunión con ella, así como los diferentes ministerios y servicios. La programación pastoral es un medio que nos ayuda a descubrir las necesidades evangelizadoras de nuestro Grupo o Comunidad y cuales son las acciones que el Señor nos pide que realicemos, desde la llamada de la parroquia.
Es verdad que la planificación no es una varita mágica y que no debemos olvidar que el principal agente evangelizador es el Espíritu Santo. Pero hemos de convencernos de la necesidad de tener un plan pastoral, que nos sirva para:
Ayudar a buscar y realizar juntos la voluntad de Dios.
Crecer en comunión.
Hacer que conozcamos con mayor profundidad nuestra realidad.
Impulsar la renovación de nuestra comunidad.
Organizar la acción pastoral en torno a unos objetivos pastorales y evitar improvisaciones.
Poder evaluar nuestro trabajo pastoral.
Fortalecer el espíritu de los miembros de la comunidad.
Y especialmente el Plan nos ayudará a impulsar la Evangelización.
El plan pastoral, debemos mencionarlo, tiene que ser de acuerdo a la necesidad del grupo de oración y sobre todo teniendo en cuenta la forma como está organizado. Estas prioridades, según el discernimiento por la Palabra de Dios y la oración, nos llevan a tomar cuatro aspectos importantes en el orden siguiente:
Formación de los Líderes.
Organización de los G.O. en pequeñas Comunidades.
Organización de los Ministerios y Servicios.
La Evangelización
Preguntas de reflexión:
¿Es importante y necesario organizar tu Grupo de Oración?
¿Consideras necesario que tu Grupo tenga su Plan Pastoral?
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Contenido:
Presentación
Introducción
Jesús El Buen Pastor
Los Grupos de Oración
El Pastoreo de Jesús y los Apóstoles
Necesidad del Pastoreo
Cómo Organizar el Pastoreo
Título del Libro:
Como preparar las Enseñanzas en los G.O.
Autor:
Miguel Angel Alort Palacios
1ª Edición: diciembre 2004
2ª Edición: diciembre 2005
3ª Edición: marzo 2008
Comentarios y pedidos:
miguelalort@hotmail.com
PRESENTACIÓN
El objetivo de este material es orientar la organización del Pastoreo de la Comunidad, en donde los hermanos puedan vivir y celebrar su fe dentro de su propia realidad. En este sentido, la importancia del Pastoreo radica en la organización de la Comunidad, la atención y cuidado de cada uno de sus miembros en el proceso de su crecimiento y vivencia de la fe.
Una de las razones por la cual nuestros hermanos no regresan más al grupo de oración es por la falta de atención y pastoreo. Otro de los casos que vemos con frecuencia, que por la falta de pastoreo y seguimiento, muchos de nuestros hermanos hayan tenido que irse a otros grupos apostólicos en busca de alimento y atención; y por último, lo más triste y doloroso que podemos sentir es que, a causa de la falta de pastoreo, nuestros hermanos se hayan ido a las iglesias protestantes y por desconocimiento e ignorancia hayan caído en manos de las sectas protestantes.
Son varias las razones por la cual nuestros hermanos no crecen en la fe, una de ellas es por la falta de pastoreo, que implica acompañamiento, guía y seguimiento de nuestros hermanos en el proceso de su formación y crecimiento.
Decía Monseñor Uribe Jaramillo, en su libro “Renovación y Comunidad”, “Si la Renovación no termina en la formación de Comunidades es porque no es autentica, ni profunda”.
Este texto pretende ser un aporte para los Responsables, Servidores y hermanos comprometidos con el Señor en la construcción de su Reino partiendo de nuestras comunidades.
En el sentido bíblico, pastor nos es una definición, sino una “imagen”, una de las más bellas, que expresa siempre la presencia de Dios; presencia de ternura y vigor, suavidad y firmeza en la conducción del rebaño, expresión de cariño de Dios para con su pueblo.
La noble tarea de pastorear a nuestros hermanos no se improvisa, es necesario orar y discernir lo que ello significa. Todo Pastor, Responsable de una Comunidad, debe tener una conciencia de Pueblo de Dios como algo Sagrado, propiedad de Dios, por eso debe actuar con respeto y dignidad con aquello que Dios le encarga.
La escasez de servidores y lideres en la RCC, es precisamente porque se ha descuidado este Ministerio, y por lo tanto es necesario retomar este servicio si en verdad queremos lograr una Comunidad vigorosa, una Comunidad evangelizadora, una Comunidad de Servidores, una Comunidad Pueblo de Dios.
Miguel Angel Alort Palacios
Lima , 31 de marzo 2008
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INTRODUCCIÓN
Nuestro Señor Jesucristo, misionero del Padre y Pastor, es enviado del Padre para cumplir una misión; que todos los hombres se salven y que éstos a su vez lleguen al conocimiento de la verdad.
Para el cumplimiento de esta misión, era preciso y necesario que Jesús entregue la vida para que muchos alcancen la salvación y Jesús entrega la vida no solo por obediencia si no por un verdadero amor por todos los hombres.
Cuando Jesús resucita, les da testimonio de la promesa del Padre y antes de ascender a la Presencia del Padre comparte con sus discípulos su MISIÓN y para ello les da las siguientes instrucciones:
1. Mc 16, 15 (Anunciar)
2. Mt 28, 19 (Hacer, formar discípulos)
3. Mt, 28, 20 (Enseñar todo lo recibido por Jesús)
La Iglesia fiel al mandato de Jesús, tiene como misión la instauración del Reino de Dios en medio de todos los hombres con el fin de que todos alcancen la salvación.
