Más allá de la fe ciega
La vida de Jesucristo. ¿Era el hijo de Dios? Una breve mirada a la vida de Jesús y porqué no es fe ciega creer en él...
por Paul E. Little
Nos es imposible saber de forma concluyente si Dios existe y cómo es si Él no toma la iniciativa y se revela a sí mismo.  Tenemos que saber cómo es Él y cuál es su actitud hacia nosotros.  Supongamos que supiéramos que existe, pero que fuera como Adolf  Hitler—caprichoso, vicioso, con prejuicios, y cruel. áQué descubrimiento  tan horrible sería!Debemos buscar en el horizonte de la historia para  ver si hay alguna clave de la revelación de Dios. Hay una clave clara.  En un oscuro pueblo en Palestina, hace casi 2000 años, un niño nació en  un establo. Hoy, el mundo entero aún celebra el nacimiento de Jesús.
Él vivió en la sombra hasta los treinta años, y  entonces comenzó un ministerio público que duró tres años. Estaba  destinado a cambiar el curso de la historia. Era una persona cariñosa y  se nos cuenta que "la gran multitud le escuchaba con gusto" (Marcos  12:37) y, "les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus  escribas" (Mateo 7:29).
La vida de Jesucristo. Su historia comienza.
Pronto se hizo evidente, sin embargo, que estaba  haciendo afirmaciones chocantes y alarmantes sobre sí mismo. Empezó a  identificarse a sí mismo como algo mucho mayor que un importante maestro  o profeta. Comenzó a decir claramente que Él era Dios. Hizo de su  identidad el punto central de su enseñanza. La pregunta fundamental que  le hizo a los que le seguían fue, "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"  Cuando Pedro respondió y dijo, "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios  viviente" (Mateo 16:15-16), Jesús no se sorprendió, no reprendió a  Pedro. áAl contrario, le elogió!
Él hizo la afirmación explícitamente, y sus oyentes  recibieron todo el impacto de sus palabras. Se nos dice, "los judíos aún  más procuraban matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino  que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios"  (Juan 5:18).
En otra ocasión dijo, "Yo y el Padre somos uno."  Inmediatamente los judíos quisieron apedrearle. Él preguntó por qué  buena obra querían matarle. Ellos respondieron,  "No te apedreamos por  ninguna obra buena, sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te  haces Dios" (Juan 10:30, 33).
Jesús claramente reclamó atributos que sólo Dios tiene.  Cuando un hombre paralítico fue bajado a través del techo queriendo que  Él le sanara, dijo, "Hombre, tus pecados te son perdonados." Esto  provocó un gran revuelo entre los líderes religiosos, quienes decían en  sus corazones, "¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede  perdonar pecados, sino sólo Dios?" (Lucas 5:20, 21).
En el momento crítico cuando su vida estaba en juego,  el sumo sacerdote le planteó la pregunta directamente: "¿Eres tú el  Cristo, el Hijo del Bendito?"
"Yo soy," dijo Jesús. "y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder y viniendo con las nubes del cielo."
El sumo sacerdote rasgó su ropa. "¿Qué necesidad  tenemos de más testigos?" preguntó. "Habéis oído la blasfemia" (Marcos  14:61-64).
Tan cercana era su conexión con Dios que equiparó la  actitud de una persona hacia Él con la actitud de una persona hacia  Dios. Así, conocerle a Él era conocer a Dios (Juan 8:19; 14:7). Verle a  Él era ver a Dios (Juan 12:45; 14:9). Creer en Él era creer en Dios  (Juan 12:44; 14:1). Recibirle a Él era recibir  a Dios (Marcos 9:37).  Odiarle a Él era odiar a Dios (Juan 15:23). Y honrarle a Él era honrar a  Dios (Juan 5:23).
Jesucristo - ¿el hijo de Dios?
Al enfrentarnos con las afirmaciones de Cristo, sólo  hay cuatro posibilidades. Él era un mentiroso, un loco, una leyenda, o  la Verdad. Si decimos que Él no es la Verdad, estamos automáticamente  afirmando una de las otras tres alternativas, tanto si nos damos cuenta  de ello como si no.
(1) Una posibilidad es que Jesús mintiera cuando dijo  que Él era Dios - que Él supiera que no era Dios, pero engañara  deliberadamente a sus oyentes para dar autoridad a sus enseñanzas. Muy  pocos, si es que hay alguno, mantienen seriamente esta posición. Incluso  aquellos que niegan su deidad afirman que era un gran maestro de moral.  No se dan cuenta de que esas dos afirmaciones son contradictorias.  Difícilmente podía ser Jesús un gran maestro de moral si, en el punto  más crucial de su enseñanza, su identidad, era deliberadamente un  mentiroso.
