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martes, 6 de diciembre de 2016

(113) ¿Qué pasaría si un católico lee esto?

(113) ¿Qué pasaría si un católico lee esto?

¿Qué pasaría si un católico lee esto?

EL FUNDAMENTO DE LA IGLESIA

Poco tiempo antes de morir, “Jesús preguntó a sus discípulos «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas». «Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?». Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».” (La Biblia, Mateo 16:13-19).
Estas palabras que Jesús le dijera a San Pedro, han sido muy usadas para afirmar que la Iglesia Católica Romana es la única iglesia verdadera, que nunca caerá -porque fue fundada por el mismo Cristo-, y que todas las demás son sectas.
Me he encontrado con muchos hermanos que creen esto, y lo repiten una y otra vez cuando se sienten amenazados por alguna idea que los contraría. Creen que el apóstol Pedro es la roca sobre la cual Cristo edificó su Iglesia, que Pedro fue el primer papa, y que sus sucesores han continuado este ‘santo ministerio’ hasta nuestros días.
Este pasaje constituye el fundamento de una supuesta ‘autoridad divina de la que goza la Iglesia Romana, y a través de la cual han llegado, incluso, hasta alterar la ley que Dios escribió con su propio dedo y en piedra. Es más, los papas, u obispos de Roma, se consideran representantes o ‘vicarios’ de Cristo, y se hacen llamar ‘el dulce Cristo de la tierra’. Ahora, ¿qué pasaría si comprobamos que esto no es cierto? ¿Qué sucedería si te demostramos por la Biblia que Pedro no es el ‘fundamento de la iglesia’, que tampoco fue el primer papa y que Cristo no instituyó ninguna sucesión apostólica? No nos aventuremos. Analicemos el texto y luego lo charlamos...
Para empezar, debemos tener en cuenta que cuando Jesús dice: “Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca (o piedra) edificaré mi iglesia”, la palabra Pedro proviene de la palabra griega 'petros', que significa piedra pequeña. La palabra roca es la traducción de 'petra', que significa piedra grande, inamovible, como un pedazo de montaña. Es como si Jesús le dijera: “Tú eres un buen ladrillo, y yo soy el cimiento, o la piedra fundamental. Con ladrillos como tú, edificaré, sobre mí, la Iglesia”.
¿No te parece más lógico que Cristo edifique su iglesia sobre él mismo y no sobre un simple mortal como Pedro o cualquiera de los Apóstoles? Pero más allá de los pareceres, hay algo que debes tener muy en claro. A lo largo de toda la Biblia, Jesús es simbolizado como ‘la Roca de la salvación’... Mirá:
  • “El Señor es un escudo para los que se refugian en él, porque ¿Quién es Dios fuera del Señor? ¿y quién es la Roca fuera de nuestro Dios?” (La Biblia, 2ª Samuel 22:31-32)
  • “¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado sea Dios, la Roca de mi salvación.” (La Biblia, 2ª Samuel 22:47)
  • “Sé para mí una roca protectora, tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.” (La Biblia, Salmos 71:1-3)
  • “¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva!” (Salmos 95:1)
  • “Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.” (La Biblia, Salmos 118:21-23)
Y hay muchos más, pero con estos alcanzan entender que Jesucristo no estaba hablando de Pedro cuando dijo “sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Aunque, por si queda alguna duda, dejemos que el mismo Cristo interprete sus propias palabras.