La instauración del Reino de Dios implica, construir y edificar con los valores del Evangelio, de amor, justicia, paz y verdad; tanto en el hogar, en el lugar que nos desenvolvemos, como en la Iglesia.
Construir y extender del Reino de Dios significa llevar el evangelio de Jesús a otras zonas y lugares donde todavía no se haya anunciado la Buena Noticia de la Salvación de Dios. Por tanto, esto nos demanda llevar a cabo una labor siempre misionera y evangelizadora de la Iglesia.
La Construcción y Extensión del Reino de Dios son dos conceptos distintos pero complementarios entre si porque cumplen una labor cada una a su tiempo. Son complementarios entre si porque en ambos casos la Iglesia cumple una labor evangelizadora.
La Renovación Carismática Católica tiene entre sus objetivos principales según el art.8° de su estatuto LA MISIÓN DE LA RCC EN EL PERÚ: "La de contribuir a la renovación integral de la Iglesia y del mundo, conforme lo propone el Concilio Vaticano II”.
El art. 9 inciso "g" "Un amor profundo por la Palabra de Dios así como aceptación y obediencia a los documentos eclesiales como interpretaciones auténticas del Magisterio de la Iglesia"
El art.12° DE LOS MIEMBROS DE LA RCC DEL PERÚ: Sus miembros se comprometen según los incisos:
f) Evangelizar permanentemente, en comunión con sus Pastores.
g) Mantener la adhesión al Magisterio de la Iglesia.
h) El servicio y colaboración con la Comunidad Parroquial.
i) Al servicio de los hermanos por medio de los Carismas, tanto en sus necesidades espirituales como materiales, con una acción preferencial por los pobres.
Este acontecimiento, nos permite asumir un compromiso real y verdadero con Nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia.
Este libro buscará en el presente, no solo hacer un análisis de nuestros grupos de oración, sino también proponer algunas pautas para contribuir a la construcción y extensión del Reino de Dios partiendo desde nuestras comunidades.
Los grupos de oración son comunidades cristianas en donde muchas personas han experimentado un encuentro personal con Nuestro Señor Jesucristo, este encuentro personal y comunitario que se lleva semana a semana en los grupos de oración se manifiesta por la oración gozosa, la alabanza, la proclamación y escucha de la Palabra de Dios, así como la manifestación y recepción de los carismas para beneficio de toda la comunidad.
Los grupos de oración no son comunidades aisladas de la vida y el quehacer de la Iglesia, es más los grupos de oración se sitúan en el corazón de la Iglesia y para toda la Iglesia.
Los grupos de oración como toda comunidad cristiana de ayer y hoy necesita que se les brinde el alimento de vida, la Palabra de Dios, la atención y el cuidado pastoral de sus miembros conforme a la recomendación y enseñanza del Pastor de Pastores, Nuestro Señor Jesucristo.
Así como el párroco es el pastor de las ovejas y de los corderos de la comunidad parroquial que preparara y lleva a cabo el plan pastoral de la parroquia, de ese mismo modo el responsable de un grupo de oración tiene que preparar y llevar a cabo el plan pastoral para el grupo de oración y ejercer su servicio como pastor de todos los hermanos. El responsable no puede hacer solo el trabajo pastoral en el grupo de oración, necesita del apoyo y cooperación de todos los servidores.
Otro aspecto importante, el responsable, que es el pastor por excelencia del grupo de oración necesita también del apoyo y cooperación de los miembros del ministerio de enseñanza para llevar a cabo la programación de las enseñanzas coherente a las necesidades de toda la comunidad y de acuerdo al tiempo que vive la Iglesia. Por lo tanto debe haber una estrecha coordinación entre el responsable y el ministerio de enseñanza, a fin de que ambos puedan darle a la comunidad la Palabra de Dios y la enseñanza cristiana para la vivencia de nuestra fe.
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COMO ORGANIZAR
EL PASTOREO
CAPITULO 5
Título del Libro:
Como preparar las Enseñanzas en los G.O.
Autor:
Miguel Angel Alort Palacios
1ª Edición: diciembre 2004
2ª Edición: diciembre 2005
3ª Edición: marzo 2008
Comentarios y pedidos:
miguelalort@hotmail.com
Como Organizar el Pastoreo
El Pastoreo
Es el servicio o Ministerio cuya función es de:
Acompañamiento
Guía
Seguimiento de los hermanos en su vida y crecimiento espiritual.
El Pastor o Guía pastoral antes de pastorear al hermano deberá estar en oración para pedirle al Señor que lo guíe.
1. Acompañamiento.- Se trata de acompañar al hermano de forma personalizada y en pequeños grupos:
a) De forma personalizada: Visitando la casa de cada uno de los hermanos (as). El servidor (a) deberá preocuparse por la salud espiritual y personal de cada uno de ellos.
b) De forma Grupal: Acompañándolos en cada reunión semanal, así como acompañarlos a Jornadas y Eventos de la RCC como parte de su crecimiento grupal.
2. Guía.- Se trata de que el Servidor (a) le vaya mostrando al hermano (a) el camino a seguir en el proceso se su crecimiento y por consiguiente al pequeño grupo a su cargo.
3. Seguimiento.- Se trata del cuidado de cada uno de los hermanos (as) de forma personalizada a fin de que no descuide ni detenga el proceso de su crecimiento.