(2) Una posibilidad más amable, aunque no menos  chocante, es que Él fuera sincero pero se estuviera auto-engañado. Hoy  en día tenemos un nombre para una persona que cree ser Dios. Ese nombre  es loco, y ciertamente se aplicaría a Cristo si estaba engañado en esta  cuestión tan importante. Pero cuando miramos a la vida de Cristo, no  vemos evidencia de la anormalidad y el desequilibrio que se encuentran  en una persona trastornada. En cambio, encontramos la mayor serenidad  bajo presión.
(3) La tercera alternativa es que todo lo que se  cuenta sobre su proclamación de ser Dios es una leyenda - que lo que  pasó realmente es que sus entusiastas seguidores, en el tercer o cuarto  siglo, pusieron palabras en su boca que a Él mismo le habría chocado  escuchar. Si hubiera regresado, las habría rechazado inmediatamente.
La teoría de la leyenda ha sido refutada  significativamente por muchos descubrimientos de la arqueología moderna.  Estos han mostrado de forma concluyente que las cuatro biografías de  Cristo fueron escritas en vida de los contemporáneos de Jesús. Hace  algún tiempo Dr. William F. Albright, arqueólogo de fama mundial, ahora  retirado, de la Johns Hopkins University, dijo que no había razón para  creer que ninguno de los Evangelios fuera escrito más tarde del 70 D.C.  Para una mera leyenda sobre Cristo, en la forma del Evangelio, haber  conseguido la circulación y tenido el impacto que tuvo, sin una pizca de  base en los hechos, es increíble.
Que hubiera pasado eso sería tan fantástico como que  alguien en nuestra época escribiera una biografía de John F. Kennedy y  dijera en ella que Kennedy proclamaba ser Dios, perdonar los pecados de  la gente, y haber resucitado de la muerte. Una historia así es tan  disparatada que nunca echaría raíces, porque todavía hay demasiada gente  por ahí que conocía a Kennedy. La teoría de la leyenda no se sostiene a  la luz de las tempranas fechas de los manuscritos de los Evangelios.
(4)La única alternativa que queda es que Jesús dijo  la verdad. Desde cierto punto de vista, sin embargo, las afirmaciones no  significan mucho. Hablar es gratis. Cualquiera puede hacer  afirmaciones. Ha habido otros que han afirmado ser Dios. Yo podría  afirmar ser Dios, y tú podrías afirmar ser Dios, pero la pregunta que  todos nosotros debemos responder es, "¿qué tenemos para justificar  nuestra afirmación?" En mi caso no te llevaría ni cinco minutos  desmentir mi afirmación. Probablemente no llevaría mucho más echar por  tierra la tuya. Pero cuando se refiere a Jesús de Nazaret, no es tan  simple. Él tiene las credenciales para apoyar su afirmación. Él dijo,  "Si las hago, aunque a mí no me creáis, creed las obras; para que sepáis  y entendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre" (Juan 10:38).
Evidencia de la vida de Jesús
Primero, su carácter moral coincide con sus afirmaciones.  Muchos internos en manicomios afirman ser famosos o deidades. Pero sus  afirmaciones son desmentidas por sus caracteres. No pasa lo mismo con  Cristo. Él es único - tan único como Dios.
Jesucristo estaba libre de pecado. El calibre de su  vida era tal que era capaz de retar a sus enemigos con la pregunta,  "¿Quién de vosotros me prueba que tengo pecado?" (Juan 8:46). Se le  respondió con silencio, aunque se dirigía a aquellos que hubieran  querido señalar un defecto en su carácter.
Leemos acerca de las tentaciones de Jesús, pero nunca  oímos una confesión de pecado de su parte. Él nunca pidió perdón,  aunque les pidió a sus seguidores que lo hicieran.
Esta falta de cualquier fallo moral por parte de  Jesús es asombrosa, a la vista del hecho de que es completamente  contrario a la experiencia de los santos y místicos de todas las épocas.  Cuanto más se acercan los hombres y las mujeres a Dios, más abrumados están con sus propios fallos, corrupción, y defectos.  Cuanto más cerca está uno de una luz brillante, es más consciente de su  propia suciedad. Esto también es cierto, en el terreno moral, para los  mortales comunes.
También es sorprendente que Juan, Pablo, y Pedro, los  cuales fueron enseñados desde su primera infancia a creer en la  universalidad del pecado, hablen todos de la ausencia de pecado en  Cristo: "El cual no cometió pecado, ni engaño alguno se hallo en su  boca" (1 Pedro 2:22).
