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jueves, 7 de noviembre de 2013

Como rezar la Coronilla - La Voz de Santa María

El Rosario es el Evangelio hecho oración. Nos presenta y propone los Misterios de Cristo a través de María, iluminándonos en el seguimiento de Jesús.
En su estructura actual, se compone de 20 MISTERIOS: 5 Gozosos (lunes y sábado), 5 Luminosos (jueves), 5 Dolorosos (martes y viernes) y 5 Gloriosos (miércoles y domingo).
Rezo del Santo Rosario
MODO DE REZAR EL ROSARIO:
  • PERSIGNARSE: Por la señal de la santa Cruz †, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro †. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo †.
  • ACTO DE CONTRICIÓN: Señor mío Jesucristo...
  • REZO DE LOS CINCO MISTERIOS que correspondan al día de la semana. Para cada Misterio: 
    1. ENUNCIADO DEL MISTERIO.
    2. MEDITACIÓN, considerando la escena propuesta durante unos INSTANTES DE SILENCIO.
    3. UN PADRENUESTRO, DIEZ AVEMARÍAS Y GLORIA. 
  • Al final del Rosario se acostumbra rezar UN PADRENUESTRO POR LAS INTENCIONES DEL PAPA, para ganar las INDULGENCIAS.
  • Es muy tradicional también rezar las LETANÍAS LAURETANAS para venerar a la Santísima Virgen en sus diferentes títulos y prerrogativas.

ORACIONES DEL ROSARIO

SEÑAL DE LA CRUZ
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro.+En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

SÍMBOLO DE LOS APÓSTOLES Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

PADRENUESTRO
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

AVEMARÍA
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

JACULATORIAS
Puede usarse una de estas dos:

  • María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndenos de nuestros enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
  • Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, sálvanos del fuego del infierno y guía todas las almas al Cielo, especialmente aquellas que necesitan más de tu misericordia. (Oración de Fátima).
SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Oración. Omnipotente y sempiterno Dios, que con la cooperación del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen y Madre María para que fuese merecedora de ser digna morada de tu Hijo; concédenos que, pues celebramos con alegría su conmemoración, por su piadosa intercesión seamos liberados de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.


Misterios Gozosos ( Lunes y Sábado)

PRIMER MISTERIO

La anunciación a María Santísima

(Lc. 1, 26-38) 
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María.
Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.» María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.» Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel.

El mensaje de Dios es escuchado por María y, con absoluta generosidad, permite que el Espíritu Santo la cubra con su sombra y, así, queda llena de gracia, embarazada de Jesús.
Pidamos al Señor, que su espíritu también nos inunde a nosotros, para que sigamos actualizando el milagro de ese nacimiento y, por la acción apostólica, el testimonio evangelizador y el amor a los demás, sigamos haciendo presente a Jesús en el mundo de hoy.

SEGUNDO MISTERIO

María visita a Isabel

(Lc. 1, 39-45) 
Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!»

María, movida por el amor, sale de la comodidad de su hogar para ir a ponerse a disposición de su prima Isabel que también estaba embarazada. No se justifica con su propio embarazo y nos muestra que siempre hay que estar dispuesto para servir a los demás.
Asimismo, esta visita es un testimonio claro de que tener a Jesús, estar con él, no es un tesoro para guardar sino para ofrecer, para darlo a quien más lo necesita, para ponerlo a disposición de todos.

TERCER MISTERIO

El nacimiento del niño Jesús en Belén

(Lc. 2, 1-7) 
Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada.

Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto, y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa.

Jesús, al encarnarse, asume la condición humana; y lo hace desde la pobreza. No llega al mundo naciendo en un palacio como un rey poderoso ante los ojos de los hombres; su realeza no es de este mundo y ya, desde su cuna, marca las diferencias. El mensaje del evangelio propone otros valores, otra mirada.

CUARTO MISTERIO

La presentación de Jesús en el Templo

(Mc. 2, 22-31) 
Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, tal como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones. Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón.
Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor. El Espíritu también lo llevó al Templo en aquel momento. Como los padres traían al niño Jesús para cumplir con él lo que mandaba la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras: "Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz como le has dicho. Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos." 

Jesús está más allá de la ley y de las prescripciones y, sin embargo, es presentado en el templo de Jerusalén como lo indicaba la Escritura. Una vez más, la vida de Jesús nos enseña que, para encarnarse realmente hay que asumir la realidad en forma completa y no sólo lo que "nos conviene".
Es el caso, por ejemplo, de los que dicen querer asumir un compromiso con los más necesitados pero permanecen alejados de ellos y sólo se acercan con quien hace turismo hacia la pobreza. O quienes interpretan la palabra de Dios de acuerdo con sus conveniencias "arreglando" el mensaje para que responda a sus intenciones personales. Jesús, en cambio, asume la vida "de lleno" y con todas sus consecuencias. Más adelante nos enseñará que la ley está hecha para el hombre y no el hombre para la ley porque antepone la dignidad de la persona por sobre toda cuestión.

QUINTO MISTERIO

Jesús perdido y encontrado en el Templo entre los doctores

(Lc. 2, 46-51) 
Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas.
Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos.» El les contestó: «¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?» Pero ellos no comprendieron esta respuesta. Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret. Posteriormente siguió obedeciéndoles. Su madre, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón.
Encontrar a Jesús en el Templo, en medio de los doctores de la ley, enseñando a interpretar la Escritura, fue un momento especialísimo para José y María. Por una parte, maravillarse ante la sabiduría del niño. Por otra, ver claramente que su misión en el mundo estaba marcada por algo divino.
Se entremezclaban los sentimientos porque comprenden que ese hijo está llamado a grandes cosas. Allí mismo comienza el aprendizaje de saber que "no es de ellos" sino de la humanidad. Tal como debe ser nuestro aprendizaje para comprender que las cosas de Dios no son las de este mundo, y que no hay pérdida si postergamos las aspiraciones mundanas para conquistar lo divino
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