El Responsable como Pastor de la Comunidad, es el primero que tiene que pastorear, y lo hará con los servidores, los acompañará espiritualmente a cada uno, les guiará, les hará un seguimiento personalizado para que no descuiden su formación y vida espiritual, y los servidores a su vez lo harán con los demás de la comunidad.
Para ello debemos dar dos pasos a seguir:
• El primer paso: Organizar la Comunidad en pequeños grupos de 4 o 5 hermanos bajo la responsabilidad de un servidor (a), el cual desde ese momento se constituye en su guía pastoral.
• El segundo paso: El Servidor (a) y el pequeño grupo a su cargo se pondrán de acuerdo para fijar un día de reunión a la semana en una casa que ellos elijan.
En este sentido, los pequeños grupos se deberán organizar teniendo en cuenta si han tenido lo siguiente:
Seminario de Vida en el Espíritu
Crecimiento 1
Crecimiento 2.
Movidos por el Espíritu
Los hermanos agrupados por grupos de crecimiento, serán pastoreados hasta que culmine el crecimiento y luego acompañarlos hasta su ingreso a la Escuela de Servidores o Formación Carismática.
Los servidores o guías pastorales deberán tener en cuenta si el hermano a su cargo llegó a terminar el curso de crecimiento que inició. Si un hermano (a) no concluyó el curso de Crecimiento 1, este hermano (a) regresará al grupo de hermanos que llevaron el S.V.E., y si no concluyó el Crecimiento 2 regresará con los hermanos que llevaron el Crecimiento 1.
En este sentido cada servidor o guía pastoral debe tener en cuenta que un hermano no puede pasar a otro nivel mientras no haya concluido el proceso de crecimiento inmediato, este detalle es importante para evitar que los hermanos se formen mal.
¿Qué sucederá con los hermanos que pasan a la Escuela de Lideres?
¿Quién los pastoreará hasta que culmine la Escuela?
Sería bueno y recomendable que el Responsable los pastoreara o en todo caso delegarle a un servidor experimentado para que no descontinúen el proceso de su formación y que al culminar este proceso el Responsable los tome en cuenta para cualquier servicio o Ministerio, especialmente el de Pastoreo en su grupo de oración.
Por otro lado, en nuestros grupos de oración siempre hay un grupo de hermanos (as) que por diversos motivos no pueden seguir el proceso de crecimiento, pero que si ofrecen sus casas para que en ella se comparta la Palabra de Dios. En estos casos se formará grupos de 5 a 10 hermanos como máximo bajo la guía de un servidor (a) y por tanto se reunirá una vez por semana en la casa que ellos elijan. Después de cada reunión el Servidor (a) recomendará que se invite a otras personas y que en un determinado tiempo de perseverancia estos invitados reciban el Seminario de Vida en el Espíritu.
Niveles de Pastoreo
Los niveles de pastoreo son de acuerdo a las necesidades de cada Comunidad y por el número de sus integrantes.
Primer Nivel: Acogida
Segundo Nivel: Responsable a Servidores
Tercer Nivel: Servidores a Asamblea
Cuarto Nivel: Ministerio de Pastoreo
1.- Primer Nivel: Acogida
La acogida es el primer nivel inicial de pastoreo, se trata de que un grupo de hermanos (as) con este carisma, se encarguen de este servicio para recibir y dar buena atención a los hermanos, especialmente a los nuevos, no olvidando el detalle de sus nombres.
”El Primer Nivel de Pastoreo es el que realiza el Ministerio de Acogida con los nuevos“. ”Nuestro deber como Servidores debe ser que las personas que van llegando al grupo, después de un tiempo prudencial hagan un seminario de formación“. "El PASTOREO EN LOS GRUPOS DE ORACIÓN" P. Carlos García (página 32-33)
2.- Segundo Nivel: De Responsable a Servidores
El Responsable pastoreará a cada uno de los Servidores siguiendo los procedimientos ya mencionados. El Responsable se preocupará de visitar a cada uno de los Servidores, velará por su salud espiritual y personal, así como también acompañarlos en el proceso de su crecimiento en todas sus formas.
3.- Tercer Nivel: De Servidores a Asamblea
El Servidor (a) pastoreará a cada uno de los hermanos (a) a su cargo de la misma forma como lo hace su responsable con él (ella).
Si en un grupo hay:
20 hermanos, se requerirá un mínimo de 4 a 5 servidores para el pastoreo.
30 hermanos, se requerirá un mínimo de 6 a 8 servidores.
40 hermanos, se requerirá un mínimo de 8 a 10 servidores.
”En otras palabras, cada hermano tiene un Pastor y un Pastoreado. Tienen que reunirse (una vez por semana con su Pastor y/o dirigido), fuera de las actividades ordinarias del grupo, en este encuentro con el Pastor se debe evaluar la evolución, el crecimiento espiritual, el compromiso y los problemas del dirigido, para que en oración, consejo, orientación y ayuda pueda ir creciendo hasta la estatura de Cristo (Col 3, 10-11 y 2Pe 3, 18). Cada Pastor se convierte en el responsable de su dirigido y tendrá que dar cuenta sobre él al equipo de Servidores“."El PASTOREO EN LOS GRUPOS DE ORACIÓN" P. Carlos García (Pág. 33)
En el caso de que hubiera de 80 hermanos a más, se requerirá de un nivel más exigente de organización de pastoreo como es el de formar el Ministerio de Pastoreo. Es por ello que decimos que la formación es una tarea muy importante, sin ella no alcanzaremos los objetivos deseados.