Pilatos, que no era amigo de Jesús, dijo, "¿Qué mal  ha hecho?" (Mateo 27:54). Reconoce implícitamente la inocencia de  Cristo. Y el centurión romano que presenció la muerte de Cristo dijo,  "En verdad éste era Hijo de Dios." (Mateo 27:54).
Segundo, Cristo demostró un poder sobre las fuerzas naturales que sólo podría pertenecer a Dios, el Autor de esas fuerzas.  Él calmó una terrible tormenta de viento y olas en el Mar de Galilea.  Haciendo esto provocó en los que estaban en la barca la atemorizada  pregunta, "¿Quién, pues, es éste que aun el viento y el mar le  obedecen?" (Marcos 4:41) Convirtió el agua en vino, alimentó a 5.000  personas con cinco panes y dos pescados, le devolvió su único hijo a una  viuda afligida resucitándolo de los muertos, y trajo a la vida a la  hija muerta de un padre destrozado. A un viejo amigo le dijo, "áLázaro,  sal fuera!" y lo resucitó espectacularmente de los muertos. Es aún más  significativo que sus enemigos no negaron este milagro. En vez de eso,  intentaron matarle. "Si le dejamos seguir así," dijeron, "todos van a  creer en Él" (Juan 11:48).
Tercero, Jesús demostró el poder del Creador sobre la enfermedad y el dolor.  Él hizo al cojo andar, al mudo hablar, al ciego ver. Algunas de sus  sanidades fueron de problemas congénitos no susceptibles de cura  psicosomática. La más destacada fue la del ciego cuyo caso está recogido  en Juan 9. Aunque el hombre no podía contestar a los especuladores que  le preguntaban, su experiencia era suficiente para convencerle. "Una  cosa sé: que yo era ciego y ahora veo." declaró. Estaba asombrado de que  sus amigos no reconocieran a este Sanador como el Hijo de Dios. "Jamás  se ha oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento,"  dijo (Juan 9:25,32). Para él la evidencia era obvia.
Cuarto, la suprema credencial de Cristo para autentificar su proclamación de deidad fue su resurrección de los muertos.  Cinco veces en el curso de su vida predijo que iba a morir. También  predijo cómo iba a morir y que tres días después resucitaría de la  muerte y aparecería a sus discípulos.
Sin duda ésta era la gran prueba. Era una afirmación fácil de verificar. O bien ocurría o no.
Tanto amigos como enemigos de la fe cristiana han  reconocido que la resurrección de Cristo es la piedra sobre la que se  cimienta la fe. Pablo, el gran apóstol, escribió, "Si Cristo no ha  resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra  fe" (1 Corintios 15:14). Pablo apoyaba todo su caso en la resurrección  corporal de Cristo. O resucitó o no resucitó. Si resucitó, fue el  acontecimiento más sensacional de la historia.
Si Jesús es el hijo de Dios...
Si Cristo resucitó, sabemos con certeza que Dios existe, cómo es, y cómo podemos conocerle en nuestra experiencia personal.  El Universo se llena de significado y propósito, y es posible  experimentar a Dios en la vida contemporánea. Por otra parte, si Cristo  no resucitó de los muertos, el Cristianismo es sólo una interesante  pieza de museo - nada más. No tiene ni validez ni realidad objetivas.  Aunque es una bonita ilusión, ciertamente no vale la pena pringarse por  ella. Los mártires que fueron cantando a los leones, y los misioneros  contemporáneos que han dado sus vidas en Ecuador y el Congo llevando a  otros este mensaje, han sido unos pobres ilusos engañados.
El ataque al Cristianismo de parte de sus enemigos ha  estado casi siempre concentrado en la Resurrección, porque se ha visto  claramente que este hecho es el punto clave de la cuestión. Un ataque  notable lo llevó a cabo, a principios de los años 30, un joven abogado  británico.  Éste estaba convencido de que la Resurrección era mera  fábula y fantasía. Sabiendo que era el fundamento básico de la fe  cristiana, decidió hacerle al mundo un favor descubriendo, de una vez  por todas, su fraude y superstición. Como abogado, creyó que tenía las  facultades críticas para analizar la evidencia rigurosamente, y para no  admitir como evidencia nada que no cumpliera los rígidos criterios de  admisión de un juzgado actual.