En una ocasión posterior, enfrentando a los principales sumos sacerdotes, Jesús dijo refiriéndose a sí mismo: “«¿No han leído nunca en las Escrituras: "La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos"? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos». [El que caiga sobre esta piedra quedará destrozado, y aquel sobre quien caiga será aplastado]. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.” (La Biblia, Mateo 21:42-46)
Era imposible para estos judíos comunicar la verdad al mundo si ellos mismos no la recibían. Por eso Jesús les dijo: “el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos”. Y si los sumos sacerdotes y los fariseos interpretaron que los edificadores eran ellos mismos, y que la piedra rechazada era Jesús, a quien ellos querían eliminar, no haría falta decir más. Pero veamos como el mismísimo apóstol Pedro interpretó este asunto: “Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, con Anás, el Sumo Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros de las familias de los sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a los Apóstoles y los interrogaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?». Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. El es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación».” (La Biblia, Hechos 4:5-12)
En su epístola universal, San Pedro agrega que todos los cristianos también somos ‘petros’, o pequeñas piedras vivas, con las cuales Cristo edifica su iglesia: Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. (La Biblia, 1ª Pedro 2:4-5)
Pablo, el mayor teólogo bíblico, explicó: “por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu. Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.” (La Biblia, Efesios 2:18-22)
Vemos aquí que si bien los apóstoles ocupan un lugar principal en la Iglesia de Cristo, todos se encuentran colocados a un mismo nivel. Todos ellos fueron piedras principales, ubicadas en la base de la Iglesia por haber sido escogidos para anunciar el evangelio en el inicio de la obra. Luego también nosotros podemos formar parte de este Santo Templo. Pero la base, el gran fundamento de la Iglesia, es Cristo. “Porque nosotros somos cooperadores de Dios, y ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios. Según la gracia que Dios me ha dado, yo puse los cimientos como lo hace un buen arquitecto, y otro edifica encima. Que cada cual se fije bien de qué manera construye. El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo. (La Biblia, 1ª Corintios 3:9-11).
“...sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella”
Una vez que entendemos que Cristo es la ‘Roca de la salvación’, es más fácil comprender su aseveración de que “el poder de la Muerte no prevalecerá contra” su iglesia. Y esto queda muy claro en la continuación de la controvertida cita: “Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá». Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. (La Biblia, Mateo 16:21-25)
¿Cómo podría haber dicho Cristo que construiría su iglesia sobre Pedro, aquel mortal que a continuación reprendería tan severamente? Si Jesús le hubiese dado un poder especial como representante suyo y la mayor autoridad sobre su Iglesia, ¿cómo podemos entender que lo desautorizara de esa manera?
Amigos, el poder de la Muerte no prevalecerá contra la verdadera iglesia de Cristo porque su fundador y cimiento principal resucitaría al tercer día. Toda la esperanza del cristiano se basa en Cristo y su resurrección. Dice la Biblia: “Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados.” (La Biblia, 1ª Corintios 15:17).
Jesús es la Piedra y su Iglesia se construye, actualmente, sobre el mismo. Momentos antes de ascender a los cielos: “Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo». (La Biblia, Mateo 28:18-20)
¿Y cómo estaría Cristo con su iglesia si bien sabemos que ascendió a los cielos? Pués a través del Espíritu Santo. Su representante no es ningún ser humano. Es mentira que Cristo nombró a Pedro como representante suyo en la tierra… Él dijo: “el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.” (La Biblia, Juan 14:26)
Y si Pedro no fue representante de Cristo, ¿cuánto menos lo son aquellos que dicen ser los sucesores de Pedro sin ninguna base bíblica? La Iglesia Romana ha manipulado este texto del fundamento de la iglesia y trata de colocar a Pedro por sobre el resto de los apóstoles para apoderarse del dominio absoluto de la iglesia a través de la figura despótica del papa pero, ni en el caso de que Pedro hubiera sido el favorito de Jesús, lo cual hemos comprobado que no es cierto, no existe pasaje bíblico alguno para sustentar lo que se conoce como ‘sucesión apostólica’. ¿O en base a qué texto bíblico se esgrime la teoría de la sucesión apostólica? ¿Quién dijo que el obispo de Roma sería el sucesor de Pedro? Pués ni Cristo, ni Pedro, ni ningún apóstol o escritor bíblico afirmó semejante barbaridad..!
Pon una pausa aquí, vuelve a leer todo Mateo 16 y verás que el tema en central es Cristo y lo que sucedería con Él y su iglesia. Jesús comienza preguntando “¿quién dicen que soy?” y luego les da la certeza de que su obra sería indestructible porque resucitaría al tercer día y estaría con su iglesia, a través del Espíritu Santo, todos los días, hasta el fin del mundo. Se va entendiendo un poco mejor, ¿verdad?
“Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos”
Durante quince siglos la Iglesia Romana ha fundado la autoridad del Papa en una falsa interpretación de del capítulo 16 de Mateo. Hasta aquí hemos comprobado que Cristo, y no Pedro, es el fundamento de la Iglesia, pero... ¿qué significa esto de ‘yo te daré las llaves del Reino de los Cielos’? Debemos entender el contexto en el que fueron dichas estas palabras... Jesús estaba por ser rechazado y crucificado por su propio pueblo, a instancia de los sumos sacerdotes. Estaba sucediendo lo que Dios había dicho por medio de Oseas, un profeta del antiguo testamento. “¡No, que nadie acuse ni haga reproches! ¡Mi pleito es contigo, sacerdote! Tú tropezarás en pleno día;... Mi pueblo perece por falta de conocimiento. Porque tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio;” (Oseas 4:4-6)
Era imposible para los sacerdotes judíos comunicar la verdad si ellos mismos no la recibían. Por eso Jesús les dijo: “el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos”. (La Biblia, Mateo 21:44).
San Pedro era uno de ellos, y la llave que recibiría, sería la llave de la ‘ciencia’ o del conocimiento de su evangelio. Llave que hasta ese momento la poseían los eruditos judíos. Las siguientes palabras de Cristo lo dejan más que claro: “¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia!” “«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.” (La Biblia, Lucas 11:52 ; Mateo 23:13).
La llave de la ciencia, o del conocimiento de Dios, fue quitada a los sacerdotes judíos y dada a los discípulos para que instruyeran al pueblo. Pedro, y todos los que siguieron al Salvador, recibieron, más tarde, la solemne comisión de llevar este evangelio hasta lo último de la tierra. Aunque debemos tener en cuenta que esto no implica que un mortal pueda decidir el destino eterno de las personas. Jesucristo, el Juez Infalible, es el único que puede concedernos la vida eterna. El dijo: “«No temas: yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. (La Biblia, Apocalipsis 1:17-18)
“Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”
Cuando Cristo le dijo a San Pedro “todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”, no le dió una atribución exclusiva, y tampoco potestad o autoridad para modificar mandatos divinos. Más bien se trata de una herramienta con que Cristo invistió a todos los que, a lo largo de la historia, se han ocupado de predicar su evangelio.
Todos los discípulos de Cristo tuvieron este mismo cometido, mirá: “Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».” (La Biblia, San Juan 20:21-23)
¿Esto quiere decir que una persona puede tener ‘poder para perdonar o no los pecados’? Creo que no tenemos que pasar por alto algo muy importante. Jesús, antes de darles esta prerrogativa, “sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo…”. Por esto, no podemos considerar lo uno sin lo otro.
Para entender mejor, necesitamos considerar algunos pasajes más. Dice la Biblia: “Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos».
Cristo no está dando aquí la libertad para juzgar a los demás. En el sermón del monte lo prohibió terminantemente, dado que es prerrogativa de Dios. Pero sí coloca sobre la iglesia la responsabilidad de amonestar, de instruir, y si es posible, de restaurar a los que han caído en pecado. Cuando los hijos de Dios se reúnen en el nombre de Cristo, lo hacen conforme a su Carácter y a sus Mandamientos. Entonces y sólo entonces, lo que hagan guiados por el Espíritu de Dios, será confirmado en el Cielo.
Amigos, Dios ha visto bien la participación de la propia humanidad en su plan de salvación. Nosotros podemos y debemos ser colaboradores de Dios. Es nuestro privilegio. Pero una cosa es colaborar con Dios, y otra es contradecirlo. Lamentablemente, la Iglesia Romana pretende usar estas palabras para contradecir los mandamientos divinos, siendo que Dios dijo: “No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo.” (La Biblia, Deuteronomios 4:2)
¿Fue Pedro el primer papa?