4.- Cuarto Nivel: EL MINISTERIO DE PASTOREO
En Junio del 13 al 15 del 2003 se llevó a cabo el II ENCUENTRO NACIONAL PARA MINISTERIOS DE EVANGELIZACIÓN Y ENSEÑANZA con el lema “Un Perú Renovado por el Poder de Dios”.
En este encuentro se hizo el lanzamiento de la Campaña Nacional de Evangelización denominada “LA AVANZADA EVANGELIZADORA” en estos términos:
Campaña Nacional “LA AVANZADA EVANGELIZADORA”
Objetivo General: “Realizar una campaña Nacional de Evangelización con el Poder del Espíritu Santo, en comunión con nuestros pastores, contribuyendo así a la construcción del Reino de Dios en el Perú”. “Como prerrequisito para iniciar la campaña evangelizadora en cada Diócesis tenemos que lograr que todos los servidores hayan recibido el primer nivel de formación para que tengan una base de crecimiento y estén preparados para recibir a los nuevos hermanos que lleguen. Esta formación se puede desarrollar en 6 meses.” (Lima-Perú del 13 al 15 de Junio del 2003).
Al término de este encuentro, la pregunta era:
¿Qué vamos a hacer con tantas personas después de cada evangelización, si los hermanos todavía no están preparados, ni organizados en sus grupos?
Para cuando llegue este acontecimiento es necesario estar preparados y de ser posible pasar a un mejor nivel de organización y pastoreo. En este caso, lo ideal es formar el Ministerio de Pastoreo bajo la orientación y dirección del Responsable.
NECESIDAD DE FORMAR EL MINISTERIO DE PASTOREO
Frente a la responsabilidad de guiar el rebaño del Señor, que cuide y acompañe a los hermanos en su vida de fe, oración y crecimiento así como orientar a vivir los valores cristianos, urge en el futuro no muy lejano la necesidad de formar "guías pastorales" o lo que es mejor "pastores" que se encarguen de esta labor pastoral en los Grupos de Oración.
Nuestra realidad nos muestra que existe la necesidad de formar el Ministerio de Pastoreo para atender, cuidar y orientar a los hermanos en su crecimiento y maduración en la fe, y sólo constituyendo el Ministerio de Pastoreo lograremos alcanzar el cumplimiento de esta noble tarea.
El responsable del Grupo de Oración es el Pastor por excelencia de todos los hermanos de la comunidad, pero él sólo no puede cumplir a cabalidad su labor que por cierto es grande y compleja a la vez. El responsable necesita del apoyo y cooperación de otros hermanos que lo ayuden a cumplir su ministerio pastoral.
El primer paso que debemos dar, es llamar y formar a los hermanos que tengan el don y carisma para pastorear, es decir, aquellos que tienen el celo por el rebaño del Señor. Los mejores candidatos para apoyar y cumplir con este servicio son los ex-responsables y los ex-servidores, así como también otros hermanos con experiencia de servicio.
Quienes han sentido el llamado del Señor a formar parte de su Cuerpo, han sido llamados para cumplir una función, es decir, así como nuestros órganos vitales y nuestros miembros físicos cumplen una función específica; así cada uno de los miembros del Cuerpo de Cristo también cumplen una función específica. "Así pues, Cristo es quien dio a unos el ser apóstoles, a otros, ser profetas, o aún evangelistas, o bien pastores y maestros. Así preparó a los suyos para los trabajos del ministerio en vista a la construcción del Cuerpo de Cristo" (Ef. 4, 11-12).
El don que Dios nos ha dado por el Espíritu Santo, nos lo ha sido dado para ponerlo únicamente al servicio de los demás, es decir a su Iglesia. Cuando el Señor Jesús nos da una responsabilidad no es simplemente para ocupar un cargo o puesto determinado, sino para cumplir una función en el Pueblo de Dios. Todos los que reciben la gracia de este don han sido escogidos por el Señor para cumplir esta misión. Una de las funciones del Ministerio es cuidar y guiar el rebaño del Señor. "El Pastor" o "Guía pastoral" tiene como parte de su labor crear un ambiente de Paz y Oración, así como también motivar a los hermanos a vivir la autentica y verdadera fe en Cristo nuestro Señor.
Otra labor que corresponde a los "pastores" o "guías pastorales" es la de profundizar la enseñanza recibida en pequeños grupos, y que estos grupos se reúnan una vez por semana y en determinadas casas para que partir de ellas se pueda realizar la labor pastoral.
Es necesario motivar a los hermanos a que participen en el compartir de la enseñanza y que cada uno pueda expresar a Cristo, hablar de Cristo, pensar en Cristo y ponerse de acuerdo en Cristo, para que sus oraciones, peticiones y suplicas sean escuchadas conforme a la recomendación del Señor.
Cualidades de un pastor o guía pastoral.
Es una persona de oración y llena del Espíritu Santo.
Conoce la Palabra de Dios, la sana doctrina y el Catecismo.
Conoce su función.
Tiene celo por el Evangelio.
Es paciente, humilde y sencillo.
Tiene Amor por el rebaño del Señor.
Trasmite confianza y Paz.
Se preocupa por la oveja perdida, la busca y regresa con ella.
Atiende a las enfermas y necesitadas de ayuda.
Corrige con Amor los errores que pudieran haber
Consuela, exhorta, reprende y edifica con la Palabra de Dios.
Es centrado y orienta de acuerdo con la Palabra de Dios.
Es discreto.
"Los Pastores" o Guías "Pastorales" deben cumplir ciertos requisitos, no basta tener el deseo o la disponibilidad para ejercer este ministerio, es necesario que tengan una sólida formación, de otro modo seriamos como las sectas protestantes que ejercen sus labores sin ningún criterio doctrinal adecuado.