Sin embargo, mientras Frank Morrison realizaba su  investigación, sucedió algo notable. El caso no era ni de lejos tan  fácil como él había supuesto. Como resultado, el primer capítulo de su  libro, ¿Quién movió la piedra?, se tituló "El libro que se negó  a ser escrito." En él describe cómo, al examinar la evidencia, se  convenció, contra su voluntad, del hecho de la resurrección corporal de  Cristo.
La muerte de Jesús
La muerte de Jesús fue por ejecución pública en una  cruz. El gobierno dijo que fue por blasfemia. Jesús dijo que fue para  pagar por nuestro pecado. Después de haber sido gravemente torturado,  las muñecas y los pies de Jesús fueron clavados a una cruz de la que  colgó, muriendo finalmente por asfixia. Una espada fue clavada en su  costado para confirmar su muerte.
El cuerpo de Jesús fue entonces envuelto en lino  cubierto con aproximadamente 45 kilos de especias húmedas y pegajosas.  Su cuerpo fue colocado en una sólida tumba de roca. Una piedra redonda  de entre una tonelada y media y dos toneladas fue colocada con palancas  para asegurar la entrada. Como Jesús había dicho públicamente que iba a  resucitar de la muerte en tres días, una guardia de soldados romanos  entrenados fue apostada frente a la tumba. Y se puso un sello oficial  romano a la entrada de la tumba, declarándola propiedad del gobierno.
A pesar de todo esto, tres días después el cuerpo  había desaparecido. Sólo quedaron los linos funerarios, con la forma del  cuerpo, pero hundidos. La piedra que sellaba oficialmente la tumba fue  encontrada en lo alto de una pendiente, a cierta distancia de la tumba.
¿Fue la resurrección de Cristo sólo un cuento?
áLa explicación más antigua fue que los discípulos robaron el cuerpo!  En Mateo 28:11-15, tenemos constancia de la reacción de los sumos  sacerdotes y los ancianos cuando los guardias les dieron la misteriosa y  exasperante noticia de que el cuerpo había desaparecido. Les dieron  dinero a los soldados y les pidieron que contaran que los discípulos  habían ido por la noche y habían robado el cuerpo mientras ellos estaban  dormidos. áEsa historia es tan falsa que Mateo ni siquiera se molesta  en refutarla! ¿Qué juez te escucharía si tú dijeras que mientras estabas  dormido sabías que era tu vecino el que entró en tu casa y te robó el  televisor? ¿Quién sabe lo que está pasando mientras está dormido? Un  testimonio como éste sería recibido a carcajadas en cualquier juzgado.
Además, nos encontramos frente a una imposibilidad  ética y psicológica. Robar el cuerpo de Cristo es algo totalmente ajeno  al carácter de los discípulos y a todo lo que sabemos de ellos.  Significaría que eran los consumadores de una mentira deliberada que fue  la responsable del engaño y la muerte de miles de personas. Es  inconcebible que, incluso si sólo unos pocos de los discípulos hubieran  conspirado y llevado a cabo este robo, no se lo hubieran dicho nunca a  los demás.
Todos los discípulos se enfrentaron a la prueba de la  tortura y el martirio por sus proclamaciones y creencias. Hombres y  mujeres morirán por lo que creen que es verdad, aunque en realidad sea  falso. Pero, sin embargo, no morirán por lo que saben que es una  mentira. Si un hombre dice alguna vez la verdad, es en su lecho de  muerte. Y si los discípulos hubieran cogido el cuerpo, y Cristo aún  estaba muerto, aún nos quedaría el problema de explicar sus presuntas  apariciones.
Una segunda hipótesis es que las autoridades judías o romanas cambiaron el cuerpo de sitio.  ¿Pero por qué? Habiendo puesto guardias en la tumba, ¿cuál sería la  razón para cambiar el cuerpo de sitio? Además, ¿qué ocurre con el  silencio de las autoridades frente a la descarada predicación de los  apóstoles sobre la resurrección en Jerusalén? Los líderes eclesiásticos  estaban ardiendo de rabia, e hicieron todo lo posible para evitar la  extensión del mensaje de que Jesús resucitó de los muertos. Arrestaron a  Pedro y a Juan, y les golpearon y amenazaron, en un intento de  cerrarles la boca.
Pero había una solución muy simple a su problema. Si  tenían el cuerpo de Cristo, podían haber desfilado con él por las calles  de Jerusalén. De un solo golpe habrían asfixiado, con éxito, al  Cristianismo en su cuna. Que no lo hicieran ofrece un testimonio  elocuente del hecho de que ellos no tenían el cuerpo.