San Pedro jamás tuvo esa pretensión, cuando se identificó lo hizo como “Pedro, Apóstol de Jesucristo”, o “Simón Pedro, servidor y Apóstol de Jesucristo”. (La Biblia, 1ª Pedro 1:1 ; 2ª Pedro 1:1). Jamás se presentó como ‘vicario’ o representante de Cristo en la tierra, el cual, como vimos, es el Espíritu Santo. Nunca presumió infalibilidad ni presentó al mundo el aserto de que una cadena de sucesores detrás de él tendría esos atributos y gozaría de semejantes privilegios; y mucho menos mencionó a la ciudad de Roma como una ciudad favorecida por Jesucristo por sobre el resto del mundo.
San Pedro se reconoció un hombre como cualquiera, y no admitió que otros se postraran a sus pies: “Cuando Pedro entró, Cornelio fue a su encuentro y se postró a sus pies. Pero Pedro lo hizo levantar, diciéndole: «Levántate, porque yo no soy más que un hombre».” (La Biblia, Hechos 10:25-26)
¡Qué diferente actitud tuvo Pedro de quienes, pretendiendo estar en lugar suyo, se hacen llevar en andas y se muestran muy complacidos cuando la gente se postra a sus pies! San Pedro dijo: “Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada. Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño. Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria. (La Biblia, 1ª Pedro 5:1-4)
¿Podía un papa estar representando a Cristo, cuando Él dijo muy claramente: “En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A NADIE en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».”? (La Biblia, Mateo 23:8-12).
Una vez más, queda demostrado que Cristo es el único Fundamento, Maestro y Doctor de su iglesia.
El Concilio de Jerusalén
Si estudiamos las Sagradas Escrituras, veremos que en la iglesia primitiva la autoridad no descansaba sobre el apóstol Pedro sino en el Concilio de Jerusalén. Las decisiones se tomaban de manera democrática e invocando la presencia del Espíritu Santo. Todos, inclusive los apóstoles, se sometían a este concilio. Mirá como lo relata la Biblia: “Algunas personas venidas de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse. A raíz de esto, se produjo una agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros… Entonces los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos y les encomendaron llevar la siguiente carta: «Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables...” (La Biblia, Hechos 15:1-2, 22-28).
Cristo había instituido su Iglesia y la había dotado de autoridad. En el Concilio de Jerusalén esta autoridad fue manifestada y respetada. Ni Pedro, ni Pablo, ni ninguno de los apóstoles se creyeron con derecho para resolver el asunto. Las decisiones se tomaron en conjunto, teniendo en cuenta dos premisas: el consenso entre los hermanos y la aprobación del Espíritu Santo.
Un fundamento sin fundamento
La Iglesia Romana adaptó al Papa las palabras dichas al apóstol afirmando repetidamente, una y otra vez: "El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad" (882). Reclamando incluso prerrogativas de infalibilidad o imposibilidad de error.
Pero aquí hemos demostrado que esto es mentira, porque Pedro no es la Piedra Fundamental, ni fue el primer papa, ni recibió autoridad por sobre el resto de los apóstoles; ni existe registro bíblico que avale ningún tipo de sucesores privilegiados del Apóstol ni infalibilidad en su accionar. Ni a Cristo, ni a los apóstoles, ni a nadie durante casi cuatro siglos se le ocurrió jamás semejante barbaridad. No hay una sola palabra en toda la Biblia que hable del obispo de Roma, menos de su primacía, y mucho menos de una sucesión privilegiada.
El invento de que la Piedra era Pedro y que por ello era el Jefe Supremo de la Iglesia; y el artilugio que va mucho más allá, esto es afirmar que el obispo de Roma es su ‘sucesor legítimo’, vino mucho después de la era apostólica. Los sacerdotes historiadores católicos Chiovaro y Bessière, afirman en su libro ‘Urbi et orbi, dos mil años de papado’ que a finales del siglo III, incluso en Roma, nadie utilizaba este célebre texto para justificar la primacía del papa... Recién el papa Dámaso I (quien subió al pontificado tras terribles masacres) fue el primero en hablar de ‘sede apostólica’ y utilizar este texto para sostener que la Iglesia de Pedro era la Iglesia de Roma, y que ésta era la única verdadera Iglesia de Cristo. Dámaso fue el inspirador del edicto del año 380, que convirtió a la religión cristiana en la única religión del Imperio Romano. La fe de la Iglesia, precisaba el edicto, era la fe de Dámaso, obispo de Roma” (‘Urbi et orbi, dos mil años de papado’, páginas 24-25, 33, 130-132, 366-384).