Es necesario que hayan tenido:
Experiencia de Cristo.
Haber recibido Crecimiento 1, 2 y el curso Movidos por el Espíritu.
Ser egresado o estar en la Escuela de Servidores (Formación Carismática).
Ser una persona activa en su Grupo de Oración.
Tres aspectos importantes:
Para formar este ministerio debemos tomar en consideración tres aspectos importantes:
Orientación del Ministerio de Pastoreo.
Formación de los "Pastores" o "Guías pastorales".
El Plan Pastoral.
1.- Orientación del Ministerio de Pastoreo
Los hermanos llamados a formar parte de este Ministerio tienen que saber por que y para que se forma el Ministerio y cual es la función que va a cumplir en la Comunidad.
El objetivo del ministerio de pastoreo es ayudar al recién iniciado en la fe a perseverar en el camino del Señor, motivándolo y orientándolo hacia un compromiso más serio con Jesús y con la Santa Iglesia Católica.
La labor del Ministerio de Pastoreo, no solo es retener a los hermanos nuevos, sino que ellos encuentren lo que necesitan. Que encuentren a Dios y a sí mismos. Que puedan decir: “Aquí me siento seguro, es aquí donde Dios me quiere, porque El tiene un plan para mi vida en esta Comunidad”.
El estar donde Dios quiere que estemos, haciendo lo que Él quiera que hagamos, es lo que finalmente nos llevará a sentirnos realizados. Sin embargo llegar a este punto de equilibrio muchas veces es un camino que no podemos andar solos.
El acompañamiento y orientación de nuestros hermanos se hace fundamental para vivir con éxito este proceso de descubrimiento. Requerimos de otros a través de quienes el Señor, nuestro buen Pastor: nos guié, reúna, cuide y alimente.
La responsabilidad más importante de todos aquellos que están al cuidado pastoral no es primeramente organizar proyectos ni hacer planes o administrar los detalles prácticos del grupo de oración, sino cuidar y vigilar por la vida de las personas que están en el grupo: su vida con Dios, su vida en relación con los demás hermanos y las relaciones con aquellos que no pertenecen al grupo.
El llamado a ser pastores de nuestros hermanos es una gracia, un don de Dios, y por ello debemos servirle como instrumento suyo para pastorear a su pueblo si realmente nos hacemos dóciles a Él.
2.- Formación de los Pastores o Guías Pastorales.
Los hermanos llamados a este ministerio tienen que tomar en serio, que sin formación es imposible cumplir esta labor pastoral, de otro modo ocurriría lo siguiente:
Dar un tema o consejo netamente humano y sin ningún contenido espiritual o doctrinal.
Ser fundamentalistas como los protestantes.
Confundir al Pueblo de Dios en materia de Biblia y Doctrina.
”La Renovación en el Espíritu será auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia no tanto en la medida en que suscite carismas extraordinarios cuanto si conduce al mayor número posible de fieles, en su vida cotidiana, a un esfuerzo humilde, paciente y perseverante para conocer siempre mejor el misterio de Cristo y dar testimonio de Él" (Catechesi Tradendae No.72).
”Dios quiere... que ustedes que son dirigentes de esta Renovación, estén cada vez más sólidamente formados en la enseñanza de la Iglesia... Procuren, pues, como dirigentes, alcanzar una formación teológica segura encaminada a ofrecer a ustedes mismos y a cuantos dependen de ustedes en su dirección un conocimiento maduro y completo de la Palabra de Dios: La Palabra de Cristo habite entre ustedes abundantemente, enseñándose y amonestándose unos a otros con toda sabiduría"(Col 3, 16). S.S. Juan Pablo II a los dirigentes de la Renovación en el IV Congreso Internacional de Roma, mayo de 1981.
3.- El Plan Pastoral
El plan pastoral en el Grupo de Oración, es un instrumento al servicio de la evangelización y que contiene una programación de la acción pastoral. El plan supone decidir anticipadamente lo que hemos de hacer.
Para no caer en la improvisación y en la rutina en la acción pastoral, es necesario hacer un alto para reflexionar y poner por escrito los objetivos y las acciones que den forma y coherencia a todas nuestras tareas pastorales.
Programar quiere decir, organizar todos los elementos pastorales para lograr los fines que la acción de la Comunidad o Grupo de Oración debe llevar a cabo. Esto supone tener claro que la reflexión y la oración debe preceder a la acción pastoral.
La programación, es una técnica que estará al servicio del Grupo y de su acción evangelizadora, a fin de que ésta pueda producir sus mejores frutos. La programación pastoral supone el conocimiento de la realidad del Grupo, así como el ideal o situación deseada a la que se quiere llegar.
La programación pastoral sirve a la comunidad: desarrolla la comunión con ella, así como los diferentes ministerios y servicios. La programación pastoral es un medio que nos ayuda a descubrir las necesidades evangelizadoras de nuestro Grupo o Comunidad y cuales son las acciones que el Señor nos pide que realicemos, desde la llamada de la parroquia.
Es verdad que la planificación no es una varita mágica y que no debemos olvidar que el principal agente evangelizador es el Espíritu Santo. Pero hemos de convencernos de la necesidad de tener un plan pastoral, que nos sirva para:
Ayudar a buscar y realizar juntos la voluntad de Dios.
Crecer en comunión.
Hacer que conozcamos con mayor profundidad nuestra realidad.