Otra famosa teoría ha sido que las mujeres,  afligidas y abrumadas por la pena, se perdieron en la penumbra de la  madrugada y fueron a la tumba equivocada. En su aflicción  imaginaron que Cristo había resucitado porque la tumba estaba vacía.  Esta teoría, sin embargo, cae por el mismo hecho que destruye la  anterior. Si las mujeres fueron a la tumba equivocada, ¿por qué no  fueron los sumos sacerdotes y otros enemigos a la tumba correcta y  enseñaron el cuerpo? Más aún, es inconcebible que Pedro y Juan  cometieran el mismo error, y con certeza José de Arimatea, dueño de la  tumba, habría solucionado el problema. Además, hay que recordar que era  un terreno privado de entierro, no un cementerio público. No había otra  tumba cerca que les hubiera hecho cometer ese error.
La teoría del desvanecimiento también ha intentado explicar la tumba vacía.  Según ésta, Cristo no murió en realidad. Se le dio por muerto   erróneamente, pero se había desmayado por el cansancio, el dolor y la  pérdida de sangre. Cuando estaba tumbado en el frío de la tumba, se  reanimó. Salió de la tumba y apareció a sus discípulos, que  equivocadamente pensaron que había resucitado de la muerte.
Ésta es una teoría de construcción moderna. Apareció  por primera vez a finales del siglo XVIII. Es significativo que no se  haya encontrado ninguna idea de este tipo, desde la antigüedad, entre  todos los violentos ataques que se le han hecho al Cristianismo. Todos  los textos más antiguos son claros acerca de la muerte de Jesús.
Pero aceptemos por un momento que Cristo fue  enterrado vivo y desvanecido. ¿Es posible creer que habría sobrevivido  tres días en una tumba húmeda, sin comida ni agua, ni atención de ningún  tipo? ¿Habría tenido la fuerza para librarse de las ropas funerarias,  quitar la pesada piedra de la entrada del sepulcro, superar a los  guardias romanos, y caminar kilómetros sobre unos pies que habían sido  atravesados con estacas? Tal creencia es más fantástica que el simple  hecho de la Resurrección en sí misma.
Incluso el crítico alemán David Strauss, que de ningún modo cree en la Resurrección, rechazó esta idea como increíble. Dijo:
Es imposible que alguien que acaba de salir del sepulcro medio muerto, que se arrastraba débil y enfermo, que estaba en necesidad de tratamiento médico, vendaje, fortalecimiento y cuidados, y que al final sucumbió al sufrimiento, les pudiera haber dado a los discípulos la impresión de ser vencedor sobre la muerte y la tumba; de ser el Príncipe de la Vida.
Finalmente, si esta teoría es correcta, Cristo mismo  estaba envuelto en mentiras flagrantes. Sus discípulos creían y  predicaban que Él había muerto y vuelto a la vida después. Jesús no hizo  nada para desmentir esa creencia, sino que más bien la fomentó.
La única teoría que explica adecuadamente la tumba vacía es la resurrección de Jesucristo de la muerte.
Qué significa para ti la vida de Jesucristo
Si Jesucristo resucitó de la muerte, probando que Él es Dios, está vivo hoy. Él está dispuesto a algo más que a ser alabado. Quiere ser conocido y entrar en nuestras vidas. Jesús dijo, "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él" (Apocalipsis 3:20).
El difunto Carl Gustav Jung dijo, "La neurosis  principal de nuestro tiempo es el vacío interior." Todos tenemos un  profundo anhelo de significado y profundidad en nuestra vida. Jesús nos  ofrece una vida con más significado, abundante, que nos llega a través  de una relación con Él. Jesús dijo, "Yo he venido para que tengan vida, y  para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10).
Gracias a que Jesús murió en la cruz, llevando sobre  Él todo el pecado de la humanidad, nos ofrece ahora perdón, aceptación y  una relación genuina con Él.
Ahora mismo puedes invitar a Jesucristo a entrar en  tu vida. Puedes decirle algo como, "Jesús, gracias por morir en la cruz  por mis pecados. Te pido que me perdones y entres en mi vida ahora  mismo. Gracias por darme una relación contigo."
Si necesitas más información o aún tienes preguntas sobre quién es Jesús, por favor, mándanos un e-mail.
He pedido a Jesús que entre en mi vida (más información aquí)...Me gustaría pedirle a Jesús que entre en mi vida. ¿Puedes explicarme cómo?
Tengo una pregunta...
Adaptado de Know Why You Believe de Paul  E. Little, publicado por Victor Books, copyright (c) 1988, SP  Publications, Inc., Wheaton, IL 60187. Utilizado con permiso.
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