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domingo, 7 de junio de 2015

La Pasión, según Van der Weyden - ABC.es

La Pasión, según Van der Weyden - ABC.es








  • «Tríptico de Miraflores», de Rogier van der Weyden (antes de 1445). Óleo sobre tabla de roble. Gemäldegalerie de Berlín.
    «Tríptico de Miraflores»Rogier van der Weyden (antes de 1445).


    Óleo sobre tabla de roble. Gemäldegalerie de Berlín.



  • «El Descendimiento», de Rogier van der Weyden (antes de 1433). Óleo sobre tabla de roble. Museo del Prado. Depósito de Patrimonio Nacional.
    «El Descendimiento»Rogier van der Weyden (antes de 1433).


    Óleo sobre tabla de roble. Museo del Prado. Depósito de Patrimonio Nacional.



  • «El Calvario», de Rogier van der Weyden (h. 1457-64), después de su restauración. Óleo sobre tabla de roble. Patrimonio Nacional. Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
    «El Calvario»Rogier van der Weyden (h. 1457-64), después de su restauración.


    Óleo sobre tabla de roble. Patrimonio Nacional. Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.







Van der Weyden, la emoción hecha pintura

Natividad Pulido
Quizás su nombre no sea de los más populares entre los artistas
que cuelgan en los más importantes museos del mundo, pero fue uno de los
más influyentes del siglo XV y uno de los creadores más enigmáticos y
fascinantes de la Historia. Si uno entra en una sala donde cuelga una
pintura de Rogier van der Weyden (h. 1399-1464), la mirada se irá irremediablemente hacia ella. Como si tuviera un imán. Pese a que las crónicas cuentan que «sus obras engalanaron las cortes de todos los Reyes» y que llegó a ser «el más grande y noble de los pintores»,
no son muchas las que se han conservado del maestro de Tournai –apenas
una decena, ninguna firmada–, de ahí que la cita que nos propone el
Museo del Prado sea muy especial. Las «Justicias de Trajano y Herkinbald»,
cuatro grandes tablas que pintó para la Cámara Dorada del Ayuntamiento
de Bruselas, ciudad de la que fue pintor oficial y donde murió, se
destruyeron en 1695. Con motivo de la conclusión de los trabajos de
restauración de una de sus más grandes creaciones, «El Calvario»
–donado por el propio artista poco antes de su muerte a la cartuja de
Scheut (Bruselas), desde 1574 se halla en el Monasterio de San Lorenzo
de El Escorial–, se ha organizado una exposición dedicada a este
prodigioso artista.


Apenas se exhibe una veintena de piezas, pero entre ellas está lo
mejor del pintor flamenco, discípulo de Robert Campin. Como el
maravilloso «Descendimiento». Realizado para la iglesia
de Nuestra Señora de Extramuros de Lovaina, fue regalado por María de
Hungría a su sobrino Felipe II y enviado a España en 1558. Cuentan que
el barco en el que viajaba naufragó, pero afortunadamente el cuadro pudo
salvarse. Primero estuvo colgado en la capilla del Palacio del Pardo y
en 1556 se trasladó al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. En
virtud de un decreto de 1943, el Prado, que lo restauró en 1993, lo
custodia en depósito, junto a otras tres obras maestras de Patrimonio
Nacional que también llegaron tras la Guerra Civil. Ahora esta
institución los reclama para su futuro Museo de Colecciones Reales. Son,
además del «Calvario», «El jardín de las delicias» y la Mesa de los Pecados Capitales, ambas de El Bosco, y «El Lavatorio»,
de Tintoretto. Este asunto mantiene enfrentadas a ambas instituciones.
Otra joya de Van der Weyden presente en la exposición es el «Tríptico de Miraflores»,
que el Rey Juan II de Castilla donó a la cartuja de Miraflores (Burgos)
y que salió de España durante la invasión napoleónica, hoy propiedad de
la Gemäldegalerie de Berlín. Estas tres obras maestras se exhiben
juntas por primera vez.


Son, según Lorne Campbell, el mayor especialista del mundo en Van der Weyden y comisario de la muestra, «las
tres únicas obras que pueden atribuírsele, en función de evidencias
documentales fiables y tempranas, con absoluta seguridad»
. Ni
siquiera el propio artista las vio nunca juntas. A ellas se suman otras
dos obras aceptadas por los especialistas como pinturas del maestro: el «Retablo de los Siete Sacramentos», del Koninklijk Museum de Amberes, y la «Virgen Durán»,
del Museo del Prado. La exposición, que estará abierta hasta el 28 de
junio, ha sido realizada en colaboración con la Fundación Amigos del
Museo del Prado.


Paseando por sus salas resulta difícil no sobrecogerse: es la emoción hecha pintura.
Pocos artistas saben provocar las emociones de una forma tan sublime
como Rogier Van der Weyden (su verdadero nombre era Roger de la Pasture,
hijo de un fabricante de cuchillos). Comenta Lorne Campbell que Van der Weyden pide al espectador «una particular atención y cierto esfuerzo intelectual».
Así es. Hay que visitar la muestra despacio, sin prisas, para apreciar
en todo su esplendor los sutiles y exquisitos detalles que encierran sus
obras: como esas tres casi imperceptibles lágrimas que caen del rostro
del Cristo crucificado en el «Calvario» –una resbala
del ojo derecho, dos del izquierdo–; las gotas de sangre, casi
transparentes, que corren por su frente, sus manos y sus pies, o los
casi invisibles hilos con que están tejidas las bellísimas telas que
pinta. En el «Tríptico de Miraflores» la Virgen lleva bordados en sus tres mantos versículos del «Magnificat». Un consejo: lleve una lupa cuando vaya a ver la muestra: podrá apreciar hasta el más mínimo detalle.