Impulsar la renovación de nuestra comunidad.
Organizar la acción pastoral en torno a unos objetivos pastorales y evitar improvisaciones.
Poder evaluar nuestro trabajo pastoral.
Fortalecer el espíritu de los miembros de la comunidad.
Y especialmente el Plan nos ayudará a impulsar la Evangelización.
El plan pastoral, debemos mencionarlo, tiene que ser de acuerdo a la necesidad del grupo de oración y sobre todo teniendo en cuenta la forma como está organizado. Estas prioridades, según el discernimiento por la Palabra de Dios y la oración, nos llevan a tomar cuatro aspectos importantes en el orden siguiente:
Formación de los Líderes.
Organización de los G.O. en pequeñas Comunidades.
Organización de los Ministerios y Servicios.
La Evangelización
Preguntas de reflexión:
¿Es importante y necesario organizar tu Grupo de Oración?
¿Consideras necesario que tu Grupo tenga su Plan Pastoral?
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Principal
¿Qué es y qué no es espiritualidad?
Espiritualidad Carismática
Espiritualidad RCC
Recordando la RCC
Orientaciones Teológicas y Pastorales.
RENOVACIÓN ESPIRITUAL CARISMÁTICA
Reflexiones sobre la Renovación Espiritual
Por: Miguel Alort
Para lograr nuevamente el Avivamiento en los Grupos de Oración, la recomendación es sencilla, VOLVER A LAS FUENTES DE LA ESPIRITUALIDAD CARISMÁTICA, eso implica hacer un alto en nuestros "diversos quehaceres" y dar una mirada en la historia de los inicios y sacar lo más precioso de ella. Tenemos a Benigno Juanes, Carlos Aldunate, Salvador Carrillo, Chus Villaroel y los pioneros de la Renovación Espiritual Carismática, a ello agregamos los brillantes aportes de sacerdotes, obispos y cardenales. Es muy lindo y hermoso todo ello, pero en nuestros días, son pocos los que se interesan por profundizar más. Para algunos lo más importante es dirigir y para otros tantos organizar actividades.
La RCC se define como una corriente de gracia suscitada por Dios en un momento importante en la vida de la Iglesia después del Concilio Vaticano II:
- La Renovación Carismática Católica es una corriente de gracia por medio de la cual el Espíritu de Dios nos lleva a vivir de manera vivencial la realidad del Cuerpo de Cristo. «La Renovación en el Espíritu Santo es como una segunda gracia de Dios a la Iglesia y al mundo, después de esa primera gracia que fue el Concilio Vaticano II. El Concilio fue una gracia pentecostal eclesial a nivel de “obispos”; la Renovación es una gracia pentecostal a nivel “grande comunidad cristiana» (Cardenal Suenens – Roma 19/4/83).
Se la define también como la Iglesia en movimiento:
- En ese sentido se expresó el cardenal León Joseph Suenens cuando escribió en su Carta Pastoral para Pentecostés de 1973 lo siguiente: “Digamos de una vez que no se trata de un Movimiento nuevo en el sentido usual del término, sino de una corriente de gracias que el Espíritu Santo hace surgir por todas partes. La Renovación Carismática no es un movimiento, sino el moverse del Espíritu Santo”.
La RCC se sitúa en el corazón de la Iglesia, es de la Iglesia y para la Iglesia. La Renovación en el Espíritu Santo, como corriente de gracias, suscitada por el Espíritu Santo en la Iglesia de nuestros días, existe y vive para la Iglesia y en la Iglesia, de ahí la comunión estrecha con sus legítimos Pastores y el deseo de servir unidos a ellos para la renovación de las Comunidades Católicas. Por ello decimos que la Renovación se sitúa en la Iglesia; en el mismo corazón de la Iglesia.
El 10 de octubre de 1973, S.S. Pablo VI, se dirigía a la I Conferencia Internacional de Líderes de la Renovación en estos términos: “Nos alegramos con vosotros queridos amigos, por la renovación espiritual que se manifiesta hoy en día en la Iglesia, bajo diferentes formas y en diversos ambientes. Ciertas notas comunes aparecen en esta renovación:
• El gusto por una oración profunda, personal y comunitaria.
• Un retorno a la contemplación y un énfasis puesto en la alabanza de Dios.
• El deseo de entregarse totalmente a Cristo
• Una grande disponibilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.
• Una frecuentación más asidua de las Sagradas Escrituras.
• Una amplia abnegación fraterna
• La voluntad de prestar una colaboración a los servicios de la Iglesia.
En todo esto podemos conocer la obra misteriosa y discreta del Espíritu Santo que es el alma de la Iglesia. El P. Salvador Carrillo Alday m.SpS, en el capítulo III de su libro Renovación en el Espíritu Santo, manifiesta que: “La Renovación en el Espíritu Santo” nació en un clima de expectación eclesial como de un “nuevo Pentecostés”, de un Pentecostés actual, para renovar la Iglesia de hoy".
La Misión de la Renovación es conducir a sus miembros hacia una vida cristiana carismática movida y dirigida por el Espíritu Santo. Vida que se inicia privilegiadamente por la efusión del Espíritu, pero que debe ser bien orientada y educada hacia la madurez. La misión de la Renovación consiste en hacer que las personas nazcan de nuevo por medio del bautismo en el Espíritu y lleguen a la madurez de la vida cristiana.
Estos aspectos que se señalan son como el horizonte que marca nuestra identidad y vocación a la que hemos sido llamados por Cristo para vivir en plenitud la vida de Dios en la Renovación y en la Iglesia. Sin embargo experimentamos en nuestra zona y en la diócesis, una dificultad que impide nuestro avance y crecimiento para responder a los objetivos de la Renovación y de la misión de la Iglesia.