De esta manera, la Iglesia Romana se convirtió en una monarquía absoluta, organizada jerárquicamente con el Papa a la cabeza. Pero, como hemos visto, la Iglesia Cristiana se fundó sobre Cristo y con principios democráticos. Precisamente la palabra ‘iglesia’ deriva de la palabra griega 'ekklesia', que significa ‘asamblea’ o ‘congregación’, siendo una democracia representativa, porque la autoridad reside en el Concilio, que es formado por miembros elegidos por la propia iglesia.
La condición de obispo en Roma fue circunstancial en la vida de Pedro, pues a él le había sido encomendado el apostolado de los judíos. Dice Pablo en su epístola a los Gálatas: “el que constituyó a Pedro Apóstol de los judíos, me hizo también a mí Apóstol de los paganos.” (La Biblia, Gálatas 2:8)
Así es que Pedro y Jacobo estuvieron al frente de la iglesia de Jerusalén durante unos treinta años. Es verdad que Pedro murió en Roma, asesinado. Pablo también. ¿Habría de mirar Dios con favor especial a la impía ciudad de Roma por quitar la vida a dos gigantes del cristianismo y a multitud de cristianos? Precisamente desde Roma, Pedro escribió su carta universal y se despidió con las sugestivas palabras: “La iglesia de Babilonia, que ha sido elegida como ustedes, los saluda...” (La Biblia, 1ª Pedro 5:13).
Babilonia era el sobrenombre que los primeros cristianos habían puesto a Roma con el fin de desorientar a sus perseguidores, y hasta autores católicos admiten que se le daba ese nombre como símbolo de su corrupción. Por lo que no se discierne aquí el menor rasgo de prevalencia de la iglesia de Roma por sobre el resto de la cristiandad.
Si Pedro hubiese querido privilegiar a Roma, debiera haber dejado registros tales como: ‘En Roma establezco mi reinado y mis sucesores deberán permanecer aquí para siempre’. Pero nada de eso sucedió. Todo lo contrario. Las palabras ‘elegida como ustedes’ manifiestan el principio de igualdad enseñado por Cristo cuando dijo: “no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos”, y estaba dirigido a evitar los prejuicios de superioridad que pudieran tener los judíos cristianos, destinatarios de su carta.
La verdadera ‘sucesión apostólica’
A través de los siglos, Dios ha tenido fieles portaantorchas que han mantenido viva la llama de la fe. La historia del pueblo de Dios durante los siglos de obscuridad que siguieron a la supremacía de Roma, está escrita en el cielo, aunque ocupa escaso lugar en las crónicas de la humanidad. Lo cierto es que a estos hombres y mujeres de Dios se les marcaba como herejes, su móviles eran impugnados, su carácter difamado y sus escritos prohibidos. Sin embargo permanecieron firmes, y de siglo en siglo conservaron la pureza fe, como herencia sagrada para las generaciones futuras. Ellos han constituido, sin duda, la verdadera ‘sucesión apostólica’, garantizado, así como los apóstoles, su fe con su sangre.
Amigos, si una mentira es repetida suficiente número de veces, llega el momento en que se la cree. Sin embargo, la verdad sigue siendo verdad y la mentira continúa siendo mentira. Y la verdad es que Cristo fundó su iglesia sobre sí mismo, sin tener ningún tipo de favoritismos respecto a sus discípulos. “Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. «¿Qué quieres?», le preguntó Jesús. Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». «No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?». «Podemos», le respondieron. «Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre». Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».” (La Biblia, Mateo 20:20-28).
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Gabriel Sauceda Eso Cristo lo dijo con respecto no solo a Pedro.... Sino al apostolado...
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