Campbell destaca el dominio del dibujo de Van der Weyden, su
asombrosa facilidad y rapidez para pintar, la «perfección estéticamente
inmutable» de sus imágenes, sus armonías geométricas, sus espacios
inverosímiles, sin lógica ni coherencia… En el «Descendimiento»,
por ejemplo, las figuras están encerradas en una especie de caja, en la
que apenas caben, lo que provoca una sensación claustrofóbica. «Cuanto
más despacio examinamos sus obras –advierte Campbell–, más enigmáticas y
ambiguas nos parecen. Y cada vez que volvemos a ellas encontramos cosas
nuevas que despiertan nuestro interés»
.


Una de las características que hacen más singular la obra de Van der Weyden es su estrecha relación con la arquitectura y, sobre todo, con la escultura.
No en vano siempre estuvo rodeado de arquitectos y escultores. La
mayoría de las figuras de sus pinturas semejan estatuas. Son esculturas
pintadas. Entre las piezas presentes en la muestra se halla la «Crucifixión», grupo escultórico del «Retablo de Belén»,
procedente de la iglesia de Santa María de la Asunción de Laredo. Se ha
escogido esta obra porque sus figuras guardan una estrechísima relación
con el «Descendimiento» y el «Calvario» de Van der Weyden, y algunos elementos arquitectónicos recuerdan a la composición del «Tríptico de Miraflores». Es muy posible que los creadores de este retablo siguieran los diseños de Van der Weyden y su taller.


La muestra también nos cuenta quiénes fueron los principales mecenas y coleccionistas de sus obras. Es el caso de Isabel de Portugal –se exhibe un retrato, obra del taller de Van der Weyden, cedido por el Getty Museum de Los Ángeles–, Felipe el Bueno y su hijo Carlos el Temerario.
Patrimonio Nacional no ha prestado un cuadro solicitado por el Prado
(un retrato de Felipe el Bueno), debido a que cuelga en estos momentos
en una exposición en el Palacio Real. Recordemos que tampoco cedió
ninguno de los siete préstamos pedidos para la muestra de Bernini.
Asimismo, la exposición del Prado aborda el asunto de las copias y
versiones que se hicieron de los trabajos de Van der Weyden, muy
solicitados en la época. Isabel la Católica encargó a Juan de Flandes
una copia del «Tríptico de Miraflores» para la Capilla Real de Granda. Una de sus tablas, «Aparición de Cristo a la Virgen»,
ha sido cedida por el Metropolitan de Nueva York para la exposición.
Los trabajos del maestro y su taller tuvieron una gran influencia en
generaciones de artistas. Fue el caso del escultor de origen flamenco
Egas Cuiman, de quien se muestra un precioso y delicado alabastro: «Fray Lope de Barrientos» (Fundación Museo de las Ferias de Medina del Campo).


Datos de interés


  • «Rogier van der Weyden»
    Del 24 de marzo al 28 de junio.

  • Horario
    De lunes a sábado de 10 a 20h, domingos y festivos de 10 a 19h.



  • Precios
    La entrada permite visitar la Colección permanente y otras exposiciones coetáneas el día de la visita.


    De lunes a sábado de 10.00 a 18:00h, domingos y festivos de 10:00 a 17:00h


    • Entrada General: 14 €.
    • Entrada General + ejemplar de la ‘Guía del Prado’: 23 €.
    • Entrada ‘Dos visitas en un año’: 20 €.
    • Entrada Reducida: 7 €.
    • Entrada Gratuita: 0 €.
    • Abono Paseo del Arte: 25,60 €.
    • Grupo turístico: 14 €/persona.
    • Grupo cultural: 7 €/persona.
    • Entrada en grupo a la exposición temporal o a la Colección
      del Museo antes de la apertura del Museo (de martes a viernes, de 9 a
      10h): 40€/persona .
    Más información sobre precios de entradas y condiciones de exención y gratuidad.


    Acceso gratuito a la Colección permanente: de lunes a sábado de 18 a 20h y domingos y festivos de 17 a 19h.


  • Puntos de venta
    • Taquillas: Venta de entradas individuales para el día y anticipadas. Venta anticipada online.
    • Información y venta telefónica: +34 902 10 70 77 / +34 902 10 70 77.
    • La compra de entradas on-line y telefónica implica una comisión de 1€/entrada en concepto de gastos de gestión.

  • Acceso
    El Museo Nacional del Prado dispone de estos accesos al edificio:


    • Puerta de Jerónimos
    • Puerta de Murillo
    • Puerta de Goya Alta
    • Galería Jónica Sur
    Acceso a grupos
    • Es necesario realizar una reserva de día y hora de la visita a
      través del sistema de reserva y venta de entradas de la web del Museo (www.entradasprado.com).
    • Uso obligatorio de Sistema de guiado de grupos.

  • Ubicación
    Museo Nacional del Prado
    Paseo del Prado s/n



  • Más información
    museodelprado.es


ABC.es

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