Tres aspectos muy críticos impiden este avance y crecimiento de la Renovación, la pérdida del ejercicio de la espiritualidad carismática por falta de formación espiritual, la falta de una formación discipular de sus miembros que contribuya al apostolado y misión de la Renovación y la Iglesia y, por último, la falta de una conducción pastoral en los grupos de oración que ayude a los hermanos vivir la vida en Cristo.
1. La pérdida del ejercicio de la espiritualidad.
Por la falta de una adecuada y correcta formación en la espiritualidad carismática, la gran mayoría de los grupos de oración están decayendo en su avivamiento y cayendo cada día en la rutina esquemática del servicio y la dirección de la asamblea de oración, sin trascendencia en la vida de la comunidad y sus miembros.
En nuestros días, podemos observar y darnos cuenta que la oración del servicio es escasa y débil, y de allí que su quehacer es humano y mecánico, que no produce el fruto que se requiere para bien de la comunidad. Ya no se ora fervientemente y en unanimidad, solo unos cuantos gritan desesperadamente para que otros traten de orar sin hallar el efecto deseado, no hay oración en el Espíritu Santo, no hay don de Lenguas, no hay Canto en Lenguas, no hay hablar en Lenguas, no hay don de profecía y por consiguiente una correcta interpretación de la misma.
Muchos de nuestros hermanos que son servidores y en especial nuestros hermanos y hermanas de la asamblea pasan por muchas dificultades en su vida personal y familiar. Nuestros hermanos y hermanas pasan por situaciones graves de salud, de problemas de trabajo, de separación y divorcio en su matrimonio, conflictos matrimoniales de sus hijos, problemas de alcoholismo, de drogadicción, de rebeldía con sus padres, de problemas sociales y policiales, etc., etc., y así van a nuestros grupos de oración, y regresan a sus casas igual como llegaron al grupo o tal vez peor, porque en la asamblea no hubo una oración fuerte en la que pudieran fortalecerse y obtener la fuerza que necesitan para hacerle frente a los problemas y dificultades.
Es por ello que muchos hermanos se van del grupo y ya no vuelven más y después de algún tiempo nos enteramos que están participando en una iglesia evangélica porque allí se preocuparon de su problema, oraron por él y le enseñaron la Palabra de Dios.
Cuando un hermano acude a los servidores y al mismo responsable para contarle su problema, el responsable no sabe que decirle, ni darle palabra de Dios, que lo anime y lo levante de su situación, tanto porque no tiene una adecuada formación en el conocimiento de la Sagrada Escritura, ni el discernimiento adecuado y oportuno para ayudarle.
Por la falta de una correcta y adecuada espiritualidad en nuestros grupos de oración y en el servicio, hemos perdido la guía del Espíritu Santo, que se manifiesta en la falta de un correcto discernimiento de la voluntad de Dios en nuestra vida personal, en el equipo de Servidores y de la Comunidad. Del mismo modo, podemos decir, de un correcto discernimiento de los dones y carismas que Dios nos ha dado para el bien común, del grupo o de la comunidad a la que hemos sido llamados a participar y así crecer como Cuerpo de Cristo. Los que deben ser llamados no los llaman y llaman a los que no deben ser llamados al servicio o ministerio.
Necesitamos retornar a las fuentes de la Espiritualidad Carismática, de una formación espiritual adecuada y correcta, para lograr ese avivamiento de los inicios de la Renovación y llevar a cabo nuestra misión.
2. La falta de formación discipular.
En gran parte de los grupos de oración, los servidores no tienen una formación adecuada o completa que les permita llevar a cabo un eficiente servicio y en otro de los casos, los servidores apenas tienen el seminario de vida en el Espíritu.
Es notorio la gran ausencia de hermanos y hermanas de nuestros grupos de oración en los cursos de crecimiento. Algunos hermanos (as), van un día, faltan otro día y al final no concluyen el curso de crecimiento o cualquier otro curso de formación. También vemos que muchas veces concluyen cada uno de los cursos de crecimiento y se presentan a la clausura con 3, o más faltas y así es difícil avanzar para lograr los objetivos y metas.
En lo referente a la Escuela de Servidores o Formación Carismática, no hay una participación real, hay una gran ausencia de hermanos (as) ya sea por falta de difusión, motivación y promoción necesaria de los que terminan los cursos de crecimiento y por la deserción de los pocos que se inscriben.
Los resultados, incapacidad para dar temas o servir en sus grupos de oración, y por lo tanto los grupos decaen cada día, no solamente por la ausencia de hermanos (as) en las reuniones de oración, sino también por la falta de formación de sus miembros que no son ayudados a crecer.
El Padre Carlos García Llerena en su libro “El Pastoreo en los Grupos de Oración”, pagina 28 dice lo siguiente:
“La formación debe ocupar un lugar prioritario en nuestros grupos de oración, y los primeros en formarse tienen que ser los Responsables y los Servidores de la Comunidad. Nadie puede dar lo que no tiene, si nuestros líderes carecen de buena formación eclesial y bíblica, mucho es el daño que pueden causar, además de ser presa fácil de infiltración de hermanos evangélicos inescrupulosos que poco a poco pueden arrastrar a nuestros hermanos a sus intereses proselitistas”
Con respecto al tema de la formación o discipulado de los laicos, la V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE (Aparecida, 13-31 de mayo de 2007) señala los aspectos importantes del discípulo y de su formación.
En la segunda parte de este importante documento en el Apartado 5.3.4. numeral 211 señala que los laicos están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, dando testimonio de su vida y con acciones concretas en el campo de la evangelización y toda forma de apostolado. Pero para que el laico pueda cumplir su misión con total responsabilidad, señala el numeral 212, que es imperativo que tenga una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en la vida social, económica, política y cultural.
Del mismo modo en el Apartado 6.2 numeral 276, señala que por el hecho mismo de nuestra vocación y compromiso de ser discípulos y misioneros de Jesucristo, requiere, pues de una clara y decidida opción por la formación de todos los miembros de nuestras respectivas comunidades que la integran. Estos aspectos mencionados ilustran la necesidad e importancia del camino del discipulado en la RCC.
Por lo antes mencionado, cabe recalcar que la misión de la Renovación consiste en hacer que las personas NAZCAN DE NUEVO por medio del BAUTISMO EN EL ESPÍRITU y lleguen a la MADUREZ DE LA VIDA CRISTIANA a través del PASTOREO, que no es otra cosa que un adecuado acompañamiento, guía y seguimiento en la vida espiritual y crecimiento de los hermanos que los convierta en otros discípulos y misioneros de Jesucristo.
2. La falta de un Plan Pastoral en el Grupo de Oración.
El plan pastoral en el Grupo de Oración, es un instrumento que contiene una programación del trabajo pastoral que no es otra cosa que la acción pastoral. El plan supone decidir anticipadamente lo que hemos de hacer.
Para no caer en la improvisación y en la rutina de nuestro trabajo pastoral en el Grupo de Oración, es necesario hacer un alto para reflexionar y poner por escrito los objetivos y las acciones que den forma y coherencia a todas nuestras tareas pastorales.
Programar quiere decir, organizar todos los elementos pastorales para lograr los fines que la acción de la Comunidad o Grupo de Oración debe llevar a cabo. Esto supone tener claro que la reflexión y la oración debe ser primero antes de cualquier plan o acción pastoral.
La programación, es una técnica que estará al servicio del Grupo de Oración y de su acción o trabajo pastoral, a fin de que ésta pueda producir sus mejores frutos. La programación pastoral supone el conocimiento de la realidad del Grupo, así como el ideal o situación deseada a la que se quiere llegar.
La programación pastoral sirve a la comunidad: desarrolla la comunión con ella, así como los diferentes ministerios y servicios. La programación pastoral es un medio que nos ayuda a descubrir las necesidades de nuestro Grupo o Comunidad y cuáles son las acciones que el Señor nos pide que realicemos, desde la llamada de la parroquia.
Es verdad que la planificación no es una varita mágica y que no debemos olvidar que el principal agente evangelizador es el Espíritu Santo. Pero hemos de convencernos de la necesidad de tener un plan pastoral, que nos sirva para:
Ayudar a buscar y realizar juntos la voluntad de Dios.
Crecer en comunión y en la caridad.
Hacer que conozcamos con mayor profundidad nuestra realidad (discernimiento).
Impulsar la renovación espiritual de nuestra grupo o comunidad (S.V.E. - Crecimiento - Espiritualidad Carismática).
Organizar la acción pastoral en torno a unos objetivos pastorales y evitar improvisaciones (en orden de prioridad).
Fortalecer el espíritu de los miembros de la comunidad a través de talleres y cursos (Bíblico-Doctrinal-Eclesiológico).
Realizar el acompañamiento espiritual a los hermanos (Pastoreo).
Poder evaluar nuestro trabajo pastoral.
Y especialmente el Plan nos ayudará a impulsar la Evangelización.
El plan pastoral, debemos mencionarlo, tiene que ser de acuerdo a las necesidades del grupo de oración y sobre todo teniendo en cuenta la forma como está organizado. Estas prioridades, según el discernimiento por la Palabra de Dios y la oración, nos llevan a tomar cuatro aspectos importantes en el orden siguiente:
1. Formación de los Líderes y miembros del Grupo de Oración o Comunidad (Plan y Programa de formación)
2. Organización de los G.O. en pequeñas Comunidades o grupos de Pastoreo.
3. Organización de los Ministerios y Servicios.
4. La Evangelización
Debemos tener en claro, que estos aspectos no se van a llevar de manera inmediata, o de la noche a la mañana, sino que estos aspectos se van a ir dando paulatinamente; es decir, dentro de un proceso de crecimiento y madurez.
En los grupos de oración la composición de sus miembros es diversa y variada, en algunos grupos de oración vemos mayoritariamente jóvenes, en otros mayoritariamente adultos y adultos mayores y en otros una composición mixta de matrimonios, adultos y jóvenes. Hay grupos que avanzaran más que otros, algunos lograran este proceso en dos años, otros tal vez en tres, otros tal vez demoraran un poco más debido a la composición de sus miembros y por el nivel de formación de sus servidores.
El proceso de Renovación en la Renovación Carismática tiene que empezar desde ahora, si en verdad queremos lograr los objetivos y metas que respondan a los retos del presente, que permita la Construcción del Reino de Dios en medio de los hombres y contribuya a la evangelización que es misión de la Iglesia y de todos nosotros.
«Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra.» Hch 1, 8
Orientaciones Teológicas y Pastorales
Malinas, Bélgica 21- 26 mayo de 1974
(Card. Suenens)
Documento del Encuentro Episcopal Latinoamericano
Efectuado en la Ceja Colombia
Septiembre de 1